Varios días más tarde.
- — ¡Levántense Caballeros de Sangre! ¡Ha llegado la hora de la justicia!
La voz de Lady Liadrin atravesó el aire, más frío incluso de lo que el entorno podría explicar, mientras conducía a Los Caballeros de Sangre. Lucharon para despejar el camino, cubrían la retaguardia, los muertos vivientes los acosaban por todos lados, Nhail y Myria estaban entre ellos.
Ya no eran tan distantes, sino socios inciertos. El errante había pasado una década ahondando en la vileza, la sombra y todos los poderes de la oscuridad y el caos, convirtiéndose en un arma viviente. Myria no ocultó su desaprobación, pero aun así permaneció a su lado.
Un escuadrón de Necrófagos se abalanzó sobre la pícara y desató una ola de poder que los congeló en seco. Descendió desde arriba y eructó un torrente de energía pura, destrozando los cadáveres animados como si fueran de cristal antes de remontarse hacia los cielos oscurecidos. Pero esto hizo poco para frenar el avance de la Plaga. Incluso más monstruosidades ahora se precipitaron para llenar el vacío. Nhail dio un paso adelante con una furia fría ardiendo en su corazón.
Esto era por lo que habían luchado. Este había sido su sueño desde el momento en que la Plaga llegó a Quel’thalas y abandonó su hogar. Para acabar con la amenaza de los muertos vivientes de una vez por todas. Había sido una campaña brutal que estaba durando más… mucho más de lo esperado, pero al fin estaba en su tierra y nada ni nadie iban a conseguir detenerle.
Con un grito sin palabras, sintió el pulso de poder a través de su cuerpo. Los poderes oscuros que el cortejaba le habían cambiado. Su piel, siempre pálida, se había vuelto tan pálida como la de un cadáver, y su cabello, una vez blanco opaco ahora era nuevamente negro como la muerte. Sus ojos ardían con intensidad. Cayeron ante el pero siguieron avanzando. Parecían interminables, y con cada guerrero vivo que caía su número crecían. Eran como arenas movedizas. Cuanto más luchabas contra ellos más fuertes se volvían.
Escaneando el cuerpo a cuerpo, identificó la fuente de los refuerzos: un nigromante cerca de la parte trasera de las líneas enemigas. Apretó los dientes con rabia. Esta era la más odiosa de las criaturas, un hombre que servía a la Plaga de buena gana, deseando el poder y la inmortalidad. Nhail no era ajeno al ansia de poder ni a los oscuros tratos para alcanzarlo, pero había pervertido su alma en nombre del vacío hacía demasiados años hasta que con el pasar de los años fue redimiéndose.
Cedió por completo al odio que ardía en su corazón nuevamente. Con un rugido como un trueno atravesó las fuerzas de la Plaga con pura fuerza bruta y agilidad. Llamas sin luz parecían saltar de su cuerpo devastando a todos los que se acercaron. Pero solamente era la destreza y la rapidez de sus movimientos con Myrkur, había mejorado demasiado entrenado en Pandaria lejos de aquella armadura. Ya no la necesitaría nunca más.
Ante tal furia, las bestias no pudieron resistir.
Vio que los ojos del nigromante se abrían como platos mientras se abalanzaba sobre él. Le disparó un rayo de magia oscura, pero el errante se encogió de hombros, la energía oscura que la envolvía le servía de armadura. Antes de que pudiera huir agarró al hombre por el cuello y lo levantó. Era un humano de piel pálida y andrajoso. Pataleó y forcejeó, respirando con jadeos roncos que se empañaban en el aire helado, pero no pudo soltarse. Podía aplastarle la garganta en un instante, pero ese era un final demasiado amable para alguien como él.
- — ¡Shaza—kiel! —aquella palabra fue pronunciado en Eredun, ni siquiera lo dijo en Thalassiano, Kaetteren le enseñó algunas frases en su idioma y de manera inconsciente las solía emplear.
El cuerpo del nigromante se arqueó en agonía cuando una energía parpadeante comenzó a fluir. Su carne se marchitó mientras ella bebía su vida y su misma alma y se estremeció de placer. La cáscara arruinada que una vez había sido un hombre se le cayó de las manos, lo último de su esencia ahora era de ella. Sin inmutarse, las hordas sin vida presionaron hacia él, pero desató la energía que le había quitado al nigromante y una onda expansiva de energía oscura redujo a cenizas a los secuaces de la Plaga. Nhail estaba fuera de sí, irreconocible. El golpe de regresar al hogar y verlo en aquel estado fue muy duro y no pensaba detenerse. Se acabaron las sutilezas.
Agotada su fuerza, dejó que el caparazón de poder oscuro que la rodeaba se disipara y volvió a ser aquel Quel’dorei tranquilo y de mirada fría. Los contraataques de la Plaga se estaban debilitando. Regresó a donde estaba Myria y algunos Caballeros de Sangre mirando con una expresión poco clara. Ella leyó el juicio en su mirada y se erizó. Se habían salvado la vida mutuamente. Se sorprendió del poder y la habilidad que había adquirido, algo muy alejado de lo que recordaba en las Islas Abruptas.
- —Bien peleado—sus ojos se abrieron con sorpresa. Esa no era la respuesta que él esperaba.
Myria dejó caer el peso de su cuerpo sobre las paredes de unas ruinas, una construcción de madera pulida con brillantes cristales y sopesó sus palabras.
- —Sé que no siempre estamos de acuerdo—comenzó —Pero me alegro de que estemos juntos ahora.
Nhail se permitió una sonrisa cautelosa
Dor’erl miró hacia la torre.
-
— ¿Crees que realmente podemos hacerlo?—preguntó. Sus ojos verdes ardían con intensidad. Puede que haya controlado más sus emociones, pero su odio por la Plaga no era menor que el de Nhail.
-
—No lo sé—su corazón se aceleró. Apenas se había atrevido a esperar que llegara este día, pero ahora había llegado —Pero daré todo lo que tengo.
Myria asintió.
-
—Sé que lo harás—se enderezó y una mirada de determinación se apoderó de ella.
-
—Venid. Selama ashal’anore.
-
—Selama ashal’anore—repitieron al unísono.
Aunque la luz de la Fuente del Sol estaba a horas de distancia, sintió durante un instante el baño de energía nuevamente recorriendo su ser. Había olvidado aquella maravillosa sensación. A través de grandes dificultades y mucho sacrificio, había sido restaurada y limpiada, infundida con la Luz Sagrada por el sacrificio de M’uru. Había proporcionado alivio a la eterna sed de magia que afligía a los sin’dorei y dado esperanza a su destrozado pueblo.
Ahora, por fin había regresado a casa para encontrar el consuelo que pudiera en el resplandor de la Fuente del Sol.
La Fuente del Sol se encontraba en el corazón de un gran templo, sus paredes abovedadas pintadas de rojo, dorado y negro, los colores de los Sin’dorei. Su techo estaba abierto al cielo azul, dejando que la luz de la Fuente se mezclara con la luz del verdadero sol. La Fuente del Sol en sí era un estanque de líquido claro iluminado por su propio resplandor interior. Muchos peregrinos sin’dorei se apiñaban alrededor de sus bordes encontrando alivio en la calidez de su luz.
Ningún Sin’dorei había escapado de los últimos años sin cicatrices o sin tomar decisiones desesperadas. Ellos entendieron. Nada podría satisfacer por completo el hambre en su corazón, ni aliviar por completo el dolor de todo lo que había soportado, pero aquí, en presencia de la Fuente del Sol se sentía más completo. El hambre era distante y se permitió relajarse tanto como pudo.
Escuchó pasos detrás de él, era Myria acercándose acompañado por Kronakh. La mayoría de los dragones podían tomar forma mortal si así lo deseaban pero nunca había visto a Kronakh hacerlo. No estaba seguro de si él no podía o simplemente no quería.
—Bal’a dash—dijo, saludando a sus compañeros. Suspiró, cruzándose de brazos — ¿Qué nueva crisis demanda nuestra atención ahora?
—Por el momento, nada—dijo su socia y compañera —No es por eso que he venido—aunque las palabras deberían haber sido tranquilizadoras, su tono permaneció grave.
Un antiguo soldado de las fuerzas de los Caballeros de Sangre suspiró.
-
—He tomado una decisión. Durante mucho tiempo, mi odio por el Rey Exánime me impulsó a seguir adelante, pero ahora que se ha ido, el corazón para la batalla y el peligro han desaparecido de mí. Sigo siendo un erudito—su mirada parecía triste —Voy a volver a mis estudios. Creo que sirvo mejor a nuestra gente como guardián del conocimiento que como guerrero.
-
—Intentaría disuadirte, pero sé que no tiene sentido viejo terco.
Myria sonrió
- —Podrías unirte a mí. Tienes una mente aguda y serías un excelente erudito. Podrías dejar tus cargas y encontrar la paz por fin.
Negó con la cabeza inmediatamente.
-
—Puede que la plaga se haya ido casi en su totalidad, pero hay otros horrores acechando este mundo. Hay otros monstruos que deben sufrir por sus crímenes. Y en algún lugar, los demonios de la Legión Ardiente todavía conspiran contra nosotros aun con Sargeras encarcelado, estoy seguro. No puedo descansar.
-
—Sabía que dirías eso. Sé que he dudado durante mucho tiempo de tus métodos y todavía me preocupo por ti, pero ahora veo el bien que haces. Puede que no confíe en los poderes con los que tratas, pero confío en la pasión que arde en tu corazón.
-
—Gracias.
-
—Quiero que tengas tu mejor oportunidad de tener éxito—continuó —Con ese fin, entrego a Kronakh a tu servicio.
-
— ¿Qué?—exclamó el Dracthyr. Claramente, esto también era una novedad para él —Me comprometí a servirte y acompañarte hacia las Islas Dragón—argumentó.
Myria se volvió hacia el viejo soldado con el rostro severo. Kronakh frunció el ceño ferozmente, pero no dijo nada más.
La actitud de la elfa volvió a suavizarse.
- —Elu’meniel mal alann, soldado. Ahora debo volver a casa, hablar personalmente con Rommath antes de preparar y partir hacia las nuevas Islas Inexploradas, negocios, artefactos, reliquias, joyas y preparar a uno de mis Agentes. Muéstrale a Kronakh como es nuestro hogar, tienes mucho que contarle sobre los 20.000 años que ha pasado criogenizado—dio media vuelta y fue directa y decidida hacia Nhail —Espero que nos veamos de nuevo camarada, ha sido un enorme placer volver a combatir junto a ti estos días, tu agilidad y fortaleza desde la última vez que nos vimos… desconozco el tipo de entrenamiento que has recibido, pero desde luego ha dado sus frutos—colocó una mano sobre el hombro del errante, presionó una de sus rodillas contra el muslo del elfo y guiñándole un ojo dijo sus últimas palabras —El cabello negro te sienta mejor… bandido—agarró su barba mientras el esmeralda y el azul frío de ambas miradas se entremezclaron durante unos segundos que se volvieron eternos y entonces, en un último movimiento de su rodilla un poco más arriba la quitó y volvió a su postura original dándole un beso en la comisura de los labios con una de las sonrisa mas pícaras que el errante recordó en años.
Y así, de manera sutil y grácil, montó en su Trotador Azabache y desapareció sutilmente entre la niebla de la eterna noche que envolvía las putrefactas Tierras Fantasma rumbo hacia Lunargenta.
_______________
_______________