Esa noche fue muy dulce: su belleza y frescura me hicieron meditar un rato largo. Largos juncos que brotaban del piso se movían al compás de mi corazón; y las sierras y acantilados parecían ser demonios vigilantes, altos hasta el cielo.
Mi mente me estaba haciendo alucinar un poco, pero la despejé de cualquier pensamiento al ver a lo lejos el gran cementerio.
Su entrada estaba custodiada por dos gigantescas estatuas enfurecidas, que como todo guardián, nunca alejaban la vista del visitante.
Al momento de cruzar el Umbral sentí pequeñas rocas caer tras de mí.
Instintivamente voltee sin encontrar nada.
Mi visión no llegaba a distinguir el final de la necrópolis, por lo que la luz escaseaba cada vez más; las lapidas no conocían final salvo el que yacía grabado en si mismas, las hileras eran interminables, o por lo menos era lo que mi insolada mente me hacia creer.
Los panteones y pasos de criptas hacían disminuir la visión. La luminosidad de la luna dejo de ser mi aliada al entrar en el sector de los panteones, por eso decidí hacer uso del colgante de luz de mi hermano, la suficiente como para no tropezar con ningún obstáculo.
La larga búsqueda parecía interminable, en cada esquina de los caminos se sentía la presión que ejerce cual enemigo al acecho, pero mi vida de entrenamiento me enseño a evitar esos pensamientos bajos y al estar siempre alerta.
Al caminar un rato mas ni siquiera mi gran entrenamiento mental pudo evitar sentir un pequeño escalofrió a lo que escuche a continuación: un grave rugido provenía de una dirección. Me detuve un momento, solo para oír otro rugido del sentido contrario. Desenvainé a Myrkur y me puse en guardia.
Pequeños golpeteos comenzaron a acercarse, como cascos de caballos pero mas pesados. Decidí moverme de allí hacia un lugar con mas luz lo mas rápido que mi peso podía y llegue a un área clara y amplia con forma circular y con una gran estrella de 5 puntas delineada de blanco en el suelo empedrado.
Los golpeteos empezaron a acercarse hacia mí y me apoyé en una de las paredes de los panteones. De repente, los ruidos se detuvieron … cerca. Pasó un pequeño rato sin ocurrir nada, sabia que me encontraba al acecho por lo que trate de descubrir donde se encontraba sea lo que sea que me estuviese persiguiendo.
En un momento note una gran sombra saltar por encima mió y caer en el centro de la estrella: era uno de las estatuas de la entrada que había cobrado vida como una gran bestia de roca. Volteó y note sus ojos carmesí ajenos de este plano mortal. Tomé la iniciativa y lo golpeé con mis dagas las cuales fueron inútiles ante tal protección de piedra. La bestia me atacaba con sus zarpas de roca, pero yo lo superaba en altura y podía evitarlo. Tomé velocidad y brinque sobre una pared lo más alto que pude tratando de atinarle con la punta del mango a la bestia en mi caída con todas mi fuerzas.
Fue un golpe certero. Me hubiera gustado darle en la cabeza pero solo logre alcanzarle el lomo. Me alejé de él muy atontado por el golpe cuando de reojo observe que la bestia yacía desquebrajada en el piso. Tras recuperarme y darme cuenta de lo que había sucedido noté que la estrella del piso comenzó a brillar con un color rojo intenso, y varias inscripciones rúnicas aparecieron en los espacios en blanco.
La bestia se descascaró de su armadura rocosa y se convirtió en una gran bestia erguida en dos patas, delgada y más grande que antes, de un color rojo demonio y con garras en forma de cuchillas.
Muy rápidamente dio un gran golpe que esquivé por poco y agujereó la pared en la que yo reposaba. Me eché hacia atrás rápidamente y otro zarpazo de roca me golpeo fuertemente la pierna. Caí al suelo: era la otra bestia quien me había golpeado.
Yacía en un terreno que aumentaba su temperatura inexplicablemente; la bestia de piedra estaba a punto de rematar al igual que la bestia más grande.
Giré y volví a esquivar por poco lo que podría haber sido mi final. La bestia grande golpeó accidentalmente al otro, transformándolo a este en otra temible bestia.
Dejé que intentaran golpearme, para luego aprovechar sus burdos reflejos e ir despedazando de a poco pero parecían no morir jamás. Estaba cansado y uno logro hacerme caer nuevamente, no perderían una nueva oportunidad como esta.
Se prepararon para no dejarme escapar. Uno de ellos iba a rematarme en el suelo cuando golpeé una de sus patas de una fuerte patada lo que hizo que cayera sobre mí daga que lo atravesó.
Pude moverme hacia un lado, tome a Myrkur con furia y le corte desde abajo las dos patas a la otra bestia incorporándome rápidamente, y con un ligero movimiento le pude dar muerte cortando la cabeza limpiamente. La estrella se había apagado: me di cuenta de que se trataba de una invocación necrófaga, por lo cual las bestias podrían volver a la vida en poco tiempo. Aproveche la oportunidad y con una pequeña cantimplora de agua y las botas empecé a borrar la estrella. La carne de las bestias se había convertido nuevamente en piedra y yacían entre los lechos eternos.
Me senté a tomar un poco de aire.
Camine bastante, hasta que un gran panteón de granito detuvo mi paso.
En lo alto tenia una plancha de metal pulido, en el cual tenia grabado el nombre “AMLIN”, por lo que no es dificultoso darse cuenta de quien estaba enterrado dentro. Volteé para ver que no hubiese nada extraño en los alrededores antes de entrar. La puerta estaba cerrada por dentro. No iba a dar media vuelta y marcharme así que di una fuerte patada a la pesada puerta de Hierro justo en el medio.
Noté como la puerta se abría, se había destrabado por dentro.
Bajé las grandes escaleras de piedra caliza y note una gran hilera de antorchas en las paredes. Maldecía al oír como la gran puerta de hierro se cerraba nuevamente y esta vez por fuera; fue donde me di cuenta que no era suerte el que se halla destrabado tan fácilmente, por lo que seguí mas decidido que antes a cumplir mi labor de una vez por todas.
La escalera finalizó en un tétrico lugar lleno de cráneos pútridos, esparcidos por todo el recinto. Caminar por ahí me daba asco y no tuve otro remedio que colocarme el casco a pesar de los riesgos que podían ocasionarme. Me preguntaba porque en la tumba de una sola persona existirían tantos cadáveres, empecé a sospechar. Allí delante mió aparecía el ataúd del Joven Amlin; decidí perturbarlo por última vez para dar fe a que estaba allí, muerto.
De repente, todas las antorchas se apagaron repentinamente, dejándome solo con mi colgante en el cuello. Al acercarme al ataúd pude notar dos pequeñas estelas de luz y duros pasos metálicos que se hacían cada vez más fuertes … otros pequeños pasos de caracas viejas se oían tras de mí. Sonreí al oír que los pasos mas débiles se detuvieron justo detrás de mí, tomé las dagas y destruí a tres esqueletos caminantes de un golpe giratorio. Habían unos cuantos más pero no desvié mi atención de las dos estelas rojas de luz que yacían en el final del templo.
Decidí correr hacia las pequeñas estelas de luz delante cuidando de no tropezar.
Dagas en mano, observé que las estelas de luz ya tenían forma de ojos. Traté de cortar lo que se hallaba entre las estelas de luz y el suelo pero solo puede hacer cantar al aire. Apareció entonces una espada de la nada, retrocedí y me batí a lucha en la oscuridad solo guiado por los ojos del demonio.
Se trataba de Amlin, lo supuse por su destreza superior a los demás esqueletos. Sentí como el viento de la espada me raspaba por poco el brazo, las piernas y el cuerpo; realmente me encontraba en un día de suerte.
Lancé un vial de veneno al suelo que me hizo ver al demonio con el que enfrentaba por unos instantes. El pobre siguió lanzando sus alaridos con su espada que alcanzándome el pecho me dejo sin respiro. Mi armadura de cuero tachonado amortiguó el corte.
El muerto, más bien espectro, era Amlin pudriéndose de adentro para afuera que por una grieta del frágil suelo que se abrió, quiero creer, con la explosión de la poción cayó hacia lo desconocido donde pudo finalmente descansar en paz por la eternidad. La seguidilla de esqueletos que estaba tras de mí caían en otra brecha abierta en el suelo, corrí lo mas deprisa que pude para saltar la brecha antes de quedarme atrapado allí. Pude alcanzar el otro lado con mis manos, me levanté y corrí hacia fuera del panteón que se caía sobre mi guiado esta vez no por las estelas de luz, sino por la salida que era reflejada por la brillante escalera espejada.
Pude salir justo a tiempo ya que todo el lugar quedo bajo tierra.
La herida en mi pecho que no era pequeña pero tampoco letal, quedo como señal de la batalla, como un recordatorio que nunca olvidare, una visión de la realidad, de que el mal realmente nunca descansó. Tomé una hierba especial y cicatricé la herida rápidamente.
Miraba despabilante lo que antes era un sepulcro muy bien cuidado por el pueblo, donde yacía un héroe local que con valor vivió y murió por una causa noble. Juré por él y por Rogan que buscaría la forma de eliminar de una vez por todas el odio, el terror y la destrucción, que al parecer aún seguían existiendo por alguna extraña razón.
Lo descubriría.
Como último deber, coloqué en el lugar del hecho una estaca con forma de crucifijo en la que escribí con mi sangre mientras el alba aparecía tras de mí, simplemente:
Amlin.