Un rumor recorre las tabernas más recónditas de Azeroth: selectas personas han estado recibiendo un llamativo folleto que menciona un evento sin par que dará lugar en las profundidades más angostas de las Cavernas Resonantes. “Ubicación secreta, se requiere discreción. Trae a tu gente, pero sé responsable de ellos”, reza el mensaje al final. En el reverso de la hoja se observa una serie de números y letras a modo de pistas y coordenadas. Las mismas personas reciben en sus buzones un pequeño cristal que brilla en la oscuridad.
Tras descifrar el código, varios grupos de personas se acaban encontrando donde las cavernas parecen terminar, mucho más allá de Punto Oportunidad. Todos buscan lo mismo, y todos lo saben. Algunos se reconocen entre ellos y, recordando las buenas juergas habidas y por haber, saben que su búsqueda valdrá la pena. Entre unos matojos se descubre la entrada a un estrecho túnel que fácilmente pasaría desapercibido para el ojo inexperto. Dejando sus monturas atrás, en fila de a uno se internan en lo que a primera vista parece un enrevesado entramado de pasillos y galerías, demasiado planificado como para haber sido formado de manera natural. En la absoluta oscuridad, ante la falta de recursos propios para generar luz, a uno de estos “expedicionarios del desfase” se le ocurre sacar el cristal brillante que le fue enviado y, para su regocijo, descubre cómo su extraño halo hace aparecer unas marcas en las paredes rocosas que indican el camino.
Caminando y cantando, emocionados ya por llegar a aquella supuesta tierra prometida, empiezan a oir un latido que cada vez se hace más fuerte. «¡Estamos cerca!», exclaman algunos. Aceleran el paso, con cuidado de no tropezar ni golpear sus cabezas, hasta que ante ellos se abre la salida de los túneles y una gigantesca caverna les recibe.
Un monumental complejo de fábricas llena el paisaje subterráneo. Haces de luces multicolor se alzan en todas las direcciones, iluminando y llenando cada recoveco de la titánica galería.
En lo que parece ser la entrada al recinto les reciben un goblin y un viejo trol rastudo con gafas de sol. El goblin, de vestimentas andrajosas, enorme cresta mohicana multicolor y múltiples aros y perforaciones en orejas y nariz, abre los brazos en señal de recibimiento:
—¡Bienvenidos a Avalancha, el mayor y más selecto festival del que nunca oiréis hablar en todo Azeroth! El mundo ahí fuera está lleno de guerras y arañas viscosas —se estremece—, pero aquí dentro el tiempo no existe. Soy Kresta Mascatuercas… Sí, sí, muy original, lo sé… El caso, hemos dado nueva vida a estas viejas fábricas goblin para albergar un evento inolvidable que durará ¡días! No… ¡Semanas! O hasta que esos estirados mecaoradores decidan cerrarnos el chiringuito. Además, ¡gratis! Así tal como lo oís. ¿Cómo, que qué clase de goblin soy que no pide nada a cambio? Nada de eso, compañeros, ¡la juerga y el apoyo a nuestras escenas más desconocidas es lo primordial! —a continuación baja la voz—. Esperad a ver los precios de las consumiciones, bendito patrocinio de Sepsis’Kola —ríe para sus adentros y prosigue hablando vivarachamente—. Si esperabais a los Elite Tauren Chieftains o a los Jabalíes de Añublo me temo que estáis en el sitio equivocado, aquí solo encontraréis la crème de la crème del subterráneo más profundo. A parte, pedían un caché demasiado elevado… —vuelve a murmurar esto último.
—Aquí tenéih el sello y el programa, colegah —dice el lanza negra. Únicamente ha decidido colaborar como voluntario en las labores de recibimiento durante unas horas a cambio de una cantidad más que interesante de consumiciones gratuitas, a parte del trabajo de publicidad enfocada que ya había realizado previamente.
Colectivo Tortura Mental, Hijos de San’Layn, Arde Tanaris, DJ Magistrix, El Gran Combo de Tel’Abim… La lista de bandas y colectivos sonoros es interminable y, a pesar de ello, casi ningún nombre resulta reconocible.
Hay innumerables escenarios y zonas diferenciadas repartidas por aquella ciudad metálica. Los recién llegados no son ni mucho menos los primeros. Una de las grandes naves industriales está ya abarrotada hasta los cimientos, sus huéspedes todos fusionados en una masa caótica bailando frenéticamente, el sudor perlando sus frentes, bajo el asalto incesante que estalla de un monolítico sistema de sonido, sometidos, en trance, a las órdenes de un implacable maestro. Por todo el campo de batalla se levantan polvaredas que siguen a cada pisotón, sumergiendo el interior del edificio en una niebla tan densa como las que rodearon Pandaria, todo en penumbra, los rostros brevemente iluminados por ráfagas de luces estroboscópicas.
Y así por todo el recinto, con escenarios para todos los gustos, desde las frecuencias más extremas y castigadoras a los aullidos más oscuros de las profundidades de Entrañas, e incluso percusiones que podrían confundirse con el olvidado ritmo de las fábricas en funcionamiento. Hay lugar también hasta para las sonoridades más ensoñadoras, unas naves decoradas como castillos de Lordaeron y otras simulando las frondosas junglas trol de Tuercespina, sin olvidar tampoco tradicionales grupos folclóricos que deambulan por las zonas exteriores regando a su paso el gris metálico de color y jolgorio. Siempre hay para elegir, siempre hay calidad, y la mayor decepción, por tanto, resulta no poder estar en más de un lugar al mismo tiempo. Todos estos sonidos variados aparecen y se desvanecen sin orden ni concierto según se pasea entre las diversas áreas, formando una cacofonía estridente para el que se encuentre en tierra de nadie.
Algunos de los escenarios principales
Escenario Manonegra
https://youtu.be/PSWejov-pss?si=Cd-LoUQGxDMPNVrm
Escenario Banshee
https://youtu.be/ucnjk4zFiUY?si=GXhHB32DIYOx2k2L
Escenario Mecandria-Minahonda
https://youtu.be/taceNR3ksBk?si=D3dji6nue1YVRALi
Escenario Vista Eterna
De la misma manera, entre la variedad de indumentarias de los asistentes se pueden observar, de un lado, pseudo-candidatos a las pasarelas de Lunargenta (o la antigua Dalaran) con aires de falsa superioridad estética, y del otro, dignos anarquistas de la moda, a cada cual más extravagante y hortera que el anterior, que harían de la prueba de estilo más desconjuntada un mero juego de niños.
Sin olvidar que, deambulando sin ruta fija por todo el festival, podría uno cruzarse con el legendario Pippitas Juergaslargas, el goblin de fama nocturna (y matinal) que dícese venció en torneo de beer-pong a todo un poblado Vrykul, uno tras otro cayendo como bebés a la hora de la siesta. Cuentan las malas lenguas que todo el que intenta seguirle el ritmo en su eterno peregrinaje desaparece durante semanas, para luego reaparecer, casi desnudo y con mirada desquiciada, perdido en las montañas de Kun-Lai al borde de la hipotermia. Se requiere ejerzan precaución.
—Y si en algún momento todo resulta demasiado abrumador —prosigue Mascatuercas—, tenemos incluso una zona chill-out llena de pufs y sofás, con lucecitas tenues y suaves, sonidos relajantes y toda esa parafernalia. Un draenei muy místico con turbante y toga insistió en la decoración. Es el edificio junto a los puestos de comida. Ah, ¡no olvidéis comer! No resulta nada rentable si vuelcan a la primera de cambio… —de nuevo, susurra esto último antes de continuar—. Os recomiendo un puesto de magdalenas caseras que está teniendo mucho éxito entre el público, verdaderamente deliciosas, os lo aseguro, ¡no os lo penséis demasiado o se agotarán! Y por allá al fondo encontramos unas aguas termales, sorprendentemente el agua parecía limpia y pura, aunque seguramente durará poco con el caldo de orco que se está cultivando ahí. Eso sí, cuidado con las lombrices y erupciones espontáneas. —Se gira hacia el trol rastudo—. ¡Tú, ya has cumplido, toma tus tickets, venga!
—¡Taz’dingo! —antes de que nadie se dé cuenta, el trol, convertido en lobo, ya corre en dirección a la nave industrial.
—Y ahora, ¡adelante! Divertíos, bailad, consumid, explorad cada rincón del Avalancha Fest. Quién sabe si alguien descubrirá el motivo por el que abandonaron estas fábricas…
La organización del festival Avalancha no se hace responsable de posibles casos de sordera prematura (o pérdida temporal/permanente de cualquier sentido), sobrecargas de maná, aplastamientos por desprendimientos, combustión espontánea, empacho catastrófico… La lista sigue y sigue.
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