El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

Todo lo que contemplais es mi carne.

El descenso por aquella fauce se le estaba haciendo interminable. Hacía tiempo que el cielo había desparecido tras los colmillos amarillentos que la coronaban, y cuanto más bajaban más oscura se volvía la carne babosa y rosácea de las paredes. Su superficie lisa y reluciente pronto se vio cubierta de pequeños abscesos y pústulas rezumantes, cada vez más grandes y complejos hasta ser auténticos tumores repletos de dientes y ojos albos a medio formar. La garganta de aquella cosa , fuera lo que fuera, se iba estrechando a medida que sus paredes se iban engrosando, hasta que al final la escalera de caracol que la recorría se redujo a poco más que una rampa resbaladiza con apenas anchura para uno de ellos.

Entrais como parásitos; pero alimentareis mi perfección.

Aiden arrugó la nariz. Por horrible que fuera aquel lugar, por insufribles que fueran los continuos susurros que la Égida convertía en una mera molesta, lo peor era el olor. Era rancio y putrefacto, tan vil como para que una arcada acariciara el fondo de su propia garganta. Había vagado por cementerios y había carroñeado campos de batalla junto a los buitres, y por fin, tras tantos años en la no muerte, había encontrado algo que le causaba genuino asco. Pero no todo era malo.

Antes de que caiga la última sombra, el padre del sueño se dará un festín.

Poco antes de adentrarse en aquella montaña de carne se habían topado con un trio de aventureros, unos de los tantos que habían asaltado la ciudad en busca de poder y gloria. El hecho de que se las hubieran arreglado para seguir con vida ya era un milagro, pero había sido su composición la que había llamado la atención de Aiden. Tres draenei, uno de ellos forjado, se habían unido a su asalto, pero una entre ellos destacaba como un faro en la noche.

—Me reconforta saber que tendré a una hermana de ébano cubriéndome las espaldas.

La draenei se volvió y le sonrió con las mismas ganas que tenía de seguir viviendo, es decir, entre pocas y ninguna. No era la primera vez que veía un caballero de la muerte en ese estado, y no la podía culpar. Tal vez su mirada taciturna y brillante pudiera engañar al resto de los mortales, siempre dispuestos a temer a lo desconocido, pero alguien tan veterano en la muerte como él podía leerla como un libro abierto.

—Soy Aiden, por cierto.

Ella apenas se esforzó en contestar.

—Kha.

La draenei dio un pequeño salto para salvar el desnivel al final de la rampa. El fondo de la fauce no era mucho más distinto a lo que se había imaginado: un muñón de carne amoratada y viscosa, tan llena de fluidos que rezumaba cada vez que alguien plantaba un pie sobre ella. Por un momento estuvo a punto de agradecerle a Yotni que diseñara la Égida como un pijama espacial estanco, pero ni quería oir al goblin pavonearse ni abandonar su conversación. En ese lugar un aliado en mala forma era tan peligroso como un enemigo, y no tenía intención alguna de vigilar que una hojarruna le atravesara la espalda en medio de un combate.

La reina ciega porta un cetro de huesos. Desde las profundiades, invoca la perdición.

—Curiosa compañía te has traido —continuó con tono informal, haciendo una pausa para acariciar a Mir y darle ordenes de vigilar los cielos—. Me aventuraría a decir que ella es familiar tuyo; os pareceis. Aunque el otro… un amigo, supongo.

La draenei apartó la mirada hacia el forjado. Agachó la cabeza y sus ojos pronto apuntaron hacia el repugnante suelo, pero no pudo evitar que Aiden escuchara el crujir del cuero de sus empuñaduras.

—Es un… compañero de armas.

—¿En serio? —Aiden ladeó la cabeza. La mayoría del grupo avanzaba ya por el tunel estrecho y oscuro de uno de los laterales, pero aquella pareja de draenei aun estaba fuera. Él dijo algo y ella se dobló intentando contener una carcajada—. Me parece un trato demasiado cercano para solo ser eso.

—No es mi amigo. No tengo amigos —Kha alzó la mirada hacia ellos de nuevo solo para que volara hacia el rostro oscurecido y enmascarado que la hablaba, fria como el acero de sus almas—. No puedo tenerlos.

Aiden comenzó a caminar hacia el tunel. Estaba claro que le tocaría vigilar la retaguardia de todos, no solo la suya.

—¿Por qué no? Yo los tengo —señaló al heterogéneo grupo frente a él con Silencio. La guadaña lanzó un tenue suspiro de aprobación—. La mayoría tiene algún tornillo suelto en la cabeza, pero hay que quererlos tal y como son, ¿no crees?

Ahzura se detuvo de golpe frente a él. La neblina de sus ojos se agitó con un espasmo.

Los astutos se arrodillan ante seis maestros; más solo obedecen a uno.

—Creía que tú lo entenderías —sus cejas bajaron como guillotinas y voz temblaba como hojas al viento. A cada palabra que pronunciaba su labio vibraba y su tono oscilaba de lo alto a lo susurrado—. No puedo tener amigos porque no puedo sentir. No puedo querer, no puedo… amar.

El rostro de Aiden no sería menos implacabale si se hubiera quitado la máscara.

—¿Eso crees?

La nariz de la draenei se arrugó como si estuviera a punto de gritar algo, pero en vez de eso volvió a bajar la mirada al suelo y apenas murmuró.

—Estoy muerta.

—¿Y?

Volvió a ergurise sin ocultar su sorpresa. ¿Cómo que “y”?

—Estoy muerta. No puedo…

—Ambos lo estamos. Seguramente yo más que tú, así que escucha a tu hermano mayor —la interrumpió. Le hizo un gesto con cabeza para que siguieran avanzando por el tunel, cada vez más cálido y claustrofóbico—. Hay partes de tí que no van a volver hasta el día que mueras, puede que ni siquiera entonces. El amor, el odio, el miedo… no hay emoción en nosotros que no esté cubierta por un sudario gris. Pero hay partes que siguen contigo, partes que aun debes descubrir. La primera, el libre albedrío.

»Tal vez seas un cadaver andante, pero tu muerte sigue siendo tuya, al igual que la vida de tus compañeros solo les pertenece a ellos. Y si ellos han decicido pasarla a tu lado, ¿que menos que corresponderles?

La hija de la luna reposa bajo las cenizas. Dos rivales remendarán su carne.

Otra escalera, esta vez de piedra, corta y ancha, apareció ante ellos. Las siguientes galerías seguían siendo amasijos de carne, pero entre las tiras de piel y los ojos llorosos se entreveían los extraños bloques labrados de los cimientos de la ciudad. Kha y Aiden contemplaron desde allí la gran cámara que aguardaba al otro extremo. Al final, fue ella quien rompió el silencio.

—Shield… tiene una hija. Pequeña. Me llama «princesa de hielo» —Aiden esbozó una sonrisa tan cálida como pudo, animándola a continuar—. Creo que ambos me quieren, y creo que… yo también a ellos.

—Una familia.

Kha asintió despacio. Aiden casi pudo escuchar sus musculos crujir cuando sonrió.

—Sí. Una familia.

—Que ese sea tu objetivo en la muerte, como proteger Azeroth el mio. Con una razón para continuar y algo de disciplina no tardarás mucho en doblegar tu mente y tu alma, pero deberás poner de tu parte.

—Suena dificil.

—Entonces, tal vez deberíamos empezar por algo más fácil. ¿Te apetece cometer deicidio?

Kha lanzó una carcajada tímida ante la chanza y comenzó a bajar las escaleras con la cabeza alta. A medio camino se detuvo y se giró hacia atras lo justo para que Aiden viera el perfil de su nariz.

—Gracias.

Aiden se agarró de la capucha y se dió un silencioso tirón. El tejido se dobló bajo sus dedos sin que apenas hiciera fuerza, se endureció y volvió a su posición original deslizándose entre sus dedos. Aún no se había acostumbrado a aquella cota tan extraña, pero no negaría que era impresionante.

El maestro de jinetes ansía una tumba blanca para todos. Por la llama, sacrificará medio rostro.

La sonrisa tímida que había sobre sus labios se marchitó como una rosa ante la helada. Por un breve instante pudo sentir el aliento del destino soplándole en la nuca y erizándole los pelos, pero pronto pasó a un segundo plano. Aquella voz grave y suave como un arroyo se había hecho más fuerte cuanto más se acercaba a su amo, pero era ahora, cuando se plantaba en su puerta, cuando lo reconoció. Guadaña en ristre avanzó por el pasillo hasta reunirse con los demás.

—No me digais que ese cabròn es quien creo que es.

—Me temo que sigue vivo.

—Y es aún más feo que antes.

Aldana no dijo nada. Se quedó mirando al coloso de carne frente a él con el ceño fruncido y la nariz tan arrugada por un lado que sus brillantes colmillos se dejaron ver entre sus labios; sus garras se flexionaban, se abrian y cerraban mientras la madera y el hueso crecían sobre ellas.

Aquella criatura era una visión espantosa. Una torre de carne despellejada del más intenso de los violetas con un pesado yelmo sin visor donde debería haber cabeza. Decenas de protuberanceas y puas óseas manaban de su cintura y sus hombros, extendiéndose por los brazos hasta dar con unas zarpas colosales envueltas en frio acero. Dos alas colosales y desgarradas bailaban con pereza colgadas de su espalda. Cada vez que se movían, dibujaban misteriosos patrones en el aire, invisibles a todos los ojos menos a los que miraban con ansia hambrienta desde su pecho.

—Comienza la ingesta.

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Las fauces que había señalado Aiden se retorcían y entrecerrando dejando claro que ese túnel no era carente de vida. Antes de ir por el camino al tártaro decidió organizar y preparar el campamento en la plaza.

A pesar de ser un lugar algo defendible seguián llegando imparablemente soldados pertenecientes al dios antiguo por cada una de las calles. Desde cultores hasta grandes bestias e ignotos intentaban retomar su posición y arrebatar la vida de los usurpadores.

La marea era infinita, cada enemigo abatido era sustituido por 5 nuevos en el frente, si seguían así el cansancio y las tropas no soportarían el calvario que llegaban por las calles. Por ello, aprovechando las mejores dotes de un grupo de ingenieros goblin con experiencia, mando volar los edificios colindantes de casi todas las calles dejando libre el camino principal hasta el portal, una calle a cada lado de la plaza y la entrada de las fauces.

Esperando el momento oportuno detonaron las cargas en varios edificios al mismo tiempo, la onda expansiva hizo temblar el suelo que tenían bajo sus pies y el aire se cargó de polvo y cenizas. Los edificios se empezaron a derrumbar como fichas de dominó, cayendo y chocandose unos con otros dando comienzo a una avalancha de escombros que aplastarlos a las tropas de Nzoth.

Pocos segundos después los caminos estaban bloqueados casi totalmente y pudieron centrarse en la campaña principal.

  • No podemos quedarnos eternamente aquí, tenemos que seguir avanzando hasta llegar a Nzoth y a sus aliados.

El comandante estaba en una mesa improvisada hecha con una roca sobrante de la explosión. Junto a él varios capitanes y miembros de las demás secciones o aliados.

  • Los soldados rresistirran lo posible perrro quedarrnos en este lugarr serrra contraproducente - dijo un draenei
  • Se que dividirnos no es la mejor opción -añadio el comandante mirando el mapa- pero no podemos jugarnos todo a una carta y el tiempo corre. Tenemos 3 caminos y un punto de encuentro, que las tropas de la alianza y la horda defiendan la plaza y la entrada, es posible que sigan llegando refuerzos desde el portal que nos serán necesarios.

Miro al humano y al orco esperando una queja o disconformidad pero para su sorpresa se mantuvieron callados.

  • Por otro lado el resto nos dividiremos en 3 grupos, coordinaros con los terraneos y los aruspices para dividirnos en las dos calles colindantes con la mitad de las tropas. Secciones 5 a 16 deberían ser suficientes, la sección 17 y 18 se quedarán para apoyar la plaza y sanar a los heridos. El resto me seguirán al interior de esa cosa. ¿Alguna pregunta?
  • ¿Que debemoss hacerr si encontrramos al dios antiguo?
  • Esperad a que lleguemos los demás…si no estará todo en vuestras manos. Tenéis órdenes, indicadlas a vuestros soldados, partiremos de inmediato.

Con varios saludos marciales cada uno fue a cumplir sus órdenes, muchos no volverían a verse y muchos menos llegarían hasta el corazón de esta ciudad de tinieblas y sombras. Llegados a este punto la suerte era una compañera que no podían arriesgarse a perder, tal vez solo con ella podrían ganar está batalla

Preparadas las secciones cada una marchó por su lado. Vio como los soldados empezaban a dar pasos lentamente por las calles avanzando poco a poco en las posiciones, vio como unos se dirigían a un templo oscuro con llamas y piedras negras, vio como otros se adentraron en la oscuridad de las calles y en las profundidades de la noche. Por último sus tropas y los defensores aguardaban en la entrada de la boca del infierno, había bastantes voluntarios nuevos que no había visto hasta ahora.

  • No hagamos esperar a nuestro anfitrión

Y, dicho esto, entraron por el camino que lleva al infierno

Tiempo después

Las escaleras no tenían fin, las pareces renuncian, se novias y presentaban un aspecto viscoso y vivo. Como si las tripas o la carne de un animal descompuesto hubiese contaminado los muros suelos y techos del lugar.

Para dar más ambientes unos susurros empezaron a escucharse con el eco de las “paredes”, si es que podían considerarse tales, dejando claro que alguien les esperaba. La tensión era cada vez mayor, el miedo crecía en los cuerpos de los soldados y las pisadas eran crujidos acompasados a los rápidos latidos del corazón de todos las almas reunidas.

Al final, las escaleras terminaron y entrando por una puerta una masa amorfa, una imagen de espanto y terror de las pesadillas de un loco, estaba en medio de una gran sala

CONTINUARA

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Cual toro bravo el vigía cargó contra el enano cegado por la ira, que entrando en el velo entre la vida y la muerte pudo evitar ser arrollado por la mole, el cual continuó su carrera hasta darse de frente con uno de los pilares, que para su infortunio quedó pulverizado por el impacto

¡NO ERES NADA! ¡PIENSO APLASTARTE COMO A AQUELLOS INSECTOS!

Se dio la vuelta con una agilidad inusitada para su tamaño y cargó de nuevo contra el enano, que incapaz de encontrar apertura alguna se resignó a esquivar las cargas

¿ESTO ES TODO LO QUE PUEDES HACER NECIO?, ¡MUERE!

El vigía a cada zancada reducía su distancia, al ver la cara del no muerto lanzó un derechazo fugaz contra él, impactando con hercúlea fuerza contra el suelo sin que fuera posible esquivarlo.

El ensordecedor estruendo no dejó reducto alguno del complejo ajeno a la batalla, no quedando rastro del enano

Te sobreestime para mi desgracia, esperaba más de tus dotes de batalla y …

El mandoble atravesó el celeste ojo izquierdo como si de hojalata se tratase, sobre su hombro el enano incrustaba con todas sus fuerzas el mandoble en silencio, carente de emoción bajo su capucha

  • El necio he sido yo por subestimarte, eres digno de ver todo mi potencial entonces, comencemos. La intensa descarga emanó de la cavidad ocular perforada, obligando al enano a emplear otra vez el salto al velo, materializándose en el maltrecho suelo
  • Yo también te subestimé Tritón resopló a la vez que el vigía alzó del suelo su brazo, arrojando grandes fragmentos de roca alrededor
  • Si me permite voy a tomar mi arma, acordamos luchar con honor. La voz del vigía, ahora caballeresca, distaba de la furia desatada hacía un instante
  • Por supuesto. Bajo la capucha la muesca en su rostro hacía visible su confusión ¿Pero qué demonios le pasa? Susurró para sí tratando de que el vigía no le escuchase

El vigía caminó retornando al tridente, que esperando su momento de gloria esperaba pacientemente en el suelo a su portador el cual, al llegar lo alzó en señal de respeto a su contrincante, el cual respondió con su mandoble de igual manera

  • Que gane el mejor aunque me temo que será servidor quien gane, te recordaré por siempre, de eso no tenga dudas.
  • Me temo que esta vez seré yo quien gane respondió con un poco de sarna el enano aunque tampoco te olvidaré, comencemos pues.
  • Que así sea. Respondió fríamente el vigía

El tridente se imbuyó de rechinante electricidad a la que el enano cargó reduciendo la distancia entre ambos, barriendo la distancia entre ambos cual relámpago, a lo que el enano se esfumó en el Velo

Reapareció resoplando tras los talones del coloso golpeando la férrea epidermis con el hambriento mandoble, sin embargo este se detuvo abruptamente con un golpe seco, dejando un mísero rasguño en el talón, vio algo que le llamó la atención antes de despegar

  • ¡Maldición! Se vio volando dejando tras de sí una estela de sangre oscura, el golpe seco contra una columna paró el vuelo, aturdido se levantó con esfuerzo para caer rendido de rodillas pues el intenso dolor recorría cada fibra de su ser
  • Has soportado dos ataques, hacía milenios que nadie lograba tal hito aunque me temo que es su fin, si lo desea puedo pedir a uno de mis súbditos que le decapite. Confiado el vigía se aproximó, tridente en hombro, hacia su contendiente
  • Esto…escupió más de aquella oscura sangre no ha acabado aún… Con gran dificultad se alzó, mirando tras el vigía
  • Te ofrezco una muerte digna, no me gustaría acabar contigo como aquellos insectos, tienes 15 segundos para decidirte.
  • Siento decirte que… has perdido una leve sonrisa forzada se dejó ver en el rostro cubierto ¡Ven a mí! El oscuro brazo tomó el mandoble, pasando entre las piernas del vigía y lanzándolo cual jabalina a la junta supurante de vacío
  • ¡GRAAAAAAGH! El ensordecedor grito no dejó resquicio del complejo ajeno al dolor del vigía, el enano le acompañó en el dolor ante la onda sonora
  • ¡TE OFRECÍ MISERICORDIA!, ¡AHORA SOLO ENCONTRARÁS MI CÓLERA INSECTO!.

El mandoble precipitó al suelo junto al chorro del extraño fluido oscuro del vigía. El coloso tomó el tridente y con velocidad y fuerzas hercúleas barrió el suelo, tras el polvo el mandoble retornó a su señor por voluntad propia

Otro barrido pulverizó la columna tras él, materializándose a las espaldas del vigía

Tanta energía… ¿has sido tú? Miró las susurrantes runas, ahora fulgurando carmesíes empiezo a comprender tu poder… alimentémonos pues.

El tridente destrozó el suelo bajo los pies del enano, salvo que atravesó el hueco entre sus piernas alzando cadenas heladas entre ellas, clavándose en la herida y toda junta existente, de un tirón hizo arrodillar el vigía

¡ESTUPIDO MEQUETREFE, UNAS CADENAS NO ACABARÁN CONMIGO! Las cavidades oculares, inyectadas en ira, no salían de su asombro

Una finta en la rodilla derecha dejó expuesta la oscura carne, sin mediar palabra incrustó hasta la empuñadura el mandoble, que siseó insatisfecho

  • Esto… no puede ser el…fin. Las cadenas temblequearon, cliqueando entre ellas Maldito…invasor… El rayo hizo saltar al enano hacia atrás, ante el un furibundo vigía cargaba iracundo rompiendo la oscuridad sus dos cavidades oculares rojos
  • ¡GRAAAAAAAAAAAAAAAH! El ensordecedor grito de ira vino acompañado del veloz tridente trinchando el suelo, haciendo temblar todo el complejo

El enano corrió esquivando los fugaces ataques, cuando se percató fue incapaz de ver al vigía, no así de escuchar sus gritos

  • Cuerpo a tierra o muerte.
  • Espera…¿Has sido tú? miró a las runas
  • Cuerpo a tierra o muerte.

Una explosión golpeó toda la cámara, un blanco resplandor rompió el horizonte de oscuridad seguido de una explosión

¡Abajo!

El enano se tiró al suelo, medio segundo después el tridente le sobrepasó zumbando, levantando su capucha, para perderse en las fauces del complejo

… gracias… ahora es el momento.

Corrió hacia los luceros carmesíes mandoble empuñado, vislumbró al vigía arrodillado, tras él una larga estela de oscura sangre emanando de su sesgada rodilla

¡VAS A MORIR AQUÍ!

El arco de oscura sangre roció el machacado suelo acompañado del gran temblor. El vigía posaba ladeado, no así la pierna que continuaba erigida, trató de alzarse, pero la sangre que no dejaba de emanar del corte indicaba que no sería posible

¿¡DERROTADO POR…ALGUIEN COMO…TU!? Las cavidades tornaron al azul celeste…enhorabuena.

El enano se acercó al férreo rostro con paso lento y mandoble en manos

  • Me temo que el combate ha concluido apoyó la punta del mandoble en el suelo, suspirando.
  • Así es, mi alma es tuya, como prometimos… ha sido el mejor combate que he tenido en milenios… siéntete satisfecho. los luceros de las cavidades perdían intensidad
  • Así será pues perdió un poco el equilibrio… sin este arma no hubiera sido posible… haré que sea lo más indoloro posible… se puso firme y saludó marcialmente al vigía usaré su poder para salvar Azeroth, téngalo seguro señor Tritón.

¡ATENCIÓN, INTEGRIDAD ESTRUCTURAL AMENAZADA, EVACUACIÓN INMEDIATA! La voz mecánica resonó por toda la galería, acompañado de luces rojas y estridentes sirenas

  • Hágalo ya… en 3 minutos esto quedará sumergido…
  • Descanse en paz Triton. Se bajó la capucha, ocultando su rostro
  • Gracias por…liberarme de los…susurros.

Una parábola bastó para sesgar el cuello del vigía, atravesando la junta con pasmosa facilidad, pronto acabó el borboteo de sangre, las cavidades oculares se apagaron para siempre, ya solo quedó tomar lo que por derecho era suyo

La punta del mandoble hizo visible un aura azul emanante del corte, lo que comenzó con un fino filamento evolucionó a un torrente furibundo de anima que atravesó tanto mandoble como portador alimentándolos, el enano se vio superado por el poder que almacenaba el vigía, sintió como su propio alma se fortalecía por momentos y el dolor que lo recorría, dolor solo superado por su muerte y alzamiento. Finalmente los últimos vestigios de anima del vigía quedaron succionados por mandoble y portador.

Este poder… miró las runas, celestes y fulgurantes como nunca, satisfechas por el festín que acababan de tomar debo adquirir más… por Azeroth. Sus ojos centellaron como nunca bajo la capucha

El complejo temblaba cada vez más, el olor del mar golpeó la casi insensible nariz del enano, que aún asimilaba el poder adquirido

Esto se viene abajo, maldición… Sacó de su faltriquera un pequeño cubo cristalino, cuyo dorado núcleo vibraba constante M.A.D.R.E tráeme de vuelta, de inmediato.

El cubo emitió un cegador resplandor que aturdió al enano, este cesó progresivamente, dando lugar al centro neurálgico de la Cámara del Corazón, ahora vacío salvo por las presencias de Magni y M.A.D.R.E

  • Has vuelto de una pieza… me alegro de verte con “vida” y…¿cómo fueron las cosas allí?. Preguntó con voz muy apagada Magni, que reposaba sentado sobre una caja vacía
  • Logré lo que quería… y algo más… pero no es suficiente, necesito más poder. Su fría voz hizo que Magni bajase de un brinco de la caja
  • Me alegro que hayas adquirido poder pero… te estas cegando por la venganza, yo también temo ese futuro pero suspiró este presente es diferente al tuyo, si todo va bien quizás nunca lleguemos a ese futuro y además Miró al no muerto fijamente con los ojos entrecerrados tú también te estas convirtiendo en una amenaza.
  • ¡NECIO! Sus espectrales ojos fulguraban como nunca O muere el o morimos nosotros… apretó su puño con firmeza tú no has visto lo que estos ojos muertos han visto…
  • Disculpa, estas semanas han sido muy duras, pero muchacho, me preocupas Dijo más sosegado Magni
  • Esto… yo también te debo unas disculpas. La voz tornó algo más cálida
  • Bueno, conocemos a una Madre y a un Padre, ¿A quién viste tú?, parece que va de familia la cosa.
  • ¿Padre? El cuero del guante retorciéndose bajo la presión se dejó oír a la que la voz del no muerto se entrecortó vi a Tritón, me honró con una gran batalla, ojalá no hubiera tenido que acabar así suspiró.
  • Muy apropiado para una instalación bajo el océano, a Brann le encantará visitarlo cuando se calmen los ánimos.
  • Esto… me temo que ya no hay Uldiz, ha quedado sumergida.
  • Hoy es una trágica perdida para el mundo sin duda y… ¿has nombrado ya a tu compañera de viaje?
  • ¿Compañera?..miró las runas ah no, le prometí ponerle un nombre, creo que es el momento idóneo.
  • Entonces ¿Cómo se llamará?.

Alzó el mandoble Desde hoy te llamarás Madainn a ’gheamhraidh, Alba del Invierno en nuestro idioma.

Buen nombre, pero diría que es demasiado largo, yo la llamaría Madainn a secas cuando no la presentes.

Miró las runas ¿Acudirán al nombre de Madainn?.

Las runas sisearon, satisfechos con el nombre. Así será pues.

  • Te interesará saber otra cosa interrumpió Magni han entrado todos en Ny’Alozha ya ¿Qué piensas hacer ahora?.
  • Ahora he de investigar quien causó el ataque al Consejo de la Horda, necesitaré el apoyo de M.A.D.R.E, seguro que ha recopilado mucha información de los efectivos y aventureros de la Horda y espías infiltrados.
  • ¿No estas cargando con el peso del mundo tu solo?
  • Si con ello os puedo proporcionar un futuro me echaré encima el peso de las mismísimas Tierras Sombrías.
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El reencuentro de los hermanos,estuvo cargado de alegría y emoción, como de costumbre.
El pequeño Estel,pronto se convirtió en el centro de atención de los tres hombres,que sonreían encantados,con la media lengua del pequeño.
Tras intercambiar noticias relativas a los últimos acontecimientos,con especial hincapié en la tregua pactada de ambas facciones,y las preguntas relativas al estado de la familia,se pusieron manos a la obra,para reparar el pequeño estropicio,que había realizado Estel,en su afán de ser un gran “palalín”
Pasaron al aréa de trabajo de Purple. Las reparaciones eran sencillas. Colocaron al peque en una silla alta,para que viese todo el proceso,y comenzaron con sus tareas.
Argent enderezó el tallo,mientras Soul pulía y engarzaba los pétalos nuevamente entre si. El pequeño Estel permanecía espectante,viendo como su padre y su tío, trabajaban. Era pequeño todavía, pero le gustaba ver el trabajo manual. En el futuro, cuando fuese más mayor,posiblemente eligiese algo relacionado con la artesanía…
Pronto los pétalos fueron engarzados nuevamente entre si,y al tallo. La flor volvió a cobrar todo su esplendor, mientras los 4 allí presentes,volvían a quedar extasiados con su belleza.
El momento de Purple había llegado. Con un guiño al pequeño, colocó la preciada flor en una runa creada al efecto,espolvoreó una serie de componentes previamente preparados, y mientras recitaba una salmodia,estos cubrieron toda la flor,provocando un brillo mágico, antes de
apagarse.
Con delicadeza tomó la flor,y se la entregó a Estel, diciéndole,ahora ya no se romperá “palalín”,pero deberías de practicar con la espada fuera de la casa. Sino, mami se enfadará.
El pequeño Estel se abrazó a “tito” Purple,mientras le decía, eres el “más mejor mago de todos”
Los tres hombres estallaron en carcajadas,mientras se iban pasando al pequeño de brazos en brazos.
Tras muchos besos, y cariñitos,el pequeño “palalin” se despidió de ellos. Los hombres hicieron lo propio,y Argent tomando al pequeño, se colocó sobre la runa de desplazamiento.
Con un guiño se despidió de Soul y Purple,no sin antes recomendarles,que no la “liasen” mucho.
Una vez fuera, llamó al grifo,y emprendieron el camino de regreso a casa. No le gustaba dejar sola a su esposa. Bastante tiempo habían estado separados,y desde que se casaron,cada minuto juntos era un tesoro…
Pronto llegaron a Dalaran, y antes de entrar en casa,Argent le dijo al peque que era el encargado de devolver a mamá su regalo. Estel con una sonrisa de oreja a oreja,entró como una tromba en casa,al grito de ¡mami,mami! Ya “tamos” aquí. Menel salió ante el alboroto provocado por la llegada de su familia,con una sonrisa en el rostro.
Estel se paró, y con su sonrisa más tierna,hizo un amago de reverencia, adelantando la flor reparada dijo…
Para la mamá más guapa del mundo. Menel se quedó mirando a su hijo,y sus ojos brillaron emocionados, antes de levantarlos y suspirar mientras decia,Sin’dorei,sin duda…
Argent sonreía mientras Menel,dejaba la flor sobre la cómoda, y abrazando fuerte a su pequeño,decia…
Si es que…como no te voy a querer,diablillo. Comenzó a besar al pequeño,mientras Argent se acercaba,y los abrazaba a ambos. Un suspiro se escapó de sus labios mientras musitaba…hogar.
El brillo de los ojos de Menel,y el beso que recibió,le mostraron una vez más, que estaba en el mejor sitio del mundo,y con aquellos a los que más amaba…
Continuará

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Los túneles lúgubres y angostos del complejo reptaban por los subsuelos rotos de Silithus. El silencio de cada pasillo contrastaban con el ruido que ya dejaba atrás en la superficie

La antorcha de su mano repriqueteaba en la penumbra, sombras tomaban forma conforme bajaba por los pasillos. Escombros, caparazones, viejas magrigueras abandonadas, cofres vacíos por aventureros y caza tesoros, fragmentos de azerita que habían brotado del suelo.

El tiempo había hecho mella en Anhqiraj, los silithidos habían abandonado sus madrigueras o yacían muertos descomponiéndose en la tierra que, obligados por la voluntad de su maestro y creador, juraron proteger. Sus botas crujían mientras cruzaba los últimos metros que separaban su destino, suelos cubiertos de patas y caparazones sin dueños bañaban su camino.

El sonido del último “esqueleto” qiraji retumbó en la entrada de la cámara final, decorada en piedra oscurecida y con relieves con forma de escarabajos y ojos. Dentro, como un huevo esperando a eclosionarse, el imponente cuerpo muerto de lo que fue un Dios antiguo. C’thun, rey autoinmpuesto de esta tierra milenios atrás, yacía inmovil en mitad de la cámara.

MEROS PEONES PARA UN FINAL MAYOR. TRAMITES PARA UN HERALDO. PODER

Dejo atrás ese cascarón sin vida de un tiempo pasado hasta llegar al fondo de la cámara. Un altar polvoriento y roto se encontraba donde esperaba, un cetro partido y esparcido por el suelo y, escondido de las miradas inquisitivas, un arcón de metal negro decorado con rúbricas extraña y la figura de un escarabajo

  • Lo encontré…

Apoyando la antorcha en los restos del altar dejo caer su cuerpo en el suelo frente al arcón, las manos le temblaban mientras su mirada se fijaba en la cerradura y en la información que buscaba. Respiró hondo y vacío su mente, despejando las voces que retumbaban en su cabeza y retorcían sus pensamientos, su cordura y su actitud, dejando unos segundos antes de abrir el arcón.

De golpe, como despertado de un profundo sueño, abrió los ojos con una mirada sería y decidida. Desenfundó su arma y, agarrando el mango con fuerza, golpeó la cerradura hasta romperla obligandola caer y golpear el suelo pedregoso.

El cofre se abrió como un suspiro, como si recién se diese cuenta de su presencia y, con un temor que helase sus hebillas, suspirarse con intención tragar todo el aire a su alrededor. Ojeo el interior, un magullado cubo tallado sin vértices estaba en el fondo junto a varios papiros, rollos, pergaminos y sucedáneos.

Con sumo cuidado guardo el cubo en sus alforjas y fue depositando cada documento en el altar, bien alejado de las llamas de la antorcha. Varios textos se desafían con el mero contacto de sus dedos, el tiempo, la roca y el polvo habían dañado la frágil tela que se evaporaba, pero los que resistían eran ilegibles. Cada pergamino que consiguió sacar intacto estaba escrito en una lengua desconocida, antigua y extraña que jamás había visto, no se parecía tampoco a las rúbricas del complejo ni a los glifos y tallados que pudo ver en Nyalotha. Era distinto, desordenado y sin un sentido para una mente sana.

  • Tiene que haber algo más, necesito que haya algo más…

El paladín se lanzó al interior del cofre rebuscando entre polvo y tela sin éxito. Con ira y desesperación lanzó los restos de tela al exterior, araño los recovecos del cofre e intento desmontarlo a toda costa. Un miedo y desesperación le invadía, necesitaba encontrar una cura, un rito o algo que sirviese para librarse de las voces que amenazaban constantemente su cordura y lo arrastraban a unas sombras de las que poco a poco formaban parte de el.

Gritó. Con furia arrancó la tapa del cofre y la lanzó al cadáver del Dios antiguo, con ira golpeó los muros con sus puños haciendo retumbar las erosionadas paredes y dejando caer pequeñas piedras y polvo, con tristeza acabo tirado en el suelo, casi sollozando con un chiquillo asustado, pensando en su destino, con miedo pensó en una alternativa, una opción, algo que pudiese haberse escapado en su planes y, al final, decidió la única cosa lógica.

Si, esos textos eran ilegibles ahora mismo pero había un lugar donde los conocimientos antiguos eran tesoros preciados que se almacenaban y guardaban celosamente. Un lugar donde a pesar de la guerra y la muerte que había traído su facción no escatimaron gastos en comprender, aprender y conseguir más textos. Un lugar donde se guardaban textos que estaban de civilizaciones antiguas, historias y leyendas que faltaban de la época de los vigías y el origen de ellas razas, mitos sobre las guerras pasadas y el origen de los continentes.

  • Los eremitas…tal vez ellos puedan leer esto. Aún hay esperanza…

Se puso de pie, guardo con extremo cuidado todo lo posiblemente salvable y, antorcha en mano, se dirigió hacia la salida. Justo antes de irse, miro fijamente el cadáver de C’thun que, pese a morir hacía tiempo o eso decían los veteranos, seguía imperecedero, inmóvil, imperturbable.

Sin embargo se sintió atraído por el coloso, se acercó más a su cuerpo, donde uno de sus apagados ojos ya grises había residido, junto a él vio una púa de no mucho más tamaño que su mano. No entendía porque pero cada vez le tentaba más aquel trozo, su mente le exigía recoger ese pedacito, ese trofeo que podría adueñarse para si demostrando que hasta los Dioses caen. Y, siguiendo ese impulso, atraco de cuajo con forma de púa y lo guardo. Tal vez sirviese a sus propósitos.

Tal vez sirva a tus propósitos. Tal vez sirva a tus designios. Tal vez sea tu salvación.

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Varios días mas tarde ...

Svelien detuvo a su Tragadón, o dardo como le gustaba llamarlo, frente a la torre colosal de madera cerca de Las Ruinas del Viento Azabache. Era demasiado antiguo, demasiado presente para ser algo tan comúnmente etiquetado. Sus raíces se extendían hacia afuera, entrando y saliendo de la tierra como grandes gusanos estancados.

Desmontando, dejó a su fiel bestia descansar después de una larga travesía por Desolace, se apresuró a sentarse en un espacio donde la parte posterior de una raíz sobresaliente era baja. Su mochila fue dejada caer por sus pies y con un fuerte gemido, se recostó en la raíz y miró hacia arriba.

El grueso dosel hecho por los árboles de Feralas dejó su mundo en sombras, solo los pequeños rayos de luz penëtrarían, hermosas líneas en aquel mundo oscuro, dándole cierta profundidad que le hacían sentir mucho más pequeña de lo que ya era. Además de los pocos rayos, la iluminación principal era el reflejo de las hojas, dando a todo incluido el aire brumoso, una carpa verde.
El aire olía a almizcle, dulce junto a un toque cálido, mientras que los sonidos eran infinitos e inesperados, pájaros que iban y venían, un rugido lejano de alguna criatura que esperaba no conocer …

Por el momento Svelien solo descansó, cogió su mochila y buscó hasta encontrar una buena porción de carne, un gran ciervo que le proporcionó mas carne de la que podía comer, sabía que la mitad se echaría a perder antes de poder devorarla.
Una vez que la desenvolvió, miró pasivamente alrededor en busca de invitados o enemigos no deseados, pero encontró a Dardo con su gran mandíbula babosa deseando un poco de aquella porción tan apetecible.

Al cabo de un rato, su aguda vista captó algo en aquel mundo verde, una criatura alada flotando y batiendo las alas de plumas rosáceas, una Arpía Nortearroyo, las conocía de los Baldíos, donde Svelien y los suyos sufrieron un ataque por parte de los Orcos además de algunos rumores y cuentos horribles sobre la crueldad de estas, donde la mayoría de Arpías morían de hambre, seguramente esá fue la causa de las frecuentes redadas y por qué, según los informes, comían cualquier ser vivo.

Pero nada de eso detuvo su amabilidad, y confiando plenamente en su habilidad por si esta le atacaba, gritó …

— ¡ Hey, tú !, ¿Quieres un poco de comida?levantó un trozo de carne y se la mostró

La criatura se detuvo bruscamente y giró hacia ella, acercándose lentamente y luego se detuvo nuevamente sacudiendo sus alas y volando lo mas alto que pudo, Svelien sabía que desconfiaba y estaba escaneando la zona antes de acercarse a ella.
Bajó nuevamente aunque todavía desconfiada, las Arpías siempre peleaban en grupos, nunca en solitario.

Con una sonrisa lo intentó nuevamente —No tienes motivos para temerme, ya ves que estoy sola y desarmada — lanzo su rifle al suelo — Come y hablemos un rato, y luego puedes irte nuevamente.

Después de un sonoro graznido, se acercó con los ojos vagando hacia la carne, la enana asintió con la cabeza y buscó en su mochila el otro paquete, lo colocó en la raíz del árbol y volvió a sentarse como si nada pasara.
Pasó un rato más antes de escuchar una repentina ráfaga de viento, levantó la mirada, un barrido rosa brillante donde se asentaba encorvándose allí, abriendo el paquete y metiéndose un puñado de carne en la boca. Svelien se preguntaba como aquellas hermosas alas se verían a plena luz …

— Entonces, ¿como te llamas?

Descubrió que su piel era azul, sus ojos de un blanco solido y sin pupilas, una piedra de lo que parecía ser zafiro colgaba ante su frente …

Ante su mirada, Svelien siguió comiendo mostrando que no era alguien hostil, tragó el último bocado y volvió a preguntar.

— Tu nombre. ¿Cual es?

La Arpía seguía arrancando trozos de carne con sus garras.

la enana frunció el ceño — Te di comida, al menos podrías hablar un poco.

— Soy Ennah. respondió entre gruñidos, se dio la vuelta y continuó comiendo


Continuará...

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Svelien suspiró, tomando otro bocado de su comida.

— Bueno, eso no va a ser suficiente, Ennah. Una vez que termines de comer, quiero que te quedes y hablar un poco, entonces podrás irte.

Hizo una pequeña pausa pero no respondió, después, ambos comieron en silencio, reflexionando sobre este encuentro casual. A pesar de tener el doble comida, Ennah terminó casi al mismo tiempo que la enana.

— Entonces Ennah, a qué tribu-uhh, qué … matriarcado, creo que es, ¿a qué perteneces?preguntó.

Se giró levemente y respondió con una voz un poco más suave:

— Soy una Invocadora Nortearroyo.

Obviamente, ella no tenía intención de devolverle ninguna pregunta. Luchó por encontrar una manera de entablar conversación, antes de que ella perdiera interés y se fuera volando.

— Tengo curiosidad por tu especie. ¿Qué me puedes decir sobre las arpías?

Ennah tardó en responder. Sus alas se estiraron, pero justo antes de que ella pensara que volaría, las dobló de nuevo y se dio la vuelta, agachándose en la raíz con las garras clavadas.

— ¿Que quieres saber?

— Cualquier cosa.— se encogió de hombros.— Han pasado días desde que he hablado con alguien, y tú eres la primera arpía con la que he tenido la oportunidad de hablar. No me importa solo escucharte hablar.

Ennah guardó silencio, luego hinchó el pecho, los senos cubiertos por plumas, y dijo:

—Todo lo que necesitas saber sobre nosotras, enana, es que soy una arpía. Cada vez que veas una hermana que se parece a mí, deberías quedarte lejos y espero que no tengamos hambre, o de lo contrario serás la próxima comida.

Por un momento estuvo cerca y Svelien sonrió ante su jactancia. Cuando sus ojos se encontraron por última vez, dijo:

— Mañana por la noche, vuelve aquí. Te daré más comida.

Al concluir aquellas palabras, abrió sus alas y se perdió en el denso bosque.

La noche siguiente ...

Regresó a Oneiros, donde hizo amistades con algunos druidas. Cuando el sol comenzó a ponerse, rápidamente regresó a donde marcó en su mapa como el lugar donde se encontró con aquella Arpía.

Cayó la oscuridad y Svelien esperó, encendió una hoguera junto a Dardo, su inseparable compañero, estaba ansiosa por encontrarse con Ennah nuevamente. Esperaba que a pesar de sus palabras, ella volviera, al menos por la comida. Pasó la noche anterior dando vueltas en sus pensamientos sobre ella … fue una sensación de alegría cuando escuchó el batir de las alas, y levantó la vista para ver una forma pálida que se cernía cerca del tronco del árbol. De repente se dio cuenta de que, si Ennah hubiera querido, ella podría haberle contado a sus parientes acerca de su estancia aquí y que podrían venir a capturarla. Esperaba que hubiera suficiente bien en ella para que no lo hiciera, aunque sabía que podía mezclarse fácilmente en las sombras y escapar como un Pícaro.

Sacó la comida y se la mostró, pero esta vez la sostuvo para poder dársela en lugar de que ella la tomara y comiera a distancia.

Sonrió cuando ella se detuvo frente al fuego. Se puso de pie e hizo un gesto hacia la raíz en la que había estado descansando mientras sostenía el paquete de carne.

— Me alegra que hayas vuelto. Toma asiento.

Ennah se abalanzó y tiró de la comida de sus manos, luego despegó de nuevo al aire. Svelien sonrió ante el contacto y la imagen de verla de cerca, se alejó de la raíz y se sentó en una roca que había arrastrado cerca del fuego. Pasó un largo minuto antes de que la arpía descendiera y se sentara en el lugar que le había mostrado, se agachó nuevamente y rápidamente desgarró la comida.

La estudió comiendo. Era desordenada y agresiva, también estudió su forma, ya no pensaba en una arpía como una criatura, sino que ahora era muy evidente que era una mujer con plumas. En eso, se sorprendió de que ella fuera extremadamente delgada, lo suficiente como para ver costillas y tener una cintura dolorosamente pellizcada, sin embargo, sus senos eran grandes, incluso en comparación con gruesas y curvilíneas camareras a las que ella estaba acostumbrada a ver.

Afortunadamente ese contenedor en su cinturón estaba frente a sus piernas abiertas. Una parte astuta de ella mencionó … desafortunadamente.

Forzando una apariencia de madurez, se enfocó más allá de su cuerpo y dijo:

— Entonces, el costo de obtener comida gratis de mí es hablar, y espero más de ti esta vez.

Ella no dijo nada, por supuesto, así que hizo una pregunta que había pensado la noche anterior:

— He oído que las arpías nos atacan, nos comen y algunas cosas bastante inquietantes sobre sus hábitos de apareamiento.

Ennah ni siquiera se inmutó.

— Sin embargo, dime, ¿a qué aspiras, y me refiero a ti, Ennah,? ¿Cuál es la vida perfecta para ti?

Se separó de su comida por un momento.

— Un suministro de alimentos listo, un nido seguro, montañas de riqueza y un macho fuerte para fertilizar mis huevos.

— Je, no somos tan diferentes entonces— mencionó Svelien.¿Pero qué más? Para mí, después de que terminen mis aventuras podría dedicarme a la comercialización o la enseñanza. Siempre me ha gustado lo último.

Esta vez, Ennah levantó la cabeza y le dirigió una mirada fría.

— A diferencia de vosotros, los invasores, nos consideramos afortunados de simplemente sobrevivir.

— Bueno, eso debería decirte algo. Quiero decir, en lugar de saquear, podrías hacer las paces con tus vecinos, intercambiar alimentos y vivir como nosotros.

— No seas ridícula—, espetó ella, con comida visible entre sus afilados dientes.

La enana dio un mordisco …—¿Por qué no? Claro, tienes una mala reputación con nosotros en este momento, pero todo es empezar.

La arpía parecía enojada mientras comía, pero a medida que se acercaba a sus sobras finales (todavía no había terminado), se retiró y dijo lentamente:

— Queremos vivir libres, aquí en nuestras tierras con nuestra comida. En cambio, vosotros invasores cruzan los límites y roban nuestra comida. Cuando luchamos y la recuperamos, tú dices que no, haga las paces y déjenos tener su comida para que pueda cambiar su riqueza por su comida.

Svelien abrió la boca y la cerró, luego volvió a su comida sin responder. Qué razonamiento diferente, encontró. No había pensado en su invasión como una especie de invasión, en lugar de solo expansión y resistencia.

Después de pensarlo más tiempo, dijo:

— Ya veo. Y como los tauren y otras razas ya se han ‘mudado’, por así decirlo, no se irán sin luchar. Tampoco podemos pedirte que te muevas, ya que esto es primero su tierra, y eventualmente nuestra expansión llegará a sus nuevas tierras una y otra vez hasta que no quede ningún lugar.–*-Mordiendo, agregó—*veo por qué estás tan dispuesta a tolerarme también por la comida. No puede haber mucho por aquí con dos grupos cazando.

Ennah la miró fijamente, probablemente sorprendida de que ambas estuviesen de acuerdo; asintió finalmente.

—Racionamos lo que pescamos, pero cada día tomamos demasiado. La comida no se repondrá como debería, y pronto no habrá suficiente.

— Bueno, mierdä-–mencionó Svelien.—Ya veo por qué estarías tan enojada.

Ennah terminó el resto de su comida y permaneció agachada, mirándola ahora. Finalmente tomó la iniciativa y preguntó por su nombre.

— Svelien.— Bajó la mirada hacia la comida que aún le quedaba y sacudió la cabeza. Se palmeó el estómago y le entregó el resto de su comida.—Aquí, termina esto.

Una pierna larga, mitad humanoide y mitad pájaro, tocó el suelo, luego se retiró a la raíz. La cazadora sonrió ante el movimiento humano.

—¿Tienes alguna cría?

Los ojos blancos de la arpía se clavaron en ella de repente, luciendo sospechosos, pero ella graznó, —No.

— Bueno, mientras no traigas a tus hermanas aquí y me mates, volveré aquí cada noche con buenas comidas como esta para ti. Pero solo tú, ¿de acuerdo? No voy a comenzar una caridad arpía aquí.

Ennah resopló despectivamente. —No disminuiría mi comida compartiendo.

La envoltura de la hoja finalmente se descartó, y ella se agachó para tomar una cantimplora de su cinturón, que era el delantero. La vio beber de ella, de nuevo casi humano, pero mientras bebía, escuchó un sonido como salpicaduras de agua. Le tomó un momento notar un arco de líquido derramándose entre sus piernas, se quedó boquiabierta. Después de un momento de asombro, se las arregló, —¿Qué estás haciendo?

—Beber después de una comida— respondió secamente, luego se llevó la cantimplora a la boca.

—¿Y meando también?

Ennah le dirigió otra mirada. — No finjas que tu especie no hace lo mismo.

— Sí, pero … no —, comenzó, luego sacudió la cabeza y se echó a reír, inclinando la cabeza hacia arriba para mirar el dosel negro, sin estrellas. Parte de su encanto “vil”, supongo. — Lo siento, no es nada.

Así fue la primera noche ...


Continuará …

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Estel en su algarabía se tiró a sus brazos de nuevo, propinándole un cabezazo a Menel en los labios que comenzó a sangrar.
-Mami la pupa…
Mientras Menel se echaba una mano a la boca para parar la hemorragia Argent ya casteaba un hechizo de sanación. El corte se cerró de inmediato pero le quedaría el labio inflamado durante un tiempo.

-Mami…siento.
-No pasa nada-dijo la sacerdotisa agachándose y mirando a su hijo a los ojos-pero tienes que controlar esa fuerza Estel. Eres un poco bruto.

-Pometido mami.

Argent se acercó a inspeccionar el labio de su esposa.Depositó un beso con suavidad al que Menel respondió con una sonrisa.
-Te duele?
-Un poco…pero estoy bien.

De pronto su hijo empezó a llamar a su hermana.

-Tataaaaaaaaaa

Menel palideció.

Li?

Argent miró a su esposa enarcando una ceja.

-Estel…Lith no está.

-A está tata?

Menel visiblemente nerviosa los miró a ambos.

-En el templo.

-Le la lus?

-No mi vida…tu hermanita se ha quedado en el templo de Elune de Valsharah. Quiere ser una sacerdotisa de Elune como yo.

-Menel…-fue lo único que atinó a decir Argent.

-Lo se…lo se…es lo último que habría querido,no quiero separarme de ella,pero hay niñas de su edad,le gusta la guja,el arco,la paz del templo…-dijo mientras le resbalaba una lágrima por las mejillas.

-Al menos tus padres están cerca.

-Si.le he hecho prometer que iría a verlos cada dos días y que pasará los fines de semana en casa.
-Portales del vacio?
-No…en su mochila le he dejado la piedra de hogar,está ligada a la taberna de Isi.Y para volver la llevaré yo misma.Aunque quiere traerse a las niñas de visita…a ver como nos organizamos.

La respuesta llegó ese mismo fin de semana. Beridhren apareció en forma de ave con las tres niñas a su espalda aterrizando en el balcón.

Las llevaron a pasear por Dalaran,les compraron pasteles,incluso le pidieron a Kindle Chispabrillo que les vendiese unas varitas y las niñas enciendieron las farolas de la ciudad de los magos entusiasmadas.El abuelo se quedó en la habitación de invitados,las niñas juntaron las camas gemelas de la habitación de Lith que estaba como loca por tenerlas en su hogar.

Les costó que se durmieran pues tenían el horario del templo y las risitas se oían desde su habitación.

-Está feliz-dijo Argent aun despierto.
Menel se revolvió entre las sábanas mientras asentía casi entre sueños.
-La oscuridad se desvanece con rapidez así aunque la eche de menos.
Su esposo notó la tristeza en su voz,la abrazó mientras le besaba la frente y se quedaron dormidos.

Al día siguiente fue Argent quien abrió la tienda mientras Menel se quedaba en casa con los cuatro niños y el abuelo.Las niñas se levantaron tarde,para la hora de comer. Menel había preparado un gran asado.Cuando el paladín llegó se sentaron todos a comer tranquilamente entre historias y risas.Le gustaba tener la casa llena de vida,aunque también la tranquilidad de sus días.
Mientras recogían la mesa Menel miró a Argent.

-Creo que me hago mayor paladín.Estoy agotada.
-Es que son diez mil años-dijo él con sorna.
-Oyee a que duermes en el sofá!!
-Es broma amor,estás estupenda.

Unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación.
Argent fue a abrir, un minuto después entró de nuevo en la cocina,al verlo Menel descubrió preocupación en su cara.

-Que pasa?

La respuesta no se hizo esperar. Shandris Plumaluna apareció tras él.

-Nel…tenemos que hablar.

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Svelien regresaba todas las noches, al igual que Ennah.
Hizo una especie de campamento permanente cerca de donde solían encontrarse, estaba más alejado del camino normal y bastante escondido.

La amistad no tuvo éxito de inmediato, por supuesto, la confianza y la franqueza de Ennah se forjó a través de tiempo y comida … mucha comida.

La segunda noche progresó lentamente.

— Siempre me he preguntado cómo podría volar alguien de tu tamaño. Sin embargo, pensando, creo que debes ser mucho menos densa que yo. Significativamente más ligera. ¿Te importa si te levanto con mis propias manos?.

La cazadora tuvo que dejar todo su armamento, las garras de la arpía fueron directas al cuello con una promesa ronca, pero ella aceptó. Después de su amenaza, con los rostros separados y su mirada deslumbrante, Svelien sonrió y le rodeó la cintura con los brazos, como un abrazo, sintiendo su esbelta forma y la cálida piel bajo sus manos, y luego la levantó.
Descubrió que era extremadamente ligera.

— Nunca más me levantarás.

— Claro — respondió, pero era reacia a alejarse. Le gustaba estar cerca de ella, verla.

Las noches siguientes también se dedicaron a hablar, intercambiar palabras mientras la enana aprendió más sobre sus comportamientos extraños.
La quinta noche, las plumas de Ennah tenían una tonalidad mas vivas.

— ¿Te estás sonrojando? — preguntó, casi boquiabierta ante el tenue tono que coloreaba sus pálidas mejillas.

— No te hagas ilusiones.

Svelien tenía una media sonrisa ante su endeble negación, y giró el largo penacho en su mano.

— No veo por qué sería raro, tus colores son simplemente hermosos. Pareces ser mi único color en este mundo verde. Honestamente, estaba empezando a cansarme del interminable verde de este bosque, sin importar cuán encantadoras sean las vistas.

— Nos enorgullecemos de nuestros penachos, pero al lado de mis hermanas no te impresionarías tanto. — mencionó lentamente.

— No tengo dudas de que aún admiraría las tuyas.

Sin experiencia con los halagos, la arpía solo hizo un graznido bajo y continuó sonrojándose mientras sus dedos jugueteaban con su nueva decoración. Finalmente, sus ojos pasaron sobre la enana, fijándose en la pluma sobre su oreja.

— Te verías bien en plumas. — dijo con un ligero tono tímido.

La cazadora rió a carcajadas. — ¡En absoluto! Solo tú puedes lograr esa apariencia atractiva.

Su cabeza se inclinó ligeramente. — ¿Atractiva? ¿Atrayendo qué?

— Nada. Solo quiero decir que te ves bien con plumas, mientras que yo no lo haría

Después de dos semanas de reuniones, cuando Svelien decidió mudarse lejos de los elfos de la noche, comenzó a darse cuenta de lo mucho que Ennah empezaba a significar para ella dejando de lado las aventuras para así instalarse en un hogar temporal y seguir conociéndola. Sin embargo una noche no apareció, la ausencia la dejó preocupada temiendo lo peor de los Tauren cercanos.

Fue la tarde del día siguiente, después de una noche de insomnio, que Ennah regresó, lenta y retraída, algo claramente estaba mal con ella. Incluso eligió sentarse a su lado y por instinto su brazo rodeó su espalda desnuda.
Para su sorpresa se inclinó hacia ella.

Después de un largo rato la arpía empezó a contarle.
Sus hermanas habían decidido hacer una incursión contra los Tauren.
Una de las suyas había sido asesinada, mientras que a ella le habían roto ambas alas y su cuerpo estaba totalmente herido hasta que sus hermanas la rescataron y sanaron.

No hubo juicio de Svelien sobre las acciones de ella o sus hermanas, solo expresó su alivio de que estuviera a salvo y le ofreció más comida y un lugar donde poder descansar.

— Podrías pasar la noche aquí conmigo, si quieres.

La criatura le dirigió una mirada extraña. — ¿Quieres que anide contigo?.

Con una sonrisa torcida, dijo: —Si anidar significa dormir, entonces sí. Me gusta cuando estás aquí.

— Y me gusta la comida. — respondió

El comentario seco mientras acariciaba su estómago en un intento de humor revoloteando.

— Creo que no. Mi lugar es con mis hermanas.

— Vístete — reconoció

Y con una breve frase de despedida se fue.

Continuará ...

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Svelien regresaba al campamento de su caza habitual, viniendo desde el sur con una gran porción de carne. Había pasado el día en el sur de Feralas aunque no demasiado lejos ya que había dejado a Dardo en el campamento, donde había encontrado Gigantes de Piedra prestando su ayuda durante horas.

Al regresar, con un breve vistazo al sol unas horas antes del crepúsculo, captó un sonido, se detuvo esforzándose por escuchar … llegó de nuevo, un profundo bramido y un gran impacto … un chillido agudo, una sensación de frío recorrió su espalda. Corrió a toda velocidad hacia donde escuchó el ruido olvidando su rifle.
Ennah.

Comenzó a bordear el último árbol antiguo, corriendo por una colina empinada usando camuflaje, algo parecido al sigilo.

Los sonidos eran más claros. Podía distinguir la ubicación mucho más fácilmente y se movió lo más rápido que pudo con la técnica.
Ahora sabía lo que estaba escuchando: un Orco luchando contra una Arpía. Solo una arpía … y tan cerca de su campamento, sabía exactamente cuál sería.

Rodeó el último arbusto y entró en un pequeño claro directamente en la batalla. Un guerrero Orco estaba balanceando un tronco de madera, su oponente, identificada inmediatamente como Ennah, fue rápida y logró escapar de la mayoría de los pesados golpes.
Ella estaba en el aire, se precipitaba y se zambullía en golpes dolorosos con sus garras, de vez en cuando se detenía por un hechizo, enviando una bola de rayos a aquella mole musculosa. Al orco le valió un solo golpe con la maza para enviarla al suelo antes de despegar nuevamente hacia el cielo.

Svelien sabía que tampoco podía vencer al guerrero, y menos sin su preciado rifle.
Al igual que Ennah, esquivaría y atacaría rápido, pero también como ella, no podría soportar bien los golpes pesados ​​y no podría causar mucho daño contra una armadura de placas. No tenía experiencia peleando contra Guerreros cuerpo a cuerpo, pero algo aprendió en Dun Morogh de sus compañeros pícaros.

A pesar de sus dudas, Svelien trató de camuflarse con el entorno para aparecer justo detrás de su oponente, donde emboscó al Orco con un golpe justo en el punto débil de la armadura. Dio un salto y trató de clavar su daga en el cuello de la bestia donde la armadura no le ayudaría, pero un codo repentino le golpeó el costado.
La enana aterrizó limpiamente, la adrenalina compensó el fuerte impacto y su empuñadura golpeó justo donde sabía que estaban los riñones del Guerrero. Aquel salvaje Orco rugió de dolor mientras Svelien recuperaba el aliento pero sin esperar a que el Guerrero se recuperara se lanzó hacia el.

Para su consternación, el guerrero logró desviar los ataques con sus brazales, acto seguido lanzó el tronco hacia ella aunque de poco le sirvió, lo esquivó con facilidad, luego cerró los ojos y volvió a camuflarse hasta acercarse a el lo suficiente enfrentándose nuevamente.

El miedo se apoderó en su rostro viendo al enorme monstruo descender con tanta fuerza hacia ella, pero … un chillido lo sobresaltó, una forma azul chocó contra el Orco y Svelien rodó hacia un lado justo cuando un fuerte impacto aterrizó a su lado. Se puso de pie de un salto y vio a su querida amiga ensangrentada retomando el vuelo, esperando otro momento para atacar.

El Guerrero se puso de pie, aparentemente ileso y avanzó con su arma preparada. La enana lo tenía claro, este sería su último ataque y definitivo, y así fue, la daga atravesó el cuello dejando un profundo surco en el acero oxidado.

Aquel Orco gritó por última vez antes de morir.

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No era la primera vez que Beledori casi acababa dejándose los dientes en el suelo de la taberna, pero no podía evitar sentarse en el borde mismo de la silla. Se mordisqueaba las uñas de una mano y con la otra tamborileaba sobre la barra hasta que se le cansaban los dedos y cambiaba de mano.

El resto de los parroquianos no se encontraban mucho mejor. Hablaban en murmullos en grupitos y mantenían el aliento, ansiosos por saber lo que estaba pasando y a la vez deseosos de que la siguiente noticia no llegase.

Beledori se revolvió en su sitio y sintió un bamboleo en la nuca. Deslizó sus delgados dedos sobre la marea de oro de sus cabellos y se quitó la pequeña goma de un tirón. Se recogió el pelo de nuevo y comenzó a rehacerla.

Aquella taberna en medio de Orgrimmar estaba atestada, mas incluso que cuando acabó la guerra. Hacía un calor asfixiante y el olor a sudor empezaba a humedecer el ambiente, pero ni el más recatado de los presentes, un nocheterna cargado de joyas hasta el mal gusto, le prestó atención. Cada gota de aquella preciosa substancia estaba vertida en un cristal violenta que chispeaba en el aire con un zumbido.

Sus dedos tropezaron y murmuró una maldición suave entre dientes. Demasiado floja, tendría que volver a empezar. Se retiró de nuevo el coletero y sus manos volvieron a trabajar. Pensó en sus padres mientras terminaba de apretar su coleta. ¿Estarían al tanto de lo que ocurre? Quizá debería volver con ellos y…

El cristal lanzó un traquetreo, y con el vino un coro de suspiros y el silencio cargado de decenas de alientos contenidos. Tembló en el aire un par de veces y su luz se intensificó hasta hacerse tangible. El fulgor siguió creciendo hasta llegar al punto en el que empezaba a doler mirarlo y luego desapareció sin más.

Beledori se inclinó hacia delante y las patas de su silla temblaro. Sobre el cristal flotaba la figura en miniatura de un gnomo con túnica y sombrero picudo.

Carraspeó y se ajustó el sombrero.
Se alisó la túnica.

Volvió a carraspear.

A Beledori no le quedaban uñas.

Volvió a ajustarse el sombrero.

—Ejem. Sí. Probando. ¿Esto funciona?
—hizo una pausa en la que frunció el ceño—. ¿Cómo que ya estamos en directo? Ehhhh… esto…

Volvió a carraspear. Beledori estaba haciendo equilibrios con una sola pata.

—Conciudadanos azerotianos. Como sabeis, el Imperio Negro se ha levantado de las profundidades y el infame N’zoth ha lanzado ataques contra Uldum y Pandaria desde su guarida. La Alianza y la Horda dejaron atrás sus diferencias y se unieron contra este nuevo mal…

—¡Vamos! ¡Que es para hoy! —gruñó un orco desde un rincón de la taberna.

—¿Cómo eh que han dejao a ehte pehtiño ser el informador de la batalla?

A pesar de las quejas del público, el gnomo holográfico siguió hablando. Beledori se agarró las orejas y las empujó hacia delante para oirlo sobre el creciente alboroto.

—…capitaneados por un grupo bélico conocido como los Defensores de Azeroth, han asaltado la ciudad de Ny’alo… ¿Nay’alorza? ¿Ny’alotha? ¡Bah, esto es impronunciable —gruñó. Carraspeó—. Han asaltado la Ciudad Durmiente. Segun los últimos informes… —movió los papeles en sus manos uno a uno. El sonido de los folios pasando revoloteó como una polilla sobre la taberna, y la elfa empezaba a plantearse morderse las uñas de los pies.
Unos agónicos segundos despues, el gnomo continuó hablando.

—… Han conseguido hacerse con la via principal de la ciudad ¡y estan eliminando a sus esbirros uno a uno! No me lo creo, damas y caballeros. ¡Estamos ganando!

Un terremoto de vítores retumbó en la taberna. A griterió se juntaron las canciones de guerra y el sonido de los cuernos de grog chocando, y Beledori se permitió sentarse bien por primera vez desde que entró.

Sin disimular su alivio, golpeó con un dedo la barra de la taberna.

—Un té bien cargado, por favor.

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Ahora era una torre de carne. Dos velas de naufragio colgaban de su espalda hechas jirones de piel amoratada, y de ella nacián dientes de negro esmalte como gusanos de un cadaver. Sendos brazales aprisionaban sus antebrazos, tan inmensos y pesados que arqueaba sus hombros y robaba la poca elegancia que su pose desgarbada podría conservar. Encajados en su pecho anidaban decenas de ojos dispares que parpadeaban a destiempo, despacio y con un sonido viscoso; y más abajo, donde su torso inmovil se unia al suelo, un tapiz de venas y carne pulsante se mezclaba con la piedra de suelo y paredes.

—…más fuerte que la otra vez.

—Pero sigue sin poder….

—…aprovecharemos. Si inmovilizamos sus brazos…

Aldana dio un paso al frente con dientes rechinantes y los dedos arqueados. El tumor se fijó en ella y se inclinó en su dirección. En su pecho los ojos dieron un respingo de sorpresa como si nunca antes la hubieran visto. Pero no la podía engañar. El olor le delataba.

Conocía esa peste, ese hedor a pesadillas y corrupción. Su nariz se arrugó y sus ojos lanzaron un destello ambarino. Dio otro paso, cauta, y su melena revuelta se erizó. Sus orejas temblaron al recibir un nuevo sonido, un tambor que cantaba con voz gutural tras aquellos ojos rasgados.

—…entonces Kaltharion podría…

Palabras y más palabras. Palabras lentas y rígidas, atadas por leyes y la mitad sin significado. Nunca le habían gustado las palabras. Los demás podían planear todo lo que quisieran, pero la alimentadora de buitres sabía donde golpear. Se cobraría venganza. Aulló hasta desgañitarse.

—¡Por Ursoc!

Il’gynoth extendió las alas con un flop que inundó sus oidos. El Vacío acuciante acudió a sus garras y lo inundó todo con los delirios de aquellos que yacían más allá de la realidad. Se hizo más grande, más terrible, más peligroso… o eso quería parecer. Padre la había enseñado bien, y fuera en el Bosque o en Ny’alotha todas las presas se comportaban igual. Todas intentaban asustarla.

Nunca más.

Aldana cargó como un uñagrieta enfurecido. Recorrió la sala de lado a lado como una exhalación, moviéndose con reflejos gatunos entre las explosiones de sombra y piedra reventada. Se balanceaba, giraba y rodaba por el suelo, siempre esquivando los proyectiles de noche por el grosor de un pelo. Desapareciá entre las cortinas de humo y surgiá en un ángulo muerto, un borrón pardo que atacaba y retrocedia tanteando a su rival.

—¡Oye, que ha empezado sin nosotros!

El puño del profeta loco cayó sobre ella como una estrella fugaz. Rodó hacia un lado y el puño aplastó el suelo que había ocupado apenas un latido antes. El suelo tronó y el impacto la arrojó un par de pasos más atrás, pero logró mantener el equilibro y protegerse la cara de la nube de esquirlas y pus rociado con los brazos en cruz. Sonó un chirrido que le dio dentera, alzó la mirada sobre el polvo y vio la enorme silueta de la otra mano barriendo el suelo hacia ella. Se puso en pie y se lanzó hacia delante, se impulsó con las manos y dió una voltereta por encima mientras removía el aire rancio de la sala.

Llegó el tercer golpe. Se preparó para saltar, pero no fue lo bastante rápida. El puño la golpeó de lleno y el mundo entero comenzó a dar vueltas mientras se retorcía en el aire como un trapo viejo. La mano se alzó y la aprisionó entre sus dedos a mitad de vuelo.

—La carne es efímera. El dolor es eterno.

Il’gynoth apretó sus gruesos dedos con intenciones letales. Se cerraron sobre el cuerpo de la elfa como un cepo hambriento, se relajaron, se abrieron. El profeta gruñó y volvió a apretar. Un destello de plata se filtró entre ellos, heraldo de la lluvia de sangre y plumas que la ira de Elune trajo. Su mano explotó en pleno aire con tanta fuerza que sus dedos golpearon el techo y las paredes. Rugió de dolor, pero antes de que pudiera mover el brazo la sombra de un águila se cernió en espiral sobre él.

Un frufrú de hojas. Una ramita rompiéndose. Antes de que pudiera hacer nada el águila dio paso a un felino de largos dientes. Su piel era dura madera; sus colmillos, caoba pura, y le coronaba una melena de hojas otoñales. Saltó con un rugido y se abalanzó a su cuello. Hundió sus dientes en su garganta, notó la familiar resistencia de la carne a ser perforada, su abrazo cálido y viscoso, y la boca se le inundó de sangre. Era repugnante, corrupta; sus instintos le suplicaron que soltara a su presa, pero no tenían poder sobre ella.

Il’gynoth se sacudió como un toro bravo, y Aldana apretó aún más su abrazo letal. Acabó por llevarse las manos al cuello y se la arrancó como a una garrapata. La arrojó al suelo y la pantera lanzó un quejido, pero volvió a su forma élfica y se puso en pie. El profeta hizo lo propio; de nuevo cantaba el Vacío en sus manos con ansia voraz. Aldana arqueó el cuerpo y retrajo los dientes. Sus músculos se tensaron y un gruñido comenzó a formarse en el fondo de su garganta, pero antes de que terminara su advertencia el chisporroteo de la magia y las balas castigando al tumor frente a ella la distrajeron.

—¡Aldana! ¡Su brazo!

No estaba segura de quien era el dueño de aquella voz, pero tampoco importaba. Corrío agachada, ignorando las explosiones de color que sacudían su visión periférica. Luz, Oscuridad, Muerte, Orden…. no tenía ojos para ninguna de esas nimias fuerzas. Se deslizó bajo el torso del profeta, que se había girado para encarar a aquellos de pellejo acerado, saltó y se enganchó en su codo. La presa se revolvió de dolor y todo su cuerpo tembló de pronto, pero ella se encaramó al borde de su pesado brazal y consiguió ponerse en pie sobre él. Alzó una mano, volcando la esencia misma de la vida en su palma. Creció fuerte y salvaje: metal y corteza se fundieron en garras de vívora; pero no era de la azerita ni de esa ropa incómoda de donde vino su brio renovado. Así lo había dicho Padre, pues no había magia que le diera tanta fuerza como su manada.

Perforó la carne con un aullido ensordecedor y ordenó a la Vida misma reclamar la carne del profeta loco. Las raices brotaron de su mano. Largas, gruesas, pálidas; llenas de espinas azuladas y doradas, veteadas y chispeantes. Se lanzó de nuevo al suelo, arrastrando con ella el brazo, y la siempre hambrienta vida la envolvió con el abrazo de la cruel madre.

—¡Parásitos! Someteos… rendíos al desaliento.

Il’gynoth alzó su brazo libre. Sus alas se agitaron como el vendaval y sus ojos miraron en todas direcciones. Aldana apretó los dientes, preparada para capear la tormenta, y fue entonces cuando una voz chillona y burlona hizo vibrar sus oidos. La mano de su presa chocó de pronto contra el suelo envuelta en luz rosada, como si ahora fuera tan pesada que no la pudiera levantar.

—¡Kaltharion! ¡Ahora!

La alimentadora de buitres apenas tuvo tiempo de mirar arriba. Desde las sombras del techo una llama de neón cayó como lágrimas de Elune y golpeó la enorme espalda del profeta con un sonido viscoso. El cazador de demonios ardia en su propio odio, terrible y hermoso como un eclipse, y estranguló el nacimiento de las alas coriaceas con grandes zarpas infernales.

—¡Regresa al olvido!

Crujió. Era un sonido familiar para ella. El crujido de los huesos al hacerse polvo. Luego llegó el desgarro, y luego la sangre. Kaltharion dio una voltereta y cayó al suelo de rodillas con sendas alas en sus manos. Il’gynoth aulló y bufó como un ciervo al desangrarse, y sus gritos hicieron que su sangre hirviese de expectación. Se preparó para lanzarse una última vez, pero el suelo tembló y las raices se desgarraron. Aldana cayó de espaldas y alzó las manos por instinto para contraatacar, pero el ataque no llegó nunca. Su presa había arqueado el cuerpo y sus manos ahora se posaban sobre su rostro tapado.

Eso le alegró.

—¡¿Osais dañar la perfección?! —la voz de Il’gynoth, siempre tan calmada, estalló como un vendaval que azotó toda la Ciudad Durmiente. De su carne desgarrada manaban surtidores de sangre pútrida y hedionda, charcos de sombras repulsivas que con voces rotas repitieron sus palabras.

De Il’gynoth manó un gorgoteo y un sonido de succión. Su cuerpo se retorció y se hundió como una torre hasta desaparecer bajo una montaña de carne.

—¿Ha huido? —La paladín no bajó su mandoble.

—No, sigue aqui —murmuró Kha, y Aiden asintió en silencio—. Aun puedo sentir su repulsiva alma cerca.

Aldana cerró los puños y lanzó un gruñido, pero apenas un suspiro después relajó los músculos y se encogió de hombros. Las presas huian cuando estaban heridas, eso era ley de vida. Ahora solo era cuestión de esperar a que se desangrase. Mientras…

Un crujido viscoso, como el de un esternon al reventarse, le zumbó en los oidos y le hizo estremecerse. Miró a su alrededor. Las paredes se habían abierto para revelar los tumores pulsantes que había en su interior: pilas de carne nacidas de la pesadilla de un loco, teratomas del terror repletos de ojos glaucos y dientes babosos que colgaban de finas arterias y asentaban sus raices como un cancer en la ciudad.

—¿Que diantres es eso? —Yotni dió un paso atrás, pero su rostro brillaba de fascinación.

Algo asqueroso, para empezar. La manera en la que sus paredes de carne temblaban y palpitaban parecía diseñada para ser lo más repugnante posible, pero a sus ojos no era sino otro pedazo de carne en aquel matadero.

—¿Qué más da? Mientras Il’gynoth siga vivo no podemos distraernos.

—A mi me parece importante —rezungó el goblin—. Oye, Valerie, échame una mano con esto. Quiero ver que pasa si lleno esa cosa de plomo.

La paladín lanzó un gemido y disimuló una pequeña tos llevándose el puño a la boca. Su malla inmaculada hacía juego el tono de su piel.

—Santa Luz, ¿por qué todo aquí da tanto asquete?

El goblin dio un par de pasos hacia el tumor todo lo estirado que pudo. Deslizó las manos hasta las fundas de sus pistolas y las hizo girar sobre sus dedos antes de apuntar con ellas al montón de vísceras. Luego se quedó quieto con las pistolas suspendidas en el aire, y su rumor mecánico se mezcló con el sonido de la peristalsis y los gemidos húmedos que venían de las paredes.

—Aunque ahora que lo pienso —comenzó el goblin con voz montótona. Con un movimiento lento y torpe giró el torso hacia la paladín—. Me pregunto que pasaría se te disparo a ti en su lugar.

Aldana se encorvó y enseñó las encias tras las palabras del pistolero. La paladín, en cambio, abrió los ojos como platos y dio un pequeño bote en el sitio.

—¡Yotni!

El goblin la miró con expresión hueca un latido más. Sus labios se doblaron para dejar pasar un sonido a pedo y acabó por doblarse el el sitio a carcajada limpia.

—¡Es broma, es broma! —se limpió una lagrimilla con la culata de Desguazadora—. Ay, como me mola esta armadura.

Las pistolas giraron sobre sus dedos y rieron con su maestro. Con cada carcajada suya el órgano se sacudía y lanzaba chorros a presión como una bota de vino picada. Su carne colgó flácida, los tendones que la sujetaban se combaron y acabó por desplomarse en la cámara.

Mi piel se desgarra, pero las heridas son insignificantes. Soy eterno.

La pústula del centro de la cámara se hinchó hasta volverse pálida y acabó reventando en un geiser de podredumbre. De la herida mano de nuevo el profeta loco, completamente indemne. Sus alas habían vuelto a su espalda, y un brillo baboso relucía sobre su piel. Apoyó las manos sobre el suelo manteniendo el pecho en alto. Sus ojos temblaron y se sacudieron en sus órbitas durante un instante, y luego se centraron todos en el frente, con las pupilas cada vez más abiertas y centelleando con magia enfermiza.

—La mirada de N’zoth lo ve todo.

—¡Al suelo!

El universo se tiñó de amarillo. Aldana brincó hacia un lado como una liebre, pero el torrente de luz que inundó la sala era un halcón. El dolor sacudió sus extremidades como miles de espinas perforando su piel. Su fuerza la lanzó como un muñeco de trapo y acabó chocando contra el dintel de la puerta con tanta fuerza que le arrancó la saliva de la boca. Giró en su caida hecha un manojo de brazos y se desplomó contra el suelo. Su visión se hizo borrosa.

—¿…Uh?

Había esperado que un degradado a negro oscureciera su visión, pero la batalla frente a ella se estaba volviendo más y más clara, como si alguien hubiera cubierto sus ojos con una tela blanca. Tanteó el suelo dando palmadas sin buscar algo en concreto, se apoyó en un codo, se desplomó de nuevo y lanzó un gemido. Boca arriba y casi sin aliento, se quedó a esperar a que la nieve terminara de colmar su visión. Luego llegaron los destellos azules, como luciérnagas en una noche fresca de verano, y extendió un brazo hacia ellas.

De pronto, se sintió caer.

Varias imágenes bailaron frente a ella en veloz procesión. Vio un bosque inmaculado en el que las sombras de la noche jugaban al escondite con la plata lunar. Vio monstruos que, montados en ruidosas máquinas, lo arrasaban sin piedad en honor a la bandera roja. Vio las llamas, como su humo oscureció la luna hasta tornarse negra. Vio su furia desatada contra los monstruos, vio como huián despavoridos de ella. Vio vida, vio muerte; bajo las cenizas, frente al árbol quemado, trabajaban unidas sobre una tumba.

Dos ojos de ambar. Aldana parpadeó para enfocar su vista. Se incorporó como pudo y miró a su alrededor. La batalla en Ny’alotha seguia, pero ahora, frente a ella, había un colosal lobo negro. Extendió una mano temblorosa hacia él.

—Vaelykon… padre.

El gran lobo se giró en silencio hacia el profeta loco y se sentó. Miró de nuevo a Aldana de reojo y, alzando la cabeza con orgullo, aulló con voz profunda.

Ella se incorporó y escupió una mezcla de baba y sangre. Dio un paso hacia Il’gynoth, su presa, y su visión pasó del blanco al rojo. Arqueó los dedos, retrajo los labios. La rabia volvió a prender en su interior. Dio otro paso, y la azerita de su Égida comenzó a brillar de forma continua. Se hizo más grande; sus pasos hacían temblar el suelo. El lobo se puso en pie y se fue caminando despacio, pero su fuerza seguia con ella.

Garras, zarpas y largos colmillos; astas, crines y corteza; la luz de la luna y la sombra de las estrellas. Su gruñido se convirtió en algo más gutural mientras todas sus formas peleaban por hacerse con el control. Su cota de malla crujió bajo su crecida musculatura y sus pupilas desaparecieron bajo un mar de ambar. Sus orejas temblaron, de nuevo ese tambor. Se agazapó en el suelo, invisible a plena vista. Ahora, acechaba. Ahora, esperaba.

Il’gynoth seguía luchando. Sus enormes garras batían el aire cada vez que intentaban aplastar a alguno de sus adversarios. Su mirada aviesa barria todo lo que se cruzara en su camino. Cada vez que lo alcanzaban, reía.

—Desgarrais mi piel, pero soy eterno.

Aún no. Aun no era el momento. Debía esperar.

El gran puño descendió sobre los pieles de acero. Todos lo esquivaron menos uno, que interpuso su largo colmillo entre ellos. El suelo crujió bajo sus botas y lanzó un gruñido. Usaba toda su fuerza para mantener a raya el puño del profeta loco, pero este dobló su cuerpo y su cabeza sin rostro le sonrió desde las alturas.

—Veo la corrupción que anida bajo tu carne —murmuró Il’gynoth—. La maldición que corre por tus venas.

Aiden plantó sus pies en el suelo. Se llevó una mano al farol de su cintura. Aldana recordó, conocía esa muerte. Ese sería el momento.

—Yo me conformo con verte muerto.

El farol se iluminó y lanzó un destellos de verdes y azules. Silencio se ladeó y el puño se estrelló contra el suelo. Aiden se ladeo, pero ya no era Aiden. Como ella, había cambiado. El Segador hizo acto de presencia con un coro de suspiros ahogados, tan alto como el propio Il’gynoth. Giró sobre si mismo y Silencio se cobró su peaje con un siseo viscoso. Aiden cayó al suelo luchando por recobrar el aliento, pero nadie logró oir su impacto bajo los gritos de Il’gynoth.

Donde antes había un hombro, ahora solo quedaba un muñón sangriento. El profeta rugió y convulsionó mientras se llevaba la mano que le quedaba a la herida. Surtidores de sangre profana bañaron el suelo a sus pies y besaron el brazo cercenado, que aún intentaba buscar algo sobre lo que cerrar sus dedos.

—No os podeis deshacer de mi. Soy… la sombra interior.

Su voz precedió al chasquido de las paredes. Intentaría huir de nuevo, pero la presa no se le escaparía dos veces.

Se lanzó a la caza corriendo a cuatro patas con la mirada fija en sus ojos, en su pecho, en su tambor. Sus músculos le ardían bajo la piel y su pelaje estaba erizado. Fijó su objetivo. Rugió. Saltó. Il’gynoth la vio. Se giró hacia ella. Extendió la mano, pero la presa probó ser demasiado lenta.

Otro crujido sacudió la cámara, seguido por un sonido viscoso y un golpe seco. Aldana aterrizó a sus espaldas, arrodillada y con el rostro bajo, mientras el seguia inmovil y con el brazo que le quedaba levantado. La druida alzó los suyos, y tras un instante de silencio sepulcral, un pegote de carne cayó y lo agarró al vuelo. Un pegote de carne lleno de dientes, ojos y válvulas. Un pegote de carne que aun latía y escupía sangre a su alrededor.

Il’gynoth se inclinó hacia delante muy despacio. Ni siquiera pareció percatarse del agujero que había en su pecho. Apoyó la mano en el suelo y se encogió lentamente sobre el suelo.

—Aquellos… que cruzan… se ahogan… en la oscuridad.

El metal de su yelmo toco tierra y se quedó inmovil. Aldana arrojó su corazón al suelo bajo una lluvia de pelo, cuernas y corteza. Su visión se emborronó y de sus labios nació un susurro tembloroso.

—Gracias, padre.

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Atrás quedaron los túneles oscuros y abandonados de los qiraji, los restos de un mal atroz y un reino olvidado de una guerra que solo la historia y los sabios pueden recordar sin sentir el miedo.

Caminó por las dunas durante el arropo de la noche, lejos de los últimos vestigios de civilización que quedaban de los druidas o defensores de la zona. La gran mayoría habían abandonado esta inhóspita tierra con el fin del ultimo dios antiguo, cruenta batalla para un fin irrelevante en una guerra eterna que nos había tocado librar sin opción. Ahora los heraldos del bien mayor, los “heroicos salvadores y campeones de este mundo”, partían a las tierras de los muertos y las almas perdidas. Si, esa hostilidad permanente entre facciones se había sustituido por falsas esperanzas, promesas incongruentes y amistades que se romperían en cuanto dejasen de ser factibles o rentables.

Todos te traicionaran. Los soldados se convertirán en asesinos. La mente es frágil y fácilmente voluble, el cambio es simple y los motivos evidentes. La muerte siempre reclama lo que es suyo.

Cayo la noche antes de atravesar la frontera de Silithus, encendiendo una fogata decidió acampar en las ruinas del antiguo puesto del circulo cenarion. Las oscuridad dominaba todo el lugar, sombras de un lugar que antaño cobraba vida ahora eran meros recuerdos de polvo, madera y roca.

Decidió apoyarse en una de las columnas de lo que fue la taberna y, sin soltar sus armas, consiguió descansar. En sus sueños formar indescriptibles y voces de otro mundo le rodeaban, le instaban a seguir un camino de escaleras que bajaban eternamente, sin piernas cansadas apenas podían bajar los escalones pero no podía parar. Debía llegar al final, las voces y el mismo lo ansiaba.

Un aullido seguido de unos pasos apresurados despertaron al paladín, abriendo sus ojos vio una forma ennegrecida por las sombras que cargaba con una espada alzada. Por instinto repelió el golpe con su escudo y rodo por el polvoriento suelo, la sombra había desaparecido pero su presencia podía notarse en el ambiente. Otro golpe choco en la parte trasera de su coraza, intento darle un tajo pero de nuevo fallo en su objetivo.

Su enemigo iba de un lado a otro, el crujir de las maderas y el viento del desierto desorientaban su ubicación así como quien era su adversario. Lentamente se levantó del suelo, alzo sus armas y cerro los ojos esperando el momento oportuno para contraatacar.

El viento arreciaba y el traqueteo de la arena rozando la piedra ocupaba todo el sonido del lugar, una roca cayendo, una viga crujiendo por el temporal y los años, un silbido lejano y, justo ahí momentáneamente, pudo encontrar un aullido casi como un susurro, apenas audible. Espero en guardia girando su cuerpo, dejando un flanco abierto para atacar.

La sombra cargo, sus pasos se aceleraron y, esperando a estar a unos centímetros de su hoja, giro bruscamente su cuerpo y cargo a su posición. El filo de su arma le atravesó, pero era ligera y no tenia apenas forma física. la sombra acerco su cabeza al oído del elfo, con apenas un atisbo de lo que debía ser una voz dijo:

  • Muerte…sangre por sangre …libertad…únete a nosotros los caídos…

Desvaneciéndose entre sus dedos la sombra perdió la poca corporalidad que le quedaba, su “cuerpo”, si así podía llamarlo, iba desmoronándose como una nube de tormenta apaciguada. Su arma cayo en la arena y por ella fue tragada, como si perteneciese a ese lugar, apenas quedaba ya algo de forma salvo el rostro de la forma. Con unas ultimas palabras desapareció.

  • Sirve…poder…muerte…todo acaba…todo se repite…un nuevo caído se alzara. Rompe nuestro ciclo.

Despertó sobresaltado, seguía junto a la pared de la taberna agarrando sus armas. Comprobó el lugar buscando restos de lucha o pelea, aparto la arena donde había caído la espada pero solo encontró un suelo de roca. Parecía haber sido un mal sueño aunque, tal vez desconcertado o por su profesión, tenia la sensación de que era algo más. Los caídos, tal vez los eremitas puedan ayudarle con esta nueva información.

Recogiendo sus bolsas y apagando los restos del fuego, a golpe de talón y arena, emprendió la marcha. Necesitaba un barco y trinquete quedaba a varios días de distancia, más si quería evitar los camino y las poblaciones, notaba como crecía el control del vacío, no podía ponerlos en peligro, ponerse en peligro, ponerse a su merced.

Los caídos de otro tiempo. Maestros, reyes, asesinos, mercenarios. Gloria, poder, fuerza, venganza, ira. Damos a aquellos que elegimos y quitamos cumplido nuestro pacto. Caídos en la oscuridad por un precio, caídos para servir a un propósito. NUESTRO PROPOSITO

continuara…

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Si deseas tener una mínima oportunidad llévanos ante el hacedor, solo el puede liberar todo nuestro potencial.

La fina y refinada voz fémina, cual buscadora del desesperado altonato entrado en años que le permitiese solucionar su vida, habló a su portador claramente como si fuera su consciencia

Requiero de mejoras que solo el forjador es capaz de elaborar… si es que realmente deseas acabar con aquel ser, por supuesto.

El enano miró el mandoble silente, alzando una de sus pobladas cejas albinas escéptico, ignorando aquello que Magni le estuviera diciendo

  • ¿Acabas de hablarme?
  • ¿Quién si no? ¿Acaso Magni o esa sirviente tiene una voz tan refinada, dulce y sensual como la mía?
  • Vamos a poner unas normas bien claras Madainn respondió susurrando fríamente tú me sirves a mí. Segunda norma, no me vas a manipular, ya he escuchado de armas que controlan a sus portadores para que hagan lo que ellas deseen en pos de un objetivo pausó, vio de reojo a Magni en silencio extrañado de su conversación, pero retornó la mirada al mandoble, para ser exactos a las tres runas
  • Esas palabras me hieren querido la refinada y sensual voz retornó a su mente pensaba que habíamos entablado una… hizo un alto relación de confianza mutua además, ambos queremos algo común, tú quieres la muerte de Aiden y yo quiero su jugosa y deliciosa anima, ambos salimos ganando de esta relación.
  • He dicho que yo mando aquí la fría e inhumana voz respondió irritada así que aceptas mis condiciones o te reforjo aquí mismo ¿Ha quedado claro? los fulgurantes ojos espectrales se visualizaron tras la máscara de oscuridad creada por la negra capucha
  • ¿Por qué traicionaría al único digno de portarme?, muchos han sido los que han intentado portarme, pero solo tú tienes la convicción necesaria para ser digno de portarme, lograremos grandes hitos juntos, pero has de darme un voto de confianza, debes llevarme al forjador.

Un crujido en sus nudillos hizo saber al enano lo molesto que estaba con Madainn cuando vio sus manos apretar la empuñadura, por lo que respiró hondo y aflojó su empuñe

  • Te daré un voto de confianza pero no me tomes por necio, si osas traicionarme o utilizarme acabarás en una forja. su mortecinos ojos se ocultaron tras las sombras de su capucha ¿Quién es ese forjador del que hablas?.
  • Lo sabrás más adelante querido, primero hemos de ir con mi intermediario en Acherus, no nos queda demasiado tiempo así que deberíamos partir cuanto antes la voz tornó un poco maternal deberías despedirte del señor Magni y su séquito pues tu trabajo ha concluido aquí.

La mención de Acherus hizo morderse el labio al no muerto, sabía por los contactos de Biroz que era no grato en aquel lugar

  • No puedo ir a Acherus, si doy un paso estaría condenado.
  • No te preocupes, ese bruto descerebrado de Morzek está ocupado con asuntos… “especiales” y no regresará en una temporada, te garantizo que estas a salvo.

Entrecerró sus ojos Aún no confío en ti, ¿Cómo puedo saber que no me han tendido una trampa para borrarme del mapa?.

Querido si hubiera querido eliminarte ya estaría atrapada tu alma en mí cuando me empuñaste, pensaba que teníamos confianza mutua.

Resignado exhaló aire Como sea una trampa acabo contigo aunque sea lo último que haga, espero que quede claro.

  • Que terco eres querido, partamos cuanto antes, el olor del alma de este planeta es demasiado intenso, con razón Él quiere hacerse con ella.
  • ¿Quién es “El” y que pasa con el alma de Azeroth? preguntó con una muesca en la cara
  • No tenemos tiempo y es una larga historia que te contaré en detalle más adelante, saberlo ahora no cambiará nada querido.
  • No quiero más secretos, me lo contarás todo detenidamente.
  • Todo a su debido tiempo, pero marchemos, se nos agota el tiempo.

Magni le miraba con sus ojos totalmente abiertos tratando de pronunciar alguna palabra, a su lado M.A.D.R.E permanecía en silencio bajo su férrea máscara

  • Muchacho ¿estás bien?. tartamudeando rompió la inusual conversación Sé que tienes mucha presión y que tu mente no ha tenido descanso en mucho tiempo pero…cobró la confianza ¡Estás hablándole a una espada! le gritó alzando vigorosamente los brazos Detén esta locura, ¿Es que no ves que te estas consumiendo? Escúchame como Arthas debió haber hecho con mi hermano y para todo esto, debe haber otro método de evitar ese futuro que no pase por consumirte.
  • Magni, mi mera existencia aquí es temporal, hace tiempo que debería estar muerto, cuando todo esto acabe seguramente regrese a donde me corresponde, las Tierras Sombrías, así que por favor no te preocupes por mí. comenzó a manipular energía oscura entre sus manos, comenzando a formarse el arco de un portón de la muerte
  • ¿Tan cegado estás en tu búsqueda de venganza?, te lo dije hace un tiempo, estas tomando el mismo camino que el Aiden de tu línea, el camino que tomó Arthas y el que alguien tomará para vengarse de ti cuando te conviertas en ellos, por favor rompe el círculo, no te conviertas en un monstruo.

Con un alarido de agonía concluyó el ensamblaje del portón frente al no muerto Lo siento Magni, pero ya es demasiado tarde para ello, pero juro que cuando todo acabe… romperé el último eslabón. Dejó de mirar al cristalino enano y atravesó el portón, desapareciendo de inmediato con un zumbido, dejando la Cámara del Corazón en sepulcral silencio

  • Acabamos de perderlo M.A.D.R.E… que la Luz tenga piedad de su alma.
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Un tumor. Así habían descrito los que lucharon con Ilginoth en la pesadilla esmeralda, un tumor infeccioso que repugnaba solo con su olor.

Pero esa descripción le parecía vacua y no le parecía merecer. Más que un tumor era una carne putrefacta, una masa amorfa repugnante de carne, garras, ojos y bilis.

Sus ojos miraban en todas direcciones, sus movimientos erráticos resonaban en la sala como si la carne se desgarra se y reformado en distintos puntos. Un trol vómito por el olor, pen.etraba peor que las cañerías de entrañas en pleno solsticio de verano.

Sin embargo, no era lo más terrorífico. Sino su voz, susurros que llegaban a sus mentes como un taladro atravesando la arcilla. Mensajes crípticos, providencias, presagios y declaraciones de la victoria de la muerte.

Dispuso a las ropas en un semicírculo detrás de los defensores, sin embargo el caos de batalla repentina inundó la sala (y su mente) como una chispa. Apenas podía razonar sus acciones y ordenes, vio como un borrón cargaba contra la mole de carne y como una mano se cernía rápidamente sobre ellos.

Una salva de flechas impacto en el pecho de la bestia, pero apenas parecía recibir daño. Guerreros cargaban bajo ella cortando tendones, carne y fibra dejando un reguero incomprensible a sus pies. Pero la mano cargo de nuevo antes de poder retirarse, varios fueron lanzados contra las paredes y un enano quedó aferrado es su garra. Lo último que pudo ver es como aplastaba su cuerpo con una cuerda descomunal, simulando a quitarse un grano diminuto.

Los primeros muertos reposaban en el suelo, tendidos y abandonados de suerte dejaban atrás su cuerpo, los sanadores no daban a basto y cada vez se desgastaban más. Intentaban coordinarse con los defensores pero su fuerza y poder era descomunal, ni un ápice de lo que disponían pero no se rindieron.

UN PODER ARRASTRA AL PURO AL ABISMO SIN RETORNO

Combatían cuerpo a cuerpo y retrocedían ante las cargas de sus manos, mientras hechizos y disparos inundaban la estancia y cubrían la retaguardia. Un chillido y el sonido del hueso siendo arrancado rompió el compás, el cazador de demonios había arrancado las alas y había hecho retroceder, escondido esperando su momento, a Ilginoth.

Pústulas empezaron a emerger en paredes, techo y suelo. Vibraban, se removían como si tuviesen vida propia y buscasen el mejor ángulo para estallar u observarlos. Unos tiros y el sonido de una risa áspera le llegaron a lo lejos, esa destracion momentánea le impidió ver cómo se formaba una pústula a sus pies.

LA TRAICIÓN NO ES MAS QUE UN DESTINO INCORRECTO EN LA VIDA DEL AFLIGIDO

Alguien grito para avisarle pero fue demasiado tarde, la pústula explotó liberando un gas que asfixiaba su garganta, emborronó su visión y le apartó unos metros. La cabeza dejo de funcionar le con normalidad, figuras borrosas se acercaron a el intentando ayudarle pero adquirían formas extrañas e imposibles.

Varias sanaciones consiguieron devolverle algo de normalidad pero se sentía débil, cansado y con fuerte dolor en la cabeza. Otro grito le acabo por despertar, Ilginoth había regresado a plenas fuerzas para poner fin a su intromisión y a su vida. Cargo hasta llegar a la base de su cuerpo, sus ataque eras frenéticos, sin pausa ni lógica, quería derrumbar a esa mole, destruirla, exterminar toda su existencia…un nuevo grito por el cual le llamaban le obligó a despertar, la mano de ela bestia cargaba de nuevo.

Bajaron de la base con bravura, intentando volver a sus puestos y así evitar la muerte. La mano iba acercándose más y más a gran velocidad, solo faltaba un tramo y pocos quedaban en la zona de impacto. Sin embargo, un orco tropezó con los restos desperdigados y quedó atrás, sin pensárselo fue hasta su posición viendo cómo esa descomunal garra llegaba hasta el.

Cada milésima de segundo era crucial, levanto como pudo al orco y ambos corrieron con todas sus fuerzas hasta la retaguardia. Estaban a unos centímetros, el soldado intentaba seguirle el ritmo pero cojeaba cada vez más por sus heridas. La mano apenas quedaba a 5 metros de ellos así que, impulsivamente, tomo una decisión.

Agarró del brazo a su camarada y, gracias a la adrenalina que le hizo ignorar el dolor y su verdadera fuerza, consiguió lanzar a tiempo al orco en la retaguardia. Sonrió momentáneamente durante un par de segundos y, en un suspiro, la mano le alcanzó.

Una oscuridad pen.etrante le rodeaba, tal era que no podía ver sus manos frente a él. No podía escuchar nada, intento caminar buscando una luz, un camino, una salida pero sin éxito. Su voz grito, chillo, pidió ayuda sin éxito, no por su soledad o situación sino por verse imposibilitado a emitir ningún sonido.

Un pequeño zumbido apenas audible empezó a sonar por el lugar, no conseguía captar su origen pero cada vez se volvía más nítido. En unos segundos el zumbido paso a ser un susurro lejano, acercándose lentamente hacia donde estaba pero sin emitir ni un solo sonido de pasos.

  • Has venido a encontrá tu verdadero sino -susurraba una voz

Intento hablar y preguntar quién era, donde estaba pero seguía sin poder emitir palabras y la negrura seguía envolviéndolo impidiéndole ver

  • Has pasado por grandes retos, males atroces que doblegaron a fuertes y poderosos pero que tú has superado -dijo una voz que no conseguía reconocer- Sabía que tu lugar era aquí, hemos tardado mucho en encontrarte a ti y a muchos otros.

Busco a tientas donde estaba la persona que le hablaba, estaba cerca casi diría que a un par de metros de el. No tuvo éxito, sin embargo la voz parecía recordarle a alguien aunque no conseguía ponerle cara.

  • Comandante Félix, traicionado, herido, exiliado, desterrado, juzgado por delitos injustos que no te pertenecían, obligado a regir en tierras inhóspitas como un paria echando a perder tus facultades. Nosotros no despreciaremos como otros lo han hecho. - dijo la voz, casi diría que de mujer.

*Una pequeña risa suave resonó enfrente suya y, susurrando de nuevo pero ahora en su oído le hablaron por última vez.

  • Nada más verte supe que eras uno de los elegidos, el indicado para servir y luchar, para crear y defender una causa. Y así me lo demostraste constantemente en varias pruebas, superaste los susurros, la locura, te alzarse victorioso en Pesos, luchaste con bravura contra tu propiamente y la locura, te adaptaste y dominante un nuevo poder que superó los límites que conocías.

Un silencio reino durante lo que parecía una eternidad, esa voz le conocía, le había vigilado de cerca casi documentaba su últimas desgracias en estos meses. Pero, no podía ser cierto. Ella no podía ser.

  • Tu hora llega, búscame en las profundidades de la ciudad. Sígueme y descubre tu destino.

  • ¿Saldienne?

Un calor le sacudió por todo el cuerpo, como un chorro de agua caliente que pasase por encima. Abrió los ojos y exaló fuertemente todo el aire que tenia, busco con la mirada a la dueña de esa voz nervioso y confundido sin saber dónde se encontraba.

  • Comandante, tranquilícese tiene heridas graves ya ha terminado todo.

Su mirada se posó en su interlocutor, un gnomo de pelo canoso que estaba remendando le el brazo con vendas y le aplicaba remedios. Echo una ojeada por la sala, Ilginoth estaba tendido con un agujero en su pecho, vio a algunos de los defensores hablar a lo lejos y señalar un camino (o eso parecía desde ahí), a su alrededor varios cadáveres estaban tendidos en posición siendo velados por sus compañeros. Eran demasiados.

  • No podemos perder mas tiempo, encargate de otros heridos estoy bien. -antes de que pudiesen replicar añadió- Es una orden.

Se alejó del grupo y busco por la sala, buscando lógica a ese “sueño”. ¿Acaso fue su mente jugandole una pasada por sus heridas? ¿La locura le intentaba subyugar? No tenía respuestas pero, de pronto, reconoció a alguien.

Al otro extremo de la sala, lejos de los defensores y del camino que parecían querer tomar, casi escondida entre carne y piedra había una elfa que conocía muy bien. Ahí de pie, en la entrada de un pequeño túnel, estaba Saldienne.

  • Tu…

No iba vestida como recordaba, ahora llevaba una toga oscura sin mangas con bordados en oro, a su espalda podían verse unas diademas o halos en bronce y ámbar y en su frente ahora reinaba un collar con una gema morada. Pero sobretodo le impacto el color de su piel, pues ahora tenía un tono azulado pálido.

Sin darle tiempo a hablar le hizo un gesto y se adentro por el túnel, dejándolo con muchas preguntas e incógnitas. Pero algo le obligó a dirigirse con ella, no podía pensar en otra cosa algo en su interior le instaba a seguirla. La llamada de sus compañeros de armas y gente a su cargo no sirvió de nada, no podía oírles estaba inmerso en que podía separarle ese túnel. Le llamaba.

  • mier.da Comandante! Rápido que todo el que pueda levantarse le siga, no podemos dejarle solo. ¡Rápido!

Miro el interior del túnel, frío distante y sin un final aparente. Nadie cuerdo entraría por su pie en un lugar así, sin embargo se adentro en las sombras. Acto seguido lo que quedaba de su batallón le siguieron dejando atrás a los heridos y unos pocos que pudiesen escoltar los hasta el campamento.


Aiden investigaba el cadáver del maestro de los susurros, el combate fue atroz y la forma de segador le había agotado más pronto de lo que pensaba. Paseo entro los restos buscando algo de paz hasta que sus fuerzas fuesen restauradas y partieran a las profundidades del Nyalotha.

Cuando ya se marchaba Mir dio un graznido y sobrevoló una de las garras de la bestia, por instinto decidió acercarse con cuidado. Desenvainó a Silencio suavemente, dejando que emitiese un pequeño silbido, previniendo un posible ataque. Cuando llegó junto a Mir vio algo desconcertante, se agachó con cuidado y movió la garra con su guadaña

Enganchada a las garras había una capa de tonos anaranjados, rasgada y arrancada totalmente pero sin señales de su dueño. Una copia de la capa confeccionada por wrathion, solo esperaba que su dueño estuviese cerca.


Su impaciencia iba aumentando por el túnel, podía escuchar claramente las pisadas de Saldienne por delante de él y las de un tropel de soldados que le seguían a buen ritmo. De pronto, cortándose abruptamente , cesaron los pasos.

Miro a su alrededor y el túnel había desaparecido, ahora se encontraba en una gran cámara de techos altos ornamentados y decorados con símbolos extraños. En el centro Saldienne le esperaba inmóvil, mirándole fijamente como si intentase vislumbrar su interior. Decidió acercarse a ella

  • Debo reconocer que esperábamos a otros “voluntarios” que habrían servido bien. Más expertos que sobresalen de alguna forma entre la cartola y la mediocridad de este mundo. - su voz parecía tener un tono más grave del habitual
  • Dime, ¿Quien eres en realidad, porque tú de todos los posibles estás aquí? -se corto en la frase
  • Oh, mi pobre elfillo. ¿Quien soy? Ya te lo dije en su momento, Saldienne no te he mentido en ese aspecto. - cerró los ojos y soltó una sutil risa- Cierto que la primera vez no esperaba un resultado tan…excelente pero no menti, te aprecio y veo potencial en ti. Más de lo que tú eres capaz de ver.

Se acercó hasta quedar enfrente de su rostro, sus miradas quedaron fijas durante un tiempo que no pudo controlas. ¿Acaso esos ojos le habían traiciona? Los sentimientos eran una mentira o había verdad. Ella sonrió y le acarició la cara.

  • No, mi corazón te pertenece igual que el tuyo me pertenece. No menti en ese aspecto, pero sí que te engañaste a ti mismo. Tu visión está equivocada, luchaban contra un regalo que te daría poder, un presente que no estaba pensado para dañarte sino para perfeccionar te ser la mejor versión posible. Conseguir la fuerza necesaria para evitar la muerte y dolor que tus ojos han visto.

La cabeza le daba vueltas, seguía mirando fijamente a esos profundos ojos. Su mirada era pen.etrante y cuanto más aguantaba más parecía inundarse enteramente. ¿Tendría razón?

  • Mi maestro te ha observado comandante y ambos estamos de acuerdo en otorgarte uno de sus dones. Confiaste en mi en la cámara de los usurpadores, ahora confía en mí de nuevo para aceptar este privilegio.

En el techo de la cámara una nube oscura empezó a formarse como una tormenta de verano. Aumentando de tamaño hasta ocupar toda la superficie, es ahí cuando varias decenas de ojos se abrieron y dirigieron su mirada a los elfos.

ACEPTA MI DON Y COMANDA LOS EJÉRCITOS QUE REINARÁN EN EL MUNDO ETERNO DE LAS SOMBRAS

No podía moverse, las palabras no tenían sentido, su voz quedaba perdida en un pozo abandonado, su mente cedió al impulso, sus ojos perdieron la imagen hasta quedar únicamente visible el color de los ojos de Saldienne

  • ¿Debo servir? -consiguio decir en un tono casi gutural

Saldienne sonrio y, agarrándole el rostro con ambas manos, le besó profundamente. Su mente se perdió totalmente, su destino estaba sellado, su camino encontrado.

  • Servire -añadió

Un aura negra y violácea apareció en el suelo, creciendo y aumentando poco a poco hasta rodear al paladín. De ella, saliendo de las profundidades más oscuras, emergieron tentáculos que rodearon el cuerpo del comandante.

UN EJERCITO A TUS ORDENES, VE Y CARGA CONTRA LOS HIJOS DE LOS USURPADORES. DOBLEGA SU VOLUNTAD Y DALES A CONOCER AL DIOS VERDADERO

Sintió como una nueva fuerza dotaba a su maltrecho cuerpo, como lentamente esa magia le doblegan a una nueva voluntad predestinada. El aura negra creció y envolvió completamente al paladín hasta hacerlo desaparecer.

VE, MI CAMPEON Y HERALDO, NYALOTHA ESCONDE MUCHOS SECRETOS Y LOS IMPUROS INTRUSOS JAMAS SALDRAN PARA CONTARLOS


Habían conseguido llegar a lo más profundo de la ciudad, conforme avanzaban más tropas de élite del Dios antiguo caían bajo sus armas y magia. Pero ya llegaban a su destino, frente a ellos ya se vislumbraba el caparazón de Nzoth

  • ¡Rápido! ¡Un Dios antiguo nos espera y si tardáis más os quedaréis sin trozo que matar!
    -¿Que es eso?

Frente a ellos una nube negra apareció delante del caparazón, aumento de tamaño hasta tomar la forma de un portal del tamaño de un gigante de la tormenta. Bestias, cultores, ignotos empezaron a salir coordinadamente del portal, seres gigantescos e insectos deformados por la corrupción del vacío que aterrorizarian a los enemigos que habían visto hasta ahora.

Eran cientos, todas las tropas de Nzoth reunidas para un último intento de defensa. Pero no estaban solas

De las profundidades del portal aparecieron guerreros ataviados con armas y armaduras negras decoradas con ojos. Seres de todas las razas unidas bajo un único estandarte. Enanos, orcos, tauren, jinju, humanos, elfos, forjados, tolvir…Pero lo que mas temieron fueron sus rostros, rostros conocidos de camaradas caídos o perdidos en la ciudad que, ahora mismo, se habían doblegado bajo el manto del Dios antiguo.

Pero fueron las dos ultimas figuras las que más impresionaron al grupo, del portal aparecieron dos elfos. Una sacerdotisa, vestida con túnicas moradas y costuras doradas, y un paladín ataviado en negra armadura, engemada con piedras naranjas y portando armas hechas en la cámara del corazón. Su comandante, camarada o amigo dirigía a las tropas

  • No…el no ha podido caer…-dijo un enano paladín

El comandante dio unos pasos hacia delante y desenfundó sus armas, ahora refugian con el poder del vacío que habían llegado su hambre de gloria y poder. Alzó su hacha y apunto a los defensores de Azeroth, centrándose en un caballero de la muerte y en una druida.

  • Han irrumpido en las dependencias del maestro. -su voz sonaba grave, rota y produciendo un efecto de eco- ¡ANIQUILADLOS!

Continuará…

Anotacion

Si habéis llegado hasta aquí sin querer asesinarme felixidades. Únicamente dejar claro que tenéis TOL MUNDO libertad para hacer CUALQUIER cosa, atacadme, dialogad, combatidd, llorad, matadme o lo que se os pase por la cabeza.

Todo lo que decidáis lo acataré, NO voy a poner nada más es cosa vuestra. Según lo que surja pondré un final un otro.

SORPRENDEDME

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Intentaban reponerse,tras el combate contra aquella abominación a la que ya se habían enfrentado en el Sueño Esmeralda, los heridos se contaban por decenas.
Y aquello no había terminado. N´zoth debía ser destruido.aniquilado…borrado de la faz de Azeroth.
Ka estaba relativamente ilesa.Le dolía un hombro y sentía calambres en las manos de sujetar las hojarunas pero increiblemente había combatido para sobrevivir.
Le había dado muchas vueltas a las palabras de Aiden mientras avanzaban por Nyalotha.
Fue ver a Shield herido lo que le hizo cambiar de idea.Sangraba por un costado,su armadura tenía un buen tajo y a duras penas se mantenía en pie debido a la cantidad de sangre que estaba perdiendo.
Sin embargo los sanadores no daban a basto.
Abrió su mochila,en ella se encontraba un viejo kit de primeros auxilios.Miro las pociones esperando que aquellos brebajes no caducasen.Tenía ese kit desde…no recordaba cuando,juraría que se lo habían facilitado cuando se unió a la espada de ébano.
Intentó parecer tranquila,fría como siempre mientras sacaba de la cajita unas vendas,gasas y un par de pociones.
-Siéntate paladín,veamos esa herida.
Shield obediente se sentó en un banco de piedra negra con simbolos rojos grabados.Como toda aquella ciudad maldita.
-Es un corte de nada-dijo intentando quitarle gravedad al asunto,mientras retiraba la coraza de placas de Shield.
Empapó una de las gasas en una poción desinfectante.
-Esto va a doler un poco.
El forjado gruñó al sentir el efecto de la poción.
La caballero de la muerte intentó ser lo más delicada posible mientras desinfectaba la herida.
-Sujetalo mientras cojo otra cosa-dijo cogiéndole la mano con la suya y poniéndola sobre la gasa.
Shield sonrió ante el contacto de su helada mano.
-Ummm-dijo Ka pensativa mientras rebuscaba en la cajita-donde están? Ah aqui!!
Sacó unas pequeñas tiras con una sustancia pegajosa.Volvió a retirar la mano de Shield con la suya cogiendo las gasas ya manchadas de sangre.
Con cuidado juntó la piel y fue poniendo las tiras para cerrar la herida,no pudo ver la forma en la que Shield la miraba.
Echó un poco más de desinfectante en la herida y sacó un rollo de venda.Empezó a enrollarlo con cuidado alrededor del forjado,comprobando vuelta a vuelta que no estuviese ni demasiado flojo ni demasiado apretado.Concentrada en la tarea mientras el paladín se dejaba hacer mirándola enamorado.
Cuando terminó anudó la venda y le dijo:
-Tendrá que valer así.Toma-dijo extendiendole otra poción-no sabe bien que yo recuerde pero te ayudará a recuperar fuerzas y a que la herida no se infecte más adelante.
-Estoy bien-dijo el forjado rechazando el frasco.
-Shieldstar!!-dijo tronando su voz de ultratrumba-si pretendes que vivamos juntos deberás ser más obediente y cuidarte más.
El paladín la miró entre anonadado,sorprendido y feliz.Y sin mediar palabra cogió el frasco y lo vació de un trago.
-Como ordenes princesa de hielo-dijo dejando el frasco vacío sobre el banco y se puso la armadura de nuevo mientras con la fuerza de sus manos cerraba la brecha que había en las placas.
A continuación se puso de pie y cogió su pequeñas manos frías entre las suyas haciendo que ella se incorporase también,.
-Me vas a explicar lo que acabas de decir?
Cuando Ka iba a contestar una voz interrumpió la conversación.

Ka comprobó con horror como el comandante Felix había sucumbido a los malignos designios de N´zoth.
-Te lo explicaré mas tarde…si es que salimos de esta-dijo mirando al paladín-puedes luchar?
-Tengo un motivo más que importante para hacerlo-contestó el forjado.
Mientras Ka desenvainaba sus hojarunas de nuevo le sonrió.
-Te quiero-dijo la caballero de la muerte

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Conforme pen.etraban más en las huestes del dios antiguo la inquietud hacía mella en el paladín. No supo decir ,o más bien no tenía la mente para pensar claramente, que era lo que más le inquietaba de aquel lugar de pesadilla, quizás eran los rugidos, gritos y susurros en aquel gutural idioma, el pestilente hedor que supuraba de todo aquello que veía, la retorcida arquitectura que, una vez dentro de los tentáculos del dominante ser, pasaron a ser una red de túneles y cavidades de piel aún más hedionda y siniestra si cabía o quizás la sensación de estar siendo observado en todo momento.

Trataba de mantener la calma, pero su cuerpo no estaba por la labor, lo que fuera un hormigueo en su estómago en el portal ahora era una hostígate presión cual boa aplastando su presa ante los ojos de Il’gynoth.

No supo definir qué parte de aquel ser le repugnaba más, si aquellos ojos naranja saltones escrudiñando cada fibra de su ser y su miedo o aquellas enormes alas membranosas coronadas por aquellos pinchos morados, pero sus pensamientos quedaron interrumpidos con la carga de aquella insensata druida, lo que lo dejó sin respiración, sintiendo las frías manos de la muerte en su cuello, quiso gritarle algún improperio pero no pudo hacer nada, su cuerpo permanecía congelado cual témpano de hielo.

Tras unos segundos de silencio entre los presentes, los cuales parecieron durar una eternidad, el resto de los defensores se lanzaron al ataque de aquel ser de pesadilla, una palmada en su hombro por parte de aquel corpulento pícaro fue suficiente para que despejase la mente y tomase su maza con decisión aunque… casi se le resbaló, por suerte interpuso su pie antes de llegar al suelo, miró a sus manos y vio como les temblaba, los gritos de la batalla le devolvió otra vez a la realidad, así que tomó el mango con fuerza y cargó contra aquel estorbo

La batalla no fue sencilla, aunque aquella demente druida se hizo con la atención del ser, por lo que se tranquilizó o más bien resignó a un papel secundario, aun así numerosas fueron las bajas.

Pensó que sería un momento perfecto para poner a prueba su nueva maza, a la que le pondría algún nombre cuando acabasen con “el pulpo”, en efecto, cuando logró arrancar un pedazo de aquella pestilente carne de un arco entendió que dicha arma le acompañaría muchos años, pues la sangrante herida confirmó la contundencia de la maza, la carencia de mella, grieta y daño aparente demostró su resistencia y el equilibrio no podía llegar a ser mejor, cada golpe que arremetía no iba acompañado de balanceo como le sucedió con toda maza que empleó hasta entonces.

Ver aquella druida arrancar las alas de Il’gynoth le horrorizó, aquel crujido seco fue acompañado por un latigazo frío en su columna, bendijo que fuera aliada y deseó que nunca le tocase enfrentarse a ella ni al resto del séquito de los extraños defensores que la acompañaba.

Lo que sucedió a continuación le recordó a aquel bastardo de Mantovil, salvo que más repulsivo si cabía, el hedor era tan intenso y pen.etrante que parecía impregnar toda fibra de su ser, tratando de alcanzar su alma, incluso su olfato adaptado a la saturada atmósfera de Forjaz fue incapaz de evitar la arcada que casi le hace vomitar hasta su primera comida… cuando alzó su cabeza olvidó de inmediato el hedor pues lo que vio le horrorizó más si cabía. Aquello no era una cueva ordinaria, de eso no cabía duda, estaban dentro de algo… dentro del mismísimo Dios antiguo, hasta el último resquicio era suficiente para aterrar hasta al más veterano discípulo del vacío a lo que el paladín trató de hacer frente acercándose, más si era posible, al resto del grupo e intentando mantener la serenidad recordando las lecciones adquiridas durante sus años en la Cruzada Argenta.

El enfrentamiento continuó, con aquella druida a la vanguardia haciéndose cargo del siervo de N’Zoth, por los afligidos gritos que la elfa gritaba, era evidente que se debía tratar de un ajuste de cuentas personal, así que en un momento de lucidez el enano decidió que dejaría que fuera ella quien se ocupase de él salvo que su vida corriera peligro, aunque parecía quien realmente estaba entre la espada y la (horripilante) pared era Il’gynoth.

Aquel ser fantasmagórico le dejó confuso, se alejó dando unos pasos hacia atrás intentando comprender que era aquello que sus ojos transmitían a su mente, cuando recobró la compostura miles de ojos le miraban desde arriba, fue entonces cuando se dio cuenta que estaba bocarriba, pues debió haber tropezado con algo, a su lado su maza reposaba tendida en, si a esa masa de carne latente se podía referir, suelo.

Trató de levantarse pero cayó de rodillas al suelo, lo intentó de nuevo tratando de apoyarse con su brazo derecho, pero esta tampoco estaba por la labor y precipitó de nuevo, tras él, Il’gynoth sucumbía ante la colérica druida

Permaneció tendido en el suelo en lo que pareció una eternidad, mirando a una piedra parcialmente engullida por la masa cárnica, las botas de alguien en algún momento rompió la contemplación del paladín

  • ¿Estas herido?, respóndeme por favor, ¿has tenido otra visión? La cara del corpulento pícaro invadió su visión
  • … no… no estoy herido… balbuceó el enano con dificultad
  • Estas temblando, te ayudo a levantarte.

El enano notó un fuerte tirón de su brazo derecho, trató de mantener el equilibrio, notando como sus extremidades temblaban intensamente, como si de una ventisca se tratase

  • Siéntate un momento si lo necesitas, aunque no tenemos mucho tiempo. El pícaro exhaló aire extenuado

Pasados un par de minutos el enano recobró la compostura y miró al kultirano Está sucediendo todo lo que aquel… cabizbajo miró al suelo lo que “futuro” dijo.

  • Ahora mismo preocúpate del “pulpo”, no voy a mentirte, yo también estoy asustado por lo que acabo de ver, pero primero debemos salir de este agujero infecto y hediondo.
  • En verdad soy débil, ¿de verdad tendré que enfrentarme a él?, me mataría en el primer golpe… ¿Acaso has visto a quienes les acompaña? Está claro que estamos condenados, ya es imposible hacerle frente.
  • El pícaro le dio un bocado a un bollito Me gustaría animarte pero… creo que esta vez tienes razón por desgracia suspiró profundamente creo que habrá que hablar con tu “yo” futuro, aunque ni a mí me agrada la idea.
  • Yo ya no sé qué hacer…

El pícaro de un salto se puso en pie y salió corriendo hacia el túnel Ven si puedes, ¡corre! Le gritó conforme se alejaba a paso acelerado

Esto no puede estar pasando… Tomó su maza y corrió todo lo rápido que sus cortas piernas le permitía

Corrió dentro de la oscuridad, entre empujones y gritos de aquellos quienes corrían por el túnel, si algo bueno tenía su estatura es que podía avanzar entre los huecos dejados por los defensores más altos, notó un tirón en la espalda y como se quebró el cordel de algo en su cuello, pero lo ignoró y continuó corriendo hacia la luz al final del túnel, que llegó tras la eterna carrera.

Logró ponerse en primera fila, lo que vio le dejó los ojos abiertos en su totalidad

  • No…el no ha podido caer dijo balbuceando

La reconocible figura del Comandante acompañado de una elfa ataviados en oscuras vestimentas

  • No… esto no puede estar pasando… con todo lo que he tenido… hemos tenido que pasar para alcanzarlo… el balbuceo dio lugar a la duda, luego a la rabia, para finalmente llegar a la ira ¿Acaso sabes por lo que hemos pasado? Gritó colérico, ¿De verdad pensabas traicionarnos de esta manera? Empuñó su maza y dio un paso adelante, ignorando lo que le estuvieran gritando los demás
  • Al fin ha entendido donde pertenece dijo con inusitada calma y dulzura la elfa en cuanto a vosotros… no tenéis lugar en los planes del maestro.

Cargó hacia la pareja cegado por la ira, dos grandes alas de luz salieron de su espalda a la par que su maza se iluminó lista para desatar la cólera divina sobre aquellos seres corruptos, aquellos siervos oscuros quienes osaron detenerlo quedaron pulverizados bajo el embate sagrado de su maza o por el fuego sagrado que sádicamente disfrutaba aniquilando a su ancestral enemigo

Logró alcanzar a los elfos, sin titubeo cargó contra ellos, el elfo corrupto logró esquivar con facilidad el colérico barrido, no así la elfa, cuya dorada túnica quedo hecha añicos en un lateral, mostrando su oscura piel, el corte en su costado palpitaba Luz, tratando de aniquilar la sirviente del vacío.

  • ¡Saldienne!.
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Siempre pensé que el alma del hombre era algo que la metafísica escondía para sí, que se mantenía inerte dentro de nosotros, esperando ser descubierta. Tú te sabías portador de ella por el mero hecho de sentir la electricidad de las emociones, del devenir, como pistas de un complejo plan trazado por alguna deidad para mantener el poder que ella entraña lejos, inalcanzable a la mano del hombre. No era más que un joven elfo con afán de explorador y aventurero cuando me reclutaron. Era bien diestro en el arte del sigilo gracias al entrenamiento druídico en Mulgore, mi segundo hogar, no el mejor, pero mi destreza asombraba para tan corta edad.
Hacía ya tiempo que añoraba la majestuosa luz de Belore a través de las espesas copas de los árboles las sombras proyectadas en el suelo, danzando con la suave brisa del mediodía.

La extraña armadura pronto revelaría que su viaje estaría rodeado por un manto de locura y desconcierto.

— Te vas a tener que enfrentar a todas tus pesadillas, ¿te sientes capaz para tal adiestramiento?, aún estas a tiempo de rechazarlo.
— Me has salvado la vida y pienso llegar hasta el final — aquella decisión condicionó todo su destino.

Pesadillas, fue la palabra que continuó sonando en mi mente, llenando el vacío y retumbando como un eco que no cesaba.
A medida que avanzábamos por la ciudad durmiente se acrecentaban los peligros y las espantosas criaturas que destripaba. Con el tiempo fui acostumbrando mis ojos a aquellas imágenes, a no descansar tras el ocaso o sentir la tierra y los mensajes que ella mandaba, advirtiendo de la amenaza inminente. La tensión era parte de nosotros sin descanso. Los días pasaban y no hacíamos más que explorar aquella ciudad en busca de algo que no supe hasta varios días después.

Kætteren me susurró a través de la armadura, que provenía de tierras infectadas como estás, tuvo que hacer frente a demonios cuya repugnancia no hacía más que incrementar su poder. Consiguió vencer a bestias inimaginables y someter su mente a duras pruebas, me contó que seguía algunas pistas que le conducirían a la fuente de los males. Me habló de N’Zoth y de que sus órganos vitales andaban ocultos en aquella ciudad. Días más tarde, nos encontrábamos ante las puertas de un lugar que rezumaba tanto odio que pensé que se apoderaría de mí.

Demonios muy poderosos defendían aquello como si amaran aquel lugar, era todo tan confuso … tan paradójico. Uno por uno los destruimos y esparcimos sus restos tiñendo de un intenso morado el paisaje.
Quién me iba a decir a mí que apenas unas horas después estaríamos ni más ni menos que ante el final de mi destino tras casi una década de pesadilla, N’Zoth, dios de las profundidades. Sentía como intentaba corromper mi pensamiento, como escuchar su voz clavaba cristales en mi realidad, como mirar aquellas visiones destruía una parte de mi ser, fue una prueba casi imposible que logramos superar, pero en mi interior no me sentía aliviado.

Cruzamos la dimensión y pude ver como la realidad que conocía se distorsionaba, desquebrajaba y tomaba una forma propia de una broma de mal gusto. No podía concebir aún que me encontrara en ese lugar, ni podía asegurar su existencia o si tan solo era fruto de una imaginación demencial. Contemplé atónito como las fibras musculares de honorables guerreros habían sido desmembradas por monstruos llenos de oscuridad y desgracia. Como sus tripas fueron devoradas y pisadas, ninguneadas por aquellos demonios.

Para que pudiera encontrar mi alma entre todos aquellos ríos de sangre y fuego. En ellos arde mi estúpida alma, que ni la cantidad más ingente de alcohol puede apagar, hasta el final de los días, conociéndola como el catalizador de la sin razón humana y la mutilación del ser tal y como lo percibimos. Jamás pensé que sería yo, un mísero mercenario, el que conocería la verdad de la realidad.
Maldito fui al subestimar el poder del alma y pensar que su existencia enterrada bajo este ataúd viviente de carne y hueso se mantendría dormida. Ahora entiendo que es este mundo, la razón de la existencia. Conozco el principio de la vida, su finalidad.

Sé a qué jugó la divinidad y la maldad desde el infinito abismo y el inconmensurable universo. Somos marionetas, esclavos, en un juego cuyos amos han usado a su antojo gracias al sufrimiento de nuestras almas. La existencia del hombre no es más que una pantomima para la propia humanidad y un divertido y perverso entretenimiento para la eternidad…

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Acherus, Costa Abrupta
La ciudadela permanecía flotando sobre las quebradas costas de la Costa Abrupta, rompiendo el horizonte entre la ciudad mágica de Dalaran y el otrora Templo de Elune, ahora conocida como Tumba de Sargeras. Ajena a los sucesos que acontecían a lo largo y ancho del planeta continuaba pacientemente ordenes
Un portón de la muerte se abrió en la terraza principal, de cualquier otro miembro no se hubiera esperado más que el convencional saludo marcial, no así del recién llegado. Dos filas de caballeros armados esperaban formando un pasillo listos para atacar si se daba el caso.
Bajo aquellos robustos yelmos y capuchas yacían caras de expectación, rechazo o incautez. Algunos se preguntaban quién demonios era aquel enano y por qué tenían que desobedecer las órdenes directas del Señor de la Muerte.
Del portón emergió la oscura figura del enano, mandoble en espalda, y sin alzar la mirada se acercó a la armada figura que bloqueaba el acceso al interior de la ciudadela, se detuvo un par de pasos frente a la carmesí armadura y saludó firmemente, siendo respondido el saludo.

  • Bienvenido de vuelta a Acherus, permíteme acompañarte. Dijo sin vacilación Mograine.
  • Gracias por la…er…invitación, señor Mograine. Trataba de identificar tras el carmesí yelmo que rostro tendría el Jinete, este permanecía impasible, como si pudiera arrancar su alma a la que dejase de mirarlo
  • El tiempo apremia y tenemos mucho de qué hablar. extendió sus brazos al aire dejando visibles las palmas de sus enguantadas manos mirando fijamente la mano del enano, la cual sujetaba la empuñadura de su mandoble enfundada Puede relajarse, no le hice venir para acabar con usted. Bajó con calma sus brazos y dio la espalda al enano, dando un paso al interior de la ciudadela.
  • Confío en su palabra pues inclino su cuerpo en una leve reverencia.
    Ambos caminaron en silencio al interior de la ciudadela, Mograine caminaba hacia el centro de mando con calma, a su espalda el enano casi tropezó en una mala junta del adoquinado que disimuló todo lo que pudo. Una vez dentro se activó un escudo antimagia ocultando el interior de miradas indiscretas.
    Centro de mando eran palabras mayores para lo que consistía la circular sala, unos estantes cargados de libros a rebosar de profanas palabras y registros de toda actividad llevada por la Espada del Ébano, una envejecida mesa rectangular de madera de ébano rodeada de igualmente vetustas sillas galardonadas con cráneos tallados protagonizaban la sala. Sobre la vetusta mesa decenas de pergaminos, mapas y algún libro coronaban la superficie, ocultando hasta el último resquicio de esta, a la derecha una pila de libros, papeles y pergaminos amenazaban con colapsar
  • Bien, tenemos de que hablar en privado, no es que no confíe en mis camaradas pero tal como está la situación nunca es poca toda precaución. Miró la pared de la cúpula verde que cubría la sala, alzó sus manos y se retiró el casco, dejando ver su pálido rostro
  • Se retiró la capucha mostrando su pálido rostro por cortesía ¿A qué se debe esta reunión a solas?, solo soy un ordinario enano.
  • El humano dejó su casco con cuidado sobre la mesa, evitando mover el mapa bajo este Chromie en persona me hizo saber quién eres en realidad y además, como te dije hace un momento, estamos escasos de tiempo así que vayamos al grano señor Drethz agarró una de las sillas, la arrastró hacia atrás y se sentó, señalando al enano que ahora estaba frente a él, tras la mesa, la silla vacía Por favor, siéntese, nos será más cómodo hablar sin la molestia de la diferencia de estatura.
  • El enano asintió con la cabeza y replicó el acto de Mograine, resopló y miró a los espectrales ojos del humano Entonces sabrá de la amenaza que supone Aiden para todos y el motivo por el que estoy aquí, en esta línea temporal.
    Mograine asintió con la cabeza, tras una leve pausa retiró su yelmo y varios papiros, dejando al descubierto un plano de Rasganorte con varias cruces y líneas rojas trazadas a lo largo del yermo baldío helado, señalado con un gran círculo la ubicación de la Ciudadela de Corona de Hielo
  • Entiendo la situación, de hecho llevamos siguiendo sus pasos desde que decidió dejar su cargo como Señor de la Muerte y en efecto sus visitas a ciertas ubicaciones son más que sospechosas, el mismo Bolvar nos informó de una leve perturbación en el Foso de Saron señaló en el mapa el gran círculo en Corona de Hielo con un leve temblor y de Bolvar hemos venido a hablar precisamente. su voz tornó gélida
  • El enano cerró su puño sobre la mesa No tenemos tiempo para hablar de Bolvar, ni siquiera él fue capaz de detenerlo, conforme hablamos está avanzando en Ny’Alozha, agotándose nuestro tiempo, tenemos que prepararnos ya entrecerró los ojos no sois capaces de saber la magnitud del enemigo que se cierne en este momento Mograine, dime por qué estoy aquí en este momento de inmediato o me marcho, aunque tenga que abrirme paso empleando la violencia. el cuero de su guante crujió bajo la presión.
  • Lo sé, Chromie me indujo una visión de tu mundo, de mi fatídico encuentro con el Espectro… y de la diferencia de poder entre nosotros bajó su mirada a su yelmo por eso he apostado por ti miró al Madainn, apoyada en el lateral del respaldo de la silla del enano como ya te habrás dado cuenta no es un mandoble ordinario, de hecho no es de este mundo… siquiera de este plano para ser certeros alzó la mirada al enano fui yo quien ordenó que te enviasen tu equipamiento y por lo que veo ya has logrado crear enlace con ella.
  • Entonces ¿Qué hago aquí?.. miró hacia el muro verde ¿Por qué no está el Señor de la Muerte aquí?, dudo que tenga demasiado interés por el Imperio Negro.
  • Digamos que muchos no compartimos sus “métodos”, y desde que te quiere muerto no era más que un impedimento para nuestros planes suspiró afablemente le enviamos a Pandaria a matar siervos del Imperio Negro así que no te preocupes. En cuanto a que haces aquí digamos que como miembro de la Espada del Ébano, aunque no seas de esta dimensión, debes cumplir las órdenes de tu superior, en este caso servidor.
  • El enano se levantó arrastrando la silla y tomando del cordel de la vaina a Madainn La Espada del Ébano fue aniquilada por él, no pienso actuar como soldado.
  • Mograine alzó su brazo, reduciendo el tamaño del escudo protector considerablemente En este momento careces del poder necesario para siquiera acercarte a él, noto que has adquirido una cantidad considerable desde la última “visita” pero te falta mucho, demasiado de hecho, así que te doy una solución para que al menos tengamos una oportunidad de hacerle frente, aunque no puedo asegurarte nada, ni siquiera que logres regresar a Azeroth.
  • El enano se sentó de golpe y comenzó a dar golpes con su índice a la mesa con gran celeridad ¿De qué solución se trata? Y ¿qué es eso de “lograr regresar a Azeroth”?.
  • Esa arma procede de… las Tierras Sombrías, la única forma de lograr adquirir el poder necesario para hacer frente al Espectro es que te reúnas con quien la forjó y la imbuyas con el poder de las tierra de los muertos, podríamos ponernos en ventaja… si es que logramos sobrevivir para entonces Mograine retiró su yelmo de la mesa, dejándola en el adoquinado suelo y señaló otra vez, con el dedo agitado, la ubicación de Corona de Hielo.
    Te unirás a nosotros si nuestros temores se hacen realidad hizo una breve pausa hay diferencias significativas entre nuestras líneas, y la primera empieza por Sylvanas.
  • El enano miró con una muesca a Mograine ¿Sylvanas?, Aiden la mató sin despeinarse, ¿Qué tiene que ver Bolvar con Sylvanas?.
  • ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste la voz del Rey Exánime?.
  • Le miró alzando una de sus pobladas cejas níveas Cuando fue asesinado por Aiden en el Trono Helado.
  • Hace semanas que no logramos contactar con él, de hecho me enfrenté a él y me hizo regresar a Acherus, tememos que nos haya traicionado, si nuestros temores se cumplen me temo que Aiden no será ninguna amenaza, si no Bolvar, por ello estamos planeando matarlo y… necesitamos todo apoyo.
  • El enano se alzó alterado ¡Bolvar nunca nos traicionó!, nunca cesó su voz hasta su muerte… no recuerdo que durante el asalto a Ny’alozha dijese nadie nada sobre el silencio de Bolvar… se sentó otra vez y palpó su mentón con sus enfundados dedos podría ser que en esta línea Bolvar nos atacase… entonces todo el futuro será totalmente distinto…impredecible.
  • Me temo que no, ya me confirmó Chromie que el futuro gélido se cumple si no hacemos nada, salvo que en vez de ser su artífice Aiden…lo sea Bolvar, es por ello que andamos investigando que sucede con él, si hubiera que matarlo…yo seré su sucesor, siempre debe haber un rey Exánime en el Trono Helado.
  • Se rascaba nervioso el mentón Entonces si Bolvar se revela el fin llegará antes de lo previsto… he de lograr llegar a las Tierras Sombrías antes de que suceda.
  • Me temo que no es tan fácil, algo anda sucediendo más allá del Velo y no somos capaces de establecer una conexión segura, intentarlo ahora es condenar tu alma, debemos saber que sucede con Bolvar, solo entonces sabremos que está sucediendo en las Tierras Sombrías.
  • Las Tierras Sombrías… solo recuerdo un inmenso edificio cilíndrico rodeado de portales…
  • El tiempo transcurre a un ritmo distinto que en nuestro plano, si logras llegar tendrás una clara ventaja. Se alzó y extendió la mano a través de la mesa ¿Contamos contigo, Drethz Martillosalvaje?.
    El enano se levantó y alzando su brazo dio la mano a Mograine firmemente
  • Bienvenido a bordo, en cuando regresen los demás jinetes marchamos a la Ciudadela de Corona de Hielo, será un viaje largo así que acomódate.
  • Mentiría si te dijera que no me da miedo ir a las Tierras Sombrías Tomó a Madainn y se cubrió la cabeza con la capucha
  • Compresible, es un lugar al cual no pertenecemos hasta que nos llega el amargo final, pero si queremos protegerlos Eliminó la barrera y miró a la distancia la ciudad flotante de Dalaran debemos asumir riesgos, solo nosotros podemos hacerlo, ahora marcha, tengo que recibir un holograma del Kirin’tor, no paran de hacer preguntas sobre nuestra marcha. Tomó su yelmo y con cuidado oculto bajo este su rostro
  • Entiendo saludó firmemente a Mograine, que le devolvió el saludo y se marchó a la planta superior

Los gritos de júbilo llegaban a Acherus aquel frío día de celebración, nadie en Dalaran se percató de la marcha de Acherus, la noticia de la derrota del Dios Antíguo era celebrada con fuegos artificiales, desfiles, música, trucos mágicos y cerveza, mucha cerveza, nadie vio desaparecer la silueta de la macabra base, presentes en sus vidas desde la invasión de la Legión, en el interior de esta, el solemne y sepulcral silencio ignoraba la celebración, para los miembros de la Espada del Ébano otra batalla estaba a punto de comenzar, pero para ello aún quedaban días. Aún quedaba bastante para vislumbrar la dominante silueta de la Ciudadela de Corona de Hielo… y algo más que la ensombrecería.

Supieron que algo malo había sucedido a unos cuantos cientos de millas de las costas de Cementerio de Dragones cuando algunos integrantes sucumbieron a sus instintos primarios, como si de necrófagos se tratasen, pero esto es historia para otro momento…

Fin de la trama de BFA para Drethz Martillosalvaje no muerto, continuará en SL

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La mente es algo peligroso cuando se deja inactiva y sin control, me reprendí por tener pensamientos tan irresponsables e impropios.
Fui uno de los mejores exploradores de Lunargenta, fui voluntario en esta misión.
Fue un honor ser enviado como representante de nuestro pueblo, y sería un honor aún mayor morir en Ny’alotha.

La incursión de aventureros había avanzado para entonces, pero me sorprendí cuando me detuve.
No. No quería morir en Ny’alotha. Me corregí mentalmente mientras avanzaba, todos los pensamientos centrados en la lucha por venir. Las instrucciones de algunos lideres sonaron ruidosamente en mi cabeza mientras caminába por un pasillo estrecho y luego …

Se detuvo y se volvió para mirarnos.

— El momento ha llegado. — hizo una pausa mientras nos miraba a todosEs nuestro deber matarlo de una vez por todas. ¡Nunca más volverá a surgir en nuestro mundo! — Un rápido grito de guerra consiguió espadas, hachas, arcos, bastones y dagas en el aire cuando una ovación rápida pero triunfante se extendió por la incursión.

A pesar de mis dudas internas, yo también lo vitoreé.

Y luego abrió las puertas de la maldita cámara.

Entramos rápidamente en nuestras formaciones: los portadores de placas en el frente, los sanadores en la parte posterior y todos los demás en algún punto intermedio. Me llamó la atención de inmediato la inmensidad de la cámara. Las paredes eran altas y frías, y en medio de la cámara una piscina repugnante y un …

Apreté mis manos sobre Myrkur y me obligué a mantener la calma. Podía sentir el latido en mis oídos y miré a mis compañeros. No encontré consuelo en ellos porque muchos estaban tan asustados como yo. Entonces atrapé la mirada de Argentshadow devolviendome una pequeña sonrisa tranquilizadora, como olvidar que iba a estar cuidando de mi hasta su último aliento.

— ¡Pronto será el momento de atacar a la cabeza de la bestia! ¡Concentra tu ira y odio en sus secuaces! — gritó mientras echaba la cabeza hacia atrás.

Un buscador solitario se arrastró hacia adelante incluso mientras retrocedíamos, cautelosos. ¿Era ella amiga o enemiga?, algunos de los veteranos fruncieron el ceño, completamente perplejos por este repentino giro de acontecimientos.

Sin más advertencia, apareció una gran bestia e inmediatamente fue cargada por los tanques. Preparé mi apertura mientras me esforzaba por mantener la calma.

Tuve una visión…

En mi mente vi a una mujer, una Kaldorei, embarazada de una niña fuera de nuestra casa en Colinas Pardas. Estaba esperando al otro lado del bosque, más allá de sus preciadas flores junto al viejo buzón que juré que arreglaría pero que seguía olvidando.

Pude ver caer a un humano guerrero, su brazo cortado por la mitad por la fuerza bruta de aquellos gigantescos tentáculos, pero casi instantáneamente lo ayudaron a ponerse de pie y vi incrédulo cómo su carne desgarrada se volvía a tejer bajo los ojos vigilantes de los curanderos.
Tendón por tendón, músculo por músculo, hasta que estuvo completo una vez más, con nada más que una pequeña cicatriz en su lugar. Lo había visto docenas de veces antes, por supuesto, pero la curación nunca dejó de sorprenderme. El puro poder y la belleza del mismo me dejaron sin aliento.

Escuché a uno de los brujos murmurando improperios mientras miraba a N’Zoth. El orco respondió con un fuerte acento común cuando levantó una ceja y simplemente gruñó mientras lanzaba otro rayo de sombra.

Mi voz adquirió un tono conspirador, ligeramente teñido de histeria y miedo.

— Bueno, ¿qué quieres que diga, pícaro? — Me dio una mirada resignada. — Todos estábamos condenados en el momento en que entramos en esta prisión.

— ¿Prision? — me alejé de un rayo del vacío que venía directo a mi.

No … su voz se convirtió en un susurro, y si no lo hubiera sabido, habría pensado que tenía miedo.

El miedo me enraizó cuando el color se fue de mi cara. Allí estaba él, haciéndose eco de mis miedos que hasta ahora habían permanecido ocultos detrás de mi máscara de sutileza bien intencionada y bravuconería falsa.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Kætteren, fuerte y resonando en la cámara.

Si. Eso fue todo. Cerré los ojos brevemente e inhalé, y cuando exhale dejé que la armadura poseyera mi cuerpo y mi alma con tanta fuerza como pude reunir. Podía sentir mi sangre latiendo por mis venas con la descarga de pura adrenalina. Ejecuté mis rotaciones correctamente y lancé un golpe tras otro. Mi corazón latía en mi cabeza como un loco tambor de guerra cuando las fuertes palabras avivaron las llamas de la guerra.

— Ten cuidado Nhail.

Kæteren intentaba controlar mi ira pero parecía no poder hacer mucho, era tal la ira contenida que una vez desatada fue implacable, mi mirada se tiñó de rojo, mis hombreras emanaban energías escarlata y empezaba a estar fuera de mi.

Apareció otro Guardián y presté poca atención a las palabras de Kæteren mientras disfrutaba de mi poder. Me sentí poderoso e invencible como si nada pudiera detenerme. Estuve tentado de reventar mis tiempos de reutilizacion y colocar hechizos poderosos tras hechizos poderosos, pero apenas pude detenerme. No. Guarda eso para el propio N’Zoth.

Para eso vivía, me recordé.
El puro poder desenfrenado.
Si tan solo mi maestro Breind pudiera verme ahora …

Y luego una mano fuerte en mi brazo. Instintivamente, retrocedí mientras miraba al desconocido.

— Está muerto — El brujo me miró, sus ojos inyectados en sangre con noches de innumerables horas de sueño, aprendiendo, practicando, perfeccionando su magia. Simplemente le lancé una mirada.¿Quién era un brujo para regañarme de todos modos?

El silencio descendió sobre la cámara cuando todos miramos hacia el centro. Magni hizo un gesto a todos para que retrocedieran mientras la cámara entera temblaba. El líquido de la piscina salpicó cuando el dios antiguo se elevó más alto en el aire.

''Criaturas …las profundidades son mis dominios.
Que las mareas os arrastren a mi sueño … si … vosotros sois los que estaba buscando.
Los que inclinarán la balanza.
Recibid ahora el mayor don de todos.

Mi sueño es ahora el vuestro.
El círculo de estrellas hecho carne.
Ella os mostrará el camino.
Venid … venid … se acerca la hora en la que todos los ojos se abrirán.‘’

Su voz, como la seda, hizo eco en la cámara temblorosa mientras todos miraban a su alrededor con miedo y confusión. Magni, sus buscadores y los veteranos intentaron calmar a todos.

"La demencia se extiende
El vació se acerca
El delirio os reclama
Que la locura os consuma
Retorceros ante mi mirada."

Su voz adquirió un tono más profundo. Instintivamente, los tanques se pararon protectoramente al frente, con sus brazos justo sobre sus armas, listos para cualquier sorpresa. Por alguna razón Magni se contuvo.

"Nunca saldréis de este circulo.
Decepcionáis a vuestro verdadero maestro.
Solo yo puedo sustentaros, rendíos, servirme."

Su voz cambió a una más profunda y siniestra, al otro lado de la habitación, los ojos se abrieron de miedo y terror al darse cuenta de lo que estaba por venir. Nos encontramos mirando directamente a los cientos de ojos del último dios antiguo.
Era enorme, una gota de ojos sentadas en su oscuro charco de muerte.

Magni lanzó un grito de guerra gutural y los tanques cargaron hacia él. Monstruosos tentáculos aparecieron desde el suelo, elevándose y asomándose, recogiendo a cualquiera que estuviera cerca. En medio de la histeria recogí mis pensamientos …
Giré en espiral hacia el tentáculo más cercano que había agarrado a un compañero aventurero. Repetí mis movimientos, lentos, cuidadosamente, deliberadamente. Era una máquina de matar afilada con precisión.

En el otro extremo de la camara, Magni gritaba órdenes, pero no podía importarme menos. No pude evitarlo, sonreí mientras dejaba que la armadura me poseyera rebanando al tentáculo y liberando al desafortunado Draenei.
Una pequeña voz de reprensión en la parte posterior de mi cabeza me recordó que prestara atención, que escuchara, que tuviera cuidado. Esta era la guarida, no, la PRISIÓN de N’zoth y cualquier error podría costarme la vida.

Contuve la voz rápidamente, para eso vivía.
El poder en mis manos … ¡Era imparable! Yo era invencible.

— Puedes hacerlo …

Mis ojos se abrieron cuando me congelé y miré a mi izquierda. ¡Reconocería esa voz en cualquier lugar!

Hawk, respiré. Estaba a un millón de millas de casa, pero allí estaba el. No. Sacudí mi cabeza. Una ilusión simple y engañosa. Le aparté a un lado.

Mi mano atravesó su forma incorpórea mientras giraba su cabello y se reía. Y allí estábamos, junto a las orillas de Quel’thalas, mis primeros pasos, aprendiendo a caminar. Sacudí mi cabeza. No. ¡Esto no podría estar sucediendo! Estaba en Ny’alotha, peleando …

— Estoy tan orgulloso de ti …

Gruñí cuando apreté las empuñaduras de Myrkur golpeando a la bestia con toda mi furia.

— Quien iba a decirme que el pequeño de la familia sería el que nos traería la paz …

Mi cabeza golpeaba por el esfuerzo y presioné mis dedos contra mis sienes. En medio de la cacofonía de voces en mi cabeza, escuché a Magni gritar que los portales a la mente de N’zoth se habían abierto. Tropecé mientras luchaba por recuperar el control de mí mismo. Podía sentir que me alejaba lentamente, pero …

— ¡Elfo! — El brujo orco me gruñó cuando sus ásperas manos verdes me agarraron por los hombros. — ¡Abre los ojos! ¡Resiste las ilusiones y los susurros en tu mente!Volví a mis sentidos cuando miré al brujo, con los ojos muy abiertos por el miedo y el júbilo. Simplemente tragué saliva.

Fruncí el ceño una vez más y me concentré en la masa masiva y abultada en el centro de la habitación. Era acre y asqueroso y olía a podrido, enfermo como la muerte pero dulce como el descanso.

Descanso … eterno descanso.

Me detuve en seco, mortificado por mi tren de pensamientos. Los portales se cerraron una vez más, dejándonos al resto de nosotros afuera para lidiar con el cuerpo mientras que los que estaban dentro se ocuparon de la mente.
Algunos habían caído y muchos más resultaron heridos, incluido yo mismo, nuestras mentes se debilitaban con cada minuto que pasaba y sabíamos que no teníamos mucho más tiempo. Magni dio la orden de poner todo lo que teníamos y nosotros obedecimos.

De repente, de la nada, aparecieron más guardianes y se abalanzaron sobre nosotros. Por el rabillo del ojo vi a algunos atacando a los sanadores. Mis ojos se abrieron justo para darme la vuelta y darme cuenta de que uno estaba detrás de mí. Su brazo incorpóreo estaba dentro de mi cuerpo antes de que pudiera si quiera hablar cayendo al suelo antes de poder cerrar los ojos.

Delante de mis ojos la ilusión se levantó y allí estaba otra vez. Sacudí la cabeza al darme cuenta de que estaba acostado boca arriba en el suelo. Argentshadow se cernía sobre mí, pronunciando palabras frenéticamente que no podía escuchar. Una presión sorda presionó mis oídos mientras me esforzaba por mirar alrededor, mi visión se volvía cada vez más borrosa. Luché por mover mi mano hasta que me di cuenta de que había una gran herida abierta en mi pecho donde la mano del guardián había atravesado mi cuerpo.

A cierta distancia vi al brujo matando a la bestia asquerosa. Un elfo de sangre paladín me lanzaba hechizos curativos, mi respiración se hizo irregular a medida que el charco de sangre, mi sangre, me di cuenta con una mortificación creciente, se hizo más grande, un rojo carmesí brillante inundó el suelo. El mundo se quedó en silencio cuando un sacerdote corrió a ayudar, los sanadores hablaban frenéticamente, el Quel’dorei era el más desesperado de todos. Podía sentir la oleada de curación fuerte en mi cuerpo incluso cuando mi vida se desvanecía.

Un millón de pensamientos pasaron por mi mente cuando me di cuenta de que no estaba listo para morir. Tenía mucho por lo que vivir, apenas había arañado la superficie de la vida y tenía una hermosa mujer y una hermosa hija en camino, o eso mostraban mis visiones, no podía morir.
Podía sentir lágrimas calientes manchar mis mejillas.
A través de mi visión borrosa, pensé que podía distinguir la cara solemne del brujo, su rostro se inclinó con triste respeto.

Los hechizos de curación surgieron a través de mi cuerpo, una corriente de frío en medio del fuego que ardía dentro de mí. Entonces el paladín sacó un pesado tomo ceremonial adornado, el oro que brillaba y brillaba era hermoso incluso en mi visión borrosa. Puso su mano suavemente sobre mi frente, su toque suave como bálsamo para mis heridas. Leyó palabras del tomo en un idioma que no entendí, eran palabras suaves, relajantes y pacíficas.

Podía sentir que mis párpados se volvían más pesados, mi visión cada vez más borrosa a medida que mis lágrimas me cerraban los ojos y sentía que tenía sueño … mucho sueño …

Al otro lado de los campos verdes con árboles maduros y el olor a flores frescas y hierba aplastada, vi a Breind, radiante como Belore mientras me saludaba. Sonreí mientras corría hacia el desde el otro lado del campo agradecido por fin de estar en casa, esta vez para siempre.


Continuará …


Queda un último relato y finalizo mi arco después de una década de aventuras con Nhail, para algunos un relato sin más, para mi algo muy muy importante y especial el cual me está costando horrores escribirlo.
Lo dicho, me queda el final final y ya paso a escribir en el de Shadowlands, espero que lo disfrutéis una cuarta parte de lo que disfruto yo

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