EL CAÍDO - Parte V
Mucho tiempo había pasado desde su última visita en el, antaño bello, valle de la Flor Eterna. Restos de batallas quedaban por los prados, zonas corruptas por el corazón del Dios antiguo o la contaminación del corazón de Y’shaarj.
El caos del mundo parecía no llegar a estas fronteras, la paz se había asentado pese a las macabras visiones del campo. Restos de empalizadas, tumbas recientes y trozos podridos de los sin rostro, durante todo el camino se veían alguno de estos restos e incluso templos derrumbados, demolidos a conciencia, que aún disponían de alguna runa intacta.
Las grandes figuras de los mogus, emperadores crueles y despiadados de esta tierra, que custodiaban la pagoda roja ahora estaban hechas cercenadas y esparcidas por el valle. El antiguo lago no era más que un cráter lleno de charcos, restos de corrupción y tierra, los bosques habían sido arrancados, quemados o talados para construir toscas defensas en su momento.
Había llegado a lo alto del palacio Mogu’shan, miembros del loto dorado, de los eremitas y del Shadopan deambulaban por el lugar. Vigilantes de los extraños o trabajando en pergaminos y textos antiguos, desde la llegada de la guerra se habían vuelto mas recelosos con el tiempo.
Entro a la cámara principal, una sala grande llena de estanterías con libros y pergaminos hasta donde la vista alcanzaba. Mesas repletas de papeles y pandas debatiendo sobre textos antiguos e historia desconocida, cajones con reliquias del pasado, artefactos construidos por los mogus de la época del rey del trueno o anterior a las guerras mogu. En otras circunstancias disfrutaría sumiéndose durante días en las palabras que se encontraban entre las paredes del palacio, pero no quedaba tiempo.
Se acercó a uno de los estudiosos, estaba enfrascado en un papiro con diagramas extraños y lenguaje extraño. Hasta no estar casi pegado a su hombro no pareció percatarse de su presencia.
BUSCO AL EREMITA
Carraspeó
- Busco al eremita Cho, es un asunto urgente. ¿Dónde puedo encontrarlo?
El panda entrecerró los ojos y pareció escrutarlo con la mirada. Tras unos segundos de valorar la situación se encogió de hombros y le señalo una hilera de estanterías lejanas llenas de polvo. Sin más dilación volvió a su pergamino.
Las estanterías estaban plagadas de polvo, telarañas y trozos de papel desprendidos. Una escalera colgaba de una de las colecciones, chirriando bajo el peso de un panda bastante animado.
- ¿Eremita Cho? -dijo el paladín
Ni un movimiento por su parte, si las palabras le habían llegado le rebotaban en una capa de absorción imperturbable. Intento acercarse y seguir insistiendo pero no conseguía hacer notar su presencia. Le estaba sacando de quicio. Ya, debajo de la escalera, le hablo por ultima vez.
EREMITA, MI TIEMPO CORRE. NO OSES HACERMELO PERDER POR UNOS PAPELAJOS.
Dio un respingo el panda perdiendo el equilibrio en la escalera. Antes de que pudiese alcanzarlo el eremita estaba rodando hasta el suelto y varios textos flotaban en el aire.
- Ay, ay, ay…
- ¿Estáis bien? - dijo mientras levantaba al panda del suelo.
- Uno ya no tiene edad para estos sustos forastero. ¡No hacía falta tanto sigilo para captar mi atención! -un pequeño tic apareció en el ojo del paladín- Bueno, ya está hecho. ¿Y que puede hacer este humilde eremita para ayudarte?
- Será mejor que nos sentemos en un lugar tranquilo.
Salieron al exterior del edificio y decidieron sentarse en unos bancos que daban, a lo que quedaba más bien, a lo colosales mogus. Mishi viendo al eremita se acerco revoloteando a su alrededor, mirando al paladín y terminando a un lado del pandaren como un guardian.
- Lo primero debo enseñarte esto -de su alforja saco una garra- pertenece al Dios antiguo que yace en Silithus. Creo que tal vez si tu los inspeccionas podrás sacar algo en claro de mi historia.
Largo y tendido hablaron, conto la historia hasta entonces desde la caída de n’zoth, la corrupción de sus armas, los susurros, los cambios de humor, la ira. Relato su viaje por las dunas de Silithus y la entrada al imperio qiraji, las visiones en el desierto, las perdidas de memoria, la paranoia en el viaje y las pesadillas.
No obstante no se sincero del todo, evito hablar sobre el incidente del barco tomándolo como una laguna ni menciono que casi mata a su segundo al mano. Algo es su fuero interior le instaba a no avisar al panda con estos ataques, tal vez se negase a ayudarle en tal caso
El eremita se levantó del banco y, con paso lento, se dirigió a la barandilla. En sus manos seguía presente la garra, le daba vueltas y susurraba palabras que no pudo entender. Mushu, captando la preocupación de su compañero, se le acercó y acomodo en uno de sus brazos. Funciono
- Lo que describes sabes bien que lo hemos visto últimamente. Soldados consumidos por el odio, la ira y la locura dominados por un terrible mal -hizo una pausa y miro de frente al paladin- Lo que pides es casi imposible, un riesgo atroz que podría empeorarlo todo. Aunque es un caso demasiado…concreto, si.
- ¿Existe una posibilidad? ¡Necesito saberlo si es así! Llevo demasiado tiempo soportando está tortura, no podré soportarlo mucho más.
- Hay una forma, al menos una mínima posibilidad. Tras la caída de los Klaxxi por segunda vez conseguimos gran parte de historias, ritos y textos perdidos y desconocidos. En uno de ellos se describe un rito para otorgar fuerza y poder a sus guerreros pero con un gran sacrificio y dolor. Tal vez podamos usarlo para revertirlo.
MENTIRAS. BUSCA CONTROLARLO Y QUEDARSELO. NO DUELE SOLO CORDURA. MATALO. TRAICIÓN AL PRESENTE DE LOS DIOSES. TU LUGAR ESTA CERCA DE NOSOTROS.
- Que he de hacer.
Continuará…