Or’manley
Las olas chocaban con el casco de la embarcación que se dirigía a la bruma densa justo delante. Jarukan miró a su timonel y a Astavedon. Tras una señal, los marineros recogieron las velas y se posicionaron en el torno del ancla.
Los barcos se adentraron en la densa niebla y la luz de la luna dejó de iluminar la noche. Tras unos segundos, se comenzó a vislumbrar una luz tenue al fondo. La niebla iba desapareciendo y dando paso a una cala rodeada por acantilados de roca, un muelle, los restos de un barco hundido justo en la costa y una gruta al fondo. Cajas de madera con el emblema de la Compañía Comercial se apilaban en tierra, junto al puesto de guardia.
En el agua, los cuerpos hinchados golpeaban contra las embarcaciones a su paso.
—Señor, son de los nuestros —comentó el orco mirando por la borda. Todavía se podía distinguir el parche blanco con el emblema del Callejón en sus chalecos.
Las anclas cayeron al agua y las embarcaciones se detuvieron con un tirón cerca del muelle. Al final de éste, dos filas de antorchas custodiaban el camino hasta la entrada de la cueva.
De la oscuridad emergieron dos ojos dorados, unos colmillos enormes, la figura esquelética de un trol ataviado con un chaquetón largo y colgantes dorados en el pecho.
—Creo que no nos espera una calurosa bienvenida —. Astavedon caminó por la cubierta hasta Jarukan.
—¿Estás seguro de que debemos acercarnos? —Taermien caminó hasta el borde del barco.
Al fondo, el trol caminó lentamente hasta alcanzar las antorchas, se detuvo y miró al grupo que bajaba por la pasarela. Tras sus mechones oscuros que caían por la cara, una dorada en cada cuenca del ojo. Pese a estar iluminado por las antorchas, no había rastro de su sombra en el suelo.
—Vamoh a saca’ ese cargamento, eh importante —. Jarukan comenzó a caminar por el muelle. -Y a ese cabr0n de mi cala.
—Traéih lo que falta de mi tesoro, ¿verda’? —El enorme trol hizo un gesto con la cabeza señalando los barcos al fondo.
—Bueno, sabía que nuestra presencia era valiosa —el tono socarrón de Taermien irritó a Malakai, que emitió un gruñido.
—¿Ehperabaih que oh perdonara por liberarme? Eh mi oro, hijoh de perra —. El trol clavó su mirada en Jarukan. El guante de su mano izquierda se tornó oscuro y una sombra comenzó a tiznar su muñeca.
—El Pintor me condenó por sabe’ demasiao’ Todo aquel que trajera oro a mi tumba drenaría parte de mi pode’. Pero vosotroh habéih invertío el ciclo —Malakai repasó con la mirada al grupo, que observaba cómo Jarukan se sujetaba una mano con la otra.
—Hij0Put4… —La mano de Jarukan se movió agarrando del tirón el revólver que portaba en la espalda. —¡No! ¡Nooo!
—¡No es Jarukan! ¡Está doblegando su voluntad! —Arhalle gritó al grupo y miró a Malakai enfurecida.
Faolain se abalanzó sobre Jarukan para detener su brazo.
—Es… No puedo… Pararlo… —La nocheterna, agarrando el brazo con todas sus fuerzas arrastró al trol por el suelo.
—Metihte la mano en mal sitio. Si no me dah lo que me pertenece, me lo cobraré —. Malakai soltó una sonora carcajada.
Astavedon desenvainó su espada y con un rápido movimiento golpeó a Jarukan con el mango en la nuca, dejándolo inconsciente.
La mano del Jarukan dejó caer el arma, pero parecía seguir moviéndose y fue entonces cuando Faolain sacó una flecha de su carcaj y atravesó la palma clavándola al suelo.
—Se ha acabado tu tiempo —la voz de Arhalle se tornó oscura y clavó su mirada en Malakai.
—¡No estamos solos! —gritó Fakira poniendo en alerta a Funfurrón
—¡Yo también lo n… —Eco apenas terminó de prenunciar la frase cuando una lluvia de púas violáceas cayeron desde el cielo.
ZZZZUUUT zuut zut zut
—¡Por Belore! —Gritó Eco conjurando una cúpula de protección a la vez que Taermien hacía lo mismo para proteger al resto del grupo.
Astavedon se impulsó para parapetarse tras las cajas. Uno de los proyectiles oscuros impacto en la pila de al lado, provocando una explosión y sacudiéndole contra la pared de roca.
Malakai miró al cielo y sin tiempo para reaccionar fue alcanzado por una de las púas, que lo lanzó por los aires. Al caer, comenzó a arrastrarse como podía hacia el interior de la cueva.
—Mírate, cómo te arrastras. No llegarás muy lejos. —Arhalle se envolvió en un manto oscuro y unas cadenas sombría emergieron bajo el enorme trol atando sus manos y pies, empujándolo contra el suelo. Comenzó a caminar hacia él. —Vas a contármelo todo.
Desde los acantilados y las ruinas del barco, varios encapuchados bajaban ágilmente para lanzarse sobre la Familia, hojas en mano.
Faolain corrió atravesando las cajas ardiendo para subir hasta la torreta del puesto de guardia.
Fakira extendió su brazo y de la punta de los dedos aparecieron varios proyectiles sombríos que se entrelazaron en el aire para impactar contra el pecho y hombro de uno de los enemigos que se disponía a hacerse con la torreta del puesto de guardia.
—Benditos sean los poderosos porque ellos serán reverenciados entre los hombres malditos… —Eco invocó una columna arcana sobre uno de los encapuchados que se había lanzado sobre ellos. Al ser atravesado por semejante fuerza, su cuerpo estalló en pedazos en el aire. Miembros, sangre y trozos de hueso llovían sobre la cúpula de protección, que empezaba a desvanecerse.
Los ojos de Taermien reflejaban las llamas de las antorchas, alzó la mirada hasta los dos enemigos que se disponían a saltar sobre ellos. Las llamas comenzaron a danzar alrededor del elfo y con un rápido gesto, envolvió a uno de los enemigos con el fuego, quemando también al que estaba al lado. Los gritos de dolor retumbaron en las rocas del acantilado.
Súbitamente una explosión oscura se interpuso entre Arhalle y Malakai. Un cultor apareció frente a ella, sorprendiéndola. Malakai aprovechó, con sus últimas fuerzas, para deshacerse de las cadenas que lo ataban.
El esquelético trol vio una sombra moverse, giró la cabeza y apareció Astavedon, espada en mano. Apenas pudo protegerse y el cazador cercenó de un tajo su brazo y separó de su cuerpo la cabeza.
—¡No! —Arhalle y el cultor gritaron al unísnono.
Faolain subió las escaleras y saltó sobre la barandilla del puesto asestando una patada al asesino malherido por Fakira, haciéndole caer desde una altura considerable.
Funfurron echó a correr hacia los restos del barco, con la mala suerte de ser avistado por el encapuchado que quedaba en pie. Éste apagó las llamas de su ropa y se dejó caer sobre el demonio clavándole la espada en el hombro. El impacto he hizo aterrizar mal y caer al suelo desarmado.
—¡Funfurron! —Fakira corrió y de un salto propinó una patada en la cabeza al enemigo tendido en el suelo, machacándole el cráneo. El demonio se giró, sacó su espada y se la atravesó rematando el cuerpo sin vida del asesino.
Las manos de Arhalle se envolvieron en una niebla oscura, miró al cultor y comenzó a cerrar sus puños. Podía notar cómo había entrado en su mente por la distracción de Astavedon. La retorcía, parecía disfrutar con ello.
—¡AaaaAaaAghh! —El cultor miró a la nocheterna con los ojos inyectados en sangre. Sus piernas flaquearon y cayó sobre una rodilla.
Faolain agarró los mandos de la torreta, apretó el gatillo y el tambor comenzó a girar y la máquina a escupir proyectiles.
Shoot Shoot Shoot Shoot…
Una hilera de balas se abrió paso desde la torreta. Arhalle y Astavedon miraron hacia atrás. Solo tuvo tiempo de reaccionar y saltar hacia un lado esquivando por los pelos los impactos. Taermien invocó a tiempo un escudo para proteger a Arhalle. Las balas se estrellaron en la barrera.
En el centro, imparables, las balas continuaron hasta el cultor que sin apenas tiempo de reacción, trató en vano de levantar una protección. Las balas impactaron en su pecho, brazos y abdomen, desplomándolo hacia atrás.
Jarukan comenzó a despertarse. Miró su mano atravesada por la flecha y emitió un grito de dolor.
—¡Hermano! —Eco se acercó a socorrer a Jarukan, ayudándole a extraer la flecha tras un nuevo grito de dolor. Le pasó un vial con líquido oscuro e hizo que lo ingiriera. -Toma esto, el dolor se atenuará.
Arhalle caminó hasta el cultor y al llegar pisó con fuerza una de las heridas de bala. —Vas a colaborar y contestarme a todo, ¿verdad?
—Aaahhghg… Él… —El cultor comenzó a reírse tras el alarido. —Él… vendrá a por todos vosotros…
—¿Quién es? Contesta —Arhalle volvió a pisar la herida y trató de forzar al cultor para que soltara información.
—El… Pintor… Os matará a todos… —El cultor mordió algo en su boca y sus ojos se tornaron blancos.
—Astavedon —la voz de Jarukan parecía débil, —la carga… Que lo carguen todo. Hay…humpf… Que llevarlo.
El elfo asintió y comenzó a dar órdenes a los matones del Callejón que llegaban corriendo por el muelle desde los barcos.
Las llamas de las cajas ardiendo iluminaban Calaoscura. Parte del cargamento esparcido por el suelo. Piezas de acero y madera.
FIN