**Vientos cinéreos**
La batalla por Costa Oscura había sido dura, demasiado para ambas facciones. La Alianza y la Horda, aunque esta última victoriosa, habían sufrido demasiadas bajas y pérdidas; sería difícil que se recuperasen de ese golpe. Escombros y cenizas de Teldrassil llenaban el mar circundante, madera y cadáveres, algunos calcinados, flotaban a través de las sinuosas aguas. Ambas flotas se habían retirado, era su momento. Un barco de cierta envergadura rompía el sepulcral silencio a medida que atravesaba las olas. Reforzado con hierro en la proa, estribor y babor se desplazaba despacio pero seguro a través de las aguas, su mástil, rematado con una vela algo roída y hecha a partir de otras no tenía color, ni símbolo, aunque parecía un barco de la Horda, no llevaba ninguna simbología que lo identificase como tal.
Algunos supervivientes de la Costa lo miraron con un gesto de duda “¿Qué viene ahora?”, decían algunos entre susurros. Los supervivientes de una y otra facción, desperdigados, se acercaron lentamente cuando el barco se detuvo en un lugar de la costa. Dos hileras de cañones entre las escotillas apuntaban amenazantemente. Aunque no producía más silencio que el crujir de la madera contra el oleaje. Algunas sombras emergieron en la superficie del barco, simples formas que dejaban ver a un grupo interracial apenas distinguibles por las características de cada raza. Una pesada rampa salió desde estribor con un ruido metálico y estridente, hasta que se clavó en la arena de la costa. Algunos supervivientes reaccionaron echándose hacia atrás instintivamente ante una amenaza.
Solo una figura encorvada se dejó ver, detrás de él, otra algo más erguida y alta. Dos orcos salieron a la luz de una llama cercana. El primer orco de piel verde, ligeramente grisácea, los miró a todos con una leve sonrisa, su pelo en forma de cresta y su vello facial eran grisáceos, un colmillo roto, el otro de oro, tres cicatrices en forma de una zarpa atravesaba su rostro desde su oreja derecha hasta parte del mentón izquierdo, llevaba una armadura de hierro rematada con un discordante sombrero de almirante de la Horda pero cuyo símbolo había sido arrancado con fuerza, su mano derecha había sido sustituida por una hoja serrada que aún tenía algo de sangre seca en ella, excesivamente decorada con diversas joyas incrustadas en ella, su otra mano sostenía una cadena enrollada en su muñeca y puño. Se detuvo unos segundos tras echar un vistazo rápido al desdichado grupo, luego, con paso firme y lento bajó por la rampa que crujía a medida que las pesadas botas del orco se posaban. Finalmente tomó tierra, habló mirando ligeramente a su espalda. Una voz potente, grave, con algo de deje en ella se alzó entre el silencio y el crujir de la madera.
¡Contramaestre Krodan! ¡Recuento de supervivientes y provisiones! ¡Tomad todo lo que sea útil! – Sólo un gruñido fue la contestación. Del barco bajaron varios piratas, es lo que parecían, sin un uniforme de ninguna facción, más bien trozos de armaduras que encajaban las unas con las otras. Un grupo interracial bastante variopinto. Los supervivientes los miraron aterrorizados, a algunos les gustaba jugar con ese terror - ¡Dejadles tranquilos! Bastante mal lo han pasado ya…dadles bebida y algo de comer - Ordenó, tenía una sonrisa en sus labios, esa bebida, aunque agua, llevaba gotas de Elixir de Todas las Lenguas, necesario para lo que iba a hacer ahora. No todos bebieron, no le importó, él solo daba una opción, no se preocupaba por quien bebía o no. Tras unos segundos habló, miró a esos pobres desgraciados. - ¿Habéis visto hasta dónde os ha llevado este sin sentido?.. – Dijo, con seguridad, no era la primera vez que daba este discurso, ni sería la última - ¿Cuántos habéis sangrado y ni si quiera os han dado las gracias? Este…conflicto lleva demasiado tiempo haciéndonos daño…y yo digo…¿Qué os une a ellos? Pensadlo bien…nada. Soy Kalgosh Libraguerra…Capitán de los piratas Velas de Ceniza…y vengo a traeros una alternativa… ¿De verdad queréis seguir así? … ¿Todo este dolor…para qué? Yo os lo digo, ¡para nada! – Gritó – Uníos a mí, y sangrad cuando de verdad queráis sangrar, esta guerra solo trae problemas…si estás en uno de esos bandos…pero yo no estoy con ellos, y hay tantas cosas que aprovechar de su absurdo conflicto…que si venís… seréis más ricos de lo que jamás soñaríais. Tomad vuestro destino…subíos a mi barco…devolvedle a la Horda y a la Alianza más de lo que habéis perdido… ¡Yo os ofrezco esa salida! ¡Las cenizas de la guerra empujarán nuestras velas, y cenizas es lo que dejaremos a nuestro paso! ¿QUIÉN ME SIGUE ? – Dijo, finalmente, levantando los brazos, su tripulación estalló en cierta euforia, disparando sus pistolas de chispa al aire. Era su forma de actuar, tomarían lo que quedasen, se aprovisionarían y luego buscarían a los pueblos y navíos de la Horda y la Alianza para asaltarlos. Eran tiempos de guerra, y había que sacar provecho de ellos.
Fin del relato.