Durante su apogeo, la Plaga, buscó crear al que sería su campeón perfecto. Una figura oscura que asolaría el mundo en nombre de su señor.
Y para ello ¿qué mejor molde que uno de los mayores paladines de la Alianza? Delven Alvingham era un auténtico faro de esperanza para sus hombres. Veterano ya del combate, era conocido por ser capaz tonar las situaciones más difíciles en victorias, siendo su capacidad estratégica inferior únicamente a su maestría con la espada. Aciago fue el día en que los servidores del Rey Exánime consiguieron flanquear su ejército y darle muerte en el campo de batalla. Y, aun así, hizo a la Plaga pagar cara su inversión, infringiendo terribles bajas aun en la derrota.
Con su cuerpo asegurado, los caballeros de Acherus pusieron al mejor instructor disponible a cargo de su entrenamiento. Razuvious diseñaría el régimen más brutal posible a fin de forjar al que sería digno de portar el estandarte del Rey Exánime, quebrando la voluntad del que habría sido uno de sus mayores obstáculos de tal forma que no quedara nada salvo una férrea lealtad hacia su señor. Para él sería el mejor de los destreros, y su espada sería reforjada con la más pura saronita.
Con tal nivel de meticulosidad, no cabía espacio para el error ya fuera en su adiestramiento o indumentaria. Podría así decirse en cambio que lo que falló fue la logística: por desgracia, al acólito responsable de transportar los fiambres se le debió traspapelar algo, porque acabaron levantando el cadáver de al lado. Así empezaría la primera de las muchas desdichas de Nylan Usel, aspirante sempiterno a Caballero de la Muerte.
Su memoria, aun enturbiada por los crueles procedimientos destinados a quebrar la voluntad de los nuevos reclutas, y no menos por el traumático proceso de morir, es capaz de rescatar todavía sus últimos momentos haciendo de mensajero, buscando al alto señor nosequé (él lo reconocía porque tenía el blasón más dorado, brillante y exageradamente complicado de todo el ejército) en medio de una batalla que parecía pintar bastante mal.
El pobre de Nylan, cuya aspiración antes de entrar en el ejército era más bien ser jardinero, no estaba hecho para ser Caballero de la Muerte. Ya a duras penas se había enrolado. Aun así, y aquí obró la tozudez de su instructor más que otra cosa, se empeñaron en entrenarlo. Que si máquina de matar perfecta, que si por el poder del Rey Exánime, que si en la Plaga no se sonríe. ¡Por lo más profano! ¡Con lo tranquilo que había estado muerto!
Finalmente, Razuvious tuvo que admitir que Nylan era un caso perdido, y se resignó a desechar tanto el proyecto como al desdichado amago de Caballero de la Muerte. Justo cuando estaba a punto de deshacer los jirones de magia que mantenían funcionando su maltrecho cuerpecillo (a base de un obscuro ritual de martillo de saronita en la cabeza), se detuvo por razones que escapan a la retentiva de nuestro aprendiz preferido. Si bien sus recuerdos de esa parte se desvanecieron en la bruma del traumatismo craneoencefálico (por lo visto su maestro sí llegó a aplicar el martillo), lo siguiente que Nylan recuerda es un grupo de caballeros ayudándolo a ponerse en pie, y a un señor que hablaba excesivamente alto para su gusto proclamando que a partir de ahora eran libres.
Por fin amo de su propio destino (o eso le habían dicho), Nylan intentó volver a su hogar: la Academia de Jardinería el Esqueje Alegre. No querrían los hados tal cosa, pues su estancia allí sería breve, y francamente incómoda. Tras un tiempo en el calabozo de Ventormenta se vio obligado a regresar a Acherus, (dio la casualidad de que la Academia había sido asaltada, el mismo día nada menos, por un caballero oscuro sediento de sangre al que los amables guardias confundieron con Nylan).
La cosa allí tampoco terminó de cuajar. Aunque podía escaparse en sus ratos libres para poner su pasión en práctica, por algún motivo ya no era lo mismo. La emoción que antaño despertara ahora se reducía a una pasajera sensación de contento. Además, las plantas por allí no crecían igual de bien, quién sabe por qué. Para empeorar las cosas, no terminaba de encajar con el resto de Caballeros de la Espada de Ébano, a quienes cuando se le ocurría hablarles de jardinería se les entrecerraba más un ojo que otro. Tras agotar su paciencia (tarea harto sencilla, todo sea dicho), tuvo que marcharse de nuevo. Desde entonces anda buscando un lugar al que poder pertenecer (lo de que ni lo miren como a un bicho raro ya como que lo da por imposible).
Sin sitio siquiera en que dejarse caer muerto, decidió volver a la capital humana. Allí hizo caso del consejo que hace mucho tiempo le diera su padre: “allá donde vayas haz lo que veas”. Y como allí parece que todo el mundo lo que hace es lanzarse a la aventura, pues hizo lo propio. En defensa del ya anciano Nelthan Usel diremos que cuando le dio ese consejo tenía otra situación en mente.
Fin
Ahora en serio xd,
Busco hermandad de rol Alianza en los Errantes. Soy algo novato en el rol, aunque fuera del wow sí he jugado un poco.
Mi idea sería rolear una especie de aspirante a dk. Durante la introducción de los dk vemos varios aspirantes que o se someten al rey Exánime o mueren rápidamente. Me preguntaba cómo sería rolear uno que si bien en condiciones normales no hubiera dado la talla, salvara la vida por la rebelión que encabezábamos en Acherus.
Sí, se que es una premisa algo estúpida, pero para empezar pensé que era mejor eso a un personaje demasiado forzado o una fantasía de powerrol. A quién se lo esté preguntando, también puedo rolear tramas serias.
No tengo especial preferencia en cuanto a la temática de la hermandad, sólo que haya buen ambiente.
Un saludete.