Recopilación: Crónica de La Sombra de la Dama Oscura (Capítulo I y II) + Historias adicionales

CAPÍTULO I: EL COMIENZO DE LA LUCHA

En esta capilla, a la luz de una vela, me dispongo a contar la historia La Sombra de la Dama Oscura con el objetivo de dejar constancia para el futuro de lo que aquí ocurrió y de cómo fueron realmente las cosas, tratando de prevenir a mis hermanos de las calumnias del enemigo en el caso de que fuéramos derrotados.

La Sombra de la Dama Oscura era un proyecto, una ilusión, que atenazaba mi mente día y noche. Habiendo perdido hace tiempo la necesidad de dormir, mis pensamientos se sumergían en esta idea hasta el punto de rozar la obsesión. Escribía manifiestos, pensaba posibles nombres y recordaba los tiempos en los que Sylvanas nos dirigía a nosotros, los Renegados.

Con poco que perder bajo el gobierno de la nueva Horda y su consejo de traidores, decidí ponerme en contacto con algunos individuos que consideraba apropiados para un proyecto de estas características. Muchos rechazaron por miedo a las represalias, otros por los riesgos, y otros porque nunca habían sido fieles a Sylvanas. Otros, los peores, trataron de delatarme, pero fueron silenciados a tiempo. Finalmente, otros, los mejores, aceptaron la dura empresa y esperaron pacientes nuestro momento.

Consciente de que Orgrimmar no era un lugar seguro para continuar con mis actividades, decidí retirarme al viejo reino de Lordaeron un tiempo para reflexionar y preparar el siguiente movimiento. En los Claros de Tirisfal, junto a la Tumba de Faol, conocí a un individuo fundamental para comprender el origen de La Sombra de la Dama Oscura: Thomas Ford, un capitán de la Guardia de la Muerte retirado del servicio por el nuevo gobierno de la Horda debido a su lealtad a Sylvanas.

Thomas y yo coincidimos rápido en nuestras ideas y le hablé, arriesgándome, de La Sombra de la Dama Oscura. Decidió unirse al proyecto y juntos elaboramos un plan para organizar la primera reunión de nuestra pequeña organización. El plan debía ser un movimiento inteligente para evitar a los espías y el control de la Horda sobre el correo. Lo que decidimos fue lo siguiente: prepararíamos cientos de paquetes para introducir en la casa de subastas de Orgrimmar y enviaríamos cientos de cartas a distintos ciudadanos invitándoles a comprar los productos. Sin embargo, las cartas de nuestros contactos incluirían una referencia diferente para comprar unos productos distintos, y dentro de la caja de estos productos estaría la información para poder acudir a nuestra reunión.

Durante un tiempo trabajamos preparando todo esto en una capilla en las ruinas del Enclave Escarlata. En cuanto todo estuvo listo partimos directos a Ogrimmar. Nuestro proyecto comenzaba a tomar forma.

En el camino, atravesando las Tierras de la Peste del Este, encontramos a un elfo de sangre llamado Shylirien buscando algún trasto mágico en una farola. Sinceramente, me pareció una excusa y pensé que nos estaba esperando y que conocía nuestros propósitos. Sin embargo, a día de hoy no tengo ningún motivo para pensar que no sea leal a la Dama Oscura y lo considero un miembro valioso de La Sombra de la Dama Oscura.

Lirena apareció poco después. La Renegada había huido de Orgrimmar durante el asedio de los traidores y la Alianza y se ocultaba en las ruinas del Enclave Escarlata. Interesada en nosotros, nos invitó a pasar la noche en su refugio, donde quedó clara la lealtad de los cuatro asistentes a la Reina Alma en Pena. Shylirien, Lirena, Thomas Ford y yo decidimos que Thomas entraría en Orgrimmar y llevaría a cabo el plan. También que la reunión se haría en El Cruce.

Thomas y yo viajamos a Durotar. Él entraría en Orgrimmar mientras que yo prepararía la reunión. Pero ocurrió algo inesperado: al sur de Cerrotajo nos encontramos con un trol zandalari, un tipo que, sinceramente, considero muy peligroso, totalmente perdido. Pensé que estaba ebrio o loco. O las dos cosas. Este trol no paraba de indicarnos que tanto Thomas como yo llevábamos algo que denominó ‘‘la marca de la muerte’’. No paraba de olisquear el ambiente y decir cosas incoherentes. Locuras, pensaba.

Dejando al trol atrás, continuamos nuestro camino. Pero en el desfiladero entre Cerrotajo y Orgrimmar volvimos a encontrarnos al mismo trol, algo imposible, ya que Thomas y yo íbamos a caballo y él no parecía saber ni dónde estaba. El trol y su charlatanería casi me hacen perder la calma y, si no llega a ser por la prudencia de Thomas, le habría atacado. Nos fuimos, dejándole atrás, y recordándonos una vez más algo sobre ‘‘la marca de la muerte’’. Cerca de Orgrimmar me despedí de Thomas. Atravesó las puertas de la ciudad y no volví a verlo.

Días más tarde entró en contacto conmigo un boticario, el Doctor Alexander J. Williams, amigo de Thomas. Había presenciado su muerte en Orgrimmar a manos de una muchedumbre que lo había reconocido. El Doctor parecía un sujeto apropiado para formar parte de nuestro grupo, y así se presentó. Hoy en día es uno de los boticarios al servicio de La Sombra de la Dama Oscura.

La muerte de Thomas no fue un problema para la reunión, ya que cumplió su misión antes de ser reconocido.

La noche marcada tuvo lugar la reunión en El Cruce, a la que acudieron los siguientes efectivos de La Sombra de la Dama Oscura:

-Doctor Alexander J. Williams.
-Lirena.
-Shylirien.
-Lilith Sombra Agónica.
-Kaladrin.
-Sanders Bright (el autor de esta crónica).
-El Cardenal Lammenais.
-Edward.
-El misterioso zandalari.

Tras un discurso inicial y la presentación de algunas ideas de futuro para la organización, Tranias se unió a la reunión. Pero yo conocía las intenciones perversas de Tranias, ya que cuando entré en contacto con los posibles socios en Orgrimmar encargué a una sabandija goblin, el ratero Tequeño, que siguiera a cada uno de ellos para poder conocer sus auténticas lealtades. Así descubrí que Tranias era una espía al servicio de la Horda y que su misión era localizar y desarticular los diversos grupos pro-Sylvanas que pudieran formarse tras la traición a la Dama Oscura.

Ahora tenemos un nuevo problema: la sabandija goblin nos conoce a todos y debe morir. Pero nadie sabe dónde está.

Tranias fue ejecutada por mi mismo en la reunión tras dejar en evidencia ante todos su condición de espía.

Tras su muerte, la reunión siguió con normalidad. Cada miembro expuso su visión de futuro y se decidieron varias líneas de acción clandestinas: captación de nuevos miembros, sabotaje económico a la Horda y la construcción de una estructura política que sirva de alternativa a la Horda en caso de colapso (colapso que nosotros trataríamos de provocar).

Tras la incorporación del Cardenal Lamennais a la reunión, se decidió, además, que él trataría de atraer a los fieles a nuestra visión del futuro. También, los boticarios, el Doctor y Edward, decidieron trabajar juntos para extender nuestra influencia en su Sociedad.

Ocurrió algo que no me esperaba: el trol zandalari apareció en la reunión. ¿Quién le avisó? ¿Cómo sabía dónde estábamos? Y, como dijo el Cardenal, lo más importante: ¿por qué venir?

Tras algunos problemas, fue decidido por mayoría que sus intenciones no eran negativas y que podría ser útil a nuestra organización. ‘‘Dispuesto a colaborar’’, por decirlo de alguna manera, se incorporó a La Sombra de la Dama Oscura. Sin embargo, a día de hoy aún no puedo confiar en un tipo que anunció la muerte de Thomas unos días antes de producirse.

La Sombra de la Dama Oscura enviará cartas a sus miembros con las instrucciones de actuación y recogerá informes de sus progresos de cara a una reunión futura. Y sin olvidar nuestro objetivo más importante en este momento: capturar vivo o muerto al goblin que conoce nuestra identidad y nos pondría en peligro a todos por unas monedas.

¡Por la Dama Oscura!

HISTORIAS ADICIONALES I

Relato de Sanders Bright

En las Ruinas de El Enclave Escarlata, en las Tierras de la Peste del Este, Sanders Bright continuaba su trabajo, organizando el próximo movimiento de La Sombra de la Dama Oscura. Dedicaba las horas de casi cada día a revisar tratados de estrategia militar, manuales de geografía y mapas (especialmente de Durotar) y libros de historia reciente, buscando siempre los puntos débiles, tanto militares como políticos, del enemigo.

Las velas se extinguían una tras otra, y a cada sombra le sucedía siempre una nueva luz. ¿Cómo enfocar la estrategia? ¿Cómo lograr que la organización se mantuviera unida? ¿Debería confiar en los elfos o tan solo confesar sus planes a los Renegados? Las dudas le asaltaban sentado frente a su mesa de trabajo. Era fácil pensar en el silencio de aquellas tierras abandonadas, pero no bastaba para saber qué decisión tomar.

El silencio se rompió de un momento a otro con el sonido de un estornudo en una de las ventanas a medio tapiar :

-¡Para, idiota! ¡Nos va a oír!- dijo una voz como queriendo susurrar, pero, seguramente, hablando más alto de lo que habría deseado.

-¡¿Y qué quieres que haga?! ¡No he podido evitarlo!- respondió otra voz, tratando también de mantener la voz baja.- El aire aquí es raro y no me sienta bien con la alergia. Además, puedo oler a esa cosa desde aquí.

Sanders levantó la mirada, tratando de aparentar que no había escuchado nada. En otras circunstancias no se habría dado cuenta, pero tras tantas horas en la más absoluta calma un pequeño ruido había sido suficiente para alertarle. Sus sentidos, aunque debilitados por la no-muerte, no se habían extinguido.

-Tiene las orejas totalmente podridas. Seguro que no escucha nada.

-Nunca había visto un Renegado. Es realmente asqueroso. No tiene mandíbula. ¡La lengua le cuelga y se balancea como un péndulo cuando mueve la cabeza! ¡Puag!

Sanders colocó la pluma con la que estaba escribiendo en el tintero y se levantó lentamente de su asiento. Paseaba por el interior de las ruinas de la capilla bajo la silenciosa mirada de sus dos acompañantes, ocultos, creían ellos. Al poco se detuvo y dijo:

-Si tratáis de huir, recibiréis una flecha en vuestro latiente corazón- las pupilas de los cuatro ojos asomados con cautela en la ventana se dilataron rápidamente al escuchar la voz espectral que salía del interior del Renegado- Os he escuchado, sabandijas. Y también los arqueros Renegados que vigilan esta capilla desde las colinas. Si sois espías de la Horda o de la IV:7, les haría un favor quitándoles a dos idiotas como vosotros de encima. ¡Entrad aquí ahora mismo!

En realidad, La Sombra de la Dama Oscura no contaba con arqueros ni guardias para vigilar la capilla, ya que sus miembros se limitaban por entonces a una decena de leales a Sylvanas. Sin embargo, la trampa de Sanders funcionó y los intrusos se lo creyeron. Tratando de evitar una flecha que jamás les alcanzaría, entraron en la capilla, donde el Renegado les esperaba de pie frente a la puerta.

Los dos humanos, jóvenes que apenas llegaban a la veintena, miraban con terror en los ojos al Renegado y sin saber qué decir. Hasta que uno habló:

-Discucuculpe, seseñor. Papasábamos por aquí y y y queríamos ver las viviviejas ruinas del Enenclave- dijo uno, con evidentes muestras de miedo y atropellando las sílabas unas contra otras.

-¿Dos humanos que no tienen pinta de haber empuñado una espada en su vida pasaban por las Tierras de la Peste del Este?- dijo el Renegado- ¿Y decidisteis curiosear mi trabajo, además de insultarme, criaturas inferiores y repugnantes? ¡Os he oído!

Sanders se acercó lentamente a los chicos. Uno de ellos salió corriendo hacia la puerta de la capilla tratando de huir del lugar, pero el Renegado agarró por la camisa al otro y gritó:

-¡Si sales por esa puerta, tu compañero sufrirá un destino incluso peor que el mío!

El chico a la fuga dudó, pero se detuvo y se giró:

-Por favor, señor, solo somos dos chicos. Nos escapamos de casa porque queríamos vivir aventuras, no ser granjeros como nuestros padres. Escuchamos historias de este sitio y queríamos ver con nuestros ojos el lugar donde ocurrió. ¡Nada más! ¡No sabemos nada de la Horda ni de la IV:7! ¡Por favor!

El chico que el Renegado mantenía cogido temblaba de manera descontrolada y no tardó mucho en mojar el suelo de la capilla. Sanders lo soltó y el chico cayó de rodillas, más asustado de lo que había estado nunca.

-Si os mueve la curiosidad, entonces todos estamos de suerte- dijo Sanders mirándoles, dejando ver tras sus ojos una perversión cruel- Satisfaré vuestro deseo de conocer a los no-muertos. Y vosotros satisfaréis los suyos. Os llevaré con el doctor Alexander J. Williams.

El chico en el suelo giró la mirada hacia su compañero. Ninguno de los dos entendía a qué se refería el Renegado ni de qué estaba hablando. Cuando volvió a mirar a Sanders, este le golpeó en la cabeza con un trozo de escombro de la capilla, dejándole inconsciente al instante.

El otro chico gritó y trató de salir corriendo. Pero Sanders le arrojó el trozo de piedra, golpeándole en la espalda y tirándole al suelo.

El Renegado sacó una daga de su bolsa, colgada en la cintura, y corrió hacia el chico, que trataba de levantarse desesperadamente.

-¡¿Creíais que podríais espiar a La Sombra de la Dama Oscura y marcharos como si nada, escoria?!- el Renegado se abalanzó sobre el chico, que se trató de resistir golpeándolo en la cara hasta que Sanders puso la daga en su cuello.- Habéis cometido un error viniendo aquí, sabandijas- dijo, mientras con la otra mano buscaba el trozo de piedra para golpearle y dejarle también inconsciente.

Con los dos chicos fuera de combate, el Renegado los ató y los mantuvo cerca de él en la capilla, esperando un nuevo encuentro con el doctor para entregárselos como sujetos de pruebas, como habían acordado.

Relato del doctor Alexander J. Williams

Era bien entrada la mañana cuando Alexander se encontraba tomando notas de los patógenos que había utilizado para experimentar en alimañas.

—El agente biológico número uno ha cesado la función de los órganos vitales del huésped con una razonable rapidez.— el doctor se ajusta el lente de visión— Lo que más me asombra es la forma de propagación entre células. Interesante, patógeno con posible potencial.— anota ciertas palabras y tacha otras en su bloc de notas.

—El agente número dos… ¿Aún no ha hecho efecto? Que desilusión, aunque conviene esperar para ver los efectos del agente sin precipitarse a desecharlo.— lo anota también en su bloc de notas y pasa al siguiente.

—¿Qué es esto? El agente biológico número tres ha reemplazado el tejido orgánico del huésped y lo ha sustituido por tejido fúngico, probablemente con el fin de una reproducción más eficaz. Este tiene mucho potencial, me gusta.— dibuja un tick en el nombre del patógeno, en su bloc de notas.

Era un trabajo monótono que ya había hecho cientos de veces, sin embargo esto le dió la oportunidad de reflexionar sobre los asuntos políticos que ahora le concernían. Él era un renegado de ciencia y hechos, no de palabrería y carisma, lo que hacía que normalmente repudiase las discusiones aún si él tenía razón.

Alexander suspiró y puso su bloc de notas encima de la mesa. Durante unos instantes recordó su vida en Dalaran donde casi siempre se veía acuciado por la política—Magos rechonchos y engreídos…— dijo al recordar a los altos cargos de aquella época

—Sí algo he hecho toda mi no-vida es intentar demostrar con hechos y pruebas empíricas la superioridad racial de los Renegados sobre otras razas como los pieles verdes y toda su tropa.— murmuraba— He dedicado todos mis esfuerzos en complacer a Lady Sylvanas, sin embargo creo que ahora su figura es secundaria para mí.—

Alexander hablaba cada vez más alto, seguramente fruto de su demencia

—Ella se ha ido y no va a volver, eso seguro… sin embargo los que permanecemos leales no a ella, si no a nuestra superior raza somos por los que merece la pena luchar… Los Renegados se merecen algo mejor que esa maldita Horda débil. —

—Así que bueno… supongo que sí merece la pena todo este esfuerzo para con ‘‘la Sombra de la Dama Oscura’’, para seguir progresando como raza por encima de las demás. Eso sí, que no esperen que me involucre en luchas absurdas, yo siempre he trabajado desde la retaguardia y mi reputación no se puede echar a perder por un grupo de idealistas, por mucha razón que tengan.—

Se escuchaban unas ruedas de madera próximas, entre los árboles. Unos segundos después Sanders Bright aparecía en un carromato tirado por dos caballos. En la parte trasera del carro había una jaula de tamaño medio tapada por una lona negra. El doctor saludó al no-muerto y este le devolvío el saludo.

—¿Qué llevas ahí, Sanders?— dijo mirando la jaula

—Saludos, doctor. Te traigo lo que te prometí, seguro que te gustará.— hizo un gesto con la mano para que le siguiera.

Una vez detrás del carro, Sanders levantó un poco la lona roída de color negro, dejando ver a dos humanos que no llegaban a la veintena

— ¿Están muertos?— preguntó Alexander

— No, solo inconscientes.—

— ¡Perfecto, es justo lo que necesitaba! Seres humanoides e inteligentes con los que poder experimentar… me estaba empezando a volver loco con los animales.—

Alexander invitó a pasar a Sanders al laboratorio improvisado. Tenían trabajo que hacer.

CAPÍTULO II: TRAS LA PISTA DE TEQUEÑO

Recibí un aviso del doctor Alexander J. Williams. Debía reunirme con él en su laboratorio (no revelaré la ubicación para proteger la privacidad de sus trabajos) y era fundamental que llevara la cabeza cortada de Thomas Ford, que el propio Doctor me había entregado semanas antes. Con gran curiosidad, me puse en marcha, y en pocas jornadas había llegado. El doctor me recibió y me guió hasta su mesa de trabajo, donde colocó la cabeza y conectó una serie de instrumentos que yo, un Renegado que no se ha formado en estos asuntos, no comprendo ni entiendo su funcionamiento.

Al parecer, de lo que pude entender entre toda la jerga científica, el doctor pretendía aprovechar la energía del rayo para hacer ‘’volver a la vida’’ la cabeza, aunque fuera por un tiempo. Para mi sorpresa, aunque no para la del doctor, que estaba muy seguro de su éxito, el experimento funcionó. La cabeza de Thomas recibió una descarga y, entre balbuceos, agonía y movimientos descontrolados de sus ojos, parecía que estaba viva (o algo así, al fin y al cabo, ¿qué es la vida y la muerte?).

La parte más sorprendente (y útil) del trabajo del doctor fue el hecho de que la cabeza era capaz de responder, de manera casi ininteligible, a preguntas simples, por lo que pudimos averiguar que el trol zandalari, ese tipo tan extraño, no había sido el culpable del asesinato de Thomas.

El doctor no paraba de tomar notas en un cuaderno y de murmurar cuestiones sobre ajustes, pruebas y, como una idea que le obsesiona, algo sobre la superioridad racial de los no-muertos frente a todos los vivos. Por mi parte, estoy de acuerdo con esta idea del doctor, y considero que sus experimentos son importantes para demostrar de una vez por todas al mundo algo que, por otra parte, ya era evidente.

Sin embargo, a los pocos minutos la cabeza comenzó a moverse de manera descontrolada. El doctor me advirtió de que debíamos alejarnos. Corrimos a cubrirnos tras unas cajas y segundos después escuché una explosión. La cabeza había explotado por el trato recibido durante el experimento. Pero lo importante, para mi, había quedado claro: podíamos interrogar a nuestros enemigos, al menos un breve tiempo, incluso después de haber muerto. El doctor seguía hablando de la importancia científica de este descubrimiento para los no-muertos.

Acordando con Alexander traerle todos los sujetos de pruebas que fuera posible, partí de vuelta a mi refugio.

Días después me reuní de nuevo con el doctor Alexander J. Williams en el lugar habitual, donde tuvo lugar una breve discusión en torno a cuestiones estratégicas de la organización. El doctor manifestó un gran interés por una receta que se encontraba enterrada cerca, en la tumba de un antiguo alquimista, y me guió hasta el cementerio

La búsqueda de la tumba correcta parecía eterna. Ningún nombre coincidía con lo que buscábamos, por lo que decidimos entrar a la cripta, y finalmente dimos con ello. Mi curiosidad me llevó a preguntarle para qué era la receta. Su respuesta me sorprendió: se trataba de un repelente contra los no-muertos. ¿Para qué demonios quiere el doctor algo así? Debimos destruirla, pero, al parecer, tiene un valor científico interesante.

Sin embargo, su alegría duró poco, ya que en la receta se especifica la necesidad de utilizar la Luz como componente, algo que pareció desilusionar al doctor.

Con la búsqueda concluida, encargué una tarea al doctor: capturar de una vez por todas a la sabandija goblin, es decir, a Tequeño. Para dar con un tipo tan escurridizo le propuse un plan: debería colocar carteles por las principales zonas de Durotar, que es por donde vaga ese insecto, ofreciendo una suma de dinero escandalosa a cambio de un ingrediente alquímico raro (e inexistente, para evitar que algún comerciante honesto pudiera ofrecerlo realmente). El goblin no podría resistir la tentación de tratar de estafarle, y entraría en contacto con él. Y así fue.

Por lo que me contó Alexander, se reunieron una noche en la taberna de Trinquete. El goblin parecía profundamente obsesionado con conseguir la bolsa de oro que Alexander llevaba. Además, de nuevo, de manera inesperado y no sé cómo, el trol zandalari apareció en escena de nuevo. No me fío de él, pero por ahora nos ayuda, así que, al menos por ahora, es suficiente.

El goblin guió al doctor y al trol a un acantilado, donde desenterraron una caja que, supuestamente, contenía el raro ingrediente. Tequeño exigió contar el dinero antes de entregarle la caja al doctor, ante la mirada impasible del trol. El doctor accedió. Se acercó y le dio la bolsa con el oro. El goblin quedó totalmente centrado en la tarea de contar el dinero, sin darse cuenta de que el doctor deslizaba de su cinturón a la mano una poción del sueño, que arrojo sobre la cara del goblin.

Entre gritos, el goblin comenzó a frotarse la cara con los ojos cerrados. El oro cayó al suelo, el doctor reía y el trol miraba. Tequeño desenfundó su pequeño cuchillo y empezó a dar cortes al aire sin ver nada, alcanzando, por pura suerte, la mano del doctor, haciéndole un corte y obligándole a tirar el vial al suelo. Sin embargo, la poción hizo su efecto y Tequeño pronto cayó en un sueño que tan solo duraría unos minutos.

El trol y Alexander se apuraron para atarlo y subirlo al carro del doctor. Debían llevarlo ante Sanders para ajusticiarlo y acabar, de una vez por todas, con esta amenaza.

2 «Me gusta»