Una vida normal

Amanecia sobre Valdraken. Lya había pasado una noche de perros,entre el calor,la tensión y una enorme tormenta,que la había sobresaltado. Eärnur por fin habia conseguido calmarla,y ahora dormía plácidamente. El paladín,con un tierno gesto,arropó a Lya. Cuando dormía, su rostro angelical, se asemejaba al de una niña. En silencio,Eärnur se puso la toga,y salió silenciosamente. El enclave azur,estaba tranquilo a esas horas. Llamó a su nueva montura,un draco de la montaña,y sobrevoló la ciudad. Pudo observar como los comerciantes poco a poco montaban sus tenderetes,y a algún aventurero madrugador por las calles.
Aterrizó bajo Thyrhol,allí había descubierto un remanso de agua bajo las turbulentas cascadas,y era el sitio donde le gustaba nadar.
A menudo Lya le decía, que cada vez se parecía más a su valedor,el Lord Argentsword. Cuando se sumergia en el agua,bastante fría,cada brazada eliminaba los pensamientos negativos,después de media hora su mente estaba en blanco,y preparada para asimilar,y repasar las cosas que habían sucedido en su vida. Lo cotidiano,y lo que no lo era tanto. Normalmente,en esos momentos pensaba en sus camaradas y en sus amigos,preguntándose como les iría,y si se encontrarian bien de salud. Entre esos pensamientos,siempre ocupaba el lugar principal su paladina.
Un tanto veleidosa había irrumpido en su vida como un huracán. El otrora tranquilo paladín, había sufrido un “vuelco” en su vida,cuando se enamoró de Lya. Muchos de sus conceptos y reglas, fueron barridos de su mente,al compás de los latidos de su alborotado corazón. “Su niña” como el la denominaba cariñosamente,y de forma un tanto “posesiva”,había trastocado su aburrida y disciplinada vida en muchos aspectos. Por supuesto,el cambio no habia sido en absoluto negativo. De hecho,pasó a convertirse en el motor de su existencia. Siempre había sido muy protector para con los demás, pero ahora,había un matiz diferente, esa protección estaba preñada de amor,y la había “modificado”.La preocupación por el bienestar de su amada,ocupaba cada día un espacio preferencial. Muchas veces pecaba de cauteloso,cuando combatían juntos. Ella era muy capaz,pero él, no podía evitar asumir más riesgos,por el afán de protegerla.
La última vez que había hablado con Lord Argentsword,se lo comentó, pensando que quizás eso le invalidaba de cierta manera para cumplir sus funciones. El Lord guardó silencio,y miró hacia su esposa,no hizo falta nada más, la mirada que
el veterano paladín,había lanzado a su esposa, fue suficiente.
Eärnur quedó tranquilo,y sonrió soñadoramente,Lord Argent le pasó el brazo por los hombros,y dijo bajito:

  • Ellas lo son todo. Ponen nuestro mundo patas arriba,y a nosotros sólo nos queda seguirlas y cuidarlas. No te preocupes Eärnur,haces lo correcto…
    Belore ya asomaba por encima de los edificios de la ciudad,tiñendo de matices dorados todo el paisaje. Eärnur suspiró,se puso la túnica,y llamó a su montura.
  • Hay que volver a casa,amigo mio. Si Lya no toma su café al despertar, se transforma en una “princesa orca”, dijo con un guiño. El dragón lanzó un resoplido,y alzaron el vuelo…
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Hace poco inicié un nuevo libreto de mi gnoma, por que el actual estaba sobredimensionado en numero de páginas. :face_with_diagonal_mouth:

Es una nueva tira que empieza a contar desde algunas semanas despues del regreso de mi gnoma de las SL.

Humildemente, compartiré aqui con vosotros el primer capitulo. Se que no soy bueno, no escribo demasiado bien… Pero pensé que almenos, serviría de entretenimiento si alguno se aburre. :smiling_face:

Un saludo a todos.


Capítulo 1 : La taberna.

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El sol del mediodía, que pen.etraba desde el exterior, se mezclaba con la cálida luz de la lumbre. Un lugar acogedor para los sentidos, donde el olor a deliciosa comida abría el apetito, y las notas musicales invitaban al sosiego. Ideal para reconfortar cuerpo y alma en buena compañía. Hogareña y sencilla, como dirían, pero gustosa para el cansado viajero.

Una taberna de buena factura y tranquila compañía, normalmente… Hoy había alboroto.

En la barra, un enorme y grueso Kultirano de expresión escéptica ante la situación, secaba unas jarras con lentitud y paciencia, sin quitar ojo a una alborotadora Gnoma de ojos verdes y voz aguda, que reclamaba su jarra de Ron. Llevaban ya largo tiempo discutiendo.

El grueso tabernero recelaba de aquella pequeña desconocida de mirada aviesa.

— Qué edad dices que tienes, pequeña? — Las calmadas palabras del Kultirano, contrastaba con su enérgica mirada de desaprobación.

— Pero que dices!! Soy una gnoma!! — Las palabras del tabernero, fueron como afiladas dagas, para el ego de la Ñoma, que no dudo en elevar la voz. — No ves el tamaño de mi cabeza o mis proporciones?? ¡No soy una niña humana, Kultirano de medio engranaje! (Un insulto Gnómico muy usual entre ingenieros que el tabernero no entendió)

— Gnoma dices?? — La mirada del Kultirano, aleteó sobre el anodino y humilde atuendo de la pequeña, sin llegar a ninguna conclusión.

Todos los parroquianos miraban de reojo hacia la barra, con una mezcla de morbosa curiosidad y asombro ante el feroz carácter de aquella pequeña de pelo rubio platino. Los cuchicheos y comentarios en voz baja eran patentes en todo el local. Sería la comidilla del pueblo durante meses.

— Por Elune!!… Esto es increíble. — Espetó desconforme.

— Elune? ¿Eso es elfico, no pequeña? Tengo algo de zumo de fruta por aquí, mucho más idóneo para…

— Espera!! — La cara de Morda era feroz — Té mostraré algo!! Quedarás convencido!!

El Kultirano, reacciono con escepticismo y lentitud, sin saber muy bien qué esperar de aquella pequeña alborotadora, que sin titubeos, levantó su falda lo justo para dejar al descubierto una daga enfundada en una lujosa pieza de cuero tachonado.

— Qué te parece?? — Gritó.

Sin esperar respuesta, en un ágil movimiento, la desenfundó y de un salto, la clavó sobre la barra. Una puesta en escena que la gnoma disfruto al comprobar la sorpresa del tabernero y el silencio de los parroquianos. Sorprendente.

La gnoma no valoraba positivamente ser protagonista, disfrutaba del anonimato y el segundo plano. Pero si disfrutaba de un buen sarao.

— Una cría humana llevaría algo así?? Ehh? Ehhh? — Añadió provocadora.

El aún sofocado tabernero, empezó a recobrar la compostura mientras centraba su atención sobre la oscuridad que emanaba de aquella pieza. Una daga oscura como la noche, con gemas de color granate sangre sobre las que se observaban runas talladas. Seguro que muy antiguas.

La excepcional empuñadura hablaba de un trabajo de maestros artesanos, acolchada con tela de seda roja, del que colgaba una cadenita oscura, rematada con una extraña gema. Inquietante.

El Kultirano, no veía raro que una niña llevara algo para defenderse en aquellas tierras donde la brujería era un peligro constante. Pero aquella oscura daga hablaba más de su portadora que de sí misma. Así que comenzó a plantearse, no sin recelo, que podría ser verdad que no fuera una niña. Buscó con la mirada las caras de los parroquianos habituales como si necesitara consejo, finalmente se rindió y fue a llenar la jarra con Ron, con cierta pesadez. Aún dudaba.

Morda cambió de semblante nada más observar que el Kultirano se acercaba a las barricas de Ron, y comenzó a poner cara de boba, mirando con avidez, como servían su ansiada jarra. No pudo reprimir volver a dibujar su habitual media sonrisa y abrir los ojos con cierto tinte de lunática, ante la posibilidad de disfrutar un poco de la vida.

Vida que a veces le pesaba.

— Acuérdate del plato de estofado que te pedí. — recordó la gnoma, sin perderle de vista.

— No son muy comunes, los de tu raza por este lugar… Gnomos… — Musito, aún desconforme con todo aquello.

— No eh?? Por qué será…

— ¿Cómo dices?

— Digo que no olvides mi estofado calentito, por favor. — La gnoma sonrió efusivamente, tratando de mostrar agradecimiento. Dejo sobre la barra varias monedas de oro, (más de lo necesario.) y retorno su preciado y oscuro regalo, a su cara funda.

Con cara pizpireta y visiblemente contenta, tomó su plato y su bebida y fue dando saltitos, hasta la mesa más alejada, justo al lado de una cristalera de enormes proporciones, donde la esperaba una figura cubierta de pies a cabeza con una enorme capa oscura, de tamaño similar a ella misma.

De un saltito, se montó en la silla y dio un trago a su jarra, observando por la cristalera las hermosas montañas y los frondosos bosques que se deslumbraban a lo lejos. Increíbles vistas. Sintió cierto deseo de explorar aquellos agrestes paisajes. Una pequeña aventura.

En los penachos, aún había nieve y el día lucía grandioso. Sin parar de admirar aquello, se metió un trozo de carne en la boca y hablo sorprendentemente claro a la figura que reposaba, al otro lado de la mesa.

— ¿Seguro que no quieres nada? Te pido algo a ti tb?? — Miró fugazmente a su nerviosa acompañante con rostro feliz, antes de volver a pegar los ojos a la vidriera.

La oscura figura estaba claramente incómoda. Tratando de permanecer en las sombras en todo momento y cuidando con esmero que la capa la cubriera por completo. Se adivinaba que se trataba de una fémina de corta estatura, pero todo lo demás estaba oculto.

— Sabes la que se liará si me descubren?? No deberías llamar tanto la atención. Y el humano de allí, no nos quita ojo…

Morda, no dudo en girar la cabeza, mientras masticaba un trozo de carne, como impulsada con un resorte, ante la estupefacción de su acompañante, que dio un sonoro respingo al verla girarse tan descaradamente.

— Eso no es nada profesional, vamos Morda.

Humano atlético, con ropa ágil, colores oscuros y solo un baso de agua sobre la mesa. Sin equipaje. Ladeó la cabeza pensativa mientras observaba, como el humano disimulaba nervioso al verse observado.

— Perfavor, ¿Quién bebe agua en una taberna? — Frunció el ceño a modo de desaprobación, mientras pinchaba otro trozo de carne y se lo metía en la boca.

La enigmática compañía de la gnoma, negó con desaprobación, mientras tiraba de su capa en una y otra dirección, tratando de no dejar nada a la vista de nadie. Era tan hermética su capa, que llamaba la atención de la gente.

— He cumplido, te he escoltado hasta aquí sin problemas. ¿Cuándo llegará ese intermediario que mencionaste? ¿Es de fiar? — Sus preocupaciones eran sinceras y perneaba en el tono con el que hablaba desinteresadamente.

La gnoma pestañeo feliz. Pero en el fondo, no deseaba ponerla en peligro y la preocupaba que aquellos pueblerinos descubrieran a una gobling en su taberna. No conocían ni a los gnomos…

— llegará mañana, desde aquí puedo seguir sola. Te has ganado tu oro. — Trato de no reflejar sus pensamientos en sus palabras, sabía que si se lo pedía, se quedaría más tiempo a pesar de sentirse incómoda allí.

— ¿Buscas un tesoro o algo así? — Preguntó con curiosidad mal ocultada.

La risilla gnomica resonó en toda la taberna.

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VII. Visión de la muerte






Kun-Lai, Isla de Sahn-ze Dao Invierno del Año 39

Habían pasado cuatro estaciones y estaba en el siguiente invierno, Nhail pidió expresamente a la organización que necesitaba explorar Pandaria por sí solo y asumir cualquier peligro que pudiera encontrarse, era la mejor manera de avanzar en su entrenamiento mental, sentía que debía de aprender a pelear contra si mismo de una manera tan profunda y real que traspasase el mundo onírico y para ello tuvieron que pasar cuatro estaciones en pleno silencio, se dirigió a unas montañas en mitad del mar, Las Islas Sahn-ze Dao. Donde su única compañía era Odal, el golpeteo de las olas rompiendo contra las rocas y las hojas meciéndose.

Lluvia. Lluvia húmeda, alucinante y que adormece las extremidades. Esta noche, en el cielo, apareció como gotas de inesperadas y centelleantes delicias plateadas: una tentadora combinación de líquido húmedo y néctar pegajoso al aire se agitaba con estos demonios persistentes, cada zarcillo de agua se extendía para acariciar el suelo, sobre el cual flotaban dos cuerpos firmemente. En el centro del claro, entre fanegas de bosque, parecían ser la única luz en la opresiva oscuridad. Cerca de allí, los dioses del santuario contemplaban recelosa aprobación, y sus ojos hablaban de alegría y pecado sin redención. Para ellos, era apropiado que este acto de consumación se realizara aquí y ahora. Sólo entonces el mundo podría juzgarles.

En el atronador silencio de la lluvia, fue Nhail Shal’endir quien habló primero.

Aquel cuyos ojos estaban cegados por su temeridad, sus pies lisiados por tantas lecciones no aprendidas y el orgullo de su virilidad entre sus muslos sometido a enfrentar el rocío. De espaldas, Kætterenn contra el suelo, sostenida firmemente de espaldas, con las piernas abiertas y los brazos arañando los brazos de su elfo al que tanto anheló y que ahora, al fin, después de más de cuatro años, gracias a las cualidades que un mortal con un estricto, disciplinado y fuerte entrenamiento mental había logrado llegar hasta ella, al plano espiritual, dio un suspiro agudo y estremecedor y se giró en dirección a su amado.

— ¿Vas a llevarme en este instante mi amor?murmuró en voz baja.

Aunque su voz era ronca, su sonrisa seguía siendo dulce, sus labios siempre brillantes y relucientemente seductores.

¿O vas a esperar hasta que esté lo suficientemente ensangrentada para realizar esta repulsiva tarea de dominación ‘‘demoníaca’’?

Aunque no le gustaron aquellas palabras, sabía que estaba fingiendo un rol y que solo ella era capaz de que aquellas palabras sonasen de la manera más dulce posible. Nhail tuvo que admitir que ver a su ser de luz, su medio demonio debajo de el, usualmente engreída y dócil era extremadamente deseable.
Y no ayudó que, cuando rompió una rodilla(en ese mundo, eran completamente seres etéreos y moldeables, nada era rígido, nada podía romperse, pero cualquier despiste mental podría ser catastrófico una vez saliese de meditación) entre esas piernas bronceadas, obligándolas a separarse aún más, la delgada prenda inferior se soltó para revelar una de las visiones más hermosas desde que en aquella habitación en Ny’alotha, haciendo guardia la veía dormir, con cicatrices de varios tamaños salpicando su hermosa espalda desnuda al haber sido obligada a convertirse en un demonio, en una Man’ari, algo en contra de su voluntad, obligada por su padre al hacer un pacto con la Legión por mas poder, le ardía el corazón cada día que recordaba el no haber podido vencer a su asqueroso y cobarde padre.

Tuvo tan cerca la victoria…

La vista era todo menos repulsiva. Más bien, se encontró inconscientemente extendiendo el dedo hacia adelante para tocar los puntos de mayor satisfacción, arrastrando un dedo tras otro por el muslo musculoso de Kætterenn hasta el lío correoso debajo de su ombligo; escalofríos de emoción recorrieron su espalda mientras observaba cómo los ojos del Elfo de pelo largo y blanco se estrechaban, su sonrisa se convertía en un ceño fruncido mientras se movía.

La lluvia empapaba a ambos tan poderosamente, tan eternamente como la posición encima de ella. Incluso con toda su fuerza monstruosa e insuperable entrenamiento brutal e interminable después de su exilio, nada podría haber preparado a Kætterenn para la sensación de unos dedos tan curiosos, indagadores y gentiles como los de su amado haciéndole el amor.

¿Era realmente tan extraño que este pensamiento despertara a Nhail? ¿Que Kætterenn fuera más débil que él en este sentido; que era incapaz de este acto de sodomía estaba a punto de realizarse? Ambos deseaban lo mismo, demasiadas preguntas.

No digas esas cosasfinalmente murmuró al sensible oído de Kætterenn que discernió cada agudo y tenor de esa voz baja y fríaO podría simplemente escuchar tu muy atractiva sugerencia.

Kætterenn dejó escapar una risa temblorosa; miró directamente a la cara de su luz, que seguramente la estaría mirando fijamente, tranquilo. Había una marcada diferencia en su comportamiento y no tenía nada que ver con las posiciones actuales de los dos. Nhail sabía que, con suficientes incentivos, ella podría fácilmente liberarse del dominante; Sabía que este hombre era capaz de batir su superioridad en apenas unos segundos; que sólo podría retener tanto control mientras Kætterenn estuviera dispuesta a permitirlo pacíficamente. Pero también sabía que para lograr lo que más deseaba tendría que soportar esta sumisión. Esa fue la razón principal por la que él se sintió tan completamente a gusto mientras bajaba su cabeza hasta el hueco del cuello de ella, dejando que mechones de cabello largo y sedoso fluyeran entre sus dedos mientras inhalaba por fin su olor tras tantos años, pasando una lengua por esa húmeda carne.

Kætterenn no pudo controlar el sonido ahogado que escapó de su garganta ante el tal acto.

Tus afectos están fuera de lugarsiseó burlonamente, volviendo el rostro empapado por la lluvia y ahora sonrojado.

No apreciaba la engañosa pretensión de gentil cuidado; Fue sorprendente, nada de lo que esperaba, y sólo sirvió para prolongar aún más la noche más anhelada para ambos, aunque fuese de manera incorpórea, ya encontrarían la manera de traerla de vuelta al mundo de los vivos, estaban convencidos de ello, pero no era momento de pensar en eso.

Toma lo que quierassusurró con los dientes apretadosY no finjas.

No había nada más que veneno en su tono, pero Nhail sólo tuvo que hacer una pausa en sus cuidados para notar el ligero temblor del cuerpo presionado debajo de el, sentir el fuerte apretón de esas piernas fuertes y bronceadas mientras se movían para envolverse involuntariamente alrededor de su cintura, y observar a su guerrero cansado, casi desesperado en esos ojos cegados pero siempre hermosos.

Aunque sabía que Kætterenn no podía verlo, luchó por ocultar su expresión a este hombre increíblemente intenso que revelaban los fuertes latidos de su corazón palpitantes y el calor líquido acumulándose dentro de su estómago cuando finalmente sintió la sensación de algo particular abriéndose paso hasta la boca de su bajo abdomen con un movimiento de caderas sensuales y llenas de cicatrices. La lluvia pudo haber sido tan húmeda como un abrasador día de verano, quizás fue porque ella siempre le había parecido una mujer excepcionalmente extraña, tal vez fue porque desde que se conocieron en Ny’alotha se propusieron destruir cada aspecto demoniaco de Kætterenn y con ello… su estirpe y su padre, pero Nhail no pudo ni por su vida entender por qué ahora estaba inclinado por aquella mujer, su amor, que había plagado sus sueños durante tantos años—movimientos suaves como nunca antes lo había sido, sus bocas sólo a escasos centímetros para pasar una mano a lo largo de su impecable rostro.

Trazando los contornos de una frente elegante hasta un montículo de pómulos altos, deteniéndose solo para presionar un tierno pulgar contra unos labios húmedos. Las palabras fueron murmuradas antes de que pudiera detenerlas.

— ¿Quién dijo que estaba fingiendo?

Cuando los ojos de ella se abrieron con sorpresa ciega, Nhail aprovechó esta oportunidad para asegurar su control sobre la impredecible medio demonio, anulando por completo los cuatro puntos cruciales de movimiento en ambas muñecas, sujetas con tanta fuerza contra sus hombros. Los brazos cayeron al suelo impotentes; parálisis durante el tiempo justo, suficiente para que terminara su tarea sin interferencias…

Termina y vete. Déjalo solo, solo, en este bosque oscuro. Con la lluvia.

Gughgruñó Kætterenn, sacudiendo su cuerpo hacia adelante con repentina iradebí haberlo sabidodejó escapar una risa amarga y se contrajo ásperamente.

Estímulos despiadados y devoradores; únicamente por el engaño insensible, aunque involuntario – estaban mareando a Nhail con nuevas oleadas. Se estaba volviendo cada vez más obvio. Empapado hasta los huesos, la lluvia explotando desde arriba, la ropa medio desgarrada para revelar carne desnuda untada fuertemente una contra la otra, era solo cuestión de tiempo.

Ambos lo sabían, se detuvieron abruptamente en sus violentas ondulaciones, se quedaron quietos el tiempo suficiente para mirarse, admirarse el uno al otro, con la expresión cambiando en un instante. Cumple una vez más.

Todo lo que tomó fue un segundo para quitar los restos de la ropa interior de Kætterenn, revelando su totalidad y suavidad. Estaban tan mojados por la lluvia (una lluvia tan mordazmente caliente que Nhail tenía la necesidad hacerla volver a la vida) que sintió que era innecesario humedecer la oscura caverna que lo esperaba debajo, compacta de músculos tensos. Que seguramente no debía estar preparado para su intrusión…

Separó sus propias prendas y deslizó lentamente una mano por la longitud palpitante, con los ojos pensativos, vacilantes y muy conscientes de la mandíbula apretada de su compañero, el puro nerviosismo en sus propios ojos ciegos y el apretón de sus piernas mientras tiraban de él.

Más cerca, más cerca. Asustada. Tan asustada después de todo, Kætterenn siempre se había considerado así misma una cobarde por culpa de su padre, hasta que apareció Nhail y le hizo cambiar por completo aquella idea tratándola como se merecía, como un ser vivo con un corazón puro, como alguien que siente y ama y no como una demonio con un único fin en la vida, respetada, valorada y amada. Y todo aquello la hizo sentirse mas valiente frente a las adversidades. Recordó el comentario casual del pícaro acerca de —‘’para ambos sería la primera vez’’— y ella tan dispuesta y tan abiertamente de esta manera, goteando gotas de nectarina y con los labios jadeando en respiraciones pesadas y brillantes; dudaba que realmente pudiera soportar escuchar el enfermizo chapoteo de la sangre mezclándose con la lluvia.

Sus ojos abiertos y brillantes amatistas, la cicatriz vertical de su ojo izquierdo resplandeciente, jadeando, hermosos mechones mitad blanco y mitad negro arrastrándose debajo de ella como un velo alado, un ritmo lento.

Oh dioses mi luzNhail no pudo evitar gemir, sus ojos azules brillaban con un deseo desenfrenado, su mirada casi loca por su intensidadTú…eres tan…ella soltó un resoplido tembloroso y su boca se curvó en una mueca poco convincente.

Cada movimiento fue cuidadoso, delicado, sin prisas y completamente diferente al de pícaro.

Ya ni siquiera séuna fuerte inhalación de airequé es lo que estás haciendo.

Asegurándome—una sonrisa en su voz—que lo haré tan dulcemente como pueda.

¿Y por qué diablos eso debería importar?

Pero todo lo que pudo hacer fue jadear (el inusual y sensual sonido reverberaba a través de su pecho en ondas de pura y extática felicidad). Nhail no pudo controlar la sonrisa mientras una mancha roja cruzaba esas mejillas. Presionó el lugar una y otra vez, cada vez más prolongadamente que la anterior. El placer le permitirá olvidar…

Inmediatamente, el contacto directo (el más íntimo y decisivo de la noche) provocó una reacción ardiente, los dedos se cerraron alrededor de sus hombros y las largas piernas se curvaron en la forma de su cintura, entrelazándose. Se juntaron para abrazarlo con tanta fuerza que sabía que no habría escapatoria. Pero lo que lo sorprendió fue el movimiento agitado de la cabeza de Kætterenn cuando ésta se posó sobre su pecho. Podía ver mil halcones volando sobre el cielo y sentir mil flores de loto brotando en su pecho.

Ella se estaba cansando tanto como él de esperar.

Deslizando una mano debajo de ellos, a través de una mancha de ropa pesada y carne empapada, la hermosa medio demonio estaba encantada de encontrarse con algo tan prometedor como antes. No estaba dispuesta a decirlo en voz alta, pero esos pocos minutos jugando con su amado habían sido el mayor sostén de su vitalidad en mucho, mucho, mucho tiempo, el Errante de copete alto se movió para estirar su cuerpo lánguidamente-

¿Importa?susurró entre finos mechones de cabello silenciosamente temblorosos, respondiendo finalmente a la pregunta.

Porque no estoy fingiendo, nunca lo he estado haciendo.

El cielo… instantáneo e hirviente. Soltó un vertiginoso suspiro cuando anhelaba salir y golpearlos una y otra vez hasta que no quedó nada más que las vibraciones huecas de su piel chocando una contra la otra.

Ella todavía estaba sonriendo ante la idea cuando movió sus caderas a una posición más eficiente, las giró hacia arriba, animándolo.

¿Estás bien? ¿Puedo continuar?preguntó, tranquilo y gentil.

Kætterenn no respondió y se negó a encontrarse con lo que debió haber sido una mirada exasperante con el cabello desparramándose sobre sus hombros mientras inclinaba su cabeza una vez, moviéndose sugestivamente hacia arriba y luego hacia abajo para indicar su consentimiento.

Lo tomaré como un sí

Los dioses observaron cómo su amor se manifestaba bajo una noche envuelta por nubes tormentosas, mientras la lluvia caía en torrentes sueltos. El agua se acumuló alrededor de cada forma tangible en la oscuridad. Ya casi habían terminado.

Cuando Nhail sintió una ráfaga anormal de calor contrajo con tanta fuerza que pensó que podría explotar por el repentino ataque de adormecimiento mental y delirante placer.

Oh dioses, oh dioses, mi preciosa luz.

Sílaba con cariño, inconscientemente acomodando su cabeza contra el pecho de ella, respirando el aroma de la hierba de medianoche, el sudor de sus entrelazados, apenas olor notable a algo mohoso y estancado al mismo tiempo que sintió un temblor revelador en los hombros de Kætterenn que tenía sus mejillas enrojecidas y las manos apretadas en puños, esta vez con la cabeza de ella firmemente enterrada dentro de un sólido pecho.

Cuando unos dedos callosos y coaccionadores obligaron a levantar su mirada para encontrarse con insondables profundidades que nunca podría ver, Nhail sentía lágrimas en sus ojos al despertar del estado de meditación tan profunda que había logrado, pensar que no sabría cuando volvería a verla y sentirla nuevamente, pero ahora estaba convencido de que haría cualquier cosa de revivirla, de devolver el alma encerrada en la armadura a su cuerpo y devolverla a la vida, tenía que haber una manera.

La vista hizo que Nhail quisiera besarla mirando en silencio esos orbes expansivos de seda pero ya se había esfumado para su desgracia, aunque por otro lado se sentía orgulloso de lo que había logrado gracias a las enseñanzas de los Maestros Omnia del Shadopan.

A veces el mundo era un misterio. Limpiando las lágrimas antes de que pudieran caer en el pacífico silencio que lo acompañó durante el resto del día.

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Semanas mas tarde

Había abandonado el calor del fuego y se adentró en el profundo abismo del bosque en busca del pequeño santuario que solo el aislamiento podía brindar.

La lluvia golpeaba el suelo como dedos nerviosos golpeando el vientre hinchado de la Madre Tierra. Una vez que se alejó lo suficiente de su pequeño campamento improvisado, se sentó en la tierra húmeda y el suelo se hundió para acunarlo como si fuera un cojín. Nhail sacudió la cabeza en un intento de quitarse el cabello mojado de la cara y aspiró una gran dosis de aire limpio, nada que ver con el aire que colgaba como cortinas opresivas como en el resto de continentes que él había explorado y conocido, Pandaria era un continente único y especial.

Fuego chisporroteante y el olor corporal del Elfo. Uno pensaría que la lluvia eliminaría su hedor, pero eso solo hizo que oliera más como un perro mojado que se revolcaba en algo desagradable. Llenando y vaciando metódicamente sus pulmones con el aire limpio de aquella isla, comenzó a sumergirse en una meditación relajante y acogedora. Se sintió arrastrado, como por una cuerda, hacia un profundo y solitario abismo, donde todo se hundiría menos sus propios pensamientos y el constante golpe de la lluvia contra sus hombros, arrullándolo más profundamente en sí mismo.

…el constante golpe de la lluvia sobre sus hombros…

La lluvia había dejado de golpearlo y abrió los ojos. A sólo treinta centímetros de él, la lluvia seguía golpeando la tierra con furia apasionada pero había dejado de caer sobre él por completo. Se quedó perplejo por un momento sobre esto antes de ver una manga rosa cayendo ligeramente extendida sobre su cabeza. La manga, por supuesto, estaba unida a una mano que sostenía un paraguas sobre el cuerpo ya empapado. Ese brazo, por supuesto, estaba unido a un ansioso por complacer al elfo quien durante su breve meditación había escapado de sus defensas y se había sentado a su lado. Trató de no dejar que su irritación se reflejara en su rostro, Mei era una pandaren sensible y propensa a tener ataques de ira cuando estaba herida.

— ¡Hola Nhail!— chirrió, sonriéndole¡Te vas a resfriar si te quedas aquí sin paraguas!

No era que no le agradara Mei o que la encontrara tan irritante, todo lo contrario, se había convertido en su mejor compañera desde que iniciaron La Prueba de los Pétalos.
Tal vez el haber pasado cuatro estaciones aislado consigo mismo después de tanto tiempo en compañía día tras día le había hecho un poco huraño, también exigió expresamente a la organización que no quería que fuese molestado y que el volvería para despedirse, agradecer y recoger sus pertenencias antes de partir hacia su hogar.

Era simplemente el hecho de que viajar con compañeros completamente infantiles lo ponía de los nervios. Pero se dio cuenta de que Mei quería decir algo. A menudo le resultaba difícil hablar con él, pues sus ojos siempre mostraban frialdad e inexpresividad a pesar de haber encontrado la felicidad en aquel continente, y su silencio a menudo le hacía tener miedo de decir lo que pensaba. Finalmente, con el rostro arrugado en una expresión de determinación infantil, abordó el tema.

Nhaildijo, moviendo el paraguas¿cuándo fue el momento más feliz de tu vida?

Mei había estado trabajando para confesar que este, este viaje caprichoso había sido el mejor momento de su vida hasta el momento. Quería confesar que cada día se había sentido como una nueva aventura. Se moría por hablar con alguien al respecto. Aquel deseo que la desgarraba desde dentro y que en estos días nunca dejaría de existir, nunca se desvanecería en historias emocionantes y recuerdos fantasiosos. Había considerado la idea de hablar de ello con su amigo elfo, pero temía que él simplemente se riera de ella, o peor aún, pensara que se estaba acercando a él. No esperaba que Nhail respondiera, sino que se esforzara en despotricar sobre lo feliz que la hacía su compañía. Pero el respondió.

Nunca ha habido un momento de mi vida que no haya estado afectado por la agitación o la tristeza, así que no puedo responder esa pregunta con precisión.

Frunció el ceño, su plan se arruinó y la consternación se sumó a la decepción por la respuesta insatisfactoria y desalentadora de su compañero.

¿Entonces me estás diciendo que nunca has sido feliz?preguntó Mei, asombrada de una manera triste.

No, no digo que no haya sido feliz, por supuesto que lo fui antes de la guerra que desoló a mi pueblo o los años que he pasado en este maravilloso continente junto a cada uno de vosotros, solo digo que la felicidad viene con el alto costo de la tristeza.

Pero a veces hay que ser felizdijo asintiendo para sí misma.

No siempre. Prefiero estar simplemente… contento. La discordia es más difícil de superar que la felicidad, y cuando flaquea, no conlleva la misma decepción.

Mei resopló. No podía ver cómo la contención podría alguna vez estar a la altura de la pura alegría. La contienda estuvo bien, pero se volvió aburrida. Sin embargo, supuso que la contención le vendría bien a alguien como Nhail, pero aun así, eso no significaba que ella fuera a aceptarla.

Hmmse movió ligeramente, luciendo bastante incómodoTal vez ella se vayapensó esperanzado.

La tristeza y la felicidad pueden ir de la manodijo tratando de expresarlo como lo haría su compañero, para poder entenderlo mejorpero los necesitamos a ambos para hacer la vida interesante. La vida es como un vaso de sake amargopensó brevementeLos momentos felices y tristes nos ayudan a tragarlo un poco más fácilmente

Nhail simplemente asintió y miró fijamente la lluvia que caía a cántaros frente a él como casi cada día en aquella isla.

Estoy feliz aquí. Tan feliz que es difícil de explicar. Este viaje ha sido el mejor momento de mi vida. Aquí contigo, conmigo mismo y con toda la organización del Shadopan, sin excepción algunadejó escapar una pequeña risitaDiablos… he sido secuestrado, torturado, golpeado miles de veces, he mirado directamente los ojos de la muerte y otras ella me ha susurrado, así que los buenos momentos aún superan los de puro terror y dolor… supongo.

Ella suspiró, finalmente dejó eso fuera de su pecho y miró a su amigo esperando recibir elogios o cualquier cosa en realidad. Aún así el se sentó nuevamente, tan inamovible como una piedra.

La lluvia tamborileaba y el viento silbaba y, en conjunto, era una melodía bastante relajante.

Mei, sin detenerse a pensar en sus acciones apoyó la cabeza en el hombro de Nhail. Pasaron varios minutos y ella se sentó a su lado mirándole detenidamente a la cara y todas esas cicatrices que adornaban la parte izquierda desde el ojo hasta el labio superior.

¿Estás contento ahora?preguntó rompiendo el silencio.

Pensó por un momento.

Sidijo envolviendo su brazo sobre los hombros de MeiSi, ahora mismo, estoy feliz, muy feliz, regresaré a Pandaría y volveremos a vernos, mientras tanto, mantente fuerte y sigue entrenando, Yalia es una maestra de la disciplina Omnia increíble. Haz todo lo que ella te diga y sigue todos sus consejos.

Y la lluvia siguió tamborileando...
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Mediados del Invierno. Año 39

He estado esperando mucho tiempo por volvernos a encontrar, como cuando peleamos bajo la gran roca en Mulgore y ganaste… pero ahora la situación es distinta, estás desprovisto de las Myrkur y Shemyazaz. Morirás. Poseeré todo tu ser y la bondad de tu espíritu, seré yo quien volveré a dominar la dignididad y el control absoluto de nuestro cuerpoSe burló la parte oscura que anidada el espíritu y corazón de NhailGracias por volver a querer intentar sacarme de nuestro interior, esta vez no me dejaré vencer ni acabaré arrastrándome en el lodo.

Miró agresivamente y comenzó a desenvainar la Katana, pero tan pronto como lo hizo, la parte oscura desenvainó las Myrkur rápidamente, pues este sí que las portaba y fue directo al brazo.

Es una pena que vaya a tener que matarteañadió con arrogancia.

Nhail estaba herido pero no deprimido, rápidamente se puso de pie.

Si tan solo tus seres queridos estuvieran aquí para verte caer en la decadencia… una pena que tantos años hayan sido en vano.

No pudo soportar más burlas y cegado por la rabia corrió a toda velocidad pero su otra mitad saltó en el aire rápidamente descargando tantos cuchillos arrojadizos como tenía. Nhail los esquivo con una velocidad cegadora.

¡Ja, tu hermano estaría orgulloso de ti… pero en el otro mundo!.

¡Voy a sobrevivir!

Tan rápido como dictó aquellas palabras, le azotó con el mango de la espada golpeando su cuello. Su oscuridad sonrió ante ese esfuerzo y tomó una bocanada de aire fresco. Reuniendo todas sus fuerzas lanzó casi a ciegas la katana con una precisión casi aterradora. Pero su propio enemigo lo esquivó frenéticamente bloqueando la espada usando a Myrkur como escudos. Este volvió a lanzar un par de cuchillas que golpearon en una de las rodillas. Se tambaleó de dolor pero siguió avanzando.

Debes darte cuenta de que estás acabado, tanta paz, tanta meditación no te han servido absolutamente de nada, solo te has debilitado, tu venganza era lo que me alimentaba y nos hacía fuertes. ¡Pronto estarás muerto y yo seré quien decida nuestro propio destino!

Rió mientras el horror comenzó a invadir el rostro de Nhail que se encontraba colgado como un trofeo sin vida. La otra mitad ahora lo miraba como a un muñeco de trapo.

Hijo de pta, cuantos años me ha costado vencerte. Pero finalmente lo conseguí, era cuestión de tiempo. Las emociones positivas te han ablandado y yo he ganado, nunca debiste acomodarte tanto aquí en este continente.

Nhail realmente seguía con vida, simplemente redujo al mínimo toda el aura de energía que le envolvía y así engañarle. No dejaba de ser una pelea contra el mismo dentro de una pesadilla. Nadie podía conocerse mejor que el mismo… o eso creía.
Los ojos inexpresivos se abrieron repentinamente cargados de rabia. Usó el Kunai cortando rápidamente la cuerda que lo sostenía boca abajo y de un impulso volvió a posicionarse.

Su otra mitad sostenía una espada en un tercer brazo, algo totalmente inesperado, pero fue lo suficientemente rápido para asestarle una puñalada en el pecho. Cada golpe que recibía, Nhail también lo podía sentir en menor escala, pero de cierta manera no dejaba de ser su propio ser, por lo que era un combate difícil y delicado, casi como un suicidio.

Estaban en un combate en toda regla y ambos eran iguales entre sí. Devolviendo cada golpe, lucharon hasta que el acero de sus armas se agrietaron.

¡No puedes vencerte a ti mismo!dijo sin aliento.

Fue arrinconado rápidamente, agarró una de las Myrkur y le atravesó la otra pierna. La sangre brotó cuando cayó sobre su rodilla. Luego intentó matarle apuntando directamente a la cabeza. A duras penas tuvo tiempo de apartarse debido al tremendo dolor que sentía.

¡Por qué no bajas! ¡Muere ya, ríndete, estás perdido!

¡Todavía tengo motivos por los que vivir!respondió.

Mientras la pesadilla hablaba, rodó hacia ella cortándole la pierna. Esta se estremeció y dio un paso atrás el tiempo justo para que Nhail pudiera ponerse de pie con una voluntad casi inhumana. Corrió hacia él y cuando su frío acero se cerró como un beso de muerte, su otra mitad desató un golpe seco directo al pecho expuesto que le hizo retroceder. Una vez más, se levantó y cargó con tanta furia que lo consiguió derribar contra la justicia. Aprovechó la oportunidad para atacar. Estaba listo para matarlo. La espada se encontraba justo sobre la pesadilla, pero tan pronto como fue a dar el golpe fatal, este se dio la vuelta y le cortó la sección media con su ambas Myrkur. La espada de Nhail estuvo tan cerca de incrustarse de lleno que le cortó la mitad de una oreja. Los dos se levantaron y se miraron a los ojos mientras la fuerte melodía de las olas rompía contra las rocas allá abajo. En los ojos del errante se podía ver un motivo claro: un motivo para matar, avergonzarlo y recuperar lo que tanto le había costado de conseguir, pero en los ojos de la pesadilla se podía ver una mirada claramente juguetona y siniestra. Le gustaba lastimarle y lo veía como un juego. Nhail dio un último salto pero fue en vano, había movido el arma a su tercer brazo.

Es una pena que haya tenido que terminar de esta maneradijo mientras Nhail que se encontraba a medio camino de él.

La cuchilla envenenada se dirigió al cráneo. La espada Nhail estaba sobre su cabeza y no tuvo tiempo de siquiera considerar bloquear aquello. La cuchilla zumbó hacia él cuando entró en su cráneo y salió por la espalda en un maremoto sangriento. El cuerpo sin vida se dirigía rápidamente hacia el suelo. La pesadilla observó con alegría cómo caía su enemigo, el cuerpo cayó al suelo emitiendo un ruido sordo.

Sigo siendo el claro dominante. Parece que al final gané. Diste una buena pelea, pero ahora que estás muerto, ¡Nadie podrá detenerme!

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Taran le advirtió antes de partir, la prueba mas difícil incluso para el mas grande y sabio de los maestros era enfrentarse a uno mismo en todas sus vertientes, incluso ellos perdían estas batallas después de años de duro entrenamiento y disciplina. Nhail se aventuró demasiado pronto y aunque estuvo cerca de la victoria, perdió… perdió la batalla, pero no la guerra. Nada de esto influyó en sus avances ni mucho menos lo desanimó. Ahora tenía claro que tenía toda una vida por delante para seguir preparándose y volverlo a intentar. Enfrentarse a uno mismo era la prueba mas difícil de la vida.

Siempre tenía que ser él, hablando a través del silencio plano y prolongado.

Sintió el frío y duro metal perforando su piel, abriéndose paso a medida que desgarraba músculo y venas. La sensación helada dio paso a una insoportable quemazón que abrasaba el costado. El hierro infame se había abierto camino a través de su carne, sediento de muerte y destrucción, dispuesto a reclamar para sí su último aliento.

De la herida brotó un torrente cálido y denso. Su sangre, brillante y preciado néctar de vida, empezó a derramarse por la húmeda tierra todavía cubierta del rocío del amanecer, formando un enorme charco de color rojo intenso.

Durante algunos segundos permaneció inmóvil, kunáis en alto y la mirada perdida.

Pestañeó una vez, tratando de enfocar la vista sobre el inmenso vacío que se extendía ante él. Sus ojos, desprovistos de la habitual barrera de cristal que los ocultaba del resto del mundo, tan sólo acertaron a divisar un horizonte borroso y desconcertante, todo se empezó a oscurecer y de pronto cayó al mar.

Así que este es el finpensó mientras su cuerpo se precipitaba hacia la nadaAquí es donde todo termina.

No podía creerlo. No quería aceptar esa realidad. Toda su vida había girado en torno al combate y la disciplina, llegando a formar parte de su ser como el mismo aire que respiraba. Durante años se había preparado para enfrentarse a un oponente como aquel y, sin embargo, su peor enemigo siempre fue el mismo, su mente y pensamientos infernales.
Justo el que hacía escasos segundos tenía frente a sus ojos

Lo había vencido casi sin esfuerzo, o eso creía. Siempre le habían dicho que poseía un don especial, que había nacido para empuñar el mismo viento, algo que aprendió siendo tan sólo un niño e interiorizó sin demasiados problemas. Pero, ¿de qué le servían en ese momento todos aquellos elogios vanos e inútiles? Aquel interminable año de soledad que había pasado en la Isla de Sahn-ze Dao habían sido suficientes para derrotar a un enemigo que parecía destinado a ser inmortal.

Podría haber fallado y entonces aquello sí que hubiese sido la derrota más dura de su vida y no podría perdonárselo nunca.

El húmedo velo del mar lo envolvió con delicadeza, meciendo su cuerpo en aquella etérea atmósfera de paz y tranquilidad. Abrió los ojos una vez más y quedó maravillado por aquel intenso azul que las aguas reflejaban al contacto con los primeros rayos del sol.

Azul… aquel color siempre lo había acompañado, impregnando con su gélida luz hasta el último poro de su piel. Era la tonalidad que mejor reflejaba su alma.

Llena del más perfecto equilibrio. Vasta como el cielo y profunda como el abismo. Y también era una muestra fiel de la aparente frialdad e indiferencia con que siempre había dirigido su vida, de la férrea distancia que se obligaba a marcar respecto de cualquier otra persona. Nunca se había permitido el lujo de mostrar sentimentalismos estúpidos. No podía negar su linaje Quel’dorei, seguía un estricto código y nada podía interferir en su concentración, pero todo aquello cambió cuando en su camino se cruzó con el de aquellos extraños compañeros y amigos de viaje.

Porque fue a partir de entonces cuando la escarcha azul que cubría su corazón empezó a diluirse, mezclándose con la calidez del rosa y el ímpetu del rojo.

Imágenes en blanco y negro comenzaron a danzar por los recónditos parajes de su mente. De pronto, recordó aquella ciudad gris, eternamente alejada de todo y de todos, suspendida en el tiempo como por obra de algún mágico encantamiento.

Casi podía escuchar con nitidez el modo en que la lluvia golpeaba con monótona cadencia los tejados de madera y las finas ventanas. Ante sus ojos volvió a aparecer aquella figura, frágil y desamparada erguida como una delicada estatua sobre el puente del canal, con aquella sonrisa llena de melancolía impresa en su rostro de porcelana.

¿Cómo olvidar las semanas que pasó al lado de aquella hermosa mujer? Imposible.

Tenía que asegurarse de que su alma estaba bien, de que su sacrificio atropellado al resguardo de la noche había servido para devolverle su libertad. Tenía que buscar la manera de devolverla a la vida, tenía que buscar información sobre si un medio demonio moría en un plano distinto al de su naturaleza podría resucitar como ocurre en algunas criaturas demoniacas, de ser así estaría dispuesto a cruzar el cosmos de inicio a fin hasta encontrar su cuerpo y traerlo de vuelta con él a Azeroth y desenterrar la armadura para que el alma de Kætterenn volviese a la vida como un ser corpóreo, no podía soportar la idea de que estuviese encerrada combatiendo contra el antiguo portador solamente por caprichos del destino, no, ese no era su destino, su destino es la de seguir siendo una Eredar abrazada a la luz, como lo fue antes de que su padre decidiera aliarse con la Legión Ardiente, ella era una Paladin y eso tendría que regresar.

Con una sonrisa apenas dibujada en los labios, rememoró el momento en el tras días de caminata llegó a Sierra Espolón muerto de hambre, le llegó un olor familiar, el olor a especias que usaba su madre y que casualmente era donde se escondía su hermano con sus banda de mercenarios y que fue cazado por intentar robar la comida, aquél momento que cambiaría su vida para siempre. Porque, si no hubiese intentado robarles la comida a aquellos ‘’desconocidos’’ nunca se habría reencontrado con su hermano y su viaje jamás habría comenzado.

¿Acaso había sido cosa del destino?

Su mirada se volvió a perder en el enigmático brillo de las aguas, recordando el fuego que consumía los ojos del joven, abrasando cada célula de su cuerpo avivándole con cada nueva acometida. Su inaudita destreza con las dagas y su extraña comunión con la muerte, el invisible lazo de amistad que poco a poco los había ido uniendo por mucho que ambos se empeñaran en demostrar lo contrario…
Había un combate pendiente entre ambos y no podía faltar a su palabra. Era un hombre de honor. En ese momento lo comprendió. Si se rendía entonces, si se lanzaba sin más en brazos de la muerte, perdería todo lo que había ganado durante la última década y eso no podía permitirlo.

Aquel viaje le había enseñado mucho más de lo que había aprendido a lo largo de sus doce años de travesía por todo Azeroth. Había dado y había recibido, pero todavía le quedaba mucho camino por andar.

Ya habría tiempo para el descanso eterno.

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''Tiempos fuera del alcance, pequeño

y la vida continúa

y el ritmo se desgasta

Siempre es nunca… o rara vez para siempre

y las lágrimas son libres

Nos ahogamos y ardemos

Nos hundimos como la piedra

Lloramos y anhelamos

y morimos… solos

Estoy muerto en el agua

y con que fin

¿Una tonalidad más oscura que el vacío?

Mi solitaria decadencia

¿Cómo puedo soportarlo?

¿Cómo puedo aguantarlo?

Un final frío de amores

En mil días oscuros

Todos estos sueños atravesados

Por estos años que pasan

Con recuerdos…

Tuyos. ’’

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Mis ungüentos eran inútiles para alguien tan fuerte como Svelien quien seguía inconsciente. Ninguna hierba curativa o ungüento disponible fue útil para sanar el veneno que corría por sus venas. Pensé entonces en regresar a la ciudad para socorrerla.

— ¡ Espera ! , yo la llevare de vuelta a Mojache, tú persigue y dale muerte al otro demonio que seguramente se dirige hacia el otro continente con lo que sea que lleve encima.

— Cuídala, no dejes que muera.

— Descuida, nos veremos mas pronto de lo que imaginas.

Seguí mi camino en busca del segundo demonio por la cueva. Delante mío a lo lejos veía la salida del sector oscuro hacia la luz.
Eran luces dentro de luces, sombras dentro de sombras … Mulgore, finalmente, después de tantos años, mi segundo hogar estaba de nuevo frente a mi.





Año 35. Feralas. Instantes después de que Nhail consiguiese llegar a Mulgore

Svelien jadeó, giró la cabeza de izquierda a derecha observando su entorno. Notaba un dolor sordo que venía de su hombro a causa de la jabalina envenenada incrustada, palpitando por todo el brazo desde el omóplato. Se retiró la manga derecha que estaba rota y ensangrentada con una herida bastante fea e irregular en un charco de sangre y que se volvía de un rojo brillante e hinchado.

Flexionó ligeramente el brazo y la sangre nueva comenzó a acumularse en su brazo. Las cejas se fruncieron mientras usó su mano izquierda para agarrarse la camisa de algodón verde oscuro y arrancar una tira de tela.

Su primer intento sólo ayuda a que su herida sangrase más profundamente haciéndola retorcerse de dolor, gruñía y ahogaba gritos de agonía mientras levantaba suavemente la manga rasgada por encima y fuera de su brazo. La enana logró pasar su mano por su camisa y deja escapar un suspiro seguido de una risa mientras el sudor corría por su rostro difuminando parte de sus marcas de guerra azules de sus mejillas.

Se las arregló para sujetar la camisa con la bota y la tira hacia atrás violentamente con la mano izquierda, logrando finalmente un rasgón de tela satisfactorio.

Cogió la tira de tela verde-roja y comienza a envolverla alrededor de su herida, comenzando en su muñeca y enrollándola cómodamente hasta su codo. Metió los extremos e intentó doblar el brazo hacia él, pero un chirrido en lo profundo de su brazo que instantáneamente envío una descarga de dolor caliente y ardiente por su hombro.

Dejó escapar un grito que hizo volar a algunos pájaros y luego se mordió la lengua con fuerza.

La cara de Svelien se había vuelto de un rojo tomate oscuro y le había salido una vena en la frente. De repente, se mareó; se acostó boca arriba y volvió a desmayarse.

Cuando despertó muchas horas después, todavía con dolor en el brazo el bosque de Feralas se había vuelto más oscuro.

Parpadeó rápidamente para acostumbrarse al cambio de iluminación y luego se frotó la mano izquierda por su rostro sudoroso y por su desgreñado cabello rubio plateado. Respiró profundamente, luego exhaló lentamente y decidió lo que tenía que hacer.

Cogió una rama del suelo. Arrancó trozos de musgo y luego se puso la rama entre los dientes. Intentó mantener la lengua hacia atrás para no saborear la rama, agarró el resto de su camisa rota ensangrentada y metió la cabeza por el agujero. Agarró su
mano derecha y comenzó a acercar su muñeca hacia sí misma. El dolor caliente y punzante subió por el brazo otra vez pero mordió con fuerza la rama mientras el sudor siguió corriendo por su rostro borrando por completo cualquier pintura de guerra azul.

Sus fosas nasales se dilataban mientras respiró pesadamente tratando de mantenerse consciente. Creó un tosco vendaje triangular. Bajó lentamente el brazo dentro del cabestrillo y escupió la rama. Le picaban los ojos y las lágrimas rodaban por su rostro, mezclándose con su transpiración y cortando la suciedad que se había asentado allí. Sollozaba mientras el dolor continuaba recorriendo su brazo y ahora su cabeza.

Svelien también notaba que le dolía el estómago aunque… de hambre. No recordaba cuándo fue la última vez que comió, así que se levantó temblorosamente algo mareada pero nada preocupante. Sonrió, recordando las enseñanzas de su difunto padre en la segunda guerra a manos de los orcos, levantó el musgo con la cabeza inclinada hacia atrás. Abrió mucho la boca y apretó la mano izquierda, aplastando los nutrientes y el agua del musgo hacia la boca abierta. Agitó la “comida” en su boca, luego tragó encogiéndose por el sabor a madera. Se acercó a otros árboles y continuó comiendo trozos de musgo hasta que quedó satisfecha.

En ese momento la luz había desaparecido casi por completo y su cabeza y brazo se habían apagado hasta convertirse en un ligero dolor punzante. Volvió al lugar donde se había despertado y decidió dormir hasta el amanecer, pero luego lo pensó mejor y decidió no hacerlo debido a la sangre seca que podría atraer a las criaturas de la noche. Se distanció de donde había despertado y descendió al suelo deslizándose por el tronco de un árbol. Observa su entorno una vez más y luego se queda dormida apoyándose contra el tronco.

Abrió los ojos y el sol apenas comenzó a brillar entre los árboles. Se levantó y notó que el dolor en su brazo había disminuido y su dolor de cabeza había desaparecido. Cogió un poco más de musgo y se lo metió en la boca, acostumbrada ahora al sabor.

Miró a su alrededor buscando cualquier señal de vida, Nhail, Krueg y su hermano, el gran guerrero… pero no encontró a nadie. Después de pensarlo un poco, decidió simplemente caminar en línea recta. Concentrada en caminar hacia el árbol directamente frente a ella, luego al siguiente y al siguiente. Continuó caminando y en el camino descubrió insectos debajo de la corteza de los árboles y los mezcló con el musgo, lo que agregó una explosión jugosa.

Mientras el sol comenzó a descender hacia la tierra, el dolor de Svelien se había convertido en una explosión caliente y pulsante dentro de ella, de no ser por el ungüento que le dio Nhail, las pocas hierbas curativas que le quedaban antes de partir a Mulgore y la ayuda de Krueg el Tauren seguramente habría muerto en menos de una hora, el veneno de aquella lanza era muy potente. Recordó las palabras de su gran amigo elfo como un eco antes de perder la conciencia ‘‘Cuídala, no dejes que muera’’

El vendaje alrededor de su antebrazo se había vuelto de color púrpura oscuro y había estado goteando sangre hacía muchas horas. Durante su caminata encontró una rama lo suficientemente grande y gruesa como para soportar parte de su robusto peso, así que comenzó a usarlo para ayudarla a ‘‘arrastrarse’’, pero de poco le sirvió ya que tropezaba con tanta rama en aquel frondoso bosque hasta que tropezó y su espalda se arqueó, sus ojos se pusieron en blanco para desmayarse segundos mas tarde.

El olor fue lo primero que sacó a la enana de su ensoñación, había invadido sus fosas nasales y necesitaba saber qué era. Abrió los ojos y esperó la sombra verde de los árboles, pero en cambio vio el rostro de una criatura con cuernos y cubierta de pelo. Jadeó y la criatura comenzó a hablar en voz baja e hipnótica. De inmediato, se sintió totalmente relajada mirando su brazo derecho. Vio que habían cortado la tela y que la herida estaba cicatrizando. La irregularidad casi había desaparecido y la hinchazón se redujo considerablemente. Flexionó los dedos y el dolor prácticamente había desaparecido. El olor que lo había despertado provenía de una taza que se encontraba en una mesa junto a ella con un líquido transparente y una hoja flotando en la superficie. Svelien se volvió hacia el Tauren, deseando que fuese Krueg.





He estado terriblemente preocupado de que no despertaras, pero aquí estás.

Ella parpadeó confundida.

Te había puesto en un estado de sueño profundo durante los últimos días para que tu brazo tuviera la oportunidad de sanar. Caminar por el bosque mientras estás perdiendo sangre y con un brazo roto, debo decir, no es una buena elección. Debes dejar que tus heridas tomen su tiempo y sanen adecuadamente.

Krueg se giró, tomó la taza y la sostuvo sobre Svelien, luego inclinó su cabeza y se llevó la taza a los labios.

Bebe amiga, todavía necesitas unos días de descanso.

Bebió el líquido transparente; cada trago que tomaba hacía que sus párpados se volvieran más pesados. El último trago que tomó la dejó inconsciente. Svelien no dejaba de ser una Enana, una raza testaruda, cazadora y guerrera, tenerla en ese estado durante un tiempo era la única manera de que ese brazo pudiese sanar en condiciones, Nhail ya se lo advirtió, era muy cabezona y le costó muchísimas semanas romper la coraza en la que se envolvía al resto del mundo. Pero nadie le culpaba, había perdido a su pelotón de combate de camino a Uldum y seguramente estuviesen todos enterrados bajo las arenas aunque ella siguiera teniendo esperanzas de encontrarlos además de tener que sobrevivir en esta selva ella sola, un clima muy cálido, acostumbrada a vivir en tierras gélidas, no fue nada fácil para ella, hasta que apareció aquel elfo que le ayudó y sirvió de mucha ayuda en sus tareas diarias.

Despierta joven enana, tus heridas han sanado y no necesitas descansar más. Ven, despierta.

Los párpados se abrieron, sus ojos color miel desenfocados y vidriosos, parpadeaba
repetidamente para aclarar la confusión y ver la misma criatura peluda sonriéndole.

No te preocupes, no te voy a lastimar, te he devuelto a la vida y te he cuidado durante muchas lunas llenas. Quiero repararte y luego devolverte a la madre tierra. Se lo prometí al Errante y así se hará. Ven a caminar conmigo, regresemos a Mojache. No he dejado entrar a una sola alma en tu tienda con la esperanza de que cuando despertaras recibieses una cordial bienvenida. Ponte de pie, por favor, tus piernas deberían estar bien.

¿Me puedes dar una bata, por favor?

Krueg se rio y luego abrió un cofre con un gigantesco abrigo peludo y un cinturón. Le entregó la ropa y se aleja a petición suya. El abrigo le colgaba por debajo de las rodillas, luego se ajustó el cinturón alrededor de la cintura.

Supongo que no quedará nada de mi ropa después de la pelea que tuvimos con el Demiurgo y los demonios de la cueva, pero al menos espero que mi rifle siga de una pieza o que pueda repararlo.

Ese abrigo es de un familiar, lo uso muchas veces. Fue asesinado en la noche hace algún tiempo cuando unos bandidos de la Alianza entraron en nuestro campamento. Nos robaron la comida, mataron a muchos de nuestros hombres y se llevaron a varios de nuestros hijos. Con el tiempo empezamos a encontrar los cuerpos de nuestros hijos en barrancos y en el bosque. Pero de eso hace demasiado tiempo y seguro que Nhail te habló de ello. Ven, caminemos al campamento, allí en la herrería tienes ropa de malla nueva y tu rifle reparado, no tienes que preocuparte y una misteriosa daga que al parecer te regaló Nhail porque no sabía darle uso también está allí.

Uffff, la daga, gracias a las barbas de Yunquemar, de alguna manera voy descubriendo en mis noches solitarias como funciona, creo que podrá servirme para ‘‘comunicarme’’ con Nhail de alguna manera, estoy convencida.

Svelien siguió a Krueg fuera de la tienda y miró a su alrededor. Esperaba que los hombres afilaran las armas; A los niños se les enseñaba a usar arcos, pero lo que encontró la desconcertó. Los hombres Tauren estaban construyendo chozas, los niños retozaban en la hierba alta y las mujeres supervisaban todo. Cuando salió a la luz del sol, todos se detuvieron y la miraron. Esperaba que la mataran en el acto, pero mientras pasaba, los hombres le estrecharon la mano, los niños vitorearon y las mujeres le sonrieron. Tal y como Nhail le había explicado siempre. Las facciones son una invención para generar odio y guerras innecesarias. A la vista estaba que seguía de una pieza gracias a la ‘‘horda’’.

Exactamentedijo el Taurentodos somos iguales, solo que nos vemos diferentes. Sus líderes y los nuestros, nos han estado mintiendo acerca de lo mala que es la situación con la otra facción. Si los Tauren se reunieran con ustedes, tal vez podríamos hacernos amigos. Podrías convencer a todo el mundo de que no somos asesinos, sino mortales civilizados.

Ahora estaban en un prado, fuera del alcance del oído de la tribu Tauren. Soplaba el viento y la hierba alta se movía de un lado a otro, el rico cielo azul estaba salpicado de esponjosas nubes blancas y altas montañas.




Mediados del Invierno. Año 39.

Y así pasaron los siguientes años de paz, yendo y viniendo de Mojache a su cabaña, retomando su vida rutinaria en Feralas, junto a su fiel amigo Dardo, aquel enorme Tragadón, fabricando rifles de repuesto para revenderlos a los aventureros que pasaban por allí que no eran muchos y mejorando el suyo propio con piezas nuevas, decidió cambiarle las pinturas de guerra de color rojo muy oscuro sobre el hierro forjado por ella misma en una de las forjas de Mojache y la culata de la mejor madera que podía encontrarse en aquella húmeda jungla. Su antiguo rifle estaba hecho casi todo de una madera muy refinada y especial pero no hubo manera de arreglarlo, estaba hecho un asco y fabricó uno que le recordase a su hogar.

De vez en cuando hacía salidas hasta Uldum pero nunca encontró ni una sola pista sobre su pelotón, empezó a asimilar que era una causa perdida, que las arenas se los habían tragado o que habrían llegado hasta el dios antiguo y allí habrían muerto.

Alguna noche aparecía Ennah, su antigua amiga Arpía que conoció de una manera muy peculiar. Por lo que no tenía tiempo para aburrirse aun en tiempos de paz. Siempre había algo que arreglar, vender, cazar provisiones, cuidar de Dardo y dar largos paseos con el, alguna visita a la taberna de Mojache para llenar el buche de cerveza… poco a poco con el pasar de los años fue cogiéndole gusto a Feralas hasta llamarla hogar sin darse cuenta.

Svelien rondaba los 40 años de edad, por lo que era considerada una adulta. Había pasado los últimos 4 años allí, ahora que se cumplía el año 39 en Azeroth.

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Seguía sin descubrir como funcionaba aquella daga que le regaló su amigo Nhail, aquella pequeña daga que se le otorgó al elfo encontrada en las ruinas de Ahn’Qiraj y que el se la regaló a ella como obsequio y agradecimiento.

Pero estaba convencida de que mediante ella había podido sentir a su amigo, sintió su presencia muy muy lejos de Kalimdor, en otro continente, no le importaba donde, solo le importaba que su amigo estaba vivo y que esperaba reencontrarse con el mas pronto que tarde, sin el ella ahora estaría muerta.

Nhail, que seguía en La Isla de Sahn-ze Dao sintió la presencia de Svelien en una de sus profundas meditaciones y se le dibujó una sonrisa en su rostro instantáneamente. Sintió la llamada de su amiga. El también la anhelaba y sabía que tenía una deuda pendiente, pronto iría a visitarla, pero todavía no era el momento… todavía no. Aunque muy pronto, antes del siguiente invierno abandonaría Pandaria para dirigirse a su hogar… Quel’thalas.

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Septiembre del año 39

“Pero mañana volveremos a ver el sol. Flores silvestres florecerán a nuestro alrededor, nos reiremos juntos de la lluvia y nos volveremos más fuertes. Porque sólo en un estanque fangoso florecerá una flor de loto… y tú, Svelien.’’
Nhail.


Una voz interrumpió sus pensamientos y, al oírla, olvidó en qué estaba pensando.
La centinela abrió sus ojos plateados y se encontró con Yrin, un Elfo de la noche despreocupado y ridículo de una pequeña aldea en Feralas. Aunque Svelien apenas frecuentaba las Ruinas Plumaluna y mucho menos la zona Noroeste, las dos se habían cruzado sólo hacía cinco meses.

Un elfo de la noche se interpuso en su camino.

Saludos, hermosas damas….

Al instante Svelien alzo el rifle apuntándole entre ceja y ceja; de por si detestaba que los desconocidos se tomasen ciertas confianzas y además odiaba los comentarios cargados de ‘’cortesía’’. Varias compañeras Kaldorei también levantaron sus gujas ante la sorpresa, esperando una astuta arpía bruja o un estúpido baboso. En lugar de eso, se encontraron con un elfo tímido, pero sin duda encantador. Incluso tumbado boca arriba, Svelien quedó prendada al verlo pese a no sentir atracción hacia los varones de ninguna raza de Azeroth, sin excepción, pero en este caso era una evidencia que no podía negarse.

Estaba claro que estaba orgulloso de su apariencia. El cabello azul oscuro de su cara y cabeza estaba recortado a la perfección. Su bigote corto y su barba recogida no obstaculizaban su brillante sonrisa mientras miraba a las damas con interés. Todos permanecieron en silencio.

Lo más probable es que te preguntes por qué te he estado siguiendo.

Una mueca de pocos amigos se apoderó del rostro de la Enana.

¿Nos estaba siguiendo?pensó, girándose para mirar la espalda de la patrulla.

Erisia habló.

De hecho me lo preguntaba. Tus pasos son ruidosos e inconsistentes. La próxima vez, intenta alinearlos junto a los de la fauna local, queridoErisia siempre fue honesta y directa.

El hombre se levantó y se frotó el cuello tímidamente. Al darse cuenta de que no tenía armas y, francamente, no tenía sentido común, las centinelas bajaron sus armas. Para Svelien era una guja estándar. Para la cazadora Erisia, su líder, era un arco elegantemente elaborado que usaba bien.

Yldrey se giró para mirar al hombre una vez que su sonrojo se desvaneció. De hecho, todas lo miraron fijamente esperando que diera más detalles. El elfo se aclaró la garganta e hizo una floreada reverencia a las mujeres.

Bien. Mi nombre es Yrin. He visto su patrulla antes pero nunca quise acercarme hasta verme necesitado de ayuda. Y ahora, de hecho, necesito ayuda.

A decir verdad, Yrin había querido encontrarse con las centinelas mucho antes. Incluso ahora, mientras permanecía allí en silencio, Yrin podía sentir la presión del nerviosismo en su pecho y el revoloteo de mariposas en su estomago. El grupo no dijo nada y espero a que continuara. Ante eso, el elfo hizo un gesto hacia el lugar de donde habían venido.

Allá atrás, si giráis a la izquierda y subís a las montañas, hay un pequeño pueblo. Allí es donde vivo junto a mi hermano y mi padre. Hemos sido atacados por arpías.

Sólo entonces Svelien notó las cicatrices en sus brazos y piernas. Tenían al menos una semana. ¿Por cuánto tiempo había estado sucediendo esto?

Mi padre todavía pelea pero es… es mi hermano. Lo han hechizado y eso lo ha vuelto extremadamente violento. Lo tenemos inmovilizado y las criaturas están a raya por ahora, pero no sé por cuánto tiempo… sólo…Yrin se detuvo para no ponerse nervioso.

Svelien miró a su líder. Todo lo que él quería era ayudar a su familia, ella podía entenderlo. Sin embargo, el escepticismo ardía en los ojos de Erisia.

Recuerdo tu apellido. Tu madre era centinela en Las Ruinas Plumaluna ¿correcto?Yrin asintió t0ntamente, preguntándose qué tenía eso que ver con su situación. Erísia continuó su evaluación.

La recuerdo. Recuerdo que la mataron cuando vi0ló una orden de nuestro comandante.

El rostro de Yrin se oscureció mirando con malicia a Erísia.

¿Cómo sé que tu familia no seguirá mis órdenes cuando lleguemos? ¿Amenazarán con matar a nuestros centinelas?

Yrin fue a hablar, pero Svelien lo interrumpió rápidamente y apareció a su lado.

Le ayudaremos. Eso es todo lo que pide, he tratado con arpías antes, de hecho tengo muy buenas migas con una de ellas desde que me instalé en este bosque. Podemos manejar esto, ¿verdad?

La cazadora resopló ante la audacia del elfo más joven. Por otro lado, si Yldrey se giraba, vería a Yrin prácticamente mirándola con aquellos ojos seductores.

Svelien continuóPuedes venir con nosotras. Ya casi terminamos con esta patrulla, luego regresaremos a la madriguera y reuniremos más combatientes .

El elfo de pelo verde azulado miró entre el grupo y miró dos veces a Yrin. Se aclaró la garganta.

Hm…está bien.

Muy biendijo Erísia con su voz ronca, con el ceño todavía fruncido en su rostro .

Aylin asintió con la cabeza, habiendo permanecido en silencio todo este tiempo. Finalmente, le habló directamente, por supuesto, con su carismática sonrisa.

Gracias. ¿Cómo te llamas? Eres más impresionante que las propias estrellasYrin pasó un dedo por sus mechones que le llegaban hasta la cintura quitándoselos de la caraLas centinelas trabajan duro y se les debería permitir tomar algún que otro descanso.

CLICK!

¡Basta de gilip0lleces, o dejas de actuar de esta forma tan lamentable o el que se irá junto a las estrellas serás tú de un balazo!Svelien volvió a alzar su rifle.

Yldrey abrió la boca para decir algo, pero ante la imponente mirada de la enana prefirió no continuar.

Un ruido. Los largos oídos de Yrin también lo oyeron. Era algo familiar. El chillido de las arpías. ¿Volverían para terminar lo que empezaron? Los ruidos venían desde una gran distancia.

¿Svelien?—El pánico estaba invadiendo— ¡Svelien!

Yrin se quedó quieto sabiendo que no podía hacer nada. No podía luchar y mucho menos permanecer fuera del camino. Todo lo que podía hacer era esperar a que las centinelas regresaran a la aldea una vez que terminara la pelea. Entonces, intentó controlar el miedo que sentía.

Con sólo un grito de advertencia a los aldeanos, la enana se ató a la silla de Dardo y lo condujo hacia adelante a través del pasaje de la cueva, montaña abajo y hacia el bosque. El paseo sería rápido e intenso, por lo que se aseguró de mantener su abdomen firme y los pies metidos en los estribos manteniendo una velocidad decente mientras corrían sobre las raíces y las hojas. La distancia entre el pueblo y la madriguera no era grande, tal vez media hora. Sin embargo, las nubes se habían condensado en medio de la Selva, algo habitual, temía que los caminos estuvieran inundados cuando llegara a ellos. Pocas gotas de lluvia atravesaron las vibrantes marquesinas verdes de arriba, pero una vez que llegó a los caminos sus temores habían sido ciertos. El agua se precipitó hacia las partes bajas del camino, gruñó audiblemente, sintiendo crecer la frustración.

Llegar allí tomó bastante tiempo y esto sólo la haría retroceder. En una rabia infantil, dirigió su tragadón para caminar penosamente por las aguas fangosas. Dardo resopló de nuevo, esta vez negando.

¡Dardo! ¡Adelante!

Svelien pateó a su compañero con los estribos, aunque un poco demasiado fuerte para su gusto. Era una criatura de respeto mutuo y sintió que le había faltado el respeto. Dardo se retorció y arrancó a la enana de su asiento plantando su trasero en el suelo mojado. Una vez que su jinete fue derribado, giró para retirarse al bosque tomando su propio camino hacia el caos.

¡No me j0das! ¡Por favor vuelve!

Corrió tras él, pero aquel enorme tragadón se estaba difuminando en la distancia dejándola cada vez más atrás. La enana pisoteó con ira y salpicó agua de lluvia por todas partes. Después de respirar profundamente unas cuantas veces, Svelien decidió. Regresaría a la madriguera e iría a pie. Necesitaba estar ahí, no quería que su amiga Arpía se viese involucrada en nada de esto. Entonces, después de amarrar el rifle a su espalda, siguió el camino principal y tomó desvíos según fuera necesario mientras los sonidos de la batalla se acercaban.

Horas más tarde

No. No podía ser. Un montón de cuerpos, tanto de elfos como de arpías estaban esparcidos por el claro delante de la guarida. El humo flotaba denso en el aire y el fuego, aunque menguante, iluminaba el humo mismo. Los arqueros estaban sentados en la colina y lanzaban flechas en llamas al enemigo. Entre ellos, el fuego, el humo y los cuerpos que seguían bloqueando su camino, se sorprendió de haber llegado a la entrada redondeada del túmulo. Allí, las cosas no fueron mejor, ya que al principio parecía que la batalla era dentro aunque sus compañeras expulsarían a las criaturas más tarde.

Rifle en mano, Svelien descendió a la caverna donde sólo el olor a sangre y tierra recién removida llegaba a su nariz. El suelo de tierra fue levantado. Marcas de arrastre. El centinela los siguió y, a medida que se adentraba más en la guarida, las salpicaduras de sangre se hacían cada vez más evidentes… un destello de vida fue todo lo que quedó de Alrus cuando Yldrey finalmente lo encontró acurrucado en una cala más pequeña, tratando de esconderse de todo el caos.

Cayendo de rodillas mojadas, se inclinó para acunar su enorme cabeza. Su forma elegida, un oso corpulento, graznó de dolor, resoplando y jadeando a través de su hocico violeta. Sangre cálida se esparció por sus manos mientras intentaba levantarle la cabeza y con otro rugido de dolor, Yldrey lo dejó caer suavemente al suelo nuevamente.

Instintivamente tomó su cinturón, ya que la bolsa contenía suministros médicos básicos. Su mano entró en contacto con nada. Se maldijo. Lo había dejado en la cabaña. El druida volvió a su forma elfica. Ahora, con la falta de pelaje, Yldrey pudo ver la gravedad de sus heridas. Un corte profundo iba desde la clavícula hasta detrás de la oreja, mientras que otro corte se extendía por su estómago de izquierda a derecha. Esta herida era mucho más grave ya que casi podía ver sus entrañas incluso desde su posición acurrucada. Las heridas de Alrus fueron fatales, eso lo sabía. La madriguera quedó en silencio. Los sonidos de la batalla fueron ahogados por un zumbido sordo en sus oídos elficos. Una gran cantidad de emociones atormentaron su mente. Ira, tristeza, negación y, sobre todo, arrepentimiento.

No, no, por favor no… mírame, Alrus, estoy aquíYldrey le arrulló al oído, pero ya se había idoLo siento mucho, Alrus, por favor… por favor.

Sus ojos plateados parpadearon y vacilaron. Finalmente se apagaron por completo, justo cuando exhaló su último aliento. Tranquilo. Un grito espeluznante se escuchó desde las profundidades de la guarida.



''Un buen acto no borra el mal, ni un mal acto el bueno. Cada uno debería tener su propia recompensa”

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Descanso del Soñador. Feralas.
Octubre. Año 39.

El descanso de un soñador es exactamente en lo que se habían convertido los húmedos bosques esmeraldas para Svelien. Alrus, antes de aquel fatídico día un mes atrás. Lo que solía ser una tierra de emoción y deber para la cazadora, ahora estaba llena de melancolía y arrepentimiento, un recordatorio constante de lo que sucedió en la guarida. Peor aún, le recordó lo que podría haber evitado.

La mujer giró un anillo en su mano izquierda. El anillo tenía gemas verdes en las que surgían zarcillos de plata en forma de raíces, todas interconectadas y retorcidas con una gran gema verde en el medio. Aldrus lo obtuvo de un artesano en Astranaar antes de que la familia migrara al sur.

Ahora era un recuerdo habitual, aparecía y desaparecía mientras tocaba el anillo. Cada vez, la discusión se desvanecía más y más. Con la larga vida de los Kaldorei, Svelien sabía que eventualmente sólo sería capaz de recordar el recuerdo, una idea general de disputas sin sentido y egoísmo.

Sabía que era demasiado poco y demasiado tarde.

Una brisa rápida y creciente amenazó con derribar a la mujer de su posición: En la zona mas occidental de Dos Colosos. Desde allí, podía ver la carretera principal, las ruinas del lago Jademir, el Colosal oriental y el camino que solía conducir a su madriguera. Desde la batalla entre las arpías y los centinelas, la guarida quedó inútil. Los hechizos explosivos se habían derrumbado en las partes débiles de las paredes, enviando tierra, rocas y raíces a los túneles. Después de eso, las arpías se habían apoderado del área, poniendo sus baratijas y trampas hexagonales por todas partes, haciendo imposible acercarse. Lo había intentado muchas veces, pero debido a su falta de experiencia y lentitud en la práctica, siempre salía magullada y ensangrentada.

Sabía que nadie más la acompañaría. Nunca se dijo, pero los que mas la conocían, especialmente los Tauren de Mojache sabían por qué ella estaba tan ausente y las consecuencias de esa decisión. Era mejor para todos olvidar lo que pasó y a quién habían perdido, pero ella no pudo.

¿Podría vivir con la culpa que sentía? ¿Podría merecer vivir una larga vida cuando había cometido un error tan terrible tan pronto?

Esa brisa volvió a aumentar, como si las crueles manos del destino la estuvieran llamando hacia el borde del Colosal.

Svelien se miró las botas mientras se acercaban al precipicio, preguntándose si la hierba alta la haría resbalar y no tendría que tomar la decisión en ese momento. Esa visión se vio empañada por lágrimas que ni siquiera se había dado cuenta de la cantidad de emociones había estado acumulando durante tantos años en su interior, solo por el orgullo de no mostrarse o parecer débil ante nadie.

Salpicaron su ropa, dejando rayas oscuras en la tela granate. Los secó y, al hacerlo, pudo ver una figura en el camino de abajo. Cabello azul baya, vestimenta ligera, corriendo rápidamente hasta que la vio arriba. No era otro que Yrin, quien por designio del destino le había hecho encontrarse con ella tratando de caer en picado hacia la muerte. Tenía un nudo en la garganta y apenas encontraba el sonido necesario para gritar lo suficientemente fuerte.

La enana que ahora tenía una apariencia totalmente distinta a cuando fue herida mortalmente en el pasadizo que conducía hacia Mulgore junto a Nhail y Krueg con el pelo igual de rubio plateado pero, con una coleta alta en la que se recogían al menos tres enormes trenzas en la parte inferior que alcanzaban la cintura y otras cinco mas sencillas en la parte superior mas cortas, tampoco llevaba las pinturas de guerra en sus mejillas, esta vez la pintura azul iba desde una oreja hasta la otra oscureciendo totalmente sus ojos en una gruesa línea azul, si Nhail apareciese en este preciso momento, seguramente no la reconocería. Su apariencia ahora le hacía intimidante como si de una Guerra Escudera se tratase. Acorde a su raza, a su pueblo que tanto anhelaba.

Yrin se desvió del camino por el que corría y se dirigió hacia el fondo del Colosal. Cuando llegó, Svelien ya no estaba.

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Semanas mas tarde

Otra vez—El enano anciano Rogan volvió a su posición inicial, mientras Svelien permaneció en el suelo, jadeando, con el rostro contraído… ¿ira? No, desaliento.

Necesitas mantener tus rodillas estables y las pisadas fuertes—continuó el Enano, pero se detuvo, bajando lentamente los puños. Svelien se levantó y agitó una mano consternada, dirigiéndose hacia el arroyo donde colapsó sobre sus rodillas magulladas.

Rogan no dudó en seguir a la joven hacia la hierba. Una vez que estuvo cerca, pudo ver los hombros temblar. Habían pasado al menos algunas semanas desde que se derrumbó en medio del entrenamiento, a pesar de que se había dirigido a su habitación más tarde esa noche para hacerlo. Rogan pasó muchas noches en su puerta, queriendo tocar, pero nunca lo hizo y siguió adelante, preguntándose qué podía hacer para ayudar además de reafirmar las filosofías de su gente.

Un resoplido la hizo regresar.

Debería haber sido yo.

Las barbas de Rogan se animaron y sus ojos se abrieron.

¿Qué quieres decir?

Svelien no le había revelado mucho al solitario Enano leñador que desde hacía al menos una década decidió llevar una vida tranquila en aquellos bosques , sólo que había hecho algo malo y estaba tratando de encontrar algo de redención. Eso fue suficiente para Rogan que como de costumbre estaba preparando un par de jarras de hidromiel cuando tenía invitados y también cuando no los tenía. Tal vez fue la curiosidad superficial de saber qué podría haber hecho su ‘‘amiga’’, o tal vez fue algo con lo que podría haberse identificado.

Debería haber sido yo quien murió ese día. A-Alrus debería haber estado aquí… —la cazadora inclinó la cabeza, todo su cuerpo temblaba en ese momento, algo inusual en alguien como ella—Se suponía que debí haber estado allí, y no estuve—Svelien miró a su camarada, con las mejillas manchadas, como siempre, pero aún
más manchadas ahora—Murió en mis brazos. Él sabía lo que estaba pasando y no pude detenerlo en ese momento. No en ese momento…

La imagen se volvió borrosa cuando Rogan sintió que sus propias lágrimas subían a la superficie. Usando su otra brazo para limpiarse el ojo. Rogan habló.

Fue un error. Un error que quizás nunca puedas revertir. Esa es la dura realidad de este mundo, la gente comete errores y nunca puedes elegir de qué lado estás. La mayoría de la gente se daría por vencida, pero te he visto lograr grandes cosas desde que llegaste a estas tierras y tienes la determinación de superarte. ¡Eres mejor porque quieres ser mejor! La gente mala no se preocupa por ser mala.

Gotas de lluvia ahora calaban de las hojas de los sauces de arriba, donde eran solo una ligera mejora con respecto al aguacero que los rodeaba, formando charcos en los campos de entrenamiento y chapoteando en el arroyo que tenía delante. Miró hacia arriba buscando información en las nubes, y ésta llegó a el.

Mira a nuestro alrededor, Svelien.

Ella hizo lo propio mientras el viejo continuaba.

Este clima no es preferible. Hace que los caminos se erosionen y las aldeas se inunden—ella miró a los centinelas que se divisaban a lo lejos apiñados en un pequeño edificio cercano, esperando que pasara la lluvia—Pero mañana volveremos a ver el sol. Flores silvestres florecerán a nuestro alrededor, adeptos y maestros se reirán juntos de la lluvia y nos volveremos más fuertes. Porque sólo en un estanque fangoso florecerá una flor de loto, y tú también, joven Svelien.

El anciano Rogan se miró las manos, flexionando las vendas y jugueteando con los adornos que colgaban de su trenzada y canosa barba. Después de un momento de reflexión, Svelien agarró a su ‘‘amigo’’ y le abrazó.

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Última semana de Octubre. El despertar de las Islas Dragón.

La noche se había apoderado del bosque; el fresco rocío brillaba donde la luz de la luna se asomaba a través de los grandes árboles y montañas, al igual que las olas del océano que rompían en el lejano oeste afuera de la nueva cabaña de Svelien. Era un faro de luz en la negrura como la tinta, con su hogar y su lámpara de aceite chisporroteando en el silencio. Era extraño no preocuparse más por algo así, todo parecía tan pacífico…aunque nunca había visto tantos dragones juntos sobrevolando el cielo, era una experiencia visual maravillosa, algo raro estaba ocurriendo.

Los ojos se posaron en su armamento que estaba cerca: sus pesadas mazas y una improvisada arma de asta descansando sobre el manto, no estaría de más estar preparada. Suspiró, frotándose la sien mientras miraba el pergamino que tenía delante.

"Querido amigo. Ha pasado algún tiempo desde que cruzaste la frontera de Feralas hacía Mulgore y seguiste tu destino y, sin embargo, la preocupación parece haberse anidado en mis entrañas como la piedra más dura de Forjaz, incluso con todas mis meditaciones y habilidades para mantenerme ocupada. Entonces, te escribo con la esperanza de que haya un momento de tranquilidad para que lo leas y, además, espero que haya otro momento para que me respondas sí por designio del destino vuelves a estos bosques, aunque ahora sé o quiero pensar que la daga que me regalaste realmente funciona y nos sentimos los dos en aquel instante hace años. Finalmente he echado mis raíces en Feralas junto a los Tauren de Mojache, el viejo borracho de Rogan y algunas centinelas Kaldorei. Muchas noches durante las primeras semanas desde que aquella lanza envenenada atravesó mi brazo no descansé, temiendo lo peor.

Ahora descanso plenamente. Incluso si mi rifle no permanece cerca. ¿Pudiste regresar a tu hogar finalmente?, ¿Conseguiste hablar en la gran piedra con tu difunto maestro Breind en Mulgore? ¿Te deshiciste de la armadura? Tengo tantas preguntas, orejotas de mil demonios… pienso en ti con frecuencia. Espero que estés bien y que esta carta llegue a ti de alguna manera, echo de menos combatir a tu lado, espero que suceda más pronto que tarde. Me debes muchas jarras de cerveza’’

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Noviembre. Habitación de Nhail. Monasterio del Shadopan.

Parpadeó para contener las lágrimas que brotaban de sus ojos, sintiendo una oleada de emoción al recibir tal carta inesperada de Svelien, tal vez lo último que esperaba encontrarse en un lugar tan lejano como Pandaria. Respiró hondo y continuó.

Finalmente hice todo lo que mencionaste, pero en el último instante un camarada tuyo que se encontraba en una aventura probando todas las cervezas de Kalimdor me acompañó en una de mis últimas aventuras y me convenció de manera inconsciente a viajar a tan hermoso continente como lo es Pandaria, me ha ayudado a reconstruir mi espíritu durante mis tres años que llevo aquí. Tras una descomunal carga de una década me había debilitado enormemente y estoy encontrando una nueva fuerza mental aquí entre los Pandaren. Los Shadopan se ofrecieron a enseñarme sus costumbres, aunque mis habilidades siguen siendo diferentes a las de ellos por fundamento.

Hago sus tareas desfavorables, hice largos viajes para traerles provisiones y agua de diferentes lagos y estanques, cuido a sus crías y, a cambio, ellos me enseñan la tradición y el arte de la meditación. Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos, pero nuestra amistad siempre se mantendrá fuerte como las rocas de tu querida patria. Me queda poco tiempo aquí, días tal vez antes de partir finalmente a Quel’thalas, esta vez definitivamente, me quedé totalmente solo durante casi una año en una isla conmigo mismo aprendiendo a fortalecer mi mente, creo que ha sido uno de los entrenamientos más duros (el más duro fue que me aceptases como amigo, pensé muchas veces en pisarte cual hormiga, estúpida enana).

Planeo en algún momento volver a visitar Cuna del Invierno en busca de aquella maldita armadura, tal vez sea una buena excusa para encontrarnos en el futuro o vivir una nueva aventura lejos de Feralas. ‘’También hay una gran parte de mí que no quiere volver a visitar tan pronto un lugar tan condenable”. Espero que hayas encontrado más personas que te ayuden en mi ausencia, aquellos con una psique y una capacidad fuertes, como tú. Supongo que, a pesar de todo el caos, nuestros vínculos se hicieron más profundos de lo que jamás hubiera imaginado. Así que, por favor, se prudente e inteligentes y siga adelante. Sinceramente, con amor. Nhail.

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El espejo se burló de ella esta noche.

Su modesta cabaña escondida en la costa más meridional de Feralas era, como la mayoría de las noches, un faro de luz en la oscuridad y, como la mayoría de las noches, sentía que era todo lo contrario: cada criatura de la oscuridad serpenteaban alrededor de sus pies como jóvenes sables hambrientos, mientras su mente se sumergía en una
melancolía implacable. Mientras tanto, si no hubiera tenido la menor intención, podría haberse puesto rápidamente su armadura, agarrado su rifle y salido corriendo hacia el bosque oscuro sólo para escapar de todo lo que estaba sintiendo.

Fácilmente se habría convertido en su refugio, aunque fuera temporalmente. Svelien lo sabía.

De pie frente a un viejo y polvoriento espejo, le dolía todo el cuerpo por un largo día de trabajo recolectando suministros para el duro otoño que acababa de empezar.

De repente se encontró no sólo enamorada de su forma de vida, sino también endeudada con cada individuo que había sido amable con ella en todos estos años, especialmente por los guerreros Tauren. Pronto se convirtió en una más. Los aldeanos, permitieron a Svelien entrenarse como guerrera bajo su supervisión, algo relativamente inaudito. ¡Un Enana aprendiendo junto a los Tauren!, cuantas cosas habían cambiado en Azeroth en tan solo una década.

Una vez más, su mente flotaba hacia el pasado. Fue su ancla y su libertador. El pasado le dio motivos para seguir adelante, pero también la encadenó. Los arrepentimientos nunca desaparecieron, Svelien se preguntó si alguna vez sucedería… si esa sabiduría alguna vez sería tan clara para ella.

Todavía había tiempo, se recordó. Alzó la mano para tocar el delicado collar de plata que descansaba sobre la pendiente de sus pechos, un regalo de su hermano Darient. Una pieza de hace decenas de años, cuando ella era simplemente una niña de 6 años, pero que se había conservado en secreto después de la segunda guerra cuando los Orcos arrasaron con su pueblo y familia. Ahora, con el uso frecuente, la plata se estaba decolorando nuevamente.

‘‘Sí, bueno, eso es lo que sucede cuando te encierras en una húmeda selva durante tantos años. Echas de menos cosas’’.

Svelien a veces se preguntaba cómo sería su vida si no hubiera tomado ciertas decisiones. Se preguntó de haber aceptado la luz como su madre, cuanta gente no hubiese resultado herida. Se habría quedado en Forjaz y sólo habría viajado a los templos, tal vez hubiese aprendido algo valioso. En tal caso, nunca habría conocido a su orejudo amigo.

Allí estaba. Esa opresión en su pecho, la agitación de su estómago, la poderosa ola de emociones que hicieron que sus ojos se cerraran de golpe. ¿Por qué estaba pensando en aquel asedio otra vez?

Había sentido que algo dentro de ella cambiaba. Una cierta suavidad que trató desesperadamente de borrar durante años.

Respira hondo. Hazle espacio. Le recordó suavemente la voz de Darient en su cabeza. Después de un momento, levantó la cabeza y se llevó la mano detrás del cuello para quitarse el collar. Lo colgó de un pequeño gancho al lado del espejo, donde mañana volvería a colocarlo aquí antes de aventurarse a salir y continuar otro día mas.

La gente que quería, ese elfo que se encontraba más allá de este continente, vivían en su cabeza y la angustia de todo esto de alguna manera la hacía sentir menos sola en esta tierra siempre extraña gracias en parte a su amigo.

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Despertar de las Islas Dragón.
Año 40.

Si soy el presente. Entonces tú eres el futuro. Si estoy golpeado y roto. Eres fuerte y estaré listo para mantenerte erguido. Si me vuelvo amargado y hastiado. Que me vuelva sabio y compasivo. Rezo por un futuro en el que pueda prosperarrezaba, en sus últimas horas en Pandaria, arriba de una colina cerca del Monasterio, algo impensable para alguien como él, nunca fue devoto de nada, confiaba en el mismo y en nadie más. Pero recordaba estas oraciones de su infancia a Belore y no pudo evitar mencionarlas en un estado de meditación.

Lo hacía porque estaba nervioso, muy nervioso, estaba a nada de emprender el tan esperado regreso a Quel’thalas, no sabía cómo reaccionaría ni que haría primero después de doce años sin volver a la cicatriz muerta, si se reencontraría con viejos amigos o por el contrario estarían todos en alguna aventura o campaña lejos de sus tierras. Le desconcertaba enormemente.

Respiró hondo, inhalando la brisa salada que se elevaba desde el mar mientras las olas chocaban en el acantilado. Usando esta respiración, reunió sus miedos, luego, después de varios latidos del corazón exhalados, liberándolos. Repitió el ritual dos veces más antes de finalmente abrir los ojos al sol y comenzar a ponerse en el horizonte.

¿Estás meditando o esperando a la tortuga?bromeó una voz y este se volvió para mirar a la pandarenYa veo que finalmente te vestiste para la ocasión con la gabardina que te confeccionó Rushi el zorro cuando apenas llevabas semanas entre nosotros y… esas dagas. Serías un buen aliado entre las filas de los descoronados… errante.

Se acercó desde el templo a horcajadas sobre un gran tigre blindado, la montura habitual del Shadopan. Taoshi fue uno de las asesinas más letales, un discípulo de Wu Kao, mano derecha del líder Lord Taran Zhu, y una mujer por la que había ganado mucho cariño y respeto.

No sabía que a los elfos nobles se les permitía estar en la Isla Erranterespondió con una sonrisa mientras la veía enganchar su montura junto a Lluvia.

Por lo que escuché, están apareciendo todo tipo de criaturas extrañas en estos díasmostrando una sonrisa irónica mientras se sentaba a su ladoAlgo extraño ha pasado al norte de tus tierras, parece que otras han despertado al igual que una vez lo hizo Pandaria, se están viendo muchísimos dragones volando hacia aquella isla, tal vez sean ciertas las leyendas y las famosas Islas Dragón existan.

Extendió la mano para ajustar la banda en la base de su trenza que casi alcanzó la hierba detrás de ella. Su cabello era gris oscuro para combinar con el pelaje que cubría sus orejas y el patrón alrededor de sus llamativos ojos verdes, el resto de su rostro era completamente blanco en un contraste cautivador.

Por otra parte, no estoy segura de que los líderes de su Horda apreciarían que abandonara tan fácilmente su misión diplomática entre nosotros los nativos supersticiosos.

Después de lo que sucedió en el Bosque de Jade, espero que vean el sha como algo más que una superstición. Mucho más. Sobre los Dragones…escupió en un gesto de desprecioNo les debo nada, en todo caso a Kalecgos y Tyrigosa quienes nos ayudaron con la plaga durante la tercera guerra, el resto de vuelos…dejó escapar un soplido de desprecioNo han hecho nada. La cicatriz muerta lleva j0diendo nuestros bosques por más de una década, nuestros niños siguen sin poder salir a jugar ahí fuera, sin embargo Alextrasza, la reina de los dragonessu cara de asco lo decía todocuando le apetece hace florecer lugares que no lo necesitan sabiendo la situación en la que se encuentra toda la zona norte de Reinos del Este. Apestan. De ser cierto que han despertado aquellas tierras no me importa lo más mínimo, tengo cosas mas importantes que hacer en Quel’thalas a mi regresoNhail se sentía tembloroso al pensar que pronto, estaría caminando por sus amados bosques. Le era imposible esconder tales emociones. Ningún entrenamiento en estos 3 años allí le podía preparar para lo que estaba por venir.

Los sha fueron la amenaza más apremiante para Pandaria. Las encarnaciones físicas de la emoción negativa que poseería cualquier huésped que albergara tal emoción luego se propagaría para infectar y destruir todo a su alrededor. Odio, ira, miedo… Los pandaren habían pasado generaciones aprendiendo a mantener estas emociones bajo control a través de la disciplina y la meditación. Gracias a sus esfuerzos, el sha se había mantenido a raya durante miles de años.

Luego, hace algunos años, las nieblas que habían protegido a Pandaria se levantaron y llegaron la Horda y la Alianza, trayendo consigo su odio, ira y miedo, despertando la sombra con violenta brusquedad y resultados devastadores. No estuvo cuando se encontraron con la Alianza en el Corazón de la Serpiente, la monstruosidad que desenfrenada había desatado en la tierra.

Estúpidas facciones y sus egos. Horda y Alianza, simplemente nunca debieron pisar este hermoso continente y haber seguido en Paz como a día de hoy.

Nos enseñan que nunca hay luz sin oscuridad, ni oscuridad sin luzaseguró Taoshi, mirando hacia el océanoLa separación de las nieblas puede haber traído de vuelta el sha, pero también ha traído de vuelta la puesta de sol. Un comercio desigual, tal vez, pero me alegra estar entre los primeros pandaren en diez mil años en verlose detuvo y le miró con tanta sutileza que podría haberlo imaginadoLa luz a menudo puede venir de un lugar menos esperado, e incluso la llama más pequeña puede atravesar la noche más oscura.

Supongo que tienes razónse recostó y sonrió con reminiscenciaMi hermano, Hawk… le encantaba ver la puesta de sol. Nos sentábamos en la costa y me regalaba historias sobre su entrenamiento en la academia de Forestales en Lunargenta. Nunca se nos dio bien la magia, solo a mi madre y mis abuelos, el idiota una vez trató de conjurar una descarga de misiles arcanos como una exhibición improvisada de fuegos artificiales… digamos que aprendí de la manera difícil cuánto tiempo tardan en volver a crecer las cejas de los elfos.

Se sentó de nuevo y la reprendió a medias¡Te ríes, pero en ese momento yo apenas era un niño! El comenzó a disculparse, pero se convirtió en más risas cuando se volvió para encontrarse con mi mirada de indignación simuladasonrió cuando ella finalmente cedió con un suspiro de satisfacción.

Tú y tu hermano debieron estar muy unidos.

El comentario le tomó por sorpresa y tardó en responderEstábamosdijo finalmente, su sonrisa se debilitaba mientras agarraba con fuerza la punta de flecha que portaba en el cuello a modo de colganteEl… falleció, hace doce años.

Lo siento muchodijo, colocando su mano sobre la de Nhail. Sus ojos mirándole con sincera simpatía.

Está biendijo cálidamente mirando hacia el océanoNunca hay luz sin oscuridad.

Se sentaron en silencio, mirando la última astilla del reflejo del sol rebotar en las aguas del océano en una despedida cósmica hasta que finalmente cayó más allá del horizonte distante.

El cielo carmesí se desvaneció lentamente en un violeta profundo, las estrellas aparecieron contra él como si fuera una hoja de papel atravesada con agujas.

La luz de las dos lunas bailaba juguetonamente en el agua como si intentara afirmar su belleza sobre el sol. El aire estaba quieto, no se oía nada más que el latido del corazón y las olas lamiendo el acantilado de abajo.

El sonido de un portal abriéndose interrumpió aquel silencio, Flor de Nieve, maga de la disciplina Omnia apareció en escena.

¿Pensabas irte en barco hasta el otro extremo de Azeroth con Lluvia?

F…Flor… ya sabes mi fobia con los portales, me dan nauseas, mareos, incluso vómitos, son horrorosos, he pasado casi una década recorriendo más de medio Azeroth andando o por medios tradicionales.

Pero ahora no caminas solo. Lluvia está contigo y bien sabes lo que significan estas increíbles criaturas para nuestra organización. Es cierto que su adiestramiento en estos tres años ha sido fabuloso, pero no les gusta el mar, y mucho menos durante una travesía de largos y pesados días. Cruza el portal, por ella, por Odal y…miró la mochilaPor esa pesada bolsa tan llena de archivos, reliquias y recuerdos de tus viajes que tan valiosas son para ti. Este portal te dejará directamente en tus tierras en cuestión de segundos. Déjate ayudar.

Nhail no dudó ni un solo instante. Haría lo que fuese por su compañera, Flor tenía razón.

Tienes razón maestra. Agradezco enormemente este último gesto de haber venido a despedirte. Realmente alegra mi corazón que hayáis venido a despediros. Todos de una manera u otra, renovasteis mis fuerzas y esperanzas de cara a un nuevo futuro. Las veces que me he dormido desgastado y dolorido. He entrenado hasta que mis manos se agrietaban y sangraban, mis músculos se desgastaron hasta que apenas podía mantenerme en pie. A pesar de lo agotadores que han sido estos años me siento totalmente pleno y complacido

Tomó un momento para recuperar el aliento. La capucha negra ocultaba los ojos azules, pero la enorme cicatriz que decoraba un camino entre su ojo izquierdo y el labio siempre le delataría ante cualquier conocido.

Cuando nos sentimos agotados, cuando sangramos, cuando hemos perdido algo vital para nosotros, es difícil ver nuestro camino. No nos debilita reconocer que no siempre podemos levantarnos. A veces necesitamos orientación, una luz en la oscuridad y vosotros habéis sido ese faro de luz.
Hacedles llegar estas palabras a todos los maestros a pesar de que les he dejado una carta en lo que fue mi dormitorio. No ha sido un viaje fácil. Pero no podemos superar las sombras que hay dentro de nosotros si no hacemos nada.

Su últimas palabras sonaban cargadas de emoción mientras caminaba junto a Lluvia hacia el portal que le llevaría directamente a Quel’thalas, su hogar.

Un deseo profundamente arraigado de un futuro mejor, una vida mejor.

El hermoso paisaje de Pandaria se desvaneció mientras aquellos fríos ojos azules miraban por ¿última vez? a sus hermanos del Shadopan.

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Te puedes pasar toda la vida buscando la flor perfecta

¿Y sabes por qué?

Porque todas son perfectas.

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(((Fin hasta nueva expansión o pre exp.)))

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Maravilloso gemelo :heart_eyes::heart_eyes::heart_eyes:

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Y tras un largo descanso y leerme la gran trama de Nhail creo que voy a retornar la trama que la tengo bastante aparcada.

Edit: Teneis un capitulo bien largo disponible, pronto acabará el arco inicial por las islas dragón y como ya son muchas paginas crearé otro drive para facilitarnos a todos leer esto.

https://docs.google.com/document/d/1qBCTDpnRlKtgXrsi8LGQIp_vw1CmiB6JiOJIiGLRDLc/edit?usp=sharing

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Y tenemos entre nosotros el capítulo final de este arco, pronto se iniciara un nuevo arco con un nuevo enlace de drive:

https://docs.google.com/document/d/1qBCTDpnRlKtgXrsi8LGQIp_vw1CmiB6JiOJIiGLRDLc/edit?usp=sharing

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