Con los nervios a flor de piel y la incertidumbre creciendo entre ellos, el grupo se aferra a la esperanza de que el flujo temporal se corrija por sí solo, permitiéndoles salir airosos del estasis. No obstante, las dudas les carcomen en el interior y desesperadamente buscan cualquier indicio en las fluctuantes energías del campo de estasis que los rodea algo similar a una puerta o portal que les permita escapar en caso de que algo no vaya bien.
En un momento de iluminación, una serie de eventos catastróficos se desencadenan de repente. Thallande, con una confianza inquebrantable en sus habilidades mágicas, se erige con una postura de orgullo y determinación.
-¡Presencien, mortales, el poder y la grandeza de Thallande, maestro de la magia arcana! Proclama con voz resonante, mientras sus ojos brillan con una mezcla de arrogancia y convicción.
-Soy el único capaz de desentrañar los misterios de este campo de estasis y restaurar el orden en este tumultuoso flujo temporal. Con un simple gesto, pondré fin a esta crisis y les demostraré a todos la superioridad de la magia Shal’Dorei.
Sin embargo, su confianza y bravuconería desencadenan una serie de eventos desastrosos. Al canalizar su magia con una excesiva arrogancia, Thallande provoca un desequilibrio en el flujo temporal, desgarrando el tejido del espacio y del tiempo con una fuerza abrumadora. La barrera entre dimensiones se desintegra bajo el peso de su presunción, y los taberneros son succionados hacia afuera del campo de estasis con una fuerza incontrolable, como hojas al viento en medio de una tormenta. La escena se convierte en un caos total, y Thallande, en lugar de ser aclamado como el héroe que esperaba ser, se encuentra como el responsable de la catástrofe que los ha arrojado a todos hacia un destino incierto.
En un torbellino desorientador, los taberneros son arrastrados fuera del flujo temporal, sintiendo un tumulto de sensaciones mientras son lanzados por el espacio interdimensional. Un golpe repentino y violento los sacude cuando finalmente son estampados en el suelo, un terreno duro y granulado, abrasado por el sol. Al recuperarse del impacto, se encuentran rodeados por el ardiente desierto, con dunas interminables y un calor sofocante que parece abrasar sus almas. Miran a Thallande con furia contenida, expresando su indignación por su imprudente arrogancia que los ha llevado a esta situación. Sin más opciones, deciden avanzar en línea recta a través del desierto abrasador, con la esperanza de encontrar una salida de esta pesadilla y regresar a casa.
En medio del ardiente desierto, los taberneros avanzaban sin rumbo fijo, desafiando el sol abrasador y la implacable arena que se levantaba con cada ráfaga de viento. Con el paso de los días, la sed y el cansancio comenzaban a hacer estragos en su ánimo, sumiéndolos en un estado de fatiga y desesperación.
De repente, como un espejismo surgido del horizonte infinito, vislumbraron un pequeño oasis en la distancia. Un valle verde y brillante se extendía ante ellos, rodeado por paredes rocosas que se alzaban como guardianes protectores contra el desierto implacable. En el corazón de este oasis se erguía un edificio alto, un prometedor refugio que parecía silbar en el silencio, rogando que se acercasen.
Al llegar al oasis, los viajeros se detuvieron asombrados ante el edificio, cuya presencia se revelaba con mayor claridad en medio del verdor del valle y las rocas que lo rodeaban. Todo parecía indicar que se trataba de una taberna. Parecía emerger como un faro de esperanza y hospitalidad en medio de la desolación del desierto, invitándolos a adentrarse en su interior y encontrar refugio del implacable sol y la sed que les agobiaba.
La taberna se erigía con orgullo cerca de una de las paredes del valle, salvaguardando una parte de su fachada de la implacable fuerza del viento y la arena. Su fachada de madera oscura se destacaba entre las dunas de arena, tallada con elaborados motivos que recordaban las formas caprichosas de la naturaleza del desierto: espirales ondulantes que evocaban las olas del mar de arena, y figuras de criaturas míticas que parecían danzar en el viento.
Sobre la puerta principal, un arco de hierro forjado sostenía un cartel de madera labrada con el nombre de la taberna, cuyas letras, aunque talladas con esmero, estaban desgastadas por el implacable viento del desierto y la arena que lo acompañaba. Algunas de las letras estaban perdiendo su contorno, erosionadas por el paso del tiempo y los elementos naturales. A pesar de ello, aún se distinguían los trazos elegantes que imitaban las formas de las dunas y los cactus, recordando la habilidad artesanal de aquellos que lo crearon. “El Espíritu del Desierto” discernieron los viajeros tras contemplar el cartel por unos largos segundos.
Una lámpara de aceite, suspendida del techo en un soporte de hierro forjado, arrojaba un resplandor dorado sobre el umbral, iluminando el camino a los viajeros agotados que se acercaban en busca de refugio. El contraste entre el cartel desgastado por el tiempo y la lámpara centelleante creaba una atmósfera de nostalgia y esperanza, invitando a los visitantes a adentrarse en el oasis de calidez y hospitalidad que aguardaba dentro.
Los viajeros, con sus ropajes desgastados por el sol y los elementos del desierto, se detuvieron frente a la taberna del Espíritu del Desierto, buscando refugio en su promesa de hospitalidad. Sin embargo, al acercarse, una sensación inesperada les invadió: la certeza de que no estaban solos. El aire asolador del desierto y la arena que llevaba el viento entorpecían sus sentidos, confundiéndoles y haciendo difícil discernir la verdad de la ilusión.
Entre parpadeos fatigados y visiones borrosas, creyeron vislumbrar sombras moviéndose detrás de las ventanas empañadas por el polvo. Un murmullo apenas perceptible se deslizaba entre los sonidos del viento, como susurros de historias olvidadas y secretos susurrados por el desierto. El cansancio pesaba en sus párpados, pero la sensación de ser observados les mantenía alerta, haciendo que se preguntaran qué criaturas podrían habitar ese refugio en medio del solitario paisaje.
Los viajeros permanecieron alerta ante las miradas hostiles que sentían clavadas en sus espaldas, sin saber de dónde provenían. De repente, dos figuras emergieron de entre la arena y las rocas, un vulpera con pelaje oscuro y ojos penetrantes que los observaba con desconfianza, con las patas listas para desenvainar un par de dagas, y una vulpera con pelaje rojizo y ojos brillantes, que se acercaba lentamente hacia sus invitados inesperados. Con voz dulce y tono amigable, les preguntó:
-¿Qué hacen aquí? ¿Qué buscan en nuestro oasis?
Los viajeros, sorprendidos por la aparición repentina, respondieron con cautela, explicando brevemente su situación y su necesidad de refugio y descanso. La mirada de la vulpera se suavizó levemente al escuchar sus palabras, y después de un momento de silencio tenso, le hizo una seña a su compañero, extendió una pata en un gesto de invitación y respondió:
-Estáis de suerte, esta es la taberna “El Espíritu del Desierto”. Pasad y seréis bien recibidos.
El vulpera de pelaje oscuro, habló con voz firme pero amigable:
-Bienvenidos al Espíritu del Desierto. Somos los guardianes de este oasis y estamos aquí para asegurarnos de que todos nuestros visitantes se sientan seguros y protegidos. Perdonad por la hostilidad mostrada, últimamente corren rumores de un peligro acechando en lo profundo del desierto, no podemos bajar la guardia.
Con gesto amigable, la vulpera de pelaje rojizo les indicó el camino hacia la taberna.
-Estamos encantados de tenerlos aquí. Si necesitan algo durante su estancia, no duden en pedírnoslo.
Los viajeros avanzaron con cautela, agradecidos por haber encontrado finalmente un refugio en medio del implacable desierto.
Al abrir la puerta de madera, los viajeros fueron recibidos por una escena inesperada, acogedora y bulliciosa. La taberna parecía extenderse en su interior, con escaleras de madera que conducían hacia los pisos superiores, revelando rincones íntimos iluminados por la cálida luz de lámparas de aceite suspendidas del techo.
El interior estaba decorado con muebles rústicos y coloridos tapices que colgaban de las paredes, evocando historias de tierras lejanas y aventuras olvidadas. Una hoguera central crepitaba con un fuego reconfortante, atrayendo a los viajeros con su calor acogedor y el sonido relajante de la madera que se consumía.
En un rincón, un pequeño bar de madera era atendido por un vulpera de pelaje oscuro, quien se movía con gracia entre las estanterías repletas de botellas y vasos. Se encontraba limpiando una serie de vasos, parecía haber tenido clientela recientemente.
Una vez se encontraron dentro de la taberna, los viajeros fueron recibidos por seis vulperas, cada una con su propio encanto y personalidad.
La primera, de pelaje dorado y ojos chispeantes, poseía una energía contagiosa que iluminaba la habitación. Su sonrisa cálida y su gesto amistoso daban la bienvenida a los viajeros, asegurándoles que habían llegado a un lugar donde serían recibidos con los brazos abiertos. Con una voz melodiosa, les invitaba a explorar cada rincón de la taberna y a disfrutar de la calidez de su hogar.
La segunda, de pelaje plateado y mirada perspicaz, los saludó con un guiño travieso, les ofrecía bebidas refrescantes, probablemente antelando su llegada, y les aseguraba que encontrarían todo lo que necesitaban para saciar su sed. Su presencia serena y su atención cuidadosa hacían que los viajeros se sintieran atendidos y valorados desde el primer momento.
La tercera, de pelaje negro y ojos profundos, tenía una presencia enigmática que intrigaba a los viajeros. Con un gesto de bienvenida y un tono suave, les ofrecía asientos cómodos y almohadones mullidos, asegurándoles que podrían relajarse y descansar en su hogar. Su voz calmada y su mirada compasiva transmitían una sensación de seguridad y protección que reconfortaba a los viajeros cansados.
La cuarta, de pelaje rojizo y sonrisa encantadora, irradiaba alegría y entusiasmo en cada gesto. Con un brillo travieso en los ojos, les presentaba el menú con entusiasmo y les destacaba las especialidades de la casa con una mezcla de orgullo y humildad. Su pasión por la comida y la hospitalidad se reflejaba en su mirada y su tono de voz, asegurando a los viajeros que estaban a punto de disfrutar de una experiencia culinaria inolvidable.
La quinta, de pelaje blanco como la nieve y ojos cristalinos, irradiaba una serenidad encantadora que tranquilizaba a los viajeros desde el momento en que pusieron un pie en la taberna. Su presencia era como un faro de calma en medio del bullicio, y su voz suave y melódica les instaba a dejar atrás las preocupaciones del mundo exterior y sumergirse en el momento presente. Con gracia y elegancia, les ofrecía asientos cómodos junto a la hoguera, donde las llamas danzaban con un resplandor hipnótico. Con una habilidad innata para escuchar, les animaba a compartir sus historias y preocupaciones, prometiendo ofrecerles consejos sabios y una perspectiva única sobre la vida en el desierto. Mientras les hablaba, sus ojos brillaban con la sabiduría acumulada de años de experiencia en el oasis, y su conocimiento sobre las plantas y los animales que habitaban la región era tan vasto como el desierto mismo. Los viajeros no podían evitar sentirse atraídos por su presencia tranquila y reconfortante, sabiendo que habían encontrado en ella una amiga y confidente en este lugar desconocido.
Por último, la más joven del grupo, era una criatura tímida y adorable. Con su pelaje grisáceo y sus ojos centelleantes llenos de curiosidad, miraba a los viajeros con una mezcla de nerviosismo y emoción. Su cola se movía con nerviosismo detrás de ella mientras se acercaba tímidamente, tratando de ocultar su ansiedad bajo una sonrisa insegura.
Con gestos tímidos y titubeantes, les ofrecía asientos cerca de la hoguera, asegurándoles que podrían relajarse y descansar en su hogar. A pesar de su falta de experiencia, su entusiasmo por servir a los viajeros era evidente en cada gesto y palabra, y su disposición para aprender y crecer era palpable.
Aunque le costaba tratar con desconocidos, especialmente de otra raza, su amabilidad y ternura eran irresistibles, y los viajeros no pudieron evitar sentirse atraídos por su encanto juvenil. Con el tiempo, esperaban que la joven vulpera ganara confianza y se sintiera más cómoda interactuando con los visitantes, convirtiéndose en una parte querida del Espíritu del Desierto.
Mientras los viajeros se acomodaban, uno de ellos, un gnomo de cabello plateado y ojos vivaces, se sintió especialmente intrigado por la sexta vulpera, Yuumi. Observando su actitud tímida y su belleza natural, decidió acercarse con una sonrisa cálida.
-Disculpa pequeña. -Dijo el gnomo con amabilidad- ¿Cuál es tu nombre?
Yuumi miró hacia abajo tímidamente antes de responder en voz baja:
-Soy Yuumi.
El gnomo asintió con una sonrisa y continuó la conversación, preguntando cuánto tiempo llevaba trabajando en la taberna y por qué había decidido hacerlo.
Yuumi explicó con timidez que había empezado a trabajar allí hace poco tiempo, buscando un lugar donde sentirse útil y aprender nuevas habilidades. Su respuesta hizo que el gnomo se sintiera aún más intrigado por ella, impresionado por su valentía al aventurarse en un ambiente desconocido.
Conmovido por la sinceridad y la dulzura de Yuumi, el gnomo decidió hacerle un regalo. Se levantó y se dirigió hacia el exterior de la taberna, donde encontró un pequeño manojo de flores silvestres. Con habilidad, comenzó a tejer una corona de flores, seleccionando cuidadosamente cada pétalo y hoja para crear una obra de arte delicada y hermosa.
De vuelta en la taberna, el gnomo se acercó a Yuumi con la corona de flores en la mano.
-Espero que te guste. -Dijo con una sonrisa mientras se la colocaba suavemente sobre la cabeza.
Los ojos de Yuumi se iluminaron de alegría y gratitud mientras tocaba la corona con admiración.
-¡Es preciosa! -Exclamó con entusiasmo, sintiéndose abrumada por la bondad del gnomo.- ¡Muchísimas gracias!
Los otros viajeros se unieron al gesto de amabilidad, elogiando la corona y felicitando al gnomo por su regalo.
A partir de ese momento, Yuumi y el grupo de viajeros se hicieron amigos. La joven vulpera se sintió más cómoda y segura en su papel en la taberna, compartiendo risas y conversaciones con los viajeros mientras les servía con diligencia y alegría. La corona de flores se convirtió en un símbolo de la amistad entre ellos, recordándoles el día en que una simple muestra de bondad los unió en un vínculo de amistad duradera.
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