Una vida normal

Ante una idea a la que no pudo dar nombre, se llevó una mano al bolsillo y nuevamente sacó el amuleto que su madre le talló durante su infancia. Cada vez que lo tocaba podía sentir el cariño de ella, la intensidad con que lo había amado mientras vivió. Cómo aún velaba por él allá donde sea que estuviese.

Ese amor, esa intensidad, era un poder que no lograba entender pero que estaba dispuesto a usar para ayudar a aquella madre que clamaba por su ayuda. Con la mano derecha apoyó el amuleto contra el lomo del joven sable herido y con la mano izquierda tomó el amuleto de su madre. Cerró los ojos. Buscaba su calor, su esencia, la magia con que ella había dado la vida a su cachorro cuando éste nació.

El milagro del nacimiento encerraba un gran poder que ahora el errante estaba invocando con toda su voluntad para salvar la vida del joven felino.

Aunque apenas fue consciente de eso, los demás sables de la noche que aún conservaban la suficiente fuerza para levantarse y andar se encontraban ahora congregados alrededor del pícaro. Supieron que estaba ocurriendo algo importante y no parecían querer perderse ni un solo detalle.

Nhail llamó a su madre, le pidió su ayuda, pues él no era capaz de comprender del todo la magia que estaba intentando usar, el amor maternal capaz de dar vida. Sintió su calor, su aroma que tan preciado le era, que ahora le daba la fuerza que buscaba para salvar una vida. Sintió una gran energía que provenía de su mano izquierda, que pasaba por su corazón y que terminaba saliendo por su mano derecha proyectándose en el amuleto de roble, que reflejaba el afecto de una madre. Era una magia que el elfo pensó jamás llegará a comprender. Una poderosa luz blanca pareció emerger desde el amuleto, una luz que opacaba todas las otras luces y que ahuyentaba la oscuridad de la noche, brillando con tal intensidad que cegó a todos los sables de la noche que observaban atentos alrededor.

El poder que fluía hacia él comenzó a remitir. Su calor se fue apagando lentamente y lo canalizó al joven cachorro asegurándose de darlo todo con tal de salvarlo. La luz fue decreciendo y pronto la noche recuperó su oscuridad habitual. Abrió los ojos cuando el resplandor se hubo desvanecido del todo, respiró torpemente y de pronto se sintió completamente exhausto. Había agotado toda su energía… ya no podría hacer nada más.

Miró al joven cachorro deseando desesperadamente que su intento hubiese funcionado. Vio que sus heridas habían cerrado. El animal comenzó a respirar de forma tranquila. Lentamente abrió los ojos que brillaban con una luz verdosa, un reflejo de la misma naturaleza. Sintió una profunda alegría al haber logrado salvar la vida del joven felino. Volteó a su izquierda buscando a su madre y vio el cuerpo sin vida de la hembra desplomada sobre la fría nieve. El elfo dejó de respirar. No era eso lo que había deseado; él jamás hubiese querido despojar a un cachorro de su madre; él, que conocía ese dolor…; Guardó el amuleto y posó las dos palmas en la madre en un intento vano de recuperarla, entonces se dio cuenta de que fue ella quien lo quiso así. Nhail había visto en su corazón y ella había visto en el suyo. La sable pudo ver el sufrimiento que él llegó a sentir al perder a su madre en la tercera guerra. Vio que conocía ese dolor y lo compadeció, supo que él era el compañero ideal para su hijo, pues era él quien mejor podría guiarlo para superar esa angustia.

No le importaba perecer, no si eso conllevaba que su vástago sobreviviese. Había aceptado el precio, pues ese era el poder que encerraba el amor de una madre. Se sintió desesperado y culpable. No llegó nunca a imaginar que el precio de salvar una vida fuese tan costoso.

El joven sable de la noche se levantó y comenzó a empujar el cuerpo de su madre confuso y desorientado. Miró a su padre en busca de ayuda y descubrió que había perecido al igual que su madre. Buscó auxilio en los demás, pero estos no parecieron saber de qué manera ayudarlo y entonces, por último, miró al elfo que se encontraba junto a él.

Nhail volvió a escuchar las palabras de Narvir.

  • “Historias como esa se oyen bastante seguido. Sobre todo en estos días”.

Lo miró a los ojos y sintió que una lágrima le cayó por el rostro. Lentamente levantó una mano y con suavidad la posó en la frente del joven sable. Le abrió su corazón. Le enseñó lo que había ocurrido, la batalla, los demonios, la victoria y el precio por ella. Le mostró a su madre rogando por su hijo y cómo ella abandonó de buen grado la vida con tal de salvar a la de su amado cachorro. Le hizo ver el deseo de su madre antes de morir y, por último, le habló de sí mismo. Le enseñó su infancia, su crecimiento, su familia, el ataque de los demonios, la plaga y la pérdida de su familia. Le mostró el dolor que acabó sintiendo. Cómo su vida pareció haberse detenido en ese entonces y cómo logró salir adelante. No le ocultó ni un solo detalle. Le enseñó todo lo que había sido y todo por lo que había pasado hasta llegar a él a su lado. Le hizo entender que estaba con él, que lo entendía y que jamás lo dejaría solo. Que sería su compañero ahora y siempre. Velando por él como lo quiso su madre. Claro, si el joven sable de la noche lo quería así por su parte.

Se levantó torpemente y buscó por todos lados hasta que logró encontrar su mochila. Sacó de ella un poco de fruta y la devoró vorazmente. Necesitaba comer, pues se sentía terriblemente hambriento. Luego pensó en que lo mejor ahora era dormir, nunca se había sentido tan cansado como en aquel momento.
No recordó haberse dormido, pero al despertar descubrió que estaba rodeado de felinos durmiendo apaciblemente junto a él, dándole cobijo y calor en la fría noche de Cuna del Invierno. Aunque para ese entonces el sol brillaba alegremente en los cielos.
Se levantó quedamente, procurando no despertar a sus acompañantes y buscó con la mirada al joven que logró salvar. Pero lamentablemente no lo encontró…

Suspiró entristecido.

Recogió sus cosas y se comió la poca comida que aún le quedaba. Debía regresar rápidamente a la aldea Estrella Fugaz o acabaría volviendo a pasar hambre.
Uno tras otro, los sables de la noche fueron despertando. Se estiraban buscando desperezarse y en silencio fueron abandonando el valle. Algunos en solitario y otros acompañando a sus familias. El peligro había pasado y ya pudieron al fin permitirse regresar a sus vidas solitarias como lo dictaba su naturaleza. Entonces cayó en la cuenta de que los felinos caídos en batalla aún continuaban en el lugar en que perecieron.
Las aves carroñeras estaban esperando en los cielos la oportunidad de deleitarse con semejante festín.

Entonces el elfo finalmente emprendió el camino de regreso.
Llevaba un rato caminando cuando escuchó un trote tras él. Se volvió y sonrió, aunque no se sintió para nada sorprendido.

El joven sable de la noche había aceptado ser su compañero después de todo. Era una bestia hermosa ahora que pudo verla mejor a la luz del día. Su pelaje era oscuro y sus ojos resplandecían con un intenso color verde.

https://i.ibb.co/b1GY4WQ/Sin-t-tuloe2e2.jpg

—Tu nombre es Lluvia en la Nieve — dijo en voz alta, aunque no hubiera sabido decir de dónde se le ocurrió ese nombre años atrás.

Se agachó y miró al elfo expectante. ¿Acaso me va a dejar montarlo? Lo miró sorprendido y aceptó su invitación. Se trepó en él y se dio cuenta de que era bastante fuerte y confiado.

Tan orgulloso como los demás sables de la noche.

—Debemos ir hacia el sureste — le explicó y este obedeció .

Comenzó a correr a una gran velocidad y el joven pícaro se sostuvo a él como buenamente pudo.

¡ Necesito comprar una brida cuanto antes!

El sol ya se estaba poniendo cuando regresó a la aldea a lomos de Lluvia. Estaba calculando mentalmente la comida que podría comprar con el dinero que le quedaba y cuánto tiempo le tomaría regresar cuando escuchó una risa estridente que pareció hacer eco por toda Cuna del Invierno.

Nhail vio cómo Narvir Disparo Certero corría hacia él.

— ¡No puedo creerlo! ¡Realmente estás loco! — exclamó. El elfo fingió sentirse ofendido.

— ¿Es que acaso no confiabas en mí? — Lo que hizo reír a Narvir.

—Esperé por ti todos estos días, chico — le dijo con una afectuosa sonrisa —. Y claro que confiaba en ti. De hecho, ahora te veo más animado que cuando nos separamos.

Nhail le dedicó una sonrisa salvaje, como si fuese un sable de la noche.

—Digamos que tuve un problema o dosle comentó pretendiendo que le costase recordar—. Creo que estuve cerca de morir un par de veces, pero nada difícil de manejar.

Tendrás que contármelo todo con lujo de detalles. ¡Ni siquiera te he oído y ya estoy seguro de que serás el furor de los enanos de Forjaz cuando regrese contando tu historia!

—Mira, te lo contaré todoempezó con una sonrisa cómplice—, si tú me das algo de esa cerveza enana de la que tanto he oído hablar. Te parece un buen trato ¿eh?

— ¡Trato hecho! — Entonces Narvir miró fijamente a Lluvia — Debo admitir que es un animal impresionante, no hay nada parecido en los Reinos del Este.

Entonces se acercó a él, pero Lluvia le gruñó suavemente haciendo retroceder al cazador.

— ¡Oye! — Le gritó —, ¡no dejes que tu gato me gruña de esa manera!

—Supongo que le tomará algo de tiempo acostumbrarse, pero no te atacará a menos que yo se lo ordene. ¡Así que asegúrate de darme de tu mejor cerveza!

El enano estalló en carcajadas una vez más, antes de que los tres se dirigiesen al interior de la posada.

— Arderás de ganas de regresar al hogar. ¿Cuando piensas partir?, Yo creo que finalmente no me quedaré por aquí mucho más, he tomado una decisión estos últimos días, el velo sigue abierto y no sé por cuanto tiempo, puede que sea mi última oportunidad de probar la cerveza del mas allá ¡! Así que viajaré hacia las tierras sombrías, después tendré tiempo de sobra para seguir viajando por Azeroth en busca del mejor bebercio.

— No sé, hace un par de años que regresé, pero solamente fueron unas semanas… o meses, para estudiar con Tae’thelan, el alto examinador, creo que fue por el año 32. Prácticamente no he vuelto a mi hogar desde la tercera guerra, allí me esperan un par de antiguos camaradas, y me gustaría saber si Saeta ya dio a luz y poder enterrar una cosa que me dio mi hermano antes de morir en los oscuros pasadizos de Ulduar, pero…me he dado cuenta que sin la armadura, ahora enterrada, sigo siendo débil. Necesito seguir entrenando y empaparme de cualquier arte. Nunca estuve en Pandaria y escuché de un clan Pandaren, llamados los Shadopan, son muy disciplinados en el arte que yo domino, por lo que creo que… — miró a Lluvia, le acarició y vio en el reflejo de sus ojos la furia de su amiga Kyra cuando se enterase que nuevamente pasarían años desaparecido — si, partiré a Pandaria y buscaré a los Shadopan, me quedaré allí el tiempo que sea necesario entrenando.

— Oh muchacho ¡has elegido el mejor continente después del nuestro claro, solo los Pandaren son dignos competidores de nuestra cerveza, que buenos años pasé allí probando todo tipo de alcohol. No te arrepentirás Errante. Ahora, descansemos, ya planearemos nuestros nuevos destinos.

Nhail recordó que debía reportar el ataque de los demonios a las autoridades de Cuna del Invierno para redoblar la seguridad en los caminos. Era bastante probable que aún quedasen algunos Sátiros merodeando por los alrededores. No debían permitirles reunir fuerzas hasta convertirse en una amenaza difícil de manejar.

Y entonces finalmente se marcharía de Cuna del Invierno harto de la nieve con un nuevo viaje por delante … Pandaria.

7 «Me gusta»