Ardeniel se encontraba en Boralus. La general Plumaluna le había solicitado que se quedara con ella unos días allí, mientras organizaban y reposicionaban las tropas para el próximo movimiento que los kaldorei mantenían en secreto.
Hacía días que no sabía nada de su hermana. “Fuí débil” pensó. “Me dejé llevar por el corazón, tenía que haberla parado. Su plan es estúpido, va a conseguir que la maten…” pensaba Ardeniel dando vueltas de un lado para otro en su habitación.
Tenía una reunión con la General en unos minutos, pero no estaba para nada concentrada. No dejaba de pensar en que algo malo le había ocurrido. “No puedo concentrarme en ayudar a la general a ganar esta guerra, tengo que solucionar esto, y ya. Me da igual que Eleanna se enfade, se le pasará, estoy convencida”.
Salió de su habitación, y se dirigió a la sala de guerra. En ella estaba la general plumaluna, junto al resto del mando de las centinelas. Ardeniel se cuadró y saludó a la general…
Cuando la reunión terminó, Ardeniel seguía sentada en su sitio, Shadris notó que algo le pasaba por la cabeza. Se levantó y se acercó a la cazadora:
“Capitana Ardeniel, has estado toda la reunión muy callada, como ausente, y me extraña en tí, siempre sueles aportar bastante… ¿ocurre algo?”.
Ardeniel levantó la mirada compungida, a Shandris eso le impactó nunca la había visto así. Con voz floja y entrecortada comenzó a balbucear: “Mi general, yo…”
“Si Ardeniel? Dime lo que tengas en la cabeza” - respondió Shandris con una voz meliodiosa intentando reconfortar a la capitana.
Ardeniel tragó saliva, y las palabras brotaron de su boca de golpe y con firmeza:
“General solicito que expida una orden de búsqueda y captura contra la sacerdotisa Menelwie”.
“Ya está, perdóname Eleanna, que Elune ilumine nuestros caminos…” pensó con tristeza para sí misma…