El templo no daba más de sí, las estructuras empezaron a resquebrajarse y todo se venía abajo, era cuestión de minutos que los taberneros quedasen sepultados bajo aquel templo de mala muerte.
Lotharingen y Nhail que fueron precavidos y estaban podridos de oro por sus buenos servicios, tenían contratados a decenas de Enanos para llegado este momento apareciesen con sus maquinas topo y los trasladasen a todos sin oponer resistencia hacia Quel’thalas, el hogar por excelencia. El cenit de la belleza. ¿Qué eran 32 bolsas llenas de oro para dos de los mejores descoronados?
Las cenizas de Lonvar se esparcieron con la brisa y no quedó nada de él, ni siquiera su fe y devoción. Los enanos con pico,maza y cincel en mano arrasaron con el templo, llevándose las valiosas rocas del lugar, nunca habían suficientes rocas en Forjaz, así que también se ventilaron la estatua de la irreconocible y desfigurada Elune, que poco quedaba de ella.
Durante el viaje en las maquinas sonaba una hermosa melodía…
Una fina hierba de color verde. El canto de los pájaros resonando en los bosques de canción eterna, hogar de muchos animales. Allí vivían ardillas, pájaros, ciervos, jabalíes, linces, dracohalcones, vermis de maná y muchas otras criaturas. La mayoría de las especies vivían juntas en paz. Sólo los linces buscaban problemas y cazaban otras criaturas para alimentarse. Aunque eran los únicos depredadores numerosos el equilibrio de poder todavía existía en el bosque.
Lunargenta estaba viva incluso en las primeras horas de la mañana, cuando Belore aún no se había abierto paso sobre las torres y agujas de las que los elfos estaban tan orgullosos. En rincones oscuros, los borrachos cortejaban a súcubos encadenados, y los comerciantes de todas las razas se apresuraban con sus subastas, reactivos prohibidos y material de dudosa procedencia. Uno podía encontrar cualquier cosa que quisiera a lo largo de las calles, siempre que tuvieran lo necesario.
Aquella ciudad rebosante de magia donde el orden estaba a la orden del día. De donde provenía el mejor vino sobre todo desde la unión entre nuestro tan admirado y querido señor regente Lor’themar y Thalyssrra. Dos hermosos Elfos y dos preciosos reinos.
Ahora Liadrin, Halduron y Rommath estaban a cargo de estás tierras.
Incluso las catacumbas debajo de la ciudad, un área desconocida, había actividad y… clandestinidad.
Se podían escuchar suaves ronquidos detrás de las puertas y sus elegantes cortinas de seda, los habitantes de las habitaciones acunados en sus propios sueños separados como niños durante el Velo de Invierno. En estos pasillos residían los del Culto, y era allí donde descansaba Pita, al que ahora le habían crecido orejas de elfo misteriosamente, acurrucado sobre una silla que había colocado en una esquina de la gran sala principal.
Un orbe azul que brillaba colgaba sobre la taberna.
Tenía los ojos cerrados, las rodillas pegadas al pecho mientras dormitaba. No hay sueño tranquilo como los que se encuentran detrás de las puertas cerradas, no hay batas suaves o túnicas elegantes; solo cuero labrado a mano que abrazaba una figura de tamaño y proporción promedio, las orejas de Pita se agitaron, escuchando misteriosos ruidos por los pasillos oscurecidos antes de que se desdoblara y se estirara, arqueando la espalda mirando hacia los dormitorios.
- Supongo que empieza la fiesta y el jolgorio, ¿eh? —El orbe pulsó en respuesta, balanceándose como si asintiera — Bien. Es hora de avisar a los Pandaren y los Enanos, el bebercio tiene que llegar ¡YA!, habitaciones para los nuevos invitados, el cubo de basura con más sabiduría de todo Azeroth, Jani, la picadora… y creo que no me dejo nada más. Quelis, Rarthein, Sylann … tenemos invitados ¡!
Los bosques canción eterna abrazaban cualquier cosa en todo su esplendor, se podía sentir su frescura, su magia, su naturaleza, sus colores, la vida y las energías del bosque recorrían cada fibra de quien pisara aquellas bastas y hermosas tierras.
Bajo el letrero de la taberna EL DESCANSO DEL CAMINANTE decía en Thalassiano…
El Descanso del Caminante.
Selama ashal’anore
La taberna no era precisamente pequeña, la principal era una taberna más mundana con su chimenea, pues el otoño estaba acercándose y el piso superior recordaba en parte a lo que en su día pudieron ser los aposentos de cuando la majestuosa Azshara reinaba sobre todo y todos. También había un patio exterior para los más arraigados a la naturaleza o los que necesitasen tomar un poco el aire.
Pita les entregó un orbe azul a cada uno de ellos, aquel orbe les transportaba instantáneamente a sus aposentos, decorados acorde a sus costumbres. Cada habitación tenía su gramola y una música de bienvenida que luego por supuesto podría ser cambiada a gusto del huésped.
Por otro lado, en la taberna principal habían portales, algunos de ellos llevaban directamente a la cicatriz muerta, donde cualquiera que desease entrenar, probar sus habilidades o pelearse con otro tabernero podía hacerlo alejado de la taberna y de paso ayudar a los caballeros de sangre, aquella zona maloliente y con resquicios de la plaga seguían pululando todavía, los Caballeros de Sangre patrullaban constantemente la zona bajo el mandato de Liadrin y el comandante Felix, pero cruzar o no cruzar ese portal era decisión de los propios contendientes
En las paredes había dianas con las caras de Mathias Shaw, Magni, Kael’thas, Dar’Khan Drathir, Turalyon, Rannan, Magatha, Umbric … por si los clientes querían jugar a lanzar cuchillos arrojadizos en sus caras y desahogarse después de un mal día.
- Los Gnomos, Goblins y Mechagnomos aparecieron en un suburbio plagado de maquinaria, bancos de trabajo, gasolina, aceite, oxido, radiales, neones por doquier, herramientas de todo tipo, planos antiguos de invenciones a medio hacer por antiguos dueños, maquinas mechas listas para poder ser usadas y centenar de utensilios. Una pared de metacrilato con un mueble bar moderno donde podían ver la taberna principal pero desde el otro lado no se les podía ver a ellos. Era una especie de taberna/taller insonorizado con sus habitaciones allí mismo.
- Otro portal conectaba directamente a la isla de Quel’danas, concretamente a la avanzada Tramo del Sol, donde los Draenei podían visitar a los pocos miembros que quedaban de La Ofensiva del Sol Devastado, por lo que tal vez se sintieran más confortables sabiendo que tenían a su gente cerca de ellos y donde el gran Profeta Veleen caminó y bendijo en su día. Un monumento para recordar y honrar aquel trágico acontecimiento.
- Los Orcos tenían todo un bosque que conocían bien desde la segunda guerra, aunque esta vez vigilados por Los Caballeros de Sangre, por lo que tenían todo lo necesario siempre y cuando se comportasen como honorables invitados, al igual que Los Trolls, donde tenían campamentos y ruinas cercanas. A fin de cuentas, antaño, estos bosques fueron sus hogares.
- Humanos y Worgens tenían sus reinos cerca, estaban a tiro de piedra de lo que algún día fueron sus hogares. Por primera vez en milenios los Humanos volvían a unirse a los Altos Elfos en estos bosques, donde 3000 años atrás fueron enseñados a usar la magia arcana y los Renegados tenían un orbe de traslado que les llevaba directamente a Entrañas.
- La pajarería ‘’Alpiste del tio Enri’keh’’ estaba junto al establo de los Dracohalcones, monturas majestuosas de los Elfos, allí los Dracthyr se sentirían en su hábitat sin inconvenientes. Podían gritar y pajarear todo lo que quisieran sin molestar a nadie. Los Errantes de Halduron los tenían vigilados con los arcos tensados llegado el momento de desmadre. Hae que se encontraba entre ellos por orden de Lor’themar. Rommath se pasaba de vez en cuando por si la cosa de desmadraba y necesitaba hacer arder un par de plumajes y escamas. Bien era sabido que la virtud de Rommath no era precisamente la paciencia.
- En las colinas mas altas habían varios Dojos señalados con cometas en forma de Dragones Nimbo para los Pandaren, de allí procedía la cerveza que se fabricaba para la taberna, los Enanos colaboraban con ellos para elaborar cervezas de todo tipo y que los visitantes las degustasen a placer.
- Una de las maquinas topo fue pilotada por el Enano Imberbe, la cual se equivocó de dirección y cavaron hasta lo mas profundo de la tierra, pero descubrieron algo sorpdendente … ¿El qué? ¿Algo relacionado con un nuevo continente?¿Una raza mas primigenia de Enanos? Nadie sabía todavía, tal vez nos lo desvelasen en algún momento si entre todos los clanes enanos y razas colaboraban. Había un evento cerca… MUY CERCA.
- Los Tauren y Vulperas sin muchos problemas se instalaron cerca de las costas pacíficamente en sus respectivos campamentos improvisados sin molestar a nadie.
- Los Elfos estaban en su hábitat, TODOS, no había distinción entre ellos. Incluidos los Elfos del Vacío donde tenían su portal y podían acceder a la fuente del sol excepto Umbric que estaba prohibido incluso pronunciar su nombre.
La gran estatua de Dath’Remar bendecía los bosques de Quel’thalas, el gran salvador, rey de reyes, un lugar sagrado muy frecuentado por los Elfos de Sangre tanto como por los Altos Elfos.
Solo había una cosa mas hermosa que Quel’thalas, una belleza tal que la palabra para describirla todavía no había sido inventada. Alleria Brisaveloz. Estaba totalmente prohibido mencionarla despectivamente, su nombre solo podía ser mencionado para idolatrarla. El Errante Nhail, después de dedicarle unas oraciones a Dath’remar, de camino, iba hacia su estatua para reverenciarla como lo último que hacer antes de terminar el día y volver a su dormitorio.
- ‘‘Cuando dejes este lugar, que Belore te acompañe. Que su luz del sol caiga sobre ti desde el cielo, para levantarte de tus penas. Que la luz del sol y el fuego de Belore te den la fuerza que necesitas para llevar y levantar tus cargas y para iluminar y mostrarme siempre el camino’’
HISTORIAL DE TABERNAS:
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