El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

El suelo se había engalanado con la túnica carmesí de la guerra, y los cascos de Tormento sonaban ahogados al pisar el pestilente barrizal que se había tragado a las arenas. Los aterrados soldados habían retrocedido en tropel, huyendo de su destino para poder vivir un día más, aunque sus estridentes gritos quedaban enmudecidos por los rugidos enrabietados de An’erak, que protestaba contra el cielo por haberse quedado sin hormigas que pisotear.

Pero Aiden no prestó atención ni a unos ni a otros, pues su mente estaba puesta en los cadáveres devastados que yacían a su alrededor, tan destrozados y deformes que muchos a duras penas podrían ser reconocidos por sus seres queridos, reducidos a repulsivos y pestilentes montones de carne desgarrada y acero deformado.

El caballero de la Muerte bajó de Tormento de un salto, y sus dos compañeros en la muerte se le quedaron mirando, esperando sus órdenes.

—Tormento, busca algún herido que aún tenga esperanza y llévalo hacia la retaguardia; Mir, sobrevuela a Felix y los demás. Quiero saber como les va la batalla contra Igh’Nosh.

Montura y mensajero partieron sin lanzar ni un sonido, dejando a Aiden solo frente a la colosal araña blindada que se alzaba ante él. Sus pequeños y mezquinos ojos, incrustados entre las placas de armadura como joyas engarzadas, lanzaron un destello de malicia cuando repararon en él; su boca quelicerada se retorció hasta formar una siniestra parodio de una sonrisa cruel, exhibiendo las cascadas de baba que caían desde los estiletes que tenía por dientes como lo harían las gotas de agua sobre la estalactita de una cueva.

Pero Aiden se quedó en pie frente a ella, impasible al despliegue de malicia de la criatura. Su rostro era una máscara de frio acero ensombrecida por su capucha, pues incluso aunque quisiera haberse alterado no habría podido hacerlo. A su alrededor la Muerte reinaba sobre cada gota de sangre y cada grano de cálida arena, campando a sus anchas por aquel campo de infortunio. Él era su caballero, su heraldo, y podía notar como la Muerte misma había sumido en el silencio aquel rincón del mundo, llenándolo de una extraña paz.

El Silencio de Aiden pronto se unió a aquel coro mudo del olvido, y empezó a danzar con los ecos de las almas que habían cruzado el umbral de la eternidad. Pequeñas chispas de ánima, la moneda de la vida y la muerte, humeaban sobre los cadáveres con ritmo sepulcral, como los fuegos féericos, traviesos y azulados, que danzaban sobre pantanos y cementerios.

An’erak rugió, pero su rugido sonó débil y distante, como si un velo de seda negra hubiese rodeado todo el aire a su alrededor. Su indiferencia enfureció a la gran araña, que se olvidó del ejército de hormigas para centrar su negra ira sobre el solitario guerrero que, en silencio, la desafiaba con la mirada.

Aiden liberó a Silencio del abrazo de las tiras de cuero a su espalda con un movimiento lento y dulce, tan suave como el toque del Segador al llevarse el alma de quien muere en paz tras una vida plena. Sus runas se iluminaron tenuemente de un pálido color azulado, que arrulladas por las voces del más allá empezaron tomar como suya aquella fuente de poder olvidado.

El banquete había comenzado, pero le llevaría tiempo hacerse con su botín. Tiempo que An’erak no estaría dispuesto a darle. El caballero alzó su guadaña hacia el cielo, que centelleó como la plata y la sombra, y la clavó con fuerza en las sangrientas arenas de Uldum.

Y la dejó atrás.

Aiden extendió sus manos, concentrando todo su arsenal gélido en un solo lugar. Una aureola de siete maravillosas espadas de hielo surgieron a su espalda, reluciendo con hermosura bajo el beso del sol. Pero al igual que la belleza de una flor es pasajera, las espadas se fundieron y se mezclaron, dando lugar a un único par de apariencia familiar. No estaba seguro de por qué les había dado la forma de unas espadas que tanto había llegado a odiar, pero algo en su interior así lo exigía.

Emisaria Gélida y Segadora de Escarcha aparecieron en sus manos, frias copias de las inigualables espadas que había llegado a empuñar. Aunque aquellas réplicas de hielo y muerte ni siquiera se acercaban al poder de las reales, cumplirían bien su función. La vida y la muerte era una cuestión de tiempo, y tiempo era lo que Aiden necesitaba.

Avanzó un paso con aire desafiante, crispando a la malhumorada bestia que se alzaba como una torre ante él. Un centelleo en el aire fue heraldo del Invierno que empezó a girar a su alrededor, drenando cada gota del calor del desierto y, en un irónico giro del destino, dando esperanza a los vivos. El pelo de Aiden se meció entre el frio viento que giraba a su alrededor, pero su mirada era inamovible como un gran glaciar.

An’erak rugió de nuevo, y sus gritos desgarraron la tierra. La magia del Vacío serpenteaba, amenazante y hambrienta, sobre su armadura, en un último intento de amedrentar a su rival. Como los anteriores, no tuvo éxito, y su adversario solo pronunció cinco palabras con con calma mortal antes de cargar.

—Solo la Muerte es eterna.

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Un futuro de hielo y cenizas

Gurzip acompañaba a Aiden en la vanguardia, solo escondiéndose tras las patas del tauren cuando se cruzaban con algunos de los rebeldes que intentaban acabar con ellos, algunos en nombre de Sylvanas; otros, muchos otros, en el de su propio egoismo y maldad innata, aprovechándose de la anarquía y el desorden para sacar tajada. Aiden no estaba seguro de cual de los dos tipos le daba más asco, pero lo que si era cierto es que ninguno era rival para el filo de Silencio.

Aquella revuelta era repentina y estaba poco organizada, estaba claro. Quien fuera que estuviese detrás se lo había jugado todo a una carta, y aunque era obvio que le había salido bien no podía imaginarse que podría haber causado semejante caos de la noche a la mañana. Literalmente.

El grupo fue avanzando a paso raudo por media Orgrimmar hasta llegar a la casa de subastas, un gran edifício de sólida construcción que, acostumbrado al bullicio y el griterío de vendedores y pujadores por igual, ahora estaba sumida en el silencio.

—Muchas gracias, colega. Creo que ya estamos a salvo aquí, el almacén está a la vuelta de la esquina. No obstante hay potenciales clientes… esto, inocentes que aún necesitan ayuda. ¡Orgrimmar es un caos!

Aiden asintió con gesto grave.

—Buscaré a todos los que pueda y los traeré aquí. Procura que el transportador siga funcionando, goblin.

—Ningún problema, jefe.

Aiden volvió sobre sus pasos, preparado para cruzar la ciudad en llamas de nuevo. No obstante, apenas dobló la esquina cuando escuchó un sorprendido gruñido seguido por el griterío de quien es presa del pánico.

Corrió de nuevo hacia el almacén guadaña en ristre, y lo que vió le partió el alma. Una pareja de mortacechadores había aparecido de la nada, rodeando al asustado grupo mientras hacían oscilar sus dagas venenosas. Y a su espada, sopesando un voluminoso saco de monedas, estaba el goblin con una sonrisa taimada.

—Pardillos. De verdad se creian que les iba a ayudar por mi cara…

Un silbido cortó el aire, arrancandole las palabras de la boca. Los dos pícaros habían desaparecido de pronto, pero un estruendo a su derecha reveló su posición: frente a la puerta del almacén vacío, yacían sus cuerpos destrozados y una guadaña envuelta en vapores.

—…¿Bonita?

El amo de aquel arma se dirigía hacia él con la ira grabada en el rostro y tres espadas de hielo flotando tras su espalda.

—¡OH! ¡Caballero de la Muerte, seguías aquí! Esto… verás… ha habido un pequeño malentendido y…

—Silencio, escoria —rugió—. Alguien como tú no merece ni el aire que…

—¡A tu espalda, humano! ¡Cuidado! —le interrumpió a su vez el herrero tauren. Antes de que pudiera reaccionar, un tercer mortacechador apareció de entre las sombras y le clavó una daga en el vientre, deslizándo su hoja encantada sobre la articulación de su coraza. Ni siquiera tuvo tiempo para congelar la daga y atrapar el veneno.

Una punzada de dolor brutal le recorrió el dorso, heraldo de las nauseas una presión en el pecho que le habría dificultado respirar si lo hubiera necesitado. No tardó ni un segundo en deducir que aquellas dagas estaban empapadas en el mortal añublo, que ahora recorría sus venas muertas sin que pudiera hacer nada.

Pero no se rindió. Se sacudió al renegado de encima con un codazo y le empaló con las tres espadas de hielo que reservaba para el goblin. Extendió su brazo y Silencio regresó a él, pero apenas pudo dar un paso hacia el traicionero duende antes de que el veneno le hiciera desplomarse.

Arrodillado y apoyado en Silencio, jadeó y, con un gruñido de esfuerzo, se volvió a levantar. Consiguió dar un par de pasos más, pero el resultado fue el mismo. El goblin cambió su cara de miedo por una mueca de crueldad burlona.

—Casi, casi, caballero de la Muerte. Pero ya no creo que estes en condiciones de lanzarme ese armatoste como has hecho con esos sacos de huesos —el goblin se hizo con un revolver de aspecto recargado y presuntuoso que había estado oculta en su macuto todo el tiempo—. Pero ya es hora de que vuelvas a la tumba. Y como soy un caballero…

Click

—…seré yo quien te abra la puerta.

Aiden se preparó para encajar el balazo, generando pequeñas barreras de hielo para cubrir sus puntos críticos. Un fulgor iluminó aquel oscuro callejón, seguido del olor a quemado y un fuerte estallido. Aiden cerró un ojo por instinto, pero no le pasó nada. El goblin, en cambio, lanzó un chillido de dolor.

El revolver le había estallado en la mano, volándole los dedos, y las piezas de su pistola yacían al rojo sobre el suelo. Hubiera parecido un golpe de suerte de no ser por la maga sin’dorei que había llegado para socorrerlo.

—¿Estais todos vivos? O sea… ¿bien? —dijo la joven con algo de torpeza al darse cuenta de que Aiden, de forma estricta, no estaba vivo.

—Envenenado, pero sí… —le respondió Aiden con voz dolorida —gracias por tu ayuda…

—Beledori. Beledori Cantollama. Pero eso ahora da igual, ¿hay algo que pueda hacer para ayudarte?

Era evidente que la elfa era una maga joven y novata, una de las muchos aventureros que habían empezado su andada tras el final de la guerra buscando fama y fortuna. Pero Aiden pudo percibir algo más que ansias de conquista y riqueza en aquella elfa. Había nobleza en sus actos.

—¿Sabes usar telequinesis, maga?

—Eh, sí. ¿Por qué lo preguntas?

—Traeme al goblin.

Beledori parpadeó un par de veces.

—¿Para qué quieres…?

—Tú traemelo.

La maga asintió y lanzó un rápido hechizo que hizo levantarse al goblin del suelo, dejándolo más allá del alcance de la gravedad. Aquel traidor tardó un par de momentos para darse cuenta de su situación, pues estaba centrado en su propio tormento, pero cuando se dió cuenta de que se estaba acercando al caballero de la Muerte su rictus de miedo volvío a aflorar.

—¿Qué? No. ¿Que haces, elfa? Si me sueltas te daré el 30… ¡no! el 50% de los beneficios.

—Apartaté un poco, maga. Esto va a salpicar.

—¿Salpicar? ¿Como que salpicar? —preguntó ella con gesto tan confuso como horrorizado.

Aiden soltó a Silencio y lanzó ambos brazos contra el goblin, que chilló como un marrano en una matanza. Tras revolverse durante unos segundos, el debilitado caballero de la Muerte le incó los colmillos en la tráquea, bebiendo con avided la esencia de la vida del goblin mientras este no dejaba de gritar.

Tal y como había dicho, la sangre salpicó los bajos de la túnica de la maga, que se quedó pálida como la cera y rigida como una estatua. Cuando acabó el macabro festín, un claramente aliviado Aiden le lanzó una mirada cansada.

—¿Qué está pasando aquí, maga? Porque yo no tengo idea alguna.

Beledori recobró la compostura, pero su gesto se volvió más cenizo. Tragó salvia ruidosamente antes de responder.

—Es el Consejo. ¡Alguien los ha matado a todos! Por eso la ciudad es un caos.

Aiden la miró con incredulidad durante un instante, y ni siquiera su capucha fue capaz de ocultar lo que estaba intentando. Se puso en pie de nuevo a duras penas y empezó a caminar hacia la ciudad.

—Entonces no hay esperanza para nadie de Orgrimmar. Tengo que salvar a todo el que pueda.

Para su sopresa, la maga le puso una mano en el hombro para detenerlo y, como si le hubiera lanzado un hechizo, perdió su fuerza de nuevo.

—¿En este estado? ¡Imposible! Bastante has hecho salvandolos a ellos. No puedes salvar a todo el mundo.

—¿Tú que sabrás? No puedes darme lecciones, apestas a novata… agh.

Se desplomó de nuevo, y si no fuera por Silencio y Beledori, habría caido de bruces contra el suelo. Maldijo por lo bajo. La novata tenía razón, no estaba en condiciones de seguir luchando. No ahora.

—Vale. Tu ganas… pero no voy a dejarlos a su suerte.

Ella miró al grupo con aire dubitativo.

—Puedo abrir un portal a un punto cercano, pero no se si toda esa gente podrá pasar.

Aiden negó con una mano. Con un pequeño remolino de sombras, hizo aparecer un aparato pequeño, un pentágono de metal titánico con una cúpula de cristal en el centro que albergaba una pequeña tormenta arcana.

—De eso me encargo yo —agarró el pentágono y se lo acercó a la boca—. MADRE, soy Aiden Hojagélida. Necesito una evacuación titánica de emergencia para siete… no, ocho personas, todas en mi ubicación.

Una voz sonó con distorsión y estática desde el cristal.

—Recibido. Iniciando protocolo de evacuación sigma-3.

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La improvisada senda que seguía creada por quienes combatieron antes que el se encontraba sembrada de cadáveres de ambos contendientes en las más diversas formas posibles, algunos simplemente cayeron fulminados, otros con numerosas flechas, y algunos simplemente irreconocibles, no tendría tiempo de velar por sus caídos, por lo que se dirigió raudo al frente.

Una ruinosa pared se desmoronó, a lo que el enano le dedicó unos pocos segundos de su atención y continuó hacia el frente, un considerable temblor interrumpió su plan

Un coloso de obsidiana, con las alas arrancadas y múltiples hendiduras en su coraza emergió de la ruina arrastrándose portando una cimitarra oscura que pese a las mil batallas luchadas aún permanecía con filo

  • No habéis logrado acabar conmigo insectos, acabaré la misión que el Señor N’Zoth me ha encomendado. Logró ponerse sobre sus 4 patas y se arrancó con un golpe de cimitarra todas las flechas, lanzas y arpones que residían en su cuerpo

  • ¿Pero como puedo tener esta mala suerte? Miró a su alrededor, nadie vivo a la redonda está herido por lo que podría matarlo, pero aún se maneja bien con la cimitarra esa, un golpe y muerto.

  • Así que uno de los buscados esta aquí, ven aquí y procuraré no matarte, N’Zoth te busca.

  • ¿Como supo que estaba aquí? Miró a su alrededor sin ver nada no queda otra entonces, veamos, sus patas están con heridas abiertas en varios lugares, esa cola es vulnerable… respiró hondo a matarlo pues.

Se acercó con cautela, empuñó la maza que perfectamente equilibrada se ajustaba a sus movimientos y clamó por protección, respondido por un haz de luz

  • Bien, ¿Que quiere N’Zoth de mi?.

  • Vamos, el maestro te quiere ante su presencia de inmediato.

  • Me temo que no será posible, tu te vas a quedar aquí, para siempre.

  • Necio, si te niegas a la voluntad de N’zoth acabarás muerto.

  • Creo que yo no voy a ser el que acabará así. Cargó hacia la pata frontal derecha del coloso, en vez de atacar se metió bajo el coloso segundos antes de que el silbido de la hoja lo alcanzase

  • Insensato, acabas de firmar tu sentencia de muerte, que así sea. El coloso se dejó caer acabando con el hueco bajo su vientre, el enano reclamó a la Luz su protección, quedando rodeado por un escudo sacro que evitó que quedase aplastado por la pesada mole, una espada sacra pen-etró por una de las cavidades de la pétrea piel

    No te creas que has acabado conmigo Se levantó y se desplazó varios metros, el enano quedó sorprendido por la velocidad que tal mole pudo tomar, no sin dejar un rastro de la oscura sangre del ser

  • El primer gran reto, he de admitir que te subestimé.

El coloso cargó con su cimitarra sin decir ni media palabra, el enano esquivó los 3 primeros barridos realizados y lanzó un martillo de luz sobre el hueco más grande de la pata derecha frontal, lo que hizo interrumpir los letales barridos

  • Ya está,se acabó el juego, voy a acabar ya con tu miserable vida insecto, N’Zoth encontrará a otro apto para sus planes. Con su otro brazo barrió la duna en la que encontraba levantando tal polvalera que dejó cegado al enano

Notó como algo lo agarraba y levantaba en peso, finalmente pudo abrir los ojos para ver cara a cara a su enemigo

  • Estas de suerte, te voy a llevar con el vivo, pero cuida tus palabras o me encargaré personalmente de despellejarte lentamente.

  • Maldición, otra vez me he dejado atrapar y para colmo estoy solo, veamos como me las apaño.

  • Lo escuché, siéntete orgulloso, por que pocos son elegidos por N’Zoth para unirse a sus filas.

  • Como si quisiera ser un horrendo pulpo descerebrado.

  • Cállate ya.

El enano intentó abrir la garra que lo atrapaba sin éxito y tampoco era capaz de mover la maza

  • Luz, aún desconfío de ti pero necesito que me apoyes, dame toda la fuerza posible para librarme de esta aberración. Los eternos segundos tras el ruego se sucedieron hasta que la esperada respuesta llegó, la luz recorrió todos los recovecos del enano y un par de alas surgieron en su espalda, también reclamó el aspecto de sus ancestros para ser capaz de salir de su prisión

El ahora pétreo enano alado empezó a hacer fuerza contra las duras garras que lo retenía, el enano hizo toda la fuerza posible en la batalla entre la piedra, pese a que el coloso se percató del movimiento de su presa, llegó tarde para ejercer más presión, uno a uno los dedos del coloso quebraron quedando así libre el enano, que sin dilación golpeó con todas sus fuerzas la cabeza del sorprendido coloso

Ambos cayeron de costado, el enano pudo levantarse mientras el coloso intentaba ponerse de pie otra vez, sin pensarlo tomó su maza y golpeó la pata frontal derecha por el hueco en el exoesqueleto confirmando su inutilidad con un sonoro crujido

  • Empiezo a marearme ya, debo mantener un poco más la forma montaña sagrada.

El ignoto intentaba tomar su cimitarra como fuese mientras movía sus 3 patas restantes intentando golpear al enano, sin embargo lo único que logró fue otro golpe de la maza imbuida en luz en su pata posterior derecha, con mismo sonido y resultado

  • Habrás acabado conmigo, pero nunca podrás con el Imperio, ¡Larga vida a N’Zoth! El coloso aún intentaba ponerse en pie, pero finalmente un contundente golpe de la pesada maza imbuida en luz del enano acabó con la vida de coloso cuando esta aplastó la ya quebrada obsidiana de su cabeza

  • Ja, nunca serviré a N’zoth Su piel retornó a la maldición de la carne y la luz cesó su misión
    Creo que esta vez he aguantado mucho más tiempo la forma, debo seguir entrenando. Se sentó apoyando su espalda en la destrozada cabeza del coloso para recuperarse del mareo y agotamiento

    Un momento, ¿ese caballo no lo conozco yo? Un esquelético caballo cubierto en una negra armadura se acercaba a su posición
    La suerte me sonríe desde luego, ¿Tormenta se llamaba?, bueno me llevará al frente, espero estar de una pieza para entonces.

El destrero se detuvo a su lado esperando a que subiese a su lomo, el enano intentó subir, pero hizo honor al nombre de su raza al no poder alcanzar los estribos

  • Condenados humanos y sus medidas para gigantes…, Tormenta ¿podrías agacharte por favor? y no le cuentes a tu dueño nada de esto. El caballo se agachó lo suficiente para que el enano pudiese subir, una vez hecho se levantó y puso en marcha, en sentido opuesto

    Oye, el frente esta al otro lado, no me envíes de vuelta Tomó las riendas forzando al caballo a dar media vuelta, quizás por voluntad propia bien, es la segunda montura de Aiden que monto, espero que tu no acabes como Kira.

Caballo y enano se dirigieron al frente sin pausa, el enano por el camino no paraba de pensar en como fue localizado con tanta facilidad, hasta no llegar a la posición de Felix no dejó de mirar el mínimo indicio de infiltrados o miradas indiscretas, tampoco dejó de pensar que querría N’Zoth de un enano cualquiera como era el.

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Algunas horas mas tarde …


El aire se llenó con el sonido de los gritos y el acero chocando.

Una figura se paró frente a veinte hombres, estaba rodeado de cadáveres con las cristalinas myrkur empuñadas, su armadura negra y cruda estaba cubierta de sangre al igual que el yelmo.

  • ¡ Así es como nos pagas !, ¡ Te permitimos unirte a nosotros y nos matas así !

Una fría sonrisa sádica tras el yelmo señaló hacia el cadáver con armadura gris.

Los veinte hombres lo fulminaron con la mirada y cargaron, el elfo sonrió y comenzó a balancearse. Cayeron frente a las cristalinas dagas, cortando su armadura y carne, sonrió mientras les atravesaba hasta que todos estuvieron muertos … sonrió de nuevo y se volvió hacia el cielo nublado, una gran cantidad de buitres volaban en el aire y descendieron hacia los cadáveres, hambrientos.
Nhail bostezó, se sentó sobre uno de los cadáveres y miró para ver a un pequeño buitre, fiero, que estaba cerca de su costado tratando de sacar el ojo de un Orador del sino K’thir, se agachó, lo sacó y se lo entregó al pájaro.

Se volvió y vio a los caballeros cabalgando hacia él, llevaban la armadura de Lunargenta.
Nhail suspiró y rápidamente mostró el emblema de su tan amado pueblo.
El líder de aquel grupo lo miró por encima de su evidente desdén, el elfo simplemente lo miró con sus ojos fríos aunque no visibles, rápidamente se dió cuenta que era lo que estaba pasando.

El caballero miró a los cadáveres y luego volvió a mirar al Elfo.

  • ¿ Quién eres chico ?

Lo miró y se levantó con una leve reverencia.

  • Soy Nhail Shal’endir, ladrón, asesino, mercenario y ahora explorador de Lunargenta. En ese mismo orden, alguien que se metió en problemas y lo está tratando de resolver por su cuenta.
  • Ya veo, me gustaría que me acompañaras al Ascenso del Hacedor.

Nhail se inclinó nuevamente ocultando la sonrisa de triunfo.

  • Será un honor señor.

Le permitieron un caballo y cuando Nhail montó sintió que algo volaba y aterrizó sobre su hombro, se giró para ver al pequeño buitre. Los hombres susurraron detrás de él, pero Nhail lo ignoró y siguió adelante.

Después algunos minutos de travesía, desmontó y fue conducido por dos sirvientes a un gran salón de banquetes.
Se le exigió que dejara cualquier arma, incluidas las dagas en la puerta.
Nhail obedeció y colocó las armas al lado de los viales,armas arrojadizas y demás parafernalias. Entró en la habitación y miró a su alrededor, vió a cinco hombres en sigilo y otro grupo en la puerta.

  • Ahh, debes ser el explorador del que he oído hablar últimamente.

El hombre era un noble gordo que solo sabía comer, nada de batalla o guerra, un pedazo de basura sin valor.

  • ‘‘Miërda, planeé comer primero y luego hacer esto.’’ Pensó.

El noble miró al elfo con cierta confusión hasta que sacudió sus manos lanzando la mesa por la habitación contra cuatro de las cinco.
El noble gritó y las puertas se abrieron de golpe, los hombres entraron y el quinto guardia atacó a Nhail, se deslizó hacia un lado y esquivó la hoja del hombre, luego le agarró, le rompió el cuello, tomó la espada del guardia y con perspicacia mortal asesinó a uno tras otro.

Era rápido, silencioso y mortal, veinte hombres muertos.

Avanzó y le dedicó una sonrisa al acobardado noble.

  • Miërda, qué desastre, mi plan era comer un poco luego hacer el trabajo sucio y, en cambio, me he visto obligado a matar con el estómago vacío.

Se acercó y sonrió al noble colocando aquella espada en la garganta del hombre que empezó a convertirse en un Impostor Oscuro, otro esbirro más de N’Zoth adoptando forma humana pensando que engañaría al Elfo.

  • Ahora sé que no he perdido mis dotes de mercenario y asesino, así que te dejaré vivir si …

El impostor, o mejor dicho, aquella criatura K’thir asustada alzó la vista horrorizada …

  • ¿Dónde está el dinero?

Aquel desgraciado ser señaló hacia un enorme cofre con cerradura. Nhail observó la cerradura …

  • T…to…toma la llave. dijo con miedo
  • ¿De verdad pensabais tomarme el pelo?, ¿De verdad pensabais que tomando forma élfica ibais a engañarme malditos esbirros de miërda?. No, no necesito llaves, las cerraduras no son un problema para mi, llevo haciendo esto durante demasiado tiempo, pero gracias por tu amabilidad. Pensaba que los esbirros de los dioses antiguos no sentíais miedo …

Entonces Nhail apuñaló al Impostor en la garganta, los ojos del K’thir se abrieron, intentó gritar y las lágrimas cayeron por su rostro.
Soltó la espada y se volvió hacia el cofre, los sirvientes lo miraron con miedo.
Señaló sus pertenencias y los sirvientes se apresuraron a entregarselas.

Rápidamente enfundó las Myrkur, se dirigió al cofre y lo abrió en cuestión de segundos.

  • ¿ Solo estas monedas ?, bueno … seguro que en el Oasis les vendrán bien para provisiones.

Nhail salió de allí, subió a uno de los caballos he hizo que los otros le siguieran hasta Vir’sar. Algo de oro y algunas monturas no les vendrán mal a los Vagäyermos.

Se dirigió hacia el herrero que le ayudó antes de su marcha a las ruinas de Ahn’Qiraj

  • Toma Jake, seguro que este oro vendrá bien para poder comprar algo de armamento y de paso traigo conmigo tres caballos. Te dije que te devolvería el favor, ahora voy a repartir el resto del oro con Aaron Williamson, el maestro de los cafés. ambos rieron a carcajadas
  • Muy pronto, mi venganza se hará realidad. N’Zoth cada vez estás mas cerca.

Con una sonrisa de agradecimiento … se alejó del oasis.

  • Mucha suerte sombra del viento, mucha suerte … pensaba Jake el herrero mientras miraba como Nhail desaparecía entre las dunas


Continuará …


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Morda, con mirada inquieta. Observaba el lugar como quien observa un desvaído cuadro, donde encontraba trazos conocidos y otros completamente nuevos entremezclados. En una alocada alegoría de sensaciones enfrentadas, donde le costaba hallar la diferencia entre pasado y presente. Entre realidad y sueño. Entre pesadilla y deseo.

Con un rápido giro de cabeza, miró el lugar intentando ubicarse y regresó a la afanada elfa. Muy metida en sus practicas del saludo secreto, y por un momento sonrió antes de recordar de nuevo el peligro que corría en este lugar y preocuparse por ella.

El saludo no les salia del todo bien, pero indudablemente daría el pego… A unas malas tenía un plan B. Distraída en sus cabalas, volvió a practicar una vez mas el saludo ante la atenta mirada de la elfa, que aunque esquiva, la observaba, aunque no con tanto disimulo como ella pensaba.

– Bueno Bel, ya esta de practicar. Vamos a intentar entrar en esa sala de ceremonias.

La elfa hizo un pequeño gesto con los ojos y regresó a su pose normal.

– Este lugar te pone nerviosa, no es normal en ti.

– Ehmm si… es el lugar… si. Vamos a acercarnos y cuando salgan entramos.

Sin esperar respuesta y rehullendo la inquisitiva mirada de la elfa, corrió hasta unas columnas cercanas a la puerta de la sala. Belter no tardo en seguirla.

Cuando pasó el último acólito entraron con mucho cuidado.

La gnoma, observó como Belt reparaba en todos los detalles de la trabajada sala, pero ella seguía sintiéndose desubicada y distraída. Hasta que algo la saco de sus preocupaciones internas.

Delante del altar a Nzod, un fastuoso atril con grifos sostenía un libro.

Se acercó al altar a hojearlo. ¿Sería otro tomo oscuro?.. seguida de belter que a pesar de todo, se negaba a separarse demasiado. Aunque la curiosidad de la elfa por la enorme sala era evidente y no precisamente compartida por la arisca gnoma, a la que le costaba quitarse sus preocupaciones de la cabeza.

El atril era majestuoso y tras mirar de reojo a su guapisima elfa, que por algún motivo, lograba alegrarla siempre que la miraba pero no en aquel momento… Así que resignada, se centró en el libro.

Desde luego era un libro extraño. Carecía de poder real, sin runas… páginas escritas en comun…

– Buahh! un libro para pussis… que asco.

Lo levantó para observar su contra trapa y lo zarandeo esperando ver si tenia algo entre medias, con cierta decepción lo volvió a girar tratando de imaginar como un culto serio podía usar semejante chufa.

– Ni siquiera tiene indice!! Buahh y estos salmos son chorradas…

Con cierto descontento agrio, la gnoma tiró el libro y comenzó a mirar mas atentamente el altar… tenía algo raro.

Con una agilidad felinida saltó y se parapeto bajo el alta. Con nerviosismo, miró y se calmó ligeramente al ver que Belter había logrado ocultarse tras unas cortinas.

Un hilo de sudor frio como el hielo, mas cortante que el acero, cruzó la frente de la gnoma. Borak… Por un momento apretó la mandíbula con fuerza, recordando a ese viejo y fanático enano.

Los pensamientos de la gnoma se descontrolaron momentáneamente, multitud de pensamientos la sobrecogieron. Borak en uldum, con los sirvientes de nzod… Sintió que el corazón le daba un vuelco.

La gnoma miró el libro, y hecho mano a su daga con determinación, pero una voz conocida la abstrajo de su plan.

– Que locuela es… – Susurró mientras se lanzaba al exterior.

La pareja de cultores estaba distraída y no le fue difícil cambiar de ubicación sin ser vista. Una mejor colocada para emprender un ataque o una eventual huida… Vió a Belt nerviosa y no pudo reprimir cierta preocupación.

Tras cierta duda, pateó un pedestal, tomó una antorcha y sin mayor miramiento decidió quemar el altar.

Las voces de Belter hizo que multitud de acólitos comenzaran a llegar de todas partes. Todos con caras de preocupación y gritos, trataron de apagar las llamas generando un caos considerable.

La gnoma rodó y corrió aprovechando el caos reinante asta una muy nerviosa Belter que angustiada miraba para todas partes. Con fuerza, le tomo la mano y tiro de ella. Belter se asusto, pero pronto la reconoció y corrieron entre la gente.

El humano y el orco trataron de llegar a Belter entre la multitud, pero ya no estaban.


– Te has arriesgado mucho, lo tenia todo controlado Belt.

– Tonterías, podía con ellos.

La gnoma miró con el rabillo a la elfa con cara de poker, mientras caminaban por el pasillo.

– Sabes que confío en ti, pero no deberías arriesgarte así…

La gnoma miró con un rápido vistazo, si llevaba puesto el broche de Bel. y volvió a dirigir la mirada a la elfa y al lugar.

Los pasillos del complejo estaban vigilados, pero los guardias eran muy haraganes y ellas iban bien camufladas. Con facilidad, atravesaron varios puntos de control.

Aunque algunas miradas atraia la elfa, todo se desarrollo con calma.

– Deberías ponerte tu también una capa.

– Ya lo hablamos, no la necesito… Por ahí debe haber una salida al desierto. Debemos informar antes de acabar con ellos. Si se dispersan será peor. Este complejo será la trampa perfecta.

Continuará…

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El paisaje había dado un cambio drástico, y no sólo porque la tormenta de oscuridad por fin había amainado, si no porque cada vez encontraban signos más evidentes de que no todo era natural ahí. Había estructuras que evidentemente eran obra de algún ser inteligente. Todas ellas estaban en ruinas, pero a pesar de eso seguían conservando cierta funcionalidad pues emitían luz. Por fortuna, a pesar de esto, aún no habían visto más enemigos tras el combate anterior.

– No sé si tanto silencio es bueno- había comentado Vangelys- algo me dice que traman algo…

– Por primera vez estoy de acuerdo con tu pesimismo, querido- concordó el cazador mientras miraba a los alrededores.

No había presencia alguna, pero sin embargo todos notaban como si el cabello se les pusiera de punta mientras iban avanzando por la zona. Ni el viento se atrevía a susurrar por aquel abrasado lugar y sólo las plantas carmesís permanecían indiferentes. Las paredes a su alrededor se fueron cerrando y dieron paso a un desfiladero repleto de estructuras derruidas, algunas casi bloqueando el paso. El grupo fue avanzando despacio, con cautela y sin cruzar palabra alguna. Sabían que su objetivo estaba cerca, y el enemigo seguramente también.

Al final ambas paredes se encontraron formando una gran entrada a una cueva. La entrada daba paso a un largo pasillo bastante amplio, con incrustaciones de metal que daban una luz blanquecina al lugar. El pasillo se fue abriendo hasta conducirles a una enorme cámara de techo alto en cuyo centro se alzaba una estructura de lo más extraño: unos desmejorados pilares dispuestos en formación circular custodiaban una enorme esfera que pendía del techo, a su vez rodeada con estructuras metálicas. En el centro de esta curiosa formación se hallaba un pilar en el que flotaba una piedra de un brillante color azul: su objetivo.

Midiendo cada paso y en el más cuidado de los silencios, el grupo se acercó al centro de la sala, sin parar de otear la zona, con cada sentido alarma. El cazador se quedó atrás, en una zona que había visto que era elevada y segura para cubrir a sus compañeros desde lo alto. Desde allí podía ver a la perfección toda la gran sala sin apenas puntos ciegos.

El resto del grupo siguió avanzando con pasos medidos. Sus trajes no detectaban nada extraño, pero la desazón les presionaba el pecho como si fuera a asfixiarles. Era como si cientos de ojos les miraran, como si vigilaran cada uno de sus movimientos y estuvieran esperando el momento preciso para atacar.

Los dos magos se adentraron en el círculo, dejando fuera al paladín que fue andando por la zona externa a los pilares. La piedra azulada, destilaba una calma inusual y un poder atroz, hasta el cazador en la distancia lo sentía. Sintiendo que la presión del ambiente era cada vez más palpable, Vangelys alargó la mano hacia el cristal, y lo cogió.

Y en ese mismo instante de la nada, empezaron a salir criaturas por todas partes, la primera se abalanzo sobre el mago profiriendo un agudísimo chillido que perforó el oído de todos. El cazador, sintiendo que un sudor frío le recorría el cuerpo, se las ingenió para apuntar a la cabeza y disparar. La potencia del arma no decepcionó en absoluto y el cráneo de la criatura se hizo añicos antes de llegar a su objetivo.

Las criaturas que los rodeaban infundaban un temor en sus corazones y sus mentes como nunca antes habían notado. Era como si miles de voces trataran de entrar en sus mentes y clavar las garras en sus almas. A pesar de haber soportado ataques mentales similares en Azeroth, aquel superaba a todos. Incluso los dioses antiguos parecían infundir una locura más… cuerda al lado de estas criaturas presas de un frenesí desquiciado.

Aún con el cuerpo templando y a punto de sucumbir al terror, el grupo se preparó para afrontar lo que sería una dura batalla.

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El gran complejo subterráneo, era inmenso. Durante minutos, la inusual pareja de exploradoras caminó erraticamente por sus túneles, cámaras y antecámaras. Mientras charlaban de las ultimas modas en togas y los últimos trucos de belleza publicados por Harris Pilton, la famosa bloguera.

La siempre observadora elfa, charlaba animosamente, mientras que la gnoma la guiaba por aquel entramado subterráneo.

– Nos has perdido verdad? – Una fina sonrisa disimulada se dibujo en la cara de la elfa.

– PerrrfavorrrRR, que va…

La gnoma se rasco la cabeza y miro los 3 tienes que se bifurcaban delante suya.

– Lo vas ha echar a suertes? – Belter se metió una piruleta en la boca sin desdibujar su picara sonrisa.

Morda le lanzo una miradilla, sacando mentón y sin responder escogió el camino de la de la derecha. La elfa la siguió particularmente tranquila.

Pronto encontraron una serie de almacenes, llenos de mas barriles con explosivos. A lo lejos, en una pequeña balconada, un taurem voceaba ordenes a varias cuadrillas de acólitos. Todos se afaban en apilar y colocar mechas a todos los barriles.

Belter miró a Morda con cara seria, sin decir una palabra, ambas se acercaron mas, repartiendo el saludo secreto por doquier.

– Ehh!! compañero del ohh!! magnifico culto (Mueca) a nuestro super dios (mueca mueca…) NZOD!!. ¿Creo que… (Mirada a belter) Alguien se ha confundido al hacer este tunel… aquí debería haber una salida no?

– Eh!!! a trabajar!!

El taurem los había visto y se acerco interrumpiendo la charla.

– Vosotras dos también. A trabajar todos! esto debe explotar esta misma noche. Nada de descansar.

La gnoma y la elfa se volvieron a mirar de forma cómplice.

– Vale, vale… te ayudamos oh compañero de… blablabla… pero es que no somos de este grupo de trabajo. Vuestras reformas y aplicaciones de túneles no son cosa de nosotras…

– Ampliación? Estáis debajo de Rankanet, es hora de ganar esta guerra, mientras esos ilusos están distraídos en orsis!!

Una pequeña gotita de sudor cruzo la frente de la gnoma.

– Esta misma noche? – El tono de voz de belter, sonó alarmado.

La gnoma vio la cara de preocupación de Belter y con un rápido escrutinio de la salta, actuó con locuela rapidez. con un giro bien estudiado, pillo a belter por el culete y la tiro contra el taurem mientras hablaba con voz entonada.

– Ohh! belter… que atrevida lanzarte así a por un superior de culto tan lozano y grandote… ohh!! pero no os preocupéis tortolitos! yo me encargo de esta operación, vosotros a lo vuestro!.

Sin esperar respuesta, la gnoma se lanzó hacia adelante dejando al pasmado taurem y a la sorprendida belter abrazados. Con suma rapidez e ignorando todo lo demás, se dirigió a unas cajas que estaban en el centro de la sala.

Una serie de mechas llegaban hasta una caja de detonación bien construida. Solo había una… Con cierto desparpajo la pillo rompiendo las mechas. y con su navaja gnomica la abrió no sin dificultad y saco la pieza central de la caja y se la guardo. el detonador.

Todos los cultores miraban el espectáculo con cierta incredulidad.

Tras acabar, la gnoma se dirigió hacia los tuneles de nuevo con cierta calma.

– Morda corre!!

Belter estaba en la puerta de la sala y el pobre taurem inconsciente en el suelo. Morda apretó el paso intuyendo que los acólitos se abalanzarían pronto contra ella.

– Morda!!

Continuara

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Belter vio de reojo como la gnoma se alejaba entre un grupo de trabajadores que estaban perplejos ante la situacion, sin quitarles el ojo de encima a ella ni al tauren, que aun la sujetaba.

Mordacae necesitaba una distraccion y Belter se lanzo a darle unos minutos sin miradas indiscretas. Recorrio los brazos del tauren con su dedo mientras hablabla de forma sugerente:

– Que brazos mas fuertes… me habia imaginado esto muchas veces, pero sin duda es mejor de lo que pensaba, tu no te habias fijado en mi verdad?

La elfa aprento mas su cuerpo contra el de él, se puso de puntillas y se mordio el labio.

–Vaya! increible cornamenta, todo lo tienes igual de… grande? ya has escuchado a la gnoma, no te apetece un “descanso”?-- Dijo con suavidad.

Belter no oia lo que le decia el tauren aunque parecia receptivo, miraba de reojo buscando a Mordacae, que parecia haber acabado lo que estuviera haciendo y se dirigia hacia los tuneles, sin embargo algo la saco de su concentracion.

“que estas mirando?”Repetia el tauren

–Pues…que tenemos muchos espectadores. – improviso la elfa.

El tauren sonrio con picardia y Belter se lo devolvio con un guiño. Aunque la expresion del alto humanoide cambio al ver a Mordacae escabullirse.

Belter actuo sin pensar. Le golpeo con su rodilla en su entrepierna, el tauren la solto de sus brazos por el dolor. Ella, aprovechando su libertad de movimientos, le pateo la espinilla y le dio un puñetazo, algo que le dolio mas a ella que al tauren. Sin achantarse le propino tres golpes mas en la cara con todas sus fuerzas hasta que se desplomo en el suelo.

Un instante en el que se sintio orgullosa de machacar a semejante verraco, aunque duro poco, al levantar la vista vio al grupo de cultores que les habia estando obsevando sacando sus armas y cara de pocos amigos.

A toda prisa la elfa salio corriendo detras de la gnoma bociferando, que ya habia apretado el paso. Se uniron en la carrera mientras eran perseguidas por una jauria.

– Uuuuuh has tumbado al tauren!!!

–No como el queria…, has encontrado algo?

–Por aqui! siguime!! – Mordacae estaba encantada

Ambas iban zigzagueando entre los diferentes pasillos y salidas que encontraban, con la esperanza de despitar al grupo que las seguia. Giraron en una bifurcacion que daba a pasillo con colunmas, no bien iluminado y con varias puertas. Morda tiro de ella hacia uno de los pilares y se escondieron en la oscuridad.

En silencio y muy pegadas al muro, escucharon a la marabunta pasar corriendo y desaparecer por el raro intrincado de caminos que tenia el complejo. Se miraron y sin decir palabra respiraron con tranquilidad.

Mordacae observaba curiosa las puertas cuando repentinamente se volvia a escuchar los pasos apresurados acercandose. Abrio una de ellas y empujo a la elfa dentro de una sombria habitacion, entraron a toda prisa y cerraron.

Ambas, con las orejas puesta en la puerta, prestaban atencion a los ruidos provinientes de fuera, que pronto cesaron.

En la oscuridad de la fria instancia una pequeña llama surgio de un vela. Mordacae se giro alertada y la sorpresa se reflejo en su cara. Belter se sobrecogio al ver que no estaban solas. Una figura se materializo con la luz de la llama.

–Hola Borak…- Dijo con serenidad y media sonrisa en su cara la gnoma.

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La pequeña niöh se estirazó en la cama enana. Jamas había probado una cama enana y le pareció super cómoda y agradable. Una amplia sonrisa cruzaba su rostro. La superficie era genial.

La habitación era cómoda, hogareña, cálida. Adornada con esmero y equipada con diferentes enseres generales como escritorio, chimenea propia, espejo y vestidor… La gnoma lo miraba todo complacida.

Entonces algo la perturbo. y con cierta pesadez, reflexiono un momento.

Con bucólica lentitud, se levando de la mullida cama y se sentó ante el escritorio. Tomo papel y pluma, y pensó un momento.


Carta:

Querido papa y mama.

Lamento no haberme despedido al marcharme, pero se que habríais tratado de impedírmelo. Esto es algo que necesito hacer y vivir, aunque muera aqui arriba.

No os olvido y tened por seguro que volveré a nuestra ciudad como una gran aventurera de renombre. yo misma limpiare gnomeregan algún día

No os odio y espero que vosotros a mi tampoco, por simplemente desear un poquito de felicidad en mi vida. (Manchita en el papel)

La vida en la superficie es genial!! Pronto acometeré mi primera misión, el primer paso de una insigne hija de gnomeragan!!

Un saludo y dadle recuerdos a todos de mi parte.

PD: Tranquilos, no he dejado de estudiar Esa estúpida ingeniería básica…

Fin de la carta


Con esmero, metió la carta en el sobre y la lacró con la punta de su improvisada daga. Aquellos vetustos trozos de metal gnomico que encontró luchando con la babosa radiactiva y que eran ahora, su única herramienta de trabajo.

Con un poco de nostalgia, observó sus dos dagas antes de coger el sobre lacrado y echarlo en dispensario de correspondencia que tenia la posada… Era hora de dormir.


La mañana siguiente, tras dormir un poco:

Ya el sol salía, pero la humedad nocturna aún helaba los huesos de la pequeña gnoma.

Caminaba con cuidado, en campo abierto, estudiando el lugar, el posadero le había pedido carne de cerdo… debía ser diligente y esforzarse.

Por fín, desde que se salió aun de noche, de la taberna, divisó un jabalí.

Con cuidado, desenfundó sus dagas y comenzó a acercarse a el sigilosamente. aprovechando el terreno y los arbustos para que el jabalí no notase su presencia.

A cada paso, la respiración se aceleraba, y apretaba con mas fuerza sus “dagas”.

Ya lo tenia muy cerca, casi lo olía, cuando algo la empujo y bruces.

El enano hierro negro apareció de la nada y cargó contra el lozano jabalí matándolo con saña. La gnoma volvió a entornar los ojos mirando al enano…

– ja ja, es buena pieza… no me mires así ratilla. Este bosque no es tuyo.

La gnoma se quedo callada mirándolo con cara de pocos amigos, viendo como tomaba el jabalí, lo cargaba en su montura y se marchaba. Por un momento el desanimo la embargó, pero un reflejo la sobresalto.

– Oh! es solo el sol…

La gnoma miró como el sol se reflejaba en sus dagas. Esas mismas dagas que ella misma fabrico a partir de dos simples trozos de metal. Su rostro cambió mientras las observaba… Miró con rapidez el suelo… huellas…


La pequeña gnoma, llena de resentimiento y con el ceño fruncido, observaba bien camuflada al enano hierro negro en su improvisado campamento…

_Al observar que el enano se alejaba un poco para recoger leña. La pequeña gnoma, en completo sinlencio se acercó y le robo la carne de jabalí…


– Toma amable posadero!, ya cumpli mi primera misión como aventurera! ^^

El posadero examinó la carne y sonrió.

– Quizás tenga algún encargo para ti, toma.

Le dio varias monedas de oro a la pequeña gnoma y esta, alegre las tomo con visible calidez.

Continuara…

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Ulduar, 7 meses tras la masacre de Ogrimmar
El Archivum, lleno de pilas de papel, una mesa central llena de planos y las paredes llenas de fotografías unidas con cordeles rojos servía ahora como sede de los Defensores de Azeroth, ahora venida a menos tras el clima de crispación entre una Horda cada vez más radicalizada y una moribunda Alianza sumida en un sinfin de conflictos internos, el contraste entre la ajetreada Cámara del Corazón y la improvisada base casi vacía era evidente
Aún así los fieles Defensores de Azeroth intentaban apaciguar los ánimos entre ambas facciones ahora que las amenazas externas dejaron de amenazarlos

  • Bien, hemos logrado triangular la posición de Sylvanas y Nathanos en el área comprendida entre Andorhal y las ruinas de Brill, debes ir a Andorhal y establecer un anclaje para poder poner un transportador en las ruinas, ten mucho cuidado allí fuera, ya hemos perdido a 3 a manos de Sylvanas.

  • No puedo asegurarte que no la ataque, todo esto es consecuencia suya.

  • Harás lo que te he dicho, no quiero tener que informar a otra familia de un ser caído en combate, necesito su cabeza para que ambas facciones la culpen de todo este caos y se tranquilice todo, pero para eso necesitamos estar bien organizados, así que cautela.

  • Que así sea Magni, por Azeroth


Puerto de Valgarde, al día siguiente
El puerto rebosaba actividad como siempre, un barco descargando su mercancía mientra otros 2 permanecían en espera en el fiordo resguardados esperando su turno, los estibadores como hormigas bajaban la mercancía para luego tomar otra caja, mientras tanto el paladín esperaba a poder subir mientras observaba el ajetreo sobre un montón de listones cortados de madera, aburrido empezó a cotillear en la conversación de 2 comerciantes que regresaban a Ventormenta

  • ¿Te has enterado?, otro barco hundido entre Ventormenta y Boralus, no han encontrado supervivientes.

  • Ha tenido que ser esa condenada Horda, dicen que tienen submarinos y hunden nuestros barcos.

  • Yo he comenzado a meterme en el negocio de las armas, va a haber una quinta guerra pronto, me lo ha dicho un conocido que esta en un alto cargo del ejercito.

  • ¿Otra guerra?, esto es increible, acabamos de salir de una y nos estamos metiendo en otra, va a ser mi ruina.

  • Podríamos hablar de una alianza económica a bordo, la ruta de tus barcos es muy jugosa sabes.

  • No quiero desplazas armas, al final te conviertes en una diana con patas.

  • Es lo que hay, mientras exista la Horda tendremos guerra.

  • Es indignante, debimos haber acabado con la Horda cuando asaltamos Ogrimmar por segunda vez.

  • Para colmo ahora mis barcos no pueden usar la ruta del norte para ir a Exodar, esos condenados elfos atacan todos los barcos.

  • El enano suspiró ,esto va a acabar muy mal si no lo paramos ahora, condenadas facciones.


Aproximadamente 1 semana después, Andorhal

La ciudad reconstruida con arquitectura renegada permanecía vacía meses después de su abandono por las tropas renegadas, la propaganda, estandartes y banderas en apoyo de Sylvanas permanecían desvencijadas, al igual que las edificaciones permanecían llenas de enseres de sus habitantes, Andorhal quedó en abandono una vez las fuerzas leales a Sylvanas abandonaron el puesto tras el fin de la Cuarta guerra a su vez que los planes de la Alianza por repoblar dicha ciudad quedaron en alto con la muerte del Consejo Horda y los conflictos internos de la propia Alianza, allí estaba el enano caminando ojo avizor buscando la antigua sede de poder renegada

  • Andorhal, primero la plaga, luego la guerra, despues los renegados y ahora el abandono, una lástima por quienes vivieron aquí, eso debe ser el consejo de la ciudad.

Un prominente edificio, construido sobre una pequeña colina dominaba la ciudad, sus vidriedas verdes, sus paredes moradas, viales de añublo y antenas y sus torreones de cónicos tejados negros hacían característica la edificación, en frente una estatua de la Alma en Pena permanecía decapitada por acción de saqueadores y bándalos

El enano entró en la edificación, el suelo de madera estaba cubierto de hojas de libros arrancadas escritas en viscerático, los muebles destrozados y arrojados por el suelo no hacía más que aumentar la sensación de abandono, al fin logró entrar en la dependencia mayor, en igual estado de abandono, por lo que buscó y encontró una esquina idonea donde colocó el pequeño cubo etéreo que serviría de anclaje para que M.A.D.R.E pudiera establecer un punto de teletransporte, finalmente lo cubrió con los restos de una mesa partida en 2 y salió a la calle

  • Magni, ya esta hecho, cuando quieras.

  • Entendido Rhod, M.A.D.R.E establece punto de teletransporte.

  • Entendido, punto de transporte Andorhal en proceso…Error, anclaje no disponible.

  • ¿Estas seguro que lo has activado Rhod?

  • Claro, le he puesto una mesa rota para disimular.

  • Una mesa rota no anula el anclaje… ¿has visto actividad inusual por la zona?.

  • Que va, esto lleva abandonado meses

  • Rhod ten cuidado, puede que hayas pasado algo por alto.

  • Punto de anclaje localizado, error de sincronización, interferencia localizada.

  • ¿Interferencia localizada?, Rhod coge el punto de anclaje y vete de alli de inmediato, algo no pinta bien en esa ciudad, ve de inmediato a Vega del Amparo.

  • De acuerdo Magni, corto.

  • Ten cuidado.
    Regresó a la sala, tomó el cubo y salió de ella, antes de salir notó como las runas de su maza se iluminaron

  • ¿Me han emboscado?, como pude ser tan idiota… Empuño su maza, las runas de esta comenzaron a iluminarse aún más conforme el enano la imbuía de Luz

Escuchó la conversación de 2 sujetos, por lo que parecía un hombre y una mujer, proveniente de la pequeña plaza frente al consejo, por lo que el enano asomó levemente la cara para ver de que se trataba

  • Esto es intolerable, miren lo que han hecho con su gloriosa estatua.

  • Olvida la estatua, tenemos un invitado no deseado merodeando por mis dominios.

  • Me ocupare de el entonces mi señora, le enseñaré que pasa por meterse donde no le invitan.

  • No, quiero hablar yo misma con el, vamos sal, se que estas aquí, noto tu presencia.

  • El enano se maldijo por su inoportunismo es increible que siempre acabe metido en líos. El enano se dejó ver al fin al salir del edificio.

  • Es solo un vulgar saqueador, lo eliminare de inmediato Alma en Pena.

  • No es un vulgar saqueador Nathanos, creo que podría sernos útil en nuestro objetivo.

  • No pienso servirte ni muerto Sylvanas, le prometí a Aiden que dejaría que te matase, pero creo que incumpliré la promesa.

  • Ja, alguien como…¿tu? vas a matar a la Alma en Pena, déjame reírme en tu cara.
    El enano no dijo nada cuando un martillo de Luz cayó sobre Nathanos, este cayó desplomado al suelo Todo el mundo te odia Nathanos, te dejaré ver como tu alma en pena muere ante ti Le dió un pisotón en la unión del arco, quebrandolo

  • Veo que eres digno de esa maza y bien, ¿te unirás a nuestra causa enano?.

  • ¿Se ha acabado de pudrir tu cerebro?, nunca serviría a una megalómana ególatra como tu. El enano pensó que quedó genial el discurso, pero ciertamente no estaba completamente confiado de poder derrotarla

  • Bueno, entonces muere, no puedo dejar que mi Plan sea descubierto.

  • El enano hizo que la maza rezumase Luz de hasta el último centímetro de esta mientras todas las runas brillaban, mientras tanto Nathanos intentaba en vano reponerse

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El enorme qiraj avanzaba hacia ella de nuevo.Sus segundos se agotaban,aún con una pata menos el enorme insecto renqueante se acercaba hacia ella peligrosamente.Intento levantar el brazo de nuevo pero un dolor sordo le atravesó hasta la medula.
Buffó pensando que los habitantes de Azeroth se equivocaban con los caballeros de la muerte,sentían…sentían dolor,agonía…y hasta amor.
Miró de reojo a Shiel que paraba los embates del ignoto con su escudo mientras intentaba encontrar un punto flaco en la defensa de su enemigo.
Al verla contraer el gesto la miró detenidamente y puso ver aquella mancha y el corte en su hombro.
El Forjado clavó la espada en el suelo y levantando una mano dirigió una rápida cura hacia ella.El ignoto de un golpe con aquel apéndice entre un brazo y un tentáculo envió a Shield a varios metros de él cayendo cerca de ella.
-Eres un inconsciente paladín!!-gritó ella sin desviar la vista del insecto-me las apaño sola a ver si lo entiendes de una vez!! Piensa en Niara!!!
Shield se levantó buscando su espada con la vista mientras el ignoto corría hacia él.
En un alarde de inconsciencia Ka le tiró una de sus hojarrunas que el paladín atrapó en el aire.
Ella corrió a su derecha mientras el qiraj se acercaba y rodando por la arena cogió la de Shield.
Se miraron un tanto desconcertados…podrían usar el poder del otro?
Ka le dijo…
-Solo son espadas,de nosotros depende el uso que les demos.
El qiraj había llegado a su altura.
Con fría determinación se lanzó hacia él.
El insecto soltó un chillido amenazante mientras abría las mandíbulas.
Ka paró el golpe con la espada del forjado a duras penas mientras con su hojarruna congelaba la mandíbula y la segaba.
-Dos veces no me pillas-susurró.
El qiraj se alzó sobre las patas traseras mientras volvía a chillar,esta vez de dolor.Sin pensarlo un segundo Ka clavó la espada de Shield en la quitina estomacal del insecto,empujó con todas sus fuerzas y retorció la espada.

Con paso espectral salió de debajo de él mientras caía muerto.

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Año 32, entre la caída de Kil’Jaeden en Tumba de Sargeras y la Batalla por Dazar’alor.


Fuimos valientes como soldados
Cayendo bajo la pálida luz de la luna
Como alguien roto …

Cuando llegaron las pesadillas, vinieron implacablemente.
Rompiendo las barricadas de su mente, las paredes cuidadosamente construidas que había construido con la esperanza de aliviar el dolor. Desgarraron su resistencia, destruyeron su desafío, destrozaron su oposición y lo dejaron temblando en su cama.

Vinieron y destruyeron su mente tal como la plaga había destruido su ciudad y se vio obligado a revivir esos recuerdos una y otra y otra vez.
Eran tan dolorosamente reales … tan angustiosamente lúcidos … tan insoportables.
Eran infinitas las imágenes de aquel fatídico día que se desarrollaban en su mente, lo atormentaban, le recordaba todo lo que había muerto, todos los elfos que habían perecido mientras él todavía estaba vivo intentando dormir en su cama.

Echó hacia atrás las mantas de seda, pasó una mano temblorosa por sus enredados mechones de su cabello blanco, trató de estabilizar su respiración y parpadeó para alejar los últimos destellos de su sueño.

Los horrores que había soportado, que toda su gente había sufrido … no era algo que probablemente olvidase jamás. En sus sueños los vio, los ejércitos interminables de no muertos que se precipitaban sobre su ciudad y masacraron todo a su paso. En sus sueños escuchó los gritos de sus hermanos y hermanas cuando fueron hechos pedazos ante sus propios ojos, y no pudo evitar salvarlos, el era demasiado joven e inexperto.
En sus sueños, revivió cada momento de la violenta embestida, la brutal matanza de los elfos que no había podido proteger.

Tragando con dificultad, Nhail se deslizó de la cama, sus pies golpearon el suelo, parpadeó lentamente, un último intento inútil de aclararse la cabeza. Cuando los abrió de nuevo se dirigió hacia la ventana y abrió las cortinas, lo suficiente como para mirar por las calles de Lunargenta.
Tanto daño, tantos escombros, todo prueba de que sus pesadillas persistentes eran, de hecho, bastante reales.
A la suave luz de la luna, juró que aún podía ver los riachuelos de sangre manchando los adoquines.

Tanta muerte … tanto dolor.

Nhail se volvió con el ceño fruncido, dejando que las cortinas se cerrasen una vez más y a la oscuridad volviendo a llenar su habitación.

  • Debería haber hecho más, debería haber hecho algo más aun siendo un inexperto adolescente sin habilidad alguna.—pensaba lamentandose

No había nada más que pudiera haber hecho, nada más que nadie podría haber hecho. Lo habían dado todo y aún así no había sido suficiente. Aun así, Lunargenta yacía en ruinas, y habían caído más elfos de los que podía pensar.

Sabía que no tenía sentido tratar de volver a la cama ahora, y la alternativa de mirar a las sombras y recordar la forma en que las caras de sus camaradas se retorcían en agonía cuando las masas de muertos vivientes los destrozaban parecía poco atractiva.
Sé vistió con ropas simples, se pasó los dedos por el cabello y hizo su alta coleta característica.

Nhail mantuvo la cabeza baja mientras se movía rápidamente y silenciosamente por el pasillo, hacia la escalera que lo llevaría al vestíbulo principal. Las paredes estaban cubiertas de ventanas y afuera podía ver la ciudad mientras todos dormían, vacía y fría, asustada y sola.
Con cada paso, sintió una presión creciente en el pecho, un pánico creciente que se apoderó de él como un peso, lo aplastó y le obligó a salir a tomar el aire.

Ahora estaba cumpliendo su sueño, estaba allí en su hogar ocho años después, instruyéndose bajo las órdenes del gran Halduron Alasol y así convertirse en un explorador Errante, al final tenía de nuevo un hogar, un techo, una cama, comida todos los días, sabía que en pocas horas … a los primeros rayos de Belore debería estar despierto, con la indumentaria y listo para otro día de entrenamiento e instrucción.

Acababa de llegar a lo alto de las escaleras cuando el sonido de su nombre hizo que se congelara, cada músculo de su cuerpo se puso rígido mientras miraba por encima del hombro. Su mirada azul cayó sobre la figura alta y musculosa que se encontraba a unos metros detrás de él, con los brazos cruzados sobre el pecho y la barbilla ligeramente inclinada mientras miraba al elfo más joven. Halduron lo miró con una expresión que era ilegible, honestamente no estaba seguro si fue debido a la tenue iluminación que proyectaba sombras entre ellos o al hecho de que la mitad de su rostro todavía estaba parcialmente oculto.

El General Forestal sintió un ligero escalofrío recorriendo su columna vertebral cuando los recuerdos pasaron por su mente, los gruñidos de dolor de Lor’themar repitieron en su mente, la visión de la sangre derramándose por su rostro manchando su cabello platino. Aún así, él había luchado, había soportado su propio dolor en un intento final de hacer retroceder a las fuerzas de la Plaga.

Lo dió todo por él y aun así … no fue suficiente.

Nhail rápidamente se hizo a un lado, se aclaró la garganta y se volvió para saludar a su General.

  • Halduron — saludó … bajó la cabeza en señal de respeto, un gesto que le devolvió el General

  • ¿No puedes dormir?. preguntó —Eso parece ser una ocurrencia común, murmuró, su mirada alejándose hacia algún lugar, mirando a cualquier parte menos a él.

  • Yo solo … necesitaba algo de aire.— confesó hundiendo un poco sus hombros — No puedo dejar de pensar en aquello. No es justo, nada de esto es …

Maldición. Podía sentir el ardor de las lágrimas en las comisuras de sus ojos, una sensación con la que se había familiarizado demasiado en los últimos días. Hizo todo lo posible por ahogarlos, pero aun así sintió que su garganta se contraía con la oleada de dolor. Sin embargo, de alguna manera, encontró la manera de encontrar la mirada cuidadosa de Halduron, balbuceando un débil:
“Simplemente no sé cómo se supone que debo seguir viviendo cuando tantos otros han perdido la oportunidad de hacerlo”.

Pasaron unos momentos de silencio, interrumpidos solo por los rápidos latidos de su corazón en el pecho, que estaba seguro de que el General pudo oír claramente incluso desde donde estaba parado. Sin embargo, Halduron habló, su voz quizás la más temblorosa e incierta que Nhail había escuchado en todos los meses que había servido bajo su mando.

  • Es por los que hemos perdido que debemos continuar, — dijo lentamente — Se lo debemos a todos los que han caído para seguir luchando. Para recoger las piezas una por una, para reconstruir, para sobrevivir.

Su mano se posó sobre el hombro del novato explorador, pero encontró un extraño consuelo en el peso que tenía allí, un pequeño recordatorio de que incluso ahora, no estaba solo y era agradable ese sentimiento.

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No hubo un instante de espera: An’erak rugió y cargó hacia aquella desafiante hormiga, y Aiden hizo lo propio. La cuchilla de hueso y quitna descendió reflejando el sol del desierto como si de la guillotina del mundo se tratara.

Su golpe barrió la tierra ocre bajo ella y levantó una gran polvareda. Era el mismo golpe con el que había segado cientos de vidas, pero cuando se creyó con la victoria un frio dolor le recorrió la articulación del brazo.

Aiden había ascendido en forma de espectro propulsado con sus cadenas de hielo, esquivando el ataque en un suspiro. Ahora sus hojas se clavaron en la fina quitina de la articulación, dejándola fina y quebradiza.

An’erak se revolvió y agitó su pata hasta que lo lanzó por los aires, pero impulsado por sus cadenas Aiden saltó a la siguiente pata.

La araña no esperó un segundo ataque y abrió sus oscuras fauces, revelando un foso de crepitante magia del Vacío. El cañón negro oscureció el aire mientras lo recorrió con un gemido lastimero cargado de susurros.

Aiden se vió obligado a recular, lanzándose al suelo de nuevo, pero eso le hizo volver a la casilla de salida. A sus espaldas, pequeños hilos de ánima serpenteaban por el suelo con movimientos espasmódicos, guiados por el firme latir de las runas de Silencio. La guadaña estaba cumpliendo su cometido y estaba bebiéndo de la misma muerte, solo quedaba aguantar hasta que se saciara.

An’erak lanzó un gran rugido y atacó de nuevo, pero esta vez Aiden se plantó en su posición. Le pidió al hielo y que prestara su firmeza, y su poder se filtró por su cuerpo para aumentar su ya antinatural resistencia. Plantó los pies en el suelo, helando la arena y filtrando su energía profana a cada uno de sus huesos.

Alzó sus espadas, convertido en un baluarte viviente, y encajó como pudo el golpe de la sierra de sombra y quitina decidido a aplastarlo.

Aiden se hundió hasta las rodillas y una onda expansiva atormentó sus oidos. Había conseguido detener a la basta hoja exprimiendo cada gota de su fuerza bruta, pero aún así estaba demasiado cerca de su rostro encapuchado.

La criatura lanzó un chirrido burlón, torciendo sus quelíceros hasta formar lo más parecido a una sonrisa de suficiencia y crueldad que podía esbozar su rígido rostro. En pura fuerza lo superaba amplísimamente, con guadaña o sin ella; pero An’erak era tan maliciosa como limitada. Su primitiva mente no entendía el concepto de ardid.

Aiden desvió su carga de nuevo hacia el suelo, perdiendo la réplica de Emisaria Gélida al hacerlo. Pero eso era lo que quería, y en cuanto la espada toco el suelo la magia que la daba forma se desbarató, lanzando una onda polar que congeló tanto el suelo como la pata.

Aiden empezó a correr hacia la otra pata aún con Segadora de Escarcha en la otra mano. Sus intenciones se volvieron claras para la sorprendida araña, ahora encadenada al suelo, y abrió de nuevo sus fauces.

Era justo lo que estaba esperando.

Aiden se detuvo de golpe, haciendo levitar a su última arma. Cargó su magia y, con un gruñido de esfuerzo, la arrojó hacia las fauces abiertas de la criatura.

Oscuridad y sombra estallaron en su interior, levantando una fria niebla negra que envolvió en hielo que bloqueó su garganta.

La bestia se revolvió furiosa contra su mordaza. Se sintió acorralada por primera vez en su repugnantr existencia, y su instinto más básico la volvió mucho más peligrosa. Antes de que Aiden pudiera reaccionar lanzó un revés con su pata libre que lo alcanzó de lleno.

El caballero voló varios metros dejando un rastro de hielo y sangre en el aire. Su impacto contra la tierra fue brutal, arrancándole una de sus hombreras y abriendo un feo tajo en su brazo.

Incluso cuando se había parado, el mundo seguía dando vueltas en su cabeza. Se levantó como pudo y se llevó la mano al brazo, que chorreaba sangre oscura. Su carne se había desgarrado casi hasta el hueso, y un indescriptible dolor le atenazaba la mente con puño de hierro.

Pero eso no lo detuvo, no con todo lo que estaba en juego. Se arrancó su maltrecha capa del cinturón y la hizo jirones para vendarse, asegurándola con hielo y escarcha. Solo necesitaba un poco de sangre, pero su sanación habría de esperar.

Silencio lanzó un llanto lastimero tras él, un único grito plañidero que desgarró el aire a su alrededor. Su festín había terminado.

An’erak se liberó de sus ataduras y cargó llena de furia y rencór contra el caballero de la Muerte, decidido a aplastarlo. Su cuchilla voló a ras de suelo, determinada a partirlo por la mitad, pero su vuelo en cuanto impactó con su presa.

El telón de polvo se levantó para revelar el acto final de aquella obra. El filo de Silencio se había interpuesto entre la cuchilla y su amo; sus runas ardían en un fuego de pálido azul, los suaves susurros del Segador dados forma.

Haciendo acopio de su nueva fuerza, Aiden rugió como jamás lo había hecho. Su Asolar retumbó en las planicies acompañado por un gran crujido. Segundos después, la punta de la pata de An’erak se desplomó sobre unas ruinas cercanas.

La criatura, confusa, retrocedió; pero Aiden no la dió tregua y cargó de nuevo hacia ella, aprovechando su forma espectral para trepar por su pata herida y alzarse de un salto hasta alcanzar la misma altura de su rostro.

An’erak disparó de nuevo, pero el intenso dolor de Silencio reventando su ojo la hizo fallar el golpe. Mientras la araña estaba ocupada con su tormento, Aiden se balaceó con una cadena de hielo atada a su guadaña y acabó en la nuca de la criatura.

Con gesto oscuro y el ceño fruncido, extendió su mano y formó una de sus armas de hielo, pero esta era especial, pues era una réplica de Silencio. Lanzó la guadaña helada, también encadenada, y dió un tirón para clavarla en el otro ojo de An’erak.

Ciega, la araña se dió la vuelta mientras atacaba al tuntún presa del pánico. Aiden solo tuvo que dar un tirón más para obligarla a cargar…

…Hacia los ejércitos del Corruptor.

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Tras degollar a un K’thir demasiado curioso se aproximó al encuentro entre aquel arácnido y la muerte, observó la guadaña en el suelo susurrando cánticos que no querría escuchar y los vestigios de un hogar sepultado por las imbatibles arenas de Uldum, decidió que era el lugar idóneo para no ser descubierto mientras observaba de que era capaz aquel tipo encapuchado y de paso observar más de cerca la misteriosa guadaña

  • Bien, voy a darle un voto de confianza, pero por si acaso iré preparandome. abrió un vial de su cinturón e impregnó minuciosamente las hojas de sus dagas mientras los primeros embates de los contendientes se daban

La igualada batalla se abría paso, el kultirano sintió frío, el mismo frío que en la gélida Rasganorte, pero en la ardiente Uldum, sin embargo ello no impedía que siguiese dibujando en su cuadernillo la guadaña con un lapicero mientras tomaba apuntes de las inscripciones de la hoja, observaba sus alrededores, pero hasta el último k’thir desapareció cuando se inició la batalla

Una de las patas del arácnido golpeó con fuerza al no muerto poniendo en alerta al experimentado pícaro

  • Continuaba en sigilo tras el fragmento de pared existente, planeando una posible intervención. Eso ha tenido que doler, esa herida es grave, no se si podrá seguir moviendo el brazo, quizás debería intervenir ya, veamos…palpó el lateral de su cinturón, encontrando el objeto oval blanco del cual sobresalía una mecha. Quizás si se la lanzo a sus ojos podría cegarla, subir hasta el dorso y apuñalar en la junta entre la cabeza y el resto del cuerpo… Empuñó la granada, sacó un mechero pero…

Colocó la granada otra vez en su cinturón, guardó el mechero y se sacó un bocadillo el cual sacó del periódico en el cual estaba envuelto y le dio un sustancial bocado mientras la batalla daba lugar a su fin

Finalmente el no muerto se hizo con el control del arácnido y cargó hacia el frente, el kultirano aún seguía perplejo por la rocambolesca escena del humano controlando a aquel ser

  • Esto…esto debe ser un sueño si, o que esta gente me ha vuelto completamente loco suspiró ,bueno hora de regresar con los demás observó el rastro de oscura sangre que dejaban araña y domador conjuntamente, un cuervo volaba gracilmente dando giros sobre el

    Maldición ese cuervo es capaz de detectarme, debería tratarle esa herida, no podemos permitirnos tener incapacitado a alguien tan poderoso en fin…¿Ya están tan lejos? Salió corriendo en sigilo a una velocidad inusual para alguien de su tamaño, una vez llegó a la sombra de An’erak subió al lomo de este gracias a la distorsión causada por el vacío a manos del pícaro

  • Has tardado, así que has hecho lo que quisiste.

  • Así que sabías de mi presencia, muy audaz ese cuervo tuyo, y si estoy aquí es por una promesa. Mir se posó sobre el hombro sano del humano oye, tienes una herida bastante fea, tengo algunas vendas y algo de alcohol, quédate quieto que te lo trate, no es definitivo pero de aquí a que regresemos a una zona segura será suficiente.

  • Lo que necesito es sangre.

  • Me temo que sangre precisamente es algo que no abunda ahora mismo con tanto herido, supongo que la de esos seres no servirá. Pudo ver como le miraba fijamente con aquellos ojos espectrales mientras sacaba su pequeño botiquín de su mochila… erm… suspiró profundamente de acuerdo, pero con una serie de condiciones, la primera que no me dejes seco como una pasa y la segunda que no tenga efectos negativos, no quiero convertirme en un Shan’lain o un caballero de la muerte…ya, ya se que no funciona así, pero por si acaso.

  • Solo notarás algo de debilidad momentáneamente, a lo otro nada, esas conversiones no funcionan así.

  • Bien, primero voy a tratarte esto, te aviso que va a escocer bastante, pero seguro que para alguien como tú esto no será nada. el no muerto se retiró la improvisada venda descubriendo un horrible corte

  • Sacó una botella medio llena de ron “agenciada” en la taberna de Ratchet, la desescorchó y roció el horrible corte con el brebaje, el no muerto hizo movimientos propios de alguien vivo ante la respuesta al alcohol en el corte abierto. Que lastima de ron, era de los buenos, vamos aguanta un poco más que tengo que vendarte esto.

  • ¿Te queda mucho?.

  • No, dame 5 minutos. Vendó con una tela limpia y aséptica, también adquirida de forma ilegal, la herida, vuelta tras vuelta ocultó el corte hasta que vio satisfecho su improvisado trabajo. Bien, no es la mejor cura del mundo pero bastará por ahora, lo he hecho de tal forma que te reduzca lo menos posible la movilidad, pero no tengo capacidades curativas así que te toca esperar.

  • Gracias, ahora si es posible obtener sangre lo agradecería, la necesito para recuperarme cuanto antes.

  • Claro claro, Se quitó el manto blanco que le protegía y se bajó el cuello de la camiseta dejando su cuello al aire no te pases que yo también necesito fuerzas para esa cosa.

  • Solo necesito un poco, ¿listo?.

  • Se resignó ante la desagradable idea y suspiró Adelante.

  • Notó el punzante dolor de los caninos perforando su piel y la succión posterior, como la sangre fluía fuera de su cuerpo y el cálido fluir de algunas gotas recorriendo la capa de aire entre su piel y la camiseta, comenzó a marearse ligeramente y notarse debilitado, unos instantes después los dientes invasores dejaron el cuello

  • Le estoy muy agradecido por esta donación ,si estas mareado deberías comer algo, de todas formas pronto se te pasará.

  • No te preocupes, llevo un bocadillo a medias, tu sigue controlando esta cosa mientras me desinfecto y curo esto.

Al fin se vislumbró al grueso del frente mientras el kultirano se vendaba las incisiones.

  • Por cierto, no lo había comentado, pero esto esta infectado de espías k’thir, con razón sabían donde estamos en todo momento.
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Tumbado boca abajo y desde su ventajosa posición, el cazador podía ver la escena perfectamente. Las criaturas atacantes habían salido de la nada, y atacaban de manera desquiciada y desorganizada. Más de una vez las había embestir contra uno de sus compañeros, y cuando éste se había apartado sin dificultad, la criatura se había dejado los sesos en la pared que hubiera detrás.

A pesar de su aparente desorganización, el cazador no dudaba de que tuvieran una mente que les controlaba o incluso que fueran una especie de mente colmena, pues la enorme presión que sentía en la cabeza sonaba como millones de voces delirantes. No entendía nada de lo que decían y dudaba de que tuviera sentido alguno, pero cada segundo notaba como perdía la cordura. Ahora entendía al ren’dorei con aquello de “Pase lo que pase, no dejéis llevaros por el miedo”. Su advertencia sobre aquellos enemigos de naturaleza desconocía no había sido ninguna broma, aquellos seres ponían a prueba cada gota de su resistencia mental, y ahora que se había fijado bien en ellos, se había dado cuenta de que eran los mismos que les habían estado atacado desde el primer día que pusieron los pies ahí, pero éstos estaban como consumidos por una energía oscura y brillante al mismo tiempo, una energía que parecía haberlos… poseído.

Un ruido casi imperceptible a su espalda le hizo rodar sobre si mismo a un lado y de inmediato una enorme garra impactó donde había estado un segundo antes. Volvió a rodar en sentido contrario al ver precipitarse una segunda garra y quedó así entre las dos, pudiendo a ver a su atacante… uno de aquellos poseídos que abrió la boca para emitir uno de aquellos dolorosos chillidos, más para lo único que le sirvió aquella vez fue para comerse, un disparo del fusil del cazador, haciendo volar su cabeza en mil pedazos. Sangre negra empapó la armadura del sin’dorei cuando el cuerpo sin vida se precipitó sobre él.

Con un gesto de asco, el sin’dorei lo apartó y se incorporó justo a tiempo para volarle la cabeza a otra criatura que arremetía contra él. Sin aparentemente más molestias, volvió el arma hacia donde peleaban sus compañeros para cubrirles, esta vez con la espalda pegada a la pared y con mejor visibilidad de su entorno más inmediato. Abajo la situación no era demasiado buena; a pesar de usar sus habilidades de magia o fuego combinadas con las potentes armas que habían conseguido los enemigos les rodeaban y era evidente que su mente se estaba debilitando por momentos, como la del propio cazador. Lo bueno era que los enemigos perdían unidades a una gran velocidad.

Los minutos pasaban y aquellas criaturas no parecían agotarse, cosa que sí hacía la resistencia de los tres elfos y la humana. Debían terminar con ellos, y rápido. Acabar como un ser desquiciado en un planeta desconocido no era una idea demasiado atractiva.

Entonces el mago, notando que la piedra que portaba en la bolsa había empezado a brillar la sacó y gritó:

– ¡Concentrad vuestra magia sobre ella! Creo que está intentando ayudar.

Los demás no tenían fuerzas ni de preguntar, de modo que los dos magos empezaron a canalizar un hechizo sobre el brillante objeto y el paladín hacía lo propio con la Luz. El cazador por su parte siguió cubriéndolos mientras realizaban el ritual y observó como la piedra se iluminaba más y más hasta que el brillo inundó toda la habitación, haciendo que las criaturas dudaran… y justo en ese momento la piedra explotó, lanzando una deflagración de Luz y magia que borró a todos los enemigos de la sala y lanzó al cazador y los demás por los aires.

Cegado por la explosión, Hæyhæ no vio nada en un principio, pero si notó que la presión en su mente había desaparecido por completo. Poco a poco, cuando su visión se normalizó y la polvareda que se había levantado se disipó pudo ver como los demás se reponían.

– ¿Estáis todos bien?- preguntó acercándose a ellos.

Asintieron. En realidad ninguno tenía un solo arañazo en la armadura, de ser así el ambiente tóxico y abrasador les habría matado en segundos. El mago seguía sosteniendo en la mano el cristal, el cual había recuperado su aspecto normal.

– Vámonos de aquí de una vez- dijo con hastío.

Recurriendo a un extraño utensilio que les había dado el ren’dorei antes de partir –un agujero de gusano portátil o algo así lo había llamado- el cazador abrió un portal ahí mismo. Un portal que supuestamente les conduciría de regreso a casa. La única condición al usarlo que les había puesto su siniestro ayudante era que no hubiera ningún enemigo cerca.

Los compañeros fueron pasando en orden y abandonaron aquel lugar con suerte, para siempre.


Falla de Telogrus, 4 días antes del combate en Orsis.

Aparecieron en una de las rocas de Telogrus, por fortuna en una lejana y dónde no parecía haber actividad salvo…

– ¡Oh, por fin volvéis!- una voz familiar les recibió- han sido unas semanas muy duras…

– ¿Seman…?- empezó a preguntar el sin’dorei, pero una enorme figura felina se le echó encima y le derribó.

Blackie, el eterno compañero del cazador le saludaba efusivamente entre lamidas ronroneos y maullidos. Ni si quiera la armadura que aún portaba su amigo le importaba a la hora de recibirlo con todo su cariño. El sin’dorei se olvidó de todo el ajetreo del regreso el viaje y demás y abrazó al animal como si no lo hubiera visto en años.

– Realmente te ha echado de menos- observó Daggur, el Desquiciado- y también el otro…- añadió al ver la pequeña bola de pelo y fuego vil ir a encontrarse con el cazador.

– ¿Semanas dices?- repitió el mago- Esta dichosa relatividad del tiempo…

– ¡Eso es mi astuto amigo! Aquí han pasado unas tres semanas pero fuera han sido incluso meses… pero lo prioritario es ahora la piedra y vuestro amigo…

A pesar de la sorpresa, los recién llegados no perdieron el tiempo y se dirigieron a donde estaba Zelgrim. El druida había caído en un estado comatoso un par de días después del combate contra Mantovil. Los médicos de Dalaran lo daban por perdido “El Vacío le está consumiendo” habían dicho. Negándose a aceptar tal destino, habían recurrido a la ayuda de aquel extraño ren’dorei que les había conducido a aquella aventura.

Antes de continuar, dejaron ahí las armaduras y las armas a petición del pícaro. No tomó más de un instante, pues los modernos exoesqueletos se abrían enteros para que ponérselos o quitárselos no tomara más que un paso.

Entonces… se dieron cuenta de que todos –incluso la humana un poco- tenían un brillo blanco-azulado en los ojos. Nada que ver con los elfos nobles, o los caballeros de la muerte, o cualquier cosa que antes hubieran visto. Parecía más… eléctrico.

– Un efecto temporal- les había dicho el ren’dorei- no es nada mortal.

No sin ciertas dudas, siguieron al elfo del vacío hasta donde tenía al druida. Éste se encontraba suspendido en un líquido de color morado, con varias vías para respirar y la zona donde había impactado el cristal del vacío durante el combate tapada por un extraño aparato del que también salían tubos. Su aspecto había empeorado desde la última vez que lo vieron, cuando vieron que de aquella herida salían venas negras que se iban extendiendo poco a poco. Ahora toda su pierna estaba así.

– Es una suerte que hayáis llegado ya, no creo que hubiera resistido mucho más… colocad la piedra ahí- señaló un compartimento de la cápsula de suspensión.

El mago obedeció y en cuanto cerró la tapa, los tubos que iban a la herida se iluminaron y poco a poco, la oscuridad fue remitiendo. Cuando acabó el elfo del vacío drenó el tanque y sacaron al trol, aun inconsciente de ahí. Se le veía desmejorado, y aún más delgado de lo que solía estar, pero por lo menos aquella oscuridad ya no se lo estaba comiendo. Ember visiblemente preocupada permanecía a su lado, atenta a los cambios.

Poco a poco el desmejorado druida comenzó a despertar. Parecía totalmente perdido –lo cual en una falla del vacío era normal- y en un principio no pareció reconocer al grupo, pero según se fue recuperando se le aclaró la mente y se levantó. Los demás no tardaron en darle la bienvenida, la maga en especial y por un momento se les olvidó el monumental cansancio que tenían todos. Sólo el mago con su particular carácter se mostró más distante, lo suficiente como para darse cuenta de que el ren’dorei había desaparecido. Disculpándose un momento, aunque no estaba seguro de que se hubieran dado cuenta se marchó por donde habían venido y no tardó en ver al pícaro junto al portal y otro ren’dorei, este parecía mago. Un elemental de fuego estaba también con ellos.

– ¿Picado por la curiosidad?- el pícaro se percató de su presencia sin siquiera darse la vuelta- Estamos devolviendo esto a dónde pertenece… y sin armaduras sólo un elemental puede aguantar ahí.

– ¿Y por qué no lo enviasteis a él a por la piedra?- preguntó el elfo de sangre llegando a su altura.

– No resiste más que unos minutos, en ese mundo ni si quiera existen los elementales. De hecho vamos a necesitar más de un elemental para poder devolver esto a su sitio.

El mago no preguntó por qué no habían usado ese portal o uno más cercano al objetivo para acceder a ese mundo, ya se lo había explicado antes… no era lo mismo un portal del vacío a un mundo tan peculiar como ese que llevar un anclaje a ese mundo y usarlo desde ahí. Su primera visita ahí había sido muy caótica según el pícaro, pero no había especificado si había sobrevivido sin armadura o cómo la había conseguido sin entrar en el planeta. Vangelys se imaginaba que había usado también un elemental para aquello…

– Devolverá las armas y las armaduras a su sitio, y cuando vuelva cerraremos el portal. No queremos que nada de allí pase a Azeroth ¿verdad?

El sin’dorei negó con la cabeza sin apenas prestar atención, sumido en sus propios pensamientos, mientras el elemental entraba por el portal llevando una caja. Tenía el tamaño suficiente para guardar todas las armaduras y armas que habían portado para la aventura, y su aspecto futurista combinando blancos con azules la situaba también con la tecnología de allí.

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Justo cuando terminó de pasar llegó el resto del grupo, listos ya para marchar. Los magos abrieron portales a sus respectivas ciudades y agradeciéndoselo una vez más al extraño ren’dorei, se marcharon de Telogrus.

Lunargenta, 2 días antes de la Batalla de Orsis

El cazador llegó a casa completamente extenuado. Había llegado por el portal junto a su hijo y el mago (Zel se había ido a Orgrimmar), descubriendo que era plena noche. Sin más dilación se despidieron y cada uno se fue a su hogar. Los únicos que parecían aún con energía eran Blackie y Engañifo, aún eufóricos por el reencuentro. Hæyhæ también se alegraba mucho de ver a sus dos compañeros, en especial a su inseparable Blackie por lo que antes de irse a la cama, les dedicó un tiempo y les puso comida.

Después, sin esperar a que terminaran se fue a la habitación y sin siquiera quitarse la ropa, se dejó caer en la cama. No tardó en sentir a sus dos amigos subirse a ella, pero eso no le impidió caer dormido en cuestión de unos pocos minutos.


A la mañana siguiente

Se despertó bien entrada la mañana, y con bastante buen ánimo. Las horas de sueño le habían sentado muy bien. Se dirigió al baño y se dio una larga ducha para después desayunar y casi ser arroyado por sus dos “compañeros de piso”. Un día normal, vamos.

Cuando estaba tomando un café oyó unos golpes en la puerta. Los felinos, como si de perros se tratara fueron disparados a la entrada. El cazador les siguió sin prisa y abrió la puerta.

– ¿Halduron?

El elegante elfo rubio de ropajes azules, le dedicó una media sonrisa.

– Al fin te encuentro ¿Dónde te habías metido?

– Es… una larga historia…

– Ya, como todas- El General Forestal se cruzó de brazos y arqueó una ceja- Los Errantes partimos a Uldum. Las fuerzas de N’zoth están atacando ahí. He tratado de contactar contigo, pero no encontraba rastro de ti o si quiera de tu gato…

– ¿Mew?- Blackie sabiendo que hablaban de él saludó al elfo dándole un toquecito con su enorme cabeza.

– ¿Contamos contigo?- preguntó acariciando al animal distraídamente.

– Por supuesto- contestó el cazador de inmediato.

– Bien, partimos ya. Prepárate.

Parecía que iba a preguntar algo más… quizá por el brillo de los ojos del cazador, pero al final se despidió y se marchó. Mucha prisa debían llevar para que no se entretuviera en algo así, así Hae se dio prisa y se enfundó en su armadura verde y dorada de forestal.

Entonces cuando fue a recoger su arco sintió como una descarga de poder, como la que había experimentado en el planeta alienígena recorrió su cuerpo e impactó sobre el arma, lanzando ambos por los aires.

El sin’dorei maldijo en varios idiomas mientras los dos felinos, con todo el pero erizado se acercaron a su dueño. Unas palmaditas sirvieron para que se calmaran. Algo aturdido el cazador se dirigió hacia su arma, esperando que su arma no hubiera sufrido daños, pero se encontró con una sorpresa… su arma había cambiado por completo, influida por la explosión e imbuida por un poder extraño, su aspecto era más parecido a las armas que había visto en su aventura, que a las típicas de Azeroth.

Con cautela el sin’dorei cogió el arma. Era fría y muy ligera al tacto, y rezumaba poder. Nunca le había importado la magia, pero lo desconocido… y más sabiendo la naturaleza de la “magia” de aquel lugar, no terminaba de convencerle.

No obstante, no había tiempo para dudas o rectificaciones, así que con un encogimiento de hombros marchó a la batalla.

En la Batalla de Orsis.

El paisaje desde lo alto era desolador, pero aquello no impidió a los Errantes hacer una entrada digna de libro. El sin’dorei había descubierto con gusto que aquel arco no sólo no necesitaba flechas si no que su alcance era superior a cualquiera que hubiera visto antes. Y aún de lejos las flechas resultaban mortales. Los qitir, acólitos y demás despreciables enemigos que había abajo caían con facilidad con sus certeros disparos, pero tenía que procurar que fueran lejos del ejército de Uldum, pues las flechas a veces explotaban al alcanzar su objetivo y no era el momento de averiguar si, como en el planeta desértico, distinguían entre amigos y enemigos.

La batalla en el aire no duró demasiado, uno de los aqir voladores hirió lo suficiente a su montura antes de morir como para que tuviera que realidad un aterrizaje de emergencia, cosa que a Blackie no le hizo la más mínima gracia a pesar de que tomaron tierra sin demasiados problemas.

– Eres un quejica- le recriminó el sin’dorei mientras despedía al dragón herido- los hemos tenido peores.

Su compañero felino le miró con cara de pocos amigos, pero no hizo nada más, sabía que no era el momento. Enemigos y aliados les rodeaban sin darse tregua los unos a los otros. Podía localizar varios gigantes de obsidiana, algunos ya muy deteriorados, una araña gigante recibienodo una paliza de un… parecía un caballero de la muerte, humano seguramente, y por último el enemigo principal, uno de aquellos ignotos descomunal.

– Vamos a ver qué tal les sienta esto de cerca…

Blackie lanzó un potente rugido como respuesta.

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El amanecer había empezado a teñir de suaves colores la terrible silueta de Gorribal cuando una onda de magia arcana tronó en el cielo y descencidió como un cometa sobre el en escueto campamento de Magni.

El grupo recien llegado, todavía apestando a humo y sudor, fue recibido por unos más que sorprendidos miembros del Anillo de la Tierra y el Círculo Cenarion que acudieron raudos a ofrecerles cobijo y sanación.

Beledori se sentía un poco mareada, y cuando se levantó tuvo que hacer un esfuerzo para mantener el equilibrio. Al translado titánico no le faltaba potencia, pero le faltaba delicadeza.

《Aunque claro, está hecho para seres de piedra y acero. Oye, ahora que caigo nunca he visto ningún forjado por los Titanes.》

—Oye, esto… señor caballero de la Muerte —dijo tras darse cuenta de que no sabía su nombre—. ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Y qué puedo hacer yo?

Aiden, que se había puesto en pie como había podido y había empezado a caminar hacia la entrada a la Cámara del Corazón, se giró y la miró con indiferencia.

—Descansa, novata. Ya has hecho lo suficiente.

—¡Pero quiero ayudar! —rezungó ella dando un paso hacia él—. No estoy herida, y no sería justo que después de haberme salvado no hiciera lo mismo por quien lo necesita pudiéndolo hacer.

Aiden levantó una ceja, sorprendido por las palabras de la joven maga. Tal vez fuera por estar acostumbrado a tratar con lo peor de Azeroth, pero aquel acto de bondad desinteresada le resultó chocante, pero puro y hermoso como un rayo de sol besando los claros glaciares de Rasganorte.

—Ayuda a los sanadores. Seguramente necesitaran hielo y fuego para tratar a los heri… —tosió débilmente—, heridos.

—Oh, sí. El añublo. Se me había olvidado. ¿Sigues necesitando ayuda o…?

Aiden se paró sobre la plataforma titánica, esbozando una triste media sonrisa.

—Se me pasará, Beledori. No te preocupes por mi. Por cierto, no me llegué a presentarme. Soy Aiden.

—Encantada, Aiden… espera. ¿Aiden? ¿El Hojagé…?

Un zumbido y un destello la interrumpieron durante un instante, dejándola sola con las palabras en la boca.

—¿…lida?



Magni le recibió en la Cámara con la preocupación y la premura grabados en su pétreo rostro de diamante.

—Por los Titanes, chico. Menos mal que…

—Enano terco y cabezota —le espetó Aiden con tono furioso mientras caminaba hacia el todo lo rápido que podía, lazando una ráfaga de golpes metálicos cada vez que Silencio, que usaba a modo de bastón, golpeaba el suelo—. Te advertí de que esto pasaría, ¡y no me hiciste caso!

Magni alzó las cejas en un gesto de sorpresa, y después, las manos.

—No hace falta ponerse así, Aiden —dijo en un tono conciliador.

—¿Que no hace falta? Os advertí a tí y a esos inútiles de la Alianza y la Horda que había que dejarse de fiestas y encontrar a Sylvanas antes de que lanzara su siguiente movimiento —replicó aún más enfadado; la niebla de sus ojos se agitaba descontrolada como una bandera frente a la tormenta—. Ninguno me hizo caso y ahora Orgrimmar en un caos. ¡Quien sabe la cantidad de bajas inocentes a estas alturas!

—Lo se, y lo siento. Tenías razón, pero no es tan sencillo como…

—Sentirlo no arregla nada —le interrumpió de nuevo antes de volver a gritar, esta vez hacia ningún punto en concreto—. ¡Wrathion! ¡¿Donde te has metido, maldita lagartija con alas?!

Magni se quedó mudo durante unos segundos mientras recorría la Cámara a grito pelado, completamente sobrepuesto a los restos del añublo a través de su pura ira.

—Me temo que no está aquí. Dijo que tenía asuntos que atender en Rocanegra.

Aiden paró en seco y estrechó sus brillantes ojos en una mirada asesina.

—¿Por qué no me sorprende? Esa niñ ato está más pendiente de limpiar el nombre de su traicionero Vuelo que de respirar —lanzó un bufido de desdén que le heló el alma al enano—. Por suerte no lo necesitamos.

Magni arqueó las cejas en un gesto de sorpresa.

—¿Ya tienes un plan? Aiden, acabamos de salir de la guerra con un Dios Antiguo. Las gentes de este mundo necesitan recuperar fuerzas.

—Pero tú y yo no. En cuanto localices a Sylvanas utilizaremos el Corazón de Azeroth igual que hicimos con N’zoth y la arrojaremos al pozo infecto del olvido que se merece.

—No es tan sencillo. La maquinaria de Uldum no se concebió para reoriginar un objetivo tan pequeño.

—¡Pues reconfigúrala! ¿Eres el Portavoz de Azeroth, verdad? Seguro que entre tú y MADRE podeis…

Esta vez fue el Rey quien interrumpió la conversación. El pie de Magni golpeó el suelo con fuerza e hizo temblar la cámara.

—¡Basta, Aiden! Acabamos de salvar a Azeroth de las garras del Imperio Negro, y aunque tu preocupación es fundada, tanto ella como sus Defensores están agotados. Atacar ahora es demasiado arriesgado, debemos esperar.

El rostro de Aiden se volvió sombrío y cenizo como las nubes de un volcán. Cada centímetro de su fria piel bullía de gélida furia contenida, lista para ser liberada. No obstante, toda esa ira se trasformó en un veneno que rezumó de cada una de sus palabras.

—Veo que has tomado tu decisión, Portavoz. Muy bien, estás en todo tu derecho. No obstante, si tu no vas a ofrecerme ayuda, tendré que buscar a otro que lo haga.

No hicieron falta más palabras. Aiden abrió un Portón de la Muerte y, tras una última y hostil miraa al viejo rey, desapareció de su vista.

La próxima vez que se vieran, todo sería muy diferente.

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Un martillo de Luz pura se precipitó sobre la Alma en Pena, el enano cargó hacia la elfa y golpeó su pierna…humo morado en la posición, miró a su espalda y allí estaba con arco en mano y una flecha lista

  • Eres bueno, pero enano, yo estoy a una escala que jamás serías capaz de imaginar. Disparó la flecha, esta cortó el aire dejando una estela morada, el enano creó un escudo de luz frente a el, este atrapó la flecha a escasos milímetros de su cara

El enano no esperó ni un segundo, otra espada sacra atravesó el suelo, otra vez Sylvanas se movió con el aire, salvo que esta vez el enano golpeó de lleno su carcaj, haciendola pedazos y haciendo saltar las flechas de este en añicos

  • Veo que yo también te subestimé, pero debes desaparecer para poder cumplir mi plan. Sacó otra flecha de su carcaj, el enano volvió a cargar, al llegar a las piernas dio media vuelta y golpeó en la parte posterior de la pierna derecha, la Alma en Pena volvió a difuminarse mientras que aullaba de tal manera que hasta las vidrieras se quebraron, un hilo de negra sangre regó el suelo

    Enhorabuena, has logrado hacerme un corte, ya estas al mismo nivel que ese vejestorio de Colmillosaurio, ¿de verdad crees que podrás detenerme, “adalid”?

El enano no contestó a la provocación, esperó al momento idóneo para invocar una espada sacra, otra vez esquivada por Sylvanas

  • Maldición, ¿Estas jugando conmigo verdad?.
  • Que audaz de tu parte paladín.

Salió corriendo hasta la entrada del Consejo, Sylvanas se le acercó con paso lento pero contínuo Y bien cachorrito, ¿quieres seguir jugando?.

  • Si, te has confiado, eres historia Sylvanas, estas acabada, tus apestosas bragas arderán, como tu lo harás pronto, arde en el infierno bragas mugrientas.

La voz espectral de Sylvanas amenazó al enano No permitiré que un saco de basura como tu arruine mi Plan La alma en pena colocó en su arco otra flecha y disparó, el enano intentó esquivarlo, no así pudo lograrlo cuando su pierna se quedó obstaculizada, Nathanos la agarraba con todas sus fuerzas

  • ¿Pero que… La flecha atravesó su armadura y se clavó en su pecho

  • ¿Natha…nos?, cerdo bastardo…Otra flecha impactó en su hombro izquierdo, haciendo que soltase la maza …no voy a permitir que vosotros 2 me mateis…montaña sagrada ven a mi… Su piel tornó del color y la dureza de la roca, su tamaño aumentaba al igual que quedaba imbuido de Luz, a su espalda 2 alas de Luz hacían acto de presencia

  • No te molestes, las flechas de la Alma en Pena acabarán contigo, ya estas muerto.

  • Como si fuese a irme solo, ¡Sylvanas! Se arrancó las flechas, tomó su maza y cargó otra vez contra Sylvanas, barrió su frente con su maza, dejando una estela de cenizas, la cual esquivó Sylvanas, de inmediato esta le disparó 3 flechas más, que quebraron en su dura piel, un golpe de Luz impactó en respuesta, prendiendo la capucha y de inmediato otro martillo de luz derribó a Nathanos

  • Tu te quedas quieto escoria.

  • He de admitir que pocos han logrado tal hazaña pero veamos cuanto puedes aguantar así. En efecto el enano ya se notaba fatigado y mareado por el intenso uso de energía de esa forma y la sustancia de las flechas que circulaba por su torrente sanguíneo

El enano cargó, la Alma en Pena esquivó, salvo que otro corte brotó de su pierna intacta, tras ello apoyó la maza en el suelo cuando se derrumbó

  • Mírate, no eres capaz ni de estar en pie, te recompensaré por tu hazaña, pasarás a ser mi siervo en la no muerte.

La forma de piedra cesó y Sylvanas se le acercó

  • No pienso servirte, ¡Nunca!.

  • Por favor, deberías sentirte orgulloso.

Escupió a los pies de Sylvanas, esta disparó una flecha a la espalda del enano, luego otra a su hombro derecho, el dolor que padeció el enano era indescriptible, el mínimo movimiento suponía sentir el acero punzando sus nervios

  • ¿Sabes que? te dejaré aquí como aviso para quien ose meterse en mis asuntos, ahora muere. El espectro de la Alma en Pena se esfumó de un plumazo

  • ¿Alma en Pena?, No me deje aquí, por favor ven a por mi…Nathanos se acercó cojeando al enano todo esto es por tu maldita culpa empezó a mover la flecha de su hombro, el enano en vano intentó acabar con la fuente de su sufrimiento Tu has herido a Sylvanas, ¿pero sabes que? llegáis tarde, tu muerte habrá sido para nada, vas a morir aquí solo, nadie te echará de menos sacó una daga y apuñaló entre 2 placas de su maltrecha armadura, notó la falta de aire de inmediato ahora agoniza, adios. Nathanos se fue cojeando desapareciendo entre los edificios

  • No pienso morir a manos de Sylvanas, si llego a Vega del Amparo podrán curarme, juntó sus manos rogando por una última ayuda, un leve haz de luz le respondió y pudo recuperar las fuerzas necesarias para ponerse en pie, salió caminando empleando la maza como bastón y comenzó a caminar por las callejuelas de Andorhal

Caminó a duras penas varios metros dejando un rastro de sangre a su paso, comenzó a sentir cada vez más frío conforme avanzaba, tropezó con un adoquín que sobresalía quedando tendido bocaabajo

Comenzó a arrastrarse mientras arrastraba a duras penas su maza, finalmente no pudo aguantar más y se quedó inmovilizado, unos eternos minutos pasaron cuando escuchó una voz familiar

  • ¿Un enano muerto?, no he visto en mi vida unas flechas de este tipo.

  • ¿N…Nhai…?

  • ¿Estas vivo?, espera no serás por casualidad…¿Rhod?

  • Si, escucha…me, Sylv…Sylvan…

  • Calla, tengo que llevarte a que te traten eso.

  • Olvídalo, es mi hora…escuha…me

  • No seas idiota, te llevaré a Vega del Amparo.

  • Syv…anas esta aq…uí.

  • ¿Sylvanas?

  • Si…esta aqui…

  • ¿Esa bastarda te ha hecho esto?

  • Si.

El pesado sonido de alguien totalmente cubierto en una armadura retumbó en el silencio de la noche

  • Quien iba a imaginar que nos veríamos de nuevo aquí Nhail.

Un tipo encapuchado y armado en una armadura blanca, portando una gran guadaña se les aproximó

  • ¿Aiden?, Se te perdió la pista hace tiempo…no tenemos tiempo, Sylvanas está aquí.

  • ¿Sylvanas?, al fin haces acto de presencia, Alma en Pena, ¿Que hay detrás de tí? se retiró un poco, mostrando al moribundo enano

  • ¿Rhod?, esas flechas…¿Sylvanas?, no me digas que te enfrentaste a ella.

  • Si, no debe hab…er ido lejos, Nathan…os debe estar cerca.

  • Gracias por esa información, ¿Hiciste frente a ambos?.

  • Si, aunque me temo que…acabé perdiendo…maldita bas…tarda…

  • ¿Que sabes de esas flechas?.

  • El pícaro observaba todo detalle de estas y de qué estaba impregnada, al final llegó a la esperada conclusión Tengo malas noticias… es mortal, no hay tratamiento ni antídoto para esto, nadie sabe que demonios es.

  • ¿Seguro que no hay nada? Deberíamos llevarlo a Vega del Amparo.

  • No llegaremos a tiempo El sonido de un cuerno retumbó en toda la ciudad, de inmediato el sonido de un ejercito de no muertos hizo acto de presencia

  • Bien es lo que nos faltaba, debe ser Sylvanas.

  • Quiero ayudar, dejad…me participar…

  • Tu descansa.

  • No me iré solo Logró abrir un vial de fluido negro y de un trago se lo bebió

  • ¿ESTAS LOCO?, eso es mortal. El elfo le quitó de las manos el vial al enano y lo tiró al suelo, el enano recuperó de inmediato la compostura, empuño su maza y se puso junto a elfo y humano

  • Ya estoy muerto, no voy a permitir que vosotros también.

  • Estas demente.

  • Quizás tenga una opción B en mente Miró al humano

  • No pensarás… El embate enemigo llegó, minutos después un mar de renegados y no muertos salpicaba la ciudad, con los 3 defensores indemnes

  • ¿Esto es todo lo que Sylvanas tenía? El enano junto al pícaro se desplomó

  • ¿Estas despierto? ni se te ocurra dormir ahora, despierta.

  • Aparta un poco, necesito espacio.

  • No estarás pensando en… ni se te ocurra empuño las dagas amenazante

El enano se levantó a duras penas

  • Hazlo.

  • ¿Estas seguro?, una vez que lo haga la Luz te abandonará.

  • No voy a permitir que lo alces.

  • Hazlo, muerto soy inútil.

  • Que así sea. El caballero de la muerte se subió la nívea capucha y empuño a Silencio

Un martillo de luz se precipitó sobre el elfo mientras que la guadaña le atravesó, el dolor inundó todas las fibras del enano que finalmente dejó de moverse

Su alma dejó el maltrecho cuerpo dispuesto a descansar por toda la eternidad, volvió a ver aquel impoluto y prístino lugar, aquel ser de belleza inconmensurable tal y como vio tras la puerta de Angathar, salvo que esta vez una fuerza descomunal tiraba de el hacia el vacío, hacia Azeroth, hacia la no vida, alargando el paso por aquel plano privándole del descanso eterno

  • ¿Que has hecho?.

  • Lo que el quiso que se hiciese, pocos son merecedores de esta oportunidad.

El enano comenzó a abrir sus ojos otra vez, ni la mayor de las resacas se igualaba a ese despertar, pudo levantarse poco a poco, finalmente se pudo sentar, pero algo era diferente, todo lo era

  • ¿Donde…estoy? la espectral voz que salía de su boca le confundió.

  • Bienvenido a la no vida, ahora eres un caballero de la muerte, desata tu ira contra quienes osen enfrentarte a ti ahora.

  • Esta sed de sangre…debo acabar con Sylvanas y Nathanos…esta voz…este frío…tocó su maza, ahora las runas se iluminaban con un leve resplandor azul celeste…así que ya no soy un paladín…

  • En efecto, ahora la Luz es tu enemiga, pero ahora tienes un poder aún más poderoso, iré contándotelo por el camino, vamos a por esa bastarda.

El enano se pudo poner de pie y comenzó a caminar, los 3 salieron de las ruinas de Andorhal

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Años vagando en la oscuridad de este mundo buscando respuestas.

Han pasado días, incluso semanas desde que pisé estas arenas. El hedor acumulado en las dunas describe el dolor de las almas atormentadas de esta guerra sin sentido.

Me he preparado y he estudiado mucho en mi vida, he ganado una fama que al final me he llegado a creer y me ha hecho encerrarme mucho en mi mismo. Me he ido olvidando de todo lo que algún día me importó sin ningún tipo de razón y todo por venganza y ser mas fuerte cada día.

Los héroes que lucharon contra el terror hace tanto años han caído en el olvido, sus canciones ya no se escucharán mas, sus mitos y leyendas han muerto, he visto como grandes guerreros perdieron la vida en vano y como otros huían hacia los rincones de Azeroth para salvarse a si mismos del terror.

Me encontraba en un camino perdido entre el Ascenso del Hacedor y Orsis, a medida que avanzaba las tormentas de arena se hacian mas y más intensas. A lo lejos vi un gran incendio, parecía ser algún templo … me acerque a echar un vistazo. No se oían gritos de dolor ni el acero de las espadas, ni siquiera se escuchaban las brasas del enorme fuego.
Con mi cansado andar fui acercándome al triste lugar; el olor era muy intenso y el silencio … absoluto.

Al llegar me acerque al fuego, mis ojos no alcanzaban a ver el fin de esa columna de llamas en la que se había convertido aquel solitario y humilde templo, dirigí mi vista al corazón del fuego durante un tiempo, me pareció oír extrañas voces pero no les di demasiada importancia.

Mis ojos cansados se cerraban cuando de repente un gran resplandor salió desde las entrañas del fuego cegándome por completo, desorientado me cubrí durante unos segundos de la intensa luz, sentí el calor del fuego y poco a poco empecé a apreciar sonidos que me describirían la batalla que estaba a punto de presenciar.

Cuando abrí los ojos me encontraba en la feroz batalla, estaba confundido … no sabia porque estaba ahí y que estaba pasando: una horda enorme de K’thir y varios empaladores aqir controlados por estos estaban cargando contra un grupo de soldados que se mantenían en pie, desafiantes.

Sus miradas transmitían valor, coraje y fuerza.

Los guerreros empezaron a ser rodeados por los enemigos y poco a poco perdían terreno. La tenacidad, la habilidad y el poder de los guerreros era impresionante, pero no era suficiente para tal innumerable ejército.

Aun no comprendía el porque de esta visión tan desconcertante, solo quería despertarme y seguir mi camino, nada tenia sentido.
Aquellos esbirros notaron mi presencia y cuando abrí los ojos me encontraba ya en la feroz batalla, estaba confundido, no sabia porque estaba ahí y que estaba pasando.

Inexplicablemente, aquellos esbirros notaron mi presencia y decenas de Espinas Lacerantes se dirigían desde la lejanía, no tenía tiempo para pensar en que demonios estaba pasando. Cerré los ojos y un manto de las sombras me envolvió y pude protegerme de aquellas espinas salvando mi vida, no tenía tiempo para pensar en que demonios estaba pasando.
Muchos esbirros empezaron a venir hacia mi, la confusión se hacia cada vez mas presente y me costaba pensar con claridad; empecé a pensar que moriría en aquel lugar.

Una voz familiar sonó en mi cabeza, era alguien pidiendo ayuda desesperadamente a gritos, pero no veía a nadie, no sabia nada de los guerreros, pensé que todos estaban muertos.

Los esbirros se encontraban cada vez mas cerca, empecé a lanzar algunas granadas aturdidoras con tal de conseguir tiempo y asi conseguir ralentizarlos, pero al parecer no hizo efecto y me di por perdido. Uno de ellos se puso delante mía con la intención de cortarme la cabeza … cansado y sin fuerzas no podía evitar el fatal final … cuando entonces … alguien me empujó brutalmente tirándome al suelo salvándome del poderoso corte, me dí un golpe fuerte en la cabeza que me dejó un poco aturdido, no obstante me dio tiempo a ver a aquel grupo de guerreros los cuales creí muertos.

Ellos me habían salvado.

Cuando volví en mí, me encontraba en el mismo lugar con el templo hecho cenizas y escombros.

Lo primero que vi fue a uno de los guerreros … un mago, también creí ver a un hermano de sangre, un Errante pero no tenía ningún sentido encontrarme con un Errante en aquel lugar … tal vez solo estaba confuso.

El mago no dijo más y se fue con los demás compañeros.

Me levanté del suelo, cogí mis cosas y decidí continuar mi viaje hacia Ny’alotha.

De nuevo aquellos susurros provenientes de la armadura me susurraban, cada día eran mas intensos, cada día me costaba mas controlar mis pensamientos y si no conseguía mantener mi espíritu en calma podría ser fatal.

‘‘Te ahogarás en la sangre de lo infinito’’

Seguí un tiempo pensando en todo lo que había pasado y en la razón de tal acontecimiento, ¿quiénes eran y por qué aquel cazador me resultaba tan familiar?, ¿y aquella voz pidiendome ayuda?

La armadura nuevamente me impedía pensar con claridad …

‘‘La luz muere en los abismos sin fin … sombra del viento …’’


Continuará


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Año 32, entre la caída de Kil’Jaeden en Tumba de Sargeras y la Batalla por Dazar’alor .


El cielo se teñía en tonos azulados, el ambiente era húmedo.
Me dirigía a mi pequeña habitación después de un largo día de entrenamiento con Halduron y los novicios Errantes, todo estaba ordenado exceptuando un pequeño escritorio lleno de libros y tomos que contenían en parte todo mi saber sobre la magia y la vida de los antepasados de mi pueblo.
Me disponía a comer algo y a seguir copiando los libros que El Alto Examinador Tae’thelan Mirasangre de los Relicarios me había mandado copiar, decía que además de aprender también realizaba un trabajo con ganarme la vida y pagar los estudios de magia.

El Relicario es una organización de Elfos de Sangre dedicada a la adquisición de poderosos artefactos mágicos, una organización principalmente de elfos de sangre para adquirir poderosos artefactos mágicos para los sin’dorei, a través de estos moderados y controlados métodos, Tae’thelan en última instancia pretende liberar a su pueblo de su adicción a la magia y unirlos como la raza orgullosa y poderosa que una vez fuimos.

El Relicario posee una cámara llamada ‘‘La Gran Cámara’’, aunque su ubicación es un secreto celosamente guardado que sólo los miembros de más alto rango de la organización lo saben, algunos creen que no está en este plano de existencia


Halduron me decía que un gran poder habitaba en mi pero que para utilizarlo primero debía saber canalizarlo lo cual llevaba horas y horas de práctica tanto en la magia como en el conocimiento y eso me agotaba hasta el punto de quedarme dormido en cualquier momento, pero ese día no.
Notaba más energía de lo normal en mi, había algo en el ambiente que me inquietaba y que no podía describir, decidí aprovechar esa energía para practicar un poco más la magia, después de un largo rato realizando pequeños hechizos me dispuse a copiar el último libro que me habían encargado, estaba encuadernado en cuero rojo y ornamentado con símbolos rúnicos cosidos con hilo dorado, el titulo estaba grabado a fuego en la portada y en el lado sus páginas estaban amarillentas por el tiempo, parecía que había estado años en alguna estantería o armario.

Me dispuse a abrirlo, pero algún tipo de poder o fuerza sobrenatural me impedía hacerlo … estaba como hechizado, decidí ir a dormir y al día siguiente enseñárselo a Tae’thelan.

No pude dormir en toda la noche, cuando amaneció me dirigí directamente hacia la sede del Relicario con el libro, me recibió un poco extrañado ya que era normal en mi llegar tarde y ese día me adelantaba más de media hora, me ofreció algo de vino y un trozo de pan de semillas, y me preguntó:

  • ¿ Cómo es que hoy has llegado tan pronto ?
  • ¿ Uno no puede volverse un poco más responsable de un día para otro? – respondí
  • Sí, pero de ti no me lo esperaba - Dijo entre risas
  • La verdad es que hay algo que me tiene en vela gran Tae’thelan.
  • ¿ De qué se trata ? — Pregunto extrañado
  • Es este libro — Saque el libro de mi mochíla y se lo mostré

Cuando lo vio se quedó blanco y muy sofocado preguntó:

  • ¿ Quién te ha dado esto ? ¿ Alguien más lo ha visto ?
  • ¿ Por qué ? — pregunté
  • Es algo que no te puedo contar, hoy tienes el día libre — Dijo con voz un poco temblorosa.

Marché hacia mi habitación intrigado por aquel extraño libro, pero no quise darle más vueltas y fuí a disfrutar de mi día libre.

El día transcurrió como otro cualquiera, yo me dediqué a practicar mis pésimos hechizos y a copiar un par de manuscritos antiguos, cuando quise darme cuenta Belore decidió ocultarse y el cielo se había cubierto de nubes negras que anunciaban una tormenta bastante fuerte cosa que no es normal en Bosque de Cancion Eterna, me aseguré de cerrar bien las ventanas, de poner un cacharro donde otras veces habían salido goteras, cerré el tiro de la chimenea, apague las ascuas para que no se llenara todo de humo, encendí unas velas y me dispuse a seguir copiando, pero alguien llamó a la puerta de mi habitación, abrí la puerta desconfiado y mi sorpresa fue cuando vi a Tae’thelan con un petate y su toga de viaje y sin esperar un segundo dijo:

  • Prepara tus cosas nos vamos de aquí.
  • ¿Qué pasa? ¿Tiene que ver con el libro? — Pregunté
  • Ya habrá tiempo para preguntas, ahora corre — Dijo con tono serio

Preparé ropa para un par de días, unas piezas de fruta, pan de semillas y una cantimplora llena de agua y salimos de la majestuosa Lunargenta bajo la capa de lluvia.

  • ¿Qué es ese libro?
  • Si este libro cayera en manos equivocadas podría desatar un infierno … Nhail.
  • ¿Y qué vamos a hacer con él? - Pregunté preocupado
  • Basta de preguntas — Dijo jadeando por el cansancio — Solo sé que tenemos que darnos prisa, y evitar ser el centro de atención

Seguimos caminando por el bosque hasta el medio día, la lluvia había cesado hacia un par de horas, estábamos agotados y decidimos parar a descansar, estuvimos hasta media tarde parados.
Comenzamos a andar hacia Tierras Fantasma y después de unos 40 minutos caminando llegamos a los lindes del bosque, nos adentramos a paso ligero, empezaba a oscurecer y estábamos en peligro por los resquicios de la plaga que todavia merodeaban por allí.
Tae’thelan empezó a lanzar un conjuro y se iluminó una especie de lamparita sobre su cabeza la cual iluminaba el camino, seguimos andando, cuanto más nos adentrábamos en el bosque más angustia sentía en mi interior, las copas de los árboles se entrelazaban entre ellas no dejaban pasar ningún tipo de luz, entre los arbustos se reflejaban los ojos de algunos animales, los lobos aullaban en lo más alto del bosque, seguimos caminando y llegamos a un claro iluminado por la luna y en medio se erguía una figura con unas líneas bastante inusuales, al vernos de sus fauces salió un rugido aterrador que nos heló el alma.

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Un futuro no muy lejano, Forjaz
La noticia de la muerte de Sylvanas aún estaba en boca de todos, un nuevo e incierto futuro se abría paso, pero el enano tenía una preocupación mayor, volver a casa

  • Debo hacerlo, ya lo he ensayado bastante, entro y digo que estoy resfriado, que las lentes son por una lesión y las canas…maldita sea, ¿enserio estaba la peluquería en reformas en un momento así?, mira que es inoportuno…

El enano entró a la taberna, sin clientes y limpia, subió a la planta superior y tocó la puerta de la estancia de sus padres

  • He vuelto, esta la cosa candente con lo de Sylvanas.
    El varón salió, su madre rápidamente le abrazó

  • ¿Oye estas un poco frío no?, ¿que le pasa a tu voz?, esta como ronca…

  • He pillado un trancazo de vuelta, dormí al raso pero no os preocupeis.

  • Te estas haciendo todo un señor, mira esas canas je je, la última vez tenias todo el pelo bronce.

  • Anda calla…tampoco soy tan viejo.

  • Quítate esas lentes, aquí no pega el Sol idiota.

  • No puedo, sufrí una herida en los ojos y me han dicho que no puedo quitármelas por el momento, pero no pasa nada.

  • ¿Te han herido?, ¿Que te dijeron?.

  • Es superficial, en 1 mes estoy como nuevo.

  • Bueno espero que tengas hambre, por que esta noche hay cocido de javaespín.

  • Hace tiempo que no como algo decente como si me hiciese falta.


Horas después los 3 sentados en una mesa de la cocina mientras la clientela habitual daban banda sonora a la cena se encontraban ante su humeantes platos hasta el borde de trozos cocidos de javespín, patatas y otros ingredientes, en vida el enano adoraba ese plato, en no muerte sin embargo su gusto ya no era el mismo

  • Pero come algo hijo, llevas 5 minutos mirando el plato, ¿acaso no tienes hambre?.
  • Tengo un poco de malestar en el estómago pero no te preocupes, nunca diría no a uno de tus platos, ni muerto.
    Su padre le dio una cariñosa colleja Pues come ya que se enfría.

El enano tomó un trozo de javaespín y se la metió en la boca, apenas notó un ápice del delicioso sabor que recordaba que tenía pero hizo como que lo saboreaba mientras lo tragaba, por un momento miró el plato con melancolía

  • A ti te pasa algo, desde que llegaste has estado muy apagado, el Drez que yo recordaba ya estaría hablando de las pericias y locuras de su viaje y aventuras, ¿Que es de la pareja elfa de Dalaran?, ¿como te va el negocio?, ¿has encontrado una enana que nos de nietos de una vez? aja ja…

  • Ah… perdona pero es que ha sido un día muy largo, simplemente estoy cansado.

  • Pues báñate y duerme, ya veras mañana como estas más animado.

  • Claro…claro… Siguió “comiendo”


2 horas más tarde

La taberna ya cerró sus puertas, las sillas estaban recogidas y el comedor límpio y listo para el día siguiente, el enano estaba bañándose en la lustrosa bañera de mármol que tanto le costó pagar y tan poco disfrutar, tras la pared la habitación de sus padres que ya estaban en la cama pero hablando en pareja, mientras jugueteaba con los pedazos de hielo formados en la superficie de la bañera algo hizo que apoyase la oreja a la enlosada pared

  • Te digo que hay algo raro, se le ve envejecido.
  • Ha estado todo el día fuera, simplemente esta cansado.
  • Es extraño, no es el mismo, juraría ver algo azul en sus ojos, aunque con esas lentes poco pude ver.
  • Sus ojos son azules, claro que lo verías…aunque al abrazarle noté su piel fría…como si estuviera muerto.
  • ¿Y esas canas?..hay algo raro en el…mañana le preguntaremos.

El enano escuchó la conversación hasta que dejaron de hablar del tema para hablar sobre la subida de precios del trigo, dejó de escuchar entonces, más tarde se fue a la habitación y se acostó en aquella cama sin usar

  • ¿Debería contárselo?, ¿Decir que voy a hacer un viaje muy largo?, ¿Hacer que piensen que he muerto?.. No quiero hacerles sufrir más… al final la verdad sale a la luz, y no dejo de ser su hijo en el fondo, espero que lo comprendan. Cerró los ojos, pese a no necesitar dormir una cabezada no le haría ningún mal

La mañana siguiente

La taberna aún permanecía cerrada, su padre estaba preparándose un café mientras leía la portada del periódico, el no muerto bajó al comedor y se le acercó

  • Buenos días, ¿alguna noticia interesante?

  • Bah, esa sequía en Páramos de Poniente ha hecho subir el precio del trigo un 15%, se viene un año malo Drez.

  • Bueno, solo hay que sortearlo como siempre hemos hecho.

  • Apartó el periódico y puso en su lugar unas tostadas y la taza humeante de café ¿Quieres uno?.

  • Que va, yo suelo desayunar mas tarde, cosas de mi horario.

  • Como veas, ya eres mayorcito… ¿soy yo o tu barba ha perdido más color?.

  • Tengo que contarte algo, pero mejor fuera, demos una vuelta.

  • ¿Que pasa? de acuerdo, la verdad es que te veo cambiado.
    Ambos salieron de la taberna, dejando a su madre durmiendo un poco más, caminaron un rato por las aún vacías calles de Forjaz hasta llegar al banco central, allí el caballero de la muerte se detuvo en seco

  • Padre he de confesar algo…estaba nervioso por confesarle la nueva realidad de su ser yo digamos que…sigo siendo yo, Drethz pero…suspiró…pero morí hace un tiempo a manos de Sylvanas se quitó las lentes exponiendo sus espectrales ojos

  • Drethz…¿pero que te ha pasado?..¿muerto?..cayó de rodillas …¿mi hijo muerto?..

  • Sigo aquí, y os quiero igual que lo hice en vida, si ahora soy lo que soy es por que no quise que todos mis seres queridos quedasen en peligro por eso yo… pedí que me levantasen…voluntariamente.

  • Hijo…pero tu…¿que eres tu?..¿por que?..

  • Sigo aquí, y siempre seguiré, para protegeros a todos abrazó a su padre, sintió pena pero no podía llorar
    Lo hice por todos, no te preocupes que no sufrí, yo sigo siendo yo en cuerpo y alma y eso nadie será capaz de arrebatármelo.

Pasaron abrazados un buen rato, tras ello se sentaron en un banco y se pusieron al día

  • No, no soy como esos descerebrados de la plaga.
  • Pero entonces tu no eres ya un paladín…
  • Me temo que no, ahora tengo otro tipo de poderes, aunque siento aún el vació tras dedicar mi vida a la Luz, no te voy a mentir.
  • Ahora esta la cuestión de decírselo a tu madre.
  • Estas asimilándolo bien, temía perderos para siempre otra vez.
  • Tu siempre serás mi hijo, vivo o muerto o lo que seas ahora.
  • No muerto, no estoy muerto del todo pues mi alma sigue en Azeroth y controla mi cuerpo pero evidentemente vivo no estoy no.
  • Así que por eso no comiste a gusto el estofado de tu madre eh…
  • A ver comer puedo comer, dormir o “respirar” también, todas mis funciones vitales quedaron más o menos intactas al haber sido levantado nada más haber muerto pero… el gusto y el olfato cambian…y no me emborracho nunca.
  • Eso es una gran ventaja, puedes beber y beber sin problemas.
  • Si, aunque no es lo mismo…añoro la vida, pero la no vida me proporciona unas oportunidades únicas.
  • Bueno, vamos a contárselo a tu madre.
  • Claro…

En la trastienda, unos minutos más tarde

  • Cari, tu hijo tiene algo que decirte.
  • ¿Que tienes una novia al fin? Al fin voy a tener nietos.
  • Esto…me temo que nietos no tendrás mama.
  • Espera…no me digas que… ¿me has salido elfo?..ya sabes…de la otra acera.
  • ¿Que?, noo eso no, es otra cosa.
  • Digamos que tu hijo ha visto lo que hay al otro lado del túnel.
  • No entiendo.
  • Que esta muerto cari, que es un ¿caballero de la muerte?.
  • No estoy para bromas ahora, teníamos que haber abierto hace 10 minutos.
  • Madre, tiene razón se retiró las lentes mostrando sus ojos otra vez hace un tiempo Sylvanas me mató, digamos que un compañero de armas me hizo el favor de levantarme y ahora estoy aquí.
  • ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH! ¿Que has hecho con mi hijo?.
  • Sigo siendo yo.
  • Tu eres un monstruo, deja de hablar como si fueses el.
  • QUE ES EL, ¿de verdad vendría hasta aquí para otra cosa?.
  • Es mejor que salga un momento, mi presencia es demasiado para ella por el momento.
  • No te preocupes, hablaré con ella, mientras ocúpate de los clientes por favor.
  • Claro salió a la recepción

Un humano ataviado con una pulcra armadura lo escuchó todo mientras esperaba

  • ¿Desea tomar algo, una habitación?.

  • Solo escuché los gritos, entiendo lo que paso… un momento, tu me suenas de algo…¿tu no estabas con los que vencieron a N’Zoth?.

  • Ah, claro era el enano paladín, pero las cosas se torcieron mucho desde entonces…demasiado.

  • En circunstancias normales ni hablaría con tipos de los tuyos, pero contarle a tus seres queridos lo sucedido…te honra, así que perdiste el favor de la Luz… debió ser duro.

  • Ya ando acostumbrándome, pero si, ver a los tuyos mirándote con desprecio…intenté ir a Capilla en plagas, pero ni me dejaron entrar y menos con lo sucedido durante el ataque de la Legión, no me dejaron honrar a mis camaradas caídos.

  • Tengo un contacto en Plagas, un humano que antes estaba por los bajos fondos, quizás podría intentar que tu homenaje llegue.

  • Creo que conozco a aquel tipo, pero me sentiría honrado si mi ofrenda llegase a sus tumbas.

  • Claro, me ocuparé personalmente de ello, llamame Frandal.

  • Drez ya puedes entrar, anímala que esta destrozada.

  • Voy… toma mi tarjeta por si quieres contactar conmigo, y muchas gracias por el favor Frandal, si necesitas el mio estaré encantado de ayudarte, de paladín a viejo paladín.
    El enano entró, vio a su madre sentada con los ojos rojos y la cara llena de lágrimas

  • Hijo…¿de verdad eres tu?.

  • Claro que lo soy, sigo siendo aquel liante que se perdía por el mercado cada dos por tres, el que rompió un diente de leche a aquel niña.to en la escuela, el que se quedó viendo las caras de la tercera guerra, sigo siendo yo.

  • ¿Por que hiciste esto?, ¿Como moriste?.

  • Fue una trampa, me encontré con Sylvanas y Nathanos en Andorhal, me enfrenté a ambos, pero no fui capaz de acabar con los 2 en vida, no me pude permitir morir con aquella basura amenazando a todo el mundo, por eso pedí que me levantasen, como le dije a mi padre antes, no sufrí dolor, fue una muerte rápida, cuando me dí cuenta ya estaba de vuelta, entiendo si no quieres volver a verme, pero tenía que veros una última vez y contaros la verdad.

  • No te vayas, eres un idiota…idiota…te has sacrificado 2 veces por nosotros, no quiero perderte otra vez.

  • No lo haré, viviré por milenios y nadie será capaz de acabar conmigo, así que no te preocupes, yo siempre estaré aquí.

  • Juramelo.

  • Te lo juro.

  • ¿Que te pareció el cocido de ayer?.

  • Fue el primer sabor reconocible y delicioso que he tenido desde que morí.
    El tiempo transcurrió lentamente en la burbuja formada por la familia, ajena al creciente ajetreo de la calle

2 semanas más tarde

  • Así que te vas de nuevo, ¿a donde esta vez?
  • No lo se, tengo que buscar a un compañero de armas.
  • Anda ten cuidado y vuelve vivo…erm…bueno tu ya sabes.
  • je…claro que lo haré, y pensar que compré una casa en Dalaran que apenas piso…ya os la enseñaré cuando vuelva.
  • ¿Tienes casa propia?.
  • Claro, pero apenas la piso, si queréis ir de vacaciones a Dalaran la tenéis a vuestra disposición.
  • Nuestro hijo se nos ha hecho todo un hombre.
  • Si, un hombre muerto padre, nos vemos.
  • Cuidate.
    El enano salió cargado hacia su próximo y desconocido destino
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