Los largos valles de Uldum y Silithus alojaban su belleza como de costumbre: vastos e inalcanzables valles en donde el cielo y la tierra se unían, gigantescas estatuas destruidas por el paso de las guerras, que daban un aire a melancolía, pequeñas alimañas y grandes oasis que me permitirían conseguir llegar a la siguiente urbe, que según mi mapa no se asentaba muy lejos.
Cada grano de arena que pisaba me agotaba constantemente y mi cuerpo pesaba como doce. Ya no estaba en condiciones de recorrer tan largas distancias, como en aquellos días de campaña.
El calor golpeteaba mi rostro sin piedad, lo conocía desde hace semanas, eso es lo que me permitió seguir cuerdo en el furioso camino. Solo con la compañía de los arbustos ponzoñosos, tuve que juntar fuerzas para superar un camino que ya era bien conocido por los buitres.
Lo que antes parecía ser un delgado camino de mercaderes acompañado por casuchas de aldeanos y burdos graneros había cambiado completamente. Veía Arpías portando grandes arcos de madera y doradas armaduras, que impresionaban ante un pesado y conocido uniforme de cuero de lobo, era evidente que mis últimos 10 años habían corrido muy rápido.
Comenzó a lloviznar y la noche se apodero de lo que antes era un cielo infernal. Tomé la sabia decisión de buscar un lugar donde refugiarme.
Uno de tantos lugares estaba entreabierto, con una tétrica luz dentro, inquietantemente resaltado de entre las demás casas. No se por qué pero tome la decisión de solicitar estadía allí. Jamás imaginé que me encontraría con algo nuevo.
Ingresé en la morada, en la cual me encontré con el responsable del hogar; era un Enano, barbudo y de ancha espalda.
Miró fijamente mi rostro con agrado, como si esperara mí llegada de antemano, como si no temiera a la misma muerte.
— Puedes empezar por sentarte, muchacho. Me llamo Rogan y soy un leñador de por aquí, ¿que buscas en mi hogar?
— Disculpe mi indiscreción, solo buscaba alguna hacienda donde resguardarme de la tormenta.
— ¿Acaso eres un mercenario? Si lo eres, podrías ayudarme.
Con un poco de intriga le dije: — No, intento desprenderme de mi pasada vida. Ando en busca de mi destino, quiero llegar a Mulgore y después a mi amada tierra, hace tiempo que no he servido como mercenario. Como notó, he servido a mi pueblo en la guerra y si necesita mi ayuda con gusto se la daré por una pequeña estadía en este lugar,… por cierto, mi nombre es Nhail, Sombra del Viento.
Dígame señor Rogan, ¿Por qué precisaba la ayuda de un mercenario? Si usted me obsequia la estadía, yo ofrendaré mis armas y mi brazo con gusto.
Con voz gruesa me dijo: — Nhail, por estos bosques de Feralas abunda una hermosa paz, pero me temo que el mal no descansa en su totalidad.
Mi sangre se heló al oír ese comentario, ¿Cómo podría ser?,¿Que quiere decir…que? No le entiendo…
— Escucha esta historia: Hubo una vez un guerrero que decidió ir en busca de los males fundamentales, como tantos otros. Este joven era capaz, muy audaz en el uso de la espada, pero lamentablemente, al enfrentarse a las bestias del desierto, fue acorralado y pereció. Su cuerpo fue recuperado por mercaderes de regreso al bosque, totalmente encarnizado. Hace muchos años que él esta enterrado en el cementerio, pero al parecer su cuerpo no yace tranquilo. Afirman haber visto sombras por la noche, y ruidos de espadas rozando el áspero concreto de Feralas, hasta yo puedo dar fe de ello…
— Es algo muy extraño, la corrupción a desaparecido después de la muerte del último dios antiguo.
— Elfo, con mi vejez y mi experiencia he comprobado algo muy cierto, muchas cosas no son lo que parecen ser; nunca confíes en el presente, solo confía en tu corazón, es el único que iluminará tu camino.
— Sabia lección Rogan, lo tendré muy en cuenta. Mañana inspeccionaré el cementerio, y no le cobraré nada.
— No evitarás que te invite hoy a una cerveza, de eso no tengas dudas.
Al siguiente día, me dispuse investigar por la noche aquel cementerio.
En la tarde, me preocupé por recordar aquellas intensas clases con Tae’thelan Mirasangre por orden de Halduron. Prepare varias especias y ungüentos que podrían hacer falta y guardé sueño bajo un árbol y esperé a que cayera la noche para preparar mi equipo.
Antes de salir, me despedí del amable Rogan con un apretón de manos.
— Le prometo señor, que no tendrá de que preocuparse por … sea lo que sea. El mal que existió en la tierra no debe volver a aparecer nunca más.
— Estoy contigo joven, pero ten mucho cuidado, no lo subestimes; tampoco te confíes en el cementerio, muchos borrachos y aldeanos que han ido a llorar a sus familiares por la noche no han vuelto de por allí. Mantén los pies en la tierra.
Con su mensaje entre dientes, fui decidido a cumplir mi labor.
Continuará ...