Inconsciente todavía, Kæteren me susurraba a través de la armadura ...
Empuñas y disparas día y noche sin descanso, no puedes mantenerte cuerdo para siempre peleando de esta manera.
Estás en medio de una guerra contra ese tipo de cosas, no sé si para bien o para mal pero lo haces para saciar tu sed de venganza.
¿Por qué no dejar todo atrás? El odio, la venganza …
Esa cosa llamada odio es donde las personas que no enfrentan el dolor se refugian, más que una armadura manchada de sangre la venganza se alimenta de mas sangre. Sumerges tus dagas en sangre para cubrir sus muescas.
Entre mas las afilas mas se mellan y debes seguir afilandolas más y más, al final lo que obtendrás será una pila de herrumbre y chatarra.
Tú corazón está lleno de grietas Nhail, grietas malditas llamadas miedo fluyendo dentro de ti.
— No sabes lo que es … no lo entiendes … ¡Nadie puede comprenderlo! — llevando las manos a su cabeza recordando los sucesos en Ulduar junto a sus camaradas — todos murieron, no quedo nadie, nada de lo que pasó tenia sentido alguno, de repente … injustamente … fueron aplastados como insectos sin entender nada, la mayoría eran muy jóvenes todavía, podrían haberse dedicado a cualquier oficio si vivieran, pero en un instante … murieron, desaparecieron, para mi ellos fueron … lo más apreciado que tuve.
Abandonaste a los que aprecias, te fuiste solo ese día 10 años atrás en tu desconsuelo abandonaste a los únicos seres queridos que te quedaron y te fuiste por tu cuenta, tenías a quienes te apreciaban a tu lado y no pudiste soportar tener que sumergirte junto a ellos en el dolor. En cambio, huiste para que el odio comenzara a quemarte desde dentro. ¿Me equivoco?, ¿Tienes derecho de hablar sobre venganza por tus amigos cuando fuiste tú quien abandonó a los pocos que quedaron en vida?, en el momento mas dificil te elegiste a ti mismo y buscaste refugio en las batallas.
Eres como una espada desenfundada en el campo de batalla con incontables muescas, bañada en sangre y corroyéndose, como una espada con una grieta letal, una espada que ha comenzado a romperse.
Todavía sumergido en su subconsciente ...
La había perdido. La armadura por la que tanto había trabajado, por la que se había esforzado e insistido, se había ido de su lado, lo había abandonado. Nada de lo que pudieran decirle le haría sentir mejor.
Se sentía un idiota. El calificativo le quedaba corto, pero así se sentía. El legado de su maestro, el orgullo que le hizo ser tan poderoso durante los últimos 7 años, todo lo había perdido por un vano sentido de venganza, por una distorsionada interpretación de su rol en la tierra.
Consciente
Ni siquiera sabía en dónde estaba o cuánto tiempo había pasado. De pronto se halló vagando sin sentido, apenas consciente, embargado de un dolor nuevo e inconcebible. El dolor que él mismo se había provocado. Ahora estaba varado, estancado en el medio de la nada sin sentir ni frío ni calor, abrumado por la culpa y la desesperación.
Demasiado tarde había entendido cuál era su misión. Ahora que ya no importaba, ahora cuando ya no era nadie. La paz que lo rodeaba parecía una burla. En su interior se arremolinaban la vergüenza, la angustia, la incertidumbre …
Por fin comprendía que había más emociones además de la venganza, por fin entendía que además de desear algo, había que cambiar para obtenerlo.
Y él no había podido cambiar.
Qué iluso había sido, cuán ingenuo y fatuo. Él que se jactaba de ser más sensato y más centrado de los hermanos. Su madre, que se lo había advertido tantas veces y de tantas maneras … ni siquiera podría mirarlo a la cara si ella todavía viviese.
¿Qué haría ahora? ¿Hacia dónde ir? ¿Por qué luchar?, ya no era nadie…
El silencio del mundo adquirió la densidad de la roca, la pesada carga que lo agobiaría hasta el final del camino. Había fracasado. Peor aún: se había equivocado, había fallado. Los motivos por los cuales se le había confiado la armadura, la armadura que lo convertiría en un héroe dorado se hacían más nítidos dentro de sí, para su completo bochorno y deshonra.
Él, un héroe. Él, un Quel’dorei … no era la armadura la que lo convertiría en eso, sino sus acciones, sobre todo si éstas iban a la saga de su corazón.
Lejos de ser la luz que iluminaría la senda de la justicia y el desagravio, se había convertido en un fantasma, en un espectro sin rumbo ni este ni en el otro mundo, el mundo en el que había pensado con asiduidad oprimido por la congoja.
Nhail se echó en la tierra, de cara a ese cielo inmenso, triste y apagado.
¿Siempre había sido el cielo así de extenso y aterrador? El vértigo de la inmensidad lo envolvió impiadosamente, pero él se dejó porque ya no tenía voluntad.
A Nhail se le cerraban los ojos por el cansancio y la tristeza. Nadie lo aguardaba, no había más promesas para él ni tenía ya ningún destino que cumplir. En el medio de la nada, abstraído del tiempo, se dejó llevar por la oscuridad del olvido.
El sonido de una carreta fue lo primero que llegó a sus oídos. Después, los pasos de alguien que se había apeado, de alguien que se acercaba.
Los pasos se detuvieron a su lado, vacilantes, aunque no retrocedieron. Luego oyó el tenue susurro del vestido cuando la persona se agachó.
— Oye, ¿estás bien?
A él no le importaba nada.
— Oye — insistió la voz, una voz de jovencita, dulce, un poco recelosa, pero al parecer determinada, porque mientras seguía llamándolo lo zarandeaba suavemente.
Nhail abrió los ojos fijos en la bóveda estrellada. La muchacha al verlo entendió que estaba en estado de shock. Su juventud, su evidente desasosiego y ese estado de abandono la conmovieron en lo más profundo.
— Espera aquí, te traeré agua — le dijo.
Fue hasta la carreta y regresó con el agua. Apenas consiguió que bebiera un sorbo, sosteniéndolo de la nuca. Luego suspiró, examinándolo con más detenimiento.
— Eres demasiado pesado para mí — observó — Iré por mi madre, ella me ayudará a cargarte.
Al elfo no le importaba nada. Se mantuvo impertérrito, ajeno. La joven se compadeció.
Dio media vuelta para volver a la carreta, pero a mitad de camino se detuvo y regresó junto al viajero más misterioso y abatido que hubiera visto jamás.
— No sé por qué estás así ni cómo llegaste a este lugar — le dijo, de nuevo agachada para hacerse oír — No sé tu nombre ni sé qué hiciste para terminar en este estado. Pero te encontré. No sé si buscabas algo o a alguien, si venías con alguna ilusión o con alguna derrota, pero te encontré. Y como te encontré me haré cargo de ti, te protegeré.
Recién entonces el otro pareció reaccionar. Apenas un gesto, un mohín desvaído, el asomo de una lágrima retrasada.
— Te protegeré, me haré cargo de ti — repitió ella — Así que no puedes morir, ni rendirte, ni desaparecer. Si todavía puedes confiar en alguien, confía en mí. Confía en mí incluso si ya no puedes confiar en ti mismo.
La muchacha permaneció algunos segundos más por si obtenía una respuesta u otra reacción, pero nada sucedió. Suspiró otra vez, se levantó y fue hasta la carreta para ir por su madre.
Cuando regresó, el viajero todavía estaba allí.
— Me llamo Lara — le dijo.
Entre la madre y ella lo llevaron hasta la carreta, y este se dejó conducir sin protestar. Tal vez registrase su ternura, tal vez presintiese su calidez desinteresada. En todo caso, Lara le enseñaba lo que era confiar, lo que en verdad era proteger. Y quizás un héroe también fuera eso, una persona con muchas lecciones para aprender si todavía tenía la oportunidad.
Y aqui finaliza mi relato, al menos el arco que lleva gestandose en mi cabeza desde Wotlk (2008) y que empezó a relatarse en mi mente en la época de Cataclysm y que gracias a vosotros me animé a plasmarlo en letras, mas de una década … se dice pronto, mas de una década de amigos, conocidos, aventuras y decenas de emociones y sensaciones que han llegado a su fin.
Todo lo que venga después podría considerarlo como ‘‘relleno’’, pues mi historia como tal termina aqui, pero por supuesto voy a seguir escribiendo aunque mi aventura seguirá en Azeroth y no en las tierras sombrías.
Ha sido un verdadero placer empezar este viaje con todos vosotros. Espero que hayais disfrutado de la misma manera que lo he disfrutado yo.
Anu belore dela’na !