*Ciudad de Shattrath*
El Adalid despertó en el aposento de la taberna donde se hospedó, preparándose para continuar el viaje para desvelar los misterios del cubo.
Nunca habría imaginado lo que le acontecería ese día.
Tras ejercitar un poco y despachar un potente desayuno, se dirigió al Bajo Arrabal para probar suerte con un viejo contacto de El Consorcio, tratando de ahorrarse un viaje hacia Tormenta Abisal.
Aquel lugar estaba en mejor estado del que lo recordaba, algunos refugiados acabaron siendo habitantes de la ciudad, y debido a la variada procedencia de estos la ciudad resultaba ser un interesante punto de encuentro entre culturas entre Draenei, Orcos, Thalassianos, Arakkoa, Humanos, Gnomos, Enanos, algún demonio, y otras tantas razas.
Nuevos edificios de una estética Draenei un tanto pobre adornaban el cuasi lúgubre pero melancólico paisaje del Bajo Arrabal, que aunque humildes, ofrecían una mas que decente infraestructura para sus habitantes.
El lugar mejoró con los años, pero por desgracia, nunca dejaron de haber ghettos, y un grupo de Arakkoa dominaba las “zonas oscuras” de la ciudad, tomando aquello que deseasen por la fuerza, creyendo que era su derecho como el grupo dominante.
Portar el Corazón de Azeroth no le hizo ningún favor al Adalid, pues llegaba a atraer las miradas de aquellos quienes buscaban robar artilugios mágicos y se especializaban en detectar y sentir las energías, y esta era demasiado llamativa.
Pero el Adalid, que sentía seguridad y hospitalidad por esas calles, tardó horas en encontrar a su antiguo contacto. No tenía ninguna prisa.
Al tiempo, empezó a escuchar graznidos retorcidos de forma interrumpida que venían de todas direcciones, los cuales causaban un efecto de nerviosismo en los habitantes del Bajo Arrabal, que ya sabían lo que eso significaba; Los Arakkoa habían encontrado algo, y a los Arakkoa no les gusta que los estorben.
Los transeúntes iban escondiéndose con cautela mientras los siniestros graznidos se intensificaban, se escuchaban con menos pausas, y parecían acercarse…
El Adalid se temía que fuesen por él, ya que pudo notarlo en la mirada de algunas de las personas que se retiraban, haciéndole señas para que se largase, y haciendo gestos que apuntaban al cuello.
No tuvo tiempo de vislumbrar ningún peligro cuando unas sombras con forma de mancha se arrastraron con soltura por el suelo, rodeándole. Al disiparse, estas sombras mostraron a unos Arakkoa con siniestra magia del vacío imbuída en sus plumajes. Algunos portaban dagas, otros estaban preparando hechizos sombríos, y uno, que parecía ser el líder, con una lanza ornamentada, se acercó al Adalid para tratar de aclarar el asunto sin usar la violencia.
-Skaaawk! Que es eso que llevas ahí, elfo? Eek! Parece un amuleto muy… interesante… Aak!.
No pasaron ni cinco segundos hasta que los otros Arakkoa comenzaron a parecer nerviosos y adoptar posturas de defensa, ya que sentían la presencia de seres acechantes. Pero estos no acechaban en las sombras, sino mas allá.
En un pestañeo varias fallas espaciales se abrieron y cerraron dejando aparecer a un grupo de Etéreos de color rojo, cubiertos de vendas negras y con piezas de metal de color dorado, los cuales portaban espadas y dagas etéreas rojizas con las que despacharon a unos cuantos Arakkoa, asustando a los demás y a su líder, los cuales se fueron corriendo de allí.
-Quienes sois? De que se trata todo esto? -Preguntó el Adalid- Es que también queréis mi collar?
El pequeño grupo de Etéreos se distanció del Adalid mientras uno de ellos se acercó a él.
-Mi nombre es K’Zahyir, y vengo en nombre de nuestro señor. Entréganos su pertenencia o nos veremos obligados a usar la fuerza.
-No se de que me estás hablando -dijo el Adalid- Aunque os agradezco que me hayáis ayudado con esos cretinos.
-La prisión etérea, danosla.
-Te refieres a esto?
El Adalid abrió parcialmente su faltriquera, mostrando el cubo al Etéreo, el cual estaba perdiendo la paciencia.
-No pareces dispuesto a hacerlo por las buenas y no interferirás en nuestra misión de rescate. -dijo K’Zahyir- En nombre de nuestro señor, Lionheart, yo te condeno a muerte.
Continuará…
Espero que os guste.