El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

El hipogrifo bebía de una charca cenagosa mientras los 2 pasajeros descansaban en la jungla del crater de Un’Goro, el contraste entre las yermas tierras de Silithus, Uldum y Tanaris era destacable, enormes arboles ancestrales se erigían en una lenta competición por intentar captar la luz y no verse atrapados bajo el foliaje de sus competidores, se podría decir que era el ejemplo perfecto de Azeroth y sus eternas guerras, como fuere eso proporciona un oasis de humedad y verdor en medio del desértico sur de Kalimdor, una zona de descanso y reposo si no fuere por su fauna autóctona, a la espera de cazar al incauto que se confiase

  • No hemos hablado nada durante el viaje, ¿Que nos pasa en el futuro?.
  • No debo hablar de ello, quiero cambiar el futuro, pero hasta que maten a N’Zoth todo debe seguir su curso.
  • ¿Y después?, ¿Que sucede tras la muerte de N’zoth y tu retorno al pasado?.
  • Lo mismo, no debo contaros nada salvo aquellos hechos que quiero cambiar pues el futuro podría cambiar drásticamente si hago eso y de hecho mi presencia aquí y tu colaboración ya lo ha hecho pues en “mi pasado” nunca hubo un “yo futuro”.
  • Si quieres cambiar el futuro entonces ¿Por que temes tanto alterarlo?, ¿No es precisamente lo que quieres hacer?
  • Quiero cambiar un momento clave para el cual probablemente necesite tu ayuda, pero hasta que llegue debo mantenerlo en secreto, si ese momento clave es alterado entonces no se que podría pasar.
  • Otra cosa, llamaste a Aiden “bastardo traidor”, ¿te levantó en contra de tu voluntad?.
  • Se lo pedí, no te puedo decir mucho de el por ahora pues es vital su apoyo contra N’Zoth pero te aviso, nos condenará, ten mil ojos sobre el y avísame de cualquier sospecha que levante, quizás si logramos llegar a la raíz podamos evitar que se convierta en…que nos traicione.
  • No haces más que crearme más preguntas, ¿Siguen existiendo las facciones?, ¿Tendré una esposa e hijos?.
  • No puedo responderte a ninguna de esas preguntas lo siento, eso solo el tiempo te lo responderá y espero que no nos lleve a mi futuro.
  • Has cambiado mucho en este tiempo, ¿por que has tenido que pasar para llegar hasta aquí?
  • No quieras saberlo, no sabes lo que es perder a todos tus seres queridos ante alguien al cual consideraba compañero de armas, la frustración de no lograr pararlo, ver ciudades helarse y con ello todos sus habitantes, intentar detenerlo…y fracasar una y otra vez…os falle a todos y jamas me lo perdonaré.
  • Tienes una nueva oportunidad aquí, lograremos parar ese futuro y alcanzar uno prospero, uno donde no pensemos que pueda ser nuestro último día, te lo aseguro.
  • Eso mismo dijiste la noche anterior a tu ejecución.
  • ¿Ejecución?.
  • He hablado de más, es increíble que me haya puesto sentimental… deberíamos irnos ya, Chromie nos espera.
  • Alto, de aquí no nos vamos hasta que me respondas unas preguntas.
  • Adelante.
  • ¿Por que vamos a ver a Chromie?, ¿Por que te envió al pasado?
  • Tenemos que hablar con ella para conocer más de esta nueva “linea”, mi presencia ya ha tenido que cambiar cosas y cuanto más sepa mejor…en cuanto por que me envió al pasado, no me dijo mucho pero se ve que si continuaba entonces Azeroth titan estaría en problemas y por ende el cosmos, se ve que Azeroth se nutria de la energía vital del planeta o algo así y al mantener en “pausa” a esta nacería débil o entraría en coma, como te digo ella también evito decirme más de lo necesario.
  • Esto se me hace grande perdona, ¿vida en pausa?, ¿cosmos?, ¿Que tiene eso que ver con Aiden y tu futuro?..Una sola persona sería incapaz de lograr algo así.
  • Es capaz, se cegó por su objetivo de proteger Azeroth y al final el fue la mayor amenaza de esta, intentamos hacerle entrar en razón pero me temo que aquello solo hizo cegarle más haciéndose creer que era el único protector. Ya he respondido tus preguntas, ahora vayámonos.
  • En cuanto a eso de mi ejecución, ¿que pasó?.
  • Lo siento pero me temo que si te cuento algo ahora las cosas se pongan peores pero le juré a tu yo futuro que lo evitaría.
  • ¿Me permite una última pregunta?.
  • Adelante, pero que no sea relacionada con el futuro.
  • Digamos que logramos salvar el futuro, entonces…¿que pasaría contigo?, osease con tu “yo Dk”.
  • Buena pregunta, puede que al lograr evitar que muera y por ende ser levantado simplemente desaparezca como una anomalía temporal, por otra que simplemente me quede aquí si el tiempo es lineal, todas las posibilidades son posibles…aunque seguramente acabe con mi no vida para entonces si mi propósito se cumple, le dejaría a mi yo “presente” que disfrute del futuro que quiero legarle.
  • Es injusto, ¿por que cargas con el mundo tu solo?, ya has pagado con tu vida por ello, ¿por que no pides ayuda?.
  • Es una cuestión que llevo pensando por años, pero parece ser que ese es el propósito de mi vida, todos los sucesos del pasado me han llevado a esto, desde ver los estragos de la plaga, la matanza de Strattholme, la taberna de mis padres ardiendo, los bajos fondos, encontrarme con el grupo en Cuna de Invierno, Uldum… se podría decir que soy un mero instrumento de algo superior.
  • Ten un poco más de respeto por ti ¿Un instrumento? ¿de verdad te consideras tan poco?.
  • Vayámonos, el hipogrifo ya esta descansado.
  • Te aseguro que lograremos construir un futuro mejor para todos, anímate un poco que lo lograremos y si Aiden se revela ya le daremos una paliza que no olvidará, será fuerte pero aún no tanto para poder contra todos y quizás si logramos hacerle entrar en razón ni haga falta, ahora vayámonos.
  • Algo parecido me dijiste, pero confió en lograrlo…como quise decirte aquella noche, muchas gracias por todo.
  • Nada para eso estamos, ahora cambiemos de tema un poco que ya andas deprimiendome a mi también, necesito tu ayuda para otra cosa…¿Que nombre le pongo a este hipogrifo?.
  • Recuerdo que tenias uno…aunque era más azulado… como es un hipogrifo debemos ponerle un nombre élfico ¿no crees?.
  • Por supuesto, tenemos un largo camino hasta Cavernas del Tiempo El enano no muerto embozó una leve sonrisa, quizás aquel peculiar pícaro tuviese razón y pudiesen evitar aquel distópico futuro
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En el futuro…

Podía verlo todo desde su tumba de hielo, desde las lejanas montañas que se difuminaban en el horizonte hasta los secretos más profundos y oscuros del mundo, los hilos de magia que lo mantenían en pie como si fueran una delicada telaraña de fuerza inconcebible. Sus ataduras de sólido hielo le habían atrapado en el trono con una fuerza tan constrictiva que solo podía mover sus azulados ojos, pero Aiden jamás se había sentido tan libre y poderoso, capaz de doblegar al mundo con una sola palabra.

Tal vez esa era la función del Yelmo que ahora reposaba en su cabeza, tal vez destinara a su portador a la dominación y la grandeza; pero esas consideraciones no le importaban nada, pues estaba muy por encima de esos deseos tan vanos. Lo que el creador de aquella corona maldita quería era insignificante, pues lo único que ahora importaba en el mundo era su voluntad.

Había reunido con un mero pensamiento a su fiel ejército, y ahora toda la Plaga atestaba cada rincón de la maltrecha Ciudadela, abarcando sus cámaras infinitas y peleándose para acercarse a su rey. Sobre los campos baldíos de Corona de Hielo se extendía un océano de muerte, un ejército atado a su voluntad sin frenos morales que lo detuviese, listo para hacer su oscura voluntad.

La sensación que daba tener tal poder era embriagadora, casi enloquecedora. Tenía bien claro que ahora podría conquistar todo Azeroth si así lo deseara, pero aquel poder era poco más que un brillante cebo que le distraía de la verdadera fuerza que el buscaba. El poder verdadero no yacía en ejércitos falibles, títulos o tierras, sino en la voluntad y en la fuerza de quien pudiera moldear el mundo a su antojo, como si fuera de arcilla fresca, con un chasquido. La única forma de salvar a Azeroth era convertirse en su más terrible guardián, en su verdugo personal.

Poder. Necesitaba aún más poder. Por ello, había reunido a toda la Plaga en un mismo lugar. Seguía siendo una lacra, un peligro para el mundo que debió haber sido destruido tiempo atrás, pero que ahora serviría a la causa más noble de todas.

El nuevo Rey Exánime dio una orden, la primera y la última, al fiel ejército que esperaba que lo mandara a la guerra contra los vivos. Su voz reverberó por toda Corona de Hielo como un poderoso trueno que acaballaba a toda la tormenta, como una avalancha implacable que aplastaba un bosque milenario sin piedad alguna. Su voz era dura e inexorable como la hoja del segador misma, teñida de un eco invernal que hizo tiritar al mundo a su paso por valles y grietas.

— ¡MORID!

Sus leales súbditos obedecieron sin dudar. El caos mismo tomó forma en la vorágine que sacudió toda la ciudadela, resonando como el ruido de cientos de cadáveres arrojándose desde las alturas, empalándose con sus propias armas o partiéndose el cuello al unísono, levantando un coro de horrendos chasquidos que hizo temblar las cámaras de hielo. Un terremoto de miles de cuerpo cayendo, inertes, al suelo sacudió el Trono de Hielo, agrietando la prisión lo suficiente para que el Carcelero de los Malditos esbozara una ávida y hambrienta sonrisa.

Luego llegó el silencio y con él su premio, el verdadero poder.

Almas, miles de ellas, que ahora se arremolinaban como un huracán imbuido por las sombras de la nigromancia, se alzaron sobre su trono con un coro de gemidos y llantos plañideros. La voluntad de la Plaga siempre había pertenecido a su maestro, pero ahora sería uno con él en la muerte. Las almas se concentraron sobre su cabeza, gimiendo mientras eran aplastadas y consumidas sin piedad hasta formar una sopa espectral, un mar de ánima lista para ser devorada por la callada guadaña que aún empuñaba con mano firme.

Aquel torrente era delicioso e inagotable, Silencio se estaba dando un festín sin precedentes. Su hoja vibraba en el hielo que la aprisionaba y sus runas parpadeaban con violencia en ciclos erráticos e impredecibles. El cielo se oscureció como si el Vacío mismo se hubiera tragado Azeroth, luchando contra los relámpagos de ánima que iluminaban el hielo y teñían de blanco la armadura de su maestro. Era vida, era muerte, y él bebió con ganas. Aquel poder era magnífico, inagotable, incontenible.

Aiden empezó a preocuparse. Silencio hacía lo que podía por engullir todas esas almas a la vez, pero por mucho que devorara estaba empachándose de almas. Había demasiado poder, y por un momento temió ahogarse en él. Los gritos de las almas que estaba devorando sonaron con fuerza en sus oídos, siendo arrastradas por una brutal fuerza que atravesaba su cuerpo como un barco atraviesa el mar, intentando aferrarse a la suya propia para salvarse de aquella voraz y sombría presencia.

El Rey Exánime pudo sentir como su propia alma empezaba a ser arrastrada junto a las demás, debatiéndose entre el tirón de Silencio y el de aquella impía corriente del más allá, como si estuviera atado por decenas de cadenas que le había atravesado el corazón.

Un último rayo cegó el mundo y, después, llegó la calma.

La Plaga ya no existía, y de su Rey solo quedaba un cuerpo inconsciente, un cadáver atrapado en el hielo de su ambición. Aiden había muerto, pero ni siquiera la muerte podía doblegarlo.

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  • Eres un bastardo terco. ¿Lo sabes? Nhail pudo escuchar la repugnante voz en la oscuridad, antes de sentir el extremo de su mentón siendo golpeado por los torturadores — ¿ Ni siquiera vas a hacer un poco de ruido ? — Hizo una mueca de dolor levemente

El elfo le escupió a la cara.

  • Tú…—Levantó el látigo con puntas de hierro una vez más— ¡ Bastardo !

La puerta se abrió detrás de él, dejando entrar el primer rayo de luz que Nhail había visto en horas …

  • ¡ Es suficiente por ahora ! — gritó alguien desde la puerta, mirando el sangriento desastre que se había creado

Caminó por la celda y retrocedió nerviosamente. Miró la mesa que había en el lateral de la habitación, estaba cubierta con múltiples armas y una peculiar armadura, era una locura imaginar que un solo hombre pudiera cargar tanto.

  • Ese arsenal de armas … ¿pertenece a este Elfo?
  • Sí, señor.
  • Suficientes armas para comenzar tú propia guerra, maldito bastardo.

El viejo “alcalde” <como se hacia llamar a sí mismo> miró al pícaro. Desde las cicatrices que cubrían su cuerpo hasta las cicatrices bajo su ojo … parecía que aquel elfo se había enfrentado a numerosas batallas.

  • ¡ Tú ! ¿Quién eres?

Nhail lo miró inexpresivo mientras una gota de sangre se deslizó por una herida en su mejilla derecha.

  • Un completo desconocido.
  • Has hecho algo terrible. ¡¿Tienes idea de lo que has hecho?! ¿ Por qué asesinaste a mis hombres ? La voz del alcalde temblaba levemente

Nhail arqueó una ceja …

  • ¿Te refieres a los títeres de la taberna?

Uno de los guardias sonrió y desenvainó su espada, pero el alcalde le gritó que se quedara atrás.

  • No tienes idea de lo horrible que es … nuestro dios—el alcalde comenzó a temblar, destellos de dientes afilados, tentáculos y escamas comenzaron a llenar su mente— Él … todo lo ve, una criatura perfecta y que, desde las profundidades de Azeroth nos gobernará a todos.—recordó los ojos del monstruo brillando en la más profunda oscuridad— ¡¡Nadie puede matarlo!!

  • Ya veo … por eso hicisteis un sucio trato con él.

Rápidamente extendió la mano, agarrando la cara del elfo con fuerza.

  • ¡ Alguien como tú jamás podrá comprender algo así ! —Le gritó — Un vagabundo errante … un don nadie.

El alcalde aflojó lentamente el agarre de las cadenas que sostenían las manos del elfo

  • Lo sé todo. Cómo es un monstruo que come carne humana —algo brilló en sus ojos, algo que parecía más que una ira cegadora —Lo sé … lo sé muy bien, mejor que tú, desde luego.

La sala permaneció en silencio.

  • Y sé que continúas proporcionándole comida como esclavo que eres de N’Zoth. —Los ojos del alcalde se abrieron —Lo viví en Ulduar, lo vi en las ruinas de Ahn’Qiraj, lo veo en mis visiones … sois todos igual de imbéciles con una mente débil, títeres … lástima. —Nhail sonrió

  • ¡ Yo … yo soy el alcalde ! —gotas de sudor caían por su rostro— ¡ Látigo ! ¡ Es mi deber proteger esta ciudad !

  • ¿ Proteger esta ciudad ?¿ No te referirás a protegerte a ti mismo ? le respondió en tono de burla

El alcalde dejó escapar un grito de dolor, agarrándose el pecho y cayendo de rodillas. Los guardias corrieron hacia él en pánico y Nhail comenzó a reír en voz baja.

  • ¡ Hazlo ! —el alcalde gruñó, nunca había sentido tanta rabia a la vez—Tortúralo tanto como quieras, no me importa.

Una sonrisa comenzó a crecer en los labios de los guardias.

  • Pero no lo matéis. Será una buena recompensa para nuestro maestro. El nos recompensará.

La risa de Nhail se detuvo cuando el torturador puso una vara de hierro dentro de una de las forjas hasta que se puso al rojo vivo, acto seguido colocó el hierro contra el pecho de Nhail. Apretó los dientes al sentir que su piel se quemaba bajo el ardiente calor. El alcalde salió lentamente de la habitación con sus guardias.

  • Prepara mi carruaje de inmediato … — Susurró

Se fue cerrando la puerta detrás de él. Permitiendo que la mente del Elfo cayera en la oscuridad y el silencio.


Continuará …


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Sobrevolando las montañas divisorias entre Un’Goro y Tanaris, al anochecer

Los últimos haces de luz se dejaban ver a duras penas por las castigadas montañas, el hipogrifo con su pasaje descendió hasta encontrar el esqueleto de alguna criatura que pereció víctima del implacable desierto, una hoguera iluminó el interior del esqueleto, el viento helado congelaba hasta los huesos de aquellos quienes osasen caminar sin abrigo en aquellas arenas

El enano y el kultirano montaron un pequeño campamento consistente en una tienda de campaña, una hoguera con madera recogida en Un’Goro y un cuenco de metal para que el hipogrifo bebiese algo

  • El kultirano le dio otro bocado a su bocadillo mientras observaba su hipogrifo y bien, ¿se te ha ocurrido algún nombre?.

  • Creo que si, bueno te he mentido todo el rato pues ya sabía el nombre desde hace tiempo, la llamaremos Kaldrassil que significa Corona de las estrellas Miró al firmamento, ni una nube bloqueaba la visión del cielo lleno de estrellas, cientos por no decir miles de ellas salpicaban la cúpula sobre ellos con las 2 Damas como reinas Fuiste un gran marido y hubieses sido un gran padre sin duda, el nombre lo puso ella y creo que sería lo mejor que le pusieras ese nombre.

  • Vaya …Dejó el bocadillo en un bolsillo es un nombre hermoso, de acuerdo así será se puso delante del hipogrifo y acarició su cabeza A partir de hoy te llamarás Kaldrassil, ¿te gusta Kal? El hipogrifo meneó un poco la cabeza Supongo que eso será un si, por cierto ¿Y tu tienda?.

  • No necesito tienda, servidor no tiene la necesidad mortal de dormir y además, me quedaré vigilando mientras descansáis, nunca se sabe cuando pueden venir bandidos o algún animal peligroso.

  • Deberías al menos acercarte a la hoguera, las noches en los desiertos son muy fríos.

  • Créeme, esto no es nada en comparación al futuro, no te preocupes y duérmete que mañana será un día muy largo.

  • Tengo entendido que vosotros también agradecéis un buen descanso pero como quieras, te exiges demasiado. el kultirano entró en su tienda y cerró la tela que actuaba como puerta

  • En absoluto, he de aprovechar esta oportunidad para salvaros a todos, aunque me cueste otra vida. Un ronquido desde la tienda actuó como respuesta ¿ya se ha quedado dormido?

El tiempo transcurrió con calma, las Damas ascendieron en su procesión nocturna y las llamas cesaron su baile, ahora estaba el enano mirando el firmamento

  • Tanaris…que crudos recuerdos…la última vez perdí a manos de Aiden, ¿Por que me dejó con “vida” al derrotarme? Miró a la tienda de verdad que esa elfa es una afortunada, mira que entregar tu vida por ella suspiró debí ser yo el que colgase de los muros de Ogrimmar idiota… dejaste a una mujer embarazada viuda, aún recuerdo esos llantos, jamás lograré quitármelos de la cabeza…a partir de aquello todo fue cuesta abajo y sin frenos.
    Se sentó sobre las heladas arenas y observó las 2 lunas en silencio
    Esta vez si que lograré evitar todo, pienso salvaros a todos como os juré… ¿cuanto tiempo llevas oculto?.
  • El kultirano emergió de las sombras y se puso junto a el enano cubierto de una gruesa manta de piel llevo un rato, se que no he vivido ni un ápice de todo lo que has vivido y sufrido, ha debido ser realmente duro tener que soportar toda esa responsabilidad solo, abrazó al enano que pese a estar muerto aún conservaba la llama de su yo “vivo” nos tienes a nosotros que siempre te ayudaremos le dio unas palmaditas paternales en la espalda tienes a esa encantadora pareja elfa, al comandante, a esa elfa acompañada por la gnoma loca de inventos raros, a tu familia, a aquella draenei de tu tienda e incluso al Aiden actual, que aún no ha enloquecido, que estamos dispuestos a ayudarte en todo lo posible como tu nos has ayudado a todos cuando lo hemos necesitado así que no te preocupes.
  • Pero…no os pude proteger…uno a uno moristeis todos…solo pude observar como desaparecían…
  • Ahora estas aquí y podremos actuar cuando sea necesario, a la mínima que Aiden enloquezca estaremos para pararle los pies, dijiste que cuando le viste ya como “espectro” ya transcurrió bastante, por eso actuaremos antes de todo cuando aun pueda entrar en razón… ¿Cuando fue la última vez que miraste al firmamento?, ¿cuando fue la última vez que pudiste desconectar de todo y ser uno con la tierra?.
  • Ojala tengas razón, ¿no es lamentable que un caballero de la muerte sea pasto de los sentimientos?, se supone que infundimos terror, que somos la muerte personificada y sin embargo parezco un niño que se ha perdido.
  • Un caballero de la muerte infunde terror y miedo a sus enemigos, haz que sean los enemigos de Azeroth quienes lamenten haber nacido, demuestras que sigue siendo tu alma quien te controla y no tu sed de sangre, ¿Quieres pegarle un trago al licor de arroz que afané en Uldum?.
  • Claro pero no puedo emborracharme y… muchas gracias por todo, claro que podremos pararle los pies al destino y cambiarlo, todos nos merecemos un futuro mejor…
  • Me alegro haberte animado, sigues siendo tu al fin y al cabo, no has permitido que la sed de sangre te consuma, ahora toma a ver si puedes tomártelo de un trago. Le pasó un pequeño vaso metálico que relucía con la luz de las Damas
  • Te recuerdo que no me emborracho, pero no permitiré que un vivo me supere.
  • Ja, he logrado tumbar a mas de uno de los tuyos que se creían invencibles, menos chachara y adentro.
    Ambos ingirieron el contenido al completo de un trago
  • Aaargh, es fuerte.
  • Vaya si es fuerte, licor de Uldum eh…
  • ¿Te encuentras mas aliviado ahora? todos tenemos que soltar lastre tarde o temprano.
  • Llevo años luchando solo contra Aiden y esa distopia, alejándome de todos para evitar causar problemas, claro que ha sido duro.
  • Tengo una botella llena de licor de arroz, vamos a hacer hueco en la mochila mientras miramos el firmamento.
  • Trae esa botella, vamos a darle buen uso…ahora vas a tener una resaca de las buenas mañana.
  • Bah, tenemos una tienda, comida y agua, si tenemos que pasar un día aquí pues que así sea, pero la noche es joven.
  • Ya te cortará la alas la elfa ya Soltó una carcajada
  • Por nosotros, por la elfa y por Azeroth brindó con los vasitos metálicos y se bebieron otro chupito por cierto, estoy harto de los desiertos, salimos de Uldum y entramos en Silithus y ahora Tanarish.
  • Si que se te sube el alcohol rápido ¿donde están los legendarios bebedores de Boralus?
  • Esh solo que no tengo nada en el eshtómago y baja mas rapido, sholo eso.
  • Y en cuanto a lo de los desiertos, les he cogido cariño y todo, quizás es que estaba harto del hielo y la nieve perpetuos…anda sirveme otro chupito.
  • Por supueshtooo, ¿shabes que con una rodaja de limón se bebe mehor?
  • Claro, por que hay tantos limoneros en Tanaris donde coger uno…anda que la idea de goblin retirado.
    Continuaron bebiendo el licor de arroz hasta agotar la botella, tras ello se quedaron durmiendo alrededor de la extinta hoguera
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MORZEK HUESONEGRO

Una espectral y espesa niebla cubría las fangosas tierras de Nazmir. Varias criaturas abominables corrían de un lado a otro en la espesura, buscando presas, mientras unos sacerdotes de sangre llevaban a cabo oscuros rituales y sacrificios a alguna extraña deidad. En el centro de todo aquello, aplastando la húmeda hierba con sus implacables botas de acero, una enorme figura negra avanzaba emitiendo un inquietante fulgor rojizo. Estaba hambriento. Sediento. Sediento de almas y de sangre. Toda criatura viva se apartaba a su paso, presa del terror que provocaba su sola presencia. Todo lo que se cruzaba en su camino era privado de su esencia al ser arrancada su alma. De pronto, la figura se detuvo, y pronunció unas pocas palabras en una antigua lengua muerta. Al instante una sombra negra se extendió en un círculo perfecto alrededor de la figura, segando la vida de todo cuanto tocaba. Una sonrisa de satisfacción bailó en los labios muertos de Morzek Huesonegro.

-Qué maravilla… quién iba a pensar que en este pantano oscuro y perdido uno podía encontrar almas de tan buena calidad.- dijo, con una voz profunda y reverberante que hizo temblar los guijarros y las pequeñas rocas del suelo.

De pronto, sintió un pequeño roce en la pierna, a la altura de la rodilla. Bajó la mirada justo a tiempo para descubrir lo que parecía ser la cola de algún animal tratando de ocultarse entre los arbustos. El enorme orco alzó una de sus manos enguantadas y chasqueó los dedos con un horrible sonido chirriante. Al instante unas cadenas de color violeta emergieron del fango y se lanzaron hacia los arbustos, buscando al animal. Aquel ser había despertado la curiosidad de Huesonegro, pues no había muerto al tocar su armadura. En pocos segundos las cadenas regresaron arrastrando a un pequeño zorro blanco. Era un vulpera, uno de esos extraños habitantes del desierto. A juzgar por su tamaño, no era más que una cría. El pequeño tenía los ojos anegados de lágrimas, pero trataba de contenerlas en un esfuerzo fútil por ocultar su miedo. Morzek se inclinó lentamente y dirigió una de sus manos al cuello del pequeño ser, buscando la causa de su supervivencia. No tardó en encontrarla: un brillante amuleto blanco con un triángulo azul grabado. Por sí mismo, el amuleto no era más que un inútil accesorio, pero Huesonegro detectó rastros de magia arcana en el artefacto. Aquello era obra de un mago, posiblemente uno de los progenitores de la cría. Seguramente estarían por allí cerca.

-¿Dónde están tus padres, pequeño?-preguntó el siniestro orco, sonriendo.

La visión de sus colmillos podridos fue demasiado para el pequeño vulpera, que había estado realizando cada vez más esfuerzos para tranquilizarse. Un chillido de puro terror salió de la boca de la cría, que comenzó a llamar a sus padres. Al momento un movimiento casi imperceptible entre los árboles reveló la presencia de dos pequeñas figuras. Los padres de la cría. En un segundo, los dos vulpera que se ocultaban en las sombras se abalanzaron sobre el caballero de la muerte para salvar a su cría. Por supuesto, fallaron. Huesonegro, rápido como el pensamiento, alzó las manos y agarró a ambos vulpera. El que parecía ser el padre se revolvió, tratando de librarse del agarre del orco. Pero, para su desgracia, nada escapa del agarre de la muerte.

-No sois gran cosa, pero me serviréis para encontrar lo que busco.

-No conseguirás nada de nosotros, monstruo.-escupió la madre de la cría.

A modo de respuesta, el orco cerró lentamente la mano con la que sujetaba a la insolente vulpera, que comenzó a ahogarse al tiempo que su cuerpo era aplastado. Ante la aterrorizada mirada de la cría, las costillas de la exploradora se partieron con un crujido cuando Morzek cerró la mano completamente, destrozando su cuerpo. El padre de la cría, ciego de dolor, sacó una pequeña daga de su bota y trató de clavarla en el antebrazo del orco. El cuchillo se partió al chocar contra la armadura de Huesonegro, que rio cruelmente. El orco arrojó con violencia al vulpera al suelo, justo al lado de su cría, que seguía encadenada. El explorador trató de desatar a su cría, pero el mero contacto con las cadenas quemaba su piel. Morzek agarró la cabeza del vulpera, obligándolo a mirar a la cría, y con una sádica sonrisa chasqueó los dedos de nuevo. Las cadenas, obedeciendo la orden de su amo, comenzaron a hundirse en el fango, arrastrando con ellas a la cría. El pequeño vulpera comenzó a patalear, presa de la desesperación, mientras el fango cubría sus extremidades y llenaba su boca de larvas y pequeños insectos, hasta que desapareció completamente bajo el pantanoso suelo de la ciénaga.

-Parece que tendré que buscarlo yo mismo.-dijo Huesonegro.- O quizá no.

Mientras el explorador observaba impotente cómo su cría desaparecía sin remedio en el fango, Morzek había estado buscando rastros de magia negra por toda la zona. Había llegado a Nazmir en busca de un antiguo artefacto, un orbe usado en antiguos rituales para almacenar almas. Su intención era usarlo para destruir a aquel cazador de demonios que había osado irrumpir en Acherus, encerrando su alma en el orbe para después destruir el artefacto y con él la propia alma del elfo, borrándolo totalmente de la existencia. El orbe había permanecido oculto en Nazmir durante siglos, por lo que no sería fácil encontrarlo. Sin embargo, Morzek había detectado un rastro de magia negra en el explorador vulpera. No era un mago, como había sospechado en un principio, pero sí era un ladrón. Y traía consigo el orbe que el orco buscaba. Huesonegro acercó una mano al rostro del vulpera, que ni siquiera ofreció resistencia. Comenzó a drenar su sangre hasta no dejar más que un cascarón inerte de pelo, huesos y piel muerta. Mientras los insectos de la zona se daban un festín con sus restos, Morzek abrió la bolsa del vulpera y cogió el orbe.

-Perfecto. Prepárate, Sangresol. Esto no ha terminado.-dijo Huesonegro.

Sin más, guardó el artefacto en su capa, y tras invocar una puerta a Acherus desapareció.

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Los primeros rayos del amanecer iluminaron las inmensas dunas de Tanaris al igual que la temperatura comenzó a aumentar, la hoguera hacia horas que dejó de arder, una botella vacía de licor de arroz posaba en las arenas junto a un enano no muerto y un kultirano cubierto por una manta de cuero, este comenzó a despertar

  • …¿Que pasó anoche? con algo de esfuerzo se levantó, haciendo caer la manta, al verse desnudo salvo por su ropa interior miró al enano que aún dormía no…no puede ser… observó la botella vacía no puede ser…no he podido hacer eso con el enano…por las Mareas dime que no lo hice…
  • El enano se levantó al escuchar la preocupada voz del kultirano buenos días, te veo preocupado, ¿ha pasado algo?.
  • Dime que pasó anoche, no recuerdo nada…dime por que estoy desnudo…¿que hicimos anoche?.
  • Anoche me ayudaste mucho, te estoy muy agradecido.
  • La cara del pícaro palideció no vuelvo a beber más, no pienso beber ni una gota más de alcohol en mi vida Se puso una mano en el frente mi cabeza me arde… no me hables tan alto.
  • El enano pareció comprender la situación espera…no estarás creyendo que tu y yo hicimos…
  • ¡No!, ni una palabra de lo que sucediese, nadie puede enterarse… y haz callar a esos pájaros, que están perforando los oídos.
  • Idiota, no paso absolutamente nada, quítate esa idea de la cabeza.
  • ¿Enserio no paso eso?.
  • No, se te subió el alcohol a la cabeza y empezaste a bailar borracho…un espectáculo lamentable por cierto, pero no hubo nada entre nosotros, caíste a plomo y te cubrí con esa manta por el frío que caía.
  • Pero dijiste que te ayude mucho…
  • Claro, me animaste, pero no en ese aspecto, eso te lo dejo para aquella elfa si la cosa va adelante no te preocupes.
  • ¿De verdad solo pasó eso?.
  • Si, te recuerdo que yo no puedo emborracharme.
  • El kultirano suspiró aliviado haz callar a esos pájaros, están acabando con mi cabeza… maldita resaca…
  • Va, ergio una de sus hojarunas apuntando a los buitres que los sobrevolaban y en cuestión de segundos un golpe de frío hizo caer congelados a estos a pesar del ya abrasador calor de Tanaris
  • Gracias, ¿continuamos?.
  • Claro, recoge y nos vamos.

Medio día mas tarde, atardecer en la entrada a Cavernas del Tiempo

  • Bueno ya hemos llegado, Kal quedate aquí esperandonos a la sombra. El kultirano bajó y acarició la cabeza del hipogrifo con delicadeza, este a cambio le respondió con un graznido

  • Hora de la verdad, ¿estas realmente preparado para lo que vas a escuchar?, si no te ves preparado es preferible que te quedes esperando con Kal, lo comprendería.

  • Te prometí que salvaríamos este mundo, no voy a quedarme esperando.

  • Entonces entremos.
    Ambos entraron en la inmensa caverna resguardada por un dragón bronce

  • Así que ya ha llegado a su audiencia Drethz Martillosalvaje…y va acompañado, Chromie le espera, permitame llevarles El draco descendió y se puso al alcance de ambos sujetense bien. Ambos subieron a cuestas y el draco comenzó a volar en las entrañas de las cavernas

Continuará

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MORZEK

Morzek emergió del Portón de la Muerte y se adentró en las profundidades de Acherus con paso firme. Al llegar a la mesa de mando se acercó a un guardia.

-Prepara mi dragón. Cuando me haya ido comenzad a preparar la forja de runas, la necesitaré a mi vuelta.-ordenó Huesonegro- Y rápido.

El guardia se cuadró y se dirigió a preparar la montura del orco. Morzek no sabía la dirección exacta de la casa en la que vivía aquel cazador de demonios, pero no tardaría en encontrarla. Un cazador de demonios viviendo en Suramar no debe ser precisamente común. Sin más dilación, el enorme orco se encaminó a la parte superior de la fortaleza flotante, donde encontró a su enorme vermis reanimada con magia de sangre con los arneses y la silla ya preparados. De un salto se subió al lomo de la criatura, y alzó el vuelo.

Al cabo de unos minutos de vuelo comenzó a vislumbrar las cúspides de las torres que inundaban la antigua ciudad de los elfos. Para no llamar la atención en exceso, espoleó a su montura y la dirigió a la costa. Allí había una entrada a la ciudad apenas vigilada que le serviría para entrar sin ser detectado. Al aterrizar, le dio unas palmadas en el hocico a su dragón, que se alejó volando.

Huesonegro se adentró en la ciudad, sin detenerse hasta que encontró a unos elfos que intercambiaban extraños objetos en un callejón. Seguramente aquellos marginados conocerían a aquel cazador de demonios, por lo que se acercó a ellos con la intención de preguntarles por su ubicación.

-Decidme dónde está la casa de Limether Sangresol. Inmediatamente.

Los elfos se miraron entre sí y el que parecía ser el cabecilla se adelantó.

-¿Y por qué te lo íbamos a decir a ti, bestia salvaje?-preguntó el elfo.

A modo de respuesta, Huesonegro alzó la mano derecha y de ella surgieron unas cadenas negras como el ébano que apresaron el cuello de uno de los elfos que se encontraba tras el cabecilla. El orco tiró de las cadenas, que colocaron al elfo de rodillas y comenzaron a drenar su sangre. Al cabo de unos pocos segundos, no quedaban más que huesos y telas raídas del elfo.

-Decidme dónde está la casa de Limether Sangresol. Inmediatamente-repitió.

El cabecilla, pálido como la cera, dio un paso atrás y balbuceó algo.

-Vive… con… una aristócrata… Frutoarcano…-confesó el cabecilla.

Satisfecho, Morzek desenvainó su mandoble, que emitió su característico fulgor rojo mientras con una sacudida segaba la vida del resto de elfos.

El Señor de la Muerte se encaminó a la zona más rica de la ciudad, en la que se juntaban los más influyentes de la sociedad shal’dorei. Una vez allí, unos guardias le pidieron que se identificara, pero un golpe de su mandoble fue suficiente para callarlos. Ante la vista de los cadáveres destrozados de los guardias, el pánico se extendió entre los nobles, que corrieron a esconderse en sus casas mientras algunos curiosos se asomaban a sus balcones para averiguar el origen del alboroto. Y entonces lo vio, o más bien, lo sintió. En una de las casas más grandes de la zona, que tenía sobre la puerta un escudo de armas con un fruto rodeado de líneas arcanas, había una fuerte presencia vil.

-Te encontré, Sangresol. Tu tiempo se acaba.-dijo el orco, retirándose la capucha y dejando ver su rostro. El rostro de un heraldo de la Muerte.

Huesonegro desenvainó su mandoble y comenzó a dirigirse a la villa, pero de pronto un destello violeta brilló en su costado y una tromba arcana lo golpeó, lanzándolo contra la verja de la villa, que se partió bajo su peso. Al momento sintió el efecto de potentes hechizos de protección, pero eso no serviría para retenerlo. Se levantó rápidamente y asesinó a los dos guardias que custodiaban la puerta de la mansión con un golpe de su mandoble al tiempo que destrozaba la puerta de una patada. Al instante una daga negra rozó su armadura a la altura del hombro, pero no se clavó. Huesonegro levantó la mano para responder al ataque, pero unas cadenas de color violeta surgieron del suelo y lo sujetaron con firmeza, al tiempo que una melodiosa voz proveniente del exterior de la casa pronunciaba el hechizo que las invocaba.

-No es de buena educación entrar en casa ajena sin llamar.-dijo la voz.

Una nueva tromba arcana, más potente que la anterior, golpeó su espalda iluminando con un fulgor morado toda la zona, chamuscando la hierba. Huesonegro se quedó completamente inmóvil, sujetado por las cadenas.

-¿Está muerto?-preguntó Hême, que acababa de salir de la casa, pasando al lado del orco encadenado mientras lo miraba con cautela.

-Por supuesto. Ese hechizo mataría hasta a un Nathrezim.-dijo Shivadel.

Una sonrisa de puro odio apareció en la cara de Morzek.

-No puedes matar a la muerte.-dijo Morzek, su voz profunda como el abismo.

Al instante unas cadenas negras rodeadas de un fulgor rojizo surgieron de la armadura del orco, partiendo las cadenas arcanas como si fueran de papel y agarrando firmemente al cazador de demonios, que fue lanzado con violencia contra una de las paredes. Shivadel trató de atacar de nuevo, pero su hechizo fue detenido por un escudo carmesí que rodeaba al orco. Morzek cargó en su dirección con el mandoble en ristre, pero una sombra embistió al enorme caballero de la muerte apartándolo de la hechicera. Hême, ya liberado de las cadenas, se transformó en demonio y comenzó a atacar sin cuartel al orco, que se defendía sin esfuerzo aparente de los embates del Illidari. Sin embargo, en uno de los ataques, el elfo perdió el equilibrio y Morzek aprovechó para clavar su gigantesco mandoble en el pecho del cazador de demonios.

-¿Aún no has aprendido a no descuidarte en la batalla?-se burló el orco.

-¿Aún no has aprendido a no confiarte en la batalla?-repuso Hême.

En una fracción de segundo, el elfo sacó una piedra de color esmeralda de sus ropas y la clavó en la junta del hombro de la armadura del orco. Haciendo uso de sus habilidades se apartó del caballero de la muerte y de una patada lo elevó en el aire lo suficiente para que la explosión de la bomba demoníaca no afectara a la casa. La sangre de demonio del Illidari ya estaba curando la herida, pero si el orco sobrevivía a la explosión estarían condenados. Un estallido interrumpió sus pensamientos y elevó la vista para observar cómo el aire se llenaba de humo verde y trozos de metal fundido caían al suelo. Hême miró a Shivadel, que sonrió y corrió a ver cómo estaba Renel. A pesar de que el orco había muerto definitivamente, tenía un mal presentimiento. Se acercó con cautela a los restos de metal ardientes y los examinó con cuidado. No parecían ser parte de una armadura, es más… no eran trozos de metal. Eran huesos, huesos completamente quemados. Pero eran demasiado pequeños para ser huesos de orco. Sus pensamientos fueron interrumpidos de nuevo cuando escuchó un grito procedente del interior de la casa. Hême, tan rápido como podía, entró en la casa y abrió la puerta de la habitación en la que dormía Renel para encontrarse con un espectáculo dantesco. Morzek Huesonegro se alzaba frente a los cristales rotos de una de las ventanas y tres shal’dorei moribundos yacían a sus pies. La armadura del orco, forjada con almas, estaba intacta, pero la mitad de su rostro estaba desprovista de carne y aún humeaba. Shivadel estaba en una esquina, cubierta de cadenas negras, y Renel lloraba con estruendo en su cuna. Al verlo entrar, el orco sonrió, pero su cara destrozada hizo del gesto, usualmente horrible, material de pesadilla.

-Te dije que no podías matar a la muerte.-dijo el orco, triunfante.

El orco alzó la mano y drenó al mismo tiempo la sangre de los tres shal’dorei, cuyos gritos de agonía se unieron al llanto de Renel mientras la pútrida carne del caballero de la muerte se regeneraba hasta dejar su rostro intacto.

-Ahora, acabemos con este espectáculo.-sonrió Huesonegro.

Morzek rebuscó en su capa y extrajo el orbe, sorprendentemente intacto, que al contacto con los guantes del Señor de la Muerte comenzó a oscurecerse.

-Despídete de tus padres, pequeña. Alimentarás mi hojarruna.-susurró el orco.

Huesonegro alzó el orbe, que se volvió completamente negro.

-Dije que acabaría contigo, Sangresol. Pero no te dije cómo.-dijo Morzek.

Con una sádica sonrisa, alzó su mandoble dispuesto a segar la vida de la pequeña elfa. Todo sucedió en un segundo. Casi al unísono, Hême se lanzó a por el orco y Shivadel se deshizo de las cadenas y congeló el tiempo. Era el momento de usar su hechizo más poderoso. Uno que era capaz de hacer confluir las líneas temporales de un objetivo y causar su caída en un bucle eterno, cesando su existencia. Sin embargo, era un hechizo muy complicado, y contra un objetivo como ese se debilitaría mucho. Incluso podría morir de agotamiento. Pero si era por su hija, lo haría. No le importaba. La hechicera se colocó en posición y apuntó su bastón hacia el caballero de la muerte al tiempo que pronunciaba el hechizo en una lengua tan antigua como el mismo mundo. Al instante notó como sus fuerzas le abandonaban poco a poco al tiempo que los hilos arcanos surgían de su bastón y envolvían al orco. En ese momento hizo que el tiempo volviera a correr y cayó de rodillas, extenuada. El orco, sorprendido por los hilos que amenazaban con cubrirlo desde todas las direcciones, bajó el mandoble y lo clavó en el suelo mientras invocaba su poder en la lengua de los muertos. Cada uno de los discos que dividían la hoja del mandoble brilló con un intenso fulgor rojo. De los discos salieron largas espinas negras que se enredaron con los hilos arcanos, absorbiendo su poder, y se lanzaron a por la hechicera. Shivadel, agotada como estaba, no pudo invocar ningún escudo y las oscuras espinas se clavaron en su pecho, comenzando a drenar su alma. El cazador de demonios se lanzó a por ella, pero fue inútil. Las espinas casi habían segado su vida, y el orco levantó el orbe mientras lo activaba. El artefacto se adhirió a la raíz de las espinas y comenzó a absorber la energía que llegaba de la hechicera, hasta llenarse con un extraño humo violeta. Cuando el hechizo estuvo completo, el orbe resplandeció y se volvió transparente de nuevo, conservando en su interior el humo violeta. Las espinas se esfumaron, y la maga se derrumbó en brazos del cazador de demonios mientras el orco reía a carcajadas.

-Una poderosa alma. Incluso mejor que la de la niña. Cuando la use en la forja mi arma será invencible.-dijo Morzek.- Nos vemos, Sangresol.

-Pagarás por esto. Lo juro.-escupió Hême, completamente lleno de odio.

A modo de respuesta, el orco guardó el orbe en su capa y abrió un Portón de la Muerte. Morzek entró en la puerta, que se cerró una vez hubo pasado.

-Lim…-susurró Shivadel, aferrándose a la vida como podía.

-No…-dijo Hême.- No… no puedes dejar a Renel, resiste.

-Lim… cuida de Renel… hazlo… por mí…-dijo la elfa, cada vez más agotada.

-Te llevaré a Dalaran. Allí pueden ayudarte. No te rindas.-dijo el sin’dorei.

-Adiós… no me olvides… te amo.-susurró Shivadel.

El brillo de los ojos de la shal’dorei, que había brillado durante más de diez mil años, y había visto innumerables batallas, se apagó lentamente.

-No permitiré que te vayas, Shivadel. No lo harás.-susurró el Illidari.

Sin perder un segundo, Hême cogió a Renel de su cuna, y, agarrando la mano de Shivadel, utilizó su piedra violácea para transportarse a Dalaran.

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Miraba su reflejo en el espejo con aire distraido, tatareaba una antigua cancion mientras se peinaba. Fijo su atencion en la cicatriz que cruzaba su frente.

Empezo a perder el aplomo de su persona, se perturbo al recordar como sus hermosos rasgos habian sido desfigurados. Sus ojos empezaron a emanar un aura tenebrosa, se expandia lentamente por todo su cuerpo, tan intensa que parecia engullir para si toda la oscuridad de la estancia en la que se encontraba.

Se llevo la mano la cicatriz a la vez que respiraba profundamente buscando hallar algo de calma, pero su mente la traslado al recuerdo de un pasado oscuro.

La lucha habia sido larga, aunque sentian cansancio, tomaba una posicion dominante en ese punto de la batalla, estaba encima del dragon apretandole el cuello, usaba el disfraz que solia utilizar para mostrarse a los mortales, mucho mas debil que su forma original.

-Como te sientes sabiendo que vas a morir?- Dijo con voz profunda.

-No sera a manos de un ser inferior como tu!

-Estupido dragon!! Muestra tu cara oculta! O MUERE!-Grito con soberbia.

Ya casi no tenia mana, pero sentia superioridad, sentia la victoria en sus manos aunque las tornas cambiaron subitamente. La transformacion del dragon produjo una gran onda expansiva que la lanzo con tal fuerza y de manera tan abrupta que la sorprendio.

Salio despedida a gran velocidad, no le dio tiempo a reaccionar y se golpeo contra una gran roca en la cabeza. Esa repentina explosion la habia desorientado, cuando se recobro se llevo la mano a la herida y luego la comprobo, estaba ensangrentada, lo unico que vio antes de desmayarse fue al dragon alejandose en los cielos.

No salio bien y tendria su venganza, aunque muy pocos podian decir que tenian un recuerdo del gran Chronormu, aquella cicatriz que odiaba.

Volvio de sus recuerdos, miraba a los ojos de su reflejo en el espejo, inmovil y osada. Inesperadamente, su expresion cambio, se le dibujo en el rostro una tetrica sonrisa, continuo peinandose el cabello y entonando una hermosa melodia.

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El Alcalde, que no era más que un simple humano que vendería hasta a su propia familia con tal de salir ileso, llegó a las inmediaciones de Actiss, el Embustero. Un K’thir que gozaba de ciertos privilegios dados por N’Zoth.
Un peón mas pero no por ello menos poderoso, torturaba a los mas débiles y los enviaba a Ny’alotha para así agrandar todavía mas si cabe el ejercito del dios antiguo.

— ¿ Sombra del viento dices ? — dijo tranquilamente

— Sí, señor.

— Aquellas dagas invisibles … sus rápidos movimientos … pasó todo tan deprisa … partió a uno de los nuestros por la mitad de una sola tajada. Mis hombres no tuvieron nada que hacer contra ese guerrero, nunca había visto algo así en mi vida. Iba con una armadura negra, los tentáculos que emanaban aquellas hombreras, el color de los ojos de aquel yelmo cambió de color … no entendía nada, estaba aterrorizado.— el alcalde cabizbajo no era capaz de mirarle a los ojos, estaba aterrado.

Actiss, sentado en una larga y lujosa mesa sonreía disfrutando de su filete de carne escuchando la historia sobre aquel asesino. Sus dientes afilados como cuchillas tintinearon antes de romper el trozo de carne que se llevó a los labios.

— N … nosotros conseguiremos algo de dinero y más comida para nuestro amo. De momento está enjaulado, nuestros tres torturadores se están haciendo cargo de el, lo mantendrán con vida. No se preocupe amo. — Todavía temblando, aterrorizado por la reacción de Actiss

Actiss tomó un sorbo de su copa de vino mientras al alcalde se le hacía un nudo en la garganta tratando de hacer que su voz fuera comprensible.

— Su señoría. He venido a pedirle perdón por esta reciente transgresión.
— Toda esta humillación causada por un solo elfo, un vagabundo Errante, alguien que no está familiarizado con nuestros poderes. Aunque … — hizo una pausa mientras removía su copa de vino — tal y como describes la armadura … me gustaría verla personalmente.

El sudor seguía goteando por su frente, el alcalde quería salir de allí cuanto antes.

— ¡ Te daré el doble de prisioneros y oro a partir de ahora ! Así que por favor …
— Te ves preocupado.

Actiss levantó su tenedor con un trozo de carne colgando del extremo apuntando al alcalde.

— A diferencia de antes, ahora te preocupa perder tu propia vida, ¿verdad? — Sus ojos parecían brillar en las sombras —¿No es así?

Y con eso movió su dedo hacia adelante en su tenedor, haciendo que la carne se deslizara con un sonido carnoso repugnante y volara por la sala hacia las manos temblorosas del alcalde. Bajó la mirada hacia el trozo de comida, solo para darse cuenta de que estaba sosteniendo una oreja humana. Soltó un grito lanzando la oreja hacia adelante, cayendo hacia atrás y aterrizando de espaldas.

Actiss se puso de pie, sus ojos brillaban en la oscuridad.

— Oro … prisioneros … no me importan esas cosas. — Se dirigió hacia el otro lado de la sala, hacia un trono con una gigantesca armadura —Todo lo que deseo ver son humanos dentro de un apocalípsis. — Extendió la mano, sus uñas eran como garras, casi tan afiladas como sus dientes. Acariciando suavemente su armadura — Todo lo que deseo escuchar es el sonido de huesos rompiéndose aplastados bajo los cascos de los caballos. — Volvió los ojos hacia el alcalde, aquellos ojos morados brillaban con intensidad — Ni siquiera necesito una excusa.

El alcalde sintió que estaba a punto de desmayarse, su corazón latía cada vez mas y mas fuerte, tan fuerte que se preguntaba si alguien más en la sala podría oírlo. Fue entonces cuando sintió que los guardias lo agarraban por los brazos tirando de él hacia la puerta.

— ¿ Q-Qué estás haciendo ? — Jadeó —¡Soltadme!

El alcalde fue llevado a través de las puertas y gritó a oídos sordos en la noche mortal para el.


Mientras tanto, los pensamientos de Nhail en aquella oscura y solitaria celda …

Todos tenemos una llama ardiendo en nuestro corazón que no puede apagarse.
En el parpadeo de la llama se encuentra una luz que arde en ambición, calienta el corazón y reduce los sentimientos a cenizas y nace una pregunta …
¿Podrá ser apagada la llama del destino mientras siga con vida?


Continuará …


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Como cada mañana se despertó con las primeras luces de Dalaran. Se estiró cuan larga era en la cama y se giró hacia Argent.El paladín ya despierto le dio los buenos días atrayéndola hacia si por la cintura.
Menel emitió un gruñido mientras enterraba la cabeza en el pecho de su esposo.El paladín con ternura la cogió por la barbilla y elevó su cara hasta que sus labios se encontraron en un beso.La kaldorei solo perdía su malhumor por las mañanas o a besos o con un café.
Un grito resonó desde la habitación de enfrente.
-MAMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!
Ambos suspiraron mientras entrechocaban sus frentes.
-Café?-preguntó Argent.
Menel asintió y con un beso suave se separó de él levantándose de la cama.
-MAMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!
Menel entró en la habitación de su hijo. Estel estaba de pié en la cuna,agarrado a los barrotes mientras se agitaba,parecía un preso en una mazmorra de Ventormenta.Un aura dorada lo envolvía.
La sacerdotisa por un momento lo vio con un mandoble en la mano destrozando demonios y no pudo evitar sonreir.
-Ya estoy aquí pequeña bombillita-dijo mientras lo cogía en brazos.
Un fuerte olor le golpeó en la cara.
-Ugh-dijo arrugando la nariz-mejor dicho,pequeña bomba fétida.
-Caca!!- dijo Estel.
-No lo jures-le contestó su madre-se puede saber que te dio papi ayer de comer?-le preguntó con seriedad al pequeño.
-Caca!!-repitió el niño.
Menel soltó una carcajada mientras se disponía a limpiarlo y bañarlo.
Cuando lo iba a meter en la bañera el pequeño invocó una pompa a su alrededor como método de defensa.
-A mi con esas no eh?-dijo Menel mientras con un gesto de la mano disipaba el hechizo de su hijo.
Estel pegó un grito mientras lo metía en la bañera arcana.
Para tranquilizarlo Menel empezó a cantar con suavidad mientras lo bañaba.
Argent ya duchado y vestido se asomó al cuarto.
-Todo bien por aquí?-preguntó el paladín.
-Te puedes creer que este pequeño granuja ha invocado una pompa para intentar librarse del baño?A quien saldrá…-dijo con sorna.
Argent muy serio contestó:
-A mi no me mires.
-Claaaro claaaro-contestó ella.
El paladín le soltó un cachete y huyó de la habitación antes de que pudiera reaccionar.
-Ya te pillaré sibilino sindorei!!-amenazó la sacerdotisa entre risas.
Tras una intensa “pelea” Menel consiguió vestir a Estel,y bajaron a desayunar.
Argent ya tenía el biberón de su hijo preparado y el café para ambos.
Un cuenco con leche y cereales y un vaso de zumo de naranjas de Pandaria esperaban a Lith que entró en la cocina con cara taciturna y u libro de hechizos en la mano.
Menel estaba dándole el biberón a Estel,que agarraba su desayuno con ambas manos,mientras ella con la mano libre iba tomando sorbos de su café besó a su hija.
-Que te pasa mi niña?
Lith viendo que a su madre no le quedaban manos libres abrió el libro y le tendió un papel a Argent.
El paladín leyó la nota con atención y arrugó el ceño.
-Aldalith Caminasol Bosquensueño-dijo el paladín muy serio-esto es imperdonable.
-Que pasa?-preguntó Menel.
-Es una nota de Faol-explicó el paladín-ayer Lith en un arrebato de furia estalló en sombras y tiró atriles,libros de las estanterías…
La sacerdotisa emitió un grito ahogado.
-Lith!!- le reprendió.
-Es que Elthea me llamó aberración élfica!!-protestó su hija.
-Y tú le haces caso a una semielfa?-contestó su madre-ella es híbrida igual que tú.No puedes estallar así por estas cosas Aldalith. De verdad que no se a quien sales!!!
Argent carraspeó mientras levantaba una ceja.La sacerdotisa recordó su estallido en Costa Oscura…y alguno que otro más
-No es lo mismo-dijo con tristeza.
Argent se acercó a su hija y le explicó que los ataques de violencia no eran la solución,con paciencia le explicó lo que había sucedido con Menel y lo mal que se sentía su madre por ello.
Menel miró a Argent y suspiró,no podía enfadarse con él,y en cierto modo tampoco con su hija. Lith había heredado su carácter y Estel el de su padre. Solo tenían que enfocar de forma constructiva ambos comportamientos,eso entre otras cosas era ser padres.
Habían colgado las armas,pero no dejaban de librar pequeñas batallas a diario.
Se levantó y dejó a Estel en brazos de Argent que seguía soltándole un buen sermón a su hija y se dirigió a la ducha mientras pensaba en todo aquello.El tiempo se les echaba encima,Lith tenía que ir al templo,ellos a abrir la tienda…
Cuando bajaba por las escaleras de vuelta escuchó unos golpes que amenazaban con tirar abajo la puerta de su hogar.
Echó a correr y la escena que encontró al llegar abajo la hizo palidecer.
Argent con Estel en brazos y la puerta abierta,Lith mirando con la boca abierta…a un Heme que sostenía a Renel en una mano mientras con la otra agarraba a Shivadel inconsciente y pálida como la muerte.

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Abrió los ojos y pudo ver Azeroth en toda su gloria, el orbe rotaba despreocupadamente por el cosmos ignorante de los problemas que acontecían en su superficie pacíficamente en su travesía eterna, el enano simplemente no podía articular palabra ante lo que veía

Comenzó a buscar elementos destacables, la furibunda Vorágine, la calcinada Teldrassil, la terraformada Aszhara, la helada Rasganorte y la cicatriz acuática de Mil Agujas, un agradable toque en el hombro cesó la exploración

  • ¿Eh?..Giró su cabeza no…esto no es real…palideció ante lo que vio

  • El ente habló con voz calmada Si, soy tu…uno que fracasó en su deber. Una figura idéntica a el pero azul celeste y portador de 2 alas a sus espaldas pacientemente le miraba

  • Esto es un sueño, ¿que eres tu?.

  • Tu yo futuro, escúchame atentamente pues todo el planeta depende de lo que depare el devenir de los eventos_

  • Pero…¿que eres…por que estas así?..¿tienes algo que ver con ese “yo caballero de la muerte”?.

  • Vengo de las Tierras Sombrías, donde todos acabamos al morir y por eso soy así, debo pedirte que cambies el futuro de todos, no permitas que Azeroth muera.

  • Lo se, llevo escuchando eso semanas ya, “Acaba con N’Zoth”, “Evita la matanza del Consejo Horda”, “Cuidado con Aiden”, pero el esta aquí, no pudo evitarlo…¿Y si esos eventos están predestinados a suceder hagas lo que hagas?..es imposible que logre eso…¿Como demonios voy a cambiar el mundo?, ¿Por que yo entre todos?, ¿Es que no entienden que soy un simple enano cualquiera?, pregunten a alguien más poderoso.

  • Es el futuro que elegimos en Cuna de Invierno, en cuanto a mi…fracasé y morí en el intento, se mejor que nadie por lo que estas pasando y es por ello que he de pedirte un favor, evita la matanza del Consejo de la Horda.

  • Que fácil es decirlo, vosotros 2 fracasasteis, ¿por que yo iba a triunfar?, ¿Es que no entienden que soy débil?.

  • Fracasamos por que nos cegamos, fracasamos por ir solos, por egoísmo al pensar que podríamos solucionarlo solos…debes solicitar ayuda cuando el momento llegue, eviten que el Consejo muera y otra cosa, trata de vivir una vida plena, nosotros te confiamos el futuro que quisimos defender y no logramos.

  • Esto es demasiado, N’Zoth, el futuro, Aiden, espectro, yo no muerto y ahora tu… he tenido que enloquecer.

  • Tomate el tiempo que necesites para asimilarlo, yo también dude de todo.

  • Y ¿Como son las Tierras Sombrías?.

  • Ya lo descubrirás en su debido momento, y espero que sea dentro de muchos años.

  • ¿Que les pasó a los demás?.

  • Eso es algo que espero que tu jamás descubras.

  • ¿Como sabemos que si el Consejo vive no morirá más adelante, o si evitará el Fin?.

  • En mis años de vida investigué mucho, todo cambió a partir de aquel suceso, fue el momento clave en el que Aiden se tomó la justicia por su mano cegándose, fue cuando ambas facciones se radicalizaron a unas escalas nunca vistas, aquello fue el inicio del fin…te pido por favor que vayas con ayuda, sin ella acabaran muertos.

  • ¿No pude evitarlo por que fui solo?

  • Desapareciste del mapa de golpe, fuiste solo y Biroz te localizó, pero siendo 2 no pudisteis evitarlo, ve con ayuda como sea, intenta convencerlos para que vayan contigo.

  • ¿Entonces si hay oportunidad?

  • Es la única de hecho, ahora observa Azeroth, es tu deber protegerla.

  • Entiendo… intentaré hacerlo, aunque no confío en mi “yo futuro”.

  • Hazlo, necesitaras su ayuda, además sigue siendo tu.

  • Intentaré hacerlo, pero hay algo en el que no me da confianza.

  • Ahora es el momento de volver a despertar, recuerda esta conversación, espero que tu llegada a las Tierras Sombrías se demore, vive todo lo que nosotros 2 no pudimos.

Abrió los ojos de golpe y de un salto bajó de la cama, caminó hasta salir a los pasillos donde estaba Magni

  • ¿Estas despierto?, me preocupaste cuando colapsaste, ¿como te encuentras?.
  • Mejor…supongo, ¿donde esta mi “yo futuro”?.
  • Se fue con Biroz a las Cavernas del Tiempo, volverán lo antes posible, tu deberías descansar mientras.
  • Entiendo… una pregunta…¿como se explica ver Azeroth desde el espacio mientras tu “yo muerto”, que es idéntico a ti pero azul y con alas te habla desde las Tierras Sombrías?
  • … será probablemente una alucinación por la fiebre.
  • Entiendo…puedes que tengas razón.
  • Hay una cámara vacía con un sillón y varias cosas, deberías ir y descansar, has sufrido mucho estrés últimamente.
  • Gracias Magni, ¿como soportas que las facciones no te escuchen?, pensar que todo esto se pudo haber evitado.
  • Ambas tienen sus ambiciones y sus rencores, es compresible que miren por sus intereses, estaba claro que iban a luchar por la azerita… bueno ve a descansar, hay unos pocos libros interesantes en la cámara, ahora he de atender a más campeones.
  • Gracias, avisa cuando regresen.
  • Claro, nos vemos Magni se fue carraspeando “ADALID”…hoy estoy un poco afónico…"ADALID AZEROTH NECESITA…
  • ¿De verdad es necesario que grite?.. bueno voy a esperarles…tendré que disculparme conmigo mismo, a saber por lo que habrá pasado…
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Hême se materializó en el Alto de Krasus y enseguida se puso en marcha lo más rápido que podía con Renel en un brazo y Shivadel en el otro. Los ciudadanos de Dalaran lo miraban al pasar con una mezcla de asombro, curiosidad y preocupación mientras se dirigía a toda prisa a la casa de Argent y Menel. Creía recordar dónde estaba, así que tras unos pocos minutos llegó a la puerta y sin perder un segundo comenzó a golpearla con insistencia.

-Aguanta, Shivadel… ellos te ayudarán.-susurró Hême para sí mismo.

A los pocos segundos escuchó unos pasos apresurados en el interior de la casa y la puerta se abrió revelando a Menel, Argent y a sus dos hijos, que lo miraban patidifusos sin saber cómo reaccionar.

-¿Qué ha pasado? ¿Shivadel está…?-preguntó Menel con preocupación.

-Aún no, pero lo estará pronto si no la ayudamos.-respondió Hême.

-¿Cómo ha sucedido esto?-dijo Argent.

-Es una larga historia. Os la contaré mientras hacemos los preparativos para sanar a Shivadel… y Renel… quizá Lith quiera cuidarla un rato-dijo Hême.

Menel asintió y se adentraron en la casa mientras el Illidari relataba desde el principio todo lo ocurrido con Morzek y el asalto a su casa en Suramar.


Mientras tanto, en Acherus…

Morzek Huesonegro atravesó el Portón de la Muerte para llegar al Bastión de Ébano. Se dirigió con paso lento pero firme al transportador mientras los guardias se cuadraban a su paso con férrea disciplina. En cuanto puso un pie en el transportador se encontró en la planta de entrenamiento de Acherus, en la que la Forja de Runas esperaba ansiosa su llegada. Incluso desde la lejanía, el Señor de la Muerte pudo percibir que las herramientas que había pedido ya estaban preparadas para ser usadas en la Forja. Satisfecho, se encaminó al lugar mientras sacaba el orbe de su capa y desenvainaba el mandoble. Ante la mera presencia del arma, los novicios que practicaban cerca dieron un paso atrás por puro instinto. Sin perder el tiempo, el orco arrojó su mandoble a las llamas eternas de la Forja de Runas, potenciada especialmente para la ocasión, y con unas largas tenazas cogió el orbe y lo colocó sobre la hoja del arma, que descansaba entre las llamas alimentadas con almas. Con un simple movimiento, cerró las tenazas y el orbe se partió en mil pedazos. Al instante los gritos de agonía del alma allí encerrada inundaron la sala y el humo violáceo se dirigió hacia las llamas azules. Morzek comenzó el hechizo y el alma de la hechicera comenzó a envolver la hoja de la espada. En cuanto tocó el filo, los discos se encendieron con un cegador fulgor rojo y el humo se volvió completamente negro, indicando que el hechizo estaba funcionando. La hechicera jamás podría recuperar la parte que había perdido, incluso si lograra salvarse, pues en el momento en que tocó el filo su alma se desvaneció para convertirse en pura energía profana. El humo siguió envolviendo el mandoble, hasta que lo cubrió de tal manera que el brillo de los discos era imperceptible, y con la última palabra del hechizo el humo fue absorbido por los discos. Un estallido de luz carmesí indicó que el hechizo había sido efectivo. El orco agarró el mango de la espada y la sacó de la Forja. Visualmente era casi idéntica que antes, con la excepción de los discos, que antes eran del color de la hoja pero que ahora eran de un negro abismal y tenían una brillante runa roja refulgiendo en su centro. Sin embargo, sus habilidades se habían incrementado hasta alcanzar cotas inimaginables de poder gracias a las poderosas almas que había cosechado y a la magia de sangre que el orco había usado para unirlas con la hoja. Huesonegro se dio la vuelta lentamente, sosteniendo el mandoble en alto. Si antes su sola presencia causaba temor, ahora desataba el terror más puro entre los seres, tanto vivos como muertos. Los novicios apenas pudieron mantener el tipo, e incluso los instructores se sentían tentados de abandonar la sala a la carrera. Con un rápido movimiento, Huesonegro clavó la punta del arma en el suelo de huesos soldados.

-Tu nombre será Angustia, pues eso es lo que provocas en tus enemigos y en cada uno de los seres que contemplan tu filo maldito.-sentenció el orco.

Como si estuviera reaccionando a las palabras de su amo, o quizá haciéndolo realmente, la hoja del mandoble, cuyo fulgor carmesí era ahora mucho más potente que antes, vibró ligeramente y al instante los presos que se usaban como muñecos de entrenamiento cayeron de rodillas, desprovistos de sangre y alma. Morzek soltó una carcajada que resonó por todo el Bastión. Extrayendo el arma del suelo, el orco la colocó en su espalda y se encaminó con gran ceremonia al transportador que lo llevaría a su trono forjado con los huesos de sus enemigos. Al llegar, se sentó con firmeza clavando a Angustia en el suelo mientras sus siervos se inclinaban ante él, llenos de temor y respeto. Desde que el Rey Exánime le había concedido poder para convertirse en el Señor de Acherus, su poder se había incrementado por sí solo hasta llegar al actual. Sin darse cuenta, Fordragón le había dado el empujón necesario para alzarse con el control sobre la muerte. Para lograr el poder definitivo sobre los muertos.

-Gloria al Azote.-dijo Morzek con voz gélida mientras alzaba varios no-muertos sin moverse, con la sola presencia de Angustia, que se colocaron a los lados del trono a modo de guardia.

Sus siervos rindieron sus espadas ante él sin dudarlo un segundo.

-Gloria al Azote.-dijeron.-Y gloria a Morzek Huesonegro, Señor de los Muertos.

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El caos se adueño de todos los presentes. La enorme criatura blindada se irguió retorciendo su cuerpo y levantando nubes de polvo.

Su cuerpo, recubierto de escamas gruesas, la asemejaban a una enorme áspid, lista para atacar. Pero su cabeza, demostraba que era otro grotesco ser, tocado y contaminado por el vacío. Una enorme boca, recubierta de dientes enormes y una colosal cantidad de pinchos recubría una casi calaverica cara.

Una hilera de ojos oscuros, se posó sobre la peculiar pareja, para asombro de ambas. Y levanto su morro, olfateando…

Belter, aún asomada a la faltriquera, masticaba lentamente su trozo de galleta, con semblante aún molesto. Entrecerro un poco los ojos sin dejar de masticar, miró el trozo de galleta y miró a la enorme criatura. Endureció el gesto mientras seguía masticando.

El enorme gusano, con gran rapidez, estiró su sinuoso cuerpo y se abalanzó cual arpón sobre ellas.

Con una cabriola, la gnoma saltó hacia un lado, mientras la enorme criatura contorsionaba los anillos de su cuerpo para re-colocarse, con la mirada bien fija en ellas.

Con mirada divertida, la gnoma se puso en pie y hecho mano a su faltriquera. Pero volvió a atacar.

Con precipitada celeridad, su sinuoso enemigo se estiró con su gran boca abierta, primero de forma directa y luego usando su propia cabeza como martillo, golpeo con fuerza donde se encontraban.

A pesar de su tamaño, la impresionante criatura, movía todo su cuerpo sin cesar, con una agilidad y rapidez asombrosas. No había terminado un ataque cuando su cuerpo ya se había posicionado para realizar el siguiente.

La gnoma salto y volvió a rodar escapando por poco. Y entonces entró en forma de sombras. Agitada, volvió a saltar intuyendo el siguiente movimiento de la extraño gusano.

Por un momento paro para tomar aire mientras su oponente se erguía lentamente. Era colosal.

– Te arrepientes ya de haberme reducido?

Por un momento la gnoma fue a responder con cierta altanería, pero un escalofrió le recorrió todo el cuerpo. Se percató que la voz… Las pupilas de la gnoma convulsionaron. Su faltriquera estaba enganchada en la cara de la bestia y belt la miraba con el ceño fruncido.

La cara de la gnoma se heló.

– Si tuviera mi tamaño… este bicho seria fácil de matar! ohh! “La oscura”…

La elfa tomo otro bocado de galleta con cara de pocos amigos.

La gnoma notaba diferente a la elfa, era obvio que le estaba pasando algo mas que su perdida de recuerdos. Una descarga de adrenalina la alteró. Una voz insondable cruzó su cabeza. Cerró los ojos.

La enorme serpiente atacó al instante. La elfa se agitó nerviosa y vió como el enorme gusano engullía a la gnoma en primera plana. Soltó la galleta de golpe. Por alguna razón, nunca se planteo que la gnoma pudiese… Belter se agito nerviosa.

Con visible nerviosismo, se metió hacia dentro de la faltriquera y con cierta torpeza buscó hasta encontrar una granada. La arrastró, la amartillo y se la lanzó no sin esfuerzo por su tamaño. Sobre el ojo mas cercano de la criatura.

Trozos de la cara del gusano terrero, salieron esparcidos por los alrededores. La elfa, para nada conforme, saltó de la bolsa y recorrió la cara del gusano con otra granada a cuestas.

La criatura, herida pero viva. Se aceleró para golpear con la cabeza sobre las arenas del desierto, esperando desacerse de la elfa. Pero ella estaba decidida a matar al bicho y no se detuvo al ver los planes de la criatura.

Con estrépito, una segunda explosión voló por los aires el resto de ojos. Se retorció cegada y bramo consumida por la ira.

La elfa se dirigió de nuevo hacia la faltriquera, saltando entre la espinas de la cara del gusano. Cuando por un momento, todo a su alrededor se retorció. Con fuerza, se centro y procuró mantener el equilibrio mientras trataba de centrarse.

La criatura, se quedó quieta y la elfa se percató que volvía a perder el control y luchó. No ahora, no podía ser.

Dio otro paso hacia la faltriquera y entonces, entre grandes dolores en su cabeza vio algo en la piel de la serpiente. Algo se retorcía bajo la piel del animal, como raíces oscuras que avanzaban por su piel, por sus escamas, por sus huesos.

Dio otro paso, y cuando casi pensaba que no lo soportaría y se desmayaría, ceso. Instantes después, la criatura implosiono y exploto. Belter fue lanzada y cayo rodando duna abajo.

Por un momento, la elfa sintió cansancio y dolor. Pero la ira la hizo moverse, se empezó a levantar cegada por el sol y decidida a rebuscar entre los restos de la criatura… Pero algo tapo el sol que la cegaba.

– Es hora de regresar… – Sonó cansada.

La gnoma, con una piruleta y rostro cansado, la miraba desde encima de la duna.

Tras dejar la carta en el campamento y informar correctamente del peligro que acechaba a la capital. La gnoma cedió y regreso a belter a su tamaño y ambas se encaminaron a la posada, visiblemente cansadas y silenciosas. Un día duro.

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Morzek Huesonegro permanecía inmóvil en su trono, sujetando la empuñadura de su mandoble con firmeza mientras su mirada se perdía en la lejanía. Habían pasado varios días desde que Angustia había sido creada, y cada día su poder iba en aumento. Varios guardias iban a diario a su trono para informarle de lo que sucedía en Azeroth. Normalmente eran noticias sin importancia, como apariciones de monstruos en varias zonas del planeta o movimientos de las facciones. Facciones… que patético concepto. Sus soldados luchaban y morían en defensa de unos ideales que no eran más que mentiras formuladas por sus líderes. Humanos, elfos, orcos, enanos… todos ellos, sin importar sus ideales o sus colores, compartirán el mismo destino cuando sus días lleguen a su fin. Perecerán… como el resto de los débiles mortales.

Los días se sucedían sin cambio aparente hasta que uno de los guardias llegó una mañana con funestas noticias, o al menos eso decía él. Morzek lo hizo hablar, enterándose de que había habido movimiento en el sur de Kalimdor.

-¿A qué te refieres, siervo? Habla.-ordenó Huesonegro con moderado interés.

-Según he podido averiguar, últimamente ha habido un notable aumento en el número de silítidos hostiles y además… incluso he hablado con algunos aventureros y comerciantes que aseguran haber visto criaturas del vacío y sirvientes de los Dioses Antiguos.-informó el siervo, arrodillándose al terminar.

-¿Dioses Antiguos? ¿Acaso han vuelto a despertar? Si eso es cierto, el resurgir del Azote no será posible. Esos bichos siempre interfieren.-reflexionó el orco.

-¿Qué hará, señor?-preguntó el siervo, aún arrodillado ante él.

A modo de respuesta, Huesonegro se levantó pesadamente de su trono de huesos y envainó a Angustia lentamente mientras los no-muertos que había levantado se deshacían en pedazos, obedeciendo la voluntad de su señor.

-Prepara mi dragón. He de encargarme de que nada interfiera.-ordenó Morzek.

El guardia asintió y se dirigió a preparar la montura, que en pocos minutos estaba lista para el viaje. El Señor de la Muerte se acercó al dragón, que bajó la cabeza. Morzek acarició levemente el hocico del dragón y acto seguido se subió a la silla con un ágil movimiento. Sin perder el tiempo, espoleó a la bestia, que desplegó sus enormes alas y alzó el vuelo en dirección a Silithus. Si el vacío se había hecho con el control de Silithus, seguramente las zonas colindantes también estarían infestadas. Especialmente Uldum, debido a la construcción titánica que allí se encontraba. El viaje duró varias horas sin interrupción, pero él no se cansaba y tampoco necesitaba comer ni hacer nada de lo que un mortal tendría que hacer para soportar tan largo viaje. En cuanto la silueta de Gorribal se hizo clara en el horizonte y entró en Silithus comprobó que lo que decía el guardia era cierto. Había muchos más silítidos de los habituales, e infestaban toda la zona. Un enjambre que pasaba cerca trató de atacarlo, pero eso no suponía un problema para él. Con un simple pensamiento Angustia desató su poder y en un instante de los insectos solo quedaban carcasas muertas. Cuanto más se acercaba a Uldum, más potente era la magia del vacío. El aire estaba viciado, inundado por la influencia de los Dioses Antiguos y sus criaturas, que inundaban todo cuanto alcanzaba a ver. Cuando entró en Uldum, se dio cuenta de que incluso el cielo estaba corrupto por la influencia del vacío. Espoleó de nuevo al dragón, que bajó a una zona más o menos despejada cerca de una de las entradas a la cámara titánica y luego se alejó volando a la señal de su amo. El caballero de la muerte se asomó a la entrada, que descendía abruptamente hasta una especie de pasillo. Pudo vislumbrar varios silítidos y algún ignoto menor, además de numerosas aberraciones que se arrastraban por el suelo y las paredes. Ninguno le serviría de nada, así que alzó a Angustia sobre la entrada y al instante las criaturas del vacío cayeron inertes mientras sus almas eran absorbidas por la espada. Sin embargo, justo cuando se disponía a marcharse una enorme descarga del vacío estalló a su lado y dejó una marca en la arena. Sin alterarse lo más mínimo, Morzek se volvió con parsimonia para toparse con un enorme C’thraxxi que chasqueaba las pinzas al tiempo que preparaba otro embate. Cuando la segunda descarga del vacío se dirigió hacia él, alzó a Angustia y absorbió el hechizo. El monstruo, enfurecido, alzó uno de los brazos para aplastarlo, pero antes de que la pinza tocara el suelo un movimiento de Angustia segó limpiamente el apéndice, que cayó con un golpe seco a la arena. Aún más furioso que antes, el n’raqui descargó un golpe con la otra pinza, que una vez más fue cercenada al tiempo que unas cadenas negras envolvían las piernas de la criatura y lo hacían caer con estrépito. Los apéndices que brotaban de su espalda comenzaron a moverse en busca de algo que agarrar, pero también fueron segados por el inclemente filo de Angustia mientras más cadenas fijaban al monstruo al suelo. El orco se acercó lentamente a la cabeza del n’raqui y agarró uno de sus tentáculos, provocando la furia del monstruo.

-¿Puedes hablar?-preguntó el orco, apretando el apéndice.

El C’thraxxi rugió algo en el idioma de los ignotos, pero era ininteligible para el orco, por lo que el monstruo era ahora completamente inútil. Así pues, como hacía siempre con todo lo inútil, alzó a Angustia y de un golpe partió el cráneo del monstruo, que se retorció unos instantes hasta quedarse inmóvil mientras la hoja maldita absorbía su sangre y su alma hasta no dejar más que un enorme caparazón, que cayó con estrépito a la cámara a través de la entrada, partiéndose en pedazos al topar con el suelo. El Señor de la Muerte envainó a Angustia de nuevo y se encaminó a Rankahem. Allí quizá encontraría a algún erudito o a alguien que supiera lo que estaba ocurriendo. Quizá un prisionero o un sacerdote tol’vir. Y si no quería hablar, sus técnicas de persuasión eran bastante efectivas y Angustia haría que hablara.

No permitiría que el ascenso del Azote se viera perjudicado por el vacío.

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El tenue sonido de las olas besando la playa recibió a ambos jinetes cuando aparecieron tras una cortina de energía arcana y un repiqueteo metálico. La Costa Hirviente yacía atormentada ante ellos como una dama de piel de arena y melena de bosque, exhibiendo sus cicatrices y sugiriendo los enigmas que, aun tras el paso de Horda y Alianza, seguía albergando en su interior.

Valerie respiró hondo, inundando sus pulmones con el fresco aire de la playa, y lo soltó en suspiro lleno de optimismo y ganas de aventura.

—Pues aquí estamos, ¡la Costa Hirviente! —dijo ella con tono alegre—. Creo recordar que no habías estado nunca aquí, ¿no?

—Y ojalá hubiera permanecido así. Este fue el lugar donde empezó la guerra.

Ella frunció el ceño con gesto de falso enfado.

—Vamos, hombre. No seas tan cenizo.

Aiden gruñó con hartazgo como respuesta y espolearon a sus monturas para adentrarse en aquella isla inexplorada.

La arena crujia bajo los cascos de Tormento y Nobleza como si estuviera hecho de cristales rotos, levantando a cada paso que daban pequeñas nubes de azerita en polvo que la brisa marina no tardaba en difuminar. No hacían falta palabras para saber lo que había pasado allí, pues la propia costa narraba con silenciosas lágrimas de mar la triste historia de guerra y sangre que había atormentado sus arenas.

Restos de cajones de suministros, poco más que tablas podridas y harapos que en su dia representaron a las superpotencias del mundo, ahora yacían sobre las rocas, sirviendo de refugio a las pequeñas alimañas a para los que las banderas no significaban nada. Las armas de los valerosos soldados estaban esparcidas entre los riscos y los cascotes carcomidos por el óxido, compartiendo el mismo destino de unas refinadas perforadoras que habían sido pasto de las inclemencias del tiempo y del salitre, al igual que los huesos de aquellos valientes que, dejados atrás por sus compañeros, habían sido enterrados por la naturaleza mientras los cangrejos daban buena cuenta de sus blanda carne.

Un cangrejo ermitaño que había hecho de una calavera gnoma su hogar correteó entre los cascos del destrero de la muerte y atrajo la mirada de Aiden, que desvió su atención de las viejas ruinas que se alzaban como un guardián pétreo de una selva engalanada por una corona de niebla.

Le parecía curioso, hasta el punto de no entenderlo, como los vivos eran capaces de todo con tal de satisfacer su ambición. Intentarían ser ricos, fuertes o poderosos a toda costa, arroyando a cualquier cosa que se cruzara en su camino con tal de vivir la vida con la que soñaban, pero parecían ser incapaces de pensar a largo plazo. En el fondo daba igual lo que consiguieran, lo que lograran, pues vivieran el tiempo que vivieran este solo sería un breve instante ante la eternidad de la muerte, una débil chispa ahogada por un mar de sombras.

Y sin embargo, dedicaban todo su escaso tiempo para alcanzar aquello que les procuraría un corto instante de felicidad, inconscientes de que la muerte se lo arrebataría tarde o temprano y solo quedarían las heridas que habían infligido al mundo a su paso. ¿Acaso merecía la pena todo ese esfuerzo solo para dejar un legado de miseria?

—¿Este silencio no se te está haciendo algo pesado? —la musical voz de Valerie le sacó de sus apáticos pensamientos casi con un respingo.

—Me gusta el silencio.

—Recuerdo que cuando viajábamos cantábamos canciones de taberna para amenizar el viaje. Quizá deberíamos…

—No.

—Pero si te encantaba cantar. Aunque lo hacías fatal.

—No pienso cantar.

La paladín torció el gesto y dirigió su mirada hacia delante, hacia el puente de piedra que separaba la arena de los primeros helechos que trepaban por los riscos de la montaña. Tras un momento de silencio tenso, en el que el gruñido continuo de Aiden sonaba por encima de las lejanas olas, Valerie alzó una ceja con gesto travieso y le miró de refilón.

Tu expedicion tiene una misión:
Hallar riquezas sin igual.

—No lo intentes.

Tesoros hay mil; la tierra es hostil
y los puentes no son de fiar.

—Valerie, no lo vas a conseguir.

Ojo al pasar: peligros vas a encontrar
Mas también todo el oro que uno sueña.

—Uhgg.

Elige del montón, solo hay una exepcióoooon:

Valerie detuvo a su caballo y extendió el brazo hacia el caballero de la muerte, que la miraba con gesto asesino.

—No voy a moverme hasta que cantes.

Aiden bajó las cejas y suspiró con aire derrotado.

¡Tú no llevarte vela! —dijó con la voz más monótona y cansada del mundo.

Ella sonrió con genuina alegria y tamborileó sus dedos enguantados en sobre las crines de Nobleza antes de ordenarla seguir.

—¡Eso es!

—Santa Eónar…

Si les robas su luz, esa será tu cruz:
¡mejor huye y sin mirar atras!

Ahora debes correr: trampas hay por doquier
y no tienes ni idea de dónde estas. —Continuó el caballero de la muerte, con algo más de sangre en las venas, para regocijo de la guerrera sagrada.

—¡Sí! Se acercan a tí, y ya están aqui;
y temes que esta sea tu tumba.

Buscabas botín, ¿sera este tu fiiiiin?
Entre kobolds y catacumbas.

Ambos se miraron para entonar el último verso, pero cuando sus miradas se cruzaron por un breve instante pareció que se habían olvidado de la canción. Tomaron aire y terminaron el canto juntos, envueltos por una armonía que ni el tiempo ni la muerte habían podido romper.

¡Kobolds y catacumbaaaaas!

Valerie rió con ganas, pero Aiden no se quedó atrás. El sonido de su calmada risa los envolvió a ambos con sutileza, tan suave y auténtica que convirtió el eco profano de su voz en un sonido metálico y delicado como el de unas campanillas de viento.

La paladín, atraida por aquel sonido que le recordaba a tiempos mejores, dirigió su mirada a su compañero y observó con triste sonrisa como sus ojos cerrados y su gesto relajado e iluminado por el sol isleño le hicieron parecerese, durante un ficticio y hermoso instante, a aquel chaval alegre y bromista que había muerto tiempo atrás.

—Ha estado bien —dijo Aiden tras dejar de reirse. Aún así, su rostro no volvió a aquella máscara de estoicismo y apatía a la que se había acustumbrado, sino que irradiaba buen humor.

Ella asintió.

—Lo ha estado. Pero mira, ya hemos llegado.

Los caballos se detuvieron ante un barranco de poca altura. Aunque estaba ahogado por lianas y enredaderas, el reflejo de unas puertas de metal titánico todavía centelleaba bajo aquella superficie vegetal.

—Uldorus —continuó ella—. MADRE dijo que las instalaciones permanecieron selladas y sus guardas inactivos hasta las emergencias de azerita. Espero que no nos encontremos con ellos.

Aiden se llevó una mano a la espalda y desenvainó a Silencio, que como siempre no emitió sonido alguno. Alzó la guadaña y tras un destello de sus runas las plantas comenzaron a ennegrecer y secarse hasta que no quedó de ellas nada más que finos hilos de ánima que su triste hoja devoró sin ceremonias.

—Yo espero que sí.

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Maltratado, herido, encadenado, agraviado, despellejado, insultado, torturado, encerrado … olvidado.

Las cadenas que lo sostenían a la sala tintineaban con los impulsos musculares. La rabia crecía en su interior, una ira como pocas veces antes había sentido estaba comenzando a aflorar y amenazaba con traspasar los límites del cuerpo que la contenía. Cada vez las cadenas se agitaban más, rasgando piel, músculos y huesos.

— ¡¡Estas cadenas no me retendrán eternamente. La prisión mágica que me retiene no durará por siempre!! N’Zoth, Yogg-Saron, C’thun … todos sois iguales para mí. ¡¡Mi furia os engullirá a todos y cada uno de vosotros!!

Sonaron pasos en el corredor que conducía a la celda y entonces Nhail calló, escuchando atentamente, intentando adivinar qué torturador era el que venía. Los pasos sonaban irregulares y venían acompasados por un casi audible golpe seco, ya no tenía ninguna duda, era el cojo … o así le había apodado el propio pícaro.
Los pasos se detuvieron a unos metros de la puerta. Quizás estuviera preparando el discurso y los ultrajes que le diría … o quizás simplemente estaba descansando.

En los días que llevaba allí encerrado pudo escuchar a uno de los torturadores que acostumbraba a cortar las extremidades de sus prisioneros lentamente, pero Nhail nunca tuvo el privilegio de conocerle.
Parece mentira lo rápido que se desvanecen las prisiones mágicas y sus ataduras una vez que el foco de poder principal ha sido eliminado, ahora casi podía girar la cabeza y las extremidades sin que se le clavaran aún más esas infernales cadenas en su piel, no sabía cuantos días llevaba allí encerrado, pero le pareció toda una eternidad.

Estaba pensando en la cuenta de días cuando la puerta de la celda se abrió entrando seguidamente aquel esbirro cojo.

— ¿Cómo nos encontramos hoy?, No me lo digas, no hace falta … Sabes, tenemos cosas mas importanes que hacer en estos momentos, nuestro dios tiene planes mayores que preocuparse de seres insignificantes como vosotros, ya no nos importa tenerte aquí. Estamos pensando en si nos convendría más matarte directamente, de ese modo no tendríamos que bajar hasta aquí abajo cada maldito día.

Movido por la furia, Nhail arqueó la espalda y golpeó al Cojo con una de las cadenas que lo aprisionaban.

— ¡Maldito bastardo! Pues hoy te quedas sin comer — reía — tal vez mañana estés más dócil, si es que no decidimos dejar de venir, claro.

El carcelero cerró la puerta con tanta fuerza que uno de los cristales que cubrían las paredes de la celda cayó desde lo alto, estrellándose a poca distancia del prisionero.

— Maldito engendro … serás uno de los primeros … lo juro.

La puerta volvió a abrirse y entró nuevamente. Nhail no vio el movimiento, y mucho menos lo que tenía en la mano. Sin mediar palabra, a través de su hombro asomaba el filo de una espada, tan afilada como la muerte.

— Estúpido seas. ¿Te creíste por un momento que no te podría oír? Te estás confiando demasiado. Tu final está muy cerca, no lo dudes.

El Cojo retiró la hoja y desapareció por la puerta, cerrándola estrepitosamente. Esta vez, Nhail no dijo nada; concentró todos sus esfuerzos en sanar las heridas, detestaba la magia, nunca quiso aprender artes mágicas a pesar de ser un Elfo, prefería las artes druídicas impartidas por su maestro pero allí eran inservibles y se negaba a sacar toda la rabia de su interior, esa no era la manera ni la filosofía en la que el había sido entrenado años atrás pero a cada día que pasaba su ira acrecentaba a la par que su desesperanza.
Día tras día veía como la magia que lo encarcelaba se hacía más débil; no obstante, no había vuelto a saber nada de sus carceleros. Habían dejado de escucharse los ruidos que antes parecían ya imperceptibles de vida cercana; había desaparecido todo completamente, salvo la iluminación de su celda, reflejando los restos de lo que él, orgulloso, había sido…

Pasado un tiempo, presa completa de la desesperanza y de la ira, no pudo contenerse más y estalló en una espiral ascendente de odio, rabia, furia, dolor, desesperación y venganza. Un potente torrente arcano que le arrancó de sus huesos las cadenas que le ataban en su tormento; un torbellino de deseos reprimidos que arrasaron con todos los cristales de la celda, traspasando el techo y acabando por liberarlo completamente.

A lo lejos, el torturador con los dientes podridos y afilados como cuchillas, contempló el resplandor de la liberación del prisionero. Nhail se giró y con la mirada llena de frustración, cogió un trozo de cristal del suelo y le sajó la garganta ahogándose en su propia sangre negruzca que brotaba por la herida.
Cuando la vida de su antiguo ‘‘compañero’’ abandonó el cuerpo, no lo dudó por un momento y le cortó la mano.

— Te dije que si no estaba muerto, tú ocuparías mi lugar en el más allá. Por lo menos siéntete agradecido: no te he torturado … mientras estabas vivo. Oh, por favor, no me mires así … ambos sabíamos que este momento llegaría asquerosa marioneta.

— Eres un malnacido … debí matarte el primer día.

— ¿Quieres que te arranque tu otro ojo? Cállate y déjame tranquilo.

Nhail comenzó a desmembrar y despellejar al Cojo y, cuando de él no quedaban más que restos sanguinolentos, los incineró con el fuego de una de las antorchas del pasadizo, esparciendo luego sus cenizas por el viento para que nunca encontrara descanso.

— ¿Vuestro dios no os ordenó que bajo ningún concepto dejarais de vigilarme? Ahora pagaréis por vuestro error … ¡¡Sentid el calor de mi ira!!

Pronto comenzó a sentir una cálida sensación de bienestar en su interior que comenzaba a crecer y a crecer, convirtiéndose en un torrente de fuego de puro rencor que lo abrasaba por dentro.

— Demonios … Seres infectos originados de lo más nefando de la creación… Ninguno de vosotros tendrá cabida en el futuro, vuestras almas ya nunca regresarán desde el Abismo.

Rápidamente fue nuevamente a la celda, desafortunadamente los viales estaban rotos por lo que no le quedaba mas remedio que utilizar uno de los muchos ungüentos en sus heridas, tardaría un poco mas en cicatrizar y sanar pero nada por lo que alarmarse.
Rápidamente fue a la mesa donde se encontraba su tan preciada armadura que le susurraba …

‘‘Mo … ri … ran’’

Sacó vendas antisépticas, se las puso y acto seguido vistió nuevamente la armadura, pero las hombreras no desprendían aquellas energías y finos hilos de luz blanca, estaba claro que después de desatar su furia la armadura podría aprovecharse de eso y penëtrar directamente en su alma … los destellos eran verdes, no era mala señal del todo, Nhail todavía era dueño de su mente y cuerpo aunque sin duda debería tener mas cuidado la próxima vez.
Nhail esbozó una sonrisa cuando vio a las Myrkur, sus tan preciadas dagas cristalinas, intactas. Y por último se puso el collar de su difunto mejor amigo, la punta de flecha que tanto apreciaba irradió una cálida luz que le hizo sentir como en casa durante algunos instantes.
Prácticamente no habían tocado nada de sus pertenencias.

— He vuelto… Y la afrenta no quedará impune. Una vez creé mi propio paraíso, ¡Y entre todos lo habéis mancillado!


El sentimiento del amor, el deseo de vivir, cuando lo pierdes todo … el viaje llega a su fin. Los corazones que se afligen por el arrepentimiento y la tristeza se quedan inmóviles. El viento es lo único que dirá donde termina el sueño.


Continuará …


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Nhail tú estás en Orsis, ¿no?

Descendieron por la sinuosa caverna, el suelo como si de un reloj de arena fuese, estaba cubierto de arena mientras que diversas estructuras ancladas en el tiempo de diversas razas decoraban las paredes

  • ¿Eso es un barco?, ¿Rhod que es este sitio?.
  • Las Cavernas del Tiempo, ¿quieres regresar?.
  • No…continuemos, pero es que no tiene sentido un barco aquí abajo…¿que son esas estructuras?.
  • Son de eventos clave en el tiempo, Strattholme, el Portal Oscuro, Durnholde, Cementerio de Dragones,la Fuente Eterna…momentos clave de la historia.
  • ¿Y la matanza de Ogrimmar?.
  • Aún no esta, es un suceso aún no escrito.
  • Entiendo.
  • Estamos a punto de llegar, Chromie te espera.

La galería, coronada por un enorme reloj de arena estaba rodeada de más estructuras, representando los fenómenos clave de la historia, en el centro una gnoma ataviada con una toga blanca esperaba sentada en el borde del pedestal

  • Hola Rhod nos volvemos a ver.

  • Hola Chromie, tengo cosas que preguntarte.

  • Espera…¿Chromie es una gnoma?..¿es esto alguna clase de broma? Miró al enano

  • No Biroz, soy un dragon bronce, pero uso el aspecto de una gnoma para moverme con facilidad entre los mortales.

  • Espera…¿como sabes mi nombre?, ¿se lo dijiste?.

  • No, ya nos hemos visto en otras ocasiones.

  • ¿Otras ocasiones?, es la primera vez que te veo.

  • Claro, en otras líneas temporales.

  • Bueno Chromie, se lo explicaré más tarde, necesito saber de esta línea temporal y su futuro, estoy seguro que mi presencia aquí la habrá alterado.

  • Y estas en lo cierto Rhod, la matanza de Ogrimmar sucede y de hecho mueren miles de civiles, vosotros no llegasteis a tiempo para evitarlo, si no que Aiden es quien estaba allí en ese momento…de hecho en esta línea temporal Aiden se convierte mucho antes en espectro, Rhod nunca es caballero de la muerte aquí tampoco.

  • Es peor de lo que pensaba…El enano no muerto se quedó pensando y murmurando

  • Entonces solo tenemos que ir a Ogrimmar antes y acabar con quienes empezaron todo.

  • No es tan fácil, no sabemos las consecuencias inesperadas que puedan causar, mira lo que ha cambiado mi presencia el futuro.

  • Ya…¿aun tenemos que acabar con N’zoth no?

  • Por supuesto Biroz, si no cae el Dios Antiguo el futuro es mucho peor para todos.

  • Un momento…¿esta conversación también ha cambiado el futuro no Chromie?

  • Claro que lo ha hecho.

  • Muéstranos que ha cambiado.

  • Lo siento, pero eso no es posible, tiene que desarrollarse con normalidad.

  • ¿Normalidad?, podríamos acabar ya con la amenaza y salvar Azeroth.

  • No podemos alterar el tiempo a nuestro antojo, debemos respetar la continuidad, pero la matanza hay que evitarla.

  • Así que aquí no muero… entonces no me encuentro con Sylvanas…

  • En efecto es Aiden quien la encuentra, acaba matándola, pero a partir de entonces continua su cruzada, tenéis que evitar que suceda.

  • ¿Donde esta Sylvanas?.

  • No puedo deciros eso.

  • El kultirano observó las estructuras congeladas en el tiempo que les rodeaban y elevó su tono de voz ¡No puedo contarlo, no puedo decirlo, no puedo cambiar el tiempo!..¿Acaso sois incapaces de hacer más que observar como los mortales sufrimos?, ¿Es acaso esto algún tipo de entretenimiento?..¿Para vosotros somos marionetas?, ¿Es que no podéis hacer nada para salvar el planeta?.

  • Cálmate, entiendo que quieres decir pero…

  • Ni pero ni nada, te han hecho morir y pasar por tantas penurias para luego enviarte aquí y utilizarte, ¿Es que no pudieron evitar ellos la matanza de Ogrimmar?, ¿no pudieron haber evitado que Sylvanas fuese jefa de Guerra?..Le dio una patada a una piedra …¿De verdad Chromie?, ¿De verdad somos tus marionetas?.

  • Son sucesos que debieron acontecer, no podemos alterar el pasado a nuestra conveniencia.

  • ¿Y era mejor dejar que la Plaga arrasase Lordaeron y Quel’thalas?, ¿Que se abriese el portal Oscuro?, ¿Que la Legión nos invadiese?..¿de verdad os importamos?, no que digo… esta claro que para vosotros somos hormigas, vamonos Rhod, aqui no vamos a conseguir nada se dio la vuelta y caminó hacia la salida

  • No puedo permitir que dejes esta estancia aún el kultirano quedó congelado, como si el tiempo hubiera dejado de fluir para el lo siendo Rhod, ahora lo devolveré a la normalidad, continuemos.

  • Yo también pienso en parte como el, claro entonces no sabríamos como sería el mundo. El enano observaba al pícaro congelado

  • Debéis evitar a toda costa el suceso de Ogrimmar, ahora he de informarte de otra diferencia con tu línea y es que hay un Señor de la Muerte llamado Morzek Huesonegro, un orco caballero de la muerte, que puede causar problemas y con el cual debes tener cuidado.

  • Morzek Huesonegro…ese nombre me suena… ¿Señor de la Muerte?.. que yo recuerde el Señor de la Muerte era…

  • En efecto, en tu línea fue un discípulo de Aiden, en esta Morzek lo mató y se hizo con el control, ya ha causado caos en diversos puntos del planeta y no tiene escrúpulos en matar a inocentes si con ello logra sus objetivos.

  • Siempre hemos tenido gente así en Acherus…idiotas que se dejan consumir por la sed de sangre suspiró …pero que haya logrado ser Señor de la Muerte me preocupa, muchas gracias por la información, ¿algo más?.

  • No puedo decirte nada más, deberían empezar a preparados para ir a Ny’azorla de una vez y matar a N’Zoth, creo que todos los partícipes están en movimiento en este momento… Nhail esta en apuros, quizás deberías ir o quizás deberías dejar que se ocupe el de sus captores.

  • ¿Captores?

  • Esta en una celda por unos incidentes con siervos de N’zoth.

  • Umm… seguro que logrará librarse facilmente, no debería interferir en eso, para el soy un enano no muerto más en este momento.

  • Sabia decisión, ahora marcha.

  • ¿Le vas a dejar irse? Miró al kultirano

  • Claro no te preocupes, tengan cuidado pues no se que podría pasar si mueren hizo fluir el tiempo para el kultirano de nuevo

  • Vamonos Rhod, este sitio es vomitivo.

  • Claro, volvamos a Cámara del Corazón…quédate quieto El enano invocó un portón de la muerte frente al kultirano entra.

  • ¿Esto es para ir a Acherus?, si estamos mucho más cerca de Silithus ahora.

  • Dalaran esta cerca, alli contrataremos a un mago que nos haga un portal a Silithus, estaremos en Camara en medio dia con suerte.

  • ¿Que pasa con Kal?

  • Esta regresando a Camara en este momento, le ordene volver no te preocupes, pero no pienso estar otros tantos días de vuelo, quien sabe si esos días son vitales.

  • Siento decirlo pero…ese portal…es como sentir la muerte… además que dudo ser bien recibido en Acherus.

  • Solo va a ser 5 minutos allí no te preocupes, preguntar una cosa, solicitar una montura e irnos.

  • suspiró de acuerdo…vamos… ¿no entras?

  • Si entro el portón se va, al igual que si fuese un mago, entra.

  • ¿Estas seguro que no me mataran nada más pasar?

  • No, entra sin miedo.

  • En fin… A regañadientes y con paso corto el kultirano entró por el portón, apareciendo en una plataforma expuesta sobrevolando Islas Abruptas

Acherus

El pestilente olor de la muerte inundó los pulmones del kultirano, el puerto de Boralus en verano era como los bosques de Vallefresno en comparacíon, las arcadas no tardaron en surgir y tan rápido como estas 2 guardias totalmente recubierto de armadura negra se les aproximaron

  • ¿Que hace un vivo en la fortaleza de Acherus?, más vale que tengas justificación si quieres salir vivo de aquí.

  • ¿Cuanto estas tardando Rhod?, sal de una vez.

  • Repito, ¿que haces en Acherus?, los vivos no tienen permitido su paso aquí.

  • Esto… Vengo con Drethz Martillosalvaje de paso a Dalaran, solo me interesa eso.

  • No conocemos a nadie con ese nombre, ¿como has logrado un portón de la muerte?

  • Viene conmigo El enano apareció por el portón necesito hablar con Mograine y 2 monturas para ir a Dalaran, rápido.

  • Así será ambos saludaron al unísono con respeto

  • ¿Que acaba de pasar?.

  • Larga historia que no te interesa, vamos dentro y no te separes en ningún momento, esta gente no dudaría en matarte.

  • Ya… vayámonos de aquí ya, esto es repulsivo.

caminaron hacia las entrañas del complejo, los gritos de los demonios inundaban el complejo al igual que los necrófagos y aberraciones correteando por las pasarelas, el kultirano se negaba a pensar que un lugar así existía y que para colmo eran aliados, al final llegaron al centro, junto a Mograine

  • Bienvenido, ¿traes a un prisionero?.

  • No, trabaja conmigo ahora, necesito información sobre Morzek Huesonegro.

  • Es el Señor de la Muerte, partió a Silithus tras lograr su objetivo.

  • Gracias, eso es todo.

  • Y este es…

  • Se llama Biroz, es un pícaro.

  • El veterano caballero de la muerte miró extrañado y con intriga Este señor es un…¿pícaro?..es un tanto…orondo para serlo, un kultirano pícaro…y pensar que un vulpera caballero de la muerte ya se me antoja absurdo.

  • Oye Rhod, nos podemos ir ya antes de que degolle a este tipo…

  • Adelante inténtalo, quizás puedas ser digno… a la malas será alimento por semanas para los necrófagos o…daria lugar a bastante componentes si…

  • Ni se te ocurra Biroz, es solo humor.

  • ¿Quieres acabar con nosotros verdad?, si me matas permitiré que Acherus quede sumergida, y todos nosotros con el.

  • Te esta provocando para ver como te desenvuelves por curiosidad, no le ataques.

  • El kultirano atacó a degollar con una daga que fue bloqueada por el mandoble, con un giro atacó con su otra daga, que fue evitada al inclinar la cabeza Mograine, este dio una patada en el estómago al kultirano, que cayó de espaldas

  • Interesante, sería un desperdicio usarlo como carnaza o componentes…quizás con entrenamiento nos podría ser muy útil en nuestras filas.

  • ¡Basta ya! las monturas deben estar listas ya, Mograine el quiere seguir vivo y no vas a levantarlo.

  • Claro claro, ha estado interesante, no pensaba que alguien de esa masa podría ser agil… Drethz, si muere…tráemelo, quisiera tenerlo bajo mi tutela.

  • El kultirano se levantó con dificultad no pienso convertirme en no muerto, vamonos de aquí ya Rhod.

  • Claro, gracias por la información Mograine.

  • Tráemelo si muere, tengo planes para el en la no vida… ¿Biroz verdad?, siéntete orgulloso, no todos tienen una oferta así.

  • Vayámonos antes de que intente matarlo del todo.

Ambos fueron de regreso a la plataforma, ya con 2 grifos esqueléticos listos para partir

  • Pobres criaturas, con los majestuosas que son en vida.

  • Bueno, en no muerte no se agotan nunca ni tienen necesidades, son perfectas para ir a Dalaran rápido.

  • Ya… de un salto montó ¿Estas seguro que este saco de huesos aguantará mi peso?.

  • Aguantan fácilmente un tauren, claro que lo harán.

  • Espero, no pienso ser el aprendiz de ese tipo.

  • Es tu decisión, no pienso dejar que mueras tan pronto.

  • Gracias…aunque eso de tan pronto

  • Digamos que cuando mueres tu humor se vuelve un poco más negro.

  • Ya veo ya…
    Finalmente ambos partieron hacia Dalaran, hacia el Alto de Krasus

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Off: No, estoy cerca de Ramkahen, y hasta ahí puedo decir.

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Ah vale, era por no liarla con los lugares.

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