Por primera vez en toda la batalla parecía que estaban repeliendo las oleadas de insectos de verdad, retrocedían a cada paso que cerraba el circulo lentamente o acaban muertos y destrozados por las armas y hechizos de todos los presentes. Oleadas de flechas surcaron el cielo y acabaron con un grupo de aqir voladores, sin aparente rostro, que atacaban los tropas recién llegadas e intentaban frenar su avance con todas sus fuerzas.
Ig’nosh seguía aturdido tras la perdida de poder, daba azotes y lanzaba soldados que caían en sus garras a la lejanía del desierto pero no podía recitar hechizos aparentemente. Era el momento de devolverle el golpe.
Sin embargo, cuando ya se acercaban al ignoto, el cual les miraba impulsado por una ira incontrolable, gritos y chillidos del frente norte los sacaron de su estado de concentración. En ese frente algo había ocurrido, las facciones habían empezado a discutir y cesaban su apoyo a las tropas de Ramhakem haciendo que no pudiesen frenas a las tropas de N’zoth.
- ¿Se puede saber a que juegan las facciones? — gruño Félix en voz alta.
Una mole negra y alada cargo contra ellos haciendo trizas sus defensas, a pesar de su tamaño paso rápidamente en apenas un suspiro. La situación estaba empeorando y casi parecía que varios miembros de la horda y alianza se enfrascaban en combate en vez de enfrentar a esa nueva amenaza. Patético era lo mínimo que se le ocurría al comandante.
Con el beneplácito del comandante, Aiden salió de la formación a paso ligero, dirigiéndose hacia el gran obelisco que se alzaba desafiante contra las nubes negras de Ig’nosh. Conforme se marchaba el caballero de la muerte llamo a uno de los capitanes cercanos, un orco con una extraña sonrisa en la cara conforme luchaba contra un nuevo enemigo, era necesario reforzar esa zona.
-
¿Si, comandante?. Los aqir están retrocediendo y las bajas se han reducido en una gran cantidad, pronto ese “juez” caerá bajo el filo de mis armas.
-
Calma, no te dejes llevar por la euforia. Antes de nada necesito tu ayuda, no es rebatible. - Añadió antes de que el orco replicase - Contacta con el resto de escuadrones que todos los guerreros cuerpo a cuerpo acudan al frente, que no frenen el avance hasta estar a la suficiente distancia del ignoto, que los arqueros que queden se coloquen justo en medio y se centren en las bestias voladoras y en el ignoto, los magos que cubran los flancos y apoyen a la vanguardia.
-
¿Algo más? - dijo el orco en un tono apático
-
Y llamad a esos idiotas de los comandantes de la alianza y la horda, no se que pasara con ellos pero si no queremos morir que se presenten inmediatamente. A que esperas! ¡Vete, largo!
Y, gruñendo con odio, el orco partió raudo a cumplir sus ordenes. Un problema menos, solo cabía esperar que la ayuda de Aiden sirviese para aplacar los ánimos y el cese de las hostilidades durante un rato. Por lo menos cuando su cabeza no pendiese de un hilo.
Ahora solo quedaba ganar tiempo y esperar que el ignoto demencial no se recuperase a tiempo. Una nueva oleada de insectos lo saco de sus pensamientos, un escarabajo salto hacia el pero una bola de fuego calcino al bicho antes de que se acercase lo suficiente. Clamando una ayuda invoco martillos de justicia a las tropas que osaban enfrentarse a su enemigo, flechas y espadazos le acompañaban dejando tras ellos un rastro de cadáveres de alimañas variados.
Un draenei de pronto cargo contra ellos, sus ojos refulgían ira y, a pesar de portar una armadura blanca y dorada, parecía refugiarse en una energía violácea que rodeaba su cuerpo y no fue el único.
Cazadores, tolvir, vaga-yermos, guerreros, sacerdotes… por todas dunas y los flancos podían vislumbrarse distintos puntos negros que atacaban a sus aliados, muchos caían muertos pronto otro eran contenidos como podían pero más locura terminaba en nuevos soldados. A lo lejos encontró a los culpables, una gran cantidad de oradores del sino k’thir recitaban cánticos que proyectaban a distintos puntos del ejercito. Por cada cántico un soldado caía preso de la locura en mayor o menor medida, causando estragos por doquier.
- ¡Los oradores, conjuradores centraros en los oradores! - grito el paladín - Que mueran y salvad a nuestros aliados, dentro de lo posible no matéis a los controlados.
Una mano le agarro por la espalda con fuerza y lo tiro al suelo. Un tol’vir consumido por la ira y el vacío se preparaba para asestar un golpe letal con su arma, echándole un poco de arena al rostro consiguió un segundo necesario para zafarse de su captor y reincorporarse.
-
¡¡¡¡POR LA GLORIA DE N’ZTOH!!! - chillo Ig’nosh al reincorporarse.
La figura del ignoto emergía de nuevo lentamente. Mientras, el tol’vir continuaba arremetiendo estocazos y golpes con furia al paladín, como podía repelía sus golpes con el escudo o con alguna finta leve pero no cesaba ni un segundo. Al final un pequeño tropiezo hizo caer al suelo al paladín dejando una abertura más que evidente en su defensa, por la que cargo el tolvir asentando un golpe que pen-etro en su armadura a la altura del costado.
De un hachazo partió el arma de su contrincante y arranco el hierro incrustado en su cuerpo, pero el tolvir no cedía y salto con sus garras desnudas al cuello del paladín. Sin otra salida, el paladín golpeo en cuerpo y cabeza a su adversario pero no caía, lentamente el aire se salia por sus pulmones temiendo a verse obligado a tomar una medida drástica. Al final, con las pocas fuerzas que podía acumular agarro su arma y golpeo el vientre del tol’vir rajando piel y armadura como si fuese agua. Y un ruido seco, seguido de la sensación de aire y un peso encima le anuncio como había terminado su contrincante.
Aspirando con fuerza y apartando el cadáver sin vida se reclino, una frenética tos y asfixia le hacia pegar bocanadas de aire con rapidez y fuerza. El aire que conseguía traer le hacia toser mas por la arena y el esfuerzo pero lo sentía como un oasis en medio de un desierto. De pronto un cántico empezó a resonar en su mente, una suave melodía que le embriagaba y le indicaba seguir un nuevo orden y dirigirse a la paz eterna.
Notando que su voluntad se perdía en esta comparsa de notas imposible y tonos poco audibles entino negar el sonido, evitar dejarse arrastras y taponar sus oídos. La canción, agradable y dulce como una brisa de verano hasta ese momento, se torno en chillidos y dolores indescriptibles. Su cuerpo tuvo que ponerse de rodillas y una magia le envolvía el cuerpo, chillaba de dolor y quería hacerlo parar, quería matar daba igual a quien.
Sin embargo la canción empezó a menguar y abriendo los ojos se encontró de frente a uno de los escarabajos grandes aqir. Su único ojo anaranjado le miraba fijamente, no se movía, ni atacaba, ni parecía interesado en nada a su alrededor. Solo estaba fijamente mirando al paladín, hasta que lo recordó de una vez anterior. Era el mismo insecto que se encontró en el oasis durante su ultima visión.
El insecto giro su cabeza hacia la batalla, enfocando su cabeza en el orador que apuntaba y miraba fijamente al paladín. De pronto, un fuerte dolor parecía recorrer su cuerpo, se retorció y vomito una bilis de colores pálidos y amarillentos, sus extremidades se torcieron a posiciones imposibles, su cráneo se abollo y aplasto en segundos, su tamaño disminuía y al final un aura negra se lo trago entero. Sin embargo, cuando todo hubo finalizado vio que el escarabajo volvía a mirarle fijamente, escudriñando su apariencia y su interior. Observando en silencio, sin percatar a nadie más de ese entorno.
- Vive hoy…para servir otro día… -dijo una voz en su cabeza, como un susurro que trae el viento y apenas audible- para servirme a mi…
Y tal como llego, el escarabajo desapareció enfrente de el sin dejar rastro. Ni unas marcas, ni huellas ni una tierra removida parecían indicar que hasta ese momento esa bestia estuvo delante suya. Había desaparecido y le había salvado la vida, ero los susurros no auguraban una caridad que era evidentemente latente en su salvador. La crueldad con que había matado a uno de los suyos, ese poder…no estaba en manos mortales y cada vez era más notable en la tierra.
Por ahora, debía dejar esos pensamientos hasta el final de la batalla. Levantándose y recuperando sus armas comprobó el estado de la situación, pocos oradores continuaban vivos y con suficiente fuerza para convertir a los campeones en la locura. La mayoría habían caído presa de conjuros, llamas o flechas y los heridos fueron enviados con su señor. Por el contrario la vanguardia retomaba la ofensiva, las victimas de esos embrujo comprobaban la atrocidad a la que se vieron obligados a realizar y muchos arremetieron con más furia e ira contra el enemigo.
Dos jinetes y un tol’vir se acercaron en ese momento desde el este, el tolvir portaba un sobre y una armadura de cuero y malla así como un casco en forma de carnero que dictaminaba su rango. Los jinetes sin embargo era un poema, a la derecha un humano de armadura de placas blanca y azul, con el tabardo de la séptima legión y montado en un corcel, armado con placas plateadas y doradas, hizo un saludo marcial al comandante; A la izquierda un orco montado en un lobo de gran envergadura de color negro saludo con su puño al corazón, estaba equipado con dos grandes hachas de color rojizo y portaba una armadura de placas roja y negra de la que adornabas bastantes puás por cada superficie de la misma.
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Comandante - dijo el tolvir -somos los refuerzos enviados desde ramkahem, como predijo una gran hueste de la horda y la alianza acudieron a defender la ciudad. Pese a las hostilidades iniciales hemos considerado apoyaros con las tropas disponibles en vuestro ataque. Soy Takhum , capitán de las defensas de Ramkahem, es un honor. Mi señor me pidió que os entregase este aviso, si me disculpáis debo volver al frente rápidamente. Estoy seguro que estos dos…caballeros le ayudaran en lo necesario. - y sin tiempo a contestar el tol’vir se marcho dejándolo solo con la curiosa pareja.
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¿Quienes son y cuales son vuestras ordenes? Sin mentiras, no tenemos tiempo como podéis ver - dijo el comandante señalando al pulpo.
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Mi nombre es Tim Casanegra - explico el humano con un tono altanero y condescendiente - dirijo las tropas de la incondicional y gloriosa Alianza para ayudaros en lo posible en vuestro cometido. Tengo ordenes directas de acatar vuestro mandato pero nada más, pequeño traidor.
Bien, tenemos un cretino. -pensó- Veamos el otro.
- Yo soy Torel del clan Roca negra - chillo el orco con mucho orgullo - La indomable y apoteosica Horda me ha encomendado que otorgue la victoria en este paraje inhóspito. Debo ponerme a sus ordenes aunque…visto como comandáis la batalla tal vez pueda aconsejaros mejor. Un pijo elfo no es la mejor cualificación para la guerra, ¿verdad pequeño?
Y otro cretino, maravilloso. Por si no tuviese suficientes problemas. - pensó
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¿indomable? - dijo el humano - no me hagas reír pestilente alimaña. Ante que seguir a un sucio parásito seguiría a Alamuerte.
-
¿Prefieres que te demuestre con mu hacha lo “gloriosa” que es tu asquerosa asociación de pueblerinos asustadizos? Adelante te mostrare como se corta y gana una guerra y luego enseñare a ese monstruo quien manda en Azeroth.
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¡Vosotros mandar asesinos y genocidas! No me hagas reír, adelante atacame con tus pinchitos pero no esperes que no intente separar tu sucio cráneo de esa repugnante cara.
Bien, ya tenemos el problema que había en el flanco norte y arto, cansado y con un mal genio tras tantas heridas, muertes y perdidas opto por la medida diplomática por excelencia.
Agarro a la pareja, mientras seguían escupiendo su bilis y amenazas, y con un fuerte tirón que los descoloco acabo por desmontar, desplomar y callar a los dos engendros y bocazas que tenia delante. Justo cuando ambos se levantaban un fuerte golpe volvió a tumbar a ambos obligándolos a restregar sus mejillas contra las arenas. El elfo, con una notable cara de enfado y mal estar hablo con voz clara.
- Vamos a ser muy claros, tengo cientos de heridos, muertos y soldados luchando por su vida en este instante. Tenemos un ejercito de insectos y seres demenciales que se dispone a terminar con toda la vida posible y extender el influjo de su señor. ¡Hay un jod1do pulpo enorme enfrente de vuestras estúpidas y engreídas caras! - empezó a elevar y chillar a los capitanes- ¡De verdad creéis que una panda de inútiles, descerebrados y pavos reales debe ser una de mis preocupaciones actuales! ¡Estas a MI cargo y obedeceréis MIS ordenes! ¡Si no lanzaros contra ese enjambre hambriento de cabeza o dejaros aplastar por Ig’nosh, no me importa pero no os interpongáis ni vosotros ni vuestras peleas de patio en la batalla! ¡ U os juro que aun muriendo en la batalla perseguiré vuestras almas hasta convertirlas en cenizas y llevarlas al peor de los infiernos aunque me cueste la condenación eterna!
Ambos, humano y orco se levantaron en silencio acabando por arrodillarse sin decir palabra. Una cara de miedo y vergüenza a partes iguales podía distinguirse en ambos.
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Ahora, si vuestras mercedes lo permiten necesito que me ayuden en esta masacre. - añadió el elfo tras lo que se dispuso a comentar la distribución y estrategia a seguir. - Una vez muera ese aniquilador obsidiana todos los esfuerzos deben centrarse en Ig’nosh. ¡QUEDA CLARO!
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Si comandante - dijeron al unisono -
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¡PUES MARCHAD Y CUMPLID CON LAS ORDENES! ¡Si es necesario seguid la ordenes del caballero de la muerte que responde al nombre de Aiden y creedme él no os amenazara antes de cortar vuestras cabezas si lo cree necesario!
Sin dar tiempo a replicar ambos jinetes partieron con bravura y azotando a sus monturas para volver a sus posiciones lo más rápidamente posible, aunque desconocía si motivados por la vergüenza, la ira, el desconcierto o porque ya conocían a Silencio. Posiblemente lo ultimo, sin duda. Vio a lo lejos la posición de norte con los refuerzos y comprobó que la formación se había recuperado, unos tajos fácilmente distinguibles se veían desde la lejanía en el aniquilador de obsidiana que lentamente caía derrotado. No obstante, cuando la figura rocosa negra caía clavo con todas sus fuerzas el arma que portaba en el suelo, una especie de espada negra muy alargada de la cual brillaba el final del mando con un color violáceo particular. Aunque no pareció hacer grandes daños salvo en las arenas de Uldum.
-
SOIS UNOS NECIOS MORTALES, AUNQUE RECO NO ZCO VUESTRO ARROJO - Su voz volvió a retumbar por todos el lugar - PERO AHORA OS ENFRENTAREIS AL JUICIO REAL, SE ACABARON LOS JUEGOS NI LAS CONTEMPLACIONES. OS BORRARE DE LA EXISTENCIA.
I g’nosh, empezó a canalizar varios conjuros con sus ultimas fuerzas, los cielos se tornaros negros y las nubes aparecieron de la nada. Un color violeta inundo el cielo estrellado de Orsis y unos tentáculos inmensos parecían flotar y enrollar todo el horizonte, unos relámpagos empezaron a formarse en el cielo conectando los tentáculos y las nubes hasta que, en un segundo, un destello atravesó la tierra e impacto contra las tropas del este, otro siguió en el norte, en el sur…
Pero no termino ahí, una energía oscura se proyectaba enfrente del ignoto en forma de pequeña esfera. El trabajo de canalizarla lo dejo expuesto pero los continuos machaques de los rayos en puntos aleatorios hacían imposible el avance, no obstante parecía afectar tanto a sus tropas como a las enemigas. Un aqir murió calcinado con el impacto de un nuevo rayo y varios goblin volaron por los aires en la parte norte.
- ¡Arqueros! ¡Magos! ¡Detened al ignoto! Que no termine el conjuro. ¡QUE NO LO TERMINE! - y añadió - Que los chamanes hablen con los elementos e intenten detener la tormenta, necesitamos atacar ahora al ignoto mientras esta concentrado, ¡No podemos fallar!.
Y, de nuevo, un nuevo cuerno resonó por las dunas del desierto. Esta vez no se veía una polvareda ni resonaba como un clamo a la batalla, su sonido era cautivador, suave y muy familiar no lo escuchaba desde…
Del noroeste, volando por los cielos se empezaron a dibujar pequeños puntos rojizos y dorados. De nuevo el cuerno bramo y la velocidad en los puntitos lejanos aumento considerablemente seguidas de un silbido suave y una lluvia de flechas que impactaron en el ignoto gigante. Las formas se hicieron mas visibles, decenas de bestias con forma serpenteante y cabeza de halcón volaban a gran velocidad, sus colores eran dorados en su mayoría terminados en rojo intenso en sus alas y cola. Del primero de ellos un elfo de sangre tocaba un cuerno de batalla y portaba el emblema de los errantes. Nueva ayuda había llegado.
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Las flechas empezaron a dispararse desde las monturas y se adueñaron de los cielos, los aqir voladores se enfrentaron de frente contra ellos pero todos caían pastos de las flechas de sus contrincantes, los jinetes que aun resistían en los cielos de la vanguardia se unieron ante sus nuevos aliados. Haciendo ataques rápidos a los grupos voladores o apoyando las zonas más afeadas por el avance enemigo, cada vez se acercaban más y más al centro.
Pero fue demasiado tarde. Ig’nosh ceso su conjuro y soltando un grito lanzo contra en suelo arenoso de uldum la esfera negruzca. Un cráter se formaba en las zonas donde esa antigua magia se posaba creando un rio negro, que se dirigía hacia el cadáver del aniquilador de obsidiana hasta la espada clavada.
Una explosión resulto del conjuro al finalizar lanzando por los aires a todos los que estuviesen alrededor, el aniquilador quedo esparcido y un temblor empezó a sonar y notarse en las arenas. El ejercito se reagrupo rápidamente pero la magia pareció cesar, no obstante el templo aumentaba a cada segundo.
Un golpe de mandibulas empezó a sonar por la grieta que había dejado la magia, el temblor aumento y las arenas empezaron a moverse. Grietas aparecieron por los suelos y las arenas se elevaron a los cielos formando géiseres de arena que bañaban a los tropas. Un golpe fuerte y seco se escucho y una pata marrón y gigante salio de las arenas, seguida de 7 más.
Las arenas seguían moviéndose, parecían huir asustadas de un terror que ocultaban y que había despertado. Unas mandivulas se asomaros de las arenas y unos rojizos y enormes ojos salieron después. Una gigante araña acorazada con un caparazón grueso y marrón emergió, chasqueaba sus mandivulas delante de las tropas simulando al martillo de hierro que golpea un yunque en la fragua. Cada chasquido era poderoso y retumbaba en los oídos de cualquiera que pudieses oírlos.
Una salva de flechas cayo sobre la nueva bestia pero estas revotaron y se partieron al tocar la espalda del monstruo de varios metros de altura. Este ni se inmuto y mirando fijamente a las tropas de la alianza y la horda quedo esperando las ordenes de su señor, el cual reía fuertemente al ver sus planes cumplidos.
- VE AN’ERAK, EXTERMINALOS A TODOS.
Y la mole arácnida ataco con ira y sin piedad en mitad de las huestes de la alianza y la horda, vio como la filas de los draeneis, los enanos, los orcos y los tauren se replegaban o caían presas de las patas de An’erak. De nuevo, la batalla cambiaba las tornas y con la caída de un nuevo rayo el comandante pensó en que podría hacer. Pensó en el miedo y el pavor que no podía controlar.