Escrito por Thantos, no se pierdan el próximo capítulo
Las alargadas sombras de los puentes sobre ellos alternaban con la tenue luz de los edificios que escoltaban a la naciente rampa de hielo. Como si fueran un cometa, dejando un rastro de polvo y escarcha, Aiden y Valerie se deslizaron escaleras abajo, zigzagueando para evitar los escombros que el coloso viviente les lanzaba desde apenas una docena de metros más atrás.
—De momento el plan de huir no no está funcionando.
Aiden hizo un amago hacia la izquierda para acabar derrapando a la derecha. Un instante después, la fachada de una de las casas a su altura se hundió al recibir el impacto del tejado de uno de los puentes que había sobre sus cabezas. P.A.D.R.E no les había dado tregua, y ahora les perseguía por la ciudad causando un rastro de destrucción sin dejar de repetir su misma cantinela una y otra vez.
—Tenemos que despistarlo —acabó por decir el caballero de la muerte—. ¿Puedes encargarte de eso?
La paladín asintió y le dio la vuelta a su hoja. Su pomo de azerita volvió a brillar y a dibujar un mapa holográfico de Uldorus. La inmensidad laberíntica de la ciudad-forja se extendió ante ella sugiriendo tímidamente sus secretos; pero ella solo tenía ojos para encontrar un lugar donde darle esquinazo.
—Nivel de amenaza omega —la voz mecánica de P.A.D.R.E sonó por toda la gran cueva, imponiéndose incluso al estruendo de sus zancadas. A cada paso que daba, desataba una onda sísmica que hacía temblar los edificios más cercanos a la calle principal, y los pequeños escombros que salían volando a su alrededor se impregnaban de su intenso calor hasta estallar en llamas.
Alzó su cañón y disparó una ráfaga de energía arcana. Con reflejos de tigre y un gruñido molesto, Aiden ordenó a Silencio que interceptara el golpe. La guadaña se deslizó de su mano y saltó tras su maestro por voluntad propia, chocando de lleno con el proyectil mágico. La explosión fue lo suficientemente cercana como para quebrar el hielo y hacerles rodar por la escalera varios metros antes de que la paladín alzara un esférico escudo de venganza, que aunque no impidió que siguieran rodando dio tiempo al caballero para reanudar su paso de hielo.
—Valerie, necesito una dirección. —Extendió el brazo para llamar de nuevo a Silencio, que surgió de entre los escombros cubierta de polvo.
—¡Lo tengo! —respondió tras unos agónicos segundos —¡A la izquierda! ¡Ahora!
El caballero obedeció y dio un giro brusco, colándose por una de las calles paralelas. A sus espaldas sonó un largó “omega” que precedió a un sonido de derrape y el estruendo de un vigía titánico chocándose contra una de las estructuras.
—Ja —se jactó ella—. Se la ha pegado pero bien.
—¿Ahora por dónde?
—A la derecha. Tenemos que volver a la escalera principal.
Aiden giró la cabeza hacia atrás con las cejas alzadas. Solo su mirada bastó para arrancar una explicación a su compañera.
—La forja principal está al final de esa calle, tras un puente. ¡Si conseguimos teletransportarla hacia la Cámara del Corazón, no tendremos porque llegar hasta el motor!
—¿Y qué hacemos con él? Nos volverá a perseguir en cuanto nos vea.
—Lo se. —Se frotó bajo la nariz mientras sonreía—. Cuando lleguemos al puente, lo volamos por los aires y nos detenemos con Silencio en el último instante mientras él se cae al abismo.
Aiden estrechó la mirada.
—¿Has estado bebiendo?
—Hazme caso y mira al frente, que estás conduciendo.
Al final, él cedió y recondujo su camino de escarcha a la calle principal, donde no tardaron en encontrarse de nuevo con el protector de la forja. P.A.D.R.E rugió y se lanzó en un esprint tras ellos, dando pasos cada vez más rápidos y veloces.
Una estructura al pie de una de las columnas cósmicas empezó a divisarse entre la marabunta de edificios más bajos. Sus altas torres aspiraban a rozar el cielo sin separar sus enormes arcos ojivales del gran barranco que se alzaba sobre el abismo, como si fuera una isla flotando en medio de la oscuridad, solo conectada a tierra por el ancho puente de colores arcanos que aguardaba paciente al final de la escalinata.
Valerie alzó su espada de nuevo, invocando el favor de la Luz mucho más respetuosa esta vez. Una sencilla Sentencia de Ejecución apareció sobre ella, relampagueando e iluminando Uldorus como una antorcha de divinidad pura. A pesar de su aspecto, no consiguió impresionar al caballero de la muerte, sino más bien al contrario.
—No va a ser suficiente. Vas a tener que hacernos rodar otra vez. ¿Preparada?
—A la de tres. Una, dos…
Aiden cortó el flujo de hielo e impulsó a ambos en el aire con su fuerza profana. Mientras Valerie caía de nuevo, preparándose para dar forma a otro escudo sagrado, él apuntó con Silencio al martillo de luz sobre su cabeza. La magia de la muerte manó de sus runas malditas y creó cinco martillos de sólido hielo oscurecido que comenzaron a orbitarlo, como planetas alrededor del sol, antes de que él cayera de nuevo en el instante preciso en el que el muro radiante se cerraba.
P.A.D.R.E les imitó y se lanzó hacia ellos con el puño en alto, carbonizando todos los tejados y las columnas de sobria piedra a su paso.
Todo ocurrió en un instante. El gran martillo cayó como un meteorito contra el puente de la fragua, reduciéndolo a escombros con una gran explosión. La pelota de Luz Sagrada se desdibujó en el aire justo en el borde del barranco, dejando caer a sus ocupantes durante el segundo exacto que Silencio tardó en clavarse en las entrañas del puente. A ellos dos le siguió el guardián, que se precipitó cabeza abajo, sin dejar de mirarlos hasta que su fulgor ígneo se perdió entre las brumas de abajo.
—Ugh… qué mareo —protestó Valerie, parpadeando varias veces para espantar al bamboleo de su cabeza.
—Ni se te ocurra vomitarme encima.
—No te prometo… uff… nada.
—Te tiraré al vacío.
Hubo un nuevo instante de silencio antes de que los dos comenzaron a reír como si no estuvieran colgando del abismo desde el mango de una guadaña.
—Ha estado bien —Aiden asintió para sí tras dejar de reírse.
—Sí —ella suspiró, dejando una pausa antes de continuar—. ¿Y ahora como subimos?
No hubo respuesta, y aunque la hubiera habido no podría haberla escuchado sobre el rugido de la roca al hacerse pedazos. P.A.D.R.E apareció desde dentro de la pared del acantilado justo a su altura, abalanzándose contra los indefensos héroes de Azeroth antes de que pudiera reaccionar. Silencio fue privada del abrazo de la piedra y los tres quedaron suspendidos en el abismo antes de empezar a caer.
Cayeron entre sombra y fuego.
El vigía titánico agitaba sus brazos en el aire, intentando aplastar de una vez a los intrusos. Aiden se lanzó contra su pecho, lanzando una miríada de golpes contra sus partes más vitales, pero el acero que daba forma a los huesos del titán probó ser lo suficientemente resistente como para resistir los golpes de Silencio.
P.A.D.R.E les apartó de una patada y comenzó a emanar fuego de todo su cuerpo. Era obvio que él podría sobrevivir a la caída, y esperaba mantenerlos a raya hasta que la gravedad hiciera su trabajo.
El suelo apareció bajo ellos. Al principio una mancha de tenue luz metálica; pero rápidamente convirtiéndose en la realidad imperante, el destino escrito e ineludible de los guerreros. Aiden pasó a forma espectral sin reducir su velocidad ni un ápice, pero su mirada se había centrado en la de la paladín que giraba en el aire, preparándose para lo peor. No había asideros para clavar sus cadenas o una Atracción letal, y de haberlos la desaceleración repentina la habría partido por la mitad de todas formas. Lo único que quedaba era confiar en la protección de la Luz, y él, por primera vez en su larga no muerte, le pidió que intercediera por ella.
El primero en llegar fue el coloso, quebrando el suelo con un impacto apocalíptico. A él le siguieron un fantasma y la estela azulada de la Bendición de protección más desesperada de la historia, superando su umbral y llegando a la sala que yacía todavía más abajo.
Si no hubiera sido por su preocupación, Aiden hubiera quedado maravillado por el ambiente azulado de aquella sala cubierta de complejos engranajes de propósito astral escondidos tras gruesos muros de vidrio rúnico. La energía latente de la cámara del motor se manifestaba como brillantes constelaciones y círculos de magia incomprensibles que emanaban del gran anillo de bronce, similar al de la Cámara del Corazón, que gobernaba el centro de la estancia.
Aiden arrojó su guadaña al suelo y cogió en brazos a Valerie. Un hilillo de sangre corría desde su frente, recorriendo el valle de sus ojos cerrados. Puso el oído sobre su pecho, volcando todos sus sentidos en encontrar algo más que un cuerpo vacío, y se reconfortó al escuchar los firmes latidos de su corazón. La Luz había sido misericordiosa y Valerie solo estaba inconsciente. El caballero estuvo tentado de darle las gracias a la fuerza que más odiaba hasta que la voz del destino heló su mente.
—Murió en mis brazos sin encontrar consuelo.
Alzó la cabeza, buscando el origen de esa voz, y por un instante, lo vio frente a él. Tan grande y terrible como la primera vez.
El Espectro del Invierno, o por lo menos su recuerdo, le atravesó el alma con la mirada. Alzó un dedo, señalando al vigía titánico que ya empezaba a ponerse en pie a espaldas de Aiden.
—Ella no morirá… aún. Y tú no eres lo bastante fuerte como para reclamar su corona… —tras la Máscara de Dominación se dibujó una risa siniestra y enloquecida, mostrando todos los dientes en un inequívoco mensaje—. Aún.
Desapareció tan rápido como había aparecido, dejándole solo con el incansable enemigo al que debía enfrentarse. Sus dedos estrangularon el mango de Silencio con brío renovado, preparado para acabar lo que había comenzado. Se puso en guardia. Su rostro era un poema a la determinación. A la ira.
—Nivel de amenaza…
—GRAAAA.
Saltó tan fuerte que sus botas metálicas se quebraron. Envuelto en una tormenta espectral, se lanzó contra su cabeza lanzando gruñidos dignos de un man’ari. Silencio castigo con inusitada furia al constructo, que se tambaleaba intentando en vano defenderse de la miríada de golpes que le llegaban de todas direcciones.
La cámara del motor no tardó en llenarse de chispas y metralla metálica. Los cálculos de P.A.D.R.E no habían tenido en cuenta al colérico espectro que volaba de un lado para otro con una velocidad impensable, dejando solo el rastro neón de unos ojos sin pupila que sólo destilaban odio. Su figura etérea entraba y salía de las Tierras Sombrías como si el velo entre la Vida y la Muerte se hubiera desvanecido. Sus gritos no solo estaban cargados de rabia, sino de congoja y desesperación, tan intensos que rozaban la locura.
Ni siquiera el contraataque de P.A.D.R.E consiguió detenerlo. Su rápido y ardiente puñetazo le arrancó del plano de los muertos y le empotró contra una de las columnas que sujetaban el techo, pero eso no le libró del castigo de decenas de virotes de hielo afilado y deforme que bajo ninguna luz podrían considerarse espadas. Su cañón comenzó a rugir; de su boca empezó a asomar la luz rojiza y eléctrica que anunciaba la masacre; pero antes de que pudiera rebosar desde el cilindro se encontró con las relampagueantes y sobrecargadas runas de Silencio, que desdeñó su nombre para lanzar un grito tan intenso como el de un coro de banshees.
El cañón explotó, dejándole manco y arrojándole hacia atrás. Su rostro perdió los últimos retazos de humanidad cuando su máscara se terminó de hacer pedazos, revelando un horno de ira que ningún ser sin alma podría tener.
—Protocolos viol.ados. Restricciones de seguridad levantadas.
P.A.D.R.E rugió, y su voz ya no era tan mecánica y monótona. Su única mano se clavó en el centro de la sala y arrancó el motor mismo que alimentaba Uldorus, cargando con él en el hombro como si fuera una impensablemente pesada minigun.
—Exterminar. EXTERMINAR.
El cañón disparó la magia titánica más pura que el mundo había visto, un intenso rayo de luz gamma de color violeta que vaporizó todo lo que se cruzó en su camino. El espectro descendió de su columna en el último instante y comenzó a correr a su alrededor, evitando la muerte asegurada que el vigía dispensaba.
Detuvo de golpe su carrera circular y se lanzó contra su enemigo, encarando el cañón de desintegración. Su voz sonó de nuevo, sacudiendo los engranajes y agrietando el grueso muro de cristal, pero Aiden lo esquivó en el último momento, deslizándose entre sus piernas y cortando la gruesa pareja de cables que todavía lo unían al suelo.
P.A.D.R.E rugió y se dió la vuelta a velocidad del rayo, usando el motor como porra. El suelo tembló ante el impacto, pero para cuando lo hizo su objetivo ya estaba en el aire. Los ojos mecánicos del vigía le habían seguido a pesar de su endiablada velocidad, y alzó el motor de nuevo para golpear por segunda vez.
Pero Aiden no estaba dispuesto a perder. Había gastado cada gota de su poder en aquella ráfaga de golpes, y si seguía combatiendo era por pura inercia. Un solo golpe, un solo fallo, cualquier cosa que quebrara su ritmo sellaría su destino. Cada gota de ánima que había aumentado su poder, cada una de las almas que había devorado en Uldum, se habían esfumado, y la sed inabarcable que atenazaba sus músculos ensombreció incluso a la famélica Silencio.
La guadaña descendió cortando el aire, preparada para todo, pero su trayectoria se giró en el último instante y se enganchó en el motor, dando a su maestro un punto de apoyo donde balancearse y lanzarse contra el suelo, arrastrando en una caída mortal al vigía. Su cabeza sin rostro golpeó contra el suelo instantes antes de que el motor la aplastara.
— A̶͉̼͒̚N̸̝̄̿͂ͅͅQ̶̨̛̋Ū̸̜̖͆Ỉ̴͓̊͝L̵͓͙̫͐̃̉A̴̻̹̘̔R̴̘̕ͅ.
P.A.D.R.E había detenido el amasijo de metal con su mano, partiéndolo al medio y amenazando con alzarse de nuevo. Su puño imparable se alzó para cumplir sus palabras, pero esta vez el segador fue más rápido.
Silencio se coló por su mandíbula y asomó por el cénit de su cabeza. La manaza titánica se aferró a su mango en un último intento de detener al destino, pero Aiden no desistió ni siquiera a pesar del dolor que amenazaba con arrancarle los brazos. La guadaña se deslizó por el metal, avanzando más en su viaje, pero no abrió ni un rasguño. En cambio, una silueta de luz blanca comenzó a asomar desde el inclemente acero.
—¡AHHHH! ¡RAH!
Aiden completó su parábola. El chispeante cuerpo mecánico cayó inerte al suelo, contemplando con dos brasas apagadas como su mismísima alma ahora flotaba en el aire, incapaz de escapar del mordisco de su predador. El caballero de la muerte dió un tirón con todas sus fuerzas, desgarrando el alma de P.A.D.R.E hasta convertirla en una inmensa sopa de ánima que arma y maestro no tardaron en devorar.
Los relampagos sacudieron la cámara con la fuerza de un alud. Aiden estaba en el centro, levitando y gritando. Su cuerpo alternaba entre el estado físico y espectral mientras asimilaba el incalculable poder que ahora era suyo por derecho.
Y ella, sentada contra la pared, incapaz de apartar la mirada, sacó fuerzas suficientes para hablarle al pomo de la espada.
—M.A.D.R.E… lo tenemos.