El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

Relato de lord Aiden.
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Se despertó con los ojos como platos, la nariz enrojecida y el aliento entrecortado. Intentó levantarse como pudo, pero sus temblorosas piernas le fallaron y cayó de rodillas, y solo gracias a Silencio evitó caer de bruces de nuevo.

—¡Aiden! —Menelwie se lanzó hacia él y le ayudó a ponerse en pie de nuevo, cosa que él agradeció con un leve asentimiento —. Por Elune, ¿qué te ha pasado?

¿Qué le había pasado? Ya quisiera él saberlo. Los últimos minutos habían sido tan repentinos y surrealistas que no había tenido tiempo para procesarlos. Sabía que su infiltración en las Tierras Sombrías había sido un éxito, pero cualquier sensación de victoria que pudiera albergar estaba opacada por la tormenta de duda y confusión que asolaba su alma. Había rescatado el alma de la elfa y recuperado su Paso espectral, de eso no había duda, pero con respecto a ese farol y el poder que le había concedido, aunque fuera momentáneamente…

—Cumplí la misión —no hizo esfuerzo alguno para mantener su tono tranquilo y estoico, y la elfa notó la preocupación de su voz.

—Pero eso es bueno, ¿no?

—No estaba solo.

—Espera, ¿cómo que no estabas…?

Aiden terminó de ponerse en pie y posó la punta de la guadaña sobre el pecho de Shivadel. Sus runas se iluminaron con reticencia y lanzó un tenue gemido fúnebre, pero igualmente obedeció a su maestro y volcó el fragmento de alma que acababa de rescatar. Un hilillo de luz plateada se filtró desde el metal oscuro hasta el corazón mismo de la elfa, iluminando sus entrañas y haciendo visible la sombra de sus costillas a través de la piel durante un instante.

El caballero guardó la guadaña con un gesto tan rápido como torpe y se dirigió a la salida.

—Listo. Estamos en paz. Me voy a la Cámara.

—Espera, no has respondido ha…

—Las runas de la pared se van con agua y jabón.

—Pero…

Un portazo inintencionado dio por zanjada la conversación. Menelwie se quedó quieta en el pasillo, con un dedo alzado y la mandíbula colgando. Suspiró con pesadez y se dirigió de nuevo hacia el salón. Por lo menos limpiar ese desastre sería fácil.

—Necesito un café.


—¿Es una pasada o no es una pasada?

Valerie apartó la mirada de los brillantes ojos del goblin para contemplar de nuevo la gran forja de Uldorus. Sus insondables mecanismos trabajaban sin descanso al ritmo de su propia música mecánica. En su interior, tras los gruesos cristales, se podía ver como decenas de brazos mecánicos, martillos y sopletes ensamblaban las piezas que salían de la fundición para dar forma a las armaduras que decantarían la inminente batalla a su favor.

—Es una pasada —asintió. Tenía que reconocer que le había costado despegar la mirada de los patrones precisos y cíclicos de la máquina.

—Las pruebas de diseño y rendimiento ya están completas —Yotni hizo una pausa para sacar un puro de sus amplios bolsillos y darle un par de caladas—. Las armaduras menores no eran más que un prototipo para la Égida, y aún así le dan mil vueltas a la mayoría de las que he visto en mi vida. Las hemos metido en cajas para distribuirlas por los soldados, así quizá den un poco menos de pena.

El goblin se carcajeó ante su propia chanza. Su risa, aunque áspera y algo cruel, era contagiosa, y Valerie no pudo evitar lanzar una carcajada culpable.

—¿Y qué hay de las nuestras?

Yotni dio otra calada.

—Esas, señorita, hay que hacerlas a medida para cada uno de nosotros. Ya sabes, para potenciar nuestras habilidades específicas y todo ese percal —. Agitó la mano para dar énfasis a sus palabras—. Los demás ya están de camino.

—¿Todos? Ha pasado mucho desde la última vez que tuvimos que luchar todos juntos.

—Todos… menos Aldo. Magni me dijo que estaba ocupado con no sé qué misión especial. Supongo que se nos unirá más tarde.

—El adalid no para, ¿eh?

—Y que lo digas. ¿Te crees que ni siquiera me se su…?

Un gran estruendo metálico les pilló por sorpresa. La puerta de la sala había sido arrancada de sus goznes y se había estrellado en el suelo, a varios pasos del marco. Como un heraldo de lo que se acercaba hacia ellos, su metal retorcido rezumaba de energías del Vacío que impregnaron la cámara con ininteligibles susurros.

—¡Gha’la nishhh yak’zu!

Un gran tauren entró al galope en la sala con las manos aún humeando. Su cuerpo estaba completamente cubierto por una armadura de placas negra y morada con motivos de peces y tentáculos, y centelleaba con brillo viscoso como si acabara de salir de una tinaja de aceite. En su frente había un gran ojo anaranjado con la pupila vertical que miraba con ansia nerviosa a todas partes.

—¡Por el Dios de las…!

Un trueno retumbó en la sala a la vez que una estela de armónicos amarillo y azul la recorrió de extremo a extremo en linea recta, atravesando justo el ojo y el cerebro de aquel tauren para seguir con su trayectoria y abriendo un pequeño y humeante cráter en el suelo.

Yotni le dió una última calada a su puro y lo escupió. Todavía mantenía en alto a Desguazadora, una de sus dos pistolas propulsadas por azerita. Su enorme cañón cilíndrico, rematado en la cara de un goblin y brillando con restos de pólvora centelleante, lanzó una bocanada de humo y un agradable sonido mecánico mientras preparaba su siguiente bala.

—La seguridad de este sitio es lamentable.

La paladín respondió desenvainando su hoja, Juicio, y esta lanzó un siseo cristalino mientras la Luz sagrada y la azerita de su pomo competían para gobernar sus elegantes filigranas.

—Arreglémosla, ¿te parece?



La situación en los pasillos era un caos. Docenas de cultores habían aparecido de golpe entre las filas de los voluntarios para salvar Azeroth, y ahora teñían de rojo las cámaras que habían jurado defender en nombre de su nuevo Dios. Su empuje era una riada que había arrasado todo cuanto se le pusiera por delante, pero ni la riada más fuerte podía tumbar a una montaña.

Y esa montaña se llamaba Moki Cantavientos.

El colosal chamán, ataviado en sus ceremoniales ropas chamánicas, blandía un enorme tótem como si fuera un martillo de guerra. El tauren, grande incluso para los estándares de su raza, había taponado él solo uno de los pasillos principales de la Cámara del Corazón. Cada uno de sus golpes lleva consigo la furia de los vientos y la tempestad; cada vez que su tótem golpeaba, arcos voltaicos golpeaban las paredes de bronce de la cámara y otro cadáver caía al suelo, muy a su pesar.

—No tienes porqué hacer esto, amigos —dijo compungido—. Ya habéis visto que no puedes vencerme. Marchaos y conservad vuestras vidas.

El líder del grupillo al que se enfrentaba, un kultirano que apenas conservaba rasgos humanos, dio un paso hacia él con aire arrogante.

—Tus palabras no significan nada ante el Dios de las Profundidades. ¡Haremos su voluntad incluso en la muerte!

—Sea, pues —gruño con pesadumbre—. Que la madre tierra os acoja en su seno.

Moki se puso en guardia, preparado para el siguiente embate. El kultirano, en cambio, prefirió un enfoque ofensivo y se lanzó hacia él espada en mano.

—¡Mah’kar ighs zul N’zoooth! ¡Ahhhhg!

El tauren dio un respingo ante el grito suspirado del cultor, que se había parado en seco con una mueca de dolor en su rostro hinchado. Varias raíces delgadas, secas y angulosas habían manado del suelo de metal y se le había clavado a la pierna, saturando de carmesí el bajo de su túnica purpúrea. Con un gemido, lanzó una estocada a las plantas que se habían enterrado en su carne, pero sólo consiguió que más ramas nacieran y se engancharan en su brazo.

—¿Qué es esto? ¿Qué está…? ¡Aaaah! ¡AHHHHH!

Su mueca de horror dio paso a una de puro tormento. Las raíces comenzaron a crecer bajo su carne, colándose en sus arterias y avanzando a contracorriente hasta hacerlas reventar por varios lugares de los que manaban afiladas espinas de zarza. Las crueles ramas solo tardaron un segundo en invadir su cuerpo, y para entonces el ojo sobre su frente se agitaba como si quisiera escapar de las lágrimas ahogadas de su anfitrión. Al final, la furibunda maleza le alzó en el aire y le quebró el cuello con un sonoro chasquido.

Los demás cultores retrocedieron presa de una mezcla de asombro y miedo. Algunos levantaron una plegaria a su Dios, otros se quedaron en silencio. Un vulpera vomitó los huevos del desayuno.

Moki se dio la vuelta sin esforzarse mucho para esconder su asqueo.

—¿Era realmente necesario hacer… esto, Aldana?

Tras él, con la mano aún alzada y sumida en magia de la vida, había una druida con un aspecto salvaje y brutal, incluso para ser una kaldorei. Sus ojos lunares brillaban con una determinación predatoria, cruel incluso, y sonreía como un sable de la noche tras aplastar la tráquea de un ciervo. Una melena de plata descendía hasta sus costillas, cubierta de hojas, polvo y sangre; tan enmarañada y alborotada que parecía más el pellejo de un oso que una mata de cabellos élficos. Su armadura, tan reveladora como cabría esperar en los elfos de la noche, estaba hecha de retales de cuero, pieles, madera y acero centelleante, revelando una piel violeta recubierta por cicatrices plateadas y pequeñas quemaduras que no hacían sino realzar su bestial aspecto.

—La vida es cruel, Moki. Sus seguidores deberían serlo también.

La elfa cerró el puño enguantado en una garra de hueso, musgo y metal, y del cadáver del kultirano manaron decenas de pequeñas flores rosadas e hinchadas que escupieron una lluvia de esporas al resto de los cultores. Estos, presa del pánico, intentaron huir atropelladamente, pero el más afortunado de ellos dio solo tres pasos antes de desplomarse lanzando espumarajos.

—Madre tierra, en verdad eres un animal de presa —el chamán se pasó la mano por una de sus trenzas, teñidas en parte por las nieves del tiempo.

La elfa se acercó al cadáver del kultirano y limpió sus khopesh, espadas cortas que recordaban a una hoz, en sus ropajes. Le llevó un buen rato.

—Si no eres el cazador eres la presa, amigo chamán. Es ley de vida —respondió con aire distraído —. El ataque se ha extendido también al campamento. Sané a todo el que pude, pero alguien tenía que impedir que nuestros amigos se colaran en la Cámara.

El tauren asintió.

—Sabia decisión. Aunque espero que dejarás a las gentes de arriba a buen recaudo antes de bajar aquí.

—No te preocupes, he dejado a Kaltharion y Drixi a su cargo —la elfa esbozó una sonrisa malvada que preocupó al sabio tauren—. Conociendo a esos dos, quién debería preocuparnos son los esbirros de N’zoth.



La situación no mejoraba a ras de suelo. La mayoría de los campamentos de los sanadores de Azeroth estaban en llamas, y en su lugar empezaban a alzarse los estandartes y obeliscos de N’zoth. Las criaturas más corruptas, aquellas que no habían podido colarse en la Cámara, iban de un lado para otro en busca del siguiente sacrificio a su amo, pero había dos cosas con las que no habían contado.

El primero era un furibundo borrón de energía vil casi omnipresente en el campo de batalla. Sus agujas atadas al antebrazo, similares a las Aldrachi pero imbuidas de azerita, trazaban certeros arcos que separaban las deformes cabezas de los k’thir de sus desgarbados cuerpos. Como la druida, era un elfo de la noche, pero allí donde ella disfrutaba del salvajismo él se regodeaba en la crueldad premeditada. Sus músculos, cubiertos de tatuajes fluorescentes, estaban esculpidos en acero y decorados con pequeñas púas a medio camino del hueso y la obsidiana. Su melena negra ondeaba como los estandartes de la muerte allí por donde pasaba y su mirada ardiente, velada tras un sencillo trapo, era la última visión de muchos de los invasores.

—¡Atrás, escoria del Vacío! —rugió el cazador de demonios. De sus garras demoníacas colgaban los restos de un cultor, al cual agitó como un pelele en el aire—. Volved con vuestro amo o compartid su destino.

Pero los monstruos no cedieron. Aullaron y corearon el nombre de su Dios mientras cerraban el cerco a su alrededor. Kaltharion Alainfierno dejó caer los trozos de cadáver y esbozó una amplia sonrisa.

—Que sea el destino, pues.

Algo más cerca de la entrada a la Cámara, protegiendo a los asustados sanadores tras ella, se alzaba una poderosa maga. Complejos patrones arcanos coronaban sus dedos, que con la maestría de un cirujano trazaban hechizos en el aire y doblegaron la realidad a su antojo. Los proyectiles arcanos se iban alternando con trucos mucho más originales que los simples misiles de energía, complejos y sutiles a partes iguales; pero indudablemente devastadores.

Su ropa era sencilla y de colores pastel que desentonaban con los intensos violetas y azules de su magia al restallar en el aire. Pequeña como era, la gnoma de coletas rosadas se escabullía entre las piernas de los torpes cultores que intentaban trincharla con sus armas, que solo conseguían ser desintegrados por la magia desatada de la maga.

Una de las criaturas apareció desde las sombras daga en mano y apuntando a su corazón. La gnoma abrió los ojos hasta que casi abarcaron su carita redonda e interpuso las manos entre ambos. El asesino k’thir se regocijó ante el movimiento desesperado de la gnoma hasta que, tras un par de segundos confusos, descubrió que se había quedado quieto en el aire.

Drixi esbozó una sonrisa traviesa.

—¿Sabes lo que pasa si vuelves negativa la aceleración de la gravedad?

Su voz aguda y cálida, sumada a la extrañeza de la pregunta, hizo que el asesino se diera cuenta demasiado tarde de cuál sería su destino. Los tentáculos de su cara se retorcieron como lombrices al sol y sus ojos vidriosos se tiñeron de miedo cuando la maga le hizo un gesto con la mano.

—¡Adiós!

El último rugido del k’thir se volvió grave y lejano mientras caía hacia arriba, perdiéndose en la Gran Oscuridad para no volver jamás. Drixi se protegió los ojos de la luz del sol con una mano y le siguió en su peculiar caída hasta que el traqueteo de una armadura atrajo su atención.

—Oh, hola —. Dicho eso, volvió a dirigir su mirada hacia arriba.

Aquel gesto no sentó bien a los matones que la rodeaban. Todos eran de razas grandes: elfos de la noche, taurens, orcos y kultiranos; y los ojos que coronaban sus frentes se revolvieron ante la indignación y el orgullo herido de aquellos guerreros. Que una criatura tan débil y pequeña como ella no les considerara una amenaza era un atrevimiento que debía ser castigado.

—Matadla.

Los cinco guerreros se lanzaron al unísono. Con gesto distraído y mirada provocativa, la gnoma golpeó el suelo con su pequeño bastón. Una onda de energía rosácea se extendió por todo el campamento, tiñendo la roca con un amanecer, y el traqueteo de los engranajes del tiempo frenándose subió por su espalda como un cosquilleo.

El campo de batalla se había ralentizado hasta ir a cámara lenta, o tal vez ella ahora iba muy rápido. En cualquier caso, y con paso tranquilo, salió del círculo de acero que la cercaba y empujó con cuidado a sus atacantes, que ahora se apuntaban los unos a los otros. Para su sorpresa, Alainfierno aún se movía rápido, más de lo que ella podía caminar. Sus ojos ardientes se deslizaron desde el frente hacia ella, y empezó a vislumbrar en ellos un gesto de desaprobación. Con otro golpe de bastón, la magia arcana desapareció y el tiempo volvió a su ritmo normal.

El sonido que lo acompañó fueron cinco pesados cuerpos cayendo sobre la arena y el frenazo en seco del elfo.

—¿No te dijo Cromi que no hicieras eso?

—Oh, vamos, es por una buena causa —ella se encogió de hombros—. ¿Qué daño puede hacer?

El cazador de demonios gruñó.

—Mmm… supongo que es pasable esta vez.

La gnoma se acercó a él y le dió un codazo amistoso en la rodilla, evitando las puntiagudas agujas de hueso y el afilado metal de sus grebas.

—Reconócelo de una vez, Kaltha. En el fondo eres un trozo de pan.

—Antes muerto.

—Vengaaaa…

El elfo se agachó con cara de pocos amigos.

—Escúchame, Tuercarcana. En primer lugar soy mitad demonio, y en segundo…

Un ensordecedor rugido le arrancó la voz de los labios, pero no la guardia de sus brazos. La tierra frente a ellos se había abierto como una herida infectada y llena de gusanos con togas y cuchillos, y tras ellos, como un dedo acusando al cielo, un enorme gusano tunelador.

—¿Pero qué es esa cosa tan fea? —la gnoma señaló al gusano mientras ponía cara de asco.

Kaltharion, en cambio, apretó los dientes y su carácter se agrió aún más. Sus gujas lanzaron un estallido de energía vil.

—¿No se suponía que Hojagélida iba a encargarse del nido de estas bestias?

—He estado ocupado, Alainfierno.

Ambos Defensores se dieron la vuelta para comprobar el origen de aquella voz glaciar. Aiden saltó desde la grupa de Tormento, cuyos cascos estaban tan ensangrentados como la hoja de Silencio, y lanzó la guadaña en una trayectoria circular. El callado acero centelleó en el aire y cortó a los recién llegados por la mitad antes de regresar a manos de su maestro, que se puso al lado del fornido elfo.

—Ya era hora de que llegaras —rezongó el elfo. Luego, su mirada se deslizó hacia su cadera—. ¿De dónde sale ese farol?

—Es una historia más rara que larga —giró la cabeza y se dio un tirón de la capucha —Hola, Drixi.

—Hola, Aiden. Cuanto tiempo —repuso ella con una sonrisa.

El gusano se revolvió y lanzó un rugido al cielo, poniendo a los tres en guardia.

—La charla para luego, cuando le demos las quejas a Magni —gruñó de nuevo—. La seguridad de este sitio es una porquería.

—¡Vamos!

El elfo se lanzó hacia la criatura dejando un rastro de llamas viles, seguido muy de cerca por la forma espectral del humano. Demonio y fantasma se lanzaron de frente solo para esquivar el mordisco del gusano en el último instante y flanquearlo. Lo que sí entró en su boca fue la tromba arcana de la gnoma, quien la hizo detonar en su interior. La criatura rugió y se retorció dejando un rastro de humo violeta en el aire, demasiado distraída por el dolor como para ver venir el auténtico ataque del asesino y el verdugo de los Defensores de Azeroth.

Los filos de Silencio y Devastación se besaron con delicadeza antes de perderse en el cuello de la criatura. Con un sonido viscoso que le causó arcadas a la gnoma, su cabeza salió volando y tocó tierra a la vez que sus dos ejecutores. Su cuerpo se retorció, rociando la tierra sedienta con una lluvia de sangre, y se desplomó sobre uno de los obeliscos con un tic en sus pequeñas patas.

—Asunto arreglado. Ahora, Aiden, ya nos puedes contar de dónde has sacado ese montón de chatarra.

—Eso, eso.

El caballero de la muerte lanzó una fugaz mirada al farol. La sensación de peso que lo acompañaba no se iba de su mente ni cuando estaba distraído pensando en otra de las cientos de cosas que rondaban su cabeza; pero lejos de ser una molestia, aquella sensación le reconfortaba.

—Dentro. Cuando hablemos con Magni.

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Menel aún permanecía de pie en el salón preguntándose a que demonios se refería Aiden.Pero el caballero de la muerte se había ido con prisa y sin explicaciones.
Al final decidió ir a por ese café,no antes sin ver como estaban los niños.Lith sentada en la alfombra jugaba con Renel y Estel. Como si el caos se hubiese desatado en el cuarto, los juguetes y pinturas se hallaban desperdigados por doquier.Estaban entretenidos con las piezas de madera,Lith montaba pequeños edificios que Renel y Estel se dedicaban a destruir entre risas.
-Todo bien mami?-preguntó Lith.
Menel asintió sin estar muy segura.
En un rato tendría que ponerse con la cena,Argent llegaría de la tienda y los niños tendrían hambre.
-Cuando esté la cena te aviso-le dijo a su hija.
-Shivadel ha despertado?
-Aún no pero confío en que pronto lo haga.

Volvió a la planta inferior y entró en la cocina.Preparó un café pensativa y volvió al salón.
Se sentó en el sofá enfrente de Shivadel que parecía seguir en el mismo estado.Pero Aiden había dicho que estaba hecho y había visto como Silencio imbuía de nuevo su alma en su cuerpo.

Se quedó ausente mirando a los orbes que flotaban sobre la cabeza de la nocheterna mientras su mente divagaba como siempre en una maraña de pensamientos caóticos mientras daba pequeños sorbos al café de forma automática.
Si Argent hubiese estado allí sin duda le habría dicho aquello de:
-Azeroth llamando a Menel.

De pronto un estertor recorrió el cuerpo de la nocheterna que se despertó de golpe tomando una gran bocanada de aire como si se estuviese ahogando.Shivadel asustada empezó a mirar en todas direcciones.
Menel dejó el café sobre la mesita y de un salto se plantó a su lado.

-Shivadel…estoy aquí.
La nocheterna la miró como perdida.Se puso de pie y siguió buscando algo con la vista de forma nerviosa.
-Hême!!-gritó la maga.
-Hême…no está.
-Estaba conmigo,lo había encontrado!!!Donde está?
-Qué?-preguntó la sacerdotisa
-Lo había encontrado Menel!!Estaba en Revendreth!!Donde está ahora?
-Shivadel estás bien?De que hablas?
-De las tierras sombrías,mi alma…fui allí,sentí su presencia y aunque tenía que servir a Maldraxxus recorrí durante años aquel lugar maldito y lo encontré.
-Maldraxxus,Revendreth? de que estás hablando?
-DONDE ESTÁ?-gritó Shivadel.
-No te entiendo, no se de que me hablas.
Shivadel soló un bufido.
-Morí…a manos de ese maldito orco.Atravesé el velo,confinada en las fauces.Allí solo hay terror.Pero escapé del carcelero.Creo que porque mi alma seguía ligada a mi cuerpo y pude conjugar un hechizo de telemancia.
Menel no entendía una palabra de lo que la nocheterna explicaba pero la dejó continuar.
-No tenía unas coordenadas fijas así que me fié de mi instinto para teleportarme y llegué a Maldraxxus.Poco después algo en mi sintió la presencia de Hême.
Y empecé a buscarlo.Y lo encontré.Servía en Revendreth.Apenas había empezado a hablar con él cuando sentí que algo tiraba de mi.
-Te hemos traido de vuelta.
-Y Hême?
Menel se quedó pensativa un momento antes de contestar.
-Tu cuerpo aún seguía ligado a tu alma en parte. Conseguimos estabilizarte lo suficiente para poder pedirle a Aiden que trajese tu esencia de vuelta-dijo la sacerdotisa mientras veía los orbes que cada vez giraban mas despacio sobre la cabeza de la nocheterna mientras se iban desvaneciendo poco a poco.
-Entiendo-dijo la maga pensativa.
-No se donde está su cuerpo Shivadel,se fue a por ese orco y no regresó.Por lo que cuentas…Hême ha muerto y no puedo…no podemos traerlo de vuelta,a él no.
-Debo volver con él…debo morir de nuevo…porque me has traído de vuelta?PORQUE!!!
-Porque tu hija te necesita.
Shivadel se quedó aturdida por un momento,como si hubiese olvidado la existencia de Renel.
-Renel…
-Renel si-contestó Menel.
-Mi hija está viva?
-Claro y a salvo.Está arriba con mis hijos jugando.
-Bien…entonces iré a buscar a ese orco y lo mataré yo misma.
-No vas a hacer tal cosa Shivadel…
-Como te atreves?-contestó la maga con altivez.
-Se que quieres venganza,justicia,pero tienes una hija,tu hija,la hija de Hême,necesita a su madre. Tengo amigos que se encargarán de vuestro asesino,pero tú no.Te aseguro que pagará por lo que hizo,pero debes centrarte en lo importante ahora mismo.
-Tengo que matarlo o morir en el intento,tengo que regresar con Hême.
-Tienes que criar a Renel.Shivadel mírame…a veces tenemos que hacer sacrificios por nuestros hijos,decidir si es más importante luchar o darles un hogar,estabilidad,amor,que pretendes? dejarla huérfana de vuelta?
-Tú podrías…
-Lo he hecho,me he encargado de ella durante esos dos meses,y lo he hecho con todo el cariño del mundo,pero no soy su madre.Es sólo un bebé,pero cada día te veía ahí postrada y la tristeza era evidente en sus ojos.Cada día la he puesto en tu regazo por si ello te ayudaba a volver, y tuve que dejar de hacerlo porque le hacía daño a tu hija verte así.
-Pero tengo que hacerlo…debo matar a ese orco.
Menel la cogió por el brazo y casi arrastrándola le dijo:
-Ven conmigo.
Subieron por las escaleras mientras la sacerdotisa casi la arrastraba hasta el cuarto de Estel.
Abrío la puerta,allí seguían los tres en medio de aquel caos de juguetes.
Los tres niños miraron hacia ellas.Lith sorprendida al ver a Shivadel viva,Estel sonriendo a su madre y Renel…Renel al ver a su madre sonrió y empezó a gatear deprisa hacia ella.
-Ma…mi…
La nocheterna pareció palidecer por un segundo mientras se agachaba de forma autómatica para coger a su hija en brazos.
Madre e hija se fundieron en un intenso abrazo mientras Renel como comprobando que de verdad su madre estaba “despierta” le acariciaba la cara con sus pequeñas manos.
-No recordaba lo preciosa que eras mi niña-dijo Shivadel.
Renel como entiendo a su madre volvió a sonreir enseñando aquellos pequeños colmillos tan afilados.
-Maaaaamiiiiii-dijo contenta.
Las lágrimas empezaron a surcar las mejillas de la nocheterna mientras Renel con la mano intentaba secarlas.
Shivadel por primera vez sonrió.
-Tienes razón Menel…mi hija me necesita.
-Eliges con sabiduria…entre el amor y la venganza. Se que amas a Hême,pero se ha…ido.Renel está aqui y ya lo ves…necesita a su madre.
-Ahora lo se.
En ese momento unos pasos en el pasillo hicieron girarse a ambas elfas.
Argent había llegado a casa.
Sorprendido al ver a Shivadel viva sonrió y le dijo:
-Bienvenida de vuelta Shivadel.
-Gracias Argent-dijo aún con Renel en brazos.
Menel volviendo a su habitual modo práctico dijo:
-Deberías darte un baño Frutoarcano,llevas dos meses en suspensión,aprovecha y baña a Renel,seguro que disfruta el baño contigo.Paladín te toca bañar a Estel en el otro baño,yo me encargo de la cena,dale a Shivadel ropa para ella y Renel Lith por favor-le dijo por último a su hija.
Y bajando por las escaleras con tranquilidad se dispuso a hacer la cena.Había conseguido hacer desistir a Shivadel,aunque sabía que por dentro la nocheterna lloraba la pérdida de su esposo,había comprendido que su hija debía ser su prioridad.
Tendrían tiempo de seguir hablando mientras cenaban.

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Oscuridad. Tormento. Gritos de agonía que taladraban sus oídos. Y al mismo tiempo, no había nada. Era una sensación extraña, de presencia y ausencia al mismo tiempo. Entre las tinieblas que cubrían su vista vislumbraba pequeños hilos de luz apagada, que salían y entraban de su campo visual sin cesar. Y de pronto, sintió un leve mareo y todo desapareció. La oscuridad permanecía, pero sentía algo nuevo. Sentía el calor del ambiente, y oía voces distantes. Una vez más sintió aquella sensación de mareo, e instintivamente tomó aire y abrió sus ojos plateados, para toparse con una sacerdotisa kaldorei. No la reconoció al principio, pero pronto los recuerdos inundaron su mente y comenzó a hablar por primera vez tras meses en un limbo entre la vida y la muerte. La sacerdotisa escuchó sus explicaciones con paciencia, aunque no entendía muchas de las cosas que la hechicera trataba de explicar. Sintió un fuerte deseo de venganza, y recordó su “muerte”. Recordó al orco alzando ese enorme mandoble y las espinas negras clavándose en su cuerpo. Recordó la sensación de su alma siendo drenada, y el dolor de ser herida por la hoja. Sin embargo, la sacerdotisa consiguió aplacar su ira mostrándole a su hija. No era más que una pequeña criatura, que no tenía nada que ver con lo que había ocurrido. No merecía perder a la única familia que le quedaba. Y tomó una decisión. Sin embargo, aceptó la cortesía de la sacerdotisa, y tras una cena en la que trató de explicar con la mayor profundidad posible todo lo que había ocurrido y se enteró de lo que había pasado en Azeroth, se levantó de la mesa y agarró a Renel.

-Debo irme. Seguramente no volveremos a vernos, pero no olvidaré todo lo que has hecho por mi familia. Os deseo suerte-dijo la shal’dorei sosteniendo a su hija.

La sacerdotisa hizo ademán de protestar, pero acabó asintiendo suavemente.

-Lo entiendo. Suerte, y espero que Renel pueda crecer como merece-susurró la kaldorei con una sonrisa amable.

Shivadel sonrió, y sin dejar de sostener a su hija trazó unas líneas en el aire, y unas runas violáceas aparecieron a sus pies. Las runas se alzaron y comenzaron a girar, desprendiendo un brillo plateado que envolvió a la hechicera. Sin más, solo con una mirada, el hechizo terminó y ambas desaparecieron en un destello.

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Ahora ya sabía que tenía que hacer.
Se levantó con una mirada de fría determinación en los ojos y volvió al campamento.
Shield paseaba cabizbajo con las manos a la espalda.
Por un momento sintió que le fallarían las fuerzas ante lo que estaba a punto de hacer. Apretó las mandíbulas y recordó porqué lo hacía.
Cuando él levantó la vista y la vio,ella relajó el gesto y fingió una sonrisa.
-Estás bien?-preguntó Shield acercándose a ella.
-Si,esta decidido-dijo ella acariciándole el brazo con el guantelete de placas-volvemos a casa.
-Segura?-preguntó el forjado levantando una ceja.
-Claro amor,aquí la suerte está echada.Los mejores campeones de Azeroth viajan por Nyalotha,el plan de Magni es bueno y Wrathion los acompaña.Además llevan esas capas…magicas o lo que sea,no hay nada más que tú y yo podamos hacer y Niara nos espera.
-Piedra de hogar?-preguntó el paladín
Si claro-dijo ella rebuscando en su mochila mientras él con la runa ya en la mano empezaba a castear el hechizo
Sacó la piedra y se la mostró con otra fingida sonrisa mientras empezaba ella también a castear el suyo.
Una luz verde los envolvió a ambos y en cuanto Shield desapareció delante de ella interrumpió el casteo.
Guardó la piedra de vuelta en la mochila mientras una lágrima nacía en su mirada y moría congelada en su mejilla.
Apretó las mandíbulas por segunda vez mientras invocaba a su montura.Tenía que hacerlo,tenía que entrar en Nya´lotha.

Mientras volaba hacia el portal no pudo evitar recordar cada momento vivido con él.Había despertado sus ganas de vivir,de amar,de formar una familia…pero era algo que no podía plantearse.
-Estoy muerta…estoy muerta…estoy muerta…ESTOY MUERTA!!!
Mientras repetía aquel mantra sin cesar la determinación volvió a brillar en sus ojos mientras aterrizaba entre los dos obeliscos.
Cogió aire y sin pensarlo dos veces entró al portal.

Oscuridad…Miedo…un escalofrío recorrió su espalda.Aquella ciudad maldita le provocaba un terror inmenso.Sentía la presencia del Dios…su mente por un momento volvió a Ulduar.
-NO!!-gritó a la nada de aquel lugar.
No era dificil encontrar el camino…estaba sembrado de cadáveres de ignotos,cultores y campeones caídos.
Elevó una plegaria a la luz por ellos. Había dejado de creer en la luz,en los naaru tras su muerte,pero ellos no y merecían elevar sus almas por su valentía.Sólo intentaban salvar Azeroth una vez más.
Siguió caminando de forma automática siguiendo el rastro de muerte. Al doblar un recodo sintió unos pasos a la carrera tras ella y se giró con sus hojarrunas en alto.Se le congeló el gesto en el aire al ver quien era.
-Pero…pero…tú?
-Yo también me alegro de verte hermanita-dijo Ahzura con una sonrisa.
-Que haces aquí?-preguntó la caballero de la muerte a su gemela.
-Pasear…tú que crees?
-Muy graciosa-dijo Ka por respuesta torciendo el gesto.
-Estoy revisando la ciudad en busca de supervivientes,el ataque final a N´zoth está cerca,Wrathion y los campeones ya están cerca de llegar hasta él.Vamos. Por cierto…y Shield?
-Es…complicado.Lo he engañado haciendole creer que volvíamos al Exodar a tener una vida “normal”
-Ka!!!
-Qué? Mirame hermana! Que felicidad puedo otorgarles a él y Niara si nisiquiera puedo tocarlos? Crees que no me duele? Que no sufro?Pero a la larga es lo mejor.Encontrará a otra,una buena madre para Niara,alguien a quien pueda besar,hacer el amor…
-Eso debería decidirlo él no crees?-contestó la maga.
-Al final…me traicionaría,no puede vivir eternamente así,sin amor,sin caricias…
-Él no es Emil…
-Pero es un hombre…y no quiero hablar más del tema.No es el lugar.
-Entonces …a que has venido?A morir?-preguntó Ahzura con un hilo de voz al darse cuenta de lo que su hermana pretendía.
-Ya estoy muerta recuerdas?
-Ya me entiendes-contestó su hermana mientras comenzaba a caminar de vuelta-NO VOY A PERMITIRLO ME OYES?-gritó Ahzura a su espalda

Se giró a contestarle pero unos susurros y visiones invadieron su mente.

Vió a Shield besando a la archimaga Ymeera,a Niara aplaudiendo entusiasmada…
Cayó de rodillas.
-ESO ES TODO?-gritó al infinito-ESO ES LO QUE DESEO PARA ELLOS MALDITO DIOS!!! NO PUEDES TORTURARME NO HAY NADA QUE PUEDAS HACER QUE ME HAGA CAER EN LA OSCURIDAD!!
Ahzura al ver a su hermana en ese estado se quitó su Ashjra’kamas y se la puso sobre los hombros.
-Estoy bien-dijo Kasiopea poniendose en pie y quitandose la capa mientras se la tendía de vuelta a su hermana-N´zoth pretende jugar con mi mente pero no hay nada que pueda hacer.
Ahzura comenzó a llorar…
-No estás bien Ka,no lo estás…quieres…morirte? de verdad me dejarías sola ahora que te he encontrado?
-Ahzu…que clase de vida me espera así?
-La que tu eligas…
-Lo amo,adoro a Niara…pero…no puedo hacerlos felices,no así.
-Acaso lo has intentado?
-Si…
-Y?
-Parecían felices…pero por cuanto?
-Por lo que sea Ka…vivimos en un mundo constantemente en peligro,la felicidad es efímera.Tienes que agarrarte a cada instante que puedas a ella.Deberias volver al Exodar.
-Y dejarte sola? Ni lo sueñes.O salimos de aquí las dos con vida o no salimos.
-Prométeme algo entonces-dijo Ahzura.
-El qué?
-Que si salimos de esta…volverás al Exodar con él y lo intentarás de verdad.
-No puedo prometer tal cosa.
Ahzura como una niña con una rabieta se sentó en el suelo mientras le decía
-Pues no pienso moverme de aquí.
-No seas infantil…
-Lo digo muy en serio Kasiopea,moriré de vieja, o de locura,o aplastada por esta ciudad maldita antes que dejarte morir…
-AGGHHH ESTÁ BIEN!!-dijo tendiéndole la mano a su hermana-te lo prometo.
Ahzura se levantó con una sonrisa de cuerno a cuerno.
-Buena chica.
-Eres odiosa que lo sepas…y ahora vamos a por ese maldito de N´zoth.

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Shield se materializó en el Exodar. Esperó pacientemente,aunque por el comportamiento de Ka,había intuido algo.
Ella no era consciente del punto al que había llegado Shield,en el estudio de su alma. Quizás,cualquier otro no le hubiese dado importancia. Pero él,era muy consciente,de que ella evitaba cualquier contacto físico, para ahorrarle el “dolor” de su gelidez…
Ese pequeño toque,que ella de manera inconsciente había realizado, no era habitual. Los miles de años vividos,le habían enseñado, que cuando alguien quería engañar,lo hacía apoyado en pequeños gestos de confianza.
El engaño en si,no le había molestado, sin embargo,el trasfondo del mismo,si que era absurdo. Dividida entre su cuerpo muerto y su alma viva,esraba convencido,de que habia ganado su cuerpo. Ella pensaba que en su condición, no era digna de ser amada,y como en los últimos tiempos, su alma pugnaba por amar,creía que ella había llegado a la conclusión, de que quitarse la vida,era la única forma de acabar con esa situación.
Quitarse la vida…
Para alguien como Shield,que llevaba años luchando por mantenerla,aquello era una aberración, y dados sus sentimientos, no estaba dispuesto a consentir.
La lucha interna,que había tenido el mismo, cuando comenzó a compartir su tiempo con ella,había sido importante. Había contado con su experiencia,para evitar que ella se diese cuenta del “conflicto” contra el que el mismo luchaba. El había imaginando el amor de joven,desde una perspectiva romántica, en la que encontraría una mujer,con la que se casaría, y tendría su propia familia.
La realidad,pronto le apartó de aquellos sueños adolescentes. El día que fué un forjado de pleno derecho,aquellos pensamientos se desvanecieron,para ser sustituidos por la cruzada contra la legión ardiente. Durante años,su única meta,fué la lucha,y acabar con la maldad demoniaca. Sin embargo,casi al final de la campaña,se encontró con la niña. En aquel momento,la vida le daba la posibilidad de formar una familia,que si bien no de sangre,sería la suya. La pequeña Niara, había pasado a ser su hija,y el centro y objetivo de su nueva vida.
En ningún momento,había sentido la necesidad,de buscar una “mamá” para ella. La pequeña, tampoco dijo nunca nada al respecto, hasta que apareció Ka en sus vidas.
Shield,con el paso de los días, había mutado sus sentimientos hacia la alzada, pasó de ser una compañera de armas, a la dueña de su corazón. La lucha interna del paladín fué tremenda,sabía que no podrían tener una relación normal,donde los cuerpos de impondrían a veces, para hacer sentir al otro,todo aquel amor que tenían. Si bien al principio le preocupó tal aspecto,la lógica le dijo,que si nunca había tenido relaciones,tampoco eran necesarias ahora. Es cierto que los escasos momentos, en los que habían tenido breves contactos,le habían trasmitido esa frialdad,sin embargo, en alguno de ellos, no se habia notado. Tal vez fuera su mente,pero cuanto más se imponía el alma de ka,sobre su cuerpo,menos fría la notaba…
Dejó que los pensamientos de desvaneciesen,y con una sonrisa disimuló su estado, cuando fué a ver a la niña. La pequeña le recibió con sus muestras de afecto habituales, y preguntó por Ka…
El como buen actor, y acompañado de gestos grandilocuentes,orquestó un relato,para justificar su ausencia,explicando que habia ido ella, para una misión de reconocimiento,y que luego se volverían a juntar. Los ojos brillantes por la excitación, y el orgullo con que la niña le miraba…
Papi,vamos a ganar,los dos sois los mejores guerreros del mundo,y le vais a dar una paliza al malo,para que salga corriendo,dijo la pequeña batiendo palmas…
Con una sonrisa,y acariciando su cabello,el paladín afirmó que asi sería,y dándole un beso,se despidió de ella.
Papi…
¿Si cariño?
No tardeis mucho, tengo ganas de dar un beso a mi nueva mamá…
Shield sonrió, y se giró, para que ella no viese las lágrimas que corrian por sus mejillas…
Shield sabía lo que tenía que hacer. Usó su piedra a Dalarán. Una vez alli,se dirigió hacia la plataforma que le llevaría al Vindicar. Tenía que hablar con Azhura y Rommul,para ver como podían ayudar a Ka…
Continuará

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Un golpe sordo y los aterrorizados gritos de alguna mujer rompió el silencio del sueño del pícaro, que abriendo con dificultad los parpados pudo distinguir entre la neblina unas camas a su frente con dificultad

  • ¡Recupera la compostura hermana! Una voz familiar se dejo escuchar en toda la galería …¿como han podido infiltrase esos cultores?, la seguridad de este complejo es lamentable la voz ahora resignada se hacía cada vez más cercana al pícaro

El kultirano intentó levantarse apoyando sobre la mullida superficie sus manos, sin embargo un tirón en su brazo derecho le hizo sobresaltarse, arrojando al suelo los viales con un sonoro estruendo

  • Ehte se ha despertado y ha tirado loh viales… como si andásemos sobrados de ellos uno agotado e irritado trol, de marcadas ojeras y ojos entrecerrados y rojizos se agachó y puso sobre sus patas la barra metálica que sostenía los viales mientras refunfuñaba algo en trol, seguramente improperios a su persona

  • Déjamelo a mi, tu duerme de una dichosa vez la elfa, de largo cabello tan verde como los bosques de Vallefresno, alta como los arboles de Feralas y esbeltas orejas tomó el puesto del somnoliento trol sujetando un vial de cristal que hábilmente repuso vaya, si eres tú otra vez… ¿que demonios pasó en esa cámara?

El kultirano al fin logró despejar la vista, logrando ver la elfa de noche tan conocida para el, sobresaltado y preocupado preguntó ¿Que ha sido de los enanos que estaba junto a mi?.

  • La elfa miró cabizbaja a un lado, haciendo caer su cabello y ocultando su cara Esto… estamos intentando hacer todo lo que podemos, pero esta muy grave, ahora mismo esta en el límite entre la vida y la muerte, solo podemos rezar para que sobreviva…respecto al otro, el no muerto… estamos teniendo cautela… suspiró diría que no te preocupases pero sería en vano, lo único que puedes hacer ahora es tratar de recuperarte pronto y… se recogió el pelo de su cara, haciendo visible la mirada de preocupación de la elfa quisiera pedirte un favor.

El pícaro se quedó sorprendido, pensó que al fin y al cabo apenas se conocían Debo irme ya, habrán otros que necesiten esta cama más que yo y… la elfa le tapó con su grácil mano la boca

  • Déjame hablar, deja esa vida mientras puedas, he asistido a muchos pícaros y… la mayoría acaban muertos, aún estas a tiempo, busca un oficio más seguro, forma una familia y disfruta la vida, yo no puedo permitirme que… paró en seco y se puso firme disculpa, he perdido la compostura, pero por favor, deja esa vida, ahora he de atender a otros pacientes, considera esto como el alta… ¿como te llamas?.

El kultirano absorto en el microcosmos formado entre las cortinas verdes y la elfa, respondió calmado y un poco nervioso, ajeno a lo que sucedía fuera de su burbuja a aquella elfa que tanto se preocupaba por el Biroz… ¿como te llamas por casualidad?.

La elfa le susurro nerviosa, tratando que nadie la escuchase salvo el Eldenara Briznafresca se dió la vuelta y dejó al pícaro sin que este pudiera decirle nada

¿Acaba de…? Los sonidos de la cruenta batalla cesaron y la compuerta ascendió, dejando ver los cadáveres de defensores y cultores tras ella, de inmediato comenzaron a entrar defensores heridos buscando atención sanitaria, lo que indicó al pícaro que debía dejar su cama disponible, por lo que retiró la sabana que le cubría y con cuidado se puso de pie, saliendo por la entrada, no si antes observar a aquella elfa antes de salir

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“Yo soy quien decidirá cuando morirás, hasta que llegue ese momento, vivirás por y para mi.”

Aquellas palabras resonaban dentro de mi mente una y otra vez,mientras mas lo hacían mas me destrozaban.
Las cosas habían cambiado, ahora, en este mismo instante, lo que mas quisiera es ver la cabeza de N’Zoth cercenada en el piso y su cuerpo inerte brotando sangre carmesí.

El olor a carne y sangre derramada impregnaba el ambiente, el galopar de caballos los cuales se contaban en cientos resonaba por todo el campo de batalla, podía sentirse la sed de sangre proveniente de cada uno de los héroes ahí presentes.

Podía ver como poco a poco se acercaba a su destino, una imponente fortaleza, la cual se había llevado a cabo una cruel batalla, a las puertas de las misma había un sin numero de soldados, mercenarios, a quienes no les importaba dar la vida con tal de ganar un par de monedas.

Arqueros hacían lo posible imbuyendo sus flechas en fuego, que al perforar en las armaduras incineraban al objetivo casi de forma instantánea.

Catapultas lazando rocas de gran tamaño bañadas en combustible y hechas arder, aplastando sin piedad a todo aquel que estuviera en el radio de aterrizaje.

Enanos frente a las puertas, armados con un arietes cuyos extremos tenían esculpido un inconfundible cráneo de un carnero balanceándose cual péndulo, acumulando fuerza por la inercia, para después azotar la puerta con fuerza. Repitiendo el proceso una y otra vez hasta que la puerta cedió.

Decenas de soldados de infantería intentaban mantener a raya al ejercito de N’zoth usando lanzas. Una de las estructuras había logrado hacerse camino hasta las puertas, comenzando ha abrirse, que, sin pensarlo, arremetieron contra el ejercito del dios antiguo.
Conforme la batalla avanzaba mas obvia se hacia la superioridad numérica del grupo invasor. El punto critico del combate había llegado, tanto los soldados restantes como la infantería se encontraban reunidos, cada grupo ubicado frente al otro.


Mientras tanto …


SLASH !!

Myrkur no tuvo que esperar mucho para mancharse de sangre ajena.

SLASH SLASH SLASH !!

Las dagas no discriminaban, cercenaban a todo aquel que se pusiera en frente, destazando cabezas, brazos, hasta torsos enteros con el mas mínimo esfuerzo, empezando a asesinar a diestra y siniestra.
Aquella armadura que cubría todo su cuerpo, parecía impenetrable, los únicos orificios que tenia eran aquellos que le permitían la respiración.


Continuará …


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Abandonando la cámara principal se dirigió por el intrincado complejo de pasillos y salas sin detenerse. La seguridad de la cámara había fallado, el sitio que más debería ser vigilado, protegido y controlado se había convertido en el patio de juegos de sus enemigos.

Describirlo como decepcionante sería como comparar un picotazo con una amputación de pierna.

En su camino vio el destino que hubo acontecido por la cámara, cadáveres de campeones, traidores y criaturas amorfas yacían por el suelo metálico. Marcas de cruentas batallas y restos de magia perteneciente a diversas escuelas básicas fluían por el aire, recordando y negándose a desaparecer queriendo conservar un recuerdo agónico que daban vida y muerte a sus dueños.

Al final del primer pasillo un grupo de terraneos custodiaban a unos pocos presos que no sucumbieron al peso de la batalla y eran lo suficientemente cobardes para unirse a sus camaradas por su propio pie. Ya cerca de ellos noto un ligero movimiento, con discreción y sin cesar el paso pudo vislumbrar como los terraneos desenvainaban sus alas y controlaban el destino al que de dirigía el paladín.

Las noticias corren como la pólvora, sobretodo si un paladín fracasado y poco afín a la luz, que había casi sucumbido a los susurros del vacío y había participado activamente en los planes de contraataque del Dios antiguo ahora pudiese usar un poder corrupto.

No le sorprendía su reacción, acabar cayendo en la ira le condujo a perder el control y usar tal poder. Pero no era a ellos a quién tendría que dar explicaciones.

Torció por el pasillo de su derecha cruzándose con un grupo de heridos y curanderos, se encontraba cerca de la enfermería donde empezaban a tratarse a los nuevos pacientes lo más pronto posible. Se permitió el lujo de esperar un momento, por puro egoísmo, intentando conseguir la mirada o ver el rostro risueño de los últimos días pero el ajetreo era inmenso.

  • Si…yo estaba ahí. Vi como empalaba a ese cultor contra la pared. -susurraba uno de los heridos
  • Acaso podemos fiarnos, tan coincidencia es encontrar un ataque con ese bicho cerca nuestro…
  • Pero conocemos sus historias, varios heridos de Orsis nos han hablado de el. No puedo creer que sea un traidor…
  • Traidor o no es un peligro…

Astiado por los cotilleos de patio decidió alejarse del gentío, no sin antes de ver por el rabillo del ojo a una sacerdotisa que, aún con vendas y brebajes en sus manos, atendía pacientes sin descanso. Una leve sonrisa se puso en su rostro, estaba viva y con ello le bastaba.

Un golpe lo saco de sus pensamientos, frente a él un hombre corpulento de gran altura, ciertamente de gran tamaño en general, le miraba con gesto airado. Portaba una armadura de cuero que había tenido días mejores, llenas de cortes, roturas, destruidos y zonas directamente arrancadas, además estaba vendado en brazo y pierna aunque no parecía ser grave.

Su cara…le sonaba de algo pero no conseguía ubicar el recuerdo exacto.

  • Dispenseme, no vi por donde iba. Espero que no le hiciese volar mucho.* -Dijo el desconocido, kultirano por su acento podría apostar.-* si me permite…

Y, antes de poder responderle, se fundió en la multitud hasta desaparecer de su vista. Un tipo extraño sin duda.

Sin embargo, pese a todo lo ocurrido, aún no terminaron las sorpresas. Ya en el último tramo antes de llegar a la cámara de mapas, donde Magni estaría seguramente, puso vislumbra una escena espantosa, terrorífica y que helarían el cuerpo a un vrykul de la fría Rasganorte.

Sangre seca había redecorado las paredes, techo y suelos del pasillo, cadáveres mutilados y desperdigados por donde el ojo conseguía a mirar, rostros de lo que intuía eran cultores, por sus ropas y deformaciones, yacían muertos en el suelo con sus rostros, o lo poco que quedaba de ellos, en una muesca de pánico que tardaría en borrar de su memoria. Pudo apreciar que varios cadáveres habían sido atacados por unas raíces que habían brotado, como si la propia placa metálica de la cámara fuese tierra, clavando, agarrando y ejecutando a sus presas.

Sea quien fuese su autor esperaba no encontrárselo como enemigo nunca. La escena era…casi inhumana.

Tras sortear el mar de sangre, vísceras y cadáveres consiguió llegar a su destino. Respiró profundamente y, apartando las posibilidades que podría acarrearle el destino, entro sin tapujos. Dentro de la sala parecía que el tiempo se había parado en plena lucha, la mesa de mapas, ahora partida en 2 trozos, se encontraba a un lado de la sala, varios cajones y papiros había sido robados o desperdigados por el suelo. Por último, en el centro de la sala, se encontraba Magni sentado en una silla de madera que parecía no notar el peso diamantino del portavoz.

  • ¿Porque no me lo contaste antes, chico? -su voz no parecía mostrar ni ira ni furia, más bien era un tono apagado y cansado.- ¿Acaso pensabas que te quemariamos o directamente también eres uno de los traidores?

  • Yo jamás traicionaría una gesta que considero justa. Pensaba que tras todo lo ocurrido había quedado suficientemente claro. -dijo el paladín- Si no lo dije…es por el temor que sabía ocasionaría, ya no soy el mismo elfo que vino a esta cámara antes de Orsis. Cada experiencia, cada muerte, cada perdida…pesan sobre mis hombres, sus muertes las llevaré conmigo siempre. Y si para evitar que más gente como ellos, que ciegamente confiaron sus vidas en mi, en Azeroth y en esta causa, muera o sea atraída aún tormento tengo que usar hasta esta…nueva magia…lo haré.

Sus miradas se encontraron y quedaron fijamente inamovibles, no podía entender que pasaba por la mente del portavoz pero notaba cansancio en sus ojos, si podía tener cansancio un diamante, tristeza y…miedo…

  • nunca deberían haber conseguido acceder, nunca tendría que haberse dado este caos -dijo el enano- ¿A qué has venido?
  • A por lo que debe hacerse. No podemos esperar y repeler sus ataques por más tiempo, ya has visto las atrocidades y lo que ha ocurrido en estas mismas cámaras por segunda vez. Ha llegado el momento de enfrentarnos definitivamente de frente a Nzoth, pero si vamos así será una masacre.
  • Las armaduras…
  • Si, se que reprodujisteis estas capas -explicó moviendo ligeramente la tela anaranjada que caía por su espalda- pero no serán suficientes en Nyalotha. En Uldum aguardos la vanguardia, vine expresamente para armas a los soldados y poner fin al último Dios Antiguo. Y ese momento no puede esperar mas.

Hubo un silencio cortante, en el cual el portavoz aprovecho para levantarse y acercarse al elfo con paso firme y lento.

  • Temo que justamente usarlo a nuestro favor sea condenatorio en nuestro futuro. Un futuro…oscuro y helado que espero evitar -esto último lo dijo en apenas un susurro- Aún no han forjado tus armas y la proyección está en marcha de nuevo. Solo falta que lleguen…
  • Mientras, reforcemos las defensas. Es ridículo que el sitio más protegido del planeta sea el más fácil de invadir.

Desde la puerta una helada brisa accedió a la sala, repentina y rápida como el cierzo en una mañana de invierno. Un silencio reino pero, al momento, unas pisadas fuertes y metálicas rompían tal dicotomía. Una voz, fría y profunda hablo.

  • De eso, nos podemos encargar nosotros -añadió una voz misteriosa a sus espaldas- Tenemos que hablar. Ya.

Ambos, paladín y portavoz, miraron el origen de las palabras. En la puerta, rodeados de la luz de la cámara como resplandeciendo frente a una oscuridad se alzaban un grupo de personas de distintas razas y clases.

El olor a un puro inundó la estancia, así como una sensación de frenesí y ansia de sangre que se unían al frío que proyectaban. Al frente, un caballero de la muerte de negra armadura portaba una guadaña con tonos azulados espectrales cuyo flujo parecía tener vida propia. El paladín sonrió.

  • Aiden…-añadió el paladín con un hilo de voz- ¿Algún día nos encontraremos en algún lugar ajeno a la batalla? Aunque, ciertamente, ahora si hay una defensa.

CONTINUARA

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Relato de lord Aiden.
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Aiden lanzó una mirada rápida a la sala antes de responder. Magni estaba en su centro, sentado con mirada tristona en el último mueble que quedaba en pie, el epicentro del terremoto que había sacudido la cuna del mundo desde las profundidades de su guardia. Los soldaditos de madera que habían adornado la mesa ahora yacían en el suelo, a los pies de los impasibles muros de acero de la cámara: algunos salpicados de sangre; otros, envueltos en un sudario de magia negra. La de N’zoth le miraba con desafío desde un rincón lejano de la cámara.

—Espero con impaciencia ese día. Pero si no te importa, comandante, preferiría centrarme en el presente.

Felix asintió con gravedad. En cambio, Magni esbozó una sonrisa y dio un paso en su dirección con los brazos abiertos.

—Ah, muchachos, que bien veros a todos juntos en esta hora aciaga. De no ser por vosotros, el ataque a la Cámara habría sido devastador.

—Ehhh, sí —dijo el goblin tras sacar un peine y pasarlo por su ardiente mohawk—. De hecho, de eso queríamos hablarte. Las defensas de este tugurio son lamentables.

Magni paró en seco, pero fue el coro de murmullos de aprobación lo que le hizo bajar los brazos y entrecerrar los ojos.

—Hubo muchos heridos, Portavoz, algunos muy graves. La Madre Tierra ha sido generosa y me ha permitido salvarlos a todos, incluyendo a los gemelos enanos.

—Es cierto que a la Cámara no le vendrían mal unas cuantas mejoras —reconoció con voz baja. Aiden dedujo que, a juzgar por la expresión de confundida sorpresa en la cara del comandante, este no creía capaz de susurrar al Rey de Diamantes —. Pero lo hecho, hecho está. Ahora que estáis todos reunidos, podemos acabar con N’zoth de una vez por todas. Defensores de Azeroth: informadnos a mi y al comandante del estado de la guerra.

Aldana fue la primera en adelantarse. Dio un paso al frente y le dio una patada a la figurita de un soldado antes de apoyar el peso en una de sus piernas. Lanzó una mirada fugaz al comandante, la misma que un gato hambriento lanzaría a un ratón, y el paladín se revolvió en el sitio. El caballero de la muerte esbozó una sonrisa tenue, preguntándose si se había topado con su última obra de arte en el pasillo o si solo su aspecto salvaje era suficiente para amedrentarlo.

—Nalak’Sha está a salvo y al cargo de los Arjani. Los k’thir son mediocres como presas, pero resultan ser cotillas de primera —cambió el peso de pierna y se pasó la lengua por sus colmillos élficos—. Nos dijeron donde se abriría el siguiente gran portal a Ny’alotha… a cambio de unas clases de jardinería, por supuesto.

El cazador de demonios continuó por ella, no sin antes lanzar una solitaria carcajada.

—En Flor Eterna, frente al lago del palacio, para ser exactos. Por lo que he visto, los soldados están preparados. ¿Pudisteis hacer las armaduras?

Valerie tomó el lugar de la elfa. Su gesto risueño y actitud tranquila aliviaron el nudo en el estómago que Felix había empezado a sentir desde que la druida le clavó los ojos en el alma, aunque su alivio solo duró hasta que se fijó en el constante goteo de sangre corrupta que caía de los guantes y el mandoble de la humana. Se preguntó de dónde había sacado Magni a esa gente, empezando por la druida y acabando en Aiden, cuya imponente figura había pasado a un segundo plano en medio de sus compañeros de armas. Por un instante, dudó si debía temer más a los Defensores de Azeroth que al propio N’zoth, pero la respuesta le llegó sola. Ellos estaban en su bando… ¿verdad?

—¡La Égida es todo un éxito! Solo queda que M.A.D.R.E. nos tome las medidas.

Magni se dio la vuelta hacia la silenciosa constructo. Su cuerpo mecánico se inclinó con ligereza hacia él, esperando su orden, y la luz de la Cámara se reflejó en los recientes arañazos de su piel metálica.

—YA LA HAS OIDO, M.A.D.R.E —Aiden cerró un ojo y reprimió un gruñido ante el torrente de voz del enano de diamante, pero esta vez decidió no quejarse—. ESCANEA A NUESTROS HÉROES.

Ella asintió y avanzó renqueante al centro de la sala, derribó la silla sin querer y su tobillo lanzó un chispazo.

—Atención: escáner en proceso. Por favor, manteneos quietos hasta el fin del proceso.

Un haz de luz frío y estrecho como la línea del horizonte manó de sus ojos y comenzó a barrer la estancia con pies de plomo. Aiden se retiró la capucha, ignorando por completo la mueca de sorpresa del paladín. Por su parte, Felix nunca se había planteado lo que habría bajo la capucha, o si tan siquiera había algo a parte de sombras; que solo hubiera algo tan normal como el resto de la cabellera blancuzca del caballero era, de hecho, lo más raro de todo.

—Escáner finalizado. Subiendo datos a la red de la forja —hubo un silencio breve—. Datos integrados a diseños de la Égida de Azeroth. Disponibles ocho variantes de élite. Forjado iniciado.

Felix frunció el ceño. ¿Ocho? ¿Como qué ocho? Contó mentalmente a los Defensores de Azeroth frente a él. Uno, dos, tres… eran sólo siete. Entonces, ¿para quién?

—No pongas esa cara de sorpresa, comandante —la voz de Aiden le sacó de sus pensamientos—. También hay una para tí.

Felix parpadeó.

—Sí, para tí, ¿o acaso crees que te dejaríamos solo con esa capa y una armadura del montón? Desde la batalla Uldum te tengo en alta estima, y dado que vas a unirte a nosotros en nuestro combate junto a otros viejos conocidos, hemos decidido prepararte una de las Égidas. Consideralo una invitación formal a los Defensores.

Felix parpadeó otra vez.

—Pero si yo solo quería que me forjaran un arma —consiguió decir.

—Eso corre a mi cuenta. Acompáñame a mi forja personal.

El comandante dudo, pero el asentimiento de Magni le convenció de seguirlo. Ambos se encaminaron a la salida, pero el cazador de demonios se interpuso en su camino.

—Se te olvida algo, Hojagélida. Aún tienes que decirnos de dónde ha salido ese farol. Sus energías son siniestras como poco.

Aiden asintió en silencio y descolgó el farol de su cinturón para, acto seguido, alzarlo ante los demás.

—Lo encontré hace muy poco mientras exploraba las Tierras Sombrías para ayudar a una amiga, Menelwie Bosqueensueño. Tiene el poder de almacenar almas y energía nigromántica para usarla de forma concentrada —hizo un gesto para que le dejaran espacio y se dirigió a su compañera de armas—. Valerie, ¿te acuerdas de que no podía acceder al poder de P.A.D.R.E?

—¿Hay un P.A.D.R.E? —la gnoma tenía los ojos como platos.

—Había —terció el goblin.

—Ha sido hace menos de dos horas, así que sí, me acuerdo —respondió ella con deje burlón.

—Bien. Gracias a esto puedo acceder a él temporalmente. Observad.

Desenvainó a Silencio y cerró los ojos. Inhaló hondo mientras concentraba su voluntad en el farol que colgaba con pereza de su mano. Su cuerpo se volvió pálido y translúcido, su clásica forma espectral. Luego soltó el aire, y era tan frío que le quemó la garganta. Volvió a activar su forma espectral sin salir de la primera y fue entonces cuando la tormenta del farol se enturbió y comenzó a brillar.

Un suspiro, una sombra. El sonido de los harapos ondeando al viento. Su forma creció y cambió hasta convertirse en la viva imagen de la Parca. Desde las alturas vio las diferentes emociones en los rostros de sus compañeros: sorpresa, confusión, preocupación e incluso admiración, pero daba igual lo que sintieran; todos ellos habían retrocedido un paso. Aiden dejó ir a ese poder y aterrizó con poca gracia en el suelo. Solo habían sido un par de segundos, pero se sentía como si hubiera corrido un maratón.

Yotni se calló de cu.lo.

—Eso… ha sido… ¡la hos.tia! ¿Cuánto dura? ¿Cómo es de fuerte? ¿Le has puesto nombre?

Aiden no respondió en el acto. Su mirada se había clavado en la de Valerie, que todavía tenía la boca abierta. Tras un instante de tenso silencio, la paladín se recompuso y le sonrió. Alivio es poca palabra para lo que sintió.

—Cinco segundos. No lo se, pero me agota. No.

—¿De verdad no le has puesto nombre a eso? No me lo puedo creer… —el goblin se puso en pie de un salto y se masajeó la barbilla—. ¿Qué te parece… veamos…? ¡Oh, sí! Forma del Segador.

—Tan buen nombre como cualquier otro —giró la cabeza hacia el cazador de demonios—. Ya te dije que la historia era corta y rara. Ahora, si nos disculpais… Felix, ¿nos vamos a la forja?

—Sí…



El paladín observó sin mediar palabra como Aiden daba los últimos retoques a su escudo y su hacha, engarzados con las gemas que había encontrado en el cadáver del autoproclamado Juez. A cada golpe de su martillo su terrible forja de runas temblaba y lanzaba vapores gélidos y venenosos que se infiltraron en el metal. No le quedaban dudas, ese sería de los mejores escudos que jamás hubiera blandido; aunque a juzgar por la guadaña que reposaba sobre la pared de la forja y el martillo de oro rúnico que colgaba de un expositor, no era la mejor obra de Hojagélida.

—Veo que eres un experto herrero.

—Tengo años de práctica y estudio. Todo maestro artesano que se precie sólo utiliza las mejores herramientas en su trabajo, y no soy una excepción.

Los caballeros de la muerte eran gente tan sencilla como temible. Felix ya sabía bien la respuesta a su siguiente pregunta, pero preferiría una obviedad al seco silencio de Aiden.

—¿Y cual es tu trabajo?

—Guerrero y protector de este mundo. Verdugo en nombre de Azeroth. Mercader de muerte. Llámalo como quieras.

Era literalmente lo que había esperado, pero el tema de conversación se había agotado rápido. Para su alivio, el siseo del aceite al contacto con el metal candente indicó el fin de su trabajo. Se puso en pie y Aiden se hizo a un lado, guardando un respetuoso silencio ante aquel momento sagrado para todo aquel versado en el arte de la guerra: arma y guerrero conociéndose por primera vez.

Felix pasó dos dedos sobre la superficie del escudo. Las gemas del Igh’Nosh relucían con más fuerza que nunca ahora que estaban embebidas en el acero titánico del escudo, lanzando destellos mágicos que iluminaban el metal pulido del escudo. Era grande, de aspecto pesado y brutal, pero elegante y refinado de una forma oscura y espeluznante. Las puas cortas y gruesas que manaban de su dura piel eran lo bastante sólidas como para abrirle la cabeza a un ignoto con un solo embate, y allí donde no llegaban ellas, las oscuras runas grabadas a su alrededor, ansiosas por sentir el tacto de la magia de su dueño, se encargaría de traer el fin a quien osara atacar al comandante.

—Solo queda el nombre.

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Escúchame alma perdida, despierta de tu sueño y sígueme la serena voz proveniente de la figura espectral del gran tauren hizo despertar al enano, o más bien su alma, que aún permanecía en aquel mundo monocromático y silencioso

  • ¿Te refieres a mi? Preguntó anonadado el enano mirando a su alrededor tratando de encontrar algo, sin embargo los únicos habitantes del plano eran aquel gran tauren de vestimenta tribal y el, rodeados del silencio perpetuo

  • Por supuesto, seré tu guía espiritual pues el mundo de los vivos te reclama de vuelta, tu hora aún no ha llegado, por favor sígueme. El enano recortó su distancia con el chaman, el cual dio media vuelta y salió de la infame cámara

Enano y tauren caminaron con calma por los prístinos pasillos del complejo sin mediar palabra, en las memorias del enano nunca llegó a suceder el asalto de la quinta columna del Imperio Negro, por lo que el complejo permanecía grabado como el recuerdo pacífico previo al ataque

Tampoco es que el enano quisiera, o tuviera capacidad de hablar con aquel apacible chaman, su mente aún intentaba asimilar que acababa de suceder pues ¿De verdad acababa de ser asesinado por el mismo?, tampoco dejó el pensamiento de indignación al ser traicionado por alguien en quien confió, por supuesto rondaba en su mente la idea de haber sido un necio al no haber confiado en aquella alarma que rondaba al principio su mente

  • Nunca debí haber confiado en el susurró para sí mismo, aquel tauren no pareció haber escuchado ese susurro cuando giró a la izquierda y entró en una cámara

  • Aquí reside tu cuerpo joven enano, hemos hecho todo lo posible para que sobrevivas, a partir de ahora deberás superar la senda de la recuperación por su cuenta, que la Madre Tierra te bendiga juntó sus manos en señal de reverencia posando junto al maltrecho cuerpo que residía en una camilla

  • Esto… muchas gracias por la ayuda…¿por que me ayudas por cierto?.

  • Es el deber de un chaman guiar a los espíritus perdidos y dirigirlos a su senda, ahora retorna, Azeroth necesita la ayuda de todos quienes puedan ayudarla.

El enano se acercó a su cuerpo, observó el vendaje que cubría el costado de su pecho y murmuró algo, pero fue interrumpido por la siempre serena voz del tauren debe ser un momento difícil, pero debes retornar, no tenemos mucho tiempo.

El enano miró otra vez hacia el enorme tauren y volvió a observar su cuerpo, luego miró otra vez al tauren extrañado siento parecer molesto pero ¿como retorno?

  • Toca tu cuerpo, solo así volveréis a estar ligados.

  • Muchas gracias…¿como te llamas? Estiró el brazo dejando sus dedos casi rozando su pecho

  • Moki Cantavientos.

  • Muchas gracias Moki, te debo un favor, no dudes en pedírmelo cuando sea. Dicho ello tocó con las puntas de sus dedos su cuerpo

  • Bienvenido de vuelta a nuestro plano Lo primero en escuchar fueron aquellas agradables palabras en voz de alguien experimentado, lo siguiente fue el intenso dolor proveniente de su pecho, el cual le hizo retorcerse, abriendo sus ojos de golpe, viendo una masiva mancha junto a la cama

  • Es algo temporal, el dolor significa que el enlace es completo. La mancha ahora era un enorme tauren, grande incluso entre los suyos que trataba de guiarlo en el retorno a la vida

El enano trataba de levantarse, sin embargo el dolor no dejaba de repetirse como un recordatorio de la hoja que lo atravesó, por lo que no podía dejar de retorcerse, la Luz no llegaba a escuchar su ruegos al no poder completarlos

  • Por favor aparta la cansada voz de una draenei hizo que el tauren se apartase

  • He de dejarte joven, soy requerido en otros menesteres, tu gemelo esta en una cámara de detención, logre que retornase pero desde lo sucedido es arriesgado mantenerlo con los demas hasta que se aclare que sucedió… además desde que regresó no ha dejado de decir Uldiz en bucle, no hemos sido capaces de hacerle reaccionar, se que es prematuro y que tras lo sucedido no querrás verle, pero deberías hacerle al menos una visita, que la Madre Tierra te acompañe joven.

El enano no fue capaz de articular palabra, notó el calor de la draenei y el consiguiente pinchazo en su brazo de algo que le inyectó, en unos instantes el punzante dolor dio lugar a una pasable molestia, solo entonces pudo pensar en abandonar la misión que aquel ser decía que le fue encomendado

  • Este es el fin para mi, no tengo armas ni armadura, estoy herido y somos 2…es imposible que acabe así con ese condenado N’Zoth miró a sus manos y con sus dedos retorció la sábana pero… ese bastardo parecía tener razón… no puedo permitir convertirme en el suspiró no puedo confiar ni en Aiden ni en el pero… ¿estará manipulandome?..Volvió a suspirar ya no se en quien confiar…

La draenei de bata blanca le respondió con su tono de voz apagada y agotada no es por ser borde pero…¿Quieres dejar esa cama?, hay muchos heridos graves a los cuales tenemos que atender, tienes el alta, coge ese saquito de hierbas, tomate una infusión cada 6 horas y lárgate.

  • Claro… Bajó con cuidado de la alta cama, tomó el saquito, se lo puso colgando de su maltrecho cinturón y salió con cuidado tratando de evitar abrir su herida refunfuñando algo en enanico relacionado con aquella draenei

El enano quedó horrorizado nada más salir de la enfermería, montones de cadáveres irreconocibles de seres corrompidos por el vacío y otros que asumió que eran defensores inundaban los pasillos del complejo, inundando el aire del pestilente hedor de la descomposición a la que cada paso era acompañado del chapoteo de la mezcla de la sangre ordinaria y corrupta de los muertos, las arcadas llegaron de inmediato y a punto estuvo de vomitar, interrumpido por el dolor punzante de la herida al agacharse, lo que le obligó a ponerse erguido otra vez, retornando a la sensación de molestia a la que se acostumbró

Caminó unos metros y al dar la vuelta a una esquina pudo ver al ya reconocible pícaro rebuscando en los cadáveres de los invasores

  • ¿Que demonios ha pasado aquí? Dijo el enano confuso y enfadado

  • Me alegro de verte, menos mal que has logrado revivir… esto es una larga y horrible historia, te lo contaré mientras te ayudo a equiparte… si es que te ves capaz de volver, aunque deberías quedarte aquí, puedo pedir un portal directo a Forjaz. El pícaro dejó caer varias dagas vidriosas y oscuras como la obsidiana en el suelo y miró al enano

  • Pienso regresar a Ny’alozha, simplemente debo hacerlo, no te preocupes por esto, me han dicho que la cosa ha ido bien y que tome las hierbas estas, ahora… iremos nosotros dos, a solas. La voz del paladín tornó más seria que lo que el kultirano jamás escuchó de el, rozando la marcialidad

  • Escuché que un grupo de Defensores de Azeroth anda preparándose para hacer una incursión, ir solos con lo que encontremos aquí y en tu estado es un suicidio.

  • Iremos solos, eres el único en el que realmente puedo confiar en este momento y no se hable más. El enano finalizó su sentencia dejando claro al pícaro su decisión

El kultirano se le acercó, quedandose a medio metro de el ¿Acaso no es lo que te dijo?, ¿No recuerdas que el falló por lo mismo?, fallo por que quiso ir solo, estas volviendo a cometer el mismo error Drethz, no pienso permitir que repitas el ciclo dio media vuelta, tomó las 2 dagas que vio más afiladas y comenzó a sacarle a tirones la chaqueta de cuero morado que un tauren portaba este servirá…

El enano no dejaba de pensar en esas palabras, ¿repetir el ciclo?, ¿ir con su yo futuro el cual a punto estuvo de matarlo?, ¿ir con el grupo de Defensores los cuales ni los reconocerían al haber sido su juramento más bien testimonial para evitar una más que segura ejecución en Ogrimmar o Ventormenta a manos de Aiden, el cual acabó con todo atisbo de vida, si es que su yo futuro le decía la verdad?, simplemente no era capaz de tomar una decisión por lo que pensó en su primera prioridad, equiparse, encontró a un enano de una altura similar muerto, evidentemente un quintacolumnista de N’zoth acorde a sus rasgos y vestimenta, apestaba a descomposición y vacío, pero necesitaba ese equipamiento, por lo que con mucho cuidado se agachó evitando un charco de sangre negra como el petróleo y el dolor punzante que lo dejaba aturdido, mantuvo el aliento y comenzó a saquear el cadaver comenzando por los guantes intactos, impregnados de sangre, pero intactos.

Tras sacar de la fría mano de su anterior portador dicha pieza una voz familiar se dejó escuchar de una cámara sellada adyacente

Ambos miraron por un segundo a la enorme compuerta de acero titanico sellado,el pícaro ignoró aquello y trataba de ajustarse aquella chaqueta mientras que el enano pensó que sería Magni pero no le dio importancia pues pese a la intensidad de la voz de su antiguo rey, el grosor de la compuerta era suficiente para amortiguar toda voz proveniente de su interior, por lo que simplemente ignoró lo que sucedía y continuó con su despojo, ahora tocaba el guante izquierdo, este iba a ser más difícil de extraer, los dedos habían quedado sujetando algún arma, ahora desaparecida, pero los dedos seguían sujetando el aire y ahora fríos y muertos se harían difíciles de hacer ceder.

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Nazjatar, meses después del asalto al Palacio Eterno.


  • Las circunstancias del Adalid cambiaron drásticamente desde los sucesos de Uldum. Tras salvar a Thorimas de aquel fatal destino y liberar, aunque temporalmente, la Ciudad perdida de los Tol’vir, se embarcó en una nueva tarea.
    Su nuevo cometido le ha llevado hasta Nazjatar, lugar donde se descubrió que el dios antiguo N’Zoth estaba prisionero, y lugar al que el Adalid no deseaba volver. Aquella campaña fué cruel y escabrosa, casi sin recursos, solo con la ayuda de los valientes héroes que hicieron frente a las fuerzas de Azshara. Si no hubiera sido por los habitantes locales, habría estado perdido…

  • El Adalid debía regresar a las profundidades del Palacio Eterno para obtener esencia pura de N’Zoth, y ciertamente, tras estar encerrado por milenios en aquel lugar, tal cosa debería ser abundante allí.
    La finalidad de tal tarea es la de forjar una llave para el oscuro portal creado por Wrathion, con la que desbloquear una visión horripilante en la que poder enfrentar a una visión fiel de N’zoth en un entorno seguro y formar planes de ataque.


En el Palacio Eterno.


La entrada al Palacio Eterno fue sencilla, la Piedramar todavía estaba en Nazjatar, por lo que se podía ir a pie, sin embargo, la pequeña embarcación y el parapente usados para acceder a Nazjatar no iban a poder ser usados de nuevo…
A penas quedaban defensas en el Palacio Eterno, no había nada que guardar desde que Azshara y N’zoth no están allí. Aún así, había que mantener la alerta por las posibles bestias que pudiesen quedar en el interior.
Aquel lugar había cambiado bastante desde el asalto de los Héroes de Azeroth, los nagas no trataban de restaurar los daños ni realizaban mantenimiento, es como si hubiesen dejado aquel lugar intacto a modo de luto, el palacio se encontraba vacío, sin vida, deteriorado.
El Adalid tuvo que lidiar con algún murlock abisal de los que habitaban originalmente el palacio y una quincena de serpientes abisales, pero consiguió llegar frente al teletransportador de El Círculo de Estrellas sin causar demasiado escándalo.
Al comprobar desde la distancia que la cúpula seguía en pie, El Adalid procedió a usar el teletransportador para acceder al lugar.
Aquella sala circular estaba intacta con respecto a la última vez que estuvo allí, las roturas en el suelo y en los grandes artefactos titánicos evocaban recuerdos de la pelea contra la reina Azshara, El Adalid estuvo varios minutos pensativo, rememorando escenas de aquel momento. -N’Zoth se la habrá llevado a Ny’alotha?- Pensó El Adalid. Sea como fuere, la cúpula de aquel lugar parecía que iba a caerse a pedazos en cualquier momento, por lo que no se demoró en recolectar los restos de la esencia de N’Zoth en aquel lugar. Eran unas muestras perfectas, concentradas, radiantes de energía del dios antiguo, nada que pudiese encontrarse en Uldum o el Valle de la Flor Eterna. Al crear un contenedor para la esencia usando la azerita del Corazón de Azeroth, este tomó la forma de una gota, el contenedor haría la carga de esta sustancia algo mucho mas seguro que por otros métodos.
El Adalid guardó el contenedor de azerita con la esencia y sacó de su mochila su piedra de hogar, la cual comenzó a canalizar para regresar a La Cámara del Corazón.


Continuará…

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Siguieron avanzando por las calles de Ny´alotha.
-Mucho increparme a mi pero y Romuul?- preguntó Ka con sorna- debería ser tía a estas alturas.
Ahzura la miró como si estuviese hablando de Sargeras.
-Hijos?Con Romuul?-dijo mientras su tono se volvía más agudo.
-Claro…porque no? Tu estás viva,puedes engendrar…ya sabes.
-Oh hermanita,no soy de esas. No me malinterpretes,quiero mucho a mi Romuul,pero no lo bajaría del Vindicaar ni en mil años.He viajado mucho por Azeroth desde que llegúe a este planeta. Una nave naaru no es sitio para criar a un hijo. Un niño necesita sol,necesita un hogar,necesita correr,respirar aire puro…
-Niara está en el Exodar…
-Pero puede salir,caminar y correr por la hierba de Bruma Azur…Mi hijo vería la nada,el espacio,Azeroth bajo sus pies.
-Serás dramática? Ni que no puedieras coger una baliza y aterrizar en Azeroth,hacer un portal y llevarlo a correr.
-Shhh-dijo Ahzura.
-Sabes que tengo razón.
-Baja la voz,no oyes eso?
Ka se quiedó quieta y en silencio.Un coro de voces recitaba una letanía en ignoto.
Podía entender lo que decían gracias a su aprendizaje en los túneles nerubianos.
Y lo que oyó hizo que sintiera un escalofrío.
-Ahzu…su letanía habla sobre el alma mundo.La oscuridad…intentan colarse de nuevo en la conciencia de Azeroth.Abrir un portal a su mente para que N´zoth la corrompa.
Dos cultor más venían por la calle de al lado.Ka tiró mde Ahzura y se metieron en un edificio.
-Zzz rtnootg utg ajgy ezzz- dijo el primero
-Yazzzulg ojjm itsnaa-contestó el otro.
Cuando hubieron pasado de largo la maga miró a su gemela.
-Dicen que el asalto a la cámara ha fallado pero ha dado sus frutos,solo falta terminar el trabajo-tradujo la caballero de la muerte.
-La camara del corazón!!!
-Eso me temo…y esa letania es parte de otro conjuro para abrir otro portal y realizar un segundo asalto mientras aún reina el caos.
-Debemos deternerlos.
-Pues que los naaru nos asistan hermana.

Ahzura en modo invisible se asomó por la puerta,el camino estaba despejado.
Pegadas a la pared las gemelas se acercaron poco a poco a los cultores. Estaban en una pequeña plaza que era el epicentro del cruce de varias calles.Estaban muy expuestas,si una patrulla de ignotos venía por alguna de esas calles estarían muertas.
La maga no se lo pensó dos veces.Con un par de centelleos se transportó al medio del círculo que formaban los acólitos del Dios.Y con una nova de escarcha los congeló a todos.La caballero de la muerte se acercó con rapidez con un paso espectral mientras invocaba un pequeño ejército de necrófagos que empezaron a hacer estragos entre los cultores.
Una lluvia de cometas de carámbanos cayó sobre ellos mientras Ahzura casteaba un orbe congelado.
Uno de los cultores,el lider intentaba realizar un hechizo de control. Ka con una congelación cerebral lo detuvo.
Las hojarrunas comenzaron a brillar y la caballero de la muerte olvidando cualquier rastro de humanidad empezó a cercenar miembros y cabezas mientras su hermana atravesaba con determinación y hechizos de escarcha a los demás.

Pocos minutos después una masa de cadáveres y sangre negra yacía a las patas de ambas que permanecían ilesas.

-Buen trabajo hermana-dijo Ahzura.
Ka aun seguía sumida en su sed de muerte.No mataba así desde la batalla de Orsus,y era la luz de Shield la que la mantenía unida,cohexionada a su humanidad.
Ka?- preguntó la maga al ver que su gemela parecía perdida y desorientada mientras su gélida miraba escrudiñaba a su alrededor.
La caballero de la muerte se giró hacia ella con las hojarrunas en alto con ademán de atacarla.
-KA!!
Un instante de lucidez se cruzó en la mente de la alzada y miró a su hermana mientras bajaba las armas y el fulgor de su mirada se difuminaba.
-Estoy bien.
-Por un momento pensé…
-Lo se Ahzu…a eso me refiero. Mi no…vida tiene estos efectos.Entiendes porque no puedo tener una vida normal? Mi estado me obliga a matar en una danza macabra cada cierto tiempo.No puedo vivir en el Exodar con Shield y Niara.Si no sacio esa sed…los mataré en un arrebato.
-No lo sabía…
-Entiendes porque debo morir? Prefiero morir mil veces que hacerles daño.
-Pero cuando estás con él…
-Si…me calmo…pero por cuanto tiempo? Y si una noche me despierto con esta sed y provoco una masacre en el Exodar empezando por ellos? Por eso me encerré en Corona de Hielo.
-Entiendo…-dijo Ahzura.
-Mejor continuemos,aquí estamos muy expuestas.

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Un delicado dedo, acariciaba lentamente el frio y velado vidrio de un ventanal, rompiendo el átono silencio de la biblioteca, con un suave y lento chirrido.

La oscuridad reinante, solo rota por una pequeña fogata, y la poca luz que entraban por los ventanales, invitaban al descanso.

La gnoma, se aparto un mechón de pelo blanco del rostro con cansada lentitud, sin quitar la mirada de lo que veía atreves de la ventana.

La biblioteca estaba en calma.

Morda, cómodamente recostada dentro del hueco de un ventanal, y con mirada melancólica, vigilaba el exterior mientras movía sus dedos acariciando el rugoso vidrio de la ventana. A ratos vigilante y a ratos abstraida en sus pensamientos e inquietudes.

La noche había sido larga y aún les rodeaba el peligro. Pero había que descansar.

Giró el cuello lentamente, lo justo como para alcanzar a verla. Descansaba hecha un gurruño sobre una banqueta y a veces parecía hablar en sueños. otras daba la sensación de estar intranquila.

Por un momento, la gnoma se sintió colérica. Era una de las salvadoras de Azeroth, pero yacía sola, durmiente, en una ajada y fría biblioteca, calentada por una pequeña fogata y durmiendo sobre tablas.

Regresó la mirada sobre la calle.

Su carácter era ese. Sin pensar se echaba sobre los hombros los problemas de los demás. Pero no estaba sola, no era necesario. Y desde luego ella no la dejaría sola ni olvidaría quien era.

Belter hizo un gesto y se movió sobre la mochila de la gnoma, que usaba de almohada. La gnoma miró al instante. Aún estaba por ahí el rogue.

Sin duda era un elfo, su olor le era inconfundible a los anormales sentidos de la gnoma. Y con el paso de las horas, había comenzado a pensar que no era un peligro dada su pasmosa paciencia y lo poco beligerante que se había mostrado.

De un salto bajó del alfeizar y se encaminó hasta bel, que movía de forma tensa los ojos bajo sus parpados. rebujada en una vieja manga gnomica.

Por un segundo la observo y entonces le dio dos golpecitos en el cachete con un dedo. Toc, toc…

La cara de bel torno a pocos amigos… Pero no dijo nada al abrir un ojo y mirar a la gnoma.

– Hora de partir.

La elfa cerro el ojo.

La gnoma espero un poco y luego se rasco la cabeza.

– En serio Bel?.. es hora de partir…

– Y mi te? – Dijo sin abrir los ojos.

– Desayunaremos mas tarde, es necesario cruzar la ciudad aprovechando la mañana, será cuando los cultistas estén mas animados y podremos pasar desapercibidas…

Cerro los ojos con mas fuerza, haciéndolo notar para que la gnoma lo viera.

– Tenemos que visitar a tu enemiga, parece ser que es la que tiene el libro que buscamos…

Belter saltó de golpe y de dos movimientos se puso en camino hacia la puerta.

– Vamos morda!! no te duermas…

La gnoma negó con la cabeza, tomó sus pertrechos y corrió hacia la elfa, dejando tras de si, escrito en el ventanal, una carita soriente.

Continuara…

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El forjado caminaba con lentitud,recorriendo las acristaladas salas del Vindicar. Para él,aquello era lo más parecido a un hogar, que había tenido en años. Con parsimonia,se fue acercando a la sala de mando,donde sabía que sin duda encontraría a Rommul. Cuando lo encontró abstraido,realizando modificaciones,le saludo con cortesía,preguntando a continuación por Azhura.
El artificiero movió con un gesto negativo la cabeza.
No está aquí, y lo último que se de ella,es que andaba por ahí abajo,buscando la manera de oponerse a los OG…
¿Para que la necesitabas?
Verás…es algo relacionado con su gemela.
( Le puso al día de los últimos acontecimientos, y de la extraña actitud de Ka)
Muchacho…aunque no soy muy entendido en esas cosas, parece que lo que me cuentas,es bastante grave. Si realmente quiere volver a morir, habrá ido a buscar,un enemigo enorme,para morir en combate.
El único que realmente se me ocurre, dada su capacidad de combate,es N’zot. Así que si de verdad quieres ayudarle,porque te lo veo en la cara; yo iría ahí abajo,y la buscaría en Uldum. Ojalá, encuentre a su hermana,pero por si no lo hace,tener un paladín a mano,nunca viene mal. Dijo con un guiño…
Gracias Rommul,sin duda es lo más acertado.
Por cierto,si ves a Azhura,dile que no haga ninguna tontería.
Y dicho esto,tomó sus herramientas,y volvió al trabajo.
Por su parte, el forjado se despidió, y usó el portal de la nave,para desplazarse hasta Dalarán. Una vez allí, caminó hasta el portal de Ventormenta. Atravesó el sagrario del mago con rapidez. En el alféizar de la salida,llamó a su montura voladora. El dragón nimbo acudió presto a su llamada,y con un corto vuelo,se acercó hasta el círculo de piedra.
Una vez allí, atravesó el portal de Uldúm,materializándose en Ramaken. Pasó por la posada,para comprar provisiones, y comprobando que todo estaba en orden,tomó aire,y exclamó para si mismo…
Pulpo…¡allá voy!
Se dirigió hacia la entrada de la ciudad dormida, y descendió hacia la oscuridad…
Continuará

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Relato escrito por Hæyhæ


Despertó antes de que las primeras luces del alba tocaran el firmamento sintiéndose plenamente descansado. Nunca dormía más de lo necesario y lo necesario no solía ser mucho. Dormir era necesario, pero una pérdida de tiempo al fin y al cabo.

Pasó al lado de su compañero animal, que seguía durmiendo a pierna suelta y vio que Engañifo descansaba junto a él. Habría llegado en algún momento mientras dormían gracias a su habilidad para teletransportarse. Sin darle mayor importancia, tomó un ligero desayuno, se puso la armadura y salió al exterior de la tienda, le vendría bien un paseo antes de ponerse a lo que sea que le esperaba aquel día.

El campamento mantenía una actividad baja a esas horas. Se cruzó con algunos Errantes que hacían guardia e intercambiaron un saludo formal. Otros pocos también empezaban a despertar y se hallaban desayunando. A ninguno le faltó una mirada de curiosidad al arco, pero cuando veían a su portador se encogían de hombros y volvían a lo suyo.

“Que gusto que nada les parezca raro viniendo de mi” se dijo el cazador para sus adentros.

Casi sin quererlo terminó llegando al límite del campamento, y ya con la vista libre de obstáculos, vio que no eran los únicos que estaban por ahí. A pesar de la distancia y la oscuridad, gracias a su vista de elfo pudo divisar un campamento de la alianza, mayoritariamente humano, y otro que parecía mixto, pues llevaba el estandarte de los Campeones de Azeroth. El sindorei deseó de veras que Magni no estuviera ahí. Sus gritos le taladraban los tímpanos.

Estuvo un rato observando ambos campamentos. No mucha actividad, a parte de los guardias y de los madrugadores, como en el suyo, pero esta iba creciendo conforme la claridad se hacía con el firmamento. Había visto varios jinetes del campamento de los Campeones dirigirse a los campamentos cercanos, entre ellos, el de la Alianza y el de los Errantes. Debían traer un mensaje importante, quizá los ejércitos se iban a poner en marcha en breve, y lo controlaban desde el campamento neutral, el más grande de todos.

Hæyhæ, se retiró de donde estaba y se dirigió a la tienda principal. No iba a perderse aquello, y menos si era algo que le implicaba a él. En unos minutos, y tras reunirse con Blackie que a juzgar por sus zarpas y boca llenas de sangre acababa de venir de su caza matutina llegó a la tienda más grande del campamento donde vio al caballo del mensajero. Justo en ese momento salió un guardia y reparó en él.

  • Maestro de caza…

  • No me gusta ese título- le interrumpió el Sin’dorei.

  • Le necesitan dentro- continuó sin escucharle.

Se hizo a un lado para dejar pasar al cazador, resignado a que se dirigieran a él así formalmente. Dentro de la tienda se encontraban varios Errantes, entre ellos Halduron, algunos elfos más y el mensajero, o más bien mensajera una humana. El cazador hizo una formal reverencia.

  • ¿Me solicitaban?

  • Ah, veo que estabas cerca, Maestro de caza — Halduron sabía bien que no le gustaba ese título, quizá por eso solía decirlo a menudo — esta mensajera trae una solicitud del campamento de los campeones. Mis guardias han partido en busca de los demás, mensajera ¿Puedes especificar para qué los solicitan en el campamento de los Campeones?

  • Claro, señor — accedió con educación la humana — El ejército se pondrá en marcha en breve, solicitamos que los mejores campeones de cada campamento se reúnan con nosotros para coordinar el ataque. Serán los que entren hasta el corazón de Ny’alotha. Wrathion les espera.

  • ¿Wrathion? No estoy seguro de que sea de fiar — Halduron enarcó una ceja.

Hæyhæ, quien había estado los últimos meses fuera, y no conocía la situación se mostró de acuerdo con su superior.

  • Les aseguro que no sólo ha cambiado, si no que ha sido de gran ayuda en las investigaciones contra la corrupción de N’zoth, no sólo en Uldum y Pandaria, sino también en Ventormenta y Orgrimmar ¿No han oído nada de esto?

  • He estado algo desconectado de este mundo últimamente… — admitió el cazador.

  • Yo sí que lo he oído, pero me sigo sin fiar — Halduron suspiró — pero creo que no nos queda otro remedio. Es cierto que es el único que sabe cómo entrar en el corazón de Ny’alotha sin perder la cabeza…

El resto de campeones fueron llegando y tras explicarles el plan –el cual a algunos no gustó por su desconfianza en el dragón- empezaron a partir hacia el campamento de los Campeones de Azeroth. Halduron detuvo al cazador en el último momento.

  • Antes de que te vayas, Maestro de Caza… ya, ya sé que no te gusta el título — dijo al ver la expresión del cazador — pero es un buen título y te lo has ganado, y aquí nos gustan los formalismos… El caso es que hace unos días envié a un miembro muy importante de esta organización a la búsqueda y caza de información sobre Ny’alotha y aún no ha vuelto. Aunque no creo que hayan conseguido matarlo, me temo lo peor. Me gustaría que lo encontraras, tengo la sensación de que está dentro de la ciudad y seguramente haya decidido apuñalar al Dios Antiguo en persona — el elfo rubio negó con la cabeza — Toma, aquí tienes un retrato del mismo.

  • ¿No crees que si es tan fuerte puede salvarse sólo? — Hae recogió el retrato. No cabía duda de que tenía todo el atractivo característico de los sindorei — peeero… no me importará rescatarlo.

  • Como pensaba — el General Forestal soltó una risilla — confío en que esté bien, pero me quedaría más tranquilo si envío a alguien en su ayuda personalmente.

Hae, se despidió con una reverencia formal y se reunió con los demás Campeones. Todos estaban listos ya, así que convocó a su leal dracohalcón y partieron hacia el campamento.

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Pasados unos minutos de forcejeos y tirones el enano logró despojar de su cota de malla al invasor caido, de reojo pudo ver al pícaro tratando de cerrarse su chaqueta de cuero de forma infructuosa acompañado de improperios, todo ello bajo las miradas de rechazo de los pocos defensores que deambulaban por los pasillos del complejo.

Una vez apilada la cota de malla plegada en el suelo se levantó y miró al pícaro, que panza al aire seguía maldiciendo al tauren caído

  • Voy a probarme esto ¿donde nos vemos?.

  • ¿Eh?.. no pensaba que un enano sería tan discreto seguía empujando los extremos de la chaqueta tratando de cerrarla, una gota de sudor recorría su frente precipitándose al vacío pues en la cámara central y… el silencio, solo interrumpido por el eco metálico de una voz ya familiar proveniente de la compuerta, incomodó a ambos creo que deberías verle y hablar sobre lo sucedido. No te digo que lo perdones, ni mucho menos, pero al menos aclarar que pasó.

  • ¿De verdad crees que quiero verle la cara? el enano trataba de ordenar su mente, respondiendo al pícaro agotado tratando de asimilar todo lo que había sucedido esto es demasiado para mi… es agotador, frustrante… esto es una pesadilla, mi yo futuro no muerto me ha matado y he vuelto a la vida… otra vez. _ enojado miró al pícaro_ ¿matar a N’zoth?, ¿Salvar Azeroth?.. ¿Pero que querrá ese “angel” de mí? cerró su puño con fuerza siento que me están utilizando… ¿de verdad fui creado como una marioneta que puede ser tirada una vez cumpla esos objetivos?.. ¿por que yo?, ¿acaso hice algo en otra vida que mereciese esto?..

  • El kultirano dio un fuerte capón al enano, haciéndolo callar y frotarse la mano sobre la cabeza Sigue así y te doy otro más fuerte, mi hermanito puede dar fe de que puedo abrir una sandía de un manotazo con el puño cerrado miró al enano, el cual aún se rascaba su cabeza tu no eres una marioneta de nadie, no tienes que cumplir el objetivo de nadie y si estas aquí es por que realmente deseas salvar este planeta suspiró pudiste haber huido hace mucho tiempo y no lo has hecho y no me vengas con la Horda, solo son 4 gatos aquí… vamos a matar al pulpo, vamos a evitar que ese tal Aiden nos congele y vamos a pegarnos la vidorra una vez acabemos, ahora habla con el, vístete y mientras iré viendo como volvemos, a ver si logro reclutar un grupillo de gente que vaya a ir, nosotros solos no podremos ir.

El enano simplemente asintió al kultirano y comenzó a alejarse, vestimenta de cambio en mano, tras unos pasos dio media vuelta y miró al pícaro tratando de cerrarse esa chaqueta Iremos solos, no pienso condenar a más gente.

El kultirano se acercó y sin previo aviso le dio un capón mas fuerte, haciendo caer sobre sus posaderas al enano Me vas a hacer caso por las buenas o por las malas, habla con el ¡YA! la orden retumbó por las paredes del corredor a la que señaló la salida del pasillo, el enano se levantó con dificultad a la que un escalofrío le recorrió la espalda consecuencia de la imprenta dejada por la mole colérica de vena hinchada en la frente que tercos pueden llegar a ser los enanos… El enano dejó de escucharlo cuando salió del corredor…al final no le conté lo que ha pasado aquí…suspiró condenada chaqueta…continuó su lucha contra la ajustada chaqueta

…, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, …

La gélida voz autómata creaban una inquietante melodía que retumbaban por las impolutas paredes de la pequeña cámara prisión presidida por el enano encadenado por todas sus extremidades y despojado de armadura

  • Tiene 5 minutos para hablar con el, si se siente amenazado avísenos El terráneo activó la apertura del portón dejando ver al prisionero

El paladín se asustó debido a la impresión, sin embargo caminó hasta ponerse frente al no muerto

  • …, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, …

  • Me has decepcionado, de verdad me has decepcionado. miró al no muerto, este sin embargo mantenía la cabeza baja y no lograba verle la cara sumergida entre el níveo pelo despeinado

  • …, Uldiz, Uldiz, Uldiz, …

  • ¿Pero quieres mirarme a la cara al menos? ¿Que demonios es Uldiz? El paladín perdiendo la paciencia le recogió los pelos que cubrían la cara del no muerto y sujetando del mentón le levantó la cabeza desvelando sus fulgurantes ojos

  • …, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, …

  • ¿Esto es todo?, ¿Después de matarme no tienes nada que decirme? soltó la cabeza, el roce de las cadenas fue la única respuesta que obtuvo

  • …, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, Uldiz, …

Enojado le dio un puñetazo en la cara empujándolo hacia un lado a la que su cabello y barba ondeaban y parado por las cadenas que respondieron con su característico sonido metálico ¡Respondeme!

La melodía se detuvo mirando el no muerto al paladín Todo se esta repitiendo… la forja…Aiden…Espectro… el frío susurro del no muerto no demostraba ningún atisbo de vida… debo ir a …Uldiz… debo…tomar poder…derrotar a Aiden…

  • ¿Por qué quisiste matarme?

  • Amenaza para Azeroth, trataron de proteger la forja, todo quien apoye a Aiden…es una amenaza…como Defensor de Azeroth… he de eliminar toda amenaza…

  • ¡Tu eres la amenaza ahora mismo!, ¿Es que no ves que sin ella no podremos acabar con N’Zoth?, ¿Es que acaso estas tan cegado que no te das cuenta que si N’Zoth sobrevive será el quien acabe con todo?, ¿Acaso no ves que te estas convirtiendo en el Aiden del futuro?, ¿Donde esta tu alma?, ¿Donde esta aquel enano que trataba de lograr un futuro mejor para todos?, ¡Despierta! Le dio otro puñetazo, esta vez el sonido de las cadenas fue respondido por la apertura del portón Nos vamos a Ny’Alozha, a matar a N’Zoth… haz lo que veas conveniente. el guardia terráneo miró extrañado pero se limitó a escoltar al paladín fuera de la estancia

  • …Haz lo que veas conveniente. La voz del no muerto cobró un atisbo de vida a la que el portón se cerró

El paladín caminaba de vuelta sumergido en sus pensamientos, cota de malla en mano, hasta que escuchó la reconocible voz de aquel tauren inusualmente grande proveniente de la cámara de la forja, por lo que decidió ir a agradecerle el apoyo

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Al llegar a la puerta, Belter observó dos trajes completos de inquisidoras, colgados y preparados, al lado de la puerta. Rápidamente miró a la gnoma.

– He pensado que el uniforme de inquisidoras de nzod, nos ayudara a pasar desapercibidas… Tienen un aire chic…

La gnoma ponía morritos.

– Tienen tentaculos…

– Si, vienen de serie.

– Que tramas Morda? ya llevamos el traje de cultista.

– Es una versión mejor, apropiada para el lugar donde vamos, veras que todos nos dejan pasar en el acto… ^^

La elfa observó un momento a la gnoma, pero le costaba decirle que no, a pesar de que intuía que la gnoma no se lo contaba todo.

Con cierto recelo, tomó su vestido y se lo puso encima de su vestido actual. La gnoma la imitó.

– Estas perfecta ^^

– A que juegas? Desde que hemos llegado no te he visto…

La elfa no pudo terminar la frase. Quedó sobrecogida cuando su altiva compañera abrió de golpe la puerta y tras ella, pudo ver un despliegue militar de lo mas impresionante.

Multitud de criaturas y milicias, formaban delante de la puerta a la espera.

Sin duda habían sido convocadas tras los sucesos acontecidos en la biblioteca por el jefe de la guardia que escapó.

Todos en posición de combate, se quedaron por un momento helados al ver a ambas culturas abrir la puerta. Morda habló con la rapidez de quien ya conocía la situación y tenia un plan en mente.

– Abrid paso, patanes!!! Las grandes inquisidoras ya nos hemos encargado de todo!! Abrid paso!!

Belter estaba estupefacta, sabía que su compañera gnoma había pasado gran parte de la noche vigilando, observando el exterior, trasteando entre los cadaveres y guardando en su mochila manuscritos antiguos de la biblioteca. Pero no la había avisado de todo esto…

Un pequeño fulgor se notó en la elfa y hechó mano a su arma, pero la gnoma la detuvo disimulando.

– No nos hagáis enfadar!!!, tenemos poca paciencia!

Sin que la elfa entendiera nada, el ejercito se abrió para dejar paso, mientras algunos soldados entraban raudos a la biblioteca y otros formaban para escoltarlas.

– Vamos a nuestros aposentos!

dijo la gnoma al capitán, que armó rápidamente un sequito y encabezó la marcha, con ambas siguiéndole.

– No podías matar a estos tb?? – La elfa hablaba bajo, flanqueada por aquella improvisada guardia personal.

– Supongo que si, pero la fuerza no siempre es la herramienta correcta, Bel… Dejemos que nos lleven a nuestros aposentos!! ^^

Belter no estaba de buen humor, no le gustaba que la gnoma le guardara secretos, pero le costaba decirle que no a la gnoma y decidió confiar en ella…

La comitiva desapareció entre las callejuelas de la enorme ciudad.

continuara…

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Con una suavidad ajena a las artes de la guerra el comandante paso su mano pos las nuevas creaciones de su maestro. Con el simple roce de sus dedos sobre el, aún caldente, metal dieron como resultado una descarga de energía que le traspaso todo el cuerpo.

Apartó la mano en un gesto involuntario, no por dolor o miedo sino por sorpresa ante lo desconocido. Esa descarga se sentía como un saludo, un vistazo rápido al que un cachorro ve a su amo y le declara fidelidad. Las gemas brillaron con un fulgor tenue ante su contacto, como si pudiesen tener propia voluntad y capacidad de comunicarse.

Presto, agarro el mango de la recién forjada hacha que esperaba ansiosa conocer que destinos le depararian. Aferrándose al mango noto como una nueva descarga paso por su cuerpo, pero está vez no le intimidó dejo fluir esa magia hasta que la propia luz que proyectaba el filo brilló con intensidad.

Un susurro, unas palabras llevadas por un viento inexistente llegaron a los oídos del elfo, suaves y casi inaudibles pero cargadas de un poder nuevo, orgulloso, espectante.

Serviré, conquistare, doblegare y mataré en tu nombre. Baruk, así me llamarán y mi filo tañe a tu disposicion.

El silencio volvió mientras las palabras se repetían incesantemente dentro de su mente, Baruk le había aceptado como su nuevo amo. Alzó el hacha, ligera y maleable como ningún arma hasta ahora, dando varios golpes al aire y girando la muñeca en posiciones de combate. A cada corte un fino sonido silbante aparecía en la sala, el mismo aire huía del filo de Baruk, temiendo perder su propia consistencia.

Las gemas del escudo brillaron, demostrando que no eran menos en cuanto a poder ni fuerza. Con su mano libre hundió en las correas y huecos del escudo hasta sujetarlo firmemente, de nuevo una descarga recorrió su cuerpo aunque esta vez más calmada y reconfortante.

Svalin me llamarán. Protección y cobijo daré a dueño y aliados más tormento fuerza y castigo caerá sobre tus enemigos. Tu gesta es la nuestra, tu destino marca el nuestro.

Pese a su tamaño y apariencia Svalin era ligero y fácil de manejar, apenas suponía un peso detectable ni se llegaba a trabar en su armadura al usarlo. Probó a insuflar algo de poder de luz y, tantos gemas como metal, un brillo se expandió frente a su rostro. Al mismo tiempo, probó con las energías oscuras, el tiempo de ocultarlas había terminado, pero esta vez de proyecto enfrente suya un escudo violáceo que se disparo desde Svalien y aumento de tamaño hasta llegar a la pared.

Luz y vacío podían ser canalizadas y eran libres de fluir en sus armas. Servirían, daba igual el camino de su amo solo su destino.

Aiden, con gesto serio y los brazos en cruz parecía disfrutar de su obra. O simplemente le cansaba el tiempo perdido del comandante.

  • Baruk y Svalin serán sus nombres, más bien suyos son por derecho y no por mi decisión. Son…más de lo que podría haber imaginado, menos de lo que merezco y…, Tal vez sea una locura pero viven…

Una pequeña y fugaz sonrisa pareció asomarse en el imperturbable rostro de Aiden, casi como disfrutando del fruto de su trabajo, aunque la gelida personalidad de caballero de la muerte contraria a este hecho.

  • El tiempo apremia, bastante he perdido aquí los días mientras buscábamos como defendernos de Nzoth -dijo el paladin- Tus…compañeros defensores, son inexplicablemente únicos.

Cada uno era terrorífico, impactante o indescriptible a su manera. Con solo un rato en su presencia pudo discernir los poderes que había allí reunidos en un mismo punto aunque algunos…fuesen más sanguinarios y salvajes que otros.

Un escalofrío le recorrió la columna al recordar a la druida, su rostro y lo que daba por hecho que era obra suya en los pasillos. Sobretodo la mirada fija que le echo en la sala de mando, aunque no podía discernir si con curiosidad o sed de sangre.

Concluyó que sería una mezcla de ambas.

  • Conduciré a todas las tropas que pueda al valle de la Flor eterna, me uniré a vosotros cuando arme y fortalezca el ejército para cargar junto a vosotros contra Nyalotha. No podemos entrar solos en esa tierra de locos.

Un gesto de asentimiento es lo único que obtuvo de respuesta de Aiden, cuya mano ya portaba a Silencio.

  • Si no estás. -dijo el no muerto- entraremos sin tu llegado el momento.
  • Estaré, cumpliré mi palabra. ¿M.A.D.R.E. podrá transportarnos a todos junto a lo necesario para la campaña?
  • Nunca escuché que tuviese límite para hacerlo.
  • En ese caso, marcho ya. -le tendió la mano al caballero de la muerte- La próxima vez que nos veamos será frente a las puertas de la muerte, gracias por tan magníficas armas. Espero no defraudar a su creador.
  • Sea así.

Abandonó la sala con paso presto dejando a amo y guadaña solos, cada segundo era un tiempo valioso para reagruparse, armarse y volver a Uldum. Se dirigió por los pasillos dejando de lado a guardias y campeones, sin parar a mirar a heridos y muertos ni de atisbar los gritos de un enano en una cámara cercana.

Vago por los pasillos hasta llegar a la cámara donde Magni y M.A.D.R.E. se encontraban, ya no quedaba de los defensores casi ningún rastro. Solo el olor a puro y unos muñecos rotos dejaban clara su presencia hasta hace un rato.

El portavoz reparo en su presencia, seguía cabizbajo tras lo acontecido.

  • Veo que ya portas nuevas armas chico, no hay otro maestro de forja que iguale el trabajo de Aiden. ¿Que puedo hacer por ti?
  • El portal se abrirá en pandaria, necesito transporte a Uldum inmediatamente junto a todos las armaduras de las que pueda disponer. -miro a la vigía titánica- me han contado que tal vez ella pueda ayudarnos con eso.

M.A.D.R.E activándose repentinamente miro al elfo con rostro frío y rígido, con pasos de gigante se acercó a su posición hasta verse cara a cara.

  • PROTOCOLO DE TRANSPORTE ACTIVO. NECESARIO PUNTO DE DESTINO VACIO, LUGAR Y COORDENADAS. SE RECOMIENDA AGRUPAR A LOS USUARIOS Y EQUIPAMIENTO EN CAMARA CENTRAL PARA FACILITAR EL PROCESO.
  • Enviaré a unos terraneos con las cajas con las armaduras, no nos queda mucho tiempo y Azeroth sufre constantemente. Reúnete con nosotros en la cámara central cuando estés listo.

Vigía y portavoz abandonaron la cámara sin esperar respuesta, dejándolo solo en la destrozada habitación. Tenía que hacer una última cosa antes de irse.

Volvió por los pasillos y, mientras pensaba en las palabras exactas y calibraba sus pensamientos, recorrió el camino hasta la enfermería. Allí encontró las cosas ajetreadas tras el último asalto, seguía habiendo heridos por doquier pero parecía que ninguno de gravedad.

Pudo ver cómo un tauren sanaba a varios pacientes, serenidad bastaría para definirlo. Cerca de él pudo ver a quién buscaba, una elfa sacerdotisa trabajaba sin descanso atendiendo y sanando a todos los que podía. Pareció que captó su presencia ya que, con una sonrisa, se acercó hasta el paladín.

  • ¡Espero que esta vez no vengas como paciente! -dijo nada mas verle- Aunque, viéndote mejor no creo que sea por eso tu visita.
  • No, esta vez no. Saldienne…debo volver a Uldum, ya has visto lo que ese dios antiguo puede hacer estas cámaras no aguantarán otro ataque. Debemos actuar ya.

Su rostro seguía sonriendo, cargado de tristeza pero también de dulce comprensión. Cogió su mano con las suyas, las tenía frías y temblaban.

  • Se que no puedo detenerte, pero tal vez yo pueda ir…
  • No -dijo cortantemente el elfo- aquí te necesitan, allá donde vamos mucho caerán o sufrirán y necesitan un lugar donde sanar, donde estar a salvo.
  • Y sin embargo tú vas de cabeza al matadero. Otro podría ocupar tu lugar o almenos déjame que yo te apoye en tal carga…

*Su mano acarició su mejilla suavemente, se miraron a los ojos y un brillo recorrió el iris de Saldienne. *

  • Pero ya has tomado tu camino y tu decisión. Lo veo en tu rostro.
  • Saldienne yo…
  • No, se que es correcto lo que deseas aunque creas que tú mismo erras. -le interrumpió la sacerdotisa- Pero sin embargo insistes y cargas el primero contra ello, te siguen por tu sacrificio y dedicación. Si te vas…al menos dejame darte una cosa.

Sin mediar palabra la elfa de marchó rápidamente dejándole con la palabra y la duda. Su corazón deseaba quedarse en las cámaras, olvidarse del mundo y del caos, del miedo y la muerte. Pero su mente, razonable y cuerda, le recordó porque luchaba.

Por un momento, noto como alguien le observaba desde algún lugar. Una mirada pen.etrante que podía notar sin conseguir averiguar su origen, aunque no podía captar sed de sangre o irá en ella.

Cerca de una esquina, sentada encima de unas cajas y colgando una de sus piernas al aire se encontraba la druida que había conocido anteriormente. Su mirada se le clavaba en la frente, escudriñan sus armas y parecía querer saber de lo que era capaz el paladín. O tal vez veía un rico bocado que devorar.

Un escalofrío volvió a recorrer le la columna cuando la elfa sonrió mostrando sus colmillos en un gesto que no consiguió aclarar con que intención iba.

Justo cuando se disponía a aclarar con la druida sus motivos Saldienne llegó corriendo con algo en sus manos. Era una joya del tamaño de una palma de mano de gnomo, bordeado en lo que parecía plata grabada con runas y una gema violeta reluciente en su interior.

  • Este colgante, me lo regaló mi madre antes de abandonar Lunargenta. Quiero que te lo quedes tu y me jures devolverme lo cuando acabéis en Nyalotha.
  • No puedo aceptarlo es…
  • JURAMELO -grito irritada y con lágrimas en los ojos-
  • Lo juro, volveré aquí te lo prometo.

Con una sonrisa que cielo y tierra pelearían la sacerdotisa se acercó al paladin, sus rostros frente a frente quedaban mirándose el uno al otro. Al final, ella le dio un fugaz beso en la mejilla.

  • Vuelve a mi y cumple tu juramento.

Y, llorando, se fue por los pasillos si darle tiempo a replicar. Atontado, emocionado y triste se quedó mirando la puerta durante un rato. Guardo la gema con cuidado en los bolsillos interiores de su armadura y echo un último vistazo al sitio donde se resguardaba la druida.

Seguía mirándole fijamente pero ya no sonreía, más bien parecía escudriñar le con más interes si cabía. Casi parecía que el paladín le dejase una sensación de curiosidad y desafío.

Sin pararse a preguntárselo abandonó la enfermería camino a la sala principal. Sin embargo, no solo la mirada de la druida estaba fijamente en el paladín. En la oscuridad del fondo de la sala, entre cajas de suministros y escondido a la vista un pequeño escarabajo de un único ojo anaranjado seguía con la vista al paladín. Cuando se hubo marchado, sin hacer ruido alguno, se fundió en las sombras para continuar su cometido.

Sumido en sus pensamientos había recorrido todo el camino sin darse cuenta. Casi choco contra el portavoz cuando despertó de su letargo.

  • Justo estamos ultimando los preparativos chico -dijo el diamantino enano- te acompañarán un grupo pequeño de terraneos que custodiarán, transportarán y te defenderán cuando entréis en nyalotha.
  • No tardemos más, ya he perdido demasiado tiempo en estas cámaras y hay un pulpo que cocinar. M.A.D.R.E, si haces el favor activa el protocolo de teletransporte a Uldum coordenadas 10 yardas al norte del campamento de los Defensores de Uldum.
  • COORDINADAS FIJADAS, TERRENO ESTABE Y LIBRE PARA TRANSPORTE. ESPERANDO CONFIRMACION.
  • ADELANTE!

Con un zumbido y un destello las pareces mecanizadas de la cámara empezaron a desaparecer, entre los fulgores y destellos pudo ver cómo el portavoz se despedía por última vez. Las paredes dieron paso a la arena, el calor cayó de golpe como una sola y un viento recio que arrastraba las dunas golpeó el rostro del paladín.

El campamento estaba frente a él, se oía el bullicio de las tropas, los cargamentos y discusiones de los guardias, las patrullas y entrenamientos. Junto a los terraneos se encaminó a centro mismo, había mucho trabajo que hacer antes de llegar a pandaria.

Mucho trabajo, poco tiempo y un destino incierto. Los preparativos para la contienda final habían comenzado y no podían permitirse perder.

CONTINUARA…

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El portón quedó sellado y las luces que emanaban del techo cesaron, dejando oscuridad y silencio en la pequeña cámara salvo el par de pequeños luceros celestes que eran los ojos del enano

La celda estaba diseñada para acabar con la compostura del hasta el más sereno monje pandaren, el silencio absoluto hacía poder escuchar los entresijos del cuerpo del condenado, la oscuridad hacía perder la percepción del tiempo y tampoco era posible olfatear nada ni sentir más allá del agarre de los grilletes. En cuestión de días enloquecería

El enano solo podía pensar en lo que había sucedido y en lo que le deparaba, ¿Acabarían matándolo allí mismo o quizás sería entregado a la Espada de Ébano, donde acabaría sufriendo un destino aún peor que la muerte en lo más profundo de Corona de Hielo?, no solo no había cumplido su objetivo, si no que casi lo condena, por suerte aquel tauren le confirmó que el paladín sobrevivió, por muy poco. Al final, pensó el enano, eso es lo que importaba, mientras siga vivo aún queda esperanza.

El sonido metálico de motores y pernos activándose y moviéndose rompió los pensamientos del enano en lo que pareció una eternidad, la luz le cegó por unos instantes al encenderse, delante de el Magni caminó con clara cautela quedándose a lo que asoció a “1 baldosa” de el tras lo cual el portón volvió a su posición original sellándose con un gran estruendo

  • Y bien… ¿Qué harás? El cristalino enano le preguntó con la voz agotada y apagada, muy lejos de aquellos gritos tan característicos, en su mirada se podía ver el agotamiento y la frustración por toda la carga que había soportado estos años

  • No puedo ir con ellos, es evidente que acabaré haciéndoles daño… enmudeció un momento ¿Esta aquí verdad?.

  • Acaban de irse, pero aún podemos enviarte a las coordenadas, tu otra alternativa es entregarte a la Espada de Ébano.

  • No puedo verle a la cara… si supieses todo lo que hizo… y todo bajo ese rostro impasible, frío… además me temo que a estas alturas ya me ha superado, algo pasó en Uldorus, solo se que desde que llegó la forja todo cambió… no es la forja en sí, si no lo que significa.

El agotado portavoz suspiró Sigo sospechando de ti muchacho, pero en efecto algo ha cambiado en Aiden, siempre ha sido frío desde que le conocí pero… últimamente hay algo distinto en el, algo que me preocupa… siento que la historia se repite Muradin, otra vez esta sucediendo… miró al encadenado enano cuéntamelo con todo detalle, no pienso permitir que otro Arthas se nos escape de las manos.

  • Es… es mucho peor que Arthas, ¿de verdad quieres escucharlo todo?, créeme que puede ser muy duro.

  • Adelante Dijo agotado, pero decidido Magni

  • Esta bien, si quieres que pare dímelo, empecemos con lo que sucedió tras la caída de N’Zoth … empezó a contar los fatídicos sucesos acontecidos tras la caida de N’Zoth, en lo que pareció otra eternidad terminó de relatar lo sucedido

  • Y eso fue todo lo que sucedió, me temo que todo se esta repitiendo de nuevo.

Magni sentado miraba aterrado al horizonte sin articular media palabra evitando mirar al enano que tenia frente a el

  • Magni… demasiada información… no debí haberte contado como morías.

  • Oh no, era muy necesario… Apoyó un brazo en el suelo he escuchado cientos de historias y visiones proféticas a lo largo de mi mandato, “Forjaz caerá”, “Los cielos arderán”, “Una guerra civil desgarrará Khaz’Modan”, “Los humanos nos exterminarán”… al final los guardias los sacaban del trono y listo, pero esto…hizo un esfuerzo por levantarse esto es demasiado.

  • Así que no se lo cree… entiendo que llamará a la Espada de Ébano para que me arresten…

Interrumpió al enano encadenado Déjame terminar muchacho. Es lo que me temía desde que comenzó a ir a instalaciones titánicas para adquirir más poder, desde lo de Uldorus le noto cambiado… quiere proteger Azeroth a toda costa, temía que en algún momento quisiera ir a por la Alianza y la Horda pero esto… ha ido demasiado lejos miró al preso seriamente ¿Qué planeas hacer?.

  • Es muy tarde para enfrentarme con mi nivel a el, me temo que tendré que usar sus métodos en su contra… odio tener que hacerlo pero tengo que ir a Uldiz.

Magni no podía concebir lo que aquel enano encadenado acababa de mencionar, pensó que se estaba tirando un farol para evitar el fatídico futuro que le esperaba ante la Espada de Ebano Muchacho… ¿Qué acabas de decir?.

Sin inmutarse el enano preso fijó sus fulgurantes ojos en la cristalina cara de Magni Uldiz, no se que esconde, pero he de evitar que Aiden lo adquiera.

Un escalofrío recorrió la columna de Magni ¿Cómo sabes de la existencia de Uldiz?, es un secreto que solo M.A.D.R.E y yo conocemos… ¿Aiden nos lo extrajo por la fuerza verdad?

  • Prefiero no responderte a ello, Habló en enánico digamos que tras N’Zoth fue al resto de instalaciones titánicas, con ello se hizo imbatible, pude obtener la localización de alguna instalación cuando logramos entrar en su cámara personal… el tono de voz tornó autoritario necesito una armadura, el uso de la forja y un transporte a las siguientes coordenadas Le dijo unas coordenadas localizadas 986 millas al sudoeste de Vashj’ir y a 19475 pies de profundidad

-Magni miró a la cara del enano y le respondió con más autoridad recordando su época como monarca Se concederá tus demandas como Defensor de Azeroth, pero acabaremos contigo si supones una amenaza para ella, lo juro como portavoz de Azeroth.

El enano comprendió la situación, no había ápice de debilidad en aquellas palabras Así será pues, gracias por cumplir mis exigencias.

  • Voy a liberarte, haz que no me arrepienta de ello muchacho… evita matarlo si es posible… y evita morir, no podemos permitirnos más perdidas.

  • Juro que lo intentaré, vamos a evitar ese futuro sea como sea Magni.

  • Así que Uldiz sucumbió tras las olas del Cataclismo, infórmame de todo lo que veas si es posible, aún sabemos muy poco de los titanes y sus creaciones, ojala Brann pudiera verlo Magni recobró vitalidad, o al menos eso quería tratar de aparentar, lo último que necesitaban los maltrechos defensores eran ver a Magni decaído

  • Pronto se acabará todo esto Magni. dijo el encadenado enano mientras Magni se acercaba al portón sellado … aunque tenga que morir otra vez susurró

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Saldienne recorrió los intrincados pasillos sin detenerse, se había escondido entre la gente hasta ver partir al comandante. Ahora, dirigiéndose sin rumbo, vagaba por el complejo sumida en sus pensamientos que, pese a su optimismo nato y tan exasperante, no cesaban en acabar vislumbrando una travesía.

Pero ya estaba jurado por él, había conseguido entregarle la gema y parecía que todo marchaba su curso. Pero esa angustia la invadía, nunca había llegado a sentir tal presión y negación, hasta ese punto le influía su persona.

Tras un rato llego de nuevo a la enfermería, varios pacientes yacían tendidos y curanderos se arremolinaban de un lado a otro atendiendo a los más graves. Sin embargo lo que más le llamó la atención fue una figura de una de las esquinas, una elfa que ya había visto y seguía impasible sentada encima de unas cajas con metraje médico.

Su mirada estaba fijamente en ella, casi parecía que la estaba esperando, en sus manos una hoja bailaba entre sus dedos juguetones y su rostro mostraba una sonrisa cónica que dejaba ver uno de sus colmillos.

Pero no dijo nada ni se movió un milímetro, únicamente la siguiendo con los ojos escudriñando sus movimientos.

Saldienne agitó la cabeza intentando quitarse de la mente a la troglodita druida, se arremangó, suspiro varias veces y, sacando una sonrisa tranquilizadora, se dispuso a tratar a cuántos enfermos encontrase.

Vendajes, curas, amputaciones, quemaduras, hemorragias…las heridas iban de cata tipo, situación y diagnóstico sin cesar. Por suerte se habían podido salvar todas las vidas que habían entrado pero lentamente el esfuerzo y el uso de la luz, sumado al peso de sus pensamientos y al recuerdo de cierto elfo, le agotaban.

Varias horas más tarde, ya sin fuerzas y con la cabeza hecha girones, llamo a un tauren que sanaba a un joven humano para que intentase sanar la herida profunda de su paciente. Agotada, frenética por los últimos acontecimientos y nerviosa por sus propios pensamientos decidió ir al cuarto trasero donde guardaban vendajes y utensilios para descansar momentáneamente.

El “cuarto” apenas podía considerarse así, eran unas paredes hechas con pilas de cajas que bordeaban en una de las esquinas de la enfermería dando un pequeñísimo punto de intimidad. Apenas un par de sillas y mesas cargadas hasta los topes con ungüentos, vendajes y mantas que servían para los cada vez más residentes de esta estancia.

Sin poder más decidió sentarse en el suelo de la esquina para descansar un rato, apoyándose en la pared y dejando caer su cabeza en sus rodillas flexionadas mientras mantenía las manos pegadas a la cara. Con sus ojos cerrados escucho los sonidos de dolor de pacientes, los cánticos y rezos de sanadores y curanderos, el sonido de pasos y gritos de dolor, el olor a sangre seca y piel quemada, la vibración de la magia vil, arcana y del vacío que volaba en el aire de la estancia.

Pero todo ello desapareció poco a poco, los olores se alejaron, los sonidos iban apagándose lentamente, las palabras pasaron de a ser inteligibles hasta transformarse en un mero murmullo que robaba el viento. Una negrura era lo único que veía y podía sentir, en medio de ella colores y formas tomaron lugar hasta dar forma a sus pensamientos y preocupaciones.

Vio a Félix luchando contra bestias indescriptibles, vio los edificios oscuros de las leyendas y los mitos, contempló el brillo de una gema en la mano del paladín y, conforme el brillo aumentaba, su fuerza y decisión aplacaban al enemigo.

El ruido de unos pasos fuertes le sorprendió dejando volar las imágenes de su mente y trayendola a la realidad. Frente a ella, apoyada con las piernas cruzadas en una posición de vagueza y soberbia en una pila de cajas, se encontraba la observadora druida.

Sus brillantes ojos verdes se le clavaban como cuchillos en la frente, sin entender el motivo.

  • OH! Perdona, estaba sumida en mis tonterías. -dijo Saldienne mientras se levantaba- ¿Acaso necesitas curación y no te han atendido u otra cosa necesitas?

La druida sonrió frÍamente y decidió acercarse más a la joven elfa hasta quedar frente a su rostro. Sus ojos se miraban fijamente sin desviar la mirada, ni el miedo ni la ira se transmitían mutuamente. Era más bien como dos depredadores investigando a un contrincante territorial.

  • Si -soltó tajantemente- hay una cosilla, nada una…pequeñez, que tal vez podrías ayudarme. Un poco de información nada más si no es molestia.
  • Claro! Por supuesto. -respondió sin dejar de mirarle a los ojos
  • ¿Que asuntos te traen con ese tal comandante? -dijo tajantemente. Y, en un tono sarcástico, añadio- Os vi muy “acaramelados” mientras te despedidas, con esas risitas y sonrisitas tan … Mágicas -las últimas palabras parecían ser escupidas.
  • No creo que sea de tu incumbencia, si me permites la opinión.
  • oh no no, no es de mi interés los romances ni los dulces enamoramientos de temporada. Quiero saber qué es esa gema que tan secretamente le diste.
  • Un regalo que como digo, ni a ti ni a nadie concierne. Si me permites tengo pacientes que si pueden sanarse…

La druida agarró del cuello a la sacerdotisa con su mano izquierda, con fuerza la levantó y acercó a su rostro y sonrió sombríamente dejando ver sus afilados colmillos.

  • No juegues conmigo mosquita muerta, hay algo que no me cuadra de esa gema. -pasó el dedo índice de su mano libre por la mejilla de la elfa, dejándole un pequeño corte con su uña- Y me lo vas a contar.

La sacerdotisa ya no fingía su sonrisa ni su amabilidad, sus ojos seguían mirando fijamente a los de la druida sin inmutarse ni un milímetro mientras hablaba. Una gota de sangre le recorrió por la mejilla lentamente pero la ignoro igualmente, había algo en su mirada que dejaba claro que estaba conteniendose, un brillo extraño y ajeno que no se podía explicar.

  • Curioso, no tienes miedo -dijo la druida- Me gustas chica, de verdad pero no tengo todo el día y mi paciencia se agota.
  • Parece que no solo la paciencia se agota sino también el entendimiento. Como he dicho es un regalo, un recuerdo a una promesa si quieres más detalles pero algo que solo concierne a el y a mi. A nadie más.

La tensión era cada vez mayor y la vista creaba un puente entre ambas que podía ser el comiendo de una guerra. Pero, cambiando drásticamente de actitud, la druida soltó a la elfa y se encaminó poco a poco hacia la salida.

  • Tienes razón jovencita, no me confirmes amoríos ni melancolías de enamorados. Disculpa la rudeza…estos tiempos…nos dejan sin saber que esconde una sonrisa o una cara bonita.

Dicho esto se marcho dejando a Saldienne sola, de pie y con el rostro goteando pequeñas motas de sangre al suelo. Y tomo una decisión.

Se limpio el polvo y sangre de su túnica, respiro 4 veces profundamente y se dirigió a su alcoba a recoger algunas de sus posesiones. Tampoco había traído mucho salvo vendajes, un poco de dinero y un par de piedras con runas extrañas. Metió todo es su alforfa, se puso una tela que le cubriese el rostro y se encaminó a la salida del complejo sin echarse atrás.

No había tiempo, tenía que ir donde debía y no quedarse de brazos cruzados, esa maldita druida le había dejado claro una cosa. Sus pesadillas podían tornarse en realidad y tenía el presentimiento de que si no iba con ellos no conseguirían el objetivo.

Atravesó el portal hasta el desierto de Silithus, andando por las brillantes arenas que se mezclaban con la azerita del lugar. Ya separada del gentío llamo a su montura que, con un zumbido sigiloso, llega para llevársela a su destino.

CONTINUARA

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