El despertar de N'Zoth y el contraataque de Azeroth

La Dama Blanca se imponía en la noche de Valsharah,brillante, poderosa, dominando el entorno.
El silencio de aquella hora se veía interrumpido por los ligeros pasos de dos sables,Luna y Sombrazul, el sable de Lostariel.
Lith montada con su madre levantaba la vista hacia el cielo buscando respuestas.

-Ya estamos llegando-dijo Menel viendo la cúpula blanca desde el camino.

Habían permanecido calladas todo el camino,sumidas las tres generaciones en sus propios pensamientos.
La sacerdotisa se preguntaba como la recibirían el resto de acólitas,la razón principal por la que durante mucho tiempo había evitado el templo.
Lith por su parte miraba a la Dama Blanca intentando encontrar la paz,el equilibrio del que hacía gala su madre.
Lostariel se preguntaba si su hija y su nieta serían bien recibidas,pero era un riesgo que deberían correr por el bien de la niña.

Cuando llegaron a la entrada del templo,Menel bajó la primera,para a continuación ayudar a su hija.

-Solo seguidme y no digais nada-sentenció.

Una idea se había ido abriendo camino en su mente.Sólo había una cosa que podía hacer,y era demostrar que seguía siendo una de las favoritas de la diosa…o eso esperaba.

Subió las escaleras con la barbilla en alto,un poco más desafiante de lo que en realidad pretendía,pero estaba nerviosa.Lith y su madre la seguían unos pasos más atrás.
Las sacerdotisas del templo se giraron para mirarla y empezaron a susurrar.Una comenzó a caminar deprisa hacia el interior del mismo.

Cuando llegó al circulo central y bajo la atenta mirada de las demás sacerdotisas…simplemente se arrodilló,cerró los ojos y comenzó a orar.

-Elune,concédeme tu gracia,concédeme tu ayuda para que mi hija encuentre el equilibrio.Siempre te he sido fiel y devota,sin pedir nada a cambio,sin embargo hoy me arrodillo ante ti como la más humilde de tus siervas.

Y volvió a comenzar la oración ajena a todo y todos.

Sintió ese calor reconfortante tan familiar,allí estaba su diosa,iluminándola con su gracia,su favor y su infinito amor.

Varias exclamaciones a su alrededor le confirmaron lo que sentía.Elune siempre la iluminaba con esplendor.Sin abrir los ojos aun solo dijo dos palabras.

-Lith ven.

Su hija se acercó despacio,pisando con cautela como si temiera sacarla de su estado de oración y se arrodilló a su lado.En seguida sintió la gracia que se le concedía a su madre.

-Lo sientes?-preguntó Menel abriendo los ojos despacio y mirando a su hija.

-Es…tan reconfortante…tan…no tengo palabras-contestó Lith.

-Merith Menelwie Bosquensueño…tú nunca haces una entrada normal verdad?

-Reconocería esa voz en cualquier parte-dijo la sacerdotisa girando la cabeza- Astaldé Rioclaro!!!

Su concentración se había roto y el halo que la envolvía se disipó como una vida que se apaga.
Se puso en pie y se fue a abrazar a la otra sacerdotisa.

-Que haces aquí a parte de como siempre dejarnos en ridículo a las demás?-preguntó Astaldé

-Eso mismo te iba a preguntar yo,que haces aquí?

-Ummm…fui de las pocas de las nuestras que pudo huir de Darnassus hermana-dijo Astaldé con melancolía-,estuve en Ventormenta durante mucho tiempo ayudando a sanar las heridas de los nuestros,pero cuando Tyrande decidió que era hora de irse a Hyjal…decidí que mi sitio siempre estaría en el templo.

Menel sonrió con tristeza.

Cuando iba a contestar a la pregunta de Astaldé, la sacerdotisa reparó en la pequeña,ahora que el halo se había disipado…y abrió la boca en un gesto de sorpresa.

-Esa niña…tiene los ojos dorados…y su pelo…

-No es por lo que crees-dijo Menel con rapidez-Lith acércate.

La pequeña se puso al lado de su madre,Lostariel que había permanecido en segundo plano se acercó a ellas también.

-Te presento a mi hija,Aldalith Caminasol Bosquensueño.

-Caminasol? Eso es un apellido…

-Sindorei,si.

-Ahora lo entiendo todo,tú eres la sacerdotisa que…

-Esa misma-atajó Menel-Astaldé,estoy aqui porque necesito la ayuda de Elune,de todas vosotras.

-Cuéntame…

-Lith por favor,muéstraselo-dijo Menel

-Segura mami?

-Si,no te preocupes.

La pequeña entró en forma de las sombras.Enseguida unos enormes téntaculos de negro humo la envolvieron.Flotaba a medio metro del suelo y su poder se podía sentir en el aire.Terrible y poderosa,demasiado para una niña tan pequeña.
Hasta Astaldé retrocedió un par de pasos.

-Ya está Lith,es suficiente-ordenó Menel con tono suave.

-Es…es…

-La secuestraron siendo un bebé,se la llevaron a Telogrus con los elfos del vacío.Cuando por fin pudimos recuperarla…era demasiado tarde.El vacío casi la consume.

-Entiendo-contestó Astaldé.

-Tememos por su cordura…Solo Elune puede ayudarla.

-Pues así será,Lith ven-dijo la sacerdotisa girándose hacia el templo.

Varias sacerdotisas se arremolinaron a su alrededor.

-Pero Astaldé…-dijo una de ellas-Tyrande no permitiría tal cosa,es medio sindorei.

-Yo dirijo este templo,y tambien es medio kaldorei.Menelwie y yo somos amigas desde hace milenios,nos formamos juntas en el templo.Y Elune siempre le ha concedido su favor.Ya lo has visto,la diosa le ha dado su beneplácito. Acaso vas a oponerte a la mismísima Elune?

-Yo…no…-dijo la acólita.

-Bien-dijo Astaldé mientras seguía caminando.

Al interior del templo solo podían acceder las sacerdotisas,así que Lostariel se quedó fuera rezando…y Menel se temía que poniendo en su sitio al resto de sacerdotisas si osaban volver a protestar.

Ante la estatua de Haidene, la encargada del templo miró a su hermana y a la niña.

-Lith acércate-dijo sumergiendo la mano en el agua de la pequeña poza lunar que presidía la estatua.

Cuando la pequeña estuvo a su altura,Astaldé con el dedo índice trazó una media luna en su frente.

-Llevas la marca de Elune,eres una de las nuestras.Haz honor a las sacerdotisas,a tu raza y a tu diosa.

-Así lo haré-asintió la pequeña con gesto adusto.

-Hay una cosa más que quiero darte,venid.

Siguieron a Astaldé a las dependencias inferiores hasta la sala donde se elaboraban las togas,capas y demás enseres del vestuario de las sacerdotisas.
De un pequeño cofre sacó un colgante que Menel conocía bien.Una media luna de plata con su cadena.Se lo pasó por el cuello a Lith y le dijo:

-Honra este símbolo con tu vida si es necesario.

La pequeña asintió con firmeza.

Astaldé miró a Menel con severidad.

-Y tu collar, sacerdotisa?

-Enterrado en Costa Oscura,en la tumba de una de las nuestras,fue mi ofrenda a su valentía. Elune a´dore Eleanna.

-Elune a´dore-contestó Astaldé.

Se giró hacia el cofre y sacó otra joya.Una cadena doble con una media luna y acercándose a Menel se la puso en la frente y le pasó las cadenas por detrás de sus orejas,a continuación sacó un par de pendientes con la misma forma y se los tendió.

-Astaldé,esas joyas están solo reservadas a las sacerdotisas de mayor rango,a las instructoras y a la propia Tyrande-protestó Menelwie

-Te las ganaste hace milenios.Además ahora tienes que instruir a una nueva sacerdotisa-dijo mirando a Lith.

-Yo?

-Y quien mejor que su madre quien además siempre ha sido una de las favoritas de Elune?

-Supongo que tienes razón…

-Cuando no la tengo?-dijo Astaldé con sorna.

-Emm recuerdas aquel incidente con…

-No te atrevas a contárselo a nadie…

Menel soltó una carcajada.

-Está bien,está bien…

-Mañana os quiero aquí al anochecer-dijo Astaldé

-Por Elune…ya le ha salido la vena mandona-dijo Menel poniendo los ojos en blanco.

Lith soltó una risita. Astaldé estalló en carcajadas.

-Eso te pasa por recordar el incidente…

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El pequeño Estel abría los ojos como platos,ante cada nuevo descubrimiento. Su padre,con infinita ternura,le iba describiendo donde estaban, y que animales eran aquellos que tanto le entusiasmaban…
Mira cielo,esos son hipogrifos.
El pequeño batía palmas,ante cada novedad.
Papá ¿tamo Sulamar?
Argent sonreía, mientras le decía…lo correcto es Suramar,Su-ra-mar
Estel frunció el entrecejo con un gesto de concentración, aquella manera de fruncir…era muy de su madre. El paladín siempre se quedaba maravillado,viendo como sus vástagos se parecían tanto a ellos. Los plateados ojos del pequeño,eran sin duda,junto al azul de su pelo,la viva imagen de Menel,en un Sin’dorei…
Mira cariño,el tio Purple vive allí arriba. Tenemos que volar hasta allí…
¿Layo zolar?
Argent acarició el pelo de su retoño,si corazón, Rayo Solar.
Invocó a su Fénix de fuego,mientras el pequeño preguntaba ansioso…
¿Cuando sea más mayor,podé volá yo?
Claro amor,si eres su amigo,te dejará montar…
Rayo Solar emitió uno de sus graznidos, para confirmar lo dicho. Argent se colocó el porta bebes por delante,introdujo al infante dentro,y subiéndose salieron disparados hacia el cielo.
Estel disfrutaba del vuelo alborozado,su padre,sujetándolo le hizo un guiño,y se llevó el dedo a los labios…
No le digas nada a mamá, e incitó a Rayo Solar,a realizar alguna pirueta…
Estel reía feliz, disfrutando del vuelo. Tras un quiebro,el fénix descendió en picado, posándose en una plataforma rocosa…
Argent desmontó, y le dió las gracias a Rayo por el vuelo. El pequeño Estel pidió a su padre que lo dejase en el suelo. Argent arqueó una ceja con gesto interrogante.
El pequeño Estel,se colocó frente al Fenix,y haciendo una especie de reverencia dijo muy serio…
Asias Dayo,ha sido un vuelo maavillozo.
Rayo levantó el cuello,mientras Argent hacia esfuerzos por mantener la compostura ante la actuación de su hijo.
El fénix alzó el vuelo,y realizó un giro a modo de despedida.
Estel, muy serio preguntó a su padre…¿lo hice bien papi?
Argent orgulloso hasta más no poder, se agachó acariciando el pelo de su hijo,muy bien cariño,lo has hecho muy bien
Estel sonrió con el candor que sólo los niños pueden mostrar,dándole un beso a su padre. Argent tomándolo por la mano,le dijo…ahora vas a ver un poco de magia. Ambos se colocaron sobre una pequeña runa,y fluctuaron hasta desaparecer…
Continuará

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La costa amanecía cubierta por una niebla tan espesa y pesada que parecía como si más allá de ella no existiera nada. Como si el mundo se hubiera visto reducido a aquella pequeña playa y no hubiera más que las tenues sombras de los árboles que lindaban con la arena. Es en aquella soledad donde Xilandra se permite dejar atrás su actitud marcial y disfrutar de aquel pequeño remanso de paz. Deja que las ya debilitadas olas mojen sus pies en la orilla y que la salada brisa meza sus pelirrojos cabellos. Nada más importa. Pero algo inquieta el corazón de la bruja, una voz llegada más allá de la niebla estremece su cuerpo y le susurra un nombre: Eilyria. Los recuerdos de su prima nunca han abandonado a la elfa y en su interior Xilandra quiere pensar que aún no ha perdido a Eilyria. Pero hay que avanzar, la vida no se detiene y las amenazas que acechan son muchas y oscuras.

De regreso en su hogar observa con ternura a su hermana Xylenia, que desayuna con su tradicional elegancia. Fue Xylenia quien la consoló cuando la vio derrumbada en el suelo tras la muerte de la Cazadora de Demonios. Ella a pesar de ser la más joven de las tres siempre había sido la más fuerte, la única capaz de sobreponerse de cualquier adversidad y transmitir su fuerza a los demás. Xilandra no podía estar más orgullosa de su hermana y hoy necesitaría de su fuerza.

Xylenia abre el portal y casi de inmediato el olor seco y agrio que hace fruncir el ceño a las dos elfas acostumbradas al dulce aroma de Lunargenta. Al otro lado Orgrimmar, la ciudad que tan malos recuerdos le trae y el lugar donde durante mucho tiempo vivió su prima. “¿Estás lista?” pregunta la maga mientras agarra gentilmente la mano de su hermana. Xilandra no contesta, solo un leve gesto con la cabeza y las elfas cruzan el portal.

Recorren con calma los escasos metros que les separan del aquel destartalado edificio donde Eilyria había residido. El crujir de la puerta de aquella habitación no hacía más que atestiguar el tiempo que hacía nadie había cruzado aquel umbral, el tiempo que la illidari lleva desaparecida. La austeridad con que su prima había vivido dejó conmocionada a las elfas. Fue Xylenia, la que tras un suspiro de exhasperación, tomó la iniciativa y empezó a rebuscar entre los cajones de aquello que simulaba ser un aparador.

  • Mira esto. - dijo mientra esbozaba una sonrisa. - ¿Cómo es posible que tuviera tan mal gusto? No parece de nuestra familia.

Aquello sacó a Xilandra de su ensimismamiento. Sacudió la cabeza y cogió una maleta de encima del armario. - Metámoslo todo aquí. -

A cada objeto que cogían los recuerdos acudían a sus mentes, pero ni un segundo de tristeza, solo los momentos de alegría que compartieron. Y así entre risas y alegres recuerdos las pertenencias de Eilyria son empaquetadas y llega la hora de partir. Xylenia abre de nuevo un portal hacia Lunargenta y comienza a trasladar los paquetes mientras Xilandra se queda mirando a través de una pequeña ventana. Desde ella puede ver la taberna entre el humo y el ruido de la forja que está a pocos metros. “Vete tú, yo iré más tarde” Le dice a Xylenia mientras abandona apresurada la habitación.

No es la primera vez que la bruja recorre las arenosas calles de Orgrimmar pero nunca le había prestado la suficiente atención como para que aquel camino le resultara tan extrañamente familiar. Era como si algo la expoleara en esa dirección. Las puertas manchadas de sangre y las laceraciones hechas con alguna hoja en su madera era inequívoca señal que no era un lugar ajeno a las peleas. El sonido áspero y grotesco que salía de su interior tampoco invitaba a cruzar aquel umbral. Pero Xilandra, a pesar de sus refinada educación, no era de las que se amedentraban en aquellos ambientes y entró sin vacilación.

La concurrencia de aquella taberna le resultaba burda y grosera, pero no era nada que no le resultara extraño. Entre aquella multitud incluso había soldados con los que ella había compartido campo de batalla y conocía bien sus modales. Las voces y el ambiente de aquel tugurio eran muy distintas a las que acostumbraba a escuchar en las distinguidas reuniones sociales de la ciudad de los elfos. Nada de aquello parecía satisfacer el extraño interés que se había avivado repentinamente en su interior por entrar allí. Pero cuando se disponía a marcharse una voz cacofónica llamó su atención.

  • Y entonces aquella maldita elfa me cortó la cabeza que cayó rodando sobre aquella hermosa toga amarilla. Y así fue como morí por segunda vez.- Relataba un caballero de la muerte goblin rodeado por un grupo de otros miembros de la Espada de Ebano. - Maldita Elvira - concluía el goblin mientras reclinaba su silla apoyando los pies sobre la mesa.

Xilandra no tardó en relacionar aquella historia y en reconocer al goblin. Disimuladamente pasó al lado y con un puntapié hizo desequilibrar la silla haciendo que el Caballero de la Muerte cayera rodando hacia atrás. Xilandra ni se inmutó cuando en un suspira varias hojarrunas apuntaban hacia su cara.

  • Bajad eso - murmuró Prontamuerte mientras se levantaba y se recomponía del golpe. - Sé quién eres, elfa. E imagino lo que quieres.

Xilandra miró friamente al goblin esperando algún tipo de respuesta.

  • Bajad las armas - volvió a repetir el goblin a sus discípulos mientras se sentaba de nuevo en la silla y daba un largo sorbo a su cerveza. - Ojalá pudiera notar los sabores - se decía para sí mismo.

  • Buscas a Elvira, ¿verdad?. La Cazadora de Demonios. - dijo el goblin provocando una mirada de sorpresa e intriga en la bruja. - Bueno, pues está en las tierras sombrías. Ya puedes ir a buscarla, es fácil llegar allí. Solo tienes que morir.

  • ¿Y volver? - preguntó Xilandra. Prontamuerte no parecía sorprendido por la pregunta de la elfa, es más era lo que esperaba.

  • Así que quieres traerla de vuelta - dijo mientras esbozaba una pícara sonrisa. - La verdad es que no me importaría que regresara, tengo asuntos que arreglar con ella. Pero sacarla de las Tierras Sombrías no es cosa que esté en tus manos.

  • No sabes de lo que soy capaz - respondió con brusquedad Xilandra.

  • Eres tú la que no sabes nada. Las cosas no andan bien por allí. Hazme caso sé de lo que hablo. - Dijo el goblin mientras se volvía a reclinar en su silla. - No sé exactamente que está pasando allí, me trajeron de vuelta antes de que lo descubriera. Pero parece que la Sylvenia tiene algo que ver. Pero ojo, no te estoy diciendo que sea imposible. Pero, ¿estás dispuesta a hacer el sacrificio necesario? .

Xilandra no tuvo tiempo para contestar, un extraño alboroto comenzaba a oírse por la ciudad. De repente un troll alterado entró por la puerta. - Nos están atacando los no-muertos - gritó.

to be continued… en el preparche

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Cuando abandonaban las estancias dos pequeñas elfas de la edad de Lith corrían entre risas por los pasillos.

-Aleena Correbosques y Melania Cantofresno que modales son esos?-preguntó con severidad Astaldé

Las dos niñas se detuvieron en seco.
-Mis disculpas maestra-dijo una de ellas bajando la cabeza.
-Lo lamento Astaldé-dijo la otra
-Una sacerdotisa de Elune no corre por el templo,camina ligera sin apenas rozar el suelo.
-Si maestra-asintieron las dos.

Una de ellas de coletas verdes como las hojas de un fresno se acercó a Lith.

-Hola me llamo Aleena y tú?
Lith sonrió y le contestó:
-Me llamo Aldalith,encantada.
-Vienes a quedarte en el templo para ser una sacerdotisa?-preguntó la otra niña agitando su melena del color de las moras mientras se acercaba.
Cuando Lith iba a responder Astaldé la atajó.
-Porque no le enseñais las habitaciones,la cocina y el resto de dependencias?
-Vamos!!-dijo Melania cogiéndola de la mano.

Mientras empezaban a correr Astaldé carraspeó y se detuvieron en seco.

-Una sacerdotisa no corre-dijo Lith entre risitas.
Las otras dos niñas se rieron también pero por si acaso empezaron a caminar con ligereza.
Mientras se alejaban Menel pudo escuchar como le decían a su hija que su pelo y sus ojos eran alucinantes.
Se giró al escuchar a su hija explicarles que se debía a que era medio sindorei. Temió que la rechazaran y dio un paso hacia ellas,sin embargo Aleena le contestó:
-Eso si que es alucinante.

Y se perdieron en el recodo del pasillo.

Astaldé al verla preocupada y con el ceño fruncido le dijo:

-Son niñas,no tienen maldad alguna.No te preocupes.

-Eso me preocupa…son niñas.Son tan pequeñas…

-Olvidas que eramos poco mayores que ellas cuando entramos al servicio de la diosa? Quedamos tan pocas Menel…de nuestra generación solo tú y yo. Y las generaciones de después…pocas han sobrevivido.Tras lo de Teldrassil apenas quedamos un par de docenas,todas en este templo. No hay más sitios donde servir a Elune- contestó Astaldé visiblemente afectada-así que todas las niñas que quieran servir en el templo son bienvenidas.En el caso de Aleena y Melania…se quedaron huérfanas en Teldrassil. Cuando decidí venirme,quisieron acompañarme.No tenían muchas más opciones tampoco.Quedarse como refugiadas entre calabazas y ratas en Ventormenta o seguir a Tyrande a Hyjal. Y debo decir que no me gusta la actitud de Tyrande en estos momentos.

-A mi tampoco.Nunca había visto esa cara en la Suma Sacerdotisa,ni en Elune tampoco.Quiero justicia Astaldé.Yo también quiero la cabeza de Sylvanas en una pica,pero hablamos de venganza contra toda la horda. Si matamos inocentes,niños…que nos haría diferentes a ellos?

-Nada.

-Mi esposo es un sindorei como ya sabes,él nunca,jamás estuvo de acuerdo con esta guerra ni con Brisaveloz. Y como él la mayoría de la horda.Pero tienen que cumplir las órdenes del Jefe de Guerra aunque no quieran o serían juzgados como traidores y todos sabemos como es el juicio de Sylvanas.

-Una muerte rápida y dolorosa.

-Exacto,y ojalá Tyrande consiga su “justicia” pero no al precio que desea.

Habían llegado al exterior del templo.Ante la estatua de Haidene y abandonaron la conversación puesto que varias sacerdotisas estaban allí reunidas alrededor de Lostariel

Se acercaron ambas con curiosidad.

-Él la salvó de caer en una depresión que la hubiera llevado a perder la vida de forma inútil. Le dejaba flores en la puerta y guardaba su sueño.La buscó por todo Azeroth cuando ella intentó huir de sus sentimientos.La ama por encima de todas las cosas.

-Qué romántico…-dijo una de ellas.

Menel enrojeció al escuchar a su madre.

Astaldé la miró y le preguntó:

-Eso es cierto?

-Si…y es mutuo.

El resto de sacerdotisas se giraron al escucharla.

-Me enamoré de un hombre,de su alma,de la forma en la que me protegía y cuidaba sacrificando su propia vida si era necesario. Me enamoré porque me devolvió la sonrisa tras la desgracia ocurrida en Teldrassil.Y si…es un sindorei. Un paladín de los que quedan pocos. Puro,noble…se que no es fácil de entender,incluso yo misma a veces me sorprendo aún.Pero he aprendido que el amor no se elige. Y me hace feliz,mas de lo que nunca había sido-dijo con los ojos brillantes.

-Si Elune ha decidido tal cosa,quienes somos nosotras para juzgarlo? -dijo Astaldé.

-Eso diselo a Tyrande-masculló Menel para si.

El resto de las sacerdotisas que no habían escuchado lo que ella había susurrado asintieron ante las palabras de Astaldé.

-Que bonito- dijo una.
-Tiene algún hermano? -preguntó otra.
-Un par de ellos…o tres- dijo Menel entre risas.

Se sintió por fin tan relajada de volver a sentirse aceptada entre las suyas

En ese momento Lith apareció corriendo otra vez con las otras dos niñas.
Fue Menel quien carraspeó.

-Mami!! Mami!! podemos quedarnos aquí?

-Lith…no mi amor,debemos volver a Dalaran mañana.No podemos dejar a tía Dawn a cargo de la tienda indefinidamente.

-Pero…pero…he hecho amigas y me gusta el templo,y quiero servir a Elune.

Amigas…Menel lo entendía.La verdad es que Lith nunca había sido una niña normal.El único amigo que tenía era su hermano.que la iba a echar terriblemente de menos.Se debatió entre el amor por su hija y la petición que le había hecho.

-Y si se queda solo ella?-preguntó Astaldé- Sabes tan bien o mejor que yo que el vacío es muy fuerte en su interior.Y se que puedes formarla tú,pero aquí la luz de Elune es más pura. Se curará antes.

-Mami puedo? puedo?

Menel suspiró largamente.Se le encogía el corazón de dolor solo de pensar en separarse de Lith.

-Con una condición-dijo al fin-irás a ver a tus abuelos-dijo mirando a su madre-cada dos días.

-Sii que tengo que cuidar de Lunita-miró a sus nuevas amigas y dijo-tengo una cría de hipogrifo.
Las niñas exclamaron sorprendidas.

-Estáis invitadas y haré chocolate para las tres- dijo Lostariel.

-Biennnnnn!!- exclamaron al unísono.

Astaldé asintió.No les venía mal ser niñas,habían sufrido tanto

-Yyyyyyy vendrás a Dalaran a vernos todas las semanas-sentenció Menel.

-Por supuesto!!

Menel se acercó a su hija y la abrazó con fuerza.

-Te voy a echar tanto de menos…

Mientras la soltaba pensó en que Lith era su vivo reflejo,tan independiente como ella.Siguiendo su propio camino desde niña. Y se maldijo a si misma por ello.

-Estaré bien mami.

-Lo se…-contestó su madre.Y eso era lo que más le dolía.

-Bien niñas…y mayores,es la hora de la oración de medianoche,cuando la Dama Blanca alcanza su cenit.

Todas se arrodillaron ante la estatua de Haidene y comenzaron la oración a Elune.El fulgor de la diosa las envolvió con un cálido abrazo.

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Relato de mi hermanito Hæyhæ :bow_and_arrow:


Ny’alotha les recibió con un ambiente pesado y denso a la par de tórrido y desagradable. La ciudad era un tributo a la grandeza, la soberbia y el caos, un monumento erguido para un Dios en todo su esplendor. Los tonos morados oscuros y rojizos dominaban los colosales edificios hechos de lo que parecía metal. Zigurats, templos y obeliscos se alzaban por doquier, sin un orden o sentido específico.En el rojizo horizonte lleno de montañas y volcanes, los terroríficos tentáculos llenos de púas se agitaban con parsimonia. Por todas partes ríos de lava recorrían la ciudad produciendo un calor sofocante. Un lugar espantoso, sin duda.

Los recién llegados contemplaban el panorama con expresiones variadas, algunas mezcladas con un toque de miedo, lo cual no era de extrañar. Aunque los portadores de armaduras más elaboradas no lo notaran aún, los susurros habían empezado inmediatamente a filtrarse por las mentes más débiles. Nada que de momento pudieran soportar, al menos según ellos.

Por otra parte, lo primero que notó el cazador, antes incluso de fijarse en la ciudad era que su arma se había “activado” si se pudiera llamar así, notaba una sensación extraña que emanaba de ella. Era algo que sólo supo describir como hambre. Recordó al rendorei, el Desquiciado, hablando las propiedades del arco y su capacidad de absorber energías… y el cuidado que debía tener si esas energías eran del vacío. Tampoco pudo dejar de notar como otras armas también “despertaban” entre ellas, la más notable sin duda la del caballero de la muerte, que tras unos segundos había empezado de nuevo una disputa con su arco, como dos lobos peleándose por una presa… que en realidad era otro lobo. Aquella vez no sólo el rendorei puso silencio a su arma, o más bien hizo que se centrara en el tercer lobo, sino que también, el propio cazador hizo lo propio, ya molesto por la oscura magia de su arma.

“Olvídate del caballero de la muerte de una vez y céntrate en la ciudad” Sorprendentemente aceptó su petición sin rechistar. Era buena señal, no quería que esos poderes escaparan de su control. No obstante no debía bajar la guardia. ”Dichosa magia… y encima de otro mundo”. El arco pareció reír con aquel pensamiento.

Su llegada no había pasado desapercibida, pero no estuvieron más que unos segundos ahí, antes de ponerse en marcha hacia la ciudad de la que ya salía un pequeño contingente a darles su “calurosa” bienvenida.

– ¡Ya sabéis que hacerr!- gritó el draenei- ¡Que lamenten el día que se unieron a esa abominación de tentáculos!

Sus tropas no se hicieron esperar, enseguida formaron una barrera delante todos aquellos que portaban escudos y detrás se quedaron los que podían atacar a distancia. Usuarios de distintas magias empezaron a entonar sus hechizos mientras que cazadores como él tensaban sus arcos.

Hae lanzó un primer tiro que se clavó justo delante de los atacantes. Estos hicieron gestos de burla, los cuales no pudieron cambiar cuando un estallido de energía blanca y negra les arrancó la piel de los huesos y calcinó todo en varios metros a la redonda. De inmediato, antes de que los supervivientes reaccionaran, Los Defensores de Azeroth cargaron con todo lo demás. El cazador, mientras seguía lanzando sus devastadoras flechas, pudo ver como 2 conocidos magos lanzaban un curioso y poderoso fuego que destilaba las mismas energías que su arco. Las llamas de un negro intenso mezcladas con un blanco puro y brillante consumían a cualquiera que tuviera la mala suerte de ser alcanzado. Incluso los grandes ignotos terminaban reducidos a cenizas si eran lo suficientemente incautos para pisar las llamas o tenían la mala suerte de ser alcanzados por ellas. Otro curioso efecto secundario de su visita al mundo aquel. No había sido el único en absoluto.

La sorpresa inicial del ejercito enemigo dio paso a la ira y empezaron a ir con más cuidado, conjurando escudos más poderosos, lanzando ataques masivos de vacío que impactaban por suerte contra el escudo que había levantado el draenei. Aun así algunos defensores fueron alcanzados. Fueron atacándose a distancia, los unos a los otros hasta que las huestes de N’zoth les alcanzadon, algunos con tanto ímpetu que acabaron ensartados en las lanzas de los guerreros, gracias a un rápido movimiento de éstos. Las energías del vacío, sagradas y de la muerte empezaron a danzar en el campo de batalla. Los leales compañeros de los cazadores atacaban con agresividad a las aberraciones y sirvientes del vacío, sin ningún miedo en sus ojos, y con la misma determinación y ferocidad que sus socios humanoides.

La Guerra entre Ny’alotha y Azeroth había empezado, y sólo quedaría una.

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Tras la oración de medianoche y tras un ligero tentempié Astaldé se dirigió a la sala de armas seguida de todas las sacerdotisas,incluidas las tres niñas.
Ordenó a cada una coger un arco y unas gujas de entrenamiento,hechas de madera,mientras miraba a Menel sonriendo.Y esta supo porqué sonreía.Astaldé siempre había sido más diestra que ella con el arco,pero con las gujas era al revés.
Hacía muchísimo que no practicaba ninguna de las dos disciplinas,esperaba no haber perdido forma.
Salieron al patio de entrenamiento.Como Menel esperaba Astaldé ordenó empezar con el arco.Era la primera vez que Lith blandía uno,tras varios intentos fallidos bajo la atenta mirada de su madre,su maestra le dio un consejo:

-Piensa en alguien a quien le clavarías esa flecha.

La pequeña respiró hondo y un nombre se abrió paso en su mente

-Lyft,por separarme de mi familia y hacerme crecer de forma antinatural.

Con la imagen de la elfa del vacío en mente volvió a apuntar,soltó la flecha que con velocidad y fluidez se clavó en el muñeco de entrenamiento a escasos centímetros del corazón.

-Muy bien Lith- le dijo su madre.

-Te toca-dijo Astaldé señalando el muñeco.

Menel inspiró profundamente mientras levantaba el arco con la flecha colocada.

-Sylvanas Brisaveloz- dijo antes de relajar la mano que tensaba la cuerda.

La flecha salió disparada directa al corazón del muñeco.

-Te creía mas oxidada-dijo Astaldé.

-Y yo la verdad.

La maestra cogió su arco.Su flecha partió al medio en horizontal la de Menel.

-Presumida…-dijo Bosqueensueño sacándole la lengua.

Tiraron durante una hora más y le tocó el turno a las gujas.Para marcar donde acertaban a los muñecos los filos de madera estaban recubiertos de polvo de tiza.

Menel entonces miró a Astaldé con suficiencia.Con un giro rápido ligero y elegante marcó al muñeco en cuello y estómago.

-Siempre has sido muy buena con las gujas-dijo Rioclaro-nunca entendí porque no te hiciste celadora.
-Porque sentí la llamada de Elune.
-Y siempre te ha bendecido.
-Un combate?-preguntó Menel levantando una ceja.
-Ah no…empiezo a estar mayor para que me hagas morder el polvo.

Lith parecía un poco más torpe con las gujas que con el arco.Intentando imitar a su madre acabó cayendo de cul0 sobre la arena.

-No fuerces el cuerpo,deja que sea el propio impulso de los brazos y el peso de las gujas las que determinen el giro-dijo Menel tendiéndole la mano.

-Es muy difícil- dijo Lith enfurruñada.

-Oh mi niña,entrené durante milenios.Y te aseguro que me caí muchas veces.Se trata de práctica y perseverancia.

-La verdad es que la primera vez que tu madre cogió unas gujas cayó de morros-dijo Astaldé riéndose.

-Yo al menos no me empeñé en quitar una mancha de la mano de la estatua de Haidene colgándome de ella…

Astaldé la miró entrecerrando los ojos.

-Shh que nadie sabe que la pegamos con resina,recuerdas la cara de Bethina Hojazul cuando se le cayó y la bronca de Tyrande?

Menel empezó a reirse. Bethina Hojazul era hija de unos altonato que habían huido de Zin Azshari con los kaldorei de a pie. Solía darse muchos aires de superioridad ante Menelwie y Astaldé.Cuando Tyrande la castigó ellas se estuvieron riendo durante días.

-Ese fue el incidente?-preguntó Lith con curiosidad.

-Si-dijo Astaldé aun con una sonrisa pícara-pero es nuestro secreto vale?

-Vale-dijo Lith con una risita.

-Y ahora céntrate en el consejo de tu madre y sigue entrenando Aldalith.

-Si maestra.

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A pesar de la urgencia del presente los recuerdos del pasado vienen y van. No es de extrañar que en un momento crucial, un pasado importante se alce frente a los demás y vuelva a cobrar vida…

Habían pasado solo un par de meses desde el asedio de la plaga y la corrupción de la fuente de sol. Unos meses en los que su calma pueblo y la vida de todos los residentes de Lunargenta se había convertido en una lucha por la supervivencia, el lloro de los muertos y el miedo.

No solo sufrieron la perdida de familiares y amigos. Su ciudad, su rey, su magia e incluso su cultura habían sido arrancadas de cuaje en apenas unas semanas por el príncipe no-muerto. Ahora su pueblo se veía obligado a arrastrarse por los suelos, a temer por su vida en las oscuras noches de Bosque Canción Eterna, a rezar porque la sed, esa maldita sed que había llegado desde la destrucción de la fuente, no los consumiese o enloqueciese.

Cuando la noche se cernía sobre los restos de la ciudad patrullas de guardias y forestales salían a la vigilia, aguardando a los movimientos de las sombras y recelando de cada puerta o callejón. Cada noche tras el ataque de la plaga gritos y sonidos de lucha se escuchaban por la ciudad, infectados o necrófagos rezagados se escondían en sótanos, carruajes y casas esperando su momento.

En cuanto a Félix, ex-sacerdote ahora, la pena y la sed de venganza le consumían. La gran parte de sus amigos ahora estaban muertos o formaban parte de la plaga, su familia estaba desaparecida, su hogar arrasado, sus compañeros de armas muertos y Nissela, su prometida y la luz que le guiaba cada día, quedaría enterrada con dolor en su corazón. No pudo protegerla, acabo sacrificándose por un miserable que apenas pudo curar y defender a los suyos, por alguien que ni la plaga considero asumirlo en el abrazo de la muerte, negado a morir y negado a vivir en la tierra.

Si, escucho varias veces la historia de cómo lo encontraron en la grieta. Desde que despertó en la enfermería, o lo que pretendía ser una enfermería improvisada con telas y maderas de alguna casa derrumbada, soldados y curanderos se lo repitieron. Encontrado inconsciente y sangrando, en suelo mancillado por la plaga, lleno de heridas y sangre, cadáveres por doquier, un suelo bañado en oro a su alrededor, un soldado de la plaga hecho cenizas, una forestal muerta…

Cada uno contaba su historia, su versión, sus hechos…pero nada cambiaba con la realidad. El ya no vivía, no sentía la calidez del sol, el aire o el sabor de la comida, ya no disfrutaba con los libros ni admirando las calles de su ciudad, ya no creía en la bondad y las buenas acciones. Pero tampoco estaba muerto.

Días después llegó a la enfermería dos soldados ataviados con armaduras negras y rojas, hasta ahora no había visto ningún soldado parecido. Le informaron de que pertenecían a la recién creada orden de los caballeros de sangre, formada por antiguos guardias, guerreros y sacerdotes de Lunargenta, y que habían odio rumores sobre mi. Le informaron de que querían formar una nueva fuerza militar, querían utilizar el poder de la luz y vengar a nuestro pueblo.

Acepté sin pensar en lo que decían, no quería saber cuánto ni como ni que me costaría. Quería derramar la sangre de la plaga, quería vengar a los caídos, quería refrenar el sentimiento de culpa que me reconcomia por dentro.

El tiempo pasó y su formación fue extenuante, abandonó el sacerdocio y cargo con espada y escudo a las trincheras de los caballeros de sangre. Le enseñaron en el arte de la espada, a bloquear, esquivar y contraatacar a sus oponentes, en el uso de la luz de forma diferente. Ya no rendían tributo a belore ni astros reyes, ahí le adiestraban para obligar a la luz a servir a sus propósitos, sus designios, su voluntad, su venganza.

En ocasiones al usar la luz unos gritos se escuchaban dentro de su mente, imágenes de dolor cruzaban sus pensamientos y traían el dolor de la perdida. Pero los ignoraba, su meta era lo único que importaba.

Nada más.

Con el tiempo se hizo un nombre entre los aspirantes, subió poco a poco de rango y avanzó sin cesar ante sus compañeros. Cuando estuvo listo partió en pequeñas patrullas para erradicar a los engendros de la plaga, su ira no era frenada hasta que el último muerto viviente caía al suelo. La piedad era una idea repugnante en esos momentos, la sangre y la muerte son las únicas verdades.

Sin embargo no todo quedó perdido, ya con el uso acentuado de la luz noto más cercana la voz que gritaba de dolor. Al principio pensaba que se trataban de los recuerdos de Nissela pero era más bien algo armonioso, dulce, asustado…

Ojalá hubiese escuchado antes y no siguiese cegado por la ira y la venganza.

Pero todo cobro sentido el día de su ascenso. El instructor Ithelius le mando llamar a la sede central, ubicada en la zona noreste de la ciudad, estaba informado de sus últimos avances y patrullas con éxito. Llegó la hora de subir de rango en la jerarquía y me consideraron el elfo apropiado para ello.

Ithelius me esperaba en la entrada, sonreía apaciblemente mientras observaba mi llegada desde las calles inferiores. No puedo olvidar esa sonrisa.

  • Ah! Félix, siempre diligente y puntual -dijo Ithelius- Hoy es un día importante para la orden y para ti, tus progresos son excepcionales y cabe decir que ninguna patrulla en la que has estado quedó exenta de su función. Queremos recompensarte por ello.
  • Ordenad y partiré donde sea necesario maestro, sirvo a la orden.
  • Lo sabemos bien…sígueme hay algo que debo enseñarte. Debes saber que lo que voy a mostrarte solo es sabido por los caballeros de mayor rango, pero considerando tu ascenso, teniente, ahora también lo compartirás.
  • Será un honor

Entraron al edificio lentamente mientras Ithelius seguía hablando de los pormenores, aumento de adiestramiento, aprendices a su cargo, liderazgo de patrullas…nada que le interesase en demasía.

El edificio era más oscuro de lo que esperaba, las paredes estaban decoradas en todos dorados apagados, rojo y negro. La iluminación era muy leve, apenas se podía discernir la decoración en techos y paredes dejando una sensación extraña. Pero notaba algo raro, algo que fallaba en ese sitio, algo que NO debería estar ahí.

Bajaron por unas escaleras de caracol, guardias miraban a la pareja con mirada fija y un gesto militar. Ithelius seguía hablando pero conforme bajaban a los sótanos del edificio su voz se fue difuminando poco a poco, los sonidos de las llamas cesaban y dejó de percibir su entorno.

A cambio una nueva voz empezó a resonar en su cabeza, al principio levemente como en los entrenamientos pero paso a paso era más firme, más fuerte, más viva. Y esa voz sentía dolor, un dolor indescriptible que le hacía tambalearse y le mareaba.

  • ¿Estás bien? Te ves muy pálido, es normal sentirse mareado la primera vez pero solo es momentáneo pasara.

Ithelius no parecía escuchar los gritos.

  • estoy bien…solo es un mareo, no he descansado bien.
  • me alegra oírlo, sigamos entonces.
  • NO SIGÁIS -*Dijo la voz con un tono de sufrimiento
  • que habéis dicho? - añadió Félix por el desconcierto
  • que tenemos que seguir. No queda mucho, levántate.

Siguieron por un pasillo plagado de guardias, muchos con rangos altos que había visto en los entrenamientos y misiones. Nadie parecía sentir aquella voz, todos tenían esa mirada fría e inmutable.

Pero los gritos, el dolor, el sufrimiento de ese ente eran verdaderos. Era insoportable.

Al fin, llegaron a una cámara custodiada por 5 guardias reales. La puerta estaba grabada con el símbolo de los caminasol y estaba hecha con madera oscura en la que se habían grabado varios encantamientos.

  • Fíjate bien Félix, aquí está el secreto de nuestra fuerza y nuestro poder.

Cuando las puertas se abrieron solo consiguió ver un destello blanquecino que le cegó los ojos. Poco a poco sus ojos se aclimataron y empezó a ver una figura flotando en medio de la sala, sus colores blanquecinos y dorados brillaban en todas direcciones solo se terciaban con pequeñas sacudidas involuntarias.

Al rededor de la sala varios elfos apuntaban sus manos al ser luminoso, gritaban hechizos que doblegan y parecían dañar al ser. Poco a poco entro en la sala viendo lo que sus “hermanos” estaban haciendo, la voz era más fuerte en este lugar.

  • Ayu…dame…-Dijo el desconocido

Sin darse cuenta se giro a los trozos blancos que flotaban en la sala, no entendía porque pero notaba que estaban mirándole fijamente, suplicando por su ayuda. Y, por mucha locura que fuese, comprendió que ese “ser” era de donde provenía la voz.

  • Este es m’uru, nuestro secreto y arma. -comenzo a decir Ithelius- Olvida esas lecciones donde obtenemos y doblegamos la luz, este es la verdad de nuestra fuerza, de dónde sacamos su poder para nosotros y vengar a nuestros hermanos. Es la batería que carga a nuestros soldados y nos lleva a la victoria.
  • pero…eso está vivo!
  • Claro que lo está! Y más vale que siga estandolo, lo necesitamos mucho más aún. Sin el nuestra fuerza y el uso de la luz no serían nada, vamos teniente no seas ingenuo. Si algo dejó claro la plaga es que no sirven de nada los ritos, las tradiciones ni las amabilidades. Sufrimos una masacre y tenemos que defendernos de ellos, usaremos cualquier método a nuestro alcance para obtener poder.

Los pensamientos pasaban velozmente por su cabeza, su deseo de venganza, la plaga, los muertos, la ciudad ardiendo…pero también sus recuerdos, el dolor que sentía de m’uru, a Nissela…¿Sería lo adecuado, acaso todo valdría la pena por calmar su sed?

Sabía cuál era la respuesta pero su ceguera se lo impedía ver,atrapado en una tormenta que el mismo generaba y que le llevó a una oscuridad que no diferenciaba de las bestias que tanto odiaba y le habían quitado.

  • Está bestia solo es alimento, triste historia el no poder tener más con las que…

No llego a terminar la frase. Cayó al suelo con un estrépito cuando un puñetazo le dio en toda la sien. Félix había reaccionado por instinto ante el dolor de m’uru, sabía que no habría vuelta atrás.

Los hechiceros no tardaron en reaccionar y llamaron a los guardias pero ya se acercaba a ellos lentamente. Al desconcentrar se los chillidos de m’uru cesaron momentáneamente y un tintineo sonó por la estancia.

Otro golpe y uno de los magos descansaba contra la pared inconsciente. Los guardias entraron armados y, tras echar un vistazo a la escena, cargaron contra el atacante.

  • Usalo…-*Dijo entre susurros m’uru *

Un haz de luz rodeo a Félix por todo el cuerpo, su cuerpo se cargó de energías y sus sentidos parecían mejorarse momentáneamente.

Cargó contra los guardias sacando su escudo, bloqueando sus lanzas y moqueando al primero de ellos. Fintas, bloqueos y estoque bailaban en la sala brillando entre luz, oro y rojo.

Los guardias retrocedieron y una figura se levantó del suelo. Ithelius seguía despierto.

  • ¡Te has vuelto loco! Porque atacas a tus hermanos de armas! ¿Sentimentalismos por una fuente de energía?
  • No, no atacó a mis hermanos de armas. Se suponía que lucha amos por vengar a nuestros caídos, por acabar con la plaga y vengar la fuente del sol, por nuestro Rey y nuestro legado. Pero aquí solo veo repugnancia y soberbia, se que podéis escucharlo los gritos de pánico y dolor que le hacéis por vuestras ansias de poder. ¡NO PERMITIRE QUE PASE CON EL LO MISMO QUE HEMOS PASADO NOSOTROS!

*Un sonido cristalino retumbó por toda la cámara, guardias magos e Ithelius cayeron de rodillas antes el sonido estridente que se proyectaba en todas las direcciones. *

  • Vete…no puedo retenerlos…débil…
  • si me voy volverán a usarte como fuente de canalización.
  • Tu pueblo está perdido y desorientado…si…el dolor volverá…pero uno comprendió y se salvó de su propia naturaleza … Vete…y sobrevive…

Intento replicar pero su cuerpo empezó a brillar intensamente, la sala cada vez era menos visible y las retinas le empezaban a arder solo de mantener la mirada.

  • ¡Vete!

Y, haciéndole caso a pesar de todo, abandonó la sala rápidamente. Se dirigió por el pasillo hasta las escaleras donde varios guardias llegaban tras escuchar el caos y ver la luz, les indico que había problemas en la sala y era urgente su presencia. Sin mediar palabra fueron allí.

A los pocos minutos ya estaba de vuelta en las calles, sus ojos lloraban por la sequedad pero no podía permitirse el lujo de descansar. No tenía tiempo que perder.

Se dirigió por las calles laterales evitando a la guardia hasta sus aposentos, no tardarían en dar la alarma y encadenar de nuevo M’uru a su voluntad. Guardo lo que pudo en alforjas, se colgó sus armas, cogió lo que quedaba de su dinero y la joya que siempre colgaba de su cuello.

Unas horas más tarde salía por las puertas de Lunargenta, abandonando su tierra, su carrera y su vida hasta ahora. Era un proscrito, un traidor que atacó a su propia gente y traicionó aquello a lo que servía y creía. Al menos así es como lo proclamaron.

Sin destino y dejando atrás su pasado se dirigió por los caminos hacia un nuevo lugar, su dolor, su ira, su tormento seguían presentes pero esa sed de venganza que le había dominado desde hacía meses se estaba aplacando.

Solo le quedaba ver un nuevo futuro incierto…

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Argent y Estel se materializaron en el estudio de Purple. El mago con su particular sonrisa magnética,les recibió con entusiasmo…
¿Pero a quién tenemos aqui…?
Abrió los brazos mientras se agachaba,y recibía entre los mismos a un alborozado Estel…
Tio Puple,el pequeño reía feliz, mientras el mago lo alzaba por encima de la cabeza.
Soy un palalín,pero hay un poblema…
Taba tacando malos,y la flor de mami se ha rompido,dijo con gesto compugnido…
¿Atacando malos?..miró a Argent que permanecía con una sonrisa juguetona,viendo como ambos disfrutaban de su encuentro.
El mago lanzó una caida lenta al pequeño, mientras lo aupaba más hacia la bóveda. Estel exultante,retardaba la caida hacia el suelo caminando en círculos descendentes.
Argent,mientras servía unas copas de vino para ambos,y se dirigía hacia el diván, para sentarse con el mago.
El pequeño Estel,ya formal,se sentó entre ambos hombres. Argent y Purple,intercambiaron información para ponerse al día, comentando los ultimos sucesos…
Así que la pequeña Lith,tiene un potencial enorme con las sombras,y será entrenada en el templo de Elune. Me parece muy correcto Argent,y el peque…¿cómo de fuerte es con la luz?
No sabría decirte Purple,realmente hace cosas impropias de su edad,la afinidad que demuestra con la luz,a esta edad tan temprana…
¿Puedo?..preguntó el mago.
Por supuesto. Ahora estate quieto,y deja que Purple te examine.
El pequeño Estel,se acercó al mago poniéndose en pie.
El mago coloco sus manos sobre la cabeza del pequeño, y realizó una exploración arcana…
Purple, tras el escaneo,se mostró intrigado. Muy curioso Argent,el pequeño Estel, está imbuido por la luz,algo que sospechaba. Lo sotprendente,es que posee un remanente de magia de las sombras,supongo que herencia de Menel. Estas reminiscencias de magia sombria,son absorbidas por la luz. Digamos que se “transforman”, y potencian la base de la magia lumínica.
¿Hay algún problema con ello,o tendrá secuelas a futuro? Preguntó Argent preocupado…
Sinceramente, no sabría decirte,pero no lo creo. Esto me lleva a plantearme otra cuestión…
¿Podría analizar a Lith? Supungo,que siendo gemelos,me encontraré algo similar en ella,pero en sentido inverso. Pienso que la luz potencia en ella,su dominio de las sombras.
Realmente son muy especiales éstos dos. Por separado,cuando desarrollen todo su potencial,serán enormemente poderosos, pero si trabajan en conjunto…
Argent sonrió un poco apesadumbrado,así que están destinados a combatir el mal,quieran o no…
Abrazó a su pequeño con ternura,ya ves Estel,tendrás que entrenar muy duro para ser un palalin,cariño…
El pequeño,con un gesto de concentración en su infantil rostro, respondió muy serio a su papá…
Seré un gan palalin,papa. Y la tata una sacedotisa muy fuete.
¿Sabes tio Puple?
Papi y mami son los más mejores de todos,y zaben mucho.
Purple sonrió con ternura al pequeño…si tus papas son los más mejores de todo. Y ahora,tendremos que arreglar la flor de mamá. Yo puedo hacer que no se rompa más,pero,necesitamos montarlo primero,asi que,he llamado a alguien(hizo unos pases mágicos teatralizados), para que nos ayude,dijo con un guiño…
En ese momento,un cristalino sonido lleno la estancia. Una sombra se materializó sobre la runa,y una figura que parecía cristal de amatista hizo acto de presencia…
Con un gesto,se despojó del yelmo, dejando ver unas facciones agradables,enmarcadas en una perilla blanca.
¿Me habeis llamado? Dijo con un guiño…
¡¡¡Tio Sul!!!..El pequeño Estel saltó del regazo de su padre,correteando hacia su tio con alegría…
Continuará

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El trabajo de una sacerdotisa nunca terminaba.Tras recoger armas y enseres de entrenamiento llegó algo más relajante.
Costura.Remendar togas,hacer nuevas,preparar atavíos para la festividad lunar que se acercaba inexorable.
Menel y Lostariel ayudaron a Lith a hacer su toga de acólita,era muy sencilla,blanca con unos ribetes plateados.Cuando su hija se la probó no pudo evitar soltar una lágrima.

A cada paso que daban,a cada tarea,Menel esperaba que Lith se arrepintiese de su decisión,pero era al contrario,estar tan ocupada,mantenía a Lith fuera del alcance de los susurros,y lo que era más importante…no necesitaba practicar con la sombra.Una sacerdotisa de Elune se defendía con la bendición de la diosa,sanaba y apenas hería.

Sabía que era egoísta pretender que Lith volviese a casa,ella solo quería acercarla a Elune,no que la propia diosa se la arrebatase.

Al final el alba las sorprendió en la sala de costura.Y Astaldé dijo que era hora de ir a dormir.Menel ya no recordaba cuando había sido la última vez que había vivido bajo los dictados de una elfa de la noche,durmiendo de día y trabajando bajo la luz de la luna.Pero no sentía apenas cansancio,al igual que su hija,que debería haberse rendido al sueño hacía horas.

Llegó el momento de la despedida,le recordó a Lith que debía cumplir su promesa y volver a Dalaran cada semana.En sus tiempos no se podía salir del templo,pero esas normas tan estrictas se habían relajado con los milenios.Incluso invitó a Melania y Aleena a acompañarla y descubrir las maravillas de la ciudad de los magos.
Acompañó a las niñas a su habitación,alguien ya había preparado una cama y un camisón para Lith.Suspiró con tristeza.Su hija notó su estado de ánimo,la abrazó y le dijo:
-Estaré bien mami,no te preocupes.
Al final se quedó un rato con ellas,dándoles las buenas noches y un beso a cada una,pues sentía que las otras niñas echaban de menos a sus madres y no quería hacerlas padecer.
Desde la puerta del cuarto les sonrió por última vez y se fue en busca de su madre.Lostariel hablabá con Astaldé pidiéndole encarecidamente que cuidase de Lith.
-No te preocupes,la cuidaré como si fuera mi propia hija.Menel es más que una amiga,es una hermana.
-Me sufriste durante milenios-dijo esta acercándose.
-Creo que hubiera desistido si tu fe no me hubiese mantenido en el templo-dijo Astaldé-eras toda una inspiración.
-Y en cambio fui yo quien abandonó el templo para descubrir el mundo.
-No te ha ido mal.
-He sufrido más de lo que parece,pero al final…siempre sale el sol? No se si es muy propio de nuestra raza decir algo así- dijo Menel socarrona.
-Deberiamos retirarnos ya-dijo Lostariel.
-Lo se mamá pero me cuesta tanto irme y dejar a Lith aquí…
-Ah querida,pasé por lo mismo cuando te empeñaste en entrar en el templo.Siempre es difícil dejar a un hijo elegir su camino.
-Pero he pasado tan poco tiempo con ella…no la vi crecer,ni dar sus primeros pasos,me la arrebataron…
-Lo se,pero ella ha crecido sin ti ese tiempo y volverá a hacerlo. Y como tú, sabe que su madre siempre estará ahí cuando la necesite.

Menel sonrió con infinita tristeza,comprendiendo a su madre por primera vez en milenios.

Se despidieron de Astaldé,invocaron sus sables y volvieron a Lorlathil.
Cuando por fin se acostó,la tristeza y el cansancio hicieron mella en ella.Pensó en Argent y en como tendría que explicarle que su hija había decidido convertirse en una sacerdotisa de Elune de facto.Y en Estel,que iba a echar terriblemente de menos a su hermana,sus juegos

Pensó que era injusto que Elune reclamase a su hija a sus filas,y por primera vez en su larga vida…maldijo a su diosa por arrebatarle lo que más quería.

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Los maltrechos focos trataron de realizar su tarea infructuosamente cuando el inesperado visitante atravesó la apertura bajo el colosal portón, algunos focos lograron realizar su objetivo, no así la mayoría pues la cámara quedó iluminada con luces mortecinas e intermitentes

Los titanes, heraldos del orden, construyeron hermosas instalaciones pero ante todo eran funcionales pues si algo era funcional ¿para qué cambiar?, por lo que el enano no quedó sorprendido al ver la estancia circular, idéntica a la Cámara del Corazón, pero toda similitud se acababa allí

Solo disponía de un acceso, en su centro lo que parecía una mesa aurea ocupaba el lugar de la forja del corazón y en general el estado de decadencia de la estancia denostaba con la prístina Cámara del Corazón

Caminó con cautela al artificio, observando con el rabillo del ojo el más mínimo movimiento Una consola, espero que no se trate de un ascensor. despejó la superficie de esta barriendo con su palma el polvo y las piedrecillas que bloqueaban el disco áureo, tocó este, siendo reconocida su presencia por el aura circular celeste alrededor del disco

Khaz’Uld Valanar Van goroth La voz fémina carente de emoción atrajo la atención del enano, el cual fruño el ceño Tenía que ser Aesir… Ribal-ir Shalach’an van Dijo con dificultad y marcado acento.

El disco áureo se abrió dejando ver su contenido, un disco de pura luz emergió de las entrañas de la consola a la altura del enano Paquete de idiomas enánico cargado…no se recomienda emplear el ascensor, se han detectado 151 incidencias, se recomienda usar las escaleras.

  • ¿De cuántos escalones trata dicha escaleras?
  • 12561 escalones.
  • Asumo el riesgo, active el ascensor por favor.
  • ¿Está seguro?. Existen los riesgos de: Atasque, caída libre, ataque de agentes exógenos, desprendimientos, inundación y factores no determinados.
  • Activa el ascensor dio medio paso atrás al escuchar los avisos, pero no podía regresar ahora que había llegado tan lejos
  • Siguiente nivel: Vigía.

El disco de luz se sumergió de nuevo en las entrañas de la consola quedando cubierto por el disco dorado cesando la fémina voz, el sonido metálico de servomotores y rocas quebrándose inundó como las cascadas de los pasillos la cámara, el descenso se inició con el ensordecedor estruendo del portón cayendo en picado sobre las rocas, quedando reducidas a polvo

Tras unas moderadas sacudidas al iniciar el descenso el viaje fue sorprendentemente suave, la roca perforada dio lugar a la oscuridad más absoluta y al frío, un descenso lento y aburrido pensó el enano, hasta que la galería mostró su gloria al iluminarse, dejándolo con la boca abierta

Continuará en breves

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UN UNIVERSO, DISTINTOS FINALES. VARIOS CAMINOS QUE EL TIEMPO DECIDE Y TRAMA EN UN ARBOL DE INNUMERABLES RAMAS SIEMPRE CRECIENTES.

EN UNO DE ESOS CAMINOS, QUE ALEJADOS O MAS CERCANOS A LA REALIDAD Y EL PRESENTE, ES DONDE NOS ENCONTRAMOS.

UN CAMINO, UN FINAL, UNA HISTORIA, UN CAIDO.

Una tenue luz se proyectaba desde el pequeño farol que estaba encima de la mesa, su llama bailaba creando sombras en las paredes y los rincones oscuros. Sus hermanas la acompañaban, grandes y encerradas en recias antorchas ubicadas en las paredes de la sala.

Justo en el centro, en un silencio perpetuo salvo por el roce de papeles y el desenrollar de los pergaminos, se encontraba el último integrante. En una mesa de madera negra, repleta de escritos, libros , pergaminos, runas y distintos informes sellados, sentado junto en el centro se encontraba un elfo de sangre con armadura negra, tez pálida y cabellos rojizos.

El comandante de Breidox Sombrío, pues así era su cargo y tal era el nombre del lugar, parecía nervioso e inquieto mientras observaba toda la información que tenía delante. Leía cada palabra y texto con un apetito voraz, buscaba un conocimiento urgentemente pero ni en las leyendas o los textos de un loco encontraba lo que buscaba.

BUSCAS CONOCIMIENTO PERO RECHAZAS EL NUESTRO. ¿TE CREES INDIGNO DE ESTE REGALO?

Negó con la cabeza intentando alejar las voces de su cabeza. Desde la caída del Dios antiguo los susurros se habían vuelto más fuertes y demasiado continuos, la caída de Nzoth debería haber supuesto el fin de tal tormento sin embargo la corrupción pareció encontrar una abertura en algún momento y quedarse incrustada en su interior.

Fue durante su regreso a Rasganorte donde volvieron a darse los susurros pero ahora eran distintas voces que se mezclaban a cada momento. Desde su regreso empezó a investigar en textos antiguos y perdidos alguna cura o solución, mando a sus exploradores al norte, cerca de Ulduar, para buscar algo que pudiese ser de ayuda.

Pero por ahora no hubo éxito. Y cada vez iban a peor, su ira volvía a fluir, apenas probaba bocado y el insomnio le impedía descansar correctamente por las noches.

Para complicarlo aún más la plaga volvió a ser alzada contra los vivos, una invasión de cadáveres vivientes azotó las frías murallas del bastión y los héroes y campeones de Azeroth fueron llamados a las tierras Sombrías.

El no respondió a la llamada. ¿Cómo hacerlo si no podía controlarse y su estado empeoraba?

RUINA Y TORMENTO ES LO QUE TRAE EL REINO DE LA MUERTE. GLORIA Y PODER ES LO QUE OFRECEMOS NOSOTROS.

Consiguieron repeler a los no muertos, o eso creía recordar si la mente no le jugaba una mala pasada, pero no habían recibido noticias del otro lado. Tampoco le importaban.

Un lento crujido del hierro y la madera le desconcentra de sus textos e hizo que alzarse la cabeza hacia la puerta. La silueta pequeña de orejas puntiagudas y brazas largos para su tamaño apareció en el umbral de la entrada, conforme entraba, dando pasos como si arrastrase los pies, pudo ver su piel verduzca y su armadura de cuero. Sin duda Rukhs era un goblin que no pasaría desapercibido en la fortaleza, más por su forma de ser y su verborrea que por su apariencia en si, pero desde la vuelta de la plaga estaba cabizbajo y silencioso.

NO TE FIES. TRAIDOR. QUIERE LO QUE LE ARREBATASTE JUSTAMENTE.

  • ¿han conseguido traer algún artefacto de cumbres los exploradores? - dijo secamente el comandante sin levantar la vista de una piedra con runas
  • No, tememos que la plaga los atacase como a la ultima patrulla. - dijo casi en un susurro
  • Envía a la patrulla nocturna es su búsqueda.
  • ¿Hace cuanto que no descansas y comes algo jefe?

VENENO. MUERTE. TRAIDOR. ESTAS SOLO. VIGILA TU ESPALDA

  • No tengo hambre. Envía a la patrulla nocturna para arreglar el desaguisado de los demás.
  • No pienso hacerlo, Comandante. - sentencio tajantemente Rukhs

Por primera vez levanto la cabeza y miro fijamente al goblin con el ceño fruncido y un brillo extraño en sus ojos. Cerro el puño fuertemente y se levanto lentamente de la silla para dejar altura entre ambos.

  • ¿Piensas negar mis ordenes? Necesitamos esta información, es crucial y el tiempo no esta a mi favor, nuestro favor. - dijo sin apartar los ojos del goblin
  • ¡Es la quinta partida que perdemos en menos de un mes! -grito el goblin- ¡No voy a mandar a la muerte a otro grupo por tus anticuallas! Hemos perdido demasiada gente con el resurgir de la plaga, los no muertos siguen atacándonos a día de hoy y tu te dedicas a mirar estos papeles en vez de ayudarnos y saltar a la batalla.
  • ¡Si no podéis con unos descerebrados cadáveres andantes es que ni os merecéis ser llamados soldados!! -golpeo la mesa al terminar- ¡Mi investigación es crucial ahora mismo, no puedo permitirme perder el tiempo con naderías!
  • Ni nosotros la vida por un loco.

Antes de darse cuenta de lo que hacia salto por encima de la mesa y agarro al goblin por el cuello para lanzarlo contra la pared. Sin pensarlo, como por instinto, alzo su mano y una forma curvada y morada agarro al goblin por sus extremidades y cuello, alzándolo del suelo y oprimiéndolo contra la pared, cerrándose cada vez más en su diminuto cuerpo.

  • No oses enfadarme Rukhs…
  • …vacio…com…te…no v…lo q…estas…endo…o pu…pirar…- agonizaba a cada segundo

MATALO. MATALO. MATALO. MATALO. MATALO. ¡MATALO!

Deseaba matarlo, quería hacerlo, acallarle y demostrarle quien mandaba, quien ordenaba y a quien debía obedecer sin objeciones. Se había enfrentado a su liderazgo, lo quería, lo ansiaba para si, para renegarlo de lo que había conseguido por derecho, por sangre, por gloria.

  • Fe…x…

De pronto, como si despertase de una pesadilla en la que había estado atrapado sin poder liberarse, recobro el sentido y la cordura. Bajo la mano rápidamente dejando caer al goblin, ya inconsciente, y dejando que su cuerpo cayese al suelo. No le quedaba tiempo, volvió a ser peligroso para los que le rodeaban y la ira le corroía.

Pero no había más respuestas en Rasganorte y el tiempo era crucial. Miro de nuevo al goblin que respiraba con dificultad, su vida casi expirada se negaba a irse para no volver. Salió por la puerta y llamo a un sanador para que le atendiese rápidamente, no tardo en llegar.

Ignoro las palabras del sanador, solo podía sumirse en sus pensamientos. Aquí ya no podía quedarse, no tenia respuestas y el tiempo se agotaba a cada grano que el reloj de arena del tiempo dejaba caer. Necesitaba una solución, necesitaba respuestas, necesitaba una cura que eliminase esa corrupción que estaba tan arraigada dentro de su ser.

Si conocía un lugar donde tal vez podría encontrar respuestas, era una locura y un riesgo por el trayecto pero tal vez una tentativa al azar obrase un milagro. Sin dirigirse a nadie recogió sus armas, se coloco su negro casco y cargo con una mochila con textos, libros y suministros. Andado sin ver a su alrededor salió al patio apartando a sus compañeros, sus soldados, sus camaradas que le hablaban y gritaban pero no les atendía.

Lo único que importaba era llegar a su destino, nada más. Atravesó las puertas y se sumió en la nieve y una manada de necrófagos pero, ante la sorpresa de todos, estos se separaban de su camino desviándose de su trayectoria como una fuerza invisible.

Solo quedaba un paso, llegar a la ciudad abandonada y rota, Ahn’qiraj.

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(NHAIL)

La Piedra del Mañana

Feralas, el sol aún no había comenzado a salir cuando Svelien consiguió reunir suficientes suministros para al menos dos días.
Sola en el denso bosque marcó los elementos de una lista mental mientras recogía todo lo que podría necesitar en una bolsa de cuero, empacó los suministros cuidadosamente mientras que el odre y las raciones de comida permanecieron en la parte superior. Ató un saco de dormir a un lado antes de comprobar dos veces la plenitud de su matraz de repuesto.

Satisfecha, Svelien se puso las botas y el cinturón, en el que colgó su cuchillo, municiones y algunas otras bolsas que contenían las herramientas y suministros necesarios. Con una última mirada a su pequeño campamento improvisado entre el Reposo de la Soñadora y el Campamento Ataya.

Lista para la cacería, agarró su rifle y se adentró en el bosque saboreando una profunda bocanada de aire húmedo, apreciando aquel clima aunque poco se parecía al de su tan amado gélido hogar Khaz Modan

Todavía estaba bastante oscuro, pero el resplandor anaranjado de un sol naciente se podía ver en la cima de las montañas.
Siguió adelante, caminando hacia el sur, la madrugada era la hora favorita del día de Svelien, antes de que el mundo despertara, podía sentir sus pensamientos más claros, aunque los dolores de varias décadas atrás aún persistían en su mente pero era algo de lo que no le gustaba quejarse abiertamente.

Los años de servicio militar como soldado de infantería ligera eran más que visibles en su cuerpo, sin embargo la cazadora seguía estando en su mejor momento.
Continuó caminando, ciertamente bastante rápido para ser una Enana, un leve indicio de luz saludó a Svelien cuando llegó al final del pasar.
Cuando el sol comenzó a salir más allá de los picos del este, saludó a un joven recluta Kaldorei que estaba de guardia junto a la puerta de un asentamiento con una sonrisa cordial, este le otorgó acceso, conoció a muchos de los Enanos aventureros incluso hizo amistades con algunos de ellos.

Como había esperado, vio a un viejo amigo, era otro francotirador que había servido junto a ella combatiendo contra los Trols Peloescarcha en El Valle de Crestanevada, aquella tribu que consiguió asesinar a la reina Eimear cerca de Forjaz.

— ¿Qué hay para el desayuno audaz fusilero? — Exclamó Svelien. — ¿Cerveza Fuerte? ¡Bastardo astuto!gritó ofreciendo una mirada de irritación que rápidamente fue cambiada por una gran carcajada.

Dio un paso adelante, agarrando el antebrazo de aquel camarada y dándole una palmada en la espalda.

— ¿Qué estás haciendo aquí?.— Preguntó— Pensé que la infantería estaba en Silithus enfrentándose al último dios antiguo.

— Acabamos de regresar hace unos días.respondió quitando su mochila y rifle, apoyándolos contra una pared cercana. —Bueno, ¿Por qué no tomamos asiento y hablamos junto a unas cervezas bien frías?

Pasaron la siguiente hora contando sus experiencias recientes junto a aquellas jarras de barro mientras la joven escuchaba con atención, con los ojos muy abiertos.

— Tenía buenos amigos …Rogan, finalmente habló con la mandíbula apretada mientras su profunda voz parecía romperse.Fue una pérdida que se sintió en todo Khaz Modan, pero murieron con honor.

Rogan habló en voz baja, antes de cambiar de tema.

— Si te conozco tan bien como creo que te conozco, no hiciste el viaje solo para este desayuno.dijo reprimiendo el dolor por el momento.

— Cazando provisiones.Fue la respuesta de Svelien.Hace días que mi guerrilla partió para explorar la zona pero todavía no han vuelto …

— Ah, ya veo. Entonces no te entretendré mas tiempo. — dijo con una leve sonrisa.

Asintió, se puso de pie y recogió sus cosas. El anciano Barbabronce la siguió hasta la puerta para despedirse.

— Gracias por el desayuno. Espero que la próxima vez que nos veamos …

— Sí, será mejor que traigas buenas noticias la próxima vez. Pero eres bienvenida aquí siempre que así lo deseesRespondió, tirando de Svelien para darle un abrazo rápido.¡Ahora vete, hay un rifle que necesita cazar!

Solo pudo sonreír mientras se giraba para seguir continuando su viaje hacia el sur y girando ligeramente al este, hacia el sol ahora totalmente asomado. Respiró hondo mientras se acercaba cada vez más al lago.
Se mantuvo fuera del camino moviendose a través de los árboles y la maleza agachada y en silencio. Había dos cosas que estaba buscando, osos cueracero o ciervos. Mantuvo los ojos bien abiertos en busca de huellas, huellas que serían fáciles de ver en la blanda tierra o ramas rotas y huecos estrechos en la maleza que conducían hacia el lago. Al no ver tal evidencia de movimiento animal, continuó su camino sureste ayudada por la descendente acelerando su avance.

Estaba casi a la orilla del lago cuando vio las huellas. Se acercó inspeccionándolas colocando una mano abierta sobre la huella confirmando sus esperanzas. La huella era un poco más grande que su propia mano, y la forma era definitivamente la de un oso. Basado en el tamaño, Svelien dedujo que el oso había alcanzado la madurez, pero ciertamente no era el más grande con el que se había cruzado.
Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras desenfundó el rifle siguiendo el rastro.

Hizo una pausa por un momento, sacando su odre de cerveza, tomó un largo trago del frasco de cuero, se puso de pie, ajustó el frasco en la bolsa, tenía un oso que cazar. Manteniendo el dedo en el gatillo del rifle, Svelien continuó a lo largo del camino, las huellas en el suelo húmedo comenzaban a secarse a medida que el sol subía más alto en el cielo.


Continuará …

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Ny’alotha, Ciudad del Despertar

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Un desgarro amoratado y hediondo, con bordes hinchados y cubiertos de bilis rojiza que fluia entre los acantilados pelados y las simas insondables. Eso era Ny’Alotha, una herida infecta de corrupción y locura sobre la faz de un mundo que solo existía en la duermevela de un Dios. Y en su sueño, Él lo era todo.

Felix fue el último en cruzar el portal para dirigir el despliegue de sus fuerzas, y aún así estuvo a punto de parar en seco antes de dar dos pasos. El calor húmedo y viscoso se filtraba bajo su siniestro yelmo, y su hedor palpable le hizo dar una arcada reprimida que le llenó de amargor el fondo de la garganta. Pero había algo más en aquella pesadilla, algo que le resultaba familiar. Un regusto dulce y engañoso que no terminaba de comprender.

El comandante negó para sí en silencio. Fuera lo que fuera, lo más sabio sería ignorarlo.

—Este lugar… es una verdadera pesadilla. Todo lo que no está muerto o enloquecido agoniza sin descanso —murmuró el viejo tauren, que se encontraba cerca del centro de la plataforma con las manos entrelazadas. A su lado, Kaltharion lanzó un gruñido sin significado concreto.

—Agradece no tener mis ojos, anciano. La magia de este lugar es enfermiza. Solo de verla me dan arcadas.

El paladín no podía ver la magia, pero entendía a la perfección lo que sentía el cazador de demonios. A medida que avanzaba hacia el borde de la plataforma, la Ciudad Durmiente dejaba entrever sus terribles secretos. Una gran avenida adoquinada dividía la ciudad al medio hasta llegar a una amplia plaza. Por doquier se alzaban obeliscos llenos de ojos atentos y ondeaban los estandartes de un imperio que ansiaba resurgir. Y a pesar de esparcirse como salpicaduras de la brocha de un pintor loco, no podía dejar de pensar que los colosales templos, cámaras y galerías estaban colocados en un orden meticuloso.

—Va a haber jarana de la buena —Felix giró la cabeza hacia Yotni creyendo que le hablaba a él, pero en cuanto se dió la vuelta vió que la gnoma de coletas rosas estaba a su lado con cara de circunstancias y los puñitos cerrados.

No le cabía duda de eso. Entre las grandes fachadas de piedra negra y tallada como piezas de puzle, cubiertas de babosa humedad y a las que el desangrado firmamento arrancaba destellos de intoxicante belleza, se escuchaban los más que familiares sonidos de un ejército a punto de marchar.

Era un coro distante, pero su cacofonía llegaba con tanta claridad a sus oidos como los dulces venenos que aquel lugar vertía sobre su mente. Se oían gruñidos, martillazos y traqueteos. Se oía el crepitar del fuego, el frufrú de la tela y el tintineo del hierro. Parecía que todos los horrores del cosmos se habían conjurado contra él, y por un momento dudó en seguir avanzado. Su corazón empezó a palpitarle en las sienes, pero se sobrepuso, resopló y se obligó a continuar.

Los últimos Defensores de Azeroth se encontraban en el borde de la plataforma, allí donde comenzaba una gran escalera de piedra flotante. Ninguno de los tres hablaba o se movía, y mantenían la mirada fija en el horizonte como si la gran Ny’alotha no fuera más interesante que un poblado de murlocs.

Felix se puso a su altura, justo al lado de Aiden y la temblorosa bola de plumas sobre su hombro, y por primera vez comprendió la escala de lo que se iban a enfrentar. Recordó a Igh’Nosh y todo lo que hubo que hacer para derrotarlo, pero frente a lo que estaba viendo se le antojó pequeño, minúsculo, insignificante.

Más allá de las bajas montañas que bordeaban la ciudad, más allá de los colosales tentáculos arqueados y de las nubes abotargadas como cadáveres en un rio, sobre una montaña de carne y delirio, se alzaba Él. Se alzaba el Antiguo, el gran Arquitecto de las Mentiras.

Ante ellos se alzaba un Dios.

—Aquí esta —dijo Aiden cuando terminó de llegar a su altura.

—En toda su oscura gloria —añadió la paladín, que estaba en el centro del grupo mandoble en mano—. Y entre él y nosotros, un ejército.

—Más de trescientos solo ahí abajo, según el informe de Biroz.

—No me interesa la caza menor —Aldana se puso en cuclillas y olfateó el aire rancio con la nariz arrugada—. Si he venido a este vertedero ha sido para cobrarme la mayor pieza.

—Aun así, se interponen en nuestro camino —terció el comandante—. Nuestro ejército no puede desplegarse en un camino tan estrecho.

—¿Tienes algún punto en mente?

Felix lanzó un rápido vistazo sobre las huestes de Ny’alotha. Al final de la avenida había una plaza circular, una especie de rotonda con un gran obelisco en el centro.

—Esa plaza nos daría acceso a toda la ciudad, pero antes tendríamos que atravesar sus filas.

—Treinta por cabeza —dijo Valerie. Tras ella, Aldana bufó con desdén, como si aquella batalla le supiera a poco.

Aiden aguardó a que el resto se pusiera junto a él en el borde de las escaleras. A sus pies se extendían los hijos de N’zoth lanzas en ristre, inquietos y ansiosos por derramar sangre en nombre de su señor. Sobre ellos flotaba un halo de corrupción palpable de magia negra y sonidos discordantes; al rezo de los k’thir y el traqueteo de los aqir se unían los enigmáticos susurros de los n’raqi y los gritos y empujones de las primeras filas, que gruñian y se chillaban por ocupar los primeros puestos de la gloriosa vanguardia.

Apretó los labios y estrechó la mirada. Eran un ejército infinito dispuesto a morir por el Profundo, corderos que se creían lobos yendo directos hacia el matadero. Hacia él. Silencio siseó al desenvainarla, dejando entrever su hambre, y su filo fantasmal empezó a babear ánima como un perro de presa.

Su maestro no fue menos. Una sombra arremolinada apareció sobre su palma libre, y con gesto amplio la posó sobre su rostro. Las últimas hebras desaparecieron ante los destellos de bronce y oro, dejando en su lugar una máscara titánica de rásgos cadavéricos: la máscara del un verdugo, no muy diferente a la que en su momento llevó el Aniquilador.

—Tenemos un Dios que matar.

Descendieron por las escaleras a paso lento, peldaño a peldaño. Y cuanto más bajaban, más intenso era el calor de la corrupción que se aferraba a sus rostros y sus mentes. La luz rojiza de las cataratas bajo ellos tiñó de sangre el universo en torno a ellos, y por un instante el silencio reinó en Ny’alotha. Entonces, Aiden alzó la guadaña, sonrió y…

—Por Azeroth.

Fue el rugido de Aldana lo que inició la carga. Los Defensores se abalanzaron sobre los defensores como una riada. Ellos rugieron y aullaron, pero no les intimidaron. Afianzaron sus lanzas y hechizos, pero no los detuvieron. Se mantuvieron firmes, confiando en que su Dios les concedería la victoria.

Craso error.

Las gemas de su escudo centellearon y Felix dio un revés tan brutal que destrozó la vanguardia. Las picas se astillaron como madera podrida y sus portadores salieron volando con los huesos reventados. A su derecha, el martillo de Drethz atronó el suelo y su luz devastadora abrasó a los primeros k’thir antes de que pudieran pronunciar una palabra.

Aiden saltó sobre ellos con Yotni sobre los hombros. Estranguló a Silencio con ambas manos, cayó entre las filas de ignotos y golpeó el suelo con su mango. La Falange de Ébano se alzó de la tierra y levantó un coro de aullidos cuando empaló a varios de ellos.

—¡El grande es mio!

El goblin se lanzó con una pirueta acrobática y aterrizó sobre el lomo de un aqir. La bestia rugía y se revolvía para quitárselo de encima, pero solo consiguió derribar a los k’thir que lo escoltaban. Yotni se agarró a uno de los salientes de su coraza quitinosa, se dejó caer y con un tiro certero de Desguazadora le voló una pata.

El aqir lanzó un aullido y comenzó a traquetear el resto de sus apéndices sin saber a donde ir. Del muñon caía una cascada de sangre negra que no tardó en encharcar el suelo bajo sus patas, y la criatura acabó por resbalar y caerse del puente con Yotni aún encima. Creyendo haber acabado con uno de los atacantes, los k’thir se asomaron por su borde solo para dar un respingo ante el silbido de la pirotecnia. Sobre ellos, el goblin se había alzado con los propulsores de su cinturón y una granada de azerita en la mano.

—Sorpresa.

La granada explotó antes de que pudieran hacer nada. Las llamas de azerita saturaron el puente junto a una lluvia de harapos calcinados y trozos de carne que apestaba a quemado. El goblin aterrizó y sus pistolas rieron de nuevo, despejando la zona frente a él.

El puente comenzó a temblar. De la humareda surgió un ariete viviente arroyó sin reparos a varios de sus hermanos. Yotni solo tuvo un momento para contemplar unos ojos pequeños y maliciosos antes de que un monstruoso c’thraxxi se avalanzara hacia él usando su pinza de martillo. Hubo un destello. Sonó un crujido. El goblin sintió una sensación reconfortante a su alrededor, y cuando abrió un ojo vio a Valerie frente a él, alzando un Escudo de venganza que bloqueó el golpe.

—¡Kaltharion!

El rugido de la llama vil surcó el aire. El cielo se oscureció un segundo mientras la sombra de un colosal demonio lo atravesaba como una flecha. El c’thraxxi alzó la mirada hacia el frente y lanzó un gruñido, pero no pudo hacer nada más. Con un sonido viscoso, Alainfierno le atravesó el pecho gujas por delante.

El colosal cadaver se desplomó sobre los n’raqi cercanos y levantó un coro de gritos y salpicaduras de sangre. A pocos pasos, Tuercarcana hacía gala de todo su arsenal arcano.

Allí donde sus manitas apuntaban llovía muerte y destrucción. Su bastón lanzaba destellos rosados cada vez que sus hechizos tonteaban con las leyes de la física. Un k’thir corrupto se adelantó de entre los demás, acompañado por dos devoramentes de ojos nerviosos. Alzó las manos y estas relucieron con los violetas del Vacío mientras pronunciaba lo impronunciable. Drixxi sonrió con sorna y con un chasquido de dedos su contrahechizo se lo hizo explotar en las manos.

—¡Aghhh! ¡N’zothagg naresh!

Los dos pulpos voladores se abalanzaron hacia ella. Su magia oscura se enroscaba en cada uno de sus pensamientos; dolía pensar, pero mas iba a doler lo que les iba a hacer.

Extendió las manos con el anular y el pulgar cerrados. Con un gesto dio forma a un anillo arcano pulsante de luz flurescente sobre cada mano y los lanzó hacia ellos. Los discos volaron dejando una estela de neón y llegaron a los devoramentes. El de la derecha no lo vio venir y se lo tragó entero. El anillo se cerró sobre si mismo, encerrándole en una esfera que lanzó un extraño sonido de rebobinado antes de caer al suelo y detonar. El de la izquierda, el cambio, lo esquivó con una finta y se lanzó hacia ella.

De pronto se detuvo en el aire. Su ojo miraba hacia un punto misterioso del firmamento y sus tentaculos dieron un espasmo antes de colgar inertes. Tras él, con el brazo extendido y aun oculto a medias en las sobras, Biroz le lanzó una mirada de repugnancia.

—¡Gracias, amigo!

El picaro asintió y se lanzó contra un aqir cercarno, usó el paso de las sombras y cayó en su lomo antes de reventarle la nuca.

El k’thir gruñó y cargó otro ataque, pero la maga desapareció de su vista. Giró la cabeza en todas direcciones como si se hubiera partido el cuello, intentando encontrar la aguja de coletas rosas en aquel pajar de muerte, hasta que notó la vibración de la magia arcana a su espalda. Tragó saliva y se giró despacio.

Algo más lejos, las filas de ignotos se habian deshecho presa de la confusión. Se volteaban con nerviosismo, alzando sus armas de manera torpe. De pronto, un agónico chillido heló el aire. No habia sido el primero.

Unos pasos veloces y ahogados. Un borrón pardo. Esos era lo último que veía su siguiente presa. Aldana se lanzó hacia un k’thir de un salto y le reventó la cabeza de un rodillazo. Aterrizó sobre el cadaver y sonrió con malicia cuando una explosión arcana sonó a sus espaldas.

Cargó contra el siguiente hecha una fiera salvaje. Su pelo estaba erizado y revuelto y sus ojos se habian tornado amarillentos como los de un lobo. Se deslizó bajo las piernas de un ignoto e hizo crecer afiladas zarzas que se colaron entre sus venas. El gigante oscuro bufó de dolor, pero consiguió librarse de ellas y lanzó un puñetazo que solo mordió el suelo.

Aldana dió una voltereta y trepó por su brazo hasta llegar a su nuca. Sus manos, ahora convertidas en garras de hueso y madera y empapadas de sangre hasta el codo, machacaron el craneo del ignoto hasta hacerlo puré.

Saltó desde el cadaver mientras se desplomaba, volando sobre la radial voladora de Silencio, y cayó sobre un k’thir desprevenido. Ambos rodaron por el suelo intercambiando golpes. Aldana gruñó y le dió un zarpazo en la cara, arrancandole un tentáculo. Lejos de rendirse, el k’thir empezó a lanzar una retahila de palabras incomprensibles, una maldición que manaba con voz gutural desde el fondo de su garganta.

Su cántico pasó a ser un gorgoteo desagradable y ahogado. Aldana le había incado los colmillos en la traquea, y a pesar del pataleo del n’raqi dió un tirón y se la arrancó de cuajo.

Otros cuatro hechiceros la rodearon. Ella lanzó un gruñido de advertencia, pero ninguno pudo hacer nada antes de que un relámpago los friera vivos.

—Se estan acumulando en el puente, Aldana. ¡Ayúdame a despejarlo!

—Vamos, chaman.

Se pusieron espalda con espalda y alzaron los brazos. El viento aulló de rabia y un tornado surgió a su alrededor. Los esbirros del olvido que intentaron atravesarlo salieron volando por los aires, pero los que se quedaron atrás no salieron mejor parados. Elune misma había puesto sus ojos sobre ellos y sus lágrimas astrales llovieron sobre ellos con toda la furia de la Diosa. El tornado creció en intensidad: lanzaba relampagos y varios cadáveres empezaron a orbitar a su alrededor. Se hizo alto e inmenso como una torre, y en cuanto arañó el cielo de Ny’alotha Moki lo lanzó hacia el frente.

La rugiente furia del aire dejó un rastro de devastación a su paso. Avanzó hacia delante sin que nadie pudiera detenerlo y se llevó por delante a todo aquel que no se apartara de su camino hasta llegar a la retaguardia, donde se disipó con un trueno ensordecedor.

Felix decapitó a un k’thir de un hachazo y se reunió con ellos. Estaba lleno de salpicaduras de sangre.

—Hemos despejado el camino a la plaza, comandante. Podemos arremeter contra su retaguardia.

Felix asintió al tauren y luego lanzó una mirada a la kaldorei, que estaba demasiado ocupada lanzando oleadas de estrellas como para percatarse de su presencia. Sin esforzarse por ocultar su alivio, alzó su arma y más aún su voz.

—El camino está despejado. ¡Un último empujón y tomaremos…!

La luz al final del tunel fue ahogada por una sombra de ocho ojos. Sus quelíceros rezumantes de veneno se agitaron en el aire como si intentara captar un perfume invisible. Giró la cabeza hacia él, lanzó un chillido estridente y cargó en su dirección al ritmo del traqueteo de sus veloces patas.

—…el puente.

Su corazón dió un vuelco. Reconocería a ese bicho en cualquier parte. Era An’erak, que había regresado de la tumba.

No, no podía ser ella. Felix apretó los dientes y el mango de su hacha crujió bajo sus nudillos. Era demasiado pequeña para serlo. Una cria, quizá. Pero aún así, seguía siendo una maldita araña del Vacío.

Se cubrió con su escudo, listo para recibir su embate, pero dió un respingo cuando un golpe seco sonó a su espalda. Se dió la vuelta y resopló aliviado. Era Aiden.

—¿Dónde te habías metido?

El caballero de la muerte apuntó con un dedo al cielo, donde una gran sierpe del mas allá empezaba a caer en barrena. Alainfierno aún estaba en su grupa dando gujazos a diestro y siniestro, pero las doce lanzas de hielo que atravesaban su cuerpo lanzaban destellos rojizos que las hacían inconfundibles.

—Justo a tiempo, verdugo —Aldana le dió un toque amistoso en el hombro.

Su voz sonó aún más metálica bajo la máscara.

—De la mini An’erak me encargo yo. Moki, si haces los honores.

El chamán asintió e hizo un gesto a los demás para que retrocedieran. Aiden alzó a Silencio sobre su cabeza y un relámpago cayó sobre ella. Sus runas parpadearon en patrones erráticos mientras aceptaban el poder de las tormentas. El filo de la guadaña se tiñó de azul y lanzaba pequeñas descargas que se perdían en el aire.

Aiden estiró el cuello e hizo girarla antes de ponerse en guardia.

—Vamos allá.

Cargó a través del pasillo que el viento había abierto. Su hoja trazaba arcos certeros que cercenaban cabezas y miembros de todo ignoto lo bastante insensato como para cruzarse en su camino, pero no se permitió que la lluvia de sangre le distrayera. La araña frente a él abrió las fauces y vomitó un proyectil de veneno que esquivó ladeándose, sin dejar nunca de correr. Un segundo disparo, más rápido esta vez, le obligó a cubrirse con Silencio.

Apenas estaban a unos pasos el uno del otro cuando ocurrió el tercer disparo. Aiden se lanzó hacia delante y rodó por el suelo antes de catapultarse en forma espectral por encima de la araña. Silencio se clavó en su lomo y su maestro volvió al plano terreno para aprovechar la inercia de su caida. El cayó de rodillas sobre el suelo, y la araña tras él lo hizo de espaldas.

Un ruido mecánico y Silencio se convirtió en una lanza. Aiden se la coló por la boca a la criatura, pero apenas avanzó unos centímetros hasta solo acariciar su faringe. La araña agitaba las patas en el aire completamente indefensa, pero sus duros colmillos se habían aferrado como lapas a la hoja de su arma y no la soltarían por mucho que él empujara.

Aiden gruñó. Un ignoto se le acercaba por detrás, y no venía solo. Se llevó una mano a la cintura y aferró la cadena de su farol. Ignorando el agradable cosquilleo que le recorría los dedos, incluso tras su Égida, lo alzó y lo colocó frente al rostro de la bestia. Su luz se intensificó y de pronto la araña se retorció como si sufriera el mayor de los tormentos. Su cuerpo se resecó y antes de que dejara de moverse sus patas se desprendieron de su torax.

Se dió la vuelta para encarar al ignoto, pero solo vió un surtidor de sangre y unas alas angelicales.

—De nada.

Se pusieron espalda con espalda y se enfrentaron a la marea de ignotos que se lanzaba a por ellos. Silencio desgarraba y Juicio destrozaba. Allí donde la espada no llegaba, la guadaña suspiraba; cuando las sombras repelían su acero sombrío, el metal consagrado de su compañera era la que llevaba muerte.

Aiden lanzó la guadaña a un grupo de k’thir y bloqueó un par de dagas largas con el antebrazo. Su mano libre surcó el aire y atravesó las costillas de su atacante, dió un tirón y se llevó el corazón aún latiente con ella.

—Ugh, que ascazo.

—No te me vuelvas remilgada ahora.

Giraron y cambiaron de posición. Una manada de pequeños escarabajos aqir se lanzó contra la paladín, que para su sorpresa ya no portaba arma alguna. Extendió los brazos, imponiendo la Luz sobre todos ellos, y su exorcismo en masa los redujo a cenizas. A su espalda, mandoble sagrado en mano, Aiden le perforó el cuello a otro hablabismos de una elegante estocada.

Algo silbó en el aire y Valerie lo cazó al vuelo. El filo de Silencio lanzó un quejido cuando sus runas se llenaron de magia sagrada, pero no le hizo ascos a aquella alianza y su barrido sacro redujo a cenizas a los últimos conjuradores. Alzó la guadaña como el hacha de un verdugo y decapitó al último aqir que quedaba junto a ellos. Aiden rodó por su espalda y partió al medio a un ignoto con un mandoblazo descendente.

Se miraron el uno al otro con extrañeza. Ella resoplaba, mientras que el caballero tenía los hombros caidos.

—No, no, no. Dame eso. Para tí la guadaña.

—Sí.

De los esbirros de N’zoth solo quedaba la retaguardia, atestada en la boca de la calle y el principio de la plaza. Algunos dieron un paso hacia ellos; a fin de cuentas, solo eran dos contra más de veinte. Pero cuando la cegadora cortina de niebla y luz tras ellos se despejó, lanzaron un grito ahogado y se atestaron en la plaza.

No solo el resto de los Defensores estaban tras ellos, cubriendo todo el puente a lo ancho y cubiertos de la sangre de sus hermanos, sino que el ejército invasor al completo ya había avanzado a su posición.

Kaltharion se crujió los dedos.

—¿A quien le apetecen bichos fritos?

—¡A la carga!

Los ejércitos de Azeroth se lanzaron como una bandada de buitres sobre el ganado moribundo. Las criaturas del Vacío chillaron de miedo y huyeron en desbandada desperdigándose por toda la ciudad. La plaza era suya, y lo celebraron con coros y gritos de guerra, alzando las armas y desafiando la indiferente mirada de N’zoth.

—¡De púta madre, damas y caballeros! —Yotni sopló el humo de sus pistolas, las hizo girar y las guardó de nuevo en sus fundas—. ¿Nos vamos ya a por el señor pulpo?

Tuercarcana negó con la cabeza.

—Aún siento muchos seres peligrosos en la ciudad. Podrían atacarnos mientras asaltamos a N’zoth.

—Los monstruos éldricos de uno en uno, gracias —musitó Drethz apoyándose en su martillo y resoplando—. ¿No deberíamos matar antes a los pequeños?

Aldana se cruzó de brazos.

—No me apetece dar vueltas en este sitio durante horas solo para cazar bichos.

—Los ejércitos se encargarán de eso y de las operaciones de rescate. Magni me dijo que algunos aventureros habían entrado en la ciudad para no volver.

—Entonces ¿a dónde vamos?

Un graznido grave atrajo su atención. Mir había regresado al hombro de su maestro, más tembloroso que nunca. Aiden le acariciaba con mimo y dulzura para intentar calmarlo, pero incluso tras su máscara se podía ver que su ánimo no era menos negro.

—Hay uno con el que deberíamos acabar. Una bestia de tumores y carne arraigada en el corazón de la ciudad. Los susurros emanan de ahí. Mir lo ha visto.

Los Defensores se miraron entre sí.

—Vale.

—Me parece bien.

—Pues vale.

—¡A cortar tentáculos se ha dicho!

—¿Dónde esta? —preguntó el comandante.

Aiden señaló con Silencio a las grandes fauces que se alzaban junto a la plaza. Entre sus dientes babosos y sus tumefacciones corruptas, se podía divisar una precaria rampa en espiral.

—Ahí abajo. En la oscuridad.

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Shield contempló la reacción de Ka,cuando lo vio aparecer en escena.
Observó como su rostro,generalmente impasible variaba. En un primer momento su rostro reflejó un “como se atreve a seguirme”, para a continuación,relajar los hombros aceptando su presencia…
¿Acaso esperabas menos…?
Contempló a aquellas dos personas,con la certeza de que ni su hermana,ni su paladín le iban a permitir llevar a cabo sus planes de “morir” de nuevo.
Aquello le conmocionó,puesto que significaba que ambos,a pesar de su condición le amaban…
Con una torva sonrisa,se volvió hacia su radiante paladín…
¿Que pasa “nene”,no puedes dejar de seguirme?..
Aquel tono burlón, pretendía esconder el torrente emocional,que recorría todo su ser.
Shield,con sonrisa traviesa,hizo como que no le había oido,y dirigiéndose hacia Azhura le dijo…
¿Crees que entre los dos, podemos proteger a la niña? Con ese arma tan grande,igual se acaba haciendo daño.
Azhura no pudo evitar una carcajada,y un guiño al paladín, y con tono afectuoso le dijo…
Supongo que entre los dos podremos,ya sabes,siempre ha sido una cabecita loca…
Ka los miraba a ambos, como si los fuese a estrangular en ese momento. Sus brillantes ojos azules relampaguearon.
¿Habeis acabado ya,comadres?
Tenemos unos cuantos bichos que matar. Y alzando los hombros con arrogancia, comenzó a caminar hasta colocarse en el grupo de héroes.
Azhura dió un golpe amistoso con el codo a Shield,y ambos caminaron en pos de la alzada.
La mirada que ambos cruzaron, fue la constatación de un pacto…no iban a permitir que su “pequeña” sufriese ningún daño letal.
Pronto,el trío, mezclado con el heterogéneo grupo, se vió arrastrado a la acción que iniciaron los comandantes

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El polvo se alzó cuando la plataforma alcanzó su destino, nada más poner un pie fuera del ascensor los susurros golpearon su mente

  • Únete a nosotros, solo con la ayuda del maestro lograras salvar Azeroth.

  • N’Zoth te otorgará el poder para acabar con ese bastardo, acepta su don.

  • Sabes que llegas tarde mortal, sálvalos a todos, únete al Imperio del gran maestro.

  • Tu orgullo acabará con tus seres amados, acepta el don de N’Zoth o… mánchate las manos de la sangre de los inocentes.

  • ¡BASTA YA! hundió el mandoble en el suelo en un atisbo de hartazgo N’Zoth eres genuinamente un dolor de muelas, no pienso seguirte así que haz el favor de dejar de susurrarme ¿Te ha quedado claro?. La voz se perdió en la penumbra, resonando su enojo entre las rocosas paredes y columnas de la estancia, a la vez que el silencio retornaba a la mente del no muerto.

Continuó caminando esquivando cascotes y peñascos, por mero aburrimiento golpeo un cascote, que precipitándose por el borde de la pasarela desapareció en la penumbra, escuchándose su embate en el agua considerables segundos después Desde luego, sería un lugar que Brann amaría.

En lo que pareció una eternidad caminando, algo precipitó sobre la cabeza del enano, gélida agua cayendo en un goteo sin fin, sin pensarlo dos veces se subió por instinto la capucha negra como el ébano, dejando dos luceros azules fantasmales visibles tras la oscuridad sin rostro, continuando su camino al incierto destino

La monotonía de la pasarela quedó interrumpida cuando el ya familiar hedor a podredumbre le golpeó la cara, incluso habiendo perdido buena parte de su olfato era capaz de reconocer el tan característico olor de los siervos de N’Zoth

Con que has llegado hasta aquí Se ajustó la capucha, ocultando más su apenas perceptible rostro sea como sea necesito el poder de ese vigía desenvainó el mandoble cuyas runas fulguraban alertadas y continuó caminando

Finalmente encontró el final de la pasarela, interrumpida por el imponente portón, el cual debía pesar lo mismo que el glorioso portón de Forjaz, si no más, pese a ser una fracción del tamaño de esta, o eso pensaba hasta que cruzó bajo ella y su grosor, mayor que la de los muros de Ventormenta.

No se detuvo en admirar el portón, pues las decenas de los diversos secuaces de N’Zoth que yacían muertos bajo este le hizo temer lo peor, que el vigía ahora era parte de las huésped del dios antiguo, como había escuchado de Ra-den, por lo que se apresuró a atravesar la improvisada cuña de carne que bloqueaba el pesado portón

Tras atravesar el portón algo detectó su presencia, de inmediato la cámara se iluminó presentando a su huésped y los vestigios de una fiera batalla reciente, pues las paredes de la estancia permanecían teñidas de la oscura sangre de los irreconocibles fragmentos de carne y hueso incrustados en todas las superficies, a lo que el enano dio un paso hacia atrás, algo sorprendido por la escena

Sentado en un trono de golems y terráneos, de cuyos pechos nacían oscuras cavidades de donde se podría considerar que en algún momento latía corazones, el colosal vigía esculpido por los mismísimos hacedores en acero, bronce y plata miraba regiamente el masivo portón impasivo ante el nuevo intruso bajo su inexpresivo rostro. El enano escrudiñaba con detalle su presa, si es que lograba acabar con él y no a la inversa como acabaron las desafortunadas huéspedes de N’Zoth que regaban aplastados la sala o aquellos que como lapas se adherían muertos a la impenetrable armadura que portaba con orgullo y que humillaría hasta el más diestro herrero de Forjatiniebla

Por unos instantes el enano olvidó que hacía en aquel agujero dejado de la mano de la Luz maravillado por el coloso y sus finos detalles, aquel rostro humillaba su trenzada barba, más alta que él y con un nivel de detallado en cada cabello que dudaba que fuera real, aquel cabello, forjado en bronce y cuyos rizos se asemejaban a las olas que rompían las gélidas costas de Rasganorte trasladó su mente a los tiempos de los titanes, como le hubiera gustado visitar con tranquilidad Ulduar y perderse entre sus secretos, al final en todo enano existe un vínculo con los titanes y sus obras, sin embargo la fría voz que emanaba tras la férrea máscara barbuda le devolvió a la realidad

Presencia exógena detectada. . . Iniciando diagnóstico… diagnóstico concluido: Fuente de magia necrótica detectada, corrupción de la carne detectada, signos vitales no detectados, no se han detectado otras fuentes de corrupción. El huésped se alzó, precipitando cual martillo los cadáveres que aún se aferraban a él Vigía Titánico. Tritón activado Dejó caer su férrea mirada inquisidora al enano ¿A qué se debe la presencia exógena invasora?.

El enano con una muesca en la cara relajó su postura, pero manteniéndose cauteloso dio un paso al frente y carraspeó Azeroth se encuentra ante una gran amenaza, como veo que usted sabe, pero no vengo a hablarle de dicha amenaza pues será solventada por grandes campeones por un instante le vino el recuerdo de su grupo acabando con N’zoth en su línea temporal si no de la amenaza que se cierne tras ello.

El vigía permaneció inmóvil, carente de emoción alguna No se detecta hostilidad, continúe hablando.

  • Gracias, la amenaza en ciernes se ha hecho con un gran poder que amenaza con acabar con todo atisbo de vida y probablemente con la misma existencia del alma de Azeroth, es por ello que necesito… entrecerró sus ojos, tornando su voz tan carente de emoción como la del huésped y tan fría como los yermos helados de Corona de Hielo su alma.
  • ¡NECIO! Los ojos del constructo estallaron en llamas ante el irrespetuoso enano ¿Cómo osas venir hasta mis dominios exigiendo mi alma?, Vas a acabar igual que estos infraseres del dios antiguo pero… como ha sido diplomático permíteme llevarte a un escenario más… apropiado, un gran poder ruge en tu interior y no quiero dañar más la cámara que los hacedores crearon para mí. Alzó sus brazos hacia la cúpula, tomó el pesado tridente forjado en acero titánico, cargado de runas y envuelto en polvo y cascotes que colgaba de unas gruesas cadenas y de un tirón las hizo añicos, atronando en el suelo al precipitarse, haciendo estallar un eslabón el cadáver del aqir que a sus pies se encontraba, el enano grácilmente esquivó dichos eslabones
  • Vamos al nivel de la forja, allí hay espacio de sobra para lo que espero que sea un combate decente, esos infraseres no sirvieron ni para calentar El destello tras aquellas palabras cegó al enano. Al abrir los ojos los férreos pies del vigía ocupaban su campo de visión, alzando la cabeza logró vislumbrar al vigía esperando erguido empuñando el tridente
  • Entonces esto será un duelo honorable, que así sea entonces Tritón. Hizo una reverencia, empuñando firmemente su nuevo mandoble de inmediato, las runas rugían hambrientas ante el vigía
  • Pienso acabar con usted, pero espero que me ofrezcas un mínimo entretenimiento, llevo miles de vuestros años sin ningún desafío, le permitiré que cargue primero.

Determinado apretó su empuñadura Agradezco el detalle, pero no puedo permitirme morir aquí dentro sin su alma señor Tritón, espero estar a la altura. El gélido frío de las profundidades le facilitó cubrirse del manto del invierno al congelar el aire a su alrededor, cargó contra el vigía decidido a adquirir su poder.

¡NADIE QUE OSA VENIR A MIS ESTANCIAS SOBREVIVE PARA CONTARLO! Gritó el vigía encolerizado, inundando hasta la última cavidad de la inmensa galería

Continuará en breves

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Mientras caminaba tras ellos sus gélidas pupilas echaban chispas.Como se atrevían a bromear con ello?
Porque osaban a oponerse a sus propias decisiones?
Ellos no entendían lo que significaba la muerte,no podían entender cual amarga era su condición. Condenada a vivir en contra de su voluntad,a amar sin poder demostrarlo ni con un abrazo
A no poder disfrutar de una buena comida,a no dormir,a tantas cosas…
Echaba de menos la vida.Era como una flor seca,marchita,que no se pudre pero que tampoco vive.
Fría como el hielo,con el corazón congelado,sin latidos, sin vida,sin sangre que le corriese por las venas.
Era un ser antinatural,algo que no debería existir,que solo estaba allí por la inmensa maldad de Arthas.
Pero los amaba…no entendía el porqué. Quizás el rey exánime no llegó a despojarla de su alma o no de todo
Siempre había querido a su gemela.Ahzu leía en ella como en un libro abierto.Eran la antítesis la una de la otra. Ella era la seria,la tranquila,la que necesitaba una vida ordenada,Ahzura era una loca,era la divertida,la que se llevaba las atenciones,era sensual,popular…nunca había sentido envidia de ella,ni celos.Pero en ese momento al verla bromear con Shield se enfadó,no por el hecho de ver esa camaradería si no porque estuviesen de acuerdo ignorando sus propios designios.
Y aquel paladín…terco como una mula,desafiando su propia condición, amándola, siguiéndola hasta la propia muerte.

Pero era orgullosa y aunque por un momento estuvo tentada de matarlos,de gritarles que la dejasen morir en paz…al mirarlos solo pudo bromear para que no notasen la ira que bullía en su interior.
Sonrió para si misma a sus espaldas…no podían controlarlo todo.Y no…no se lanzaría a morir como una suicida contra un ignoto,lucharía hasta que muriese de forma natural como tantos guerreros en una batalla. Y en medio de aquella legión de esbirros de N´zoth…no podrían verla. Solo tenía que alejarse de ellos durante la batalla y que el destino siguiera su curso.
Era una decisión egoista? Seguramente,y seguramente ellos sufrirían por su muerte,pero no más de lo que ella ya sufría en ese momento.
Cuando se acercaban al grupo de campeones desenfundó de nuevo sus hojarrunas con una sonrisa de suficiencia.

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Agachada y ralentizando su paso mientras se acercaba al agua hasta que finalmente vislumbró su premio. Un oso negro adulto bebiendo con cautela en la orilla del lago como si fuera a intentar pescar un pez. La piel obsidiana de la bestia brillaba bajo el sol, una piel que deseaba reclamar. Lentamente se agachó hincando una de sus rodillas en el barro mientras apuntaba con total precisión … apretó el gatillo.

El disparo del rifle sonó a través del lago, bandadas de pájaros cercanos volaron presas del pánico hacia el cielo. El oso se tambaleó por un momento, luego … cayó, la precisa puntería de Svelien una vez más se demostró en un disparo directo al corazón de la bestia.

Retiró el cerrojo del rifle, expulsando el cartucho gastado y colocando uno nuevo. Recargado, se echó el rifle a la espalda y se dirigió hacia su premio.

Cogió una cuerda de la bolsa y la ató alrededor de las patas traseras antes de usar el otro extremo para arrastrar al animal fuera del lago hacia un árbol cercano, una vez encontró una rama adecuada tiró el extremo libre de la cuerda hacia arriba agarrándolo del otro lado y poniendo todas sus fuerzas en izar al oso en el aire, hasta que solo sus patas delanteras quedaron tocando el suelo.

Svelien se quitó la mochila y la capa, sudando por aquel esfuerzo.

Buscó su odre de agua, bebió un sorbo antes de usar la mayor parte del contenido para enjuagar la suciedad de la piel del trofeo, luego sacó su cuchillo y desolló a la bestia pasando así la mayor parte de la tarde hasta que finalmente terminó.

Amontonó la carne del oso envolviéndola, luego enterró los órganos y huesos como si de un ritual se tratase entre cazador y presa antes de recuperar sus cosas y la improvisada “bolsa” de carne, lista para partir, comenzó dirigiéndose a la cercana aldea de Rama Sombría llegando poco antes del anochecer.

Piel y carne en mano colocó la carga sobre una mesa vacía bajo la mirada de la proveedora Tria

— Paga un precio justo por las tres cuartas partes de esta carne y te perderé el pelo en poco tiempo.Svelien declaró mirando a la Kaldorei. —Pero la piel y los mejores cortes no están a la venta.

La proveedora simplemente gruñó y le arrojó un monedero que la Enana brevemente inspeccionó antes de asentir en aprobación y deshacer la cuerda que sujetaba la carne dentro de la piel.
Sacó un gran porcentaje de la carne y la colocó a un lado de la mesa, volvió a asegurar la piel y salió de allí con el monedero guardado en la bolsa de su
cinturón y salió de la aldea Rama Sombría preparándose para el viaje al campamento.

La caminata de regreso fue más difícil dada la carga adicional que transportaba y la energía gastada a lo largo del día. El cielo se estaba oscureciendo y un dolor sordo había comenzado a filtrarse en sus músculos, pero siguió adelante ignorando el hambre y acelerando su paso.

Pasaron unas pocas horas antes de que las llanuras del Campamento Ataya aparecieran a la vista, aunque tenuemente en la noche.
Soltó un suspiro de alivio ya que pudo distinguir el contorno de su pequeña casa entre las montañas hasta que finalmente llegó después de un largo pero exitoso día.

Svelien puso un pie dentro de la pequeña vivienda, descolgó su rifle y lo colocó en un estante junto a su mochila cerca de la entrada del pequeño sótano que había cavado. Libre de cualquier cosa que pudiera obstaculizar un mayor movimiento, desató la piel y la carne del paquete y abrió la escotilla que conducía al sótano.

Con cuidado bajó la escalera hasta una cámara de piedra tallada a mano, el suelo estaba lleno de hojarasca acumulada, desató la piel y separó la carne en varios filetes cortados de las costillas del oso. Abrió un pequeño cofre colocado a lo largo de la pared, sacando varias tiras anchas de cera que utilizó para envolver la carne, se dirigió a un tallado cofre de piedra medio oscurecido y lo abrió. La carne fresca se unió a una colección de varias más, todas envueltas y congeladas de manera similar en su estado de almacenamiento gélido, todo lo que quedaba era cuidar la piel, cogió su odre de agua y usó lo que quedaba de su contenido para enjuagar los restos de la carne, extendió la piel a lo largo de la hierba y descorchó la jarra, revelando la sal almacenada en el interior, agarró un puñado de sal y empezó a frotarlo en la piel del oso. Satisfecha llevó la piel a una mesa de roble vieja dejándola curar y regresó al interior.

Estaba exhausta después de los eventos del largo día y finalmente se quitó las botas. Todo lo que quedaba ahora era lavarse y alimentarse antes de dormir. Encendió un fuego en lo alto de su hogar y recuperó uno de los filetes de oso frescos aún no congelados. Sacó la carne y la puso a cocinar mientras disfrutaba de unos tragos de cerveza que el viejo Rogan le dio aquella misma mañana, bajo la enorme luna que inundaba el bosque de Feralas con el cantar de los grillos.

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No podía dormir aunque llevaba más de veinticuatro horas en pie.Se había acostumbrado a la vida diurna,a tener a Argent a su lado en la cama cada noche,y el disgusto que tenía por lo de Lith solo conseguían que diese vueltas en la cama.Sus padres descansaban hacía horas y no los quiso molestar.
Se vistió y les dejó una nota en la cocina,le pedía a su madre que le acercara a su nieta la mochila con sus enseres,ella volvía a Dalaran.
Pasó por el nido de Luna y acarició al animal que dormitaba al lado de su hija.
Sacó del bolsillo de su toga la piedra morada y musitó el hechizo.Mientras la luz verde la envolvía no pudo evitar mirar hacia el norte,donde se situaba el templo con tristeza
Apareció en el alto de Krasus,dudó si ir hasta la tienda o a casa.Seguramente Argent y Estel todavía estaban en Suramar.Y lo último que necesitaba su ánimo en aquel momento era encontrar su hogar vacío.Así que se dirigió a la tienda. Dawn atendía a un guerrero huargen que buscaba un encantamiento para su escudo.
Esperó paciente como si fuera otro cliente a que su cuñada acabase de atender al huargen,cuando el guerrero pagó el encantamiento y se fue Dawn la miró y al ver su cara se dio cuenta de que algo no iba bien.
-Que pasa Menel?
-Lith ha decidido quedarse en el templo.
-Ha escuchado la llamada de Elune…eso no es malo.
-No,no lo es,pero…
-Lo se,que un hijo se vaya de casa no es fácil,pero en el caso de Lith apenas has pasado muy poco tiempo con ella.
-Justo eso.
-Mi hermano ya ha vuelto?
-Lo dudo,y la verdad aunque no he dormido ir a casa y verla vacía aun va a ser peor.Vete si quieres,yo me quedo en la tienda.
-De eso nada!! Si no quieres ir a casa,vete donde Isirami,que te prepare uno de sus baños relajantes y duerme en la taberna.
-Esta bien,esta bien…
-Que no me entere yo que no duermes.
Menel pegó un resoplido.
-Caminasol tenías que ser-susurró.
Cuando estaba saliendo por la puerta escuchó a su cuñada decir:
-Te he oído Bosquensueño.
Soltó una carcajada.
Cuando se dirigía a la taberna se le ocurrió una idea mejor.Se dirigió a casa,y aunque en un primer momento verla a oscuras y vacía la entristeció,encendió la cocina de leña,puso a calentar agua y se fue a la habitación que usaban de estudio.Cogió unas sales de baño de frondasueño que ella misma había hecho,esperó a que el agua se calentase y con un levitar llevó el enorme caldero al baño.
Tras un largo baño relajante se secó,tomó un café y se deslizó entre las sábanas.Cambió su almohada por la de su esposo,conservaba su olor y suspiró con nostalgia.
Cogió de la mesilla de Argent el último tratado que este leía acerca de arqueología,se había acabado aficionando a las excavaciones tanto como él.
Describía hallazgos kaldoreis de gran importancia en Azsuna.Las ruinas y tesoros de su raza eran comunes en Azeroth desde la destrucción del pozo de la eternidad,los restos de su antigua civilización se hallaban diseminados por casi todas las costas del planeta.
No pudo evitar evocar tiempos pasados,la guerra,el horror y el dolor que causaron Azshara y la legión ardiente,la huida a Hyjal y como cuando los supervivientes se establecieron Illidan contaminó las aguas del lago con viales del pozo.Como se lo llevaron preso,como sufrió ella siendo apenas una adolescente.Recordó la tormenta de maná causada por los elfos que exigían el uso de la magia a Malfurion,su destierro…recordó casi una vida entera…y durante alguno de esos recuerdos,cayó rendida al sueño.

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Las palabras del trol había caído en saco roto pues los rumores de los ataques de los no-muertos ya habían llegado a Orgrimmar pero nadie les había dado mayor importancia. Tal vez fuera por creer que esos rumores eran falsos o por la necesidad de conservar algo de paz tras tantos tiempos convulsos, pero la realidad es que aquel joven trol solo recibió las burlas de los allí presentes. Poco a poco la algarabía habitual volvía a inundar la taberna mientras aquel agorero intentaba desesperadamente convencer a algunos de los clientes. Solo Prontamuerte y sus discípulos permanecían en silencio. Algunos de sus heladoras miradas se dirigían al desdichado trol que volvía a besar el suelo por quinta vez con las risas de quienes le rodeaban, otros simplemente estaban sentados mirando al frente mientras Prontamuerte fijaba su mirada en el fondo de su jarra con todavía algún resto de esa insípida cerveza a sus paladar. - Vámonos - exclamó mientras se levantaba casi al unísono con sus discípulos haciendo que las maderas de sus sillas rechinarán con el roce contra el maltratado suelo. Solo unos pocos parroquianos seguían con la mirada el paso de los caballeros de la muerte atravesando el local hasta que desaparecieron tras el umbral de la puerta. Xilandra era uno de ellos.

Zenkhi, así se llamaba el joven trol, no cejaba en su empeño de convencer vanamente sobre la amenaza que se cernía sobre ellos. Pero su insistencia no tardaría en pasar de ser causa de burla a una molestia. Los ánimos comenzaban a volverse violentos hasta que un enorme tauren puso fin al espectáculo. Su intervención fue los suficientemente imponente como para que se filtraran algunos sonidos del exterior. Una a una las miradas se iban centrando en la desvencijada puerta mientras el silencio comenzaba a invadir de nuevo la estancia dejando oír claramente los gritos del exterior. Un viejo orco sentado en una esquina con las claras marcas de muchas batallas grabadas en su cara miró levemente al trol y se alzó con una agilidad que desmentía su edad. Agarró una enorme hacha que colgaba de la pared a modo de decoración y miró a la concurrencia. Un pandaren sentado en una mesa cercana se crujió los nudillos mientras a otro lado un pequeño grupo de goblin echaban manos de sus mochilas llenas de cachibaches. Y así poco a poco, uno tras otros, los clientes apuraban sus bebidas y se disponían a lucha. El local quedó vacío en poco tiempo hasta que solo Xilandra, observante de todo aquello, permanecía allí de pie. Se tomó unos segundos observando aquella desierta taberna. El tabernero estaba refunfuñando mientras recogía los restos de unas sillas que unos mag’har habían usado para fabricarse unas rudimentarias armas. - ¿Qué te pasa, chica? - inquirió a la joven elfa perdida en sus pensamientos. La bruja no respondió, se limitó a hacer un leve gesto con la mano provocando que el aire reverberara un poco permitiendo que su leal abisario cruzara el velo que le separaba del vacío abisal. La bruja sabía lo que pasaba ahí fuera, ya lo había visto antes. Cuando un mar sin fin de no-muerto arrasaron su Lunargenta. Entonces no era más que una niña que apenas había comenzado a practicar la brujería a pesar de las reticencias paternas que no pudo hacer nada. Allí sufrió la pérdida de sus padres. El ambiente seco y nauseabundo de Orgrimmar le desagradaba, pero Xilandra no iba a permitir más sufrimiento. Era la hora de volver a luchar.

En Lunargenta Xylenia había comenzado ya a colocar las pertenencias de Eilyria. Las gujas de la ilidari ya ocupaban un lugar de honor en el salón y ahora se disponía a colocar una a una las piezas de la armadura de su tía junto a la de su propia madre. Ambas habían sido forestales bajo las órdenes de Sylvanas. El puño de la maga se cerró brevemente al recordar aquello. Aún no podía asumir, al igual que muchos de su raza, como aquella que una vez dio su vida para protegerlos les podía haber causado tanto daño. Apartó con furia aquellos pensamientos mientras dirigía su mirada a una pequeña caja que asomaba en una de las maletas que habían usado para traer las pertenencias de Eilyria. En su interior pudo observar unos restos de cuernos y una pequeña daga que la fallecida elfa había usado para tallar los colgantes que había regalado en a su ahijada en sus últimos instantes. Xylenia los agarró llevándoselo levemente hasta el pecho para luego depositarlos de nuevo en su lugar con cuidado. Guardó la caja y dirigió su mirada hacia el reloj. - Cuánto tarda - exclamó mientras emitía un bufido de exhasperación - Siempre igual cuando le toca cocinar a ella - Dirigió su pasos hacia la cocina y encendió uno de los fogones. Puso la olla con el agua a calentar mientras terminaba de cortar las verduras tal y como les había enseñado su abuela hacía años. Xylenia siempre había sido la más hábil en las tareas culinarias, no le quedó otra. Xilandra siempre estaba ocupada con sus estudios y Eilyria… bueno Eilyria era Eilyria. Recordar aquellos días le dibujó una sonrisa en los labios que desapareció fugaz. Una extraña sensación recorrió su cuerpo y volvió a mirar el reloj. Su hermana aún no había regresado, no era algo inusual, pero por alguna razón aquello le hacía intuir que algo no iba bien. Agitó las manos e hizo aparecer un portal. Una flecha atravesó el portal casi al instante rozando los cabellos de la maga. Algo iba mal y Xylenia no dudó en cruzar el portal. Al otro el caos se había apoderado de Orgrimmar. Los no-muertos campaban a sus anchas y la muerte no acogía a los caídos que volvían a levantarse con la mirada ida y la única intención de matar. Xylenia extendió con violencia sus manos hacia el suelo haciendo que este se congelara y varios no-muertos quedaran atrapados. No perdió ni un solo instante más en salir corriendo por aquellas calles invocando el nombre de su hermana mientras sus manos se movían por si sola eliminando cualquier enemigo que le saliera al paso.

Un no-muerto consiguió agarrarla del pie haciéndola caer. La maga intentó recomponerse lo más rápido que pudo y con un solo hechizo se deshizo de quien antes de levantarse como no-muerto había sido un trol llamado Zenkhi. Un enorme orco giraba sobre sí mismo balanceando una enorme hacha mientras las cabezas de los no-muertos que le rodeaban salían volando. En aquel caos resaltaba la imponente presencia de un infernal, y a sus pies Xilandra lanzaba uno tras otros hechizos de magia vil que prácticamente desintegraba los descompuestos cuerpos de sus adversarios. Un corto teletransporte y Xylenia se deshacía de los enemigos que le acechaban y apareció junto a su hermana. Las hermanas Solcalido de nuevo unidas en una batalla. Era algo digno de ver. La fluidez y la cadencia de sus movimientos parecían coreografiados.

La marea de no-muertos que atravesaban las puertas de la ciudad parecía no tener fin y los caídos cubiertos por el añublo se sumaban a las fuerzas enemigas. Todos los magos y sacerdotes de la ciudad unían fuerzas para intentar mantener a los combatientes a salvo de aquella niebla verda que surgía de los no-muerto caídos. La batalla duró horas hasta que el hacha del viejo orco acabó con el último de los atacantes. La victoria era suya y los gritos de júbilos inundaron las calles de Orgrimmar. Xilandra y Xylenia se habían unido a la efusividad de sus camaradas de armas hasta que los ojos de Xilandra se posaron sobre un pequeño grupo reunido a las puertas de la taberna. Prontamuerte yacía arrodillado frente al cadáver de uno de sus discípulos. El goblin sin prácticamente levantar la cabeza alzó su mano para invocar un portal por el cual él y los caballeros de la muerte desaparecieron portando a su hermano caído. Aquella no era la única imagen de dolor que podía discernirse en las calles de la capital de la horda. Pues eran muchos los que habían caido aquel día.

Las hermanas Solcalido regresaron agotadas a su hogar, pero una enorme humareda les recibió en su casa. - ¡La comida! - exclamó Xylenia mientras corría hacia la cocina. Xilandra se apresuró de inmediato en abrir todas las ventanas para dejar salir aquel humo. Instantes después su hermana apareció con una olla con el fondo completamente quemado lo que provocó una sonora carcajada en la bruja que la maga no tardaría en seguir. - Hoy comemos fuera - dijo Xilandra aún riendo. Parecía que aquella batalla, a pesar de la tragedia que suponía, había levanta la pesadumbre que se ceñía sobre Xilandra. Al menos brevemente.

Esa noche Xilandra no podía dormir. Sin duda la batalla llenaba sus pensamientos, pero también las palabras del goblin. “Las cosas no va bien por allí” había dicho refiriéndose a las Tierras Sombrías. Y ahora un ataque de no-muertos. Xilandra comenzó a tener la sensación de que una amenaza más allá de estos ataques venía a por ellos y que esta vez ni los muertos estarían a salvo. Inmediatamente sus pensamientos se centraron en su prima. No podía abandonarla. Si Eilyria no estaba a salvo tras el velo, entonces ella debía hacer algo para traerla de vuelta. Cogió una vela y se dirigió hacia la biblioteca. La biblioteca de los Solcalido era de las más extensas de Lunargenta. Un sinfín de libros que versaban de los temas más diversos. Desde compendios completos de herboristería hasta colecciones completas de gastronomía de todas las razas conocidas. Y por supuesto, una extensa sección dedicada a las artes mágicas, herencia de la familia durante generaciones. Pero Xilandra no buscaba nada de eso. Su interés era más específico, tanto que un solo libro entre cientos de miles hablaba sobre aquello. En la portada un esquema del universo que habitaban. “Luz, vacío”, “Orden, caos”, “Vida, muerte” rezaba en su portada. La bruja pasó levemente su dedo por la zona que representaba la muerte. Cuando abrió el libro una hoja se deslizó entre las páginas que cayó al suelo tras una leve danza en el aire. La elfa recogió la hoja y le echó un vistazo. Reconocía lo que veía. Era una serie de hechizos de ¡brujería! Xilandra sonrió al descubrir que ella no era la única bruja que había habido en la familia, alguien más en la familia Solcalido había tomado el camino de la magia vil y también había buscado lo que ella buscaba. La expresión de la bruja se volvió áspera. En gran parte reconocía aquellos hechizos y aquellos símbolos pero eran más complejos de los que ella jamás haya visto. Sin duda no solo había magia vil en ellos, sino una combinación con otras artes místicas. Pero Xilandra no tenía tiempo que perder, si alguien había encontrado el modo de traer de vuelta un alma, ella tenía algo que hacer.

Apartó los muebles y la alfombra dejando al descubierto una amplia zona del suelo de madera donde dibujó el mismo emblema que había en la hoja de papel. Reconocía muchos de aquellos símbolos y runas, algunos les era íntimamente familiares, otros los había visto en alguna ocasión, pero los que realmente le preocupaban era los que no reconocía. Aquellos parecían siniestros, como si relataran algún tipo de advertencia que no debiera ser ignorada. Despejó su mente de tales pensamientos y se dispuso para realizar el ritual. No se iba a echar atrás. El ritual exigía de un contenedor para el alma. La bruja no disponía de ninguno por lo que usó una piedra de alma que colocó donde debería ir el cuerpo contenedor. Se colocó en el centro de aquel extraño emblema, inspiró aire intentando espantar sus aún reticente miedo y comenzó a recitar aquel complejo hechizo. Aunque sus labios se movían ningún sonido salía de su boca. Aquel encantamiento no estaba hecho para ser escuchado por oídos mortales. De repente las luces de l a estancia se apagaron, quizás apagarse no sería la mejor descripción. Simplemente desaparecieron, al igual que la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas de la ventana. La más absoluta oscuridad rodeaba a Xilandra. No podía ver ni sentir nada. Un escalofrío recorrió su cuerpo y una voz oscura y cacófonica retumbó dentro de ella - No te llevarás ninguna de mis almas - inmediatamente Xilandra sintió un inmenso dolor, como si alguien intentara arrancarle el alma. Un grito carente de sonido salió de su garganta mientras se arrodillaba en el suelo retorciéndose de dolor. Y tan rápido como la había rodeado la oscuridad desapareció de su alrededor. Xilandra yacía en el suelo inmovil.

A la mañana siguiente la elfa despertó en su cama, su hermana Xylenia estaba durmiendo junto a ella. Xilandra sonrió. Apartó levemente los cabellos de su hermana que cubrían su rostro y la acarició con suavidad. Aunque no se percató en un primer instante y lo asumió como una ilusión, pronto notó que su mano estaba ennegrecida. Levantó su mano dejando que la suave seda de su pijama se deslizara dejando su brazo descubierto hasta el codo. No era solo su mano, su brazo también. Se levantó apresuradamente y se dirigió a su tocador. Sus ojos reflejaban el pánico que había inundado a la elfa mientras se miraba en el espejo. Su piel, sus cabello, incluso sus ojos habían cambiado de color; había fracasado y este era su castigo. Se frotó con tanta vehemencia la cara que la sangre comenzó a brotar de los arañazos que se había provocado. Respiraba agitadamente y estaba al borde del colapso. - ¡Xilandra! - la voz de su hermana calmó levemente a la bruja. Xylenia se había despertado. La elfa intentaba respirar más lentamente mientras su hermana la abrazaba. - He fracasado - se lamentaba. Xylenia no dijo nada, solo continuó abrazando a su hermana.

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BONUS TRACK

Prontamuerte y sus discípulos regresaron a Acherus portando el cadáver de su hermano caído. Nazgrim salía de los aposentos del trono y Prontamuerte le abordó - Se puede saber qué está pasando. Los necrófagos campan a sus anchas - El orco no respondió simplemente señaló un enorme ventanal de la fortaleza. El goblin avanzó unos pasos mientras miraba sin apenas poder creer lo que veía. Una enorme brecha recorría el cielo.

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