El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

Se viene parrafada muy currada de Félix:




– Por suerte han salido hace poco- informó- pero no podemos permitirnos perder esa posición, ya hemos retrocedido suficiente…

Comprendía su posición, ataques por varios puntos y cada vez perdiendo más y más zonas de Uldum. A eso sumarle las visiones, los “infieles”, los campeones del corrupto…Si seguían sumando derrotas poco quedaría para defender y los ánimos caerían por los suelos.

– Si me permite, tal y como está la situación no podemos actuar. Sé lo importante que es a nivel estratégico Orsis y lo debilitados que quedaría Ramkahen pero ir sin un mejor equipo y más tropas…es un suicidio.

– ¡Y esperas que sentencie a todos sin hacer nada! -las palabras del elfo no parecían sentar bien al general- Moriremos antes de dejar que gane. ¿Acaso tienes una idea mejor?

– Tal vez…- se acercó a la mesa, seguía con dolores por distintos sitios del cuerpo y era evidente que no se había recuperado del todo- ¿Me permite usar su mapa?

Con un suave gesto abrió su ¿mano?, ¿pezuña?, indicando que podía trastear con el mapa. Iba a plantear una locura que sería efectiva con la mejor de las suertes 1 posibilidad entre 1 millón.

Con cuidado quitó los alfileres y las marcas del mapa, aparto las figuras y dejó este limpio. Escogió con cuidado unas pequeñas figuras, dejando la primera en el obelisco de la luna, y empezó a explicar su plan suicida:

– Por ahora lo que sabemos es que un gran ejercito partió desde el obelisco de la luna dirección a Orsis, como he comentado es enorme en todos los aspectos, Aqir, ignotos, heraldos, seres corruptos…

Movió la pieza hasta el centro de Orsis y la dejó quieta. Hecho esto usó otra figura, con forma de Tolvir y la coloco en el lado opuesto y una última similar que colocó entre Ramkahen y el campamento donde se ubicaban.

– Por lo que me habéis dicho tenéis tropas en varios puntos de Uldum, pero centrémonos en estos sitios. Aquí tenéis parte de una hueste principal entiendo, protegiendo Ramkahen de ataques permanentemente, parte de ésta fue enviada a Orsis que ya regresa de camino y por ultimo tenéis en Orsis un batallón tomando la zona y defendiéndola con todas sus fuerzas. -hizo una pausa y miro al general- Como bien dije, mandar esa tropa sería un suicidio y una pérdida de recursos, no sabemos si los defensores de Orsis siguen vivos y entiendo que no debo darlos por muertos. Pero no podemos permitirnos el lujo de perder tropas en estos momentos, para proteger a alguien…que podría estar muerto.

Un murmullo se empezó a crear en la sala, el general hablaba con los guardias y los capitanes en un tono enfadado, así como varios de los presentes. Incluso sus salvadores parecían comentar que había perdido un poco la chaveta y debía tener más tacto. Mientras el paladín coloco una nueva figura en el mapa justo en Ramkahen y otras dos, las cuales formaban el escudo de la Horda y la Alianza, en Tanaris.

– Quiero hacer 3 cosas. Primero quiero que un grupo de voluntarios, cuanto más grande mejor, se dirija de Ramkahen por el rio hasta Orsis como vanguardia y apoyen, si es que aún viven, a los defensores de esa posición. Aclarar que esta parte no frenaría al ejercito de N’zoth, pero nos daría un tiempo crucial. Cualquier, campeón, aventurero, transeúnte o similar que quiera me acompañaría hasta ahí. Sé que hay gente valiente y dispuesta a luchar por la causa y unidos formaremos una cuña capaz de romper el muro más duro. Pero tal y como explico esto sería un suicidio si no tuviésemos ayuda.

Señaló esta vez la figura Tolvir de Ramkahen.

– Si sería posible si todo el ejército Tolvir se nos uniese al ataque, todo el posible dejando lo mínimo aquí y en el resto de puestos. Consiguiendo un ejército que al menos pueda rivalizar contra el del dios antiguo. Pero no vendría con nosotros.

– Pero… ¿acaso quieres perder Ramkahen? -dijo uno de los presentes- Si vaciamos de tropas todos los alrededores nadie podrá detener un ataque y la ciudad acabaría destruida. Hay que defenderse o todo sería en vano. ¡No dejaremos que maten a civiles por una locura!

– No he terminado… Ya he dicho que mi plan es una locura, pero no tenemos nada mejor ahora mismo. Menos aun con lo poco que sé de esta zona y los recursos que disponemos- el tolvir se calmó y esperó a que el paladín continuase- Bien, como dije esta hueste principal no vendría por el rio con la vanguardia. Mi idea es que espere aquí a 2 situaciones. La primera a organizarse y que todo soldado disponible se una al ejército, consiguiendo recursos suficientes, y partan hacia el noroeste siguiendo el rio hacia el templo de la luna. Una vez lleguen bajo dirección Orsis atacando la retaguardia del ejército que se encuentre ahí, obligándolos a luchar en dos frentes al mismo tiempo y, con suerte, llegando a juntar ambos ejércitos.

Quedaba una última parte, muy importante pero que se escapaba de sus manos. Se la iba a jugar a esa carta y, conociendo a ambas facciones, tal vez pudiese utilizar sus egos en nuestro favor.

– Para que esto funcione…necesito que tanto la Horda como la Alianza defiendan Ramkahen y los demás puntos con todas las tropas disponibles. Sé de los puestos fronterizos y campamentos que disponen ambos, no necesitamos su cooperación voluntaria sino su…cooperación involuntaria por una treta. Por el lado de la Horda puedo conseguir que estos puestos cedan sus tropas y soliciten más refuerzos para Uldum, no necesariamente porque sepan de esta maniobra si no por puro orgullo. Si la Horda pica la Alianza no dejara que la facción domine Ramkahen por su cuenta, intentará movilizar a sus tropas a Uldum para prevenir posibles daños o posibles ataques de la misma. - Solo necesito hablar con el representante de la horda de aquí y podre poner en marcha mi plan. Pero la suerte es un factor principal, no puedo asegurar como actuaran ambas facciones aunque no tenemos otra opción.

Un silencio sepulcral reino en la sala, nadie se movía y miraban fijamente tanto al paladín como al mapa. Meditaban palabra por palabra el plan trazado y las consecuencias que podían tener, el fracaso que podía suponer y la cantidad de vidas que ponían en riesgo con este plan…suicida en todos los términos. El general hablo:

– Nos estás pidiendo algo…impensable. ¿Quieres que dejemos todo en manos de las dos facciones que desean matarse entre sí? Que nos vayamos y confiemos que vayan a defender nuestra tierra gente que hasta ahora nos ha negado la ayuda que necesitamos no solo nosotros sino todo Azeroth.

– Si, no veo otra opción posible tanto para obligar a las facciones a participar en este frente como para tener una mínima posibilidad. Si perdemos…bueno dará igual quien defienda este desierto.

– ¡Ra’khes!

Un tolvir con armadura y una lanza de gran tamaño entro.

– ¿Me ha llamado general?

– Si, avisa a todos los alrededores. Necesitamos a todos los campeones, aventureros o cualquier ser que exista se unan aquí antes de mañana. Avisa que es una misión voluntaria y de extrema necesidad.

– Si señor -dicho esto abandono rápidamente la sala para realizar su cometido.

– Necesitamos meditar tu propuesta, lo que nos pides es…demasiado pero tampoco podemos quedarnos aquí. El tiempo apremia, reúnete con nosotros más tarde y hablaremos que hacer con ésta situación. No obstante sea lo que decidamos mañana podrás partir con todos los que se presenten aquí, no negaremos que vuestra ayuda será extremadamente necesaria. Ahora marchaos…el tiempo corre.

Salieron los tres juntos tal y como habían llegado y cuando se apartaron un poco el paladín se giró hacia sus acompañantes parándoles en seco.

– Sé que lo que he dicho ahí dentro es una locura, más aun el primer ataque. Dudo que salgamos de una pieza y aún menos que seamos los suficientes para detenerlos, pero ver como se tiran a los lobos sin nada…no podía permitirlo. Sabemos que es lo que os voy a pedir, pero no pienso obligaros. Me habéis salvado la vida, por ello os estoy eternamente agradecido, después de todo no habría podido llegar a tiempo para avisar al general- agarró con la mano derecha el colgante que siempre portaba y continuó- Me gustaría que me ayudaseis en la ofensiva, vuestras dotes de curación y ofensivas seguro que son muy útiles en la batalla, puedo notarlo hasta yo que sois diestros. Pero no os pienso obligar menos para ir a un suicidio, pensadlo y decidáis lo que decidáis os escuchare antes de reunirme con el general. Ahora si me disculpáis, debo ir a prepararme y a descansar si me es posible.

Sin esperar respuesta se marchó todo lo rápidamente que su cuerpo le permitía, que no era mucho a decir verdad. Seguía magullado y dolorido, más en pie por terquedad que porque estuviese totalmente sanado, ya no hablemos de cómo le fallaba el brazo y la pierna a veces. Pero no dejaría tirados a los tolvir, le dieron otra oportunidad para redimirse, para hacer algo útil en el planeta, para derrocar un mal antiguo y poderoso. Y no pensaba dejar pasar la oportunidad por unas heridas, aunque morir en batalla…le daría una paz que no se merecía. Sin embargo el pensar que iba a llevar a decenas de personas a una muerte casi segura…no podía evitar en pensar que les traicionaba y los mandaba a la muerte como a Rummol.

Sumido en sus pensamientos se adentró en la zona de los heridos y solicito unas curas, le quedaban unas horas por delante y debía estar a pleno rendimiento antes de partir mañana. Antes de mandarlos a todos a la muerte y a las fauces de un lobo hambriento que los despellejaría al mínimo error.

Temía que si algo salía mal o se negaban los Tolvir a su plan todo sería en vano. Una esperanza en una carta de la fortuna, pero quien la tenía no era ninguno de ellos sino el mismo destino que los había traído hasta aquí. Solo el proveerá lo que pasara.


Mapa con estrategia básica
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UNAS HORAS DESPUÉS

Había aprovechado el tiempo lo mejor que podía durante estas largas horas. Desde realizarse unas curas y aumentar el tratamiento, con su respectivo vendaje e ignorando las réplicas de que debería reposar unos días, siguiendo por una visita al herrero local para reparar el estropicio en que se convirtió su armadura durante la última pelea y buscando algún aventurero que quisiese unirse a la, ya conocida por ese nombre, “vanguardia de Uldum”. Para su sorpresa bastante gente aceptó la oferta desde aventureros a cazarrecompensas, guerreros experimentados a sanadores con buena dote, una total sorpresa.
Ahora se encontraba en el mejor lugar antes de partir, donde todos acababan en algún momento y muchos de los presentes asimilaban el viaje que iban a realizar al día siguiente. Estaba en la taberna, bueno llamarla así era mucho decir esta consistía en una barra improvisada en la que un tolvir serbia la bebidas que disponía a cada parroquiano del lugar, el techo era unas telas blancas entrelazadas en el centro y sujetadas por unos pilares de madera en cada una de las esquinas y el mismo centro. Desde fuera casi parecía una carpa grande con luces cálidas, pero una vez dentro las voces, golpes, y la abundante cantidad de madera en el mobiliario te sacaba de esa primera impresión.
Félix se encontraba en una mesa pequeña con dos taburetes en la zona central, de color marrón oscuro y con bastante arena y restos pegada en la parte superior, la limpieza no era una de sus fuertes visto lo visto. Frente a él se encontraba un orco de tez gris, portaba una armadura de cuero con tinte negro y un tabardo de la horda, tenía un parche en el ojo izquierdo del que le sobresalía una cicatriz que le recorría hasta la frente y uno de sus colmillos principales estaba partido. Su rostro era fácilmente desentrañable, la conversación con el elfo no le estaba gustando aunque se apaciguaba cuando bebía un poco de esa “cerveza” que les habían servido. Sobretodo porque él no pagaba.

– Vamos a ver si lo estoy entendiendo, elfo. ¿Quieres que llame a todos las tropas de Tanaris y alrededores a Ramkahen? ?Te has golpeado la sesera?

– No solo eso, quiero movilizar esas tropas y solicitar refuerzos inmediatos así como recursos. Tengo información suficiente para saber que la alianza va a movilizar una gran hueste a Uldum, si tomasen esta posición quedaríamos totalmente desprotegidos y perderíamos presencia en el sur de Kalimdor.

– Ya… pero no sé de dónde has sacado esa información, elfo. Me extraña que de repente llegue aquí un cretino, me suelte información que nadie hemos oído desde el armisticio e incluso resulte extraña viendo como luchan los remilgados del león. Aparte… ¿crees que no me han llegado rumores de un paladín que va a dirigirse con voluntario en la “Vanguardia de Uldum”, no veo que algún de tu particularidad quisiese ayudar a la Horda.

– Solo un necio se negaría a ver que ayudar aquí es ayudar a la Horda, lo hemos hecho en el pasado juntándonos contra males infernales o enemigos poderosos. Que colabore no significa que no busque el beneficio de la horda. Ahora, sé un buen orco y haz lo que te he pedido y limítate a decir “zugzug” y beberte tu… lo que sea que tienes ahí dentro.

¡¿Pero quién te crees que eres para ordenarme hacer esa estupidez?! -dijo golpeando la mesa y haciendo que varios parroquianos los mirasen intrigados. Sobretodo cierto pícaro humano que no apartaba la mirada de ellos desde hace rato- No pienso dejar que un chupamanás repipi y loco me ordene esta sarta de tonterías. Antes besaría a tu lechu…

Con un rápido movimiento el elfo agarro el pelo del orco y con un movimiento extremadamente brusco le estampo la cabeza contra la mesa, haciendo que su retaría de insultos se viese cortada por el sonido hueco y duro contra la mesa. Varios asientos se movieron y algunos integrantes se levantaron, pero pareció calmarlos indicando que el orco se había pasado de beber. Increíblemente la gente asumió que era cierto y habitual porque volvieron a sus quehaceres inmediatamente. La reputación orca supuso. Acerco su cara a la del orco lentamente y en un susurro le habló.

– Vas a escucharme muy bien pequeño zugzito. Voy a enseñarte una cosa y si después de eso aun sigues replicando, berreando y demostrando la pobre inteligencia que parece haber inculcado tu clan en tu mollera arreglaremos esto con las armas. ¿Se explica clarito este chupamanás?

Con un soplido y un gruñido el orco asintió, por lo que soltó su cabeza y volvieron a sentarse tranquilamente, aunque estaba claro que esperaba el momento oportuno para clavarle el hacha en el cráneo. El paladín saco un objeto, negro en su totalidad, tenía forma redonda y justo en el centro se encontraba un emblema de la Horda. Nada más verlo el orco puso su único ojo bueno casi en órbita y miraba tanto al elfo como al emblema. No podía creérselo.


Emblema (echarle imaginación y que es de color negro totalmente):

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– No… .no sabía que eras tú. Me habían informado que podría presentarse alguien con el emblema pero pensaba que bromeaban conque era un elfo. -siguió con una retaría de disculpas que no consiguió entender ya que mezclaba palabras en orco que no comprendía.

– Dejémoslo así -dijo recogiendo el emblema y cerciorándose de que el pícaro humano lo veía- Creo que con esto queda aclarado el tema de la autoridad y la conformidad de mi información. ¿cierto?

– Zugzug…

– Perfecto, quiero que llegue esta información directamente y lleguen todas las tropas posibles a Ramkahen, pide los refuerzos de extrema necesidad aclarando que temes un posible conflicto armado. Y envía una copia a Orgrimmar para el consejo, una ayuda podrán enviar seguramente si reciben las ordenes. Añade expresamente que yo lo solicito.

– Zugzug…

Con esto el orco se levantó de mala gana gruñendo y derramando lo que le quedaba de bebida en la jarra. Sin pararse se fue a realizar el encargo de su nuevo amigo elfo, justo detrás el pícaro desaparecía de la taberna “sin dejar señal” como buen miembro de IV7. Al final el emblema le iba a servir de utilidad y todo.

– ¿Eres Félix? - dijo un humano con pintas de saqueador de tumbas- Me envía a buscarte el general. Acompáñame por favor, ya han terminado de decidir.

Se levantó, pagó las bebidas en la barra, junto a una propina por las molestias, y acompaño al humano hasta la sala donde había estado por la mañana. Justo en la entrada una pareja conocida esperaba al paladín, un elfo y una humana. Disculpándose con su acompañante y solicitándole un momento se acercó a ambos.

– Veo que los tolvir no son los únicos que se han decidido ahora.

– En verdad lo teníamos decidido al poco rato de marcharte pero con tus prisas no diste mucho tiempo a decirte nada -dijo Valhkir

– Vinimos aquí para ayudar en todo lo posible, más si un hermano nos solicita ayuda. Cuenta con nosotros para lo que necesites -concluyó Arnath- Aunque debo decirte que me sigues sonando de algo…pero no alcanzo a recordar el que.

– Gracias a ambos, al final por salvarme la vida os arrastro a un suicidio. Entremos, veamos si surgió efecto la semilla de discordia de esta mañana.

Los tres entraron en la sala junto al humano que les esperaba en la puerta. Dentro estaban presentes varios capitanes tol’vir, el general y varios miembros de distintos grupos de la zona.

– Me alegra que pudieses venir paladín. Hemos estado largo rato debatiendo nuestras opciones y ciertamente tienes razón en una cosa. No podemos enviar unos pocos refuerzos y mandar a una muerte segura a nuestras tropas, nuestros hermanos y hermanas de Orsis lo comprenderían igual que nosotros.

– Me alegra oírlo, ¿pero cuál es la pega?

– No obstante, tu planteamiento no vamos a realizarlo al pie de la letra. Sí que os prestaremos barcos y algún recurso, incluso alguna tropa que se ha mostrado voluntaria, para la “Vanguardia de Uldum”- tenía el presentimiento que detrás de la máscara de carnero el tolvir sonreía por el nombre- pero aunque si estamos solicitando refuerzos de otros lugares y formando un ejército mayor se ha declarado que salvo que la Horda y la Alianza se comprometan a defender Ramkahen y el resto de posiciones no podemos permitirnos el lujo de ayudaros en Orsis. Únicamente si ambas facciones se presentan aquí partiríamos en vuestra ayuda.

Era de esperar, tras la Cuarta Guerra la poca confianza que había en las facciones era nula, parecía que ambas se preparaban para una guerra fría tras el armisticio y los ambientes seguían caldeados en cualquier sitio. Pretender que un milagro podría ocurrir y encima tuvieses en sus manos la vida de su gente era irrazonable. Solo quedaría esperar.

– ¿Cuándo llegarán los últimos voluntarios y estarán listos los barcos?

– Podréis partir mañana a primera hora, los barcos están casi listos y, sorprendentemente, muchos aventureros poseen monturas propias para trasladarse por lo que no necesitaremos mucho transporte. En cuanto a los voluntarios, seguirán llegando pero no podemos esperar mucho más, intentaremos enviar a los demás que lleguen tarde de alguna forma. Además, un escuadrón de nuestras tropas ha decidido acompañaros, son guerreros diestros en combate cuerpo a cuerpo y con el arco, Ra’khes está al mando de los mismo, me ha pedido expresamente unirse a la partida.

Un tolvir de pelaje negro con una armadura tradicional saludo al paladín, podía reconocerlo de esta mañana cuando le fue ordenado buscar a los voluntarios. Sería una ayuda considerable y un buen líder.

– Serán una excelente ayuda, sin duda bajo su mando conseguiremos ganar el suficiente tiempo frente a esos miserables.

– Creo que hay una equivocación paladín.- dijo el general extrañado- Ra’khes se unirá a la partida pero no va a dirigirla, entendíamos que estaba claro quién iba a comandarla.

– ¿Quién entonces? ¿Alguno de tus capitanes o vos mismo vendréis con nosotros?

– Temo que no, pensábamos que lo más justo es que él que pensó la estrategia fuese el que dirigiese el ataque. En Orsis se encuentra el capitán Set’hran, coordínate con él durante el ataque.

– ¿Es una broma verdad?

El silencio en la sala confirmaba sus sospechas, no estaban haciendo un chascarrillo al elfo. Parece que lo de ir sin armar jaleo, que no se descubriese quien era, que no lo reconociesen ni ir con baja presencia le era muy eficaz.

Aunque no se estaba esforzando mucho pensándolo bien.

– ¿Puedo negarme? seguro que…

– No-

– Pero…

– No

– Solo acabo de llegar…

– Y te marchas como comandante de la “Vanguardia de Uldum”, un honor por el que muchos pagarían fortunas. Y no hay más que discutir, os deseamos la mayor de las suertes mañana. Uldum os deberá mucho por vuestros esfuerzos. Esperemos que tengas razón y funcione tu idea con la horda y alianza.

– Yo también lo espero general, yo también lo espero…Ahora, sobre mi ascenso creo…

– Te he dicho que no.

La reunión siguió con algún detalle menor, número de barcos, información conocida de las tropas que disponían y los recursos que les cedían, estos se componían desde algún armamento, suministros básicos y un pequeño grupo de pociones varias.

Al terminar ya estaba la noche en su cenit, el cielo estaba despejado y las estrellas podían verles perfectamente en el firmamento.

– Supongo que tendremos que felicitarte por el cargo, comandante -dijo Arnath con sorna- Lo que no tengo claro es si te ha hecho este regalo de manera envenenada o con respeto.

– Apostaría a que son ambas -dijo el paladín- Menos bromas, mañana partimos y si ya estaba en mi cabeza idear un plan suicida ahora debo comandar a miles de voluntarios a una muerte segura. Otra vez, antes me quitan el cargo antes me lo dan de nuevo.

– ¿A qué te refieres con otra vez? - dijo Valhkir- Aunque ahora que dices eso creo recordar algo sobre un comandante…

– Vamos a prepararnos y descansar algo -dijo cortando esa línea de pensamiento. Lo que faltaba es que encima le reconociesen y descubriesen que estaba vivo- Mañana nos espera la muerte.

– Que positivo eres…comandante


EN LA MADRUGADA DEL DÍA SIGUIENTE

La noche había sido intranquila, varios pensamientos bailaban por su mente y le impidieron conciliar el sueño que necesitaba. Para cuando consiguió dormirse solo pudo soñar con el fracaso y la muerte que iba a traer a todos los que estuviesen a su cargo. Al final acabo cansado y sin energía.

Ya levantado y listo para rendir se fue a la taberna donde pidió un símil de café bien cargado, tras ello se dirigió a la herrería a por su armadura que lucía bastante mejor aspecto aunque el herrero le comento que no podía arreglar mucho más en tan poco tiempo. Debería bastar. Por último se acercó al lugar donde, la ya bautizada y conocida “Vanguardia de Uldum”, se preparaba para partir.

Asentados se encontrabas razas de todo tipo, humanos, enanos, orcos, taurens, gnomos, pandaren y hasta gobllins estaban esperando una señal, arreglando sus armaduras, hablando con…¿un robot con cabeza de gnomo?. Mejor no preguntar. Cerca el escuadrón de tolvir estaban armado y esperando pacientemente la orden de partir, Ra’khes se acercó al paladín y le saludo cortésmente.

– Es sorprendente la cantidad de gente que ha venido, pensábamos que íbamos a ser unos pocos solos pero ya formamos más de 80 tolvirs en filas. Y los campeones no paran de llegar fácilmente superan la centena.

– Tanto hablar del honor y la forma de actuar… Aquí puede verse lo que de verdad importa, gente que ayuda y toma partido aun poniendo su vida en riesgo. Al final la facción solo nos impide comprender la fuerza que podemos tomar unidos, ojalá lo entiendan pronto.

Paseó un poco por el lugar junto al capitán tolvir, comprobaron los suministros y el armamento, habló con algún aventurero perdido que se preparaba para el viaje y visitó los establos donde varias monturas voladoras estaban listas para partir. Para su sorpresa no hubo enfrentamientos ni malos rostros, en general, convivían y se ayudaban mutuamente en su mayoría, cierto que se podía ver un agujero en dos razas frente a otras pero para lo que podría ser era una nimiedad.

Visto todo acudieron a los barcos del puerto. Se habían preparado 3 barcos grises de velaje blanco con el escudo tolvir en el centro, estaban hechos con madera que no conseguía reconocer y parecían lo suficientemente resistentes para soportar a todos los presentes. Junto a ellos se encontraba el general tolvir hablando con uno de los encargados del muelle.

– Me alegra ver que no has huido paladín, parece que hasta el tiempo te sonríe hoy para cumplir tu cometido.

– O para calentar nuestros restos al final del día.

– Cierto, pero ambos sabemos que no tenemos otra opción. El consejo no se mostró muy de acuerdo con tu propuesta, no mentiré que al principio me pareció una locura…

– Y lo es, no te dejes engañar. Esto es un suicidio a la desesperada.

– Pero comprendí lo que querías decir. O nos unimos como un solo grupo o no podremos vencerlos, N’zoth nos está superando, cada vez consigue más territorios y nuestras fuerzas disminuyen. Si ese ejército no se detiene…estaremos perdidos y rodeados y con ello perderemos Azeroth. -miró fijamente al elfo tras esto último- Lucha por nosotros paladín, espero que podemos acudir en vuestro auxilio y pe.netrar la batalla con furia. Solo espero que la Horda y la Alianza también lo hagan por nosotros.

– Yo también general…yo también.

El tiempo pasaba y el sol ya había salido en su totalidad, los barcos estaban preparados para partir y todos aguardaban la señal que indicase la salida en masa de tan distinguido grupo, podía notar la tensión en el ambiente, veía los rostros preocupados, decididos, asustados y ¿roboticos? Todos aguardaban y miraban fijamente al paladín que no sabía dónde meterse ni cómo iba a organizar tamaño ejército. En el barco principal, donde iba a ir el junto a Ra’khes, estaban aguardando Tol’vir, Valhkir y Arnath.

– Cuando ordenes haremos sonar los cuernos para partir Félix. -dijo Ra’khes- no debemos esperar mucho más, el tiempo es crucial.

– Lo sé, Ra’khes. Esperaba que, tal vez, llegase alguna información sobre nuestras facciones favoritas. Pero ya es tarde, da la orden.

El capitán empezó a dar la orden cuando de repente un chillido cubrió la zona, seguido de una vermis esquelética surcó los cielos rápidamente, era de color azul y portaba una armadura en distintas partes de su cuerpo. Aparte parecía llevar a dos jinetes en su lomo que parecía no darse cuenta de lo que había ocurrido.

A ella le empezaron a seguir otros aventureros pensando que comenzaba la marcha llegando a formar un séquito detrás de la misma. Los cuernos empezaron a resonar por el lugar, dando pie a que el resto alzase el vuelo y se juntase al primer pelotón y los barcos empezasen a zarpar salvo el último de ellos que aguardaba a subir al capitán tolvir y al paladín. En apenas unos minutos todos surcaban el lago de Uldum dirigiéndose a su destino final. Rumbo a Orsis.


Tardaron menos tiempo del que esperaba en llegar a la otra costa con los barcos, varios grupos de las monturas voladoras ya habían aterrizado y habían montado un pequeño campamento más adelante. Rápidamente se reagruparon y descargaron todo lo necesario de los barcos, un pequeño grupo se quedaría en el campamento custodiándolo por si fuese necesaria una retirada o si había heridos a los que tratar. Antes de seguir el camino Félix había llamado a algunos soldados experimentados para tratar de organizar la avanzada.

– Lo primordial es encontrar a los supervivientes de los defensores de Orsis, debemos apoyarlos y dejar que retiren a sus heridos hasta nuestro campamento a toda costa. Una vez estemos en ese punto quiero crear varia formaciones de cuña en la vanguardia compuestas por 10 integrantes cada una y que se compondrán de 2 sanadores en la retaguardia de la misma 3 tankes en la punta, 3 soldados cuerpo a cuerpo y 2 que puedan atacar a rango. Detrás de esta formaremos varias líneas de apoyo, junto en el centro quiero colocar a los tolvir que sean diestros en el cuerpo a cuerpo y a varios arqueros desplegados por toda la zona, estaréis encargados de cerrar el paso en cada una de las intersecciones de las cuñas.


Pequeña imagen para que se me entienda:

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Organizados los grupos, y establecido que el estará presente en la cuña central de la formación abriendo la carga, ordenó partir de inmediato hacia Orsis. No llegó a pasar mucho rato hasta que empezaron a oír los primeros gritos y sonidos de batalla, conforme se acercaban a paso raudo empezaron a distinguir una masa negra que alcanzada todo el campo de visión en el desierto y teñía el horizonte de oscuridad perenne. Justo en el centro un grupo de defensores luchaba sin dar tregua al infame ejercito de N’zoth, parecía que un tolvir con armadura y casco de carnero dirigía los ataque aunque estaba herido y varias flecha le sobresalían d ella espalda. Asumió que se trataba del capitán Set’hran.

¡Aumentad la marcha! ¡En formación! ¡Los defensores necesitan una mano!

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:dagger::snowflake: -Thantos- :snowflake::dagger:


El cruel sol de Uldum observaba impotente como Tormento avanzaba a través de las arenas, incansable y veloz como el vuelo de una flecha. Montado sobre su lomo, agarrando las riendas de cuero gastado con puño de hierro, su jinete tenía la mirada fija en el humeante horizonte. Orsis no era el lugar más acogedor al que uno podía acudir en busca de ayuda, pero normalmente no estaba prendido en llamas.

Había visto el humo desde leguas atrás, pero era demasiado escaso como para ser poco más que un pequeño incendio. Sabía que los ejércitos de N’zoth estaban haciendo todo lo que podían por alcanzar las Cámaras de los Orígenes, pero era imposible que ya hubiera alcanzado esa zona de la ciudad.

Tormento aminoró su trote hasta que sus pezuñas se detuvieron sobre el abrasador adoquinado de aquella pequeña casa, todavía humeante y con olor a quemado, dejando una fina capa de escarcha que se mezclaba con las cenizas que el viento había esparcido por el suelo. Las llamas habían muerto hacía tiempo, pero un denso humo todavía manaba de la única estructura cercana, una sencilla casa de la que ya no quedaba más que cuatro muros calcinados… y un particular tufo a corrupción.

Aiden descendió de su montura y desenvainó a Silencio con un movimiento rápido, acercándose con precaución a los restos humeantes de la casa, intentando discernir qué es lo que había pasado ahí. No podía ver ni sentir ningún aquir en las proximidades, pero cuanto más se acercaba mayor era la sensación de corrupción que saturaba su sentido mágico, como una densa capa de aceite usado y negruzco que se filtraba en su mente y se pegaba a su cerebro.

El caballero reforzó su guardia, alzando a Silencio ligeramente. El ligero susurro que lanzó su metal maldito se deslizó perezoso entre los harapos de tela que colgaban de su mando, anunciando con tranquilidad que ansiaba segar un alma.

Un pequeño sonido susurró tras él, el más tenue de los ecos.

Aiden giró sobre sus talones en el acto, lanzando un monstruoso tajo en arco capaz de partir un bosque al medio. La criatura que tenía pegada a la espalda, una silueta humanoide negra como el carbón, se partió al medio con un aullido abisal antes de desvanecerse.

Mir lanzó un graznido de sorpresa desde el cielo. Ni siquiera él había visto venir a aquel atacante, y el confuso pájaro empezó a sobrevolar a su maestro de forma frenética, como si fuera presa de un ataque de pánico. Aiden respondió inundando el filo de la guadaña con una gruesa capa de escarcha. Empezó a dar vueltas sobre sí mismo, pero ninguno de sus sentidos era capaz de decirle nada. Aun así, se sentía observado.

—Sal a la luz, cobarde.

Una repentina brisa agitó el humo de la casa y peinó las dunas a espaldas del guerrero. Era fría, tanto que hubiera hecho tiritar a un ser vivo, y el eco de una risa burlona se mecía entre sus ráfagas.

—Luz…

La silueta reapareció de nuevo frente a él, intacta e impoluta como la catedral de Ventormenta. Era la figura de un hombre alto, de porte atlético, con una melena de niebla ondeante, pero nada más se podía discernir de esa oscuridad infinita que lo envolvía.

— ¿Quién eres? —exigió saber el caballero de la Muerte.

—Eso no importa —dijo con voz calmada y seductora—. Pero yo si se quién eres, Hojagelida. Conozco tus preguntas, y conozco sus respuestas. Dime, guerrero. ¿Hacemos un trato?

Antes de que pudiera responder, un gran ojo naranja se abrió en medio del rostro de aquella sombra, arrojando una luz más intensa que la del propio sol. Aiden pudo sentir el humo de la casa abalanzándose sobre él, rodeándolo como una boa con la intención de asfixiarlo, y todo se volvió blanco.

Todo se volvió frio.

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Tras los primeros instantes de confusión, comenzamos a ganar terreno de nuevo aprovechando el frondoso bosque para reagrupar los exploradores que quedaban con vida y desde allí atacar con más fuerza.

  • Al fin lo encuentro, de entre todos los árboles solo este puede ser el que me indico la Teniente errante Sedana. – lo miró de arriba a abajoEn su corteza esta la clave, pero es necesario interpretarla y para ello debo volver al campamento … siempre he renegado de la magia pero he de confesar que sus pergaminos azulados son de gran utilidad en estos casos. Sedana nunca se equivoca.

Con la traducción en mis manos, solo me falta encontrar los cinco monolitos que me guiarán hacia mi objetivo. Por suerte, no resulta difícil encontrar esas piedras en medio de la llanura.

Allí encuentro al más hábil de entre los caídos, protegiendo la entrada y con él un gran número de sus ejército.
La pelea se presenta igualada, al menos en cuanto a número, pero no en habilidad. Nos hacemos rápido con la victoria, tan solo su campeón ha planteado mas problemas de lo habitual, pero cuantos mas esbirros caían más fuerzas encontraba este a su alrededor, hasta su fin.

Sigo las instrucciones de la sacerdotisa Sedana y se abre ante mí la puerta que me conducirá a aquel lugar tenebroso.
Al cruzar, me encuentro con una imagen sobrecogedora, la que antaño había sido una templo de reyes, vigías y protectores titánicos , para después convertirse en las ruinas del terror, ruinas que han desaparecido y ahora solo quedan … llamas y cenizas.

Alrededor solo encuentro muertos, demonios… y algo diferente. Al parecer, toda la maldad de este templo ha conseguido apoderarse de uno de sus antiguos habitantes. Parece ser uno de sus herreros y ante mi sorpresa inicial, este consigue derrotar a tres de los nuestros con facilidad, tenemos que acabar con todos ellos o pronto el numero de bajas de nuestro lado será preocupante y los recursos escasearan.

Una lluvia de flechas cae incesante encima de nosotros, la situación es difícil, por mucho que los errantes pongamos todos nuestros esfuerzos, estos no consiguen hundir la espada en la gruesa piel de esa abominación.
Tras todo el día de lucha mis fuerzas están disminuidas y no aguantaré mucho más.

No creí que tuviera que utilizar este recurso … no tan pronto.
Me aparto a un lugar seguro, tras la línea de mis compañeros y empiezo a recitar las palabras que memoricé hace cinco años en las antiguas ruinas de Kel’theril en Cuna del Invierno. El efecto no se hace esperar, la piel del engendro se debilitaba, las espadas se hundían en ella y la sangre abandonó su cuerpo.

La victoria es nuestra.


Horas mas tarde


“¿Que estoy haciendo aquí?, no estoy consiguiendo nada, arriesgando mi vida luchando nuevamente, ¿es todo por …?, NO, ahora no tengo tiempo para dudar, solo debo concentrarme en matar … eso es todo”

Regresa con tu … maestro”

Los susurros de C’thun eran cada vez mas intensos.

Entonces Nhail abrió los ojos.


Continuará

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Fragmento que se me olvidó poner de Félix… mis disculpas, elfo infiltrado =P



Rápidamente la “Vanguardia de Uldum” se puso en formación de ataque con cuñas, los grupos se coordinaban perfectamente los tolvir tocaron los cuernos avisando a sus compatriotas heridos y varios gritos de todas las razas resonaron al unísono mientras cargaban contra el ejército. Una oleada de aqir voladores se percató de los refuerzos y empezaron a atacar violentamente contra estos peor los arqueros, magos, brujos de estos los aniquilaron sin esfuerzo aparente. Y en un segundo, ambos ejércitos chocaron violentamente.

– ¡Sanadores llevaos a los heridos de los defensores! – dijo mientras atravesaba el cráneo a un escarabajo- el resto que se unan a la carga. ¡Arqueros disparar por el flanco derecho a los ignotos! ¡Que los magos acaben con los nigromantes y conjuradores del frente! ¡El resto CAAARGAAAAAAAADD!

La lucha era encarnizada, cada aqir muerto era sustituido por 3 a su vez pero habían conseguido ganar tiempo para que los heridos se retirasen a tiempo. Por el rabillo del ojo vio como el capitán indicaba a un soldado unas indicaciones mientras se retiraba de la batalla, estaba bastante herido y sangraba a chorro limpio. El soldado se acercó al paladín.

– Comandante, Set’hran me ha dicho que le avise sobre el ejército ha llegado una hueste enorme hace unos días a Orsis. Casi nos vemos superados.

– Lo sabemos, hemos venido justamente por eso ya habla…

– No hay tiempo, lo que no sabéis es que fueron 2 los ejércitos que se agruparon aquí pero partieron hacia el sur a los pocos días. Aquí solo debe estar un cuarto de esa parte, por los últimos informes lo dirige un ignoto mayor y un Aqir de forma arácnida, pero no hemos podido recabar más información.

– ¿Me estás diciendo que esto no es nada? ¿2 ejércitos juntos?

– Sí señor, esto solo es el principio.

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A Kmils le gustaba mucho su trabajo de ladrona, se habia hecho un buen nombre y tenia buena fama, sin embargo su no nombre no era muy popular por algunos ciruculos. La goblin tenia algunos oscuros secretos, a veces le daba Kaja’Cola a su cuervo, amaba secretamente a alguien, habia querido criar a un bebe que secuestro una vez y le encantaba apostar… siempre haciando trampas, al menos esa era su reputacion porque a pesar de que nadie habia podido probarlo, era conocida por ser una tramposa; no imporataba el juego, dados, cartas, dardos, ruleta, carreras… el azar estaba de su lado, ella siempre ganaba.

Sin embargo, en Uldum no era conocida y Mordacae se habia ausentado ya dos dias, a ella no le habia dado ningun instruccion especial, por lo que se veia libre para dar rienda suelta a su habilidad. Habia hecho un contacto en una taberna de la cuidad que le habia dado varios lugares donde se hacian apuestas ilegales, sin embargo lo que mas le habia interesado fue una posible invitacion a un juego de cartas llamado “Los Ochos Locos” que acostumbraba hacerse en el sotano de esa misma taberna de forma clandestina. La invitacion requeria un previo pago para poder participar, no obstante lo que mas le llamo la atencion era que los participantes apostaban objetos de gran valor.

Kmils era consciente de que era una gran oportunidad. A Uldum habian llegado muchos aventureros de numerosos lugares de Azeroth para unirse a lo que llamaban “vanguardia de Uldum", habria una gran variedad de razas con jugosos bienes que queria para ella, por lo que no lo dudo ni un instante, esa noche desplumaria a sus miserables competidores que no sabian donde se metian.

Cuando anochecia la goblin ya se sentia impaciente, decidio coger sus cosas y ir antes a la taberna. Al llegar el bar estaba muy concurrido, se preguntaba quien de los presentes serian sus contricantes, se sento en un taburete de la barra y pidio un te de lima. Hecho un vistazo rapido a los presentes y vio en una mesa a Graedriel bebiendo pensativa. “¿Que hara aqui?” Penso mientras se tapaba la cara con su pañuelo, no queria que nadie conociera ese lado de ella. La paladina se acerco a la barra y pidio otra consumicion, reconocio a la goblin en el otro extremo intentando disimular y ser “discreta”.

– ¿Que tal Kmils? – Saludo mientras se acercaba.
– Oh! No te habia visto… – Dio un paso en falso, la elfa llamaba la atencion por donde iba. La goblin puso cara de circustancia.
– Que rara estas Kmils, ¿estas en medio de algun “asunto”?
– Podria decirse. – Dijo intentando ser esquiva – Aunque es algo delicado, ya me entiendes…
– Pues no, no te entiendo.

La goblin se metio la mano en el bolsillo para juguetear con sus dados gnomicos, eso le relajaba, sabia que no dar muchos detalles llamaria mas su atencion, Graedriel no le quitaba ojo de encima. En ese momento su contacto le hizo un gesto desde la puerta de la cocina, ella le contesto ladeando la cabeza.

– Bien pensado Graedriel podrias serme de utilidad. Me ausentare durante una hora, mas o menos, pero cuando salga de esta tasca quizas tenga problemas, si aun estas por aqui… quizas puedas hecharme una mano, por supuesto podras elegir algo del botin.
– No estoy segura de si me gusta este “asunto” en el que andas.
– Dejare que tu lo decidas, ahora tengo una “reunion” privada.

Kmils bajo al sotano, los alli congregados no hablaban los unos con los otros, mas bien se obsevanban antes empezar el juego. En cada mesa habia un ojeador, el encargado de que todo si hiciera como las normas del juego decian, un arbitro que garantizaba la legalidad de los jugadores. Un humano bastante alto se dirigio a todos haciendo las presentaciones de rigor y explicando el reglamento, la ceremonia de apertura muy formal para algo tan clandestino, quedo dicho que la suerte seria quien decidiria con quien te enfrentarias.

Las normas eran claras: Habria tres rondas cada una con dos participantes, cada uno de ellos debian llevar dos objetos, uno raro y otro epico para ponerlos en juego. No importaba de que clase fueran, bien podria ponerse en juego un hechizo, un arma, una mascota como un amuleto, pero la calidad era fundamental. La ultima ronda seria de los ganadores de dichas rondas. “Los Ochos Locos” era un juego que Kmils conocia bien. El objetivo era deshacerte de las cartas hasta quedarte con una en la mano. Las cartas se van soltando pareando el palo. En la ultima ronda, quien tenga en su poder la carta mas cercana al ocho, gana.

Se hicieron la revision de los objetos apostados, pasando la calidad de todos sin problemas, exponiendolos a todos por las objeciones. Kmils presento sus Dados Gnomicos Cargados (que le hanbian hecho ganar mucho dinero) y el hechizo que Belter le hizo como parte del pago por sus servicios, un epico conjuro escrito del puño y letra de Mediv que desperto mucho interes entro los asistentes, mas que por su poder, por ser tan extraño que cualquier coleccionista que se precie sabia valorarlo. Kmils sin embargo le echo el ojo a una daga roja, una hoja de una belleza extrema que emanaba una extraña aura.

En la primera ronda Kmils se enfrento a un orco y en la segunda a un goblin huesudo, gano sin problemas un casco dinastico de mecagnomo, una camara Slfie Mkll, una cria de dragon morado y Vial de las Arenas. Su premio, lo que ansiaba, esa maravillosa daga estaba cerca, casi al alcance de su mano. Se sento en la ultima ronda, se toco el cuello con una mano, una pauta que repitio en cada una de las rondas, era su ritual y mas en la final.

La goblin fue deshaciendose de las cartas, poco a poco, intentando poner nervioso a su rival, aunque el troll era frio como un tempano, no se dejaba llevar y tenia nervios de acero. Aunque Kmils, tenia su as en la manga. Rompio la concentracion del juego dando un golpe sobre la mesa:

POOOM

Este troll esta haciendo TRAMPAS!!!

Graedriel estaba apoyada en la barra, cerca de la entrada a la cocina, cuando escucho un jaleo que provenia de justo debajo de ella. Entro rapidamente en la cocina apartando con las manos a los trabajadores para abrirse camino, estaban tambien sorprendidos por lo que podria estar ocurriendo en el sotano. Llevo su mano a la empuñadura de su hacha, preparada para cualquier cosa, y levanto la pierna para patear la puerta del sotano cuando, repentinamente, Kmils salio corriendo con una gran bolsa en sus espalda en direccion hacia la salida, seguida de una furiosa muchedumbre que se topo con una sorprendida, pero sonriente paladina.

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  • Oye, ¿no hay demasiada gente bajo nosotros?, mira que cantidad de barcos.

  • Estarán preparando un asalto seguramente, pero no tenemos tiempo, a Orsis que vamos.
    La vermis “Kira” dió un estridente rugido que hizo que todos a sus pies les observasen

  • ¡MIS OIDOS!, !KIRAA!.

  • !Mi cabeza!, ¿Pero que haces Kira?

  • Esto…Nos estan siguiendo, mira a tu espalda.

El kultirano observó la marea viva de aventureros en sus monturas a sus espaldas

  • Vamonos ya, no me fio un pelo de todo esto, te recuerdo que nuestra cabeza tiene precio en la Horda y los bajos fondos, vamos Kira, haz que coman hielo.

Con un tirar de riendas la vermis salió volando a todo lo que sus esqueleticas alas podían dar

  • Siguen a nuestra “cola”, son insistentes o quizas es que van a Orsis tambien.

  • Puede que sea una ofensiva a Orsis, solo pude escuchar que tenian a un nuevo comandante al cargo pero… defender Orsis va a ser una matanza.

  • ¿Que interes tienen esas ruinas?,¿su posición?.

  • Si, si cae Orsis cae Rankahem, pero es que debieron retirarse de este y aprovechar el río para hacer una defensa inquebrantable por el corredor del norte, recuerdalo, hoy es un día que pasará a la historia de Uldum, si no de toda Kalimdor pase lo que pase.

  • Entonces puede que no salgamos de esta.

  • Y como pienso salir de esta vamos a pensar de forma propia, nos vamos a infiltrar de nuevo.

  • ¿Otra vez?.

  • Si otra vez, vamos a ir liquidando a su cupula 1 a 1, si cortamos la cabeza el resto caerá como un castillo de cartas.

  • Eso suena bien, demasiado bien, se que eres un experto pero veo más fallos que en un Zeppelin goblin unido por un pantalón.

  • Entendí esa referencia.

  • Lo primero, ¿Como piensas entrar?, estamos hablando de que los mandamases van a estar cubiertos siempre si o si, por supuesto que tendran en las sombras a más de los suyos para cazar espias.
    Segundo, ¿como sabes que no hay de los nuestros, y que no interferimos en su hacer?.
    Tercero, esta claro que sabran defenderse.
    Es que es una locura mires por donde lo mires.

  • Y por eso lo tengo todo planeado desde el inicio, tu puedes hablar y entender su idioma ¿verdad?.

  • Eso parece, me empiezas a dar miedo.

  • Y esos ignotos en algunos casos tienen un tamaño considerable, en el que un kultirano y un enano entran perfectamente, ¿verdad?.

  • No pienso meterme dentro de un ignoto, ¿estas loco?.

  • Como cierto caballero de la muerte me dijo hace unos días, un poco.

  • Aiden eh…¿Piensas que son tan idiotas que van a dejar que un ignoto disecado con un kultirano y un enano se meta hasta la cocina, mate a los altos mandos y vuelvan asi como asi?, ¿no dijistes que nunca subestimase al enemigo?.

  • Visto así suena como una pesima idea pero ¿No lo es lanzar a una carnicería a tu maltrecho ejercito y aventureros?, para colmo las facciones hasta los Baldios del Sur no tienen practicamente ejercito, ¿Dejamos que tomen todo el sur de Kalimdor?, vamos a entrar en ese ignoto y no hay más, sin embargo tienes razón, tenemos que cazar uno con alto cargo, no van a dejar entrar a un ignoto cualquiera.

  • Perdona que sea tan escéptico, pero es que no quiero morir de una forma estupida o inutil…bueno no quiero morir, pero si he de hacerlo que al menos sea por algo.

  • Tienes razón, mi plan tiene un monton de fallos, eso lo tengo claro, pero tenemos que ganar esta batalla o perdemos el planeta, ¿Se te ocurre algún plan mejor?, debí habértelo preguntado antes en verdad.

  • Puede sonar ridículo pero…¿El Vindicaar?, Esos draeneis “forjados” podrían aniquilar las olas en Orsis de un disparo, ¿por que no ayudan cuando el planeta esta en peligro?.

  • En verdad es la mejor idea posible, pero no hubo manera de que ayudasen, ordenes de Anduin de no interferir por ese armisticio.

  • ¡Vamos a perder el planeta por las facciones!, increible…

  • Bienvenido a mi mundo, creeme que son unas cuantas veces ya.

  • Entonces nada, no se me ocurre nada mejor, lo siento.

  • No lo sientas y toma, vas a ser mis ojos, necesitos que observes donde andan los mandamases, me temo que me tocará esquivar las defensas aéreas.

  • tomando los binoculares de acuerdo.


Pocas horas despues, sobrevolando Orsis

  • Bien Kira, condenados insectos voladores, ¿Ves algo?.
  • Una matanza y nuestro objetivo, no veo aún a los mandamases, pero sin embargo se ve que esos ignotos más grandes estan por encima en su jerarquía, quizas deberiamos dar caza a uno de ellos.
  • Perfecto, ¿algo más?.
  • El enano miraba el terreno de batalla, un sinfin de Tol’vir y aventureros de toda raza imaginable, incluyendo algunas inusuales como esos gnomos mecánicos o esos inusuales y ágiles zorritos, y un conocido elfo de sangre
  • ¿Felix?
  • ¿Esta vivo?
  • No se, voy a mirar otra vez, Kira se mueve mucho.
  • Volvió a mirar, pero era dificil enfocar los binoculares en la misma posición durante más que unos segundos
  • Me lo habré imaginado.
  • No vamos a ninguna parte, agarrate que avanzamos, preparate para defendernos señor artillero.
  • Tienes imaginación eh…
  • Tienes en ese sarcófago un rifle con algo de munición, dispara a todo lo que se nos aproxime.
  • Si “señor”.
  • Vamos Kira.

La vermis con esa orden se dirigió hacia el origen de las ordenes

Continuará

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El caballero Aiden se une a la Guerra del Post Largo:




El aire a su alrededor estaba frio y en calma, y Aiden pudo sentir su gélido abrazo a través de su pálida piel muerta como una miríada de dagas de escarcha. Una perezosa nevada caía hacia las ramas silenciosas de los árboles del bosque, que se extendían con ansia hacia los cielos para alcanzar los escasos copos de nieve que el cielo les ofrecía. Bajo los pies del caballero de la Muerte se extendía un centelleante manto de inmaculada nieve virgen, centellando bajo los rayos del sol como las joyas de una corona.

Dio una vuelta a su alrededor, intentando descubrir a dónde le había llevado aquella criatura oscura. Estaba a los pies de unas montañas teñidas de una pálida sombra de azul, con el viento aullando en sus cimas pero incapaz de quebrantar el hermoso silencio que reinaba en el lugar, una mudez tan grande y profunda que parecía casi fantasmal. El mundo entero parecía estar dormido en aquella tierra invernal, y Aiden no pudo evitar sentir una inmediata admiración por el paisaje. El primer vistazo le había hecho pensar en las montañas de Drustvar, pero había algo dentro de él que ya le había revelado la verdad de aquel lugar, el único al que podía llamar hogar desde hacía mucho tiempo.

Aiden estaba en Rasganorte.

El contraste con el calor infernal de Uldum no podía ser mayor, y aunque sabía que él no debería estar en el techo del mundo no pudo evitar agradecer el cambio. No estaba seguro de en qué parte estaba de Rasganorte. ¿Cumbres Tormentosas? ¿Cementerio de Dragones? Era difícil saberlo, pero en cualquier caso se sentía bien en aquel lugar. Tras tantas semanas de lucha sin descanso, aguantando el calor y los horribles chillidos que los aquir lanzaban cuando los destripan vivos, no podía sino agradecer el cambio. Se sentía bien en aquel paraíso invernal. Se sentía en paz. Uldum podría arreglárselas sin él un rato más, ¿verdad?

Lanzó un gruñido y agitó la cabeza. No. No estaba bien. Su lugar estaba entre las dunas de arena ardiente y las ásperas ruinas de Orsim, no en los pacíficos bosques de Rasganorte. Su lugar estaba ahí donde Azeroth lo necesitara, pero era incapaz de sacarse de la cabeza la pura, inmaculada perfección que irradiaba aquel lugar, desde su blancura infinita a su silencio sepulcral.

Intentó comunicarse con Mir, pero su compañero emplumado no respondía, como tampoco acudió Tormento a su llamada. Parecía ser el único ser vivo en aquel lugar, pero no podía parar de preguntarse si eso era realmente un problema.

Desenvainó a Silencio con sumo cuidado, como si no quisiera perturbar el sueño del mundo. Sus huellas ahondaban en la nieve a cada paso que daba, abriendo una cicatriz en el rostro perfecto del mundo que, por algún motivo que no alcanzaba a entender, le apenaba.

Decidió dirigirse a las montañas, a lo alto, para poder orientarse y encontrar el camino de vuelta. Anduvo durante horas, recorriendo el bosque de lado a lado, maravillándose con su sueño blanco. No había más rastro en la nieve que el suyo propio, ni más sonido que el de sus pasos ni el de su aliento, que había empezado a respirar únicamente para poder sentir con más intensidad el frio del bosque.

Aiden se detuvo, devolviendo el silencio absoluto al aire. Había pasado años vagando por Rasganorte, conocía cada lugar y cada criatura que moraba en ella. Detrás de toda esa pureza, de esa aparente perfección, había algo que se sentía mal. O, más bien, faltaba algo que era crucial. Nunca, ni en los días más fríos del invierno, había visto un bosque tan callado y estéril. No había huellas sobre la nieve, ni agujeros de madrigueras entre las raíces de los árboles más viejos. No oía las llamadas de los venados ni los gritos de los magnotauros sacudiendo el aire. Los pájaros no cantaban ni los antárboles albinos que vigilaban los bosques caminaban entre las bóvedas de ramas y hojas.

No había vida. Solo había frio.

Mientras se preguntaba qué había pasado, se topó con una pequeña aldea de trolls. Drakkari, supuso. Se acercó con paso cauto y la guadaña en una guardia baja, sin parecer abiertamente hostil pero preparado para defenderse. No dudaba que la falta de alimento haría a los recelosos trolls del norte más desconfiados y violentos. Aiden esperaba un recibimiento tenso, pero solo encontró más silencio.

Y más hielo.

La mayoría de los habitantes estaban completamente congelados, encapsulados en cárceles de hielo azul que refulgían como el platino ante los débiles rayos del astro rey, que había pasado de ser un horno estelar a una mera chispa de moribundo fuego. Aiden se acercó hacia ellos con paso raudo, preparando la hoja de Silencio con una enorme cantidad de energía nigromántica. Colocó la mano sobre una de las cárceles con cautela, esperando sentir la presencia de un cadáver en su interior. Pero para su sorpresa, pudo notar un hálito de vida en el trol atrapado dentro del hielo.

Rápidamente se lanzó hacia el siguiente, y al de después, y al que había tras ese. Todos seguían con vida. Todos estaban durmiendo. Su mente no tardó en hacer click y suponer que la vida salvaje había sufrido el mismo destino. Aquel invierno no era natural.

— ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó en voz baja, como si esperara que Silencio respondiera a su pregunta.

La respuesta no se hizo de rogar.

—Lo llaman el Gran Invierno . O por lo menos así lo llamaban cuando todavía quedaba alguien que lo pudiera llamar así, claro.

Aiden giró sobre sus talones y extendió el filo de su guadaña, preparado para golpear en un brutal arco de hielo y muerte. Sus ojos se estrecharon y lanzaron una ráfaga de niebla cuando descubrieron que el dueño de aquella voz burlona era de nuevo aquel extraño hombre de sombra.

— ¿Dónde me has traído? ¿Cómo paso esto?

El caballero de la Muerte pudo distinguir la sonrisa de satisfacción de la silueta incluso aunque esta no tuviera boca.

—Veo que estas interesado en saberlo, pero ¿Qué sacaría yo de contártelo? —le dijo con sorna—. ¿Qué te parece si hacemos un trato?

—Si de verdad crees que voy a fiarme de ti…

—Oh, me ofendes, Hojagélida —le interrumpió llevándose las manos al pecho en un gesto de falsa ofensa—. No voy a pedir tu alma ni nada por el estilo. Mi única condición es que me acompañes mientras te cuento todo cuanto ha ocurrido. Seguro que lo encuentras tan interesante como yo.

Aiden dudó durante unos momentos, sopesando sus opciones. No le cabía duda de que aquel ser era malvado, pero por ahora no se mostraba hostil, y si quería saber lo que había pasado solo tenía una opción.

Lanzando un profundo suspiro cargado de niebla, Aiden retiró a Silencio, que lanzó un tenue gemido como si asintiera ante la elección de su maestro.

—Todo empezó hace tres años, poco después de la caída del Corruptor.

— ¿El futuro? ¿Esto es una visión?

—Una de las miles de posibilidades. Un camino entre miles, pero con unos cimientos más sólidos de lo que aparentan.

La sombra se desplazó con el paso elegante de un noble de alta cuna sobre la nieve. Sus pies incorpóreos podían caminar sobre ella sin hundirse ni un milímetro, dejando bastante más arriba que el pesado caballero que estaba hundido casi hasta la rodilla.

—Tras la Cuarta Guerra y el paso del Imperio Negro, el mundo quedó convaleciente, al borde de un abismo profundo y hambriento. Los campos de cultivo estaban sobreexplotados y dejaron de ser fértiles, y la enfermedad y la hambruna empezaron a azotar a todos y cada uno de los habitantes del mundo. Y aunque Azeroth empezó a sanar, el planeta homónimo estaba a las puertas del colapso.

La sombra se paró delante de una de las casas del pequeño poblado Drakkari y empezó a rascar la gruesa y dura capa de hielo que cubría sus muros de madera.

—El mundo ha pasado por esa situación muchas otras veces, y siempre ha conseguido salir adelante —dijo Aiden, acercándose un par de pasos a la sombra. La cautela dominaba sus acciones, pero había decidido que la sombra era alguien de fiar por ahora.

—Pero esta no fue como otras veces —repuso la sombra, torciendo el cuello en una mueca burlona—. Cuando la gente empieza a quedarse sin pan, y cada vez que sale el sol pierden un ser querido, empieza a revolverse. Es irónico, ¿verdad? La Cuarta Guerra se libró por el orgullo y la ambición de las facciones, pero la sombra de la Quinta se cernía sobre ambas por el hambre y la esperanza. Los mortales, que tanto abrazan la vida, siempre encuentras maneras creativas de acelerar su muerte —lanzó un suspiro exagerado—. Seguro que alguien como tú lo entiende especialmente bien.

—No son perfectos, pero creo que sus virtudes sobrepasan sus defectos.

La sombra empezó a reír con una burla que rozaba la crueldad. Su voz, aunque no perdió un ápice de su elegancia, se hizo fuerte y atronadora como una tormenta, sacudiendo de nieve los árboles cercanos.

—Eso es porque no conoces lo que pasó después. Cuando los famélicos habitantes de la desértica Orgrimmar no pudieron aguantar más, iniciaron una revuelta. Y hubo quien la aprovechó para deshacerse del único obstáculo que les impedía tomar aquello que necesitaban de su enemigo.

—El Consejo de la Horda —dijo Aiden con voz queda.

—Su mandato fue breve como una flor en la nieve. Quien sabe las consecuencias que su caída podría haber llegado a tener, las terribles guerras que se habrían librado, si no llega a ser por el Espectro del Invierno.

Aiden se acercó del todo a la sombra, que seguía enfrascada en rascar el hielo de la pared.

—Ese Espectro… ¿es el responsable del Gran Invierno, cierto?

La sombra permaneció en silencio varios segundos, centrada en su tarea de limpieza.

—Sí —respondió al fin, cuando arrancó un gran fragmento de hielo de los troncos de la cabaña—. Con el mundo convaleciente y condenado a la perdición, hubo una persona con la suficiente visión como para aprovecharse de ello y, je, llevarle la paz definitiva , como dijo él.

Aiden aprovechó la pausa de la sombra para extender la palma y observar los copos de nieve que empezaron a llenarla. El crujido del hielo desvió de nuevo su atención hacia aquella extraña aparición.

—Algunos decían que era un vagabundo vestido con harapos. Otros que era un rey con una máscara de hierro. E incluso había algunos que decían que era un jinete solitario, como los de Kharazan. En cualquier caso vino del norte, y el invierno le seguía. Su peregrinaje hacia el sur hacía avanzar el viento y la nieve, y para cuando intentaron pararlo todo lo que estaba al norte de Arathi se había convertido en una extensión de Corona de Hielo.

»Tampoco es que tuvieran muchas opciones de pararlo, claro. Su marcha ni siquiera se ralentizó cuando los escasos ejércitos de la Alianza y la Horda se lanzaron contra él. Pronto descubrieron que enfrentarse a él era como luchar contra la muerte, y por ello lo bautizaron como Espectro del Invierno. Nadie sabía que era lo que quería ni porqué lo hacía, porque nadie le vio decir ni una sola palabra. Lo único que era claro es que estaba congelando toda la vida, y con ella, los mares y los bosques de este pequeño mundo, así que al final se rindieron y le dejaron hacer. Los que intentaron detenerlo, bueno… ¿Por qué no lo miras por ti mismo?

La sombra extendió un brazo hacia un pequeño montículo de nieve cerca del centro de la aldea. Con un gesto de la mano y un poco de magia de escarcha, Aiden la apartó para revelar al drakkari que yacía bajo ella. No pudo evitar abrir los ojos como platos y sentir una punzada de rechazo ante lo que vio.

El troll yacía en el suelo, con las extremidades extendías en ángulos antinaturales. Todo su torso estaba abierto al medio, y sus tripas congeladas estaban esparcidas por el suelo de hielo negro bajo él, enredadas en las costillas y aplastadas bajo su cuerpo inerte. Le habían arrancado los colmillos de cuajo, desencajando la mandíbula en el proceso, y los dos afilados conos de esmalte estaban enterrados en las cuencas del desdichado guerrero hasta casi la raíz, apenas dejando entrever su cráneo reventado.

Aiden pudo sentir como le tembló el labio. ¿Qué clase de monstruo podría hacerle eso a alguien, no solo en términos de poder, sino de crueldad? ¿Quién podría haber amasado tanto poder como para someter al mundo de aquella manera?

La respuesta le pareció evidente.

— ¿Fue Sylvanas?

La sombra dejó de rascar hielo para dedicarle una mirada llena de curiosidad. Sonrió con aire burlón y misterioso, y volvió a continuar con su obra.

—Si hubiera sido algo más rápida, es posible. Pero no, no fue ella. De hecho, su destino no fue muy diferente al de este desdichado, solo que el Espectro se tomó la molestia de crucificar lo poco que quedaba de ella en la puerta de Lunargenta. Poético.

El caballero de la Muerte sintió como se le formaba un nudo en el estómago. Había estado presente en el Mak’Gora de Colmillosauro y Sylvanas. Había presenciado el poder misterioso de la banshee. Que existiera algo que pudiera haberla hecho semejante atrocidad era algo que su mente no podía —o no quería— comprender.

La sombra terminó de quitarle el hielo a la casa, revelando un sigilo que Aiden no tardó en reconocer. El caballero extendió la mano hacia el grabado de la casa, ignorando la cercana presencia de la sombra que lo observaba casi con ansia. De pronto, el destino de Azeroth se le hizo evidente.

—Este sigilo no es Drakkari… es… es el sello Gurubashi —dijo en voz alta, incapaz de creer a sus ojos.

La sombra extendió los brazos y, sonriendo ante la realización del guerrero maldito, anunció la verdad última al mundo.

—Bienvenido a las verdes colinas de Tuercespina. Y ahora dime, Aiden Hojagélida, ¿quién es el Rey de la Máscara de Hierro? ¿Quién es el único capaz de convertir Azeroth en un baldío helado? ¿Quién es el verdugo del mundo que juraste proteger?

Aiden apretó los dientes en una mueca de ira. En su corazón sabía la respuesta, pero se negaba a articularla. Entendió que se había arrodillado ante el fin del mundo, y que su silencio le había costado todo al mundo que amaba.

—Dilo —le exigió la voz.

—El Rey Exánime.

El gran ojo de la sombra se abrió de nuevo, pero esta vez una enorme boca con una ristra de dientes afilados se asomó entre la niebla para dar forma a una terrorífica sonrisa.

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Varias horas mas tarde en el campamento del Oasis de Vir’sar …

Los errantes liderados por Halduron Alasol consiguieron rescatar a algunos supervivientes en aquella emboscada incluyendo a Nhail, al que llevaban en camilla hacia el campamento.

— ¡ Dejad paso !, ¡ Fuera del camino !

— ¡¡ Bajadme !!, ¡¡ Puedo caminar !!

— No te muevas, estás herido … — insistia Kyralash.

Una vez dentro de la tienda, Yasmin, una humana joven pero muy experimentada y con el cabello de un peculiar color morado, trataba de vendar y hacer todo lo posible por curar al elfo.

— Sanarás mejor sin químicos y haciendo reposo, tendrás que tener paciencia.

— Mierdä, no soy un pedazo de trapo.— Nhail se negaba a hacer reposo en un momento tan crucial como aquel.

— ¿ Qué clase de elfo es él ?, alguien tan malherido apenas debería de estar consciente.

— ¿ Como se encuentra ?, — pregunto Kyra preocupada.

— Bueno, nada serio que pueda acabar con él … ¡ Pero necesita completo reposo ! Esta campaña terminó para el, sin discusión.

— ¡¡ Idiota !!, ¡¡ Iré incluso si me tengo que arrastrar !!

— ¡ No seas estúpido ! — interrumpió Yasmin — si haces eso no puedo asegurarte que sobrevivas.

— ¿ Garantizarme que sobreviva ?, Nunca he oído algo así en una guerra.

Yasmin, cansada de discutir con Nhail le respondió …

— No me preocuparé más, haz lo que quieras.

Todos los allí presentes no sabían qué decir, se hizo el silencio mientras Nhail dio medio vuelta tumbado en la camilla.

— Kyra … ¿ Donde está Halduron ?

— Se fue al cuartel general, creo que no volverá hasta esta noche o tal vez mañana. — esta dio media vuelta y caminó hacia la salida de la tienda, no sin antes …

— ¿ Tú como estas Kyra ? ¿ Necesitas algo ?

— Estoy bien, no fui herida, ahora … marcho a descansar un rato Nhail — sonrió y salió de alli.

Aquella misma noche

Todos los miembros de los Errantes bebían y conversaban alrededor de las hogueras.

— Esta vez tenemos que darle las gracias a Nhail, sin su ayuda ahora no sabríamos las coordenadas exactas de Ny’alotha ni de puntos estratégicos en estos infernales desiertos. — decía uno de los soldados. — Lástima que Halduron no esté aquí con nosotros. No sé si estará en alguna reunión importante … por cierto, Kyralash, ¿ Podemos hablar un momento en privado ?.

Se alejaron del resto dirección al lago.

— Cuando pedimos voluntarios para ir en vuestra búsqueda … los altos cargos estaban en nuestra contra por el peligro que ello suponía, sin embargo … Halduron dijo claramente:
“Ellos son de los mejores exploradores de nuestro ejército, no puedo permitir perderlos”

Kyra sorprendida respondió …

— ¿ Eso dijo ?

— Si, al parecer os tiene en muy alta estima, a pesar de que tú llevas años al margen, no es fácil escuchar algo así de alguien como Halduron, para ser sincero … — hizo una pausa mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa — estoy un poco celoso.

Después de unos segundos de silencio el Errante sacó algo de una bolsa.

— Toma esto, dáselo al testarudo explorador de extraña armadura.

— ¿ Una medicina ?

— Si, me la dió Nhail antes de partir a Zandalar, el se quedó en Quel’thalas por orden de Lor’themar, ya sabes, no podemos dejar nuestras tierras desprotegidas. Me dijo que los druidas le enseñaron ha hacer maravillas curativas con las plantas, pero nunca me dijo sus secretos, afortunadamente nunca he necesitado hacer uso de estos polvos.

— Pero tal vez tu también la necesites…— dijo Kyralash con cierto tono preocupado.

— No te preocupes, si la medicina salva a uno de los más valiosos soldados seré feliz.

Después de unos minutos mas de conversación ambos volvieron al campamento a reunirse con los suyos, Kyra fue dirección a la tienda de Nhail pero para su sorpresa no se encontraba allí y salió en su búsqueda.

Tras un buen rato buscando lo encontró en lo alto de la montaña que comunicaba con las ruinas de Ahn’Qiraj, solo, sentado bajo un cielo cubierto de estrellas y el relajante sonido de los grillos.

La elfa preocupada se acercó a él …

— ¿ Que pasa Kyra ?

— Sigues siendo el mismo de siempre … ¿ No se supone que deberías estar descansando ?

— No puedo dormir, me arde todo el cuerpo. Me siento mejor estando aquí, además … es la primera vez que veo Ahn’Qiraj tan de cerca, mi maestro luchó aquí tratando de contener al ejército de C’thun, allí abajo es donde Breind encontró mi armadura y ahora yo estoy al otro lado en una guerra parecida. — Nhail no pudo evitar sonreír.

Kyralash se acercó y le quitó los vendajes de la espalda y de los brazos cuidadosamente y le aplicó aquellos polvos por cada una de sus heridas.

— El dolor … está menguando … esa bolsa …

— Si, me la dio el, no te muevas, déjame ver tu espalda.

— Quiero vengarme de una vez por todas … amiga, todos vosotros tenéis algo por lo que luchar y arriesgar la vida. Eso es algo que yo no tengo, no importa si lucho contra un centenar de hombres o un millar.

— Nhail …

— ¿ Es una vista preciosa verdad ?, muchos de nosotros estamos cansados de pelear y después de esto se harán a un lado. — Nhail miraba las luces de las decenas de hogueras que iluminaban aquel campamento. — Siento que puedo ver las esperanzas y la mayoría de los sueños de los soldados bailando entre las luces.

— ¿ Una hoguera de sueños ?

— ¡ Esa es una buena frase !

Ambos rieron.

— Mientras ellos no quieran apagar esa pequeña llama siempre la llevarán a una gran hoguera, una gran hoguera llamada Lunargenta.

— ¿ Pero sabes ?, — interrumpió Nhail — Creo que solo me exilié para protegerme a mi mismo de la hoguera — Nhail empuñó sus armas con fuerza y las alzó hacia el cielo, hacia la luna roja de Silithus — Estoy seguro que puedo vencer con estas armas. Siempre ha sido así incluso antes de unirme a vuestro grupo de mercenarios seis años atrás, incluso antes de convertirme en explorador. He luchado en cada batalla desde que Arthas hirió nuestro orgullo, mi maestro me lo enseñó todo, Hawk me lo enseñó todo … salvo a blandir estas dagas, no me queda nada salvo mis armas. No quiero morir, y solo porque no quiero morir continuaré blandiendo estas armas y portando la armadura. — Nhail hizo una pausa — Después de tantas batallas todavía no he encontrado una razón por la que luchar salvo la venganza.

Después de aquella sincera conversación bajaron al campamento junto a los suyos a celebrar la victoria y de seguir otro día más con vida.

— ¡ De acuerdo ! ¡ Bebamos algo camaradas ! - Dijo mientras agarraba los hombros de dos compañeros.

— Jaja ! ¿ Estás seguro que puedes beber con esas heridas ?

— Por supuesto y voy a sanarlas con algo de cerveza !

Y así Nhail desapareció entre la multitud.


Continuará …

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Sobrevolando las inmediaciones de Orsis

  • Artillero, adelante tenemos a 2 de esos bichos.

  • Prestame tu hombro, ponte esto en el oido.

  • El kultirano se puso el tapon en su oido derecho asintiendo Dispara.

  • El enano apuntó y disparó rápidamente a los 2 insectos, perforando sus cabezas con sendos disparos

  • ¿Cuando aprendistes a disparar tan bien?.

  • Supongo que en la visión, solo disparé de pequeño a unas dianas y fue un desastre.
    Antes de seguir elogiando la destreza con las armas del enano un haz tan oscuro como la marea viva que estaba a sus pies golpeó la vermis, ralentizando su velocidad drásticamente

  • Kira acercate, vamos a limpiar el aire un poco, artillero preparate para disparar a su cabeza…¿Tiene cabeza esa cosa?.
    La vermis luchó para acercarse al enorme y largo ser oscuro carente de mandíbula, similar a aquellos parásitos que succionan la sangre de los peces de río, pero volador y del tamaño de un zepelin
    La vermis incrustó sus garras en la oscura piel, haciendo que el ser gritase de dolor, el enano disparó a lo que presumía que era su cabeza, pero no logró acabar con su vida

  • Kira evita que me caiga a la superficie, yo no puedo hacer eso que hizo tu dueño. desefundó sus dagas y comenzó a envenenarlas

  • Oye no iras a lanzarte a el…¡espera!

  • No te preocupes, guarda munición. El kultirano desapareció de la vista para reaparecer sobre el lomo, si es que la parte superior de este podía llamarse así, de la lamprea
    Comenzó a apuñalar al “gusano” mientras este se retorcía, como si de un toro se tratase

  • ¿Te quieres estar quieto y morir de una vez?, Y en efecto se quedó quieto cuando un martillo de luz impactó sobre este

  • Gracias, ¡Kira sueltate ya!
    La vermis sacó sus oseas garras del ser y se alejó

  • ¿Esta ya recuperada Kira, Rhod?

  • Si, ya vuela como siempre.

  • Perfecto, recógeme cuando lo mate, ¡Kira su cabeza!
    La vermis engulló con fiereza la cabeza del “gusano”, a lo que finalmente el kultirano tomó sus dagas, puso una a cada lado y apuñaló y finalmente se lanzó al vacio sujetando las dagas, haciendo que su peso arrancase de cuajo la cabeza del “gusano” del resto de su cuerpo

  • ¡Kira!

  • La vermis se lanzó al vacio tambien y cuando sobrepasó al kultirano recuperó la horizontalidad, para finalmente capturar al kultirano, que empleando un agil salto en las sombras se puso tras el enano
    -¿Estas bien?

  • Mejor que nunca, mira como cae sobre ellos ese gusano.
    En efecto, abajo ninguno se esperó que ese enorme ser fuese desmembrado, cuando impactó con la árida superficie aplastó a varios efectivos del ejercito invasor, explotando su cuerpo en una enorme masa sanguinolenta que tiñió las arenas del negro más puro.

  • ¿Acaso estas loco?, ¿no pudistes hacer ese salto antes?

  • Tenemos 3 nuevos invitados adelante, acaba con ellos, ¿estamos vivos no?

  • Ya voy, que pesados que son, y evita hacer esas locuras.

  • En verdad hasta fue divertido y todo, pero sigamos.
    Tras perforar 3 quitinosas cabezas la vermis continuó su vuelo hacia donde creían que estarian los líderes


Tras varios minutos que se tornaron eternos, tras acabar con varios seres oscuros que bloqueaban su vuelo, llegaron a una zona cercana a la ola, pero apartada de su camino, la vermis aterrizó y recuperó rápidamente su vuelo tras dejar su carga y los 2 ocupantes observarón desde las distancias lo que parecía ser la zona de mando de la ola proveniente de Ahn’Qiraj

  • Bien, veamos que tenemos, el kultirano observaba con sus binoculares el improvisado puesto de mando en lo alto de una colina caliza desde la cual se podía observar el campo de batalla ,¿todo tranquilo por aqui Rhod?
  • Por ahora si, pero tenemos que irnos cuanto antes.
  • 2 minutos, solo necesito eso, ve anotando lo que te digo.
  • De acuerdo.
  • Veamos, por lo que veo son 3 los mandamases que los más corpulentos y además tienen lo que creo que son 2 consejeros, por supuesto que tienen guardias personales, 4 en total y 1 en cada esquina, paran a todo el que quiera entrar, por lo que tendremos que saber el como hacerlo.
  • Apuntado.
  • Perfecto, por lo que veo hay un grupo de mensajeros que cada poco van a la plaza, será para informar de la situación del frente, parece que tienen alguna palabra clave o algo así para poder entrar y evitar infiltrados y vamonos ya, creo que hay un observador por la zona que anda mirando mucho aquí.
  • Bien, ¿entonces vamos a por uno de los mensajeros verdad?
  • Me has leido la mente…¿lo has hecho?.
  • Que va, no tengo esa capacidad no te preocupes.
  • Me asustas.
    Ambos dejaron su puesto de observación y avanzaron a pie en paralelo al frente, el pícaro ya sumergido en las sombras logró hacer que el mensajero se alejase del resto del ejercito gracias a una bomba de humo y finalmente traerlo junto al enano, que al verlo hizo que un martillo de luz golpease al enorme ignoto, haciendo que cayese al suelo como si de un arbol cortado se tratase
  • Es asqueroso, ¿Estas seguro de que no te han seguido?
  • Si, ahora toca la parte fea.
    El ignoto empezó a decir algo en una extraña lengua para el kultirano, pero reconocible para el enano
  • ¿Que dice?, Tenemos que sacarle la palabra clave.
  • Dice algo de que el no es nada y de que acabara con nosotros, simples mortales.
  • Siempre son asi cuando son atrapados, pero pasados unos minutos de “dialogo” cantan, hay un elfo del vacio que es ya una leyenda en ello por Ventormenta, pero es un sádico creeme.
  • Lo se, los no muertos son iguales, tengo experiencia en “sincerar a la gente”
  • Claro, la parte menos luminosa de los Argenta… toma mis dagas y hazle hablar, yo vigilo.
  • Gracias, ando un poco oxidado en esto, pero este buen pulpo será perfecto para entrenar, ¿Verdad? Miró al ignoto con una sonrisa maquiavélica
  • Vuestros métodos son inútiles, jamás lograréis nada del Imperio salvo el sufrimiento eterno.
  • Por favor…Pasame un trapo o algo, he de hacerle callar ya.
  • Toma.
  • El enano amordazó al ignoto y empezó su “entrevista”
  • Bien, empecemos con algo sencillo, ¿Por que atacais Orsis?..No escucho respuesta, empezamos mal oye, cuando alguien pregunta tu respondes, ¿No os enseñan eso en el vertedero del cual vienes? El enano apuñaló lentamente por la espalda al ignoto, haciendo que se moviese e hiciese sonidos extraños callados por la mordaza
  • Calmate, nadie te escucha aquí sabes, te voy a subir el volumen y vamos a dialogar, ¿De acuerdo?..Que mala educacion teneis. Le quitó la mordaza
  • No lograrás hacerme hablar insec…¡GRuuuggharasgh! El enano empujó la daga hacia abajo unos centímetros
  • Cuanto antes comiences antes acabaremos este diálogo, no me interesa matarte sabes, podría hacerlo, y creeme que me gustaría pero…te necesitamos vivo, pero el como ya es otra cosa sabes Metió sus dedos por el corte haciendo que el ignoto volviese a gritar de dolor en ese retorcido idioma
  • Vamos a tomar ese pueblacho que los mortales llamais “Rankahem” para continuar nuestra invasión de este planeta reclamado por el glorioso N’Zoth.
  • ¿Ves como podemos ser amigos?, solo necesitaba tu sinceridad.
    Ahora quiero que hablemos de otra cosa, ¿Que frase usas para acceder a los mandamases?.
  • No pienso decirte eso, antes la muerte.
  • Respuesta incorrecta, no me gusta que me engañen pues la base de una buena amistad es la sinceridad y los amigos se cuentan la verdad, ¿A que sí?. Dio un tirón a la daga, continuando por 5 centímetros el corte, haciendo que supurase sangre oscura, otra vez con gritos en el retorcido idioma del ignoto
  • Tu locura es digna de N’Zoth, unete a nosotros o muere.
    El kultirano miraba la escena sin saber que pasaba, pero simplemente dejó seguir el espectáculo mientras se tomaba un bocadillo
  • Ya estas delirando, te puedo curar ese corte tan feo que te has hecho, pero necesito la palabra mágica, solo una frase y tu sufrimiento finalizará.
  • Antes muerto que traidor.
  • No se puede ser traidor si no lo ves, eso siempre lo digo desde hace 20 segundos. Metió 2 de sus gruesos dedos en la cuenca ocular izquierda del ignoto y sacó el ojo de su posición, evitando romper el cordón nervioso que lo unía a su cerebro y apuntando a la cara de este
  • Esta es la cara de un mentiroso, estoy seguro de que nunca te has visto en un espejo y no me extrañaría, se rompería por reflejar tal fealdad De un tirón arrancó el ojo e hizo que se lo tragase
  • Bien, la frase.
  • Estas demente, tu no eres un mortal como ellos, lo noto.
  • Esa frase no, quiero la frase que tanto adoran tus líderes, me pregunto como os reproduciréis, no me obligues a investigarlo.
  • De acuerdo, la frase es: “En la oscuridad más perpetua, el nos observa”.
  • ¿Ves, a que no era tan dificil?, bueno voy a cumplir mi palabra, voy a …metió el puño en su interior por el corte que hizo hasta tocar el corazón, lo que hizo que el ignoto se retorciese como nunca del dolor que sufría
  • Miente, Dijo el kultirano aun sin saber nada de lo que decian esos 2
  • Lo sabía, pero te he visto fino, se nota que tambien tienes experiencia en este mundillo.
  • ¿te lavarás despues esa mano no?.
  • Por supuesto, esto cada vez late más rapido, esta nervioso.
  • Por favor acaba ya, se nos acaba el tiempo.
  • Acabo ya no te preocupes, ¿De que es el bocadillo?
  • De jamón de Tuercespina con queso de Dun Modr.
  • Delicioso…Ahora dime la frase real, solo necesito esa frase, nada más.
  • ¡Estas demente!, ¡Ni la bendición de N’Zoth sería así!, ¡Tu mente esta perdida!.
  • ¡LA FRASE! Apretó el corazón, con más dolor del ignoto
  • Que el dios supremo N’Zoth me perdone, pero es “Las mil miradas de la demencia nos brinda la iluminación”.
  • Gracias, eso es lo que quería escuchar, ¿ves como podíamos ser buenos amigos?.
  • ¿Acaso eres un seguidor de C’thun?, ¿Yogg-Saron?.
  • Que va, de la buena cerveza de las tabernas de Khaz Modan y como dije voy a acabar con tu sufrimiento. Sacó la mano del interior del ignoto con el corazón aún latente y lo arrojó a las ardientes arenas de Uldum
    Por cierto, nunca quise ser tu amigo, es por ello que te mentí diciendo que no iba a matarte, Mirando al kultirano rematalo, ya tengo la información.
  • De acuerdo.
  • El kultirano hizo un corte vertical lo suficientemente grande para que el entrase y empezó a sacar todos los organos de su interior mientras el enano se limpiaba las manos y el brazo
  • Que ascazo, esto apesta.
  • Pues dentro no es mejor y me has dado un miedo considerable, ¿Tan bestias sois en los Argenta?.
  • Y peor, esto es lo que llamamos “una charla entre amigos”.
  • Es que encima en ese idioma es aún más siniestro y bueno, ya esta disecado, ha tardado un rato en morir.
  • Bien…¿como lo hacemos?.
  • Yo abajo y tu sobre mis hombros.
  • Así que nos hemos hecho un traje de ignoto…es repugnante.
  • Es lo que hay, adentro.
    Entraron en el disecado ignoto y el kultirano cosió la espalda para ocultar el corte mientras el enano se acomodaba a su puesto
  • Oye pues se esta fresco, aunque es muy viscoso esto.
  • Si no entonces no hubiesen sobrevivido a este calor, cuando salgamos no pienso salir de la bañera en dias.
  • Lo mismo, vamonos.
  • Vamos, recuerda que yo ya no hablaré más, un ignoto hablando común sería raro, confío en ti.
  • Vamos allá.

Con ello el “ignoto” retornó a las filas del ejercito oscuro en dirección al mirador
Continuará

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No tardó mucho en escuchar aquella irritante voz infantil. En sí, no era irritación, era odio.
-Has vuelto!! - dijo Matthias.
Ka abrió un ojo y miró de soslayo a aquella pequeña aparición. Nunca le contestaba, aunque el fantasma del niño Arthas siempre le hablaba.
Doce largos años Lener como se hacía llamar aquel pequeño fantasma le saludaba a diario y durante doce años jamás le había contestado.
-Deberias saludarlo-dijo su otra yo
-No empieces…
-Solo es un niño…
-SOLO UN NIÑO? ES ARTHAS MENETHIL!!!
-Es su parte más humana, el niño que fue… Arthas, el verdadero Arthas murió 200 metros sobre tú cabeza hace doce años.
Solo es un niño que se siente solo.
-Pues que se acostumbre…
-Oh claro, solo vais a estar ambos una eternidad en estos túneles…
Ka resopló exasperada. Cuando iba a contestar a su voz, a esa otra parte más humana de su personalidad Matthias le pidió lo de siempre.
-Señorita me dejas jugar con Eyechomp?
La caballero de la muerte invocó a su necrofago. El esbirro se levantó del hielo y gruñó complaciente al ver que estaban “en casa”. Vio al pequeño fantasma ante el que empezó a correr riendo. El necrofago comenzó a perseguirlo.
En realidad no era un juego. La primera vez, hacia ya muchos años que Kasiopea se dio cuenta de quien era ese niño se preparó para entablar combate con el. Eyechomp saltó antes que ella y atravesó aquella imagen. La draenei bajó las espadas, aquel niño, aquel fantasma era inmortal.
Lener se lo había tomado como un juego en su soledad y siempre le pedía al necrofago. Ella por no ver a aquel niño delante,por no ver a aquella esencia de su asesino enviaba al esbirro a atacarlo. Al menos se perdían un par de horas por los túneles y el niño no la molestaba.

-Gracias!! - dijo Matthias comenzando a correr alrededor de aquel charco de agua helada que había justo debajo de la ciudadela.
-De nada - contestó ella por inercia.
-Oh mira la señorita me ha hablado!! - le dijo Matthias a Eyechomp mientras rodeaba el lago y se perdía por un túnel con el esbirro detrás.
Ka soltó un gruñido de enfado. No quería hablarle a aquel eco de Arthas. Se había vuelto blanda en el tiempo en el que había salido de Rasganorte. Shield la había cambiado, pero pronto volvería a ser aquella asesina de la plaga solitaria y fría de siempre.
Asintió para auto convencerse mientras cerraba los ojos y apoyaba la cabeza de vuelta en el hielo.

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El caballero Aiden, vuelve hacer acto de presencia.




La sombra había cumplido su parte del trato al contarle la historia de ese mundo durmiente. Ahora Aiden se veía obligado a acompañarla a donde quisiera ir, empujado tanto por su honor como por su creciente curiosidad. La extraña criatura le estaba guiando hacia las montañas, pero no le había dedicado ni una sola palabra desde que dejaron la aldea trol. Tras varias horas de camino en completo silencio, se acercaron a la cima.

La ventisca que azotaba el techo del mundo era salvaje y devastadora, formando carámbanos horizontales de hielo tan grandes que acababan por ceder bajo su propio peso, formando enormes montoneras de hielo fragmentado que acababan desplomándose sobre el silencioso bosque a sus fríos pies.

Un arroyo completamente congelado recibió sus botas con un crujido. Solo le bastó una rápida mirada para descubrir a los peces congelados que dormían bajo él. La sombra no había exagerado con su relato: no había dudas de que toda forma de vida del planeta estaba preservada en hielo en contra de su voluntad. Pero, ¿por qué? ¿Qué motivos podrían empujar a Bolvar a pausar la vida en vez de simplemente aniquilarla? Aiden no le veía ningún sentido, por más vueltas que le diera al asunto.

—Dime, sombra, ¿dónde se encuentra la Plaga? Deberíamos habernos encontrado con algunos de sus miembros a estas alturas, pero no he sido capaz de notar a ningún no muerto.

Su guía se detuvo y le miró con gesto burlón, que al parecer era el único que podía formar.

— ¿Acaso no has escuchado mi historia? Nunca he mencionado que el Rey de la Máscara de Hierro tuviera un ejército, y no es porque lo haya olvidado. Todo lo que hizo, lo hizo él solo. La Plaga nunca apareció.

—Eso es imposible —Aiden hizo un gesto de negación con la mano—. Se bien hasta donde llega el poder del Rey Exánime. No pudo hacer esto solo.

—Lo hizo —insistió la sombra. Puso las manos tras la espalda en una pose elegante y, tras un pequeño instante en el que los hambrientos aullidos de la sombra rompieron el silencio del bosque, se alzó por el aire hasta llegar al nacimiento del arroyo por el que estaban caminando. Cuando llegó a la cima del saliente de roca, le hizo un gesto al caballero, invitándole a subir.

Aiden activó su Paso Espectral para librarse de las ataduras del suelo y elevarse hacia la sombra. Apenas esperó a volver al plano terrenal para hablar de nuevo.

— ¿Cómo? —una sombra de preocupación voló sobre su voz. Daba igual que su causa fuera justa o malvada, estaba seguro de que nadie debería blandir tanto poder.

La sombra se encogió de hombros con gesto inocente.

—Eso es algo que deberías preguntarle al Espectro en persona, aunque para tu fortuna nos dirigimos hacia él. ¿Quién sabe? Quizá tengas suerte y seas la primera persona que consigue arrancarle una palabra en los últimos tres años.

El rostro de Aiden se ensombreció aún más. El viento salvaje aullaba en sus oídos, agitando su capucha y el largo pelo blanco sucio que salía de ella. Pudo sentir el peso de Silencio, siempre paciente, colgando de su espalda, y como su sangre negra se congelaba en sus venas muertas. No solo quería hacerlo hablar; quería hacerlo gritar, pero la misma realidad a su alrededor se burló de banal deseo. El mundo estaba muerto y enterrado en un ataúd de nieve, y enfrentarse a su asesino no era sino un suicidio.

Apretó los dientes de pura frustración. Por primera vez en mucho tiempo se sentía impotente, sin saber qué hacer con su existencia maldita. Luchar significaba morir en aquel paraje nevado, pero huir… no. Huir era impensable. Si la sombra quería llevarle a él, seguramente fuera la única manera de volver a Uldum. Pero había algo más que el mero pragmatismo. Huir era renunciar a su honor, a su causa, a todo lo que le daba sentido a su no-vida. Si las opciones estaban entre una muerte rápida y una eternidad de deshonor y fracaso, la elección estaba clara.

La sombra, que le había mirado expectante durante todo ese tiempo, exhibió una sonrisa demencial.

—Conozco la expresión de tu rostro. Determinación —la voz se volvió más potente, y el eco de su elegancia resonó por el valle —. Tal vez te interese otro trato.

Se acercó con un movimiento fluido, serpenteando en el aire como uno de los dragones nimbo que recorren los cielos más convulsos de Pandaria, y le puso sus largas manos oscuras sobre los hombros, inclinando su cara sin rasgos hacia el rostro del encapuchado mientras esperaba una respuesta.

— ¿Qué quieres esta vez, sombra?

—Los caminos son infinitos; las posibilidades, incontables como las estrellas. Termina de recorrer este camino y yo abriré la puerta del presente. Allí podrás ver cumplida tu gran ambición. Tu meta.

Aiden le lanzó una mirada de advertencia.

—Protegeré Azeroth a cualquier precio. Pero no te equivoques, criatura. No hay sitio para ti en el futuro que yo anhelo.

—Veremos… —respondió con deje misterioso—. El Espectro del Invierno se encuentra aquí mismo, en la falda de la montaña, rodeado por su Invierno inmaculado. Su paso asegura que el mundo permanezca dormido, pero no debería ser un obstáculo para alguien como tú, ¿verdad, Hojagélida?

—Los halagos no te servirán de nada conmigo. Se bien quien eres, tan bien como que todas tus visiones tienen una salida. Sea lo que sea que quieras, no…

La criatura sonrió con tal malicia que le arrancó las palabras de la boca.

—Ya te he puesto en camino. Ya tengo lo que quiero. Antes de que se ponga el sol, habrás descubierto tu potencial. Antes de que se ponga el sol, tus ojos se abrirán.

Una repentina ráfaga de viento agitó la falda de la montaña, llevándose a la sombra mientras su cuerpo se deshilachaba como el humo, dejando solo al caballero de la muerte. Dirigió su mirada hacia la cima de la montaña y clavó a Silencio en el suelo como si fuera un bastón.

—Eso ya lo veremos, N’zoth.

Solo, Aiden siguió caminando por la pálida piel de las montañas de Tuercespina, luchando contra un viento tan salvaje y cargado de nieve que casi parecía un muro de hielo sólido. Silencio había tejido un muro de magia rúnica a su alrededor, pero apenas tenía la fuerza suficiente como para aguantar el aliento del Rey Exánime.

Y, de pronto, calma total.

Aiden había alcanzado un valle glaciar entre las montañas, donde el peso del hielo era tal que había aplastado la roca en la sumisión. Allí la nevada era tan suave y gentil como en el bosque, pero el frio era más intenso aun que dentro de la tormenta. Y allí, entre el tenue sudario de niebla que se arrastraba soñoliento contra las paredes del valle, encontró al Espectro del Invierno. La ruina de Azeroth.

La figura estaba de espaldas, y aunque estaba completamente tapada por una capa y capucha del blanco más puro imaginable, su constitución guerrera era más que evidente. De su tranquilo ser manaba un frio capaz de congelar las Tierras de Fuego, como su el concepto mismo de calor no pudiera coexistir con su gélida majestad.

Apretando los Dientes, y con Silencio anegada de magia nigromántica, Aiden dio un paso hacia el Espectro del Invierno, y aunque estaba preparado para acabar con el cuerpo y el alma tan destrozados como el troll del poblado, lo que pasó después le impidió dar un segundo paso, como si sus botas se hubieran congelado.

El Rey hablo. El eco metálico de su voz resonó por el valle, tan poderoso como siempre pero algo más suave, casi como si fuera más joven.

—Siempre supe que, tarde o temprano, alguien intentaría deshacer mi obra —dijo con calma mortal, casi más como un monólogo que como un recibimiento al intruso que había mancillado la pureza de su reino—. Por eso vago, eterno e incansable, sobre la faz de este mundo blanco. Lo que no me esperaba es que ese alguien fueras tú. Tampoco importa.

— ¿Por qué? —Exigió saber Aiden, poniéndose en guardia—. ¿Por qué lo hiciste?

Silencio.

— ¡¿Por qué?!

— ¿Por qué? Porque descubrí el problema de fondo de este mundo, la constante última que se escondía tras cada uno de los desastres que amenazaban la vida de este mundo. Daba igual cuantos enemigos derrotes, siempre aparece uno nuevo. Un nuevo Arthas. Una nueva Azshara. Un nuevo Mantovil.

»Descubrí que la mayor amenaza para la vida es la propia vida. Mientras la vida no fuera controlada, este mundo estaría en manos de incompetentes que no dudarían en sacrificarlo por dinero, influencia y poder. La única esperanza para el alma inocente de este mundo es protegerla de los parásitos que la estaban consumiendo. ¿Por qué lo hice, me preguntas? —su voz se volvió terrible y oscura, y Aiden se sintió como un barco zozobrando en un mar tormentoso—. Porque amo este mundo. Porque haré lo que sea, y mataré a quien sea, para protegerlo.

El Espectro del Invierno extendió una mano, revelando una armadura más blanca que la nieve a su alrededor. Una estalagmita de hielo emergió de las profundidades de la tierra, creciendo como una raíz en busca de agua hasta su mano enguantada. Un sonido familiar recorrió el aire cuando una gran plancha de hielo manó del mango de hielo, reventándose para revelar el filo de una mortal guadaña.

Aiden retrocedió un paso. En su cara solo había lugar para la sorpresa y el horror.

—No…

El Espectro del Invierno giró su cabeza lentamente hacia Aiden, dejando que su melena blanca se deslizara sobre sus ropajes de vagabundo. El Yelmo de Dominación, ahora reforjado como una máscara de metal, lanzó un centelleo desde la pálida gema de su frente. Sus ojos estaban llenos de gélida determinación, emitiendo un intenso humo azulado que se retorcía como una víbora.

—Y si eso me incluye a mí mismo, lo haré sin dudar.

Aiden Hojagélida, Espectro del Invierno, Ruina de Azeroth, se enfrentó al aterrado caballero de la Muerte que había osado desafiarlo.

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El sonido de la batalla rompía la quietud de aquel bosque carmesí. Los gritos de bestias de otro mundo se mezclaban con los ruidos de fogonazos, espadazos y flechas en medio de la oscuridad. Una de aquellas tormentas que alejaban toda la luz del cielo había pillado al grupo a pocos metros de su destino, haciendo que no llegaran a verse ni sus propias manos. Era una suerte que aquellos cascos estuvieran dotados de una visión nocturna extraordinaria. No sólo podían ver las figuras recortadas de sus enemigos, si no que además éstas tenían un tono rojo.

El programa interno de los trajes había activado de manera automática ésta visión, como todas las otras veces que se había desatado aquella tormenta de oscuridad, pero nunca antes se habían encontrado con enemigos en aquellas circunstancias, y tampoco habían visto tantos juntos. Seguramente sabían que estaban cerca de su objetivo, no del alijo si no del verdadero objetivo, ese del cual el grupo apenas sabía algo. El Desquiciado les había dicho que las coordenadas estarían en el traje, y que sabrían de inmediato qué es. Debían recoger una muestra de éste en un vial y dárselo a Zelgrim para salvarlo de su funesto destino. El extraño elfo también mencionó que era posible que la “cura” tuviera efectos sobre ellos mismos al estar cerca.

– ¿Efectos negativos?- había preguntado Vangelys arqueando una ceja.

– Eso depende- contestó el ren’dorei- ¿Es sólo negativo lo que el Vacío ha dado a nuestro pueblo? No os dañará, eso seguro.

Y viendo el esfuerzo que les estaba costando llegar hasta él, el mago comenzada a dudarlo. Apenas conocía al grupo ¿Por qué se había apuntado? Quizá aquello de explorar un mundo nuevo, una tecnología y una “magia” desconocidas había podido con él. Si era eso, nada de lo que había insinuado el cazador horas antes, cuando esperaban a reunirse con la maga y el paladín.

– ¿Investigación dices? Yo creo que estás aquí por algo… o más bien alguien más…

Podía ver esa sonrisa insinuante incluso a través del casco.

– Por última vez, NO me interesas.

Hæyhæ soltó una carcajada.

– No te hagas el loco, amigo, lo digo por Ember. Esa con la que pasaste tanto tiempo durante el ataque de la Legión.

– ¿Qué? ¡Para nada! ¡Sólo es una humana y además de la Alianza! Y además no aguanto su optimismo…

– ¡Blablablá!- le cortó el cazador divertido- Mientes fatal, te ha subido una octava la voz y además casi te trabas con tus palabras.

– ¡Bah! ¿Qué sabrás tú?- le espetó el mago enfurruñado, dándose media vuelta y alejándose. Aunque no le sirvió para evitar la réplica de su compañero.

– ¡Pillado!


https://cdnb.artstation.com/p/assets/images/images/007/677/773/large/steven-klipowicz-destiny-2-s-sklipowicz-nessus-trees-04.jpg?1507790465

De modo que ahí estaban los cuatro ahora, coordinándose, atacando y esquivando como podían a aquellas criaturas, que portaban armas como los fusiles enanos pero con una tecnología siempre infinitamente superior. Sólo los rápidos reflejos y sus escudos mágicos les salvaron de más de un balazo. A pesar de ello les habían alcanzado más de una vez, pero el traje de momento aguantaba.

La defensa no estaba mal, en cuanto al ataque se notaba que estaban algo por debajo. Los enemigos caían con lentitud. La magia respondía errática a los dos magos, la Luz de manera muy distinta al paladín, y en cuanto al cazador, contaba con flechas imbuidas con magia que le había preparado Vangelys… y una puntería letal. A pesar de estar sin su leal compañero al cual echaba muchísimo de menos, sus flechas no fallaban ni una, y encontraban cualquier punto débil en la armadura de las bestias. Igualmente eran resistentes a unas simples flechas, si en el destino final había más de ellos, no podrían hacerles frente sin un equipo adecuado.

Hæyhæ rodó hacía un lado para evitar un ataque. El irregular terreno de aquel bosque se había tornado azul en el visor del casco, haciendo que los enemigos –y sus ataques- destacaran enormemente. Una enorme bola de fuego, ésta de un color blanco, consumió a aquel que le había atacado justo cuando la flecha del cazador acertaba en un punto vulnerable del cuello. Uno menos.

Un cauce de llamas de las manos de Ember acabó con otro, aprovechando que Eliannor lo había aturdido. A pesar de contar con una tecnología tan avanzada, los enemigos no planificaban sus ataques y eso les hacía vulnerables y relativamente fáciles de vencer. Tardaron bastante, y terminaron agotados, pero al fin el último de ellos cayó.

– Parece que se desesperan- observó Ember- realmente no quieren que lleguemos hasta el objetivo.

– Mejor, esta falta de coordinación nos beneficia- respondió el cazador.

El grupo continuó su viaje entre ramas y helechos de extrañas formas. Con la visión nocturna todo tenía un toque azulado, se habían alejado del río tóxico y la vegetación había cambiado, pero sabían que fueran a donde fueran toda planta destacaba por un peculiar tono rojizo. La única diferencia que notaron fue que la flora estaba cada vez más separada y era más pequeña, dejando a la vista senderos y rocas de un aspecto aparentemente normal.

https://i.imgur.com/SDatg5g.jpeg

El mapa del traje indicaba que estaban cerca del alijo, no tardaron en hallar una cueva oculta a ojos indiscretos y cerrada por una puerta metálica, con un panel de números a su lado. Por un momento pensaron que el ren’dorei había pasado por alto decirles el código, pero éste les llegó automáticamente a su pantalla de visualiación. Hæyhæ lo introdujo y la puerta se abrió con un suave sonido, dejando a la vista una cámara iluminada con tenues luces de neón. Lo que vieron dentro no dejó a ninguno indiferente.

Armas de todo tipo, la mayoría no eran capaces ni de identificar cual adornaban las paredes y los estantes de la pequeña sala. Todas ellas con ese particular estilo de alta tecnología, y muchas con un aspecto siniestro que parecían emanar una energía y una magia propias. Y cuatro de todas ellas parecían llamar a sus respectivos dueños con ese halo…

El cazador vio una hecha a su medida casi desde el primer instante:

https://media.criticalhit.net/2018/10/Whisper-of-the-Worm-1.jpg

El mago atendió a la llamada de un arma de aspecto oscuro:

https://heavyeditorial.files.wordpress.com/2019/05/best-exotics-outbreak-perfect-mission.jpg?quality=65&strip=all

La maga escogió un elegante fusil

https://img.gameme.eu/PS4/298529901.jpg

Y por último, el paladín fue a por una letal arma de varios cañones:

https://specials-images.forbesimg.com/imageserve/5d7acaa00762110008c20fd6/960x0.jpg?fit=scale

Y así, con el grupo correctamente armado y preparado para la última batalla, partieron hacia su objetivo final.


(No hagáis caso al ataque que pone en las armas, sólo es importante el diseño =P)

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:snowflake:Thantos, Aiden, Maestro … como gusten espectadores. :snowflake:


Tras su fría máscara de hierro maldito, el Espectro del Invierno miró a su versión pasada con expresión neutra y carente de toda emoción, tan estéril como el mundo que había forjado a su imagen y semejanza. La tormenta a su alrededor se recrudeció con solo un pensamiento, lanzando violentas oleadas de viento invernal que desplomaron todavía más las ya crudas temperaturas. Las rocas desnudas e inertes a sus flancos lanzaron dolorosos chasquidos mientras reventaban bajo el peso de aquel frio abisal, y sus gritos agónicos resonaron por todo el valle, atrayendo las nubes de tormenta sobre ellos como una bandada de buitres que acechaban a un animal moribundo.

El Aiden del presente no sabía cómo reaccionar. Sus temblorosas manos apenas podían sostener el peso de Silencio, convirtiendo su sólida guardia en un desastre marcial. Sus piernas retrocedían poco a poco, casi por voluntad propia, mientras su labio inferior temblaba lanzando irregulares nubes de vaho mientras intentaba encontrar alguna palabra que pudiera expresar toda su incredulidad y su horror. El poder que sentía manar de aquella visión oscura y retorcida de sí mismo era abominable, tan intenso que dolía sentirlo, pero más allá de eso, su verdadera tortura era ver lo que el destino podía guardar para él.

— ¿En qué momento ocurrió? —Consiguió articular con voz quebrada—. ¿En qué momento dejaste de proteger el mundo para convertirte en un monstruo?

El Espectro del Invierno era implacable.

—Jamás abandonamos ese camino. Lo que ves a tu alrededor no es más que la culminación de nuestro deber para con Azeroth. Para que ella pudiera vivir, el mundo debía dormir. La vida es un peligro que nunca debimos tolerar.

Las piernas de Aiden se pararon en seco, clavándose con fuerza en el hielo azul del glaciar. Su gesto pasó del miedo y la congoja a la ira sin filtro.

— ¿Tolerar? —repitió con incredulidad entre sus dientes apretados—. ¿Acaso debo recordarte el juramento que tomamos cuando Arthas cayó? Desde aquel momento juramos proteger el mundo y a todo aquel que lo llamara hogar. ¡¿Cuándo olvidaste eso?!

—Lo dices como si no hubiéramos luchado contra la Horda cientos de veces —le recordó el Espectro con una voz tan calmada como inflexible—. Ellos también llamaban hogar a este mundo, pero como cualquier otro de sus habitantes era incapaz de ver más allá de sus propias narices. Siempre luchando contra el prójimo, siempre saqueando y destruyendo el mundo que decían amar, contentos con unirse bajo una causa común durante el tiempo justo como para eliminar a un competidor más fuerte que ellos solo para apuñalarse por la espalda en la menor ocasión —movió la mirada a su mano libre y la convirtió lentamente en un puño de acero blanco—. Se limitaron a ser reactivos en un mundo que necesitaba un pueblo proactivo y dispuesto a todo para protegerlo. Hacían más daño de lo que arreglaban, así que tuvimos que apartarlos antes de que su daño fuera irreparable.

— ¿Y por ello tenías que sepultar el mundo en una tumba de hielo?

—Este —dijo alzando su guadaña, señalando todo a su alrededor— es el mejor desenlace para Azeroth. Ya nadie podrá hacerla daño.

—Estás loco, maldita sea. Hay métodos mejores que este.

El Espectro del Invierno frunció el ceño, y los cielos se doblegaron a la ira de su maestro. Un gran trueno rugió sobre el techo del mundo y los rayos amenazaban con partir el firmamento al medio, tiñendo las montañas de un intenso azul durante un breve instante.

—Hablas como los demás. Aún hiedes a esperanza —dijo, con voz terrible como el trueno—. Recuerdo cuando aún era tan necio como para creerme esa mentira, antes de verme obligado a todo esto. No hay sitio en mi mundo perfecto para ti, pero por quien eres, mereces saber toda la historia.

El Aiden del futuro se puso en guardia, como un albo reflejo del defensor de Azeroth que había decidido revelarse contra el destino.

—Sea cual sea, jamás lograrás convencerme. Antes muerto que traicionar Azeroth.

—Sea.

El Espectro del Invierno cargó a toda velocidad, volando a ras de suelo más rápido que lo que el ojo humano podía ver. La Silencio del futuro golpeó con furia a la presente, que apenas pudo aguantar el embate. Las botas de Aiden se deslizaron por el hielo varios metros, dejando marcas mientras hacía lo que podía para intentar mantener las extremidades unidas al cuerpo. El poder del Aiden futuro era cosa de otro mundo.

—Todo empezó con la muerte de N’zoth. La caída de aquella despreciable escoria del Vacío fue motivo de celebración durante semanas, pero la euforia de la victoria cegó a todo el mundo. A todos menos a mí.

Aiden retrocedió un paso y lanzó un potente Asolar con la guadaña, pero toda su furia profana quedó en nada contra un simple golpe del dorso de la mano enguantada del Espectro, que rechazó el ataque sin apenas esfuerzo.

Redobló el ataque y lanzó una miríada de veloces ataques, pero ninguno llegó a tocar la carne de su objetivo. El Espectro, lejos de intentar contraatacar, siguió enfrascado en su historia.

—Sylvanas seguía ahí fuera, en alguna parte, sin duda planeando la perdición de Azeroth con tal de conseguir sus retorcidas metas. Le dije a Magni que debíamos centrarnos en ella, pero el muy necio dijo que ahora era momento de descansar y celebrar. “Una batalla para otro día”, dijo. Igual que Wrathion, que la Alianza y que la Horda. Luego llegó el hambre.

El Espectro del Invierno lanzó un pulso congelado a Aiden, lanzándole por los aires como un pelele de päja. El frio adormeció sus extremidades, tan afilado y mordiente como el filo de Silencio, pero el caballero no se rindió.

—Y luego la Horda se reveló, y su Consejo fue asesinado —dijo mientras se volvía a poner en pie.

—El caos y la guerra estaban asegurados. Solo era cuestión de tiempo que Sylvanas reapareciera en Orgrimmar para aprovecharse de la situación. Que recuperara su trono o los matara a todos daba igual: si no se la detenía en el acto, conseguiría lo que fuera que quisiera.

Aiden lanzó un rugido y cargó contra su futuro. Las dos Silencios cruzaron su trayectoria parabólica y chocaron con enorme estruendo, quebrando el hielo del glaciar. Un segundo golpe extendió las grietas por la pared de las montañas, y el tercero causó un alud en las cimas más distantes.

La hoja del Espectro lanzó un tajo descendente como si fuera el hacha de un verdugo. Aiden la bloqueó interponiendo el mango de su propia guadaña, pero el impacto fue tal que le hundió hasta las rodillas en el hielo. Mientras él gruñía para repeler la inmensa fuerza que lo aplastaba, el rey blanco volvió a hablar como si someter a su pasado no le costara ni un ápice de su fuerza.

—Al final acudí a la única persona con la voluntad para ayudarme. Bolvar siempre hablaba de preservar el equilibrio de la vida y la muerte, y había mostrado su animadversión contra el Alma en Pena antes, así que pensé que me ofrecería la ayuda que necesitaba —un destello de ira gélida recorrió sus ojos pálido, hundiendo aún más en el hielo a su oponente—. Que equivocado estaba. Al Rey Exánime le gustaba llenarse la boca de palabrería sobre el equilibrio, pero el también decidió anteponer sus metas al bienestar de Azeroth. No solo no me ayudo, sino que quiso enviarme a una de sus patéticas misiones al otro lado del mundo.

Aiden ladeó su guadaña, haciendo que el brutal filo de la Silencio futura impactase con la fuerza de un cometa en el hielo. Aprovechando la inercia, lanzó un poderoso tajo al cuello del Espectro.

Este apenas se inmutó. La poca carne blanca y carente de sangre que su hoja había segado de su cuello se cerró en menos de un instante, como si nada hubiera pasado. Lanzando un murmullo de decepción sin tan siquiera abrir la boca, agarró a Aiden por el cuello y le golpeó en el abdomen con la base del mango de su guadaña. El caballero de la muerte salió disparado hasta toparse contra las paredes del acantilado, dejando un pequeño cráter en la piedra gris antes de desplomarse sobre la nieve.

Se apoyó en Silencio para incorporarse, pero sus músculos lo traicionaron y le obligaron a postrarse ante el rey y señor del invierno. Por puro instinto respiró hondo, intentando espantar al terrible dolor que le perforaba el abdomen.

Solo consiguió vomitar sangre.

—Al igual que tú no se esperó que lo atacara. Para cuando quiso darse cuenta, Silencio ya había separado su cabeza de su cuerpo abrasado. Desde el Trono pude sentir como la Plaga se revolvía sin maestro, y fue en ese momento donde comprendí mi fallo. Y el suyo —apoyó de nuevo a Silencio sobre el suelo como si fuera un bastón, cubriéndose con su gran capa blanca—. Así que tomé el casco y me coroné como nuevo Carcelero de los Malditos, solo que no tenía intención alguna de serlo. Cuando el Trono de Hielo me envolvió, convoqué a toda la Plaga y la di una simple orden…

Alzó una mano y la cargó de magia de escarcha pulsante, la misma con la que Aiden invocaba su arsenal helado. Pero las armas que se formaron sobre su cabeza no eran burdas espadas de hielo basto, sino perfectas réplicas de las mayores armas de muerte que habían pasado por Azeroth: Apocalipsis, la Fauce de los Malditos y la Agonía de Escarcha, todas ellas de puro hielo que flotaba amenazante sobre su maestro.

— ¡Morid!

Las tres armas de leyenda se abalanzaron contra Aiden, que apenas tuvo tiempo para hacer un quiebro para evitarlas. Contratacó con el mismo ataque, pero sus espadas se redujeron a polvo mucho antes de alcanzar su objetivo.

—Por eso la Plaga nunca apareció. ¡La destruiste!

—No solo eso. Silencio drenó cada gota de su poder y me abrió las puertas de las Tierras Sombrías. Mi alma vagó durante días por el reino de los muertos, aprendiendo sus secretos y robando su poder. Cuando regresé, no solo me había convertido en el Rey Exánime. Era algo más. Pero mi objetivo perduraba. Debía detener a Sylvanas antes de que reapareciera.

Aiden consiguió ponerse en pie del todo y reinició su carga. Esta vez el Espectro lo imitó y se lanzó corriendo hacia él. Las guadañas volvieron a cantar su réquiem silencioso mientras la ventisca se recrudecía.

—Le pedí ayuda a los vigías titánicos, esperando que recordaran su deber para con Azeroth. Pero en cuanto me vieron portar la misma corona que Arthas llevó en su día me tomaron por un enemigo y se mostraron hostiles contra mí. No me quedó otra opción que matarlos uno a uno.

Aiden esquivó un golpe y contratacó con tanta furia como poco efecto.

—Dejaste que el Yelmo te cegara. Mataste a los mayores protectores del mundo que buscabas salvar.

Un rictus de ira se formó tras la Máscara de Dominación.

— ¿Protectores? ¿Dónde estuvieron ellos cuando Alamuerte devastó el mundo? ¿Cuándo Garrosh tomó el poder de un Dios Antiguo? ¿Dónde estaban ellos mientras nos dejábamos la piel en la Costa Abrupta?

Tres muros de hielo y uno de magia rúnica se interpusieron entre el puño del Espectro y Aiden, pero no pudieron impedir que el caballero volviera a morder el polvo.

—Pero eso no fue lo peor —dijo. Su frio temple se había quebrado, y ahora dejaba entrever un horno de melancolía y resentimiento—. La muerte de los vigías no pasó desapercibida, y antes de poder salir de Ulduar, Magni envió al resto de los Defensores contra mí. Me acusaron de traidor y me tacharon como un peligro para Azeroth. ¡Fueron a por mí mientras dejaban libre a Sylvanas! Todos me tomaron por loco, incluso… —su voz se apagó por completo, tanto que casi parecía que se había renunciado a su poder—. Incluso Valerie. Ella encabezó el ataque contra mí.

—No… —la mente de Aiden viajó hasta la paladina junto a la que había entrenado bajo los estandartes de Villanorte. No pudo evitar preguntarse si estaría bien.

—Esa batalla fue más dura de lo que puedas imaginar. Consiguieron acorralarme utilizando el Corazón de Azeroth, pero cuando renuncié a lo poco que quedaba de humanidad en mí la balanza se decantó a mi favor. Cerré mi corazón a ellos, al mundo entero, hasta que se volvió gélido como el de Rasganorte, y al final…

Aiden apretó tanto el filo de su guadaña que sus nudillos se volvieron blancos. El Espectro, en cambio, agachó avergonzado la cabeza.

—Al final los maté a ellos también. Ella fue la última, y murió en mis brazos sin encontrar consuelo en ellos.

De pronto, se hizo el silencio. La tormenta sobre sus cabezas se disipó como la lluvia sobre la lava, mostrando un cielo encapotado y plomizo completamente en calma. Pero la tormenta no se había marchado, sino que había entrado en el corazón de Aiden.

— ¡Hijo de p erra! —rugió mientras daba rienda suelta a todo su poder. Entró en Paso Espectral a la velocidad del rayo y se abalanzó contra el desprevenido Espectro. El golpe fue tan brutal que agitó las cimas nevadas y consiguió desarmar al sorprendido guerrero blanco.

Silencio giró y, con un grito desgarrador, se hundió en el pecho de su gélida majestad.

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  • Esto me da asco, ojala podamos acabar con todos ellos.
  • Shh nos estamos acercando, ahora eres uno de ellos, actua como tal.

Al fin llegaron a la colina desde la cual era observable el campo de batalla, 4 imponentes guardias cubrían la terraza y protegían la tienda de campaña carmesí desde la cual se dirigía el ataque, uno de estos guardias bloqueó el único acceso para preguntar la clave

  • Clave.
  • “Las mil miradas de la demencia nos brinda la iluminación”
  • Que sea rapido El guardia se apartó para dejar el camino libre a la tienda
    El “ignoto” abrió la cortina que hacía de puerta para dejar ver a un ignoto de gran tamaño aunque algo menor que los guardias, que observaba el mapa posado sobre una ostentosa mesa hermosamente labrada nada propia de un campo de batalla con varias figuras de madera representando las tropas del frente y en medio un monolito morado representando Orsis
  • ¿Que noticias tienes del campo de batalla, mensajero?.
    El “ignoto” se aproximó a la mesa para indicar la situación
  • Los mortales han lanzado un contraataque en el flanco cercano al río, haciéndonos retroceder, sin embargo señor, estamos avanzando en el flanco de las montañas.
  • Patetico, han lanzado a sus ultimas fuerzas a un matadero, les concederemos su deseo, puede retirarse.
  • ¿Puedo tener el privilegio de una pregunta señor?, he tenido un incidente con 2 pateticos mortales que me asaltaron, ya estan siendo pasto de las arenas.
  • Cuida tus palabras, adelante.
  • ¿Donde estan los demás, por que estas tu solo?.
  • No es de su incumbencia, marche a su puesto y siga informando.
  • Claro señor, así será.
    Sin previo aviso apuñaló a G’shagg, comandante de las fuerzas de asalto de Orsis, y continuó haciendolo repetidamente sin darle ni la más mínima oportunidad de defenderse hasta que se desplomó sobre la mesa, partiendola en 2 con un sonoro estruendo
  • Estais acabados, mi segundo al mando os aplastará, mi muerte no hará más que enfuerecer al sagrado ejercito, yo no era más que…un peón en los planes de N’Zoth, yo…no dirigía los planes… ghhhahhh.
  • El “ignoto” degolló a G’shagg, acabando con su vida.
  • Maldición, tenemos que liquidar a los demás, preparate para huir, por que se va a poner la cosa realmente fea, ¿que te dijo?.
  • Que el no dirigia nada, que van a enfurecer.
  • Que necio he sido, el solo debe ser una figura…quienes dirigen todo son los 2 que no están aquí.
    La tienda de golpe quedó destrozada cuando los guardias la asaltaron, a lo que el “ignoto” cortó de un corte limpio la tela y empezó a huir
  • Huyamos, no podemos contra ellos.
  • ¿Como que no?, si hemos matado a G’shagg facilmente.
  • El no era más que un icono, los guardias…mira abajo, estan avanzando hacia nosotros, salgamos de esta cosa, ya no la necesitamos.
    Inmediatamente rasgó las costuras y tanto el kultirano como el enano salieron del disfraz y huyeron hacia el lado inverso al acceso
  • Ocultate en las sombras, Un martillo de luz cayó sobre uno de los guardias yo me las arreglare solo.
  • Ni se te ocurra, solo necesitamos ganar tiempo hasta que Kira venga.
  • El kultirano se lanzó a las rodillas del guardia aturdido, pero el efecto se desvaneció antes de poder llegar, y en respuesta el guardia arrojó de un golpe de tentáculo casi imperceptible al picaro
  • ¿Pero que?, no he podido verlo.
  • Espera que voy a curarte…no puedo moverme.
    Un halo oscuro cubrio a los 2 invasores haciendo que quedasen inmovilizados, este estaba siendo empleado por otro ignoto de considerable tamaño, y de una piel más negra que la propia noche
  • Aqui se acaba vuestro juego, enhorabuena, habeis matado al inutil de G’shagg, me habeis hecho un favor al motivar a las tropas y dejarme todo el poder de liderazgo, y os lo agradeceré de la mejor forma que sé, no voy a mataros, si no que vais a ser parte de mi ejercito, enhorabuena mis Adalides, y me presento, yo soy Y’Gorsh, nuevo Comandante del ejercito de invasión de Uldum.
    -El enano intentó invocar a la Luz para que rompiese ese maleficio, pero fue en vano pues su visión oscureció antes de poder lograrlo

  • ¡Que me dejes esa horquilla!.
  • Tu pelo no tiene solución, gordo.
    El enano recuperó la conciencia y lo primero que vio fue al kultirano y a un conocido elfo de sangre discutir por una horquilla tras unas rejas
  • ¿Donde estoy?.
  • ¿Has despertado? menos mal, el kultirano tras las rejas aliviado le explicó la situación bien estamos encerrados en celdas individuales, como animales si, y estamos a la espera de ser convertidos en ignotos, y aqui el elfo no quiere prestarme una horquilla para abrir el cerrojo.
  • ¿!Johny Fenomeno?!?! esto debe ser una visión, o peor, una pesadilla.
  • Rhud eh, yo tampoco me alegro de verte sabes, pero quiero acabar con los que han matado a mis fieles seguidores, aunque tenga más, pero me han arruinado las vacaciones en mi resort de Feralas.
  • Es Rhod, y ya estas dandole una horquilla para que abra el cerrojo y salgamos, ¿O acaso quieres convertirte en un feo y asqueroso pulpo?, creeme que es un picaro, sabra abrir esas cerraduras.
  • ¿Ese gordo un picaro?, pero si es como un cachalote.
  • Que le pases la maldita horquilla de una vez.
  • Que ingratos, meh toma total tengo más. El elfo le pasó por entre las rejas la horquilla de pelo que usaba con desprecio de nada eh.
  • Es que lo mato, por cierto Rhod ¿de que lo conoces?.
  • Un trabajillo en correos, y no ha cambiado nada por lo que veo…
  • Sabes que trabajar para mi fue tu mayor privilegio y que te encantó Giñó un ojo
  • Abre ya la celda, quiero dejar de verle ya.
    El pícaro abrió la horquilla y empezó a trastear en el cerrojo Es complejo, me va a llevar un rato largo, vigilen los flancos y avisen si viene algun guardia.

Continuará

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Aquella misma noche…

— ¿ Así que piensas ir a las ruinas de Ahn’Qiraj forastero ? — dijo Jake, el herrero del Oasis de Vir’sar mientras examinaba con expresión de asombro aquella armadura.
— No sé de que me hablas, solo te pago para que repares mi armadura.
— Para ser un Elfo no te enseñaron muchos modales — comentó Jake mientras lanzó a la fundición los restos de la armadura que comenzaron a derretirse.
— ¡¿ Qué estás haciendo … te has vuelto loco ?! — le gritó, aquella armadura se había convertido en una segunda piel para Nhail, conocía y quería cada raspado y abolladura
— No, si piensas ir a esas ruinas y entrar de lleno en Ny’alotha el que está loco eres tú. — dijo Jake, sus ojos ardían como el fuego de la fundición — Pero tranquilo, solo he lanzado la cota, tu armadura sigue intacta, no quiero tocar ni acercarme a esa cosa, parece que tiene vida propia. — Nhail suspiró aliviado — acompañame, quiero enseñarte algo por orden de Haldurondijo mientras le hacia una señal para que le siguiera hacia una trampilla oculta en el suelo.

Bajaron a aquel almacén oculto, el hierro y el metal de las armas expuestas cubría la estancia y en el centro de la misma, sobre un pedestal de madera, una cota de malla solitaria brillaba como una estrella en una noche sin luna. Parecía estar esculpida de una única pieza más que forjada, con el emblema de Lunargenta grabado en el torso.

— ¿ De que material está hecha tu armadura joven elfo ?, no se parece a nada que haya visto antes. — preguntó hipnotizado sin poder dejar de mirarla. — si no la fabricaste tú … ¿ donde la encontraste ?

— Sería más correcto decir que ella me encontró a mi, bueno, en realidad a Breind de la tribu Tótem de Runa, mi maestro, en ‘‘La Guerra del mar de Dunas’’, te lo contaré …

'Breind se había iniciado en su primera gran batalla en las misteriosas arenas de Silithus, cualquier ayuda para contener a los Qiraji y a C’thun eran más que bienvenidas.
Al mando, estuvo Frandal que perdió a su hijo Valstann Corzocelada, siendo este partido en dos por la cintura frente a ojos de su padre y todo el ejército Kaldorei entre las garras ensangrentadas del General Rajaxx.

Tras cruzar los bosques de Feralas desde Mulgore, los Tauren druidas se dirigieron al interior del desierto durante varios días. Al poco, una tormenta de arena gigantesca se abatió sobre ellos mientras rezaban por sus vidas.
Cuando escampó, el paisaje había cambiado, delante de sus narices donde antes había un mar de dunas ahora se encontraba un mar de cadáveres, miles de insectoides y cientos de Kaldorei abatidos en aquella batalla.
Tras meses peleando, cuando ya no quedaba nada ni nadie en aquellos desiertos, solo incontables hordas de criaturas muertas sedientas de vidas, se adentraron en las ruinas de Ahn’Qiraj, cada sala que dejaban atrás su número se reducía cada vez mas y mas, hasta que al final en una de las últimas entradas entre los cadáveres, solo quedaron con vida su hermano, varios compañeros de la Tribu Tótem de Runa y el.

Cuando atravesaron la entrada pudo ver que en el centro de aquel lugar se desarrollaba una escena horrible, una enorme criatura momificada atravesaba con su brazo huesudo el cráneo de un guerrero arrodillado, que a su vez en un último gesto, había ensartado a la criatura con su lanza.
— ¿ Te equivocaste de tumba ?, ¡¡ aquí no hay nada !! — gritó desesperado su hermano
— No, está justo aquí — respondió mientras se dirigía lentamente hacia el centro de la sala
— Pues coge lo que sea que hayamos venido a buscar y regresemos. — contestó su hermano mientras le seguía hacia el centro de la sala posicionándose más alejado para cubrir la entrada por si alguna criatura aparecía.

Mi maestro al abrir el arcón que contenía esta armadura, comenzó a retorcerse sobre sí mismo hasta liberar una explosión de energía oscura, uno de ellos salió volando hasta chocar contra una de las columnas.
Corrió hacia él para intentar reanimarlo pero era demasiado tarde, de aquel arcón se escuchaba una voz horrible.

— Soy C’thun y este es mi reino, mi forma física fue vencida pero mi alma sigue intacta, me habéis servido bien en vida y ahora lo haréis en la muerte. — dijo mientras un hechizo hizo el cadáver de Moam la esfinge volviera a levantarse.

La criatura dio un manotazo y lanzó a este contra una pared, pudo ver entonces como una nube de veneno salía de su boca directa hacia él, derritiendo todo lo que tocaba a su paso mientras Breind cerraba los ojos esperando su final.
Sin embargo, estaba intacto, aterrizó sobre el cuerpo de aquel guerrero muerto que le derrotó antaño y de alguna manera aquel cofre maldito protegió su cuerpo del hechizo … como si tuviera voluntad propia.

Moam furioso se abalanzó lanzando golpes que destrozaban todo a su paso, pero como si tuviese un ángel guardián protegiéndolo, la armadura evitaba que impactaran en el. Se apartó y corrió hacia el cuerpo de su hermano tratando de esquivar a los muertos reanimados por la esfinge.
Con sus últimas fuerzas tomó el cuerpo de su hermano y abrió un portal a Claro de Luna huyendo de aquel infierno.

Tiempo después mi maestro enterró aquel arcón en Tanaris y parte de mi entrenamiento días después de que Arthas arrasara con mi pueblo consistía en llegar a Tanaris desde Mulgore y dominar esta armadura.

*Murió junto a los suyos en la puerta de cólera y desde entonces vivo para vengarme, buscando el poder y el conocimiento para derrotar hasta el último resquicio de los dioses antiguos, pero nunca tuve la oportunidad de entrar en las ruinas y ahora … ‘’

— Nhail, llévate contigo esta cota de mallas y sigue buscando tú destino, venga a todos tus seres queridos — le dijo Jake interrumpiendo el amargo relato.


Continuará …

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Escrito por Thantos, maestro novelista.


Un sonoro chasquido resonó por las paredes del valle cuando Silencio reventó el esternón del Espectro del Invierno, seguido por el sonido viscoso que su siniestra hoja producía mientras se adentraba más y más en las profundidades de su pecho, buscando con ansia mortal el corazón negro alojado en su interior.

Si el Espectro del Invierno todavía era capaz de sentir dolor, este lo aguantó estoicamente, sin lanzar ni un solo sonido. Simplemente se quedó mirando el amasijo de metal sobre su pecho con expresión hueca e indiferente, como si le hubieran manchado la camisa en vez de haberlo empalado con una hojarruna encantada.

Cayó lentamente de rodillas, como si su propio movimiento estuviera ralentizado por el frio antinatural que manaba de su cuerpo. Solo cuando cayó del todo alzó su mirada nívea hacia su verdugo, que resoplaba como un toro embravecido.

La capucha negra que cubría el rostro de Aiden se había deslizado, dejando expuesta al mundo el rictus de ira salvaje y la melena plateada que lo enmarcaba. La niebla que manaba de sus ojos azules ondeaba como las banderas de Ventormenta cuando soplaba el viento desde el nevado Khaz’Modan.

— ¿Cómo pudiste? —el torrente de emociones le quebró la voz.

—Intenté razonar con ellos, pero no me escucharon. No me dejaron otra opción —en contraste con la de Aiden, la voz del Espectro había recuperado su fría calma—. Si debes culpar a alguien, que sea al corto de miras de Magni.
Un segundo crujido resonó cuando la guadaña partió una costilla y empezó a asomarse por la espalda del Aiden futuro. Con un movimiento lento y metódico, agarró la cruel hoja que le había atravesado.

—No eres más que un monstruo. Eres peor que Arthas —le recriminó el Aiden pasado. Su mandíbula estaba tan apretada que parecía que sus dientes iban a reventar por la presión.

El Espectro respondió con una mueca y una carcajada amarga.

—No disfruté con sus muertes y les di una sepultura digna. No me confundas con ese niñ.at0 que jugó a ser rey —Aiden intentó hundir todavía más a Silencio en su pecho, pero su mano blanca lo impidió—. Estaba destrozado por lo que había pasado, así que regresé a Corona de Hielo para planear mi siguiente movimiento —el rostro inexpresivo que había detrás de la máscara de hierro se quebró como la porcelana para exhibir una sonrisa tan siniestra que dejaba a la de la sombra en ridículo—. Quien iba a decirme que mi problema se iba a solucionar solo.

El rictus de Aiden se tiñó de sorpresa y confusión.

— ¿Sylvanas fue al Trono de Hielo?

—Sí. No sé qué es lo que quería, pero parecía sorprendida de ver a Bolvar muerto y la corona sobre mi rostro. Fue divertido ver la sorpresa en su rostro cuando se dio cuenta de que alguien se la había adelantado, pero eso no hizo que renunciara a su plan, fuera cual fuera, y se lanzó a luchar conmigo.

»Era poderosa, mucho más de lo que había demostrado hasta ahora. Estoy seguro de que podría haber jugado con el viejo Rey Exánime, pero yo no me había vuelto menos oscuro y terrible. Nuestro combate duró tres días con sus tres noches, recorriendo todo Rasganorte mientras dejábamos las ruinas de Corona de Hielo atrás. Por cada muerte que causábamos ella se hacía más fuerte, pero después de haber matado a los mayores héroes del mundo mi conexión con las Tierras Sombrías se hizo demasiado grande hasta para ella.

»Al final hizo lo que mejor se le daba: huir mientras dejaba a sus siervos atrás en un triste intento para contenerme. Seguí su barco a lomos de Kyranastraz hasta llegar a Canción Eterna, pero no venir sus arteras artes y la vermis pago el precio.

El viento volvió a soplar entre las frías montañas de Tuercespina. La niebla se hizo más densa y se llenó de pequeños cristales de hielo, cubriendo el glaciar y las paredes de piedra con una fina capa de hielo. El agarre de Aiden se hizo más flojo y, si no supiera que era imposible, pensó que había tiritado.

—Cuando la arrincone a las puertas de Lunargenta, tuvo la osadía de pedir una muerte rápida a un caballero de la Muerte —se puso en pie de nuevo, a pesar de los esfuerzos de Aiden, y rio con crueldad—. Me conozco bien, sé que hasta en este momento puedes apreciar la ironía. Pero ella no lo hizo, y en su último acto me atravesó el corazón con una flecha. Cometió el mismo error que tú.

Su agarre se hizo fuerte, y poco a poco se arrancó a Silencio del pecho. Su carne volvía a formarse en cuanto el frio tacto del metal la abandonaba, como si no hubiera llegado a tocarla.

—Yo no vivo. No muero. Estoy fuera del ciclo. La maquinaria de la muerte no tiene poder sobre mí, pues caminé por sus tristes senderos y exploré las oscuras cámaras de sus torres.

Cuando se libró de todo el metal que lo había atravesado, hizo llamar de nuevo a su propia guadaña, que lanzó un gemido tan frio que heló el alma del guerrero maldito frente a él.

—Cuando arranqué las viles tripas de la banshee de su patético cuerpo y dejé que Silencio se diera un festín con su alma mi destino quedó sellado. Salvé Azeroth convirtiéndome en la muerte, el destructor de mundos.

Un destello rápido. Un sonido metálico. Una fuerte ventisca. Las dos Silencios volvieron a chocar, pero esta vez no había competición. El destino se impuso al pasado y le acertó con un impío corte en el abdomen que manchó de sangre la nieve pura a sus pies. Aiden cayó a plomo en el suelo, y antes de que pudiera levantarse la bota del Espectro le aplastó la cabeza, hundiéndola en el duro hielo bajo él y amenazando con dejarlo inconsciente.

—Y entonces me di cuenta de que ese fue mi error. Todo Azeroth sabría en lo que me había convertido, y su odio por mí no haría más que crecer con el paso del tiempo.

Agarró por el cuello al caballero de la Muerte y le ensartó con una espada de hielo. Aiden rugió de dolor mientras la fría hoja se retorcía en sus entrañas.

—No tenía otra opción que esconderme. Retirarme de nuevo a las ruinas del Trono Helado. Pero entonces comprendí lo que pasaría. En cuanto se recuperasen, la Horda y la Alianza vendrían a por mí como tantas otras veces habrían hecho con un enemigo común.

Le dio un golpe con la parte plana de la guadaña que lo lanzó por los aires. Aiden apenas pudo ponerse en pie.

—Y ambos sabemos lo que pasa cuando esos dos se unen —avanzó con paso rápido y pesado hacia el caballero, haciendo temblar el mundo cada vez que sus blancas botas aplastaban el glaciar bajo ellas—. No era cuestión de sí me derrotaban, sino de cuándo. Y cuando cayera, todo el poder que había amasado estaría sin protección.

Le agarró por una pierna y le empotró contra el suelo antes de lanzarlo contra la pared del barranco, manteniéndolo en el aire con una continua Explosión Aullante. Los afilados cristales de hielo no tuvieron piedad con Aiden, y no tardaron más que unos segundos en llenarlo de cortes.

—Y si cualquiera de las facciones se hacía con Silencio o con la Máscara, todos mis sacrificios para salvar Azeroth, todos mis pecados, habrían sido para nada —rugió, perdiendo de nuevo la compostura para dejar entrever la ira y el arrepentimiento que aún ardían en su fría alma. Con un movimiento poco elegante, lanzó a Silencio como una poderosa radial de escarcha y muerte.

Aiden consiguió refugiarse con un Paso Espectral y esquivó la guadaña por muy poco. La terrible sierra de destrucción atravesó la pared del acantilado como si fuera papel. Tras unos momentos de tenso silencio, la cumbre de la montaña empezó a derrumbarse.

El caballero sacó fuerzas de donde no había y cargó contra el desarmado Espectro. Este respondió cubriendo sus brazos con guanteletes de hielo azul y se preparó para recibir el embate de su pasado.

La hoja de la Silencio pasada oscilaba a la velocidad del rayo, arrastrando consigo el viento helado del norte. Los guanteletes de hielo respondieron con poderosos embates que hacían vibrar el suelo a su alrededor.

—Fue en ese momento en el que descubrí la verdad. Si la vida seguía existiendo el mundo seguiría estando en peligro, pero ni siquiera entonces tuve el valor para simplemente exterminarla.

El Espectro del Invierno esquivó un brutal Golpe de Escarcha y contratacó con un zurdazo al mentón de Aiden, pero aunque lo hizo trastabillar no consiguió derribarlo.

—Así que decidiste congelarlo todo, como un acto de piedad —escupió Aiden, cargando de veneno cada palabra—. Y de verdad te crees un héroe por ello, cuando en realidad no eres más que un villano como cualquier otro de los que hablan del bien común.

El rictus de ira del Espectro se hizo evidente incluso tras su máscara. Con un gancho al estómago de su pasado, su guantelete estalló con la fuerza de un alud y lanzó a Aiden a decenas de metros en el aire.

Sin esperar ni un momento, pasó a su forma fantasmal y se lanzó volando hacia su oponente, que tuvo la misma idea que él. Los dos fantasmas intercambiaron feroces golpes mientras caían.

—No esperé a que las facciones se recuperaran. Desde las puertas de Lunargenta cabalgué hacia el sur a lomos de Tormento, y el invierno me seguía. Después de acabar con la víbora de Sylvanas, nadie me podía parar. Avancé sin oposición hasta Arathi, donde me encontré de nuevo con el egoísmo de todo cuanto está vivo.

La magia rúnica invadió el puño del Espectro del Invierno. Su golpe no solo lanzó a Aiden contra el suelo, sino que le devolvió al plano terrenal. El impacto hizo vibrar las montañas y lanzó fragmentos de hielo hacia el lejano bosque a sus pies. El Espectro cayó sobre él, con voz vociferante y la locura grabada en su rostro escondido.

—En Arathi, me encontré con Tyrande. Tyrande, quien decía querer la cabeza de Sylvanas más que nadie en todo Azeroth y aun así no se dignó a unirse al único ataque contra ella.

Lanzó una andanada de puñetazos a Aiden, destrozando su armadura por decenas de sitios.

—Aquella malnacida quería acabar conmigo, pero no porque representara un peligro para su mundo sino porque le había robado su venganza. Su egoísmo era tan inmenso que no la creí cuando me lo dijo a la cara, y la ofrecí sucumbir al invierno en lugar de bajo mi guadaña.

Agarró por el cuello de nuevo a Aiden y le propinó una patada en el costado. Este rodó varios metros llenándose la ropa de nieve y esquirlas de hielo, incapaz de defenderse.

— ¿Y sabes cuál fue su respuesta? Atravesar la cabeza de Mir con una flecha —las nubes sobre su cabeza se hicieron densas y plomizas, como si estuvieran anunciando el fin de los tiempos—. Dijo que la venganza pertenecía a los Kaldorei, que Elune la guiaba y la protegía de todo mal. Estaba muy segura de ello hasta que le arranqué su corazón nocturno del pecho con mis manos desnudas. Cuando cierro los ojos todavía puedo oír sus gritos y el llanto de Elune que se escondía tras ellos.

Aiden se levantó como pudo, chorreando sangre que se congelaba sobre su piel y su ropa en el acto. Estaba seguro de que tenía varios huesos rotos, pero su cuerpo estaba tan embotado que apenas podía sentírselo.

—De verdad… te crees… un salvador. ¡Y no eres más… que un monstruo!

—Tú eres yo. ¿Por qué entonces no eres capaz de verlo? —repuso el Espectro. En su voz la ira estaba dejando paso a una emoción todavía más profunda, una mezcla de tormento y ansiedad que le hacía parecer un niño herido—. Cada vez que pedía ayuda a alguien para salvar Azeroth acababa atacándome, anteponiendo su ambición al bienestar de la titánide —extendió los brazos, señalando al frio mundo que había forjado en hielo y sangre—. Yo jamás quise hacer esto, pero el egoísmo del mundo me empujó a hacerlo.

Aiden, ensangrentado y moribundo, extendió su mano hacia Silencio. La guadaña se deslizó con pereza sobre la nieve y acabó por saltar a su mano con poca elegancia. Se tambaleó, haciendo un gran esfuerzo por guardar el equilibrio. Lanzó un rugido que le desgarró la garganta y volvió a ponerse en guardia como buenamente pudo.

—Excusas.

El caballero cargó como pudo contra él. Sus golpes eran torpes y lentos, y no le costó nada al Espectro esquivarlos.

—Todo Azeroth se lanzó contra mí. La Alianza, la Horda, los Vuelos e incluso viejos compañeros de armas y amigos. Algunos se enfrentaron a mí y cayeron con valor. Otros aceptaron el destino y se entregaron al invierno.

Una explosión de magia helada lanzó a Aiden por los aires de nuevo.

—Ventormenta fue mi último escollo —continuó el Espectro—. La ciudad de blindó con lo que quedaba de los defensores de la vida en un intento desesperado por detenerme. Tyrande pensó que Elune la salvaría, y fracasó. Los forjados pensaron que la Luz los protegería, pero no impidió que me colase en el Vindicaar y los masacrara a todos. Genn pensó que acabar con Tormento y dejar sin montura al jinete me debilitaría lo suficiente como para poder ser vencido, y su cabeza acabó en una pica de hielo.

La Silencio del futuro regresó con un grito a su maestro, arrastrando polvo y cascotes de la montaña. Aiden se recompuso como pudo, intentando asimilar el hecho de que, a pesar de la abismal diferencia de poder que había entre ambos, el Espectro apenas estaba poniendo esfuerzo en aquella pelea.

—Cuando Ventormenta quedó sepultada bajo la nieve, no hubo nada más en este mundo que me detuviera. Congelé cada palmo de este mundo y devolví el Corazón de Azeroth a su legítima dueña. Magni me rogó que le dijera por qué lo había hecho, y solo le respondí con el silencio que se merecía.

Con paso lento y silencioso, el Espectro del Invierno se acercó a Aiden. Su rostro estaba ensombrecido y su capa blanca ondeaba con el frio viento de las montañas, transformando su figura en la auténtica representación del segador. Su Silencio centelleaba, cubierta de polvo y nieve, reflejando los escasos rayos del sol que se filtraban entre las nubes y la niebla.

—Y entonces el mundo fue todo tuyo, ¿verdad? —Aiden apenas podía ponerse en pie, pero todavía tenía fuerzas para desafiar al destino. Sus palabras estaban cargadas de desprecio y odio—. Conseguiste tu pequeño mundo de perfección que solo tú defiendes y disfrutas.

El Espectro se detuvo en seco a apenas un paso de él, mirándole desde arriba con arrogancia y condescendencia. Su rostro había vuelto a un gesto neutro, pero sus ojos centelleaban con decenas de emociones dispares.

—No me recuerdo tan corto de miras y entendederas, ni siquiera cuando la esperanza aún me cegaba. En ningún momento he dicho que este mundo fuera mío, Aiden Hojagélida. Solo soy su salvador.

— ¿Su salvador? Mira a tu alrededor. El mundo es una ruina sepultada por la nieve. No hay vida, ni gente a la que salvar. No queda nada que proteger porque tú lo has destruido todo —Aiden escupió a sus pies—. Por defender tus ideales has traído el fin a lo que querías proteger… —rio con amargura—. No has hecho más que lloriquear por el egoísmo de todos cuando no podías ver el tuyo propio. Me conozco bien, ¡y sé que hasta tú puedes disfrutar de esa ironía!

Silencio trazó una impredecible parábola hacia la cabeza del Espectro, buscando arrancarle la cabeza de un solo golpe. Pero el Rey ni siquiera tuvo que desviar la mirada para detener el filo con su mano desnuda.

—Me he cansado de estos juegos y de tu ignorancia.

Una capa de escarcha empezó a cubrir la superficie de la guadaña. Cuando hubo alcanzado el mango, el Espectro cerró su inclemente puño y la hoja de Silencio se quebró como el cristal. Los miles de pequeños pedazos de metal cayeron repiqueteando contra el suelo helado.

El castigo no se hizo esperar. El Espectro del Invierno liberó su furia en forma de una brutal tormenta de acero y escarcha que devastó el cuerpo del caballero de la Muerte. Al final, la única Silencio que quedaba le atravesó el pecho y le lanzó contra las paredes del acantilado.

El dolor recorría cada fibra de su cuerpo. Notaba como su mente se apagaba y como la nigromancia que mantenía anclada su alma empezaba a deshilacharse. La sangre negra y densa, coagulada tiempo atrás, empezó a filtrarse lentamente por los lados de la hoja que había perforado su pecho. Se llevó las manos a la herida por puro instinto, pero no tenían fuerza suficiente ni como para flexionar los dedos alrededor del mordiente metal que había segado su vida.

—No… —tosió sangre—. No cambia nada. Sigues… sigues… siendo un monstruo. Disfruta… de tu mundo… ah… muerto.

Un último trueno resonó por el cielo, pero la tormenta calló para dejar paso a una triste nevada. El Espectro agitó las manos en el aire en un gesto de confusión.

—Después de todo lo que he te revelado… de lo que he confesado… no has entendido nada. ¿Por qué sigues aferrándote a la esperanza? Salvamos el mundo.

—Lo… destru… destruiste.

— ¡Lo salvé! —vociferó—. ¿De verdad te crees que hice todo esto por voluntad propia? ¿Qué lo hice por imponer un ideal de perfección?

El Espectro empezó a caminar de un lado a otro con paso nervioso, sin dejar de clavar su mirada a su moribundo yo del pasado, imprimiendo su voluntad para darle unos instantes más de vida.

—Sylvanas cayó. La Horda y la Alianza han sido detenidas. Azshara y sus nagas están sepultados bajo kilómetros de hielo. La Legión Ardiente está desmantelada y los Dioses Antiguos están muertos. Los Señores Elementales no se atreven a poner un pie en Azeroth porque saben que si lo hacen iré a su reino y los mataré a todos. Ya no queda amenaza alguna en toda la creación que pueda amenazar a la titánide.

»Nadie que pueda abrir una puerta al Vacío, nadie que pueda volver a invocar demonios y causar otra invasión. Ninguna civilización estúpida que cause un cataclismo, ni nadie que intente utilizar la azerita para su propio beneficio. Azeroth está sana y salva gracias a mis esfuerzos, y ya no hay nada que pueda hacerla peligrar.

El Espectro se acercó a Aiden.

—Mira a tu alrededor. No queda nadie en este mundo, ni siquiera Mir y los demás, por decisión mía. Estoy condenado a vagar solo por un mundo convertido a un monumento a mis pecados, sin nadie con quien poder hablar salvo con mi propia mente, que no hace más que recordarme lo que he hecho una y otra vez. No puedo hacer otra cosa que vigilar el mundo y soportar este aislamiento hasta que Azeroth nazca, y para eso todavía queda un maldito siglo entero. ¡Cuán malvado es este villano, que en su egoísmo quiso conquistar el mundo por un ideal!

Una solitaria lágrima recorrió el rostro del Espectro, congelándose casi en el acto sobre su rostro. Los muertos no pueden llorar.

Aiden no tenía fuerzas para contestar, pero su rostro fue capaz de expresar el asombro que sentía ante las palabras del Espectro. Su rechazo hacia él había sido un muro de acero inquebrantable hasta hacía un momento, pero al muro le había salido una grieta de empatía. De admiración.

—No puedo vivir. No puedo morir. No hasta que ella nazca. Y cuando lo haga, retiraré las nieves y dejaré que ella cultive la mayor primavera que este mundo haya visto. Una utopía de paz y prosperidad para todo aquel que ahora duerme, un mundo en el que el ciclo del odio y los desastres y las guerras por fin hayan desaparecido, todo ello bajo el cuidado y la atenta mirada de Azeroth.

El Espectro del Invierno tomo una profunda bocanada de aire, colmando sus pulmones muertos con el frio de la montaña y serenándose.

—Y en cuanto a mí, me retiraré al Glaciar Perdido y acabaré de una vez con mi miserable existencia para que nadie se haga jamás con el terrible poder que conseguí en contra de mi voluntad. El mundo nunca me verá como un salvador, sino como un monstruo que un día desapareció sin más, pero ese destino es lo mínimo que merezco. Si hay justicia en este mundo, pagaré por mis actos en el mismo lugar que me otorgó el poder necesario para llevarlos a cabo. Ten por seguro que la próxima vez que entre en las Tierras Sombrías, no volveré a salir.

Silencio vibró en el pecho de Aiden antes de que se arrancara a si misma con violencia y regresara a manos de su maestro. Aiden Hojagélida, Espectro del Invierno, Salvador de Azeroth, le dirigió a su pasado las últimas palabras que jamás pronunciaría.

—La época dorada llegará, pero ninguno de los dos vivirá para verla.

El Espectro del Invierno se dio la vuelta y se perdió entre la nevada, reanudando su vigilia y su penitencia. Pero el lugar que había ocupado no se quedó vacío, pues la sombra había regresado para mirar sonriente al moribundo caballero de la Muerte postrada a sus pies.

—Este mundo es cruel. Su mayor héroe fue también el más trágico, pero no dejó que su terrible sino lo detuviera. ¿Es toda una inspiración, verdad? Ahora debes regresar a tu realidad.

Aiden empezó a cerrar los ojos. Pudo notar como todo se oscurecía y los últimos retazos de su poder profano abandonaban su cuerpo destrozado. Mientras el frio se transformaba en calor, y el blanco en ocre, la última frase de la sombra resonó en su cabeza como las campanas de Lordaeron.

—Y todo empezó con la caída del Consejo.

Aiden abrió los ojos de golpe. Su respiración era agitada y tenía la garganta seca. Mir le estaba picoteando la cabeza con angustiada insistencia, y hasta el pasota de Tormento se había acercado a su maestro para acariciarle la mano con su hocico.

Uldum. Había vuelto a Uldum. La pequeña casa frente a él todavía estaba humeando y el sol seguía en su misma posición. No debería de haber pasado más que unos minutos, pero él lo había sentido como horas. Rápidamente se comprobó el cuerpo, que resultó estar tan intacto como la impoluta Guadaña que todavía estaba sujetando.

La visión había sido tan real que se sentía mareado, y tan convincente que… ¿semejante futuro sería posible? Agitó la cabeza para alejar esos pensamientos y se centró en el lejano alboroto que provenía del otro lado de las ruinas. Los primeros compases de una batalla resonaban en el horizonte, y la peste a corrupción ignota flotaba sobre ellos como una nube de tormenta.

Guardó a Silencio en su funda y montó en Tormento de un salto. Tras un instante de duda en el que se quedó mirado la humareda de la cabaña, le ordenó galopar hacia el frente. El presente era más urgente que el futuro.

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El forjado caminaba llevando a la pequeña de la mano…
Asi que la dama helada dice que está muerta papaito,pero¿tiene nombre?
Si pequeña se llama Khasiopea y es muy bella…
¿Es una draenei como nosotros?
Si tesoro,igual que tú,pero en mayor…
¿Y porqué dice que está muerta?..
Habla y lucha contigo,papi,y muy bien por lo que dices…
Verás princesita,antes era como tu y como yo, pero murió defendiendo a los suyos.
¿Murió? Pero está viva.
Bueno,fué levantada a la vida otra vez,pero no necesita,comer,beber,o dormir como nosotros…
¿Levantada a la vida? He visto como resucitan a personas…¿fué resucitada?
Bueno…si fué levantada,pero no resucitada. Ahora camina,piensa y actúa como nosotros, pero no respira.
¿Y eso,la hace diferente,papi?
Yo no lo pienso,pero ella si…
¿Tú que crees,tesoro?
Pienso que se equivoca,mi mamá si está muerta,( un gesto triste asoma en su aniñada cara )
Pero una sonrisa ,lo sustituye al instante…yo no estoy sola,porque estás conmigo,y si estás con ella,tampoco está sola. Además como yo estoy contigo,ya somos como una familia…
¿No quiere estar contigo? Eres el mejor papi del mundo,dice la pequeña abrazándose a Shield…
Si tu crees eso tesoro,deberías de decírselo…¿quieres decirselo tu? El aparato lleva tiempo grabando…
La pequeña pone cara de concentración y dice, vale papi,me subo aqui( señala un taburete), y se lo digo…
La pequeña sube al taburete,adopta una posición erguida,y pone cara seria…
Ejem…ejem…
Hola princesa helada,papi dice que te llamas Ka,así que yo también te llamaré asi. Me llamo Niara,y como ves soy una niña pequeña. No tengo mamá por que murió, y ya no me habla. Papi dice que tu si hablas,entonces no estás muerta,dice que no comes,ni respiras,eso no lo entiendo muy bien,pero…serán cosas de mayores.
Verás mi papá, es el mejor papá del mundo,y dice que tu podías ser una buena amiga,aunque no mi mamá, pero,si me gustaria ser tu amiga,y hablar de cosas de chicas(baja la voz para que el paladín no le oiga, y en tono conspirador le dice)…el es muy bueno,pero no sabe de vestidos,de peinados y de nuestras cosas de chicas…
Vuelve a adoptar el tono formal,mientras el paladín se aguanta la risa…
Quiero ser tu amiga,y que tu seas mi amiga, me gustaria ser una paladín como papá, pero dice,que como sacerdotisa lo haré muy bien. Asi que este es el trato:
Yo soy tu amiga,tu eres mi amiga,y papá nos cuida a las dos…¿te parece un buen trato?
Niara lanza un beso hacia la máquina y le dice,este es para ti,si quieres conocerme,prometo darte muchos,muchos besos, y muchos,muchos abrazos.
Hace una seña a Shield,para que cierre el aparato…
¿Lo he hecho bien papi?¿Crees que me querrá conocer?
El paladín sonrie,mientras revuelve su melena…
Lo has hecho muy bien,princesa. Ahora, solo queda mandárselo.
¿Y como lo harás papi?
¿Conoces a Bronce?..Hace un gesto para llamar a su pequeño dragonante…
¡Ohh! ¡Me encanta papá, es precioso!
El paladín mira fijamente al dragonante, mandándole las imágenes de la “tumba de hielo” donde vive la alzada. Coloca una pequeña cajita entre sus garras,y mientras le da una golosina de mascota, búscala…
Ahora solo queda esperar Niara,espero que le llegue el mensajero,y el mensaje…
Continuará

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Cuando Eyechomp y Matthias desaparecieron por el túnel Ka reclinó la cabeza en el hielo. Pensaba en volver a su vida de antes. En volver a ser aquella caballero de la muerte fría y sin corazón. Sin abrir los ojos pudo sentir aún el remanente de lo que había en el fondo de aquel pequeño lago. Recordaba como lo había encontrado y devuelto allí. Había sido en su primera guardia tras ser levantada como caballero de la muerte en la Catedral de la Oscuridad. Arthas había ordenado reforzar la guardia tras los acontecimientos del ritual que preparaba para destruir su propio corazón. Uno de los campeones de Azeroth lo había encontrado, frío e inerte como si fuese un trozo de obsidiana en el lago. Arthas advirtió ese hecho y decidió destruirlo definitivamente en un ritual en la Catedral. Pero Thassarian y Koltira aparecieron a ayudar a Tirion y se monto una batalla. Arthas se retiró a sus aposentos y los caballeros de la muerte a la sede de la espada de ébano. Ambos bandos pensando que aquella piedra negra y palpitante que un día fue el corazón de un noble príncipe permanecía en manos del bando contrario.
Pero la realidad era muy distinta. Ka lo encontró bajo uno de los bancos en su primera guardia. Pudo sentir la misma esencia del Rey Exanime en él. Sometida a la voluntad de Arthas pidió audiencia con él sin desvelar los motivos de la misma, pero la Alianza y la Horda se congregaban en la puerta de Cólera. Días después Arthas cayó a manos de un grupo de campeones. Ella desorientada y confusa fue rescatada por Thassarian y admitida en la espada de ébano. Guardó el corazón de su asesino entre los pliegues de sus vestiduras hasta que se retiró bajo la ciudadela en los túneles nerubianos, los mismos que había utilizado Arthas para llegar hasta Ner’ zhul.
Hizo de aquel lugar su hogar. Y volvió a dejar el corazón allí. Fue cuando Matthias al verlo comenzó a hablar en tercera persona acerca de Arthas, de si mismo. Horrorizada al descubrir que aquel niño fantasma al igual que aquel trozo de piedra negra eran parte de la esencia de Arthas intentó destruirla pero no hubo manera. Recordó entonces que sólo con un ritual oscuro o nigromantico como iba a hacer su dueño, aquel corazón podía ser destruido, y con el Matthias.
Y allí había permanecido sumergido doce largos años. Solía verlo en el fondo cuando se bañaba. Otro de los pequeños residuos de humanidad que aún le quedaban. No le gustaba ver su pelo sucio. Se bañaba con jabón en aquel lago helado. El corazón, el agua, Matthias, todo la conectaba a ese estado de no-muerte eterna en el que se había sumido.

-Estoy muerta-se dijo una vez más.
Por primera vez en años su hogar la hastiaba. Se baño y salió a recorrer Corona de Hielo en busca de necrofagos que matar. Pero lo que vio la dejó preocupada. No había miembros de la plaga, ni uno en el mapa. El único necrofago que vio entraba en la ciudadela.
-Que tramaba Bolvar? - pensó
Ya en su periplo con Shield había descubierto que el nuevo rey examine estaba convirtiendo a pandaren y demás razas en caballeros de la muerte. Acaso Fordragron pensaba alzarse como había hecho Arthas? O quería ayudar contra Nzoth? Algo no iba bien. Volvió a casa y se metió por los túneles. Los conocía bien. Subió por uno que daba directamente a la sala donde en su día había morado Lord Tuétano. Quebró el hielo con sus espadas y subió por aquella ciudadela ahora desierta hasta el trono. Bolvar la esperaba
-Que quieres señora de la muerte? - preguntó quién en otro tiempo fue un héroe de la Alianza.
-Dímelo tú…
-Sylvanas… Se que vendrá a reclamar mi trono. Me preparo.
Ka se horrorizó ante la nueva.
-Donde está? - preguntó la draenei.
-No lo se, pero vendrá y la estaré esperando.
-Hay algo que pueda hacer?
-Únete a las facciones, ahora lo urgente es detener al dios antiguo.
Ka inclinó la cabeza y se retiró. Volver no estaba en sus planes, había abandonado a Shield. Había vuelto a su vida, a su retiro.
Pero entendió que ya no era su vida. Que Azeroth estaba en graves peligros. Sylvanas Nzoth… Olvidarse de todo en aquel páramo yerte y frío no era la solución.
Bajó por el mismo túnel. Recogería sus cosas y se presentaría en la sede de clase de los caballeros de la muerte. Tenía que ayudar, debía ayudar

Mientras guardaba sus escasas pertenencias en la mochila un pequeño dragónante descendió por el hueco bajo la ciudadela con un extraño aparato que depositó ante ella.
Había visto antes esa pequeña mascota de compañía,pertenecia al paladín forjado.

-Tú no te rindes verdad? - dijo como si lo tuviese delante.
Examinó el artilugio y encontró un pequeño botón. Al pulsarlo una imagen tridimensional apareció ante ella. Eran Shield y una pequeña draenei. Le recordó mucho a ella misma y a Ahzura.
Era tan bonita… Tan inocente…
Había perdido a su madre. Ella recordó el dolor que sintió al perder a los suyos. Mireeya, una Vindicadora y T’heros un pacíficador que cayeron durante la defensa de Shattrath ante el ataque orco.
Y aun así sonreía. No pudo evitar reír cuando la escuchó hablar sobre cosas de chicas y decirle en bajito que Shield de esas cosas no sabía. Le recordó a Ahzura, siempre tan coqueta. De pequeña se llenaba los cuernos de flores y los tentáculos de la cara con decenas de aros. Ella siempre le decía que parecía una fiesta en sí misma y Ahzura le bufaba.
Sintió enseguida una ternura inmensa por Niara mientras negaba con la cabeza sonriendo
.

-Paladín terco y torticero… En fin, supongo que Azeroth puede esperar un día más, pero esa pequeña parece muy interesada en conocerme. Sólo espero que no se asuste al verme.
Llamó a Eyechomp que acudió corriendo con Matthias detrás. Y por primera vez… Le habló al niño. Lo justo para despedirse para siempre, pues su torturada alma jamás olvidaría que aquel niño fantasma era Arthas Menethil, su asesino. Matthias pareció entristecerse. Una eternidad solo bajo las ruinas de aquella ciudadela. Ka sintió un poco de pena por él en el fondo,no era más que un niño.
Sabía que volver al Exodar no era buena idea, los draenei no estaban muy de acuerdo con que uno de los suyos viviera con nigromancia pero habían tenido años para acostumbrarse.
Usó la piedra a Dalaran y atravesó el portal a Ventormenta. Preguntó a un mago donde estaba el portal al Exodar y este se lo indicó amablemente.
Inspiró con fuerza y atravesó el portal.

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(Sigo desde el pc que en el móvil me estaba volviendo loca)

Se materializó en el Exodar,su antiguo hogar.No volvía allí desde que encontró a su prometido en brazos de la vendedora de polillas.Dos días después había muerto a manos del Rey Exánime…
La luz le impactó al entrar,quemaba…más bien picaba como cuando se está al sol mucho rato sin protección. Le extrañó que la luz no le hiciese más daño pero recordó que O´ros había muerto.Cuando había decidido ir al Exodar a conocer a Niara contaba con sufrir un intenso pero soportable dolor.Sin embargo era poco más que una mera molestia a falta del naaru.
Pero si que a sus ojos les costaba acostumbrarse a la luz. Comenzó a caminar sin saber muy bien por donde empezar a buscar,la nave era enorme.
En la Sala de Cristal advirtió que faltaban varios de los grandes cristales que en su día habían impulsado la energía de la nave pero supuso que se habían utilizado para el Vindicaar.
Caminar por allí le trajo recuerdos agradables,y otros no tanto…Aunque seguía sin que sus ojos se acostumbraran bien a la luz y por momentos lo veía todo como un destello blanco y cegador.
Decidió preguntar a un pacificador por Shield y Niara,sería lo más sensato,empezaba a pensar que la luz la dejaría ciega definitivamente. No solía pasarle cuando luchaba al lado del paladín forjado,la luz que emanaba Shield la sentía más como calor que como algo doloroso.Un calor que en cierta manera la reconfortaba como una suave caricia del sol. Supuso que el amor tenía algo que ver en todo aquello.
-Así que amor eh?- preguntó su otra yo.
Ka bufó.
-Ya tardabas…
Hizo caso omiso a su otra yo mientras bajaba las escaleras de la Sala de Cristal que llevaban al centro de la nave. Distraída en sus pensamientos se acercó al primer pacificador que vio.La luz volvía a cegarla.
-Disculpa busco al forjado Shield y a una niña llamada Niara-dijo intentando enfocar la cara del guardia del Exodar.
-Kasy…eres tú?
Habían pasado doce años y podría reconocer esa voz hasta en los confines del mundo. La había atormentado cada día.Y solo había una persona que la llamaba así.
Emil…
-Ya es mala suerte-pensó Ka sin cambiar el rictus habitual de su cara.
-Creo que me confunde con otra sin duda-dijo con aquella voz sepulcral que tanto respeto imponía entre los suyos.
-Eres tú!! Y eres…-dijo Emil fijándose bien
-Soy una caballero de la muerte,nada más.
-Kasy…que te han hecho? Soy Emil…no me recuerdas?-dijo el pacificador entre triste y asustado.
-Sigo diciendo que me confunde con otra-dijo Ka con frialdad e indiferencia-pero veo que no puede facilitarme la información que le he pedido y tengo prisa,le preguntaré a otro guardia.
-Te lo diré!! Te diré donde están solo si me dices la verdad. Eres Kasiopea verdad?-dijo Emil al ver que la caballero de la muerte se giraba y comenzaba a andar.
Una risa llena de ecos malignos surgió de la garganta de la draenei.
-Acaso importa? Acaso TE importa? -dijo con desprecio girándose hacia él-lo era,en su día,una dulce e inocente draenei. Ahora soy la muerte encarnada,soy un cuerpo muerto y frío,un corazón que no late,un ente sin alma.
-Kasy…
-Me dirás ahora donde están las personas que busco Emil?
El pacificador se encogió de angustia,de miedo,de respeto y de dolor.
-Están en el Exobar,a Niara le encantan los zumos de bayas de Breel.Han pasado por aquí hace un rato.Hablaban de la princesa de hielo mientras paseaban,supongo que se referían a ti.
-Gracias-dijo Kasiopea alejándose de él.
-Kasy…por si sirve de algo…lo siento-dijo Emil a su espalda.
La caballero de la muerte ni se giró a contestarle y continuó avanzando hacia el Exobar.
Sonrió para si misma al descubrir que ya no sentía nada por el que en su día fue su prometido.Solo una terrible indiferencia.
cuando estaba llegando una cosa más le alegró el día. Sixx venía de frente caminando con varias pequeñas polillas revoloteando a su alrededor.Al verla la reconoció y la boca se le abrió con asombro.
-Deberías cerrarla,no vaya a ser que te atragantes con una de tus polillas-dijo la dk al pasar.
Por fin llegó al Exobar,la luz era más tenue allí dentro y enseguida vio a Shield de espaldas con Niara,parecían conversar entre risas y no pudo evitar sonreír ella también.
Cuando se acercó pudo escuchar a la niña preguntarle al forjado:
-Papi tú crees que la princesa de hielo vendrá?
-Sería una descortesía tremenda por mi parte no aceptar la invitación de una niña tan curiosa-dijo Ka a su espalda.
Ambos se giraron.Niara con la boca abierta entre la sorpresa y el susto de escuchar la voz llena de ecos de una “princesa de hielo”,Shield con una sonrisa de suficiencia.
-No tiene gracia paladín-dijo Ka mirándolo entre enfadada y divertida.

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Las tropas del viejo dios antiguo no se acercaban al delta. Por alguna extraña razón, el exuberante paisaje natural del delta, desprendía calma y quietud. Solo rota por el sonido de una pala, cavando un profundo hoyo en la arena. Nada que ver con el resto de Uldum, que parecía sumirse en su propia y oscura pesadilla…

Con un movimiento suave y aletargado de sus parpados, Morda comenzó a despertar, en su manta playera. En su mente, un importante barullo de pensamientos se entremezclaban sin forma ni orden y por un momento, hasta se sintió desubicada.

Un pequeño “bicho”, trataba de morder un dedo de su pie. Pero en la soleada quietud de la playa, aquella sensación de tímido pellizqueo no le importaba. El lugar era fantástico, a excepción de algo que su adormilada mente pronto comenzó a echar en falta. Con cierta torpeza arrastrada de su languidecido despertar, comenzó a mirar a su alrededor inquieta, mientras esa “sensación” se tornaba tristeza. hasta que de un golpe de vista, se le pasó.

Belter comía una manzana, al pie del agujero que afanosamente Pita escavaba junto a la roca. Despreocupada, pegaba mordiscos a la manzana con sus dorados ojos inquisitivos, puestos en la hermosa playa y en la dormilona gnoma, expectante y contenida. Por un momento, sus miradas se cruzaron de golpe, y la elfa con agitada cortesía saludó, con la mano.

Un ronco crujido en piedra, partió la idílica estampa.


Un rato mas tarde…


La gnoma jugueteaba en su boca con un chupachup, mientras observaba encima de un montículo de arena, como Belter y pita hurgaban en una esmerada pared de roca ya limpia de arena. Tallada con símbolos muy variados.

La gnoma se saco el chupachup de la boca, observando con mirada seria.

– Habrá arañas ahí abajo??. – Se volvió a meter el chupachup en la boca, no sin cierta satisfacción, ante el pequeño gesto de repelússs de Belter.

– No parecen simbolos de nativos… – Interrumpió Pita

Mientras Pita hablaba Belter encontró lo que buscaba, un simbolo igual al de su trozo de papiro. Con una sonrisa en la boca, giró la cabeza hacia morda y al ver que la miraba, sin decir nada toco con sangre el sello. Un bloque de piedra enorme giró lentamente abriendo una entrada.

– Que chica mas lista! no como tu pita… nativos… psss… – La gnoma, que ya estaba pertrechada, saltó del montículo y entro en la densa oscuridad la primera, sin demasiado reparo.

Dentro, una sola habitación octogonal, profunda como un pozo. y una escalera de escalones voladizos que bordeaban la pared de la sala hasta llegar al suelo.

El lugar, desprovisto de belleza y tosco. Tallado en piedra y excesivamente agobiante, oscuro y húmedo, se asemejaba a una prisión. La elfa y la gnoma se miraron tras asomarse por el borde de la escalera, que carecía de barandilla.

– La escalera me parece segura… – Dijo Belt observando como Morda sacaba su escopeta de escalada…

La gnoma revisó el artefacto lanza arpones con cara de poker, cosa que hizo retroceder a la elfa ya que conocía esa cara… Pero algo rozó su pierna y miro, una cuerda enganchada a su cinturón.

PUMMM!! (Tarde)

Ambas fueron arrastradas por la cuerda del arpón, que impactó en el techo, y un sistema automático las bajó velozmente hasta el suelo.

La oscura y tosca sala, contaba con una iluminación muy débil, la penumbra lo cubría todo menos un pequeño altar dorado en su centro. Pero la peculiar pareja no movió un solo dedo, un sonido suave las rodeaba… Algo grande se arrastraba sigilosamente entre las sombras… Hasta que Morda quebró el tenue sonido.

– Pues van a ser arañ…

Un repentino golpe de aire y un empujón.

En décimas de segundo, Belter se vio volando a cámara lenta, mientras los dientes aserrados de una enorme y monstruosa mandíbula de cocodrilo, pasaba rozando su pantorrilla. Un golpe de adrenalina recorrió su cuerpo crispandola, mientras se fijaba en sus ojos, completamente blancos.

Morda, bajo la enorme criatura, pudo rodar tras empujar a Belter. Perdiendo la mochila en el proceso.

El cocodrilo, de gigantescas proporciones, se quedo inmóvil, escuchando. Era ciego.

Unos pasos en la lejanía y un leve movimiento de la cabeza del cocodrilo…

– Cavo yo el agujero y me dejan tirado…

El cocodrilo se movió con sorprendente rapidez y sigilo, ante la calma de la gnoma y el nerviosismo de la inmóvil elfa. Ambas no se veían con claridad pero se reconocieron mutuamente, en la penumbra de la sala.

La mente de Morda se afino al prever lo que pasaría cuando pita terminara de bajar la escalera y hecho mano a su cinturón accionando un mecanismo.

Belter, nerviosa se puso en postura de pelea cuando un pitido estridente sonó en su cinturón, aún estaba atada al mecanismo de escalada. con nerviosismo miró hacia morda, pero vio algo peor, la enorme boca del cocodrilo saltando sobre ella.

El dispositivo tiró de Belter hacia arriba y el cocodrilo, saltó tras ella. Como bocado en anzuelo, la elfa se elevó con suma rapidez, seguida a escasos milimetros de los dientes de la criatura, hasta que esta llegó a su altura máxima de salto. Un brillo de miedo y alivio pasó por los ojos de la elfa, mientras pudo ver como la gnoma corría hacia el altar dorado de su centro.

Con un ágil movimiento, la gnoma pillo una esfera que se encontraba en el centro de la sala, mientras veía con el rabillo del ojo, como Belter escapaba por muy poco, una amarga sensación de haber asumido excesivo riesgo la invadió mientras apretaba el mecaninismo para que el sistema de escalara tirara tb de ella.

– Corre Insensato!!! Corre!!! – Gritó la gnoma mientras era propulsada hacia las alturas.

El cocodrilo intentó alcanzar a la gnoma mientras pita vio a la mole y corrió escaleras arriba.


Tras un merecido descanso…


Los tres estaban tendidos en la arena de la playa.

– Pues sabes que??? – Pregunto la gnoma entre trago y trago de su jarra – Habría molado mas una araña…

Una ráfaga de arena le callo a la gnoma encima, aunque no evito que esta riera.

– Lográis abrir la esfera?? – Preguntó Pita

Belter trasteaba sin demasiada delicadeza con la esfera, con visible curiosidad.

– No te preocupes Pita… No tardará mucho en romperla – Dijo despreocupadamente.

Belt la escucho, pero solo dibujo media sonrisa sin darle importancia, mientras continuaba concentrada, apretando la esfera de diferentes formas.

Clickkk!!!

Un nuevo sigilo calló al suelo, desde el interior de la esfera. Los tres se apiñaron al verlo.

– No reconozco este lenguaje – Dijo Belt con la mano manchada de sangre y entrecerrando un ojo, mientras miraba los signos.

– Es el lenguaje mas avanzado de azeroth querida… Pone: “Donde subir debes, para 4 asientos encontrar. Bajar deberás para el tesoro hallar… o la muerte alimentar…” hummm gnomico!.

– Estas coordenadas si las conozco. – Dijo Belt mirando a la gnoma – La cámara de los orígenes nos espera.

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