La Guerra Interna

“En el reino sombrío de los susurros olvidados emergió del abismo.
Sus ojos eran un reflejo de la noche eterna.
Maldito por un pacto con el vacío, vagaba por paisajes desolados, un presagio de fatalidad.
Su risa inquietante resonó a través de las tierras abandonadas, fantasmas.
Atrapando almas perdidas en una red de desesperación.
Se deleitaba en la oscuridad que se aferraba como un sudario malévolo”.




(editaré y escribiré en los próximos días el prólogo completo)

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Toca leer desde la pagina 108, capitulo soso a más no poder. lo siento.

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PRÓLOGO

En el reino sombrío de los susurros olvidados emergió del abismo.
Sus ojos eran un reflejo de la noche eterna.
Maldito por un pacto con el vacío, vagaba por paisajes desolados, un presagio de fatalidad.
Su risa inquietante resonó a través de las tierras abandonadas, fantasmas.
Atrapando almas perdidas en una red de desesperación.
Se deleitaba en la oscuridad que se aferraba como un sudario malévolo”.



Una Última Vez.

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  • — ¡Escapar! ¡Escapar!

Gritaba y gritaba, las palabras daban paso a chillidos incoherentes, pero los muertos seguían avanzando. Soltó toda la furia, aquella furia que había logrado contener durante años, olvidando todas las lecciones de sutileza y controles mentales impartidos por sus maestros Shadopan, pero los muertos seguían avanzando.

Se hundió profundamente en sí mismo, no imaginaba que regresar al punto de partida donde todo empezó causaría tal impacto en el, pero sus delgados dedos no titubearon. Su ira consumió y cegó su mente arrasando todo lo que tenía delante de aquellos putrefactos seres que se arrastraban hacia él.

Le habían dicho que estarían a salvo. Los Forestales los mantendrían a raya y no pasarían más allá de Las Tierras Fantasma. El poder de los Sin’dorei repelería a las hordas de muertos vivientes. Los instructores habían asegurado a todos en una de las academias en ruinas, que no había nada que temer y que las lecciones continuarían con normalidad.

Pero la plaga seguía presente en los bosques. Los bosques del sur de Canción Eterna se habían marchitado con solo tocarlos.

¿¡Donde m%$·"s estaban los tan venerados dragones para purificar estas tierras como lo habían hecho en otras menos necesarias!? ¿¡DONDE?! Estúpidos mortales y su devoción ciega hacia los orgullosos escamosos. Solo Kalecgos y Tyrigosa hicieron algo por nosotros… solo ellos. Este escupió al suelo al recordar las caras de los aspectos.

Las hordas podridas habían invadido una de las academias que estaba en ruinas pero que todavía era habitable antes de que hubiera tiempo para evacuar. Su corazón comenzó a latir con fuerza, su fuerza a fallar y se dejó caer de rodillas sobre el barro envuelto en una fría y pestilente niebla.

Los Necrófagos habían sido reducidos a montones de cenizas, pero ahora el salón de clases estaba en llamas. El humo le quemaba la garganta con cada respiración y copos de ceniza se posaban sobre su negra caperuza. Tosiendo, sombra del viento se tambaleó hacia adelante y saltó a través de las llamas llegando al pasillo más allá… cayendo de rodillas. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando sintió que algo cálido y húmedo empapaba su gabardina oscura como la misma noche sin luna. Miró hacia abajo y se le hizo un nudo en la garganta. Había sangre por todas partes.

Miró a su alrededor con los ojos muy abiertos.

Las paredes de piedra pálida de la academia estaban manchadas de sangre, el suelo cubierto de grandes charcos carmesí. Cuerpos rotos, desfigurados y mutilados estaban esparcidos por todas partes, sus gargantas desgarradas, sus miembros rotos, sus rostros congelados en máscaras de terror y miedo. Se levantó vacilante con arcadas y se tambaleó por el pasillo tratando en vano de huir del horror. El fuego que había iniciado se estaba extendiendo y el humo caliente se mezclaba con el olor cobrizo de la sangre en el aire.

Trató de no mirar la carnicería pero estaba en todas partes. No había escapatoria.

¡Reacciona! ¡Reacciona! Se repetía constantemente mientras golpeaba su cabeza, este no eres tú Nhail. ¡¿Qué te pasa?! ¿Acaso no has visto y peleado con cosas mucho peores y asquerosas? Pero sabía que nada de eso tenía que ver, era el hecho de volver después de doce años a su hogar, donde vio morir a sus padres, vecinos, amigos, recuerdos… los tablones de madera de su casa podían aun apreciarse apenas. No podía imaginar que después de tantísimo tiempo todo esto seguiría igual. Pero este era su momento, ahora o nunca. Breind… aquella imagen volvió a su mente. Quien le salvó la vida. Su maestro.

Sus amigos, sus rivales, sus instructores… todo había sido reducido a nada más que carne desmenuzada. La famosa gracia y dignidad de los Quel’dorei no significaban nada ahora. Habían sido sacrificados como animales.

Las lágrimas llenaron sus ojos azules y corrieron por sus pálidas mejillas.
Salió del pasillo a un patio en el corazón de la academia pero eso no le alivió. La matanza no había sido menos aquí. Los cuerpos se estaban descomponiendo con una rapidez antinatural y los árboles y la hierba del patio que alguna vez fueron vibrantes, seguían marchitándose con la repugnante neblina y hedor de la Plaga.

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El aire olía a podredumbre y muerte.

Un suave ruido a su izquierda rompió el silencio sepulcral y el corazón se le subió a la garganta. Levantó las manos sabiendo que no tenía la fuerza para detener otro asalto de los no muertos. Pero la figura que apareció a la vista no era un cadáver andante. Tenía el cabello largo y dorado, ojos color esmeralda pero nada que ver con la influencia vil, algo más alta de lo habitual y de constitución atlética y conservaba el pequeño stud en su nariz. Ella, también era inconfundible entre otras muchas características por su tez morena, más de lo habitual entre los Sin’dorei.
Iba en cueros ajustados, un sencillo pantalón y jubón ahora manchado de ceniza y sangre como partes de la gabardina de él. Caminó con paso vacilante, vio su propio horror reflejado en aquellos ojos. Aunque no se veían desde la campaña en las Islas Abruptas y fue una misión breve junto a los Descoronados justo después de abandonar Exiled y dejar aquellas Islas para siempre, sin duda era ella.

  • ¿Myria?, ¿Myria Dor’erl?

Su voz era débil, vio reconocimiento en sus ojos y corrió a su lado. Myria era una valiosa descoronada, madre, luchadora y muy escurridiza, imposible olvidarse de alguien como ella. Todo el peso de lo que había sucedido se derrumbó sobre el errante y Myria le abrazo como un camarada más.

  • ¿Donde te habías metido todos estos años estúpido? ¿Por qué decidiste entrar tu solo en Ny’alotha? Todos aquí te tienen por muerto… por Dath’Remar, que contentos se van a poner de volver a verte, especialmente Halduronle inspeccionó de arriba abajoEstás hecho mi$%" con tantas cicatrices pero te veo hecho todo un hombre, siento sabiduría en ti y mucha fuerza y destreza. Cada vez te pareces mas a tu hermano, no perdéis el tiempo.

El cielo de arriba era una tormenta de magia pura, lo miró con avidez.

La sed de venganza siempre estaba con el ahora. No podía haber alivio. Cuando la Plaga destruyó Quel’thalas no se contentaron con masacrar a su gente y arrasar sus ciudades. También habían envenenado la Fuente del Sol, la fuente de la magia en el corazón mismo de su sociedad. Le dolía todo el cuerpo. Su piel se erizaba a todas horas y el cabello blanco que heredó al haber muerto en el Trono Helado cada vez era más negro, si en Pandaria gracias a la meditación, la paz, la tranquilidad, haber pasado tanto tiempo alejado de Shemyazaz y de las energías del vacío había recuperado algo de su color, ahora ante la proximidad de la Fuente del Sol, era cuestión de días que recuperase totalmente su cabello negro.

  • Ya hemos discutido esto antesdijo Myria con severidad, su rostro ensombrecido por una capucha profunda.

Se sentó en el suelo frente a él, una pequeña fogata parpadeando entre ellos. Los únicos supervivientes de la masacre de la academia se habían acercado desde la caída de Quel’thalas. Él había continuado con su entrenamiento y le había ayudado a sobrevivir en un mundo que parecía estar constantemente en guerra aun con tantos años de paz, los elfos parecían no conocerla jamás.

Las túnicas brillantes que habían usado en la academia ya no estaban, reemplazadas por un atuendo sombrío de color rojo y negro. Ya no eran Quel’dorei. La sociedad Quel’dorei había muerto con la Fuente del Sol. Ahora eran Sin’dorei, los Hijos de la Sangre, Nacidos de la Sangre, impulsados ​​solo por la desesperación y el ansia de venganza.
El rojo de sus ropas conmemoraba la sangre derramada por su pueblo, el negro su luto por los que habían perdido. Hasta el último de los amigos y familiares, todos los que alguna vez habían amado había muerto a manos del Azote. Ella también había perdido mucho. Ser Sin’dorei era haberlo perdido todo.

  • La Alianza nos odia. La Horda desconfía de nosotros. La Plaga busca nuestras muertes y la Legión conspira desde más alláargumentó Nhail con un tono áspero en su vozNecesitamos toda la fuerza que podamos conseguir.

Myria le puso al día, la unión del señor regente con Thalyssra, la aparición de varios San’Layn de los que se hicieron cargo casi en su totalidad Lady Liadrin, su hijastra Silandra y sus caballeros de sangre. El nuevo Consejo Desolado de Lordaeron con Calia Menethil al frente, la Cuarta Guerra, la condena de Sylvanas en las Tierras Sombrías, el reciente despertar de las Islas Dragón como le mencionaron sus compañeros Shadopan días antes en Pandaria y una larga lista…

Nhail siempre tuvo cuidado con la forma en que alimentaba su adicción mágica, odiaba lo arcano y por fortuna solo tuvo que recurrir a ella en un par de ocasiones. Ninguno de los sin’dorei dudaba de que necesitaba ser alimentado, pero Myria creía que algunos poderes eran demasiado peligrosos para utilizarlos.

  • ¿No nos ayudaron los Cristales Viles a reconstruir Lunargenta?continuó.

  • También llevaron a nuestro príncipe a la locurarespondió con su suave voz enloquecedoramente tranquila.

No estaba equivocado. La locura de Kael’thas era lo que los había traído a ellos y a otros campeones allí, al paisaje infernal surrealista de la Tormenta Abisal.

Nhail apretó los dientes, sus mejillas ardiendo

  • Nunca venceremos a la Plaga o a los demonios que los forjaron si no podemos igualar su fuerza.

Sus ojos ardían y por momentos parecían no ser azules, sino de un rojo ardiente.

  • Deberías escuchar a Dor’erlrugió el tercer miembro de su grupo desde más allá de la luz del fuego, uniéndose a la discusión por primera vez.

Su nombre era Kronakh, y era un Dracthyr, una especie de Dragón mutante que solo se encuentran en Las Islas Dragón, lugar al que por supuesto Nhail no tenía pensado viajar. Su cuerpo no era escamoso como el de sus parientes de Azeroth, sino suave y elegante, y brillaba con una luz violeta interior. Era tanto un ser de energía como de carne.

Era uno de los muchos enviados a las respectivas ciudades de ambas facciones. Myria tenía pensado viajar a las islas en los próximas días, ella siempre estaba maquinando entre las sombras con sus negocios gracias a su red de ‘’suministradores’’ y en agradecimiento, Kronakh, se había comprometido a servirle mientras la elfa quisiera tenerlo, funcionando como un corcel y un valioso compañero. Pero aunque ambos se habían convertido rápidamente en amigos, el Dracthyr veía al errante con escepticismo de la misma manera que Nhail a él. La presencia de un escamoso cerca le ponía nervioso.

Avanzó con paso majestuoso, su elegante hocico iluminado por las llamas.

  • La furia de los viles consumió este mundo y sus pueblos—dijo el Dracthyr.

Nhail hizo una mueca. Eran dos contra uno. El no ganaría esta discusión aquella noche. Llegando a la misma conclusión, la descoronada fue tajante.

  • Suficiente. Deberías descansar. Mañana tenemos otro día duro por delante.
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episodio muy cortito, no puedo escribir más-

desde la pagina 112

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Ya me he puesto al dia…
Voy a poner a Menel y Argent en contexto para TWW

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Menel suspiró largamente. Habian pasado unos días de vacaciones en Bel’Ameth,en su nueva vivienda.
Paseando,mostrándoles a sus hijos y a Argent el verdadero espíritu kaldorei. Su día a día, sus costumbres…
Lith acostumbrada a la vida en el templo de Elune no se sorprendió mucho.
Argent aprendió a entender mejor a su esposa,los vínculos con su raza,entendió mejor que nunca porqué el destierro le habia provocado tanto dolor y pena.
Aunque alejada del templo y de Elune las sacerdotisas que se encontraban por Amirdrassil la saludaban con respeto. Conocia a cada una por su nombre,les cogia de las manos y las llamaba hermanas. Y evitaba hablar de la pérdida de su fe. Alguna más por despiste que por malicia se despedia con un :
-Elune a’dore .
Menel sonreía por respuesta. Lith contestaba por ella deseándole la misma bendición a su interlocutora.
Las hijas de Elune sonreian al ver a aquella elfa hibrida tan devota de su diosa.
Estel cosia a preguntas a su madre. Sobre todo al ver a un druida convertirse en oso ante sus ojos.
Menel le explicó con paciencia el cometido de los estudiantes de Cenarius.
Cuando el pequeño parecia haberlo entendido todo…otro kaldorei se convirtió en un árbol ante la atónita mirada del pequeño.
-Y se pueden convertir en caballos?
-No,Estel.
-Y en carneros?
-Tampoco…
-Y en…
Menel decidió que terminaria antes explicándole las formas de un druida y lo que podían hacer cuando se transformaban.
-Ohhh yo quiero volar!!- dijo cuando se enteró de que los druidas se podían convertir en aves y alzar el vuelo.
Menel encauzó un levitar sobre su pequeño y Argent lo levantó en alto.
-No es lo mismo- protestó el pequeño.
-Bueno…-respondió su madre- el Shando Malfurion te ofreció convertirte en un druida.
-Ni por volar cambiaria ser un paladín- contestó el pequeño elfo.
-No hay más que hablar entonces- contestó su madre.
Argent intentó disimular una sonrisa de orgullo mientras depositaba con cuidado a su hijo en el suelo.
-Te he visto- contestó Menel.
-No diré nada en mi defensa- contestó el sindorei.
La kaldorei de pronto pareció cambiar su sonrisa guasona por una pequeña mueca de dolor.
-Que pasa amor? - preguntó Argent.
-Nada…solo que Estel crece muy deprisa. Y pronto llegará el momento en el que se tenga que ir a formar a Lunargenta. Ya me cuesta ver a Lith tan poco…- susurró Menel
-Volveré a casa cada noche mami,te lo prometo- dijo el pequeño.
-A veces olvido lo fino que tiene el oido este niño.
Argent soltó una carcajada.
-Es su parte kaldorei.
-Eso,eso-contestó Estel.
-Y esa es tu parte sindorei…no decir nada en tu defensa-contestó su madre mirando a su esposo.
-Muy graciosa- contestó Argent con una mueca divertida.
Y asi pasaron los días.
Tocaba volver a Dalaran y a sus rutinas y obligaciones. Sin embargo algo en el interior de la kaldorei la tenia inquieta,un mal presentimiento. Se culpó por alarmista a si misma y no mostró su preocupación. Fue capaz de esconder esa preocupación a su esposo.
Quiso apartar a un lado esis pensamientos sombrios. Se dijo que solo era su mente buscando un motivo de oscuridad tras haberse reconciliado con su raza y su pasado.
Sin embargo esa sensación iba creciendo en su interior…

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El frunció el ceño, pero no ofreció más argumentos y pronto ambos se retiraron a sus sacos de dormir, Kronakh se instaló para vigilar. No parecía dormir mucho. La respiración de su amiga pronto se estabilizó en un ritmo suave, pero el errante yacía despierto. El dolor fue especialmente molesto aquella noche. Se sentía como si tuviera gusanos excavando a través de su piel. Las palabras anteriores aún resonaban en su mente y sintió que su rostro ardía de ira. Estaba reteniendo todo. Frustrado, pateó su petate y se puso de pie.

Kronakh entrecerró sus enormes ojos oscuros hacia él.

  • Solo necesito un poco de airedijo, hablando en voz baja para no despertarle - —No iré muy lejos y tendré cuidado.

El rostro de Kronakh seguía siendo sospechoso (era notablemente expresivo para un reptil gigante), pero no dijo ni hizo nada para detenerlo.

Nhail se alejó del campamento moviéndose cuesta abajo a través de las rocas sin vida. Cuando estuvo fuera de la vista del campamento se acomodó en una roca fría y sacó un pequeño saco de dentro de su gabardina junto con un paquete de papeles delicados. El aroma especiado del cardo de sangre seco llegó a su nariz cuando abrió el saco y se estremeció de placer. Otro hábito que Myria no aprobaba, pero ayudó a adormecer el dolor… por un tiempo, al menos.

Mientras preparaba su pipa escuchó un raspado en la piedra. Saltó y su bolsa cayó derramando su preciado cardo de sangre por el suelo. Una figura oscura y amenazante emergió de un barranco cercano, se maldijo por no revisar su entorno con más cuidado. Alas de murciélago se desplegaron y unos ojos verdes resplandecientes se posaron sobre él.

  • Oh no, joven elforetumbó el demonio, sacando una espada que ardía con fuego vilVoy a hacerte gritar.

Consideró brevemente correr en busca de ayuda, pero darle la espalda a este enemigo sería morir. Se volvió hacia el demonio y con una sonrisa de autentico placer… ‘’oh si’’ , que bien se sentían las Myrkur acariciando el cuero de sus guantes después de pasar años sin utilizarlas por el estricto entrenamiento con los Shadopan.

El Guardia Apocalíptico se abalanzó moviéndose a una velocidad sorprendente con su espada perversa en alto.

Recurrió a su capa de las sombras, ignorando el dolor mientras agotaba aún más sus ya escasas reservas y el aire se oscureció a su alrededor. En un abrir y cerrar de ojos, reapareció varios pies a su izquierda y la espada del Guardia partió la piedra donde había estado sentada momentos antes. La bestia se volvió hacia él mientras la energía vil parpadeaba sobre sus cuernos.

  • ¡Anar’endal!gritó, y varios cuchillos envenenados atados a un fino hilo salieron disparados de sus manos a una velocidad vertiginosa. Al parecer era una nueva técnica y/o herramienta que aprendió de los Shadopan.

El veneno corrosivo giraba en espiral y se enroscaba en el aire como seres vivos. Impulsado por el odio que ardía en su corazón, cada lanzamiento buscó su objetivo con una precisión infalible y golpeó con una fuerza antinatural.

Se tambaleó bajo su ataque gruñendo de dolor.

  • ¡Shaza—kiel!el demonio gruñó mientras extendía una mano. Brotaron llamas carmesí.

Sombra del viento esquivó hacia un lado, rocas ardientes la arrojaron mientras el suelo donde había estado de pie explotó. Preparó otro hechizo pero levantó las manos en el aire desatando un torrente arcano que arrancó la energía de su entorno, incluido el Demonio. Las cuchillas hicieron su efecto y este murió a causa del potente veneno que había aprendido a perfeccionar en sus años de retiro sintiendo una cálida oleada de placer cuando recordó que no necesitó de ninguna armadura para algo como esto. Sacó todas sus fuerzas. Su mente se llenó con la imagen de sus antiguos compañeros ya fallecidos y un odio abrumador por todo lo que la Legión Ardiente había forjado alguna vez le llenó.

Con la sangre hirviendo, desató una cascada de puñaladas con las cristalinas. Intentó defenderse levantando los brazos y las alas para protegerse pero el odio del elfo lo atravesó por entero. Murió gritando y agonizando mientras el errante sonreía todo el tiempo a la vez que la sangre salpicaba sobre su rostro.

Cuando el cuerpo destrozado del Demonio se derrumbó en el suelo, finalmente cedió, respirando con dificultad. Tropezó hacia el cadáver. Sus brazos y alas quedaron completamente mutilados al igual que gran parte de su torso, pero su cabeza grisácea permaneció prácticamente intacta. Sus cuernos todavía titilaban con llamas viles.

Una nueva oleada de odio golpeó al elfo más fuerte que antes. Gemía y gemía mientras cada nervio de su cuerpo latía y un anhelo desesperado llenaba su corazón. Su mirada fue atraída por los cuernos del Demonio todavía encendidos con energía asquerosa y algo dentro de él se quebró.

Arrodillándose colocó sus manos sobre los cuernos. Estaban calientes al tacto pero era soportable. Su corazón latía con fuerza y apenas notó el horrible olor a carne de demonio quemada. Gruñendo, usando el último ápice de su ira para reforzar su fuerza, arrancó los cuernos de la cabeza del cadáver, desatando un chorro de cenizas de color verde neón que picaron en su piel.

Su respiración se volvió pesada y áspera pero estaba más allá de todo pensamiento racional. La necesidad había ahogado todo lo demás. Clavó los cuernos del demonio en su propia cabeza para más inri. Sintió sus bases destrozadas perforar su piel y luego incluso el hueso de su cráneo. Apenas sintió el dolor. La sangre fluyó hacia él. Le recordó al padre de Kaetteren y aquello le cegó de ira, pero pronto, muy pronto volverían a estar juntos en cuerpo y alma.

Era un poder diferente a todo lo que había imaginado en sus sueños más desesperados. Quemó a lo largo de cada nervio y llenó cada célula hasta reventar. Se derrumbó retorciéndose y gritando mientras su alma se incendiaba. Era un placer tan intenso que agonizaba, un dolor tan feroz que era sublime.

Rezó para que terminara y rezó para que nunca terminara. Una eternidad después volvió en sí mismo. Yacía en el suelo frío, empapado en sudor. Le dolía la garganta. Ahora se sentía diferente. La ira seguía allí pero era distante. Por el momento estaba saciado, sintió un nuevo poder recorrer sus miembros.

Sintió que podía tomar las piedras y aplastarlas entre sus dedos. Nhail Shal’endir sonrió. La mayor parte ya se había desangrado, pero quedaban rastros en el aire, los inhaló como el perfume más dulce.

Un escalofrío de placer recorrió su cuerpo. Se puso de pie y se congeló. Myria se paró en la cresta por encima de él. Se miraron largo rato sin decir nada. El joven elfo podía escuchar su propia respiración en el silencio. No hizo ningún esfuerzo por ocultar lo que acababa de ocurrir. Encontró la mirada de su amiga descoronada con orgullo, desafiándolo a objetar.

Esta negó con la cabeza y se alejó.

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Varios días más tarde.

  • ¡Levántense Caballeros de Sangre! ¡Ha llegado la hora de la justicia!

La voz de Lady Liadrin atravesó el aire, más frío incluso de lo que el entorno podría explicar, mientras conducía a Los Caballeros de Sangre. Lucharon para despejar el camino, cubrían la retaguardia, los muertos vivientes los acosaban por todos lados, Nhail y Myria estaban entre ellos.

Ya no eran tan distantes, sino socios inciertos. El errante había pasado una década ahondando en la vileza, la sombra y todos los poderes de la oscuridad y el caos, convirtiéndose en un arma viviente. Myria no ocultó su desaprobación, pero aun así permaneció a su lado.

Un escuadrón de Necrófagos se abalanzó sobre la pícara y desató una ola de poder que los congeló en seco. Descendió desde arriba y eructó un torrente de energía pura, destrozando los cadáveres animados como si fueran de cristal antes de remontarse hacia los cielos oscurecidos. Pero esto hizo poco para frenar el avance de la Plaga. Incluso más monstruosidades ahora se precipitaron para llenar el vacío. Nhail dio un paso adelante con una furia fría ardiendo en su corazón.

Esto era por lo que habían luchado. Este había sido su sueño desde el momento en que la Plaga llegó a Quel’thalas y abandonó su hogar. Para acabar con la amenaza de los muertos vivientes de una vez por todas. Había sido una campaña brutal que estaba durando más… mucho más de lo esperado, pero al fin estaba en su tierra y nada ni nadie iban a conseguir detenerle.

Con un grito sin palabras, sintió el pulso de poder a través de su cuerpo. Los poderes oscuros que el cortejaba le habían cambiado. Su piel, siempre pálida, se había vuelto tan pálida como la de un cadáver, y su cabello, una vez blanco opaco ahora era nuevamente negro como la muerte. Sus ojos ardían con intensidad. Cayeron ante el pero siguieron avanzando. Parecían interminables, y con cada guerrero vivo que caía su número crecían. Eran como arenas movedizas. Cuanto más luchabas contra ellos más fuertes se volvían.

Escaneando el cuerpo a cuerpo, identificó la fuente de los refuerzos: un nigromante cerca de la parte trasera de las líneas enemigas. Apretó los dientes con rabia. Esta era la más odiosa de las criaturas, un hombre que servía a la Plaga de buena gana, deseando el poder y la inmortalidad. Nhail no era ajeno al ansia de poder ni a los oscuros tratos para alcanzarlo, pero había pervertido su alma en nombre del vacío hacía demasiados años hasta que con el pasar de los años fue redimiéndose.

Cedió por completo al odio que ardía en su corazón nuevamente. Con un rugido como un trueno atravesó las fuerzas de la Plaga con pura fuerza bruta y agilidad. Llamas sin luz parecían saltar de su cuerpo devastando a todos los que se acercaron. Pero solamente era la destreza y la rapidez de sus movimientos con Myrkur, había mejorado demasiado entrenado en Pandaria lejos de aquella armadura. Ya no la necesitaría nunca más.

Ante tal furia, las bestias no pudieron resistir.

Vio que los ojos del nigromante se abrían como platos mientras se abalanzaba sobre él. Le disparó un rayo de magia oscura, pero el errante se encogió de hombros, la energía oscura que la envolvía le servía de armadura. Antes de que pudiera huir agarró al hombre por el cuello y lo levantó. Era un humano de piel pálida y andrajoso. Pataleó y forcejeó, respirando con jadeos roncos que se empañaban en el aire helado, pero no pudo soltarse. Podía aplastarle la garganta en un instante, pero ese era un final demasiado amable para alguien como él.

  • ¡Shaza—kiel!aquella palabra fue pronunciado en Eredun, ni siquiera lo dijo en Thalassiano, Kaetteren le enseñó algunas frases en su idioma y de manera inconsciente las solía emplear.

El cuerpo del nigromante se arqueó en agonía cuando una energía parpadeante comenzó a fluir. Su carne se marchitó mientras ella bebía su vida y su misma alma y ​​se estremeció de placer. La cáscara arruinada que una vez había sido un hombre se le cayó de las manos, lo último de su esencia ahora era de ella. Sin inmutarse, las hordas sin vida presionaron hacia él, pero desató la energía que le había quitado al nigromante y una onda expansiva de energía oscura redujo a cenizas a los secuaces de la Plaga. Nhail estaba fuera de sí, irreconocible. El golpe de regresar al hogar y verlo en aquel estado fue muy duro y no pensaba detenerse. Se acabaron las sutilezas.

Agotada su fuerza, dejó que el caparazón de poder oscuro que la rodeaba se disipara y volvió a ser aquel Quel’dorei tranquilo y de mirada fría. Los contraataques de la Plaga se estaban debilitando. Regresó a donde estaba Myria y algunos Caballeros de Sangre mirando con una expresión poco clara. Ella leyó el juicio en su mirada y se erizó. Se habían salvado la vida mutuamente. Se sorprendió del poder y la habilidad que había adquirido, algo muy alejado de lo que recordaba en las Islas Abruptas.

  • Bien peleadosus ojos se abrieron con sorpresa. Esa no era la respuesta que él esperaba.

Myria dejó caer el peso de su cuerpo sobre las paredes de unas ruinas, una construcción de madera pulida con brillantes cristales y sopesó sus palabras.

  • Sé que no siempre estamos de acuerdocomenzóPero me alegro de que estemos juntos ahora.

Nhail se permitió una sonrisa cautelosa

  • Yo también.

Dor’erl miró hacia la torre.

  • ¿Crees que realmente podemos hacerlo?preguntó. Sus ojos verdes ardían con intensidad. Puede que haya controlado más sus emociones, pero su odio por la Plaga no era menor que el de Nhail.

  • No lo sésu corazón se aceleró. Apenas se había atrevido a esperar que llegara este día, pero ahora había llegadoPero daré todo lo que tengo.

Myria asintió.

  • Sé que lo harásse enderezó y una mirada de determinación se apoderó de ella.

  • Venid. Selama ashal’anore.

  • Selama ashal’anore—repitieron al unísono.

Aunque la luz de la Fuente del Sol estaba a horas de distancia, sintió durante un instante el baño de energía nuevamente recorriendo su ser. Había olvidado aquella maravillosa sensación. A través de grandes dificultades y mucho sacrificio, había sido restaurada y limpiada, infundida con la Luz Sagrada por el sacrificio de M’uru. Había proporcionado alivio a la eterna sed de magia que afligía a los sin’dorei y dado esperanza a su destrozado pueblo.

Ahora, por fin había regresado a casa para encontrar el consuelo que pudiera en el resplandor de la Fuente del Sol.

La Fuente del Sol se encontraba en el corazón de un gran templo, sus paredes abovedadas pintadas de rojo, dorado y negro, los colores de los Sin’dorei. Su techo estaba abierto al cielo azul, dejando que la luz de la Fuente se mezclara con la luz del verdadero sol. La Fuente del Sol en sí era un estanque de líquido claro iluminado por su propio resplandor interior. Muchos peregrinos sin’dorei se apiñaban alrededor de sus bordes encontrando alivio en la calidez de su luz.

Ningún Sin’dorei había escapado de los últimos años sin cicatrices o sin tomar decisiones desesperadas. Ellos entendieron. Nada podría satisfacer por completo el hambre en su corazón, ni aliviar por completo el dolor de todo lo que había soportado, pero aquí, en presencia de la Fuente del Sol se sentía más completo. El hambre era distante y se permitió relajarse tanto como pudo.

Escuchó pasos detrás de él, era Myria acercándose acompañado por Kronakh. La mayoría de los dragones podían tomar forma mortal si así lo deseaban pero nunca había visto a Kronakh hacerlo. No estaba seguro de si él no podía o simplemente no quería.

Bal’a dashdijo, saludando a sus compañeros. Suspiró, cruzándose de brazos¿Qué nueva crisis demanda nuestra atención ahora?

Por el momento, nadadijo su socia y compañeraNo es por eso que he venidoaunque las palabras deberían haber sido tranquilizadoras, su tono permaneció grave.

Un antiguo soldado de las fuerzas de los Caballeros de Sangre suspiró.

  • He tomado una decisión. Durante mucho tiempo, mi odio por el Rey Exánime me impulsó a seguir adelante, pero ahora que se ha ido, el corazón para la batalla y el peligro han desaparecido de mí. Sigo siendo un eruditosu mirada parecía tristeVoy a volver a mis estudios. Creo que sirvo mejor a nuestra gente como guardián del conocimiento que como guerrero.

  • Intentaría disuadirte, pero sé que no tiene sentido viejo terco.

Myria sonrió

  • Podrías unirte a mí. Tienes una mente aguda y serías un excelente erudito. Podrías dejar tus cargas y encontrar la paz por fin.

Negó con la cabeza inmediatamente.

  • Puede que la plaga se haya ido casi en su totalidad, pero hay otros horrores acechando este mundo. Hay otros monstruos que deben sufrir por sus crímenes. Y en algún lugar, los demonios de la Legión Ardiente todavía conspiran contra nosotros aun con Sargeras encarcelado, estoy seguro. No puedo descansar.

  • Sabía que dirías eso. Sé que he dudado durante mucho tiempo de tus métodos y todavía me preocupo por ti, pero ahora veo el bien que haces. Puede que no confíe en los poderes con los que tratas, pero confío en la pasión que arde en tu corazón.

  • Gracias.

  • Quiero que tengas tu mejor oportunidad de tener éxitocontinuóCon ese fin, entrego a Kronakh a tu servicio.

  • ¿Qué?exclamó el Dracthyr. Claramente, esto también era una novedad para élMe comprometí a servirte y acompañarte hacia las Islas Dragónargumentó.

Myria se volvió hacia el viejo soldado con el rostro severo. Kronakh frunció el ceño ferozmente, pero no dijo nada más.

La actitud de la elfa volvió a suavizarse.

  • Elu’meniel mal alann, soldado. Ahora debo volver a casa, hablar personalmente con Rommath antes de preparar y partir hacia las nuevas Islas Inexploradas, negocios, artefactos, reliquias, joyas y preparar a uno de mis Agentes. Muéstrale a Kronakh como es nuestro hogar, tienes mucho que contarle sobre los 20.000 años que ha pasado criogenizadodio media vuelta y fue directa y decidida hacia NhailEspero que nos veamos de nuevo camarada, ha sido un enorme placer volver a combatir junto a ti estos días, tu agilidad y fortaleza desde la última vez que nos vimos… desconozco el tipo de entrenamiento que has recibido, pero desde luego ha dado sus frutoscolocó una mano sobre el hombro del errante, presionó una de sus rodillas contra el muslo del elfo y guiñándole un ojo dijo sus últimas palabrasEl cabello negro te sienta mejor… bandidoagarró su barba mientras el esmeralda y el azul frío de ambas miradas se entremezclaron durante unos segundos que se volvieron eternos y entonces, en un último movimiento de su rodilla un poco más arriba la quitó y volvió a su postura original dándole un beso en la comisura de los labios con una de las sonrisa mas pícaras que el errante recordó en años.

Y así, de manera sutil y grácil, montó en su Trotador Azabache y desapareció sutilmente entre la niebla de la eterna noche que envolvía las putrefactas Tierras Fantasma rumbo hacia Lunargenta.

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(Fin del Prólogo)


I. Tierras Fantasma. Resquicios de una Plaga olvidada.

Noviembre. Año 40.



Palpé con una mano la tierra que había a mis pies. Muerta. Todo estaba muerto. No quedaba nada del antaño espléndido reino de Quel’thalas. A mí alrededor todo era un rastro de desolación y muerte. Los árboles se habían marchitado y sus hojas secas eran llevadas por el viento. El olor del aire era nauseabundo y todavía persistía aquella extraña vibración a magia oscura.

Volví a subir a mi felino y noté como una gota caía en mi rostro. Incluso la lluvia tenía un aspecto distinto en estas desoladas tierras. Me puse la capucha sintiendo como la suave tela rozaba con mis orejas puntiagudas. Espoleé a Lluvia y éste comenzó de nuevo a correr tan deseoso como yo de salir de allí.

Bajé la vista. Aún recordaba cuando los tablones de madera ardiendo cayeron sobre mí ocultándome y salvando mi vida. Mi hermano se encontraba en una misión de exploración en unas tierras hasta el momento desconocidas, Las Islas Abruptas junto a un buen puñado de Forestales…

A la hora de la verdad, cuando el príncipe decidió que debía arrasar nuestra sagrada Quel’thalas, los humanos no se dignaron a ayudarnos. ‘’Dejé aquellos recuerdos y volví al presente’’.
Apenas contábamos con la ayuda de los pocos forestales que habían venido a ayudarnos en la batalla y unos pocos soldados Caballeros de Sangre voluntarios, liderados por un paladín llamado Felix, que había aceptado las órdenes de sus superiores y saldar la deuda contraída al salvarles durante un asedio en Uldum en la campaña contra el dios antiguo N’Zoth.



  • ¿Pasa algo Errante?

  • Lo sientes ¿verdad?le respondíEl hedor de éstas tierras. El Príncipe Arthas pasó por aquí hace más de una década y para mí es como si hubiese sucedido apenas unas horas. O al menos, sus no—muertos. La naturaleza a sufrido un daño casi irreparable… no puedo imaginar lo que han sufrido todos estos bosques en tanto tiempo.

  • No te preocupes, evitaremos que eso sucedaaseguró el comandanteArthas pagó por sus crímenes y seguirá pagando por ellos toda la eternidad.



Asentí con la cabeza y proferí un profundo suspiro. Acto seguido, noté como Lluvia se asustaba y le ordené que se parase mientras le susurraba dulcemente. A lo lejos, veía la ciudad maldita de Stratholme que había sido arrasada por la plaga y su propio príncipe. Al sentir la oscura energía que había en las cúspides de los edificios sentí un profundo nerviosismo. Decidí continuar mi camino…

Conforme avanzábamos, el rastro de muertos vivientes era más fuerte y nuestras respectivas monturas más difíciles de controlar. Apreté los puños, cerré los ojos y recordé las sabias palabras de Yalia y el resto de los Shadopan, reprimiendo así la furia que amenazaba con hacerme perder el control.

Cuando finalmente llegué a la puerta de la primera muralla no me sorprendió ver que ésta había sido completamente destruida. Bajé del sable y lo até en unos viejos establos. Le acaricié un poco y le di un beso en la cabeza.



  • Que tus hombres descansen aquí, voy a comprobar el estado de los puestos de vigilancia. Vosotros dos venid conmigo.

  • Te acompañarépidió GrothTal vez pueda ayudar.

  • Está bienrespondí.

  • Darianombré a una de las forestalesTe dejo al mando hasta mi regreso ¿entendido?

  • No decepcionaré.



Desenvainé a Myrkur y me adentré en un estrecho paso en las montañas que llevaba a uno de los puestos fronterizos. El paisaje me resultó repugnante. Estaba lleno de cadáveres, el suelo estaba corrupto y algunas almas en pena pululaban por el lugar. Entonces vi algo moverse. Corrí hacia él. Era una elfa algo más joven que yo. Cuando me vio, emitió un extraño sonido. Me arrodillé y la cogí entre mis brazos. La plaga había maldecido su alma y probablemente se levantaría como un no—muerto cuando expirase.



  • Gra—graciassusurró al comandanteTú luz me hace sentir mejor.

  • ¿Qué ha pasado?le pregunté. Por sus vestimentas, deduje que era de los Errantes.

  • Los no—muertos atacaron la puerta con una fuerza increíblenoté como le costaba respirar, no podía salvarla, pero entonces noté la luz de mi compañero. Noté como su respiración se volvía más acompasadaSus… sus fuerzas destruyeron la puerta sin demasiados problemas. Logramos retenerles, entonces llegaron nigromantes. Por cada uno de los nuestros que caía levantaba a un nuevo no—muerto. No dejaron a nadie vivo, ni mujeres, ni niños. No quedó nada.

  • Entiendo…

  • Paladin. ¿Puedes rezar por mi alma?le dijo entonces al comandante.

  • Lo haré. Quiero intentar purificar tu alma.

  • ¿Podrías?dijo con un ápice de esperanza.

  • Sí, pero antes dime. ¿Quedan fuerzas de la plaga?

  • Sí, varios nigromantes están levantando a los espíritus de los caídos.

  • Entiendo. Groth, quédate, intenta salvar su espíritu, aunque sólo sea eso, nosotros nos adentraremos y acabaremos con esos nigromantes, ¿entendido?

Él asintió con la cabeza.

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Crucé el destruido refugio élfico esquivando los restos de los edificios, las agujas partidas y los espíritus de los caídos que no se mostraban hostiles. Decidí seguir el rastro y descubrí a media docena de nigromantes en un templo. Enfundé las cristalinas al escuchar como mis compañeros tensaban sus arcos buscando un buen punto desde el que disparar.

Las flechas surcaron el aire acertando a tres de los nigromantes. De ellos, solamente uno sobrevivió, sin embargo, en una muestra de reflejos, lancé una cuchilla envenenada acertando de lleno en la cabeza, sentenciándolo a muerte. El resto de nigromantes se escondieron en el interior del edificio, noté como empezaban a canalizar magia oscura.



  • ¡Id a por los nigromantes! Yo me encargo de los esqueletos.


Los forestales, aún con el arco, comenzaron a buscar un flanco desde el que atacar, al mismo tiempo que, desenvainando mis dos hojas me precipitaba sobre los esqueletos. La batalla no fue muy dura, ya que sus movimientos eran algo torpes, pero sólo podían ser derrotados por la muerte de su maestro.

Paré la espada de uno de ellos y asesté una patada al segundo en las costillas mientras esquivaba a un tercero con gran agilidad. Cuando uno de ellos vino a atacarme, hice una finta colocándome detrás suya y rebanándole la cabeza rápidamente, que volvió instantes después a su cuerpo. Entonces, repentinamente, sentí en mi pierna una descarga de energía oscura que provocó un extraño fuego negro en mi ropa y me preparé para seguir luchando. No obstante, los esqueletos se desarmaron y sus huesos inertes cayeron al suelo. Los dos Altos Elfos habían acabado con los nigromantes y me acerqué a ellos.



  • ¿Estás bien?preguntó al ver mi mano dañada por el fuego y mi pernera algo rasgada.

  • Nada grave, no te preocupesrespondí¿Tienen algo de utilidad?

  • No, únicamente algunos instrumentos de nigromancia.

  • Dejadlos donde están. Vamos a quemar este asentamiento. Los no—muertos no podrán levantar a los nuestros si son sólo ceniza.

  • Deberíamos darles un entierro digno, señor.

  • Me duele tanto como a ti esto. Pero, en este momento, mi razón me dice que ayude a los vivos en vez de honrar a los muertos.



Dicho esto, salimos de allí y volvimos sobre nuestros pasos. Me alivió ver que, ahora que el ritual había sido interrumpido, los espíritus habían comenzaba a disiparse. Me acerqué a Groth y le di un informe de lo que había visto.



La Elfa ha muerto, pero su alma está salvada. Al igual que la de todos los de aquí.

Vamos a hacer arder este lugar para que la no—muerte no pueda hacerse con el espíritu de más hermanosdije con tono neutro.



A continuación, encendí una hoguera y los Forestales ungieron las flechas con aceite disparando al menos una docena, haciendo arder aquel asentamiento. O lo que quedaba de él. Al ver a Lluvia durmiendo apaciblemente sonreí por primera vez en un par de días, recordando cuando aún era un cachorro correteando por Mulgore. Sin embargo, pronto tuve que regresar al presente obligando al Sable a levantarse.



  • Tranquila pequeña. Vamos a tener que andar un poco más.


Subí en su grupa y continuamos el camino. Cuando llegamos a territorio abierto comprobé que mi montura estaba agotada, me bajé y continué caminando como la mayoría de mis compañeros. Todo el lugar estaba desolado, en el cielo veía nubes negras, algo insólito en nuestra tierra, bendecida por el sol, por Belore.

Incluso en época de lluvia el sol no dejaba de brillar. Que el cielo se viese así era signo de mal fario. Pensar que estas tierras han estado así más de una década mientras he estado fuera…

Uno de los forestales me avisó de la existencia de una caverna que usualmente era utilizada como refugio para los viajeros en la que podríamos pasar la noche, de modo que decidí que allí sería donde dormiríamos. Tardamos unos tres cuartos de hora en alcanzar la caverna. Su temperatura era agradable, tenía provisiones y un pequeño habitáculo donde podían descansar. Establecimos las guardias y el resto se recostó sobre sus mantas. Todos caímos dormidos en instantes, la tensión y el agotamiento nos estaban haciendo mella.

Me desperté azotado por una fuerte pesadilla en la que veía como mi cuerpo era torturado hasta que perdía la voluntad. Un sudor frío recorría mi frente sintiendo como si la temperatura de la caverna hubiera bajado al menos diez grados. Miré a Lluvia que seguía profundamente dormida junto al resto. Aquello me relajó.

Daria estaba en ese momento de guardia y me senté junto a ella.



  • ¿Cómo te encuentras?

  • Asustada, me da miedo el estado en el que pueda ver Quel’thalas.

  • Eso nos ocurre a todos, especialmente a los que llevamos mucho tiempo alejados de nuestra majestuosa tierrale respondíPero no te preocupes, mientras nos tengamos a nosotros todo estará bien. La abracé levemente y miré el crepitar de las llamas.

  • Tus palabras me alagan Nhail Shal’endir.

  • Sólo Nhail.

  • Deberíamos partir yadijo GrothNo conviene retrasarnos demasiado.

  • Lo sé, pero… todos estaban demasiado cansadosseñalándoles con la miradaSe merecían una noche tranquila.

  • La muerte no esperarespondió Felix.

  • Lo sé… despertémosles pues.

Desayunamos parte de los víveres que había en el refugio después de comprobar que no estaban infectados

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  • Con estas malditas nubes es imposible saber la horame quejé.

  • ¿Qué vamos a hacer Errante?preguntó Groth.

  • Vayamos a Tranquillien, decidiremos nuestro próximo movimiento.



Ordené a Lluvia ponerse al trote en busca de una de las vías principales de nuestro reino que cruzaba el centro neurálgico del sur de Quel’thalas. Como imaginaba, el paisaje resultaba desolador. Numerosos animales estaban muertos, y nuestras tierras estaban siendo invadidas por grandes murciélagos, que junto a algunos necrófagos, se daban un festín con los restos de linces, dracohalcones, y otras criaturas.

Cerré los ojos y aparté la mirada de los bosques. Estaba en lo alto de una colina e intenté buscar el mar con la mirada pero mis ojos solo veían putrefacción desprovista de toda vida. Contemplé la desolada línea de tierra que se extendía hacia el sur hasta llegar a otro de los pasos montañosos de nuestro reino. A lo largo de todo el camino vi como se extendían filas de zigurat y otros edificios de la plaga.



  • Maldito seas, Arthas Menethil. Aunque hayas pagado en el más allá por tus crímenes, no descansaré hasta ver a Belore rozar cada centímetro de esta tierra como lo fue antaño.


Daria depositó una mano en mi hombro a modo de consuelo, pero azucé rápidamente a mi Sable para seguir la marcha. Tardé un par de horas más en llegar a Tranquillien, siempre con la vista de fondo de aquella tierra yerma. Sufrí al comprobar que su destino había sido el mismo que el del puesto fronterizo. Examiné cada una de las casas pero no encontré ningún rastro de nigromancia. Tal vez hubieran conseguido evacuar a los civiles a tiempo. Volví a subir sobre Lluvia y retomé mi camino. Con un poco de suerte llegaría antes del anochecer

Aquella cicatriz que había sufrido mi tierra me siguió en el camino hacia el norte. Sin embargo, me sorprendió ver que cuanto más nos acercábamos más cantidad de no—muertos estaban apostados en la tierra.



  • ¡Nos atacan muertos vivientes!

  • ¡Subid a las monturas, rápido!grité.

Groth, que había conseguido relajar a su caballo, se puso a mi altura mientras lanzaba energías arcanas a los necrófagos, que explotaban con su mero contacto.

  • ¿Se te ha ocurrido algo?

  • Magia Élfica. Tal vez podamos encontrar unos portales en el bosque al oeste de aquí. Si aún funcionan tal vez podamos utilizarlos.



Azucé a Lluvia y guie a mis compañeros por el bosque. Como forestal, hijo y hermano de quien fui, conocía ese bosque como si de los jardines de mi casa se tratasen. Vi a un pequeño grupo de gárgolas sobre nosotros. Quité las manos de las riendas guiándola únicamente con las espuelas.

Recé a Belore porque la suerte me sonría, ya era la segunda vez que oraba en una semana, sin duda algo estaba cambiando en mí. Las pocas veces que le rezaba a Belore era cuando mi Abuela todavía vivía y lo hacía más por ella que por convicción.

Los forestales disparaban flechas imbuidas en fuego mágico. Apuntando directamente a las alas de aquellas gárgolas, acertando de lleno haciéndolas arder al compás de gritos ensordecedores. Muchos forestales también se encargaban de atacar a las fuerzas de la Plaga hasta que finalmente fueron exterminadas, al menos durante un tiempo.



  • Bajad de vuestros caballos. El resto lo haremos a pie.

Groth y sus hombres bajaron con cara de desconcierto.

  • Vamos a borrar nuestro rastro a partir de aquí. Daria. ¿Sabes dónde estamos?

  • Por supuesto.

  • En ese caso, sabes dónde está uno de los portales ¿no?

  • ¿El más cercano? A un par de kilómetros.

  • Te encargarás de guiarnos hasta allí, yo, y un par de forestales más nos encargaremos de borrar nuestro rastro.

  • Pero, ¿para qué bajar de los caballos?

  • Con el peso de dos personas alcanzarían el agotamiento más rápido. Y por descontado, las huellas serían mucho más profundasle contesté.

Comenzamos a borrar las huellas a nuestro paso meticulosamente, tras utilizar a Lluvia y su sigilo que le fue adiestrado en Pandaria para sembrar un rastro desconcertante a nuestros enemigos. Aquello me parecía incluso relajante por extraño que pareciese. Los años en Pandaria me habían dado muchos frutos sin darme cuenta.

El portal era una estructura que desafiaba las leyes de la naturaleza. Estaba formada por dos pilares sobre los que reposaban flotantes, dos cristales, los extremos de un arco metálico afilado como espadas que casi lograba completar la circunferencia. A pesar de la antigüedad el cristal aún refulgía con el color del sol y los pilares no mostraban signos de desgaste. Detestaba los portales y la magia asique simplemente les dejé hacer. Uno de ellos puso su mano izquierda con la energía de la Fuente del Sol que fluía en el aire y colocó la otra en uno de los cristales mágicos. El metal comenzó a resplandecer. Entonces, como de la nada, una extraña sustancia de aspecto acuoso se materializó entorno al arco dorado.



  • Ya está. ¡Cruzad!


Me aseguré que todos se pusieran a salvo y esperé a que se cerrase, mi trabajo todavía no había acabado, decidí quedarme y seguir peleando contra cualquier resquicio de la plaga que se pusiera ante mí. Le debía mucho a mi tierra, no podía huir una segunda vez, no, esta vez no.

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Capitulo nuevo, espero que os guste. Desde la pagina 115

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Volver a la rutina tras las vacaciones se hacia un tanto tedioso.
Pero Menel disfrutaba cuando se ponia a crear perfumes.
Sin mirar la lista de ingredientes creó el de Argent, pues se le estaba terminando.
Tenia muchos pedidos pendientes. Era el precio a pagar por esos dias de descanso.
Cogio su enorme recetario. Guardaba la receta de cada perfume de sus clientes mas habituales y creaba uno nuevo para los que acudian a pedir un perfume personalizado.
Solía hacerles un pequeño cuestionario acerca de su personalidad.
Y en funcion a eso les daba notas mas dulces,mas terrosas,ambarinas,citricas…e incluso podia crear perfumes que elevaban la sensualidad de una mujer a altas cotas,perfumes que conseguian que todos los hombres se giraran y encandilaran de la hembra en cuestión.
Habia muchos elementos externos en la creacion de un perfume, desde la elección de las esencias,hasta la prueba sobre la propia piel del cliente.
Cada persona, cada piel hacia que al fusionarse con el perfume este adquiriera un olor distinto.

A Argent también se le habia acumulado el trabajo, varias armaduras abolladas esperaban ser reparadas.

Lith habia vuelto a Val’sharah, Estel estaba en la escuela…todo habia vuelto a la normalidad…
En apariencia.
De pronto Menel se llevó ambas manos a las sienes,no era la primera vez que le pasaba.
Los susurros se habian vuelto persistentes,incesantes, hablaban de la presagista,le ordenaban buscarla y seguirla, obedecerla.
El rumor habia corrido como la pólvora por la ciudad de los magos. Xal’atath.
Conocia bien a la entidad.,todos los sacerdotes y sacerdotisas de la sede de clase sabian quien era aquella daga maldita y sus susurros.
Maldijo para si a quien tuvo la debilidad de obedecerla,de llevarla ante Nzoth. De dejar que el dios antiguo la liberase.

-Ya ha empezado. Sucumbe al vacío…ella es el verdadero camino.

La kaldorei se concentró primero en regular su respiración. Apartó las manos de las sienes antes de que su esposo entrase de la forja .
-Prepárate, la presagista viene…únete…alcanza la gloria.
Menel cogió un vial con aceite de flor exánime.
-Una gota será suficiente- se dijo intentando ignorar las voces en su cabeza.
-Elune te ha fallado, la luz queria subyugar a Illidan…no lo ves? Ella trae la verdadera fe,el camino a la libertad.
-Ummm…una gota de esencia de pino retorcido- dijo escribiendo en la nueva receta.
-ÚNETE!!SUCUMBE!!
-BASTA!!!-gritó la kaldorei poniéndose en pie.
Oyó unos pasos apurados.
-Mierd …-pensó.
Argent entró como una tromba por la puerta con el martillo de herrero en mano.
-Estás bien amor?- preguntó mirando alrededor, buscando quien habia hecho gritar a su esposa.
La tienda estaba vacía en ese momento.
-Si,no pasa nada .
-Menel…
Conocia a su paladin lo suficiente para saber que no cejaria en su empeño hasta obtener una respuesta.
-Son los susurros del vacio. Son mas intemsos,casi insoportables,hablan de Xal’atath, de un nuevo orden…
-Puedes controlarlos? -preguntó el sindorei preocupado.
-Si,solo que por momentos es agotador.
-Hay algo que pueda hacer?
Menel se acercó a él por respuesta y lo abrazó.
Argent besó su frente y ella soltó un suspiro de alivio.
Se quedaron asi unos instantes.
-Siempre me das tanta paz…- susurró ella.
-Mejor? - preguntó el paladín
-Si,gracias amor.
Se besaron con suavidad.
Menel se separó de su esposo con un gruñido de inconformismo.
-Sera mejor que volvamos al trabajo. Estos pedidos no se van a hacer solos.
Su esposo la miró a los ojos. La oscuridad que habia en ellos,el agotamiento…habia desaparecido.
-Vale,pero primero voy al juego de manos a por una cerveza y un café
-Ummm café…
Argent soltó una pequeña carcajada.
-Hay algo que no arregles con un café esposa mia?
Menel se quedó pensativa unos instantes,le sacó la lengua como una niña pequeña y respondió:
-No,creo que no.
Argent volvió a reirse mientras se dirigia a la puerta.

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Horas más tarde.



Cuando emprendió su camino fue a buscar directamente a una anciana curandera, Eren, se decía que después de la tercera guerra ella sobrevivió como vagabunda errante. También se decía que era una bruja poderosa capaz de curar casi cualquier enfermedad e incluso traer de vuelta del otro lado a algunos. Nhail tenía muchas ganas de volver a reunirse con su gente que le esperaban en el más allá, pero sentía que la guerra no había acabado, los ancestros le hablaban en sueños y le decían que tendría que aguantar un poco más. Sólo un poco más. Quizá ella le concediera una prórroga.

Aquella vez, Dith, una Forestal veterana de Tranquillien, vigiló despierta durante toda la noche, como siempre hacía. No necesitaba dormir. Llevaba vigilando estos putrefactos bosques más de diez años. Su mente se fundía con la esencia de la noche y las sombras se convertían en sus aliados creando un estado de conciencia alterado que potenciaba sus sentidos y le hacía sentirse más viva que nunca. Dith podía percibir el aroma de la corrupción a millas de distancia, decidió que le acompañaría en su último viaje y vigilaría de que nada malo le ocurriese. Al día siguiente temprano se despidieron y cada uno tomó una dirección distinta. Nhail caminaba sólo junto a Lluvia, o eso creía, a través de los páramos en dirección Norte hacia su tierra natal, pero daría un rodeo en busca de la curandera.

Varios días pasaron entre el frío y la niebla implacable hasta que divisó una tienda de campaña a lo lejos, en medio de unas ruinas. Se arrastró hasta ahí sin saber muy bien lo que estaba buscando. Entró en la tienda y el frescor de la sombra lo reconfortó como nunca, sintió que podía quedarse ahí para siempre. La tienda parecía vacía. Se sentó en la entrada, ya no podía sostenerse más en pie.



  • ¿Eren?, ¿Anciana? ¿Estás aquí? Necesito tu ayuda.

  • ¿Qué puede haber aquí que despierte el interés de Sombra del Viento?le contestó una voz desde la nada.

  • Sé que sabes engañar a la muerte, ayúdame y te recompensaré bien.

En ese momento, de la nada surgió la figura de una anciana ataviada con una toga negra que se le acercó a escasos centímetros de su rostro y le observó atentamente.

  • Pierdes el tiempo, Errante, no hay cura ni antídoto.

  • Lo sé maldita bruja, sólo quiero permanecer aquí un tiempo más para poder finalizar mi trabajo y cruzar la puerta de la muerte con las manos limpiasgruñó.

La anciana siguió observándolo y tras un rato dijo:

  • Te entregaré algo para que engañes a la muerte durante un tiempo, pero ten en cuenta que esto te pasará factura. Tu destino es morir y eso debe ocurrir pronto, porque así está escrito. El poder que hay dentro de ti, lo que te hizo destacar en tu juventud reclama su precio. Nunca me equivoco.

Había caminado durante varios días, su visión no era buena, pero había encontrado varios linces garrágil muertos con heridas de perforación, en ese momento Odal hizo acto de presencia y cayó en picado desde el cielo para darse un festín, hacía días que no veía a su mascota y eso le puso contento.

Lo que no sabía era que quien guardaba sus espaldas era su compañera, Dith, la dama que no dormía. Había estado siguiendo a Nhail desde que desmantelaron el campamento a una distancia desde la que no pudiera ser vista; tenía la sensación de que el pícaro quería estar solo y quería evaluar sus intenciones antes de hacerle saber que no se libraría de ella fácilmente. La forestal observó desde lo alto de un viejo árbol como su compañero conversaba con aquella vieja arpía. El aroma del elixir que la bruja dio llegaba a sus fosas nasales desde una distancia desde la que ni los lobos eran capaces de apreciar y le recordaba a antiguos venenos cuyas recetas aprendió en la Academia cuando era niña. Su instinto sobrenatural le decía que la vieja no era trigo limpio y su instinto nunca la engañaba. Al día siguiente Nhail se despertó como nuevo. Se sentía tan bien como no se había sentido desde su estadía en Pandaria. Estaba solo en la tienda y tenía sus enseres preparados para emprender el viaje. Tras desayunar lo que la anciana le había preparado se dispuso a partir hacia su tierra. Sabía que los ancestros tenían algo que decirle; su misión no había terminado.

Continuó hacia Bosque Canción Eterna, aun le quedaban días de camino en el cual encontró una taberna improvisada entre unas ruinas y traspasó su puerta deseoso de disfrutar de una buena cerveza. Entró en al primera que vio, “El Refugio de los Valientes” se llamaba, al Este de Tranquillien, escondida entre las montañas. Un lugar recubierto de mobiliario y techos ornamentados con la mejor madera de los alrededores. El ambiente era acogedor y resultaba familiar. Estaba abarrotado de gente para su sorpresa.



  • Bienvenido forastero. Este es el lugar donde descansan y disfrutan aquellos merecedores de la gloria y el honor. ¿Eres tú uno de ellos?le dijo una hermosa mujer joven de oscura melena y piel bronceada cuyas vestimentas no dejaban lugar a dudas sobre su profesión, la más antigua del mundo.

  • Muchacha, si yo no soy merecedor de gloria y honor, creo que nadie en este maldito lugar lo es.



La dama, sonriente cogió a Nhail de la mano con sorprendente fuerza y lo condujo al piso de arriba, a una habitación fría aislada del resto en la que el silencio reinaba de una forma antinatural. Tras desvestirle, empujó a al pícaro a la cama, se postró encima de él y comenzó su baile salvaje. Se preguntó cuántos hombres y quizá mujeres habrían sucumbido después de una sesión con esta chica. Pero no estaba interesado, Kaetteren era lo único que anhelaba, asique la apartó y se fue a dormir y, al cabo de un rato, una caricia en su pecho lo despertó.



  • ¿De dónde vienes forastero? Ni siquiera se tu nombrele dijo con una voz cálida y aterciopelada que, añadida a la caricia suave y calculada provocaba un efecto hipnótico.

  • Me llaman Nhail, Sombra del Viento y vengo de derrotar al mal que asola este mundo. En mi cabeza hay preguntas sin respuestas y voy en busca de ellas.

Notaba como sus párpados le pesaban, el sueño le embargaba y oía su propia voz como bajo el agua.

  • El mal que asola este mundo no puede ser derrotado, es infinito y forma parte de todos nosotros.

  • Oh, dioses, como deseo dormir. Déjame dormir.

  • Tus deseos son órdenes para mí, pero, aún queda un asunto pendiente, animal que camina sobre dos patas…

  • ¿Cuál es ese asunto?

  • El precio por mis servicios…



La mano que acariciaba su pecho comenzó a alargarse y su piel oscurecerse y arrugarse. Las pequeñas uñas crecieron hasta transformarse en largas garras curvas que se clavaron en la piel del bárbaro como hojas de navaja haciendo brotar la sangre de su enorme pecho. El dolor lo hizo despertar y vio que donde antes había una linda muchacha ahora había un súcubo postrado encima de él que pugnaba por morder su cuello. ¿Cómo no se había dado cuenta antes después de tanto tiempo, de tantas batallas? La enorme hilera de dientes del súcubo se acercaban a velocidad vertiginosa hacia su yugular, sólo los reflejos adquiridos con la experiencia le permitieron reaccionar a tiempo.

Con su mano izquierda sostuvo la garganta del monstruo y empujó hacia arriba con la fuerza que fue capaz de reunir. No sirvió de mucho, el súcubo tenía a su vez fuerza sobrenatural, no sería fácil vencerlo. Aún tendido en la cama, con la mano derecha intentó alcanzar el mango de una de sus dagas pero la mano del súcubo le cogió de la muñeca impidiéndoselo. Se dio cuenta de que tendría que emplearse a fondo y convocar el poder de su fuego interno, aquel que le proporcionaba su fuerza antinatural y que, a su vez, le estaba matando. Cerró los ojos y se concentró, llamó mentalmente a los ancestros para que le proporcionasen su esencia y su furia. Notó como su corazón aceleraba, su pecho se calentaba y su propia sangre le quemaba. Rugió, aquel rugido hizo temblar la habitación e hizo dudar al súcubo, sorprendido por la reacción soltó la garganta del monstruo y lo abrazó por detrás cogiendo con sus dedos el extremo del maxilar inferior. De un fuerte y rapidísimo tirón giró hacia atrás el cuello partiéndolo de un limpio movimiento.

El súcubo cayó muerto sobre la cama. Al tiempo que esto sucedía, un segundo entró por la ventana dirigiéndose directamente a su cuello. Antes de que pudiera hacer nada al respecto, el segundo súcubo se detuvo en el aire y cayó a plomo en el suelo. El errante se acercó a averiguar por qué y observó la punta de una flecha sobresaliendo por la garganta de la criatura.



  • ¿Ya te has divertido bastante?oyó decir a una sombra tras la ventana.

Esa voz me resulta familiar.

  • No diré que no me alegro de que estés aquí. ¿Cómo me has encontrado Dith?

  • Soy una forestal Nhail, encontrar gente es parte de mi trabajo.

Entró por la ventana con una gracilidad de la que sólo podían hacer gala los cazadores. Absolutamente silenciosa, no la oyó posar sus pies en el suelo, ni siquiera sus ropajes cuando se movía.

  • ¿Piensas acompañarme a Lunargenta? ¿Es que ya no añoras tu hogar?

  • Ya no tengo hogar, ni familia, pero eso ya lo sabes. Encontraré mi destino, pero antes quiero saber lo que te propones. Algo me dice que todavía tienes algo importante que hacer ¿me equivoco?

  • Como siempre, estás en lo cierto. ¿Qué hacemos ahora?

  • Tú descansa. Yo vigilaré.

Nhail sonrió. Supo que esa noche descansaría más seguro que nunca.

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La inesperada marcha de sus invitados, le había dejado cuanto menos sorprendido. De un día para otro habían dejado la mansión sin despedirse. Un tanto asombrado, había buscado por todos los rincones, hasta que una noche, había descubierto una extraña criatura que le miraba con ojos llorosos, cerca de un desagüe que bajaba a los niveles más profundos. Como no podía descubrir a dónde llevaba, optó por llamar a los albañiles y taponar el agujero.
El siguió con su rutina. Estando en la biblioteca, un cuervo se posó sobre el alfeizar de la ventana, dando ligeros golpes con el pico sobre el cristal para llamar su atención.
Aquel era un mensajero de la “hermandad”, asi que abrió la ventana permitiendo que el ave se posara sobre su hombro. Bajó hasta la cocina, colocó un pequeño plato con tortilla, pan y restos de la cena para que el mensajero comiese. Entonces lo depositó sobre la mesa y cogió el pequeño cartucho que portaba sujeto en una de sus patas. Era un pequeño proyector de ingenieria gnómica, con el tamaño de un lápiz. En el cartucho destacaba una runa élfica brillante, correspondiente a la , “M”. Así que el pícaro amigo de su hermano le mandaba un mensaje…
Un resumen hablado y sencillo exponía como, tras precipitarse por un hueco hacia las profundidades de la mansión, habían tenido que salir de alli, el una maga draenei y sus invitados,
por una red de túneles subterráneos. Donde, tras una serie de vicisitudes, y recorrer un río subterráneo, había acabado precipitándose al vacio, sobre el mar del norte de Vega Tuercepina. Gracias a la maga draenei, no había tenido problemas en dicha caída. Además de poner luz sobre la desaparición de los invitados, le solicitaba encarecidamente, que sellase el agujero para evitar que…¿Guadalupe? devorase a la gente.
Si no conociese al pícaro, pensaría que se trataba de una broma, pero…siempre era cierto lo que contaba. No quiso preguntarse cómo había llegado a rondar por esos túneles subterráneos bajo su casa, ni sabía a que maga se referia, se encogió de hombros, y acto seguido llamó a Pita, para que diese orden de sellar definitivamente ese agujero.
El cuervo con un ligero graznido, salió por la ventana de la cocina tras haber desayunado.
Subió a la biblioteca, encendió una pipa, y se puso a leer…
No llevaba ni 10 minutos de lectura, cuando Pita tocó la puerta. Un tanto irritado, levantó la cabeza del libro y preguntó:
¿Ocurre algo Pita?
Perdón señor, acaba de llegar un mensaje urgente. Lo trajo uno de esos aprendices de mago, y dijo que venía de parte del mago Khadgar…
Souĺ tomó el pergamino,y lo leyo. El mago y Jaina solicitaban amablemente su presencia en Dalaran, de manera urgente, porque tenían que revisar unos informes acerca de una nueva amenaza.
Iba a descartarlo cuando sufrió una conmoción, un canto persistente invadió su mente, haciéndole trastabillar, mientras luces doradas y azules se dibujaban por doquier.
Pita, llamó el paladin, prepara mi equipaje. Me temo que tengo que ir a Dalarán.
Con un suspiro pensó, demasiado viejo para empezar de nuevo, pero ineludible dada mi posición

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El siguiente día, el sonido el viento era lúgubre y triste y los pájaros sonaban lejanos como queriendo huir de aquellos parajes inhóspitos. El aroma del incienso quemado en el humo de una hoguera llegaba desde el Noreste, lo que indicaba a Dith que algunos miembros de las Hordas Abrasadoras estaban al tanto de su periplo por aquellos lugares y se habían adelantado para preparar una emboscada. La Forestal podía discernir el tiempo que había transcurrido desde que los demonios habían pasado por ahí en base a la intensidad del olor que emanaba de las huellas y el nivel de humedad de la tierra.

  • No andan lejos. Será mejor que nos movamos con sigilo.

Las sombras susurraban a Dith que las siguiera, que no estaba segura a cielo abierto. Les hizo caso y condujo a Nhail a través de unos caminos a la rivera de las montañas donde la temperatura era algo más soportable. Las huellas continuaban exactamente por delante de ellos, anduvieron por las sendas durante varias horas con una total tranquilidad. Tenía la esperanza de que quizá, sólo quizá, su aventura hubiera dado frutos aunque en el fondo sabía que no era así. Al atardecer vislumbraron la silueta de una pequeña población con unas pocas casas. Le resultaban extrañamente familiares pero no entendía por qué. Cuando llegaron a las inmediaciones se dieron cuenta del pueblo tenía un aspecto fantasmagórico; parecía desierto pero las casas estaban en perfecto estado y rodeadas de una vegetación exuberante que proporcionaba una extraña sensación de frescor. Las edificaciones le recordaban a su hogar, a su aldea, decoradas de motivos celtas y norteños (un detalle que a ambos le resultó muy extraño). No encajaban en aquellos parajes.

El aroma de alguien o algo vivo llegaba a la nariz de Dith. La sensación del aire era diferente, había cambiado de dirección y el sonido de la voz que llegó a su oído entrenado le indicaba que estaba en presencia de algo antinatural.



  • Saludos jóvenes viajeros. Largos días y gratas noches. Me agrada ver que no estoy solodijo una voz ronca por la edad.

La presencia que tenían ante ellos era la de un anciano vestido con una vieja toga todo envuelto en sombras, pero a su vez en un leve fulgor mágico de cuya naturaleza Dith no estaba segura. Le habían enseñado a reconocer la magia demoníaca para diferenciarla, su visión sobrenatural percibía las esencias que componían las fuerzas oscuras, pero esto era distinto a todo lo que había visto antes.

  • Sé lo que estás pensando, cazadora. No soy vuestro enemigo. He venido a guiaros en vuestra búsqueda.

  • ¿Cómo sabes que estamos buscando algo, anciano? ¿Y qué te hace pensar que soy una cazadora?replicó.

Se había esforzado por ocultar su armadura y sus múltiples armas bajo su capa, pero a la vista estaba que aquel hombre no era como los demás.

  • Nhail, tu compañero, está aquí porque así lo hemos querido. Y debe continuar su viaje a Canción Eterna después de que le indique cual es su misión. Y tú debes protegerle porque eres la mejor en tu trabajo.

  • Sentaos junto a mí, al fuego y os daré cena, cobijo y respuestas.

  • Habla claro, viejo. ¿A qué te refieres?inquirió.

  • Hablo de que después de ti, vendrá otro. Y deberás transmitirle tu fuerza.

  • Sigo sin entender…



El misterioso anciano hizo aparecer de entre las brumas un par de caballos sin brida ni silla, los cuales se acercaron sin indicación alguna bajando la cabeza en señal de respeto. Esa misma noche partieron bajo la luz de la Luna. Los bosques fueron cambiando a un paisaje más pedregoso en medio del cual ya se podían vislumbrar árboles y pequeños cúmulos de vegetación que ofrecían resguardo y ocultación, lo que era muy valorado por la cazadora. Percibía el cambio en el aroma del aire, más fresco y húmedo, así como el sonido del viento cálido que procedía del Norte. Ello debería tranquilizarla pero no era así.



  • ¿Te llevas bien con nuestros dioses, camarada?le preguntó.

  • No mejor que tú con los tuyos, chica rebeldereplicó.



La cazadora sonrió, ambos sabían que Nhail actuaba por libre siguiendo su instinto sin confiar en nada que no fueran sus habilidades extraordinarias; hasta ahora le había funcionado bien. La soberbia, lo sabía bien, podía resultarle muy cara. Se enfundó la capucha para evitar que el viento le jugara una mala pasada con su cabello, dificultándole su visión nocturna, frotó las placas de su armadura con un tinte especial que difuminaba su silueta en la noche. Todo ello la hacía prácticamente invisible. Incluso a Dith que cabalgaba a su lado le resultaba difícil distinguirlo en la negrura de la noche. Así que su aventura parecía terminar en el antiguo poblado de Tranquillien. Tenía su propósito, su meta, pero ¿y ella? ¿Y los demás? Esa reflexión, aunque muy breve, redujo su nivel de alerta sensorial, aquel que le había salvado en múltiples ocasiones y no oyó el siseo de una lanza cortando el aire a sus espaldas. No lo suficientemente rápido. En el instante en que su oído captó el corte del aire su mano se dirigió automáticamente a la empuñadura de su ballesta de mano y apuntó sin mirar, como siempre había hecho, a la dirección que su oído infalible le indicó, pero no fue suficiente. La lanza atravesó el hombro derecho haciéndole gritar de dolor y derribándole del caballo. Actuó sin pensar, por instinto, como siempre había hecho, su cuerpo se movía según su percepción del peligro de forma natural.

Descabalgó haciendo una pirueta y rodó hacia un matorral, manteniendo visión y esperando el siguiente ataque que no se hizo esperar. Una nube de lanzas se dirigió al punto donde estaban y había estado ella un segundo antes. Los ojos de Dith brillaron en la oscuridad. En este estado su visión era más clara que nunca, cada detalle de la vegetación, cada piedra del suelo, la temperatura del aire, la dirección del viento le guiaban mejor que cualquier indicación del más perspicaz de los comandantes. Entonces los vio. No—muertos, se habían hecho con las armas que habían encontrado y las estaban aprovechando riendo y disfrutando de su cacería. O eso creía. Pero olvidaron que en presencia de un cazador ellos son la presa.



  • Ahora sube a ese Sable y corre hacia el Norte, no te preocupes por mí, con un simple silbido en cuestión de minutos aparecerán Forestales en mi ayuda, tenemos el bosque bajo control.

El Errante le puso en la mano una péquela bolsita con un ungüento especial de hierbas de Pandaria que ayudaría a cicatrizar la herida mucho más rápido de lo normal y le cerró el puño sin dejar de mirarle a los ojos.

  • Confía. Aplícatelo cuanto antes, pronto nos agradeceremos esta pequeña aventura Dithentonces Nhail imitó el silbido con más fuerza y junto a Lluvia salieron rápidamente de aquella emboscada inminente.
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